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Sábado, 23 de noviembre de 2024

Comentarios bíblicos

De Enciclopedia Católica

Revisión de 15:16 17 ene 2012 por Luz María Hernández Medina (Discusión | contribuciones) (Comentarios Católicos Modernos)

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"Para escribir una historia completa de la exégesis", dice Farrar, "se requeriría el espacio de muchos volúmenes." No es de extrañar si se tiene en cuenta que el número de comentarios sobre un escritor tan reciente como Dante alcanzó el total de 1,300 a principios del siglo XX. Como el terreno a cubrir es muy extenso, aquí sólo podremos dar el bosquejo más sencillo. La bibliografía al final le permitirá al lector profundizar en el tema. Tocamos los puntos más importantes de los comentarios judíos, patrísticos, medievales y modernos (católicos y no católicos). Comenzamos con los escritores judíos, y tratamos brevemente con el Tárgum, Mishna y Talmud; ya que, aunque estos no pueden ser considerados como comentarios sobre la Biblia, en el sentido estricto de la palabra, naturalmente conducen a ellos. Aquellos que requieren más información sobre este punto pueden referirse a los artículos especiales en la Enciclopedia Católica, y a las obras mencionadas en la bibliografía. Se presta especial atención a la lista de los mejores comentarios modernos no católicos en inglés [V (3)]. El artículo se divide de la siguiente manera:

Comentarios Judíos

Filón:

Había una historia entre los judíos de la Edad Media, según la cual Aristóteles acompañó a Alejandro Magno a Jerusalén, y, con la astucia característica griega, se apropió de la sabiduría de Salomón, que posteriormente se atribuyó como propia delante de sus compatriotas. Esto explicaba todo lo bueno en Aristóteles; los defectos eran la única cosa peculiar al filósofo. Que la literatura griega, en general, obtuvo su inspiración de Moisés fue una idea no crítica que se remontaba a Filón, el gran escritor judío de Alejandría. Un visitante de Alejandría en el momento en que Cristo fue a predicar a Galilea, habría encontrado allí y en sus alrededores un millón de judíos que usaban la Versión de los Setenta como su Biblia, y habría podido entrar a su magnífica gran sinagoga, de la que estaban justamente orgullosos. Se suponía que quien no la había visto no había contemplado la gloria de Israel. De acuerdo al Sukkah, los miembros de su Sanedrín se sentaban en setenta y un tronos de oro valorados en decenas de miles de talentos de oro; y el edificio era tan grande que había que ondear una bandera para señalarle a la gente cuándo responder.

A la cabeza de esta asamblea, en el trono más alto, se sentaba el “alabarca” (N. de la T.: el alabarca era el título griego de un oficial que estaba a la cabeza de la población judía de Alejandría durante los períodos helenístico y romano temprano.), el hermano de Filón. Filón mismo era un hombre rico y erudito, que se mezclaba con todas clase de personas y frecuentaba el teatro y la gran biblioteca. Igualmente familiarizado con los Setenta y con los clásicos griegos, estaba asombrado y perplejo ante los muchos pensamientos hermosos y nobles contenidos en los segundos, que podían compararse con muchos pasajes de la Biblia. Como esta dificultad debe haberse presentado con frecuencia a las mentes de sus correligionarios, trató de hacerle frente diciendo que todo lo que era grande en Sócrates, Platón, etc. se originó con Moisés. Se dedicó a la conciliación de la filosofía pagana con el Antiguo Testamento, y para ello hizo amplio uso del método de interpretación alegórico. Muchos pasajes del Pentateuco no estaban destinados a ser tomados literalmente. Eran literalmente falsos, pero alegóricamente ciertos. No dio con la distinción, hecha más tarde por Santo Tomás de Aquino y otros pensadores católicos, entre la religión natural y la revelada. La Biblia contiene no sólo la religión revelada, sino también la natural, libre de errores y con la sanción divina. Los sistemas paganos pueden tener la religión natural muy desarrollada, pero con mucho error concomitante. Aunque esta distinción no se le ocurrió a Filón, su exégesis sirvió para superar las dificultades por el momento entre los judíos helenísticos, y tuvo gran influencia sobre Orígenes de Alejandría y de otros escritores cristianos alejandrinos.

Los Tárgums:

Con el fin de ponernos en las principales líneas de interpretación judía es necesario irnos a la Tierra Santa. Farrar, en su "Vida de Cristo", dice que se ha sugerido que cuando Cristo visitó el Templo, a los doce años de edad, debieron haber estado presente entre los doctores Jonathan ben Uziel, que una vez se pensó ser el autor del Tárgum Jonatán, y los venerables maestros Hillel y Shammai, los transmisores de la Mishná. Los Tárgums (el más famoso de los cuales es el del Pentateuco, erróneamente atribuido a Onkelos, un nombre poco apropiado para Aquila, según Abrahams) eran la única aproximación a algo así como un comentario sobre la Biblia antes de la época de Cristo. Eran traducciones o paráfrasis interpretativas del hebreo al arameo para el uso en las sinagogas cuando, después del Exilio, la gente había perdido el conocimiento del hebreo. Es dudoso si cualquiera de ellas fueron puestas por escrito antes de la era cristiana. Son importantes ya que indican el carácter del texto hebreo que se usó, y porque concuerdan con el Nuevo Testamento en la interpretación mesiánica de ciertos pasajes que judíos posteriores negaron tuviesen ninguna relación mesiánica.

La Mishná y los Talmud:

Hillel y Shammai fueron el ultimo “par” de varias generaciones de “pares” de maestros. Estos pares fueron los sucesores de los primeros escribas que vivieron después del Exilio. Se dice que estos maestros transmitieron y expandieron la ley oral, la cual, según la opinión no crítica de muchos judíos, comenzó con Moisés. Esta ley oral, cuyo origen está enterrado en la oscuridad, se compone de interpretaciones jurídicas y litúrgicas y aplicaciones del Pentateuco. Como ninguna parte de ella fue escrita, fue preservada mediante la repetición constante (Mishná). En la destrucción de Jerusalén varios rabinos, educados en dicha ley, se establecieron en Jamnia, cerca del mar, a veintiocho millas al oeste de Jerusalén. Jamnia se convirtió en la sede de la erudición judía hasta 135. A continuación, se abrieron escuelas en Séforis y Tiberíades, al oeste del Mar de Galilea. Los rabinos consolaban a sus compatriotas enseñándoles que el estudio de la Ley (tanto oral como escrita) tomaba el lugar de los sacrificios. Ellos dedicaron sus energías a la organización de la Tora no escrita, o la Ley.

Uno de los más exitosos en esto fue el Rabí Akiba, quien participó en la revuelta de Bar-Kokba, contra los romanos, y perdió la vida (135). El trabajo de sistematización se completó y, probablemente, fue puesto por escrito por el patriarca judío de Tiberíades, el rabino Jehudah ha-Nasi "El Príncipe" (150-210). Él era de origen noble, rico y culto, y era llamado por los judíos "Nuestro Maestro el Santo", o simplemente Rabí par excellence. La compilación realizada por este rabino es la Mishná. Está escrita en hebreo nuevo, y se compone de seis grandes divisiones u órdenes, y cada división contiene, en promedio cerca de diez tratados, compuesto cada uno de varios capítulos. Se puede decir que la Mishná es una recopilación de la teología moral, la liturgia, el derecho, etc. judíos tradicionales. Hay otras tradiciones no encarnadas en la obra del rabino, y a éstas se les llama Mishná adicionales.

Las discusiones de las últimas generaciones de rabinos se centran alrededor del texto de la Mishná. Intérpretes o "portavoces" trabajaron en ella tanto en Palestina como en Babilonia (hasta 500), y los resultados están contenidos en el Talmud babilónico y en el palestino. La palabra Talmud significa enseñanza, doctrina. Cada Talmud consta de dos partes, la Mishná (en hebreo), en sesenta y tres tratados, y una explicación de los mismos (Gemara), diez o doce veces tan extensa. La parte explicativa del Talmud palestino está escrita en arameo occidental y la del Talmud babilónico en arameo oriental, que está íntimamente ligado al siríaco o mandaico. Los pasajes en la Gemara que contienen Mishná adicionales, sin embargo, se dan en hebreo nuevo. Sólo treinta y nueve tratados de la Mishná tienen Gemara. El Talmud, entonces, consiste de la Mishná (tradiciones desde el 450 a.C. hasta el 200 d.C.), junto con un comentario a ella, Gemara, siendo este último compuesto alrededor de 200-500 d.C. Luego de la Biblia el Talmud babilónico es el gran libro religioso de los judíos ortodoxos, aunque el Talmud palestino es más altamente apreciado por los eruditos modernos. Desde el año 500 hasta la Edad Media los rabinos (geonim) en Babilonia y otros lugares se dieron a la tarea de comentar sobre el Talmud y de reconciliarlo con la Biblia. Una lista de tales comentarios aparece en “La Enciclopedia Judía”

El Midrashim

Simultáneamente a la Mishná y al Talmud se formó una serie de Midrás, o comentarios sobre la Biblia. Algunos de estos fueron legalistas, al igual que la Gemara del Talmud, pero los más importantes fueron de carácter edificante y homilético (Midrash Hagadá). Estos últimos son importantes por la luz corroborativa que arrojan sobre el lenguaje del Nuevo Testamento. Se ve el Evangelio según San Juan como lleno de fraseología judía temprana, y las palabras del Salmo 99, "dijo el Señor a mi Señor", etc. se encuentran en un lugar aplicadas al Mesías, como en San Mateo, aunque Rashi y judíos posteriores le quitan su sentido mesiánico y se lo aplican a Abraham.

Comentarios caraítas:

Cuando se considera la naturaleza del Talmud y otros escritos, no es de extrañar que produjesen una reacción violenta contra el rabinismo incluso entre los propios judíos. A pesar de las pocas joyas del pensamiento dispersos a través de él a largos intervalos, no hay nada en ninguna literatura tan poco atractivo como el Talmud. La oposición a estas "tradiciones de hombres", finalmente se concretó. Anan ben David, un prominente judío de Babilonia en el siglo VIII, rechazó el rabinismo por el Antiguo Testamento escrito y se convirtió en el fundador de la secta conocida como los caraítas (una palabra que indica su preferencia por la Biblia escrita). Este cisma produjo una gran energía y capacidad de ambas partes. Los principales comentadores bíblicos caraítas fueron Mahavendi (siglo IX), Abul-Faraj Harun (siglo IX), exégeta y gramático hebreo; Salomón ben Yerucham (siglo X); Sahal-ben Mazliach (m. 950), gramático y lexicógrafo hebreo; Joseph al-Bazir (m. 930), Japhet ben Ali, el más grande comentarista caraíta del siglo X; y Judah Hadasi (m. 1160).

Edad Media:

Saadiah de Fay-Um (m. 892), el más poderoso escritor contra los caraítas, tradujo la Biblia al arábigo y agregó notas. Además de comentarios sobre la Biblia, Saadia escribió un tratado sistemático que armonizaba la religión revelada con la filosofía griega. Se convirtió así en el precursor de Maimónides y los escolásticos católicos. Salomón ben Isaac, llamado Rashi (n. 1040) escribió explicaciones muy populares del Talmud y la Biblia. Abraham-ben-Méir Aben-Ezra de Toledo (m. 1168) tenía un buen conocimiento de lenguas orientales y escribió comentarios eruditos sobre el Antiguo Testamento. Fue el primero en sostener que Isaías contiene la obra de dos profetas. Moisés Maimónides (m. 1204), el mayor estudioso judío de la Edad Media, del cual sus correligionarios dijeron que "desde Moisés a Moisés no hubo otro como Moisés", escribió su "Guía de los Perplejos", que fue leída por Santo Tomás. Fue un gran admirador de Aristóteles, que era para él el representante del conocimiento natural así como la Biblia lo es de lo sobrenatural. Estaban las dos Kimchis, especialmente David (m. 1235) de Narbona, quien fue un famoso gramático, lexicógrafo y comentarista inclinado al sentido literal. Fue seguido por Najmánides de Cataluña (m. 1270), doctor en medicina que escribió comentarios de una tendencia cabalística; Emanuel de Roma (n. 1270); y los caraítas, Aaron ben Joseph (1294) y Aarón ben Elías ( siglo XIV).

Modernos:

Isaac Abrabanel (nació en Lisboa en 1437 y murió en Venecia en 1508) fue un estadista y académico. Ninguno de sus predecesores llegó tan cerca del ideal moderno de un comentarista como lo hizo él. Le escribió introducciones generales a cada libro, y fue el primer judío en hacer uso extenso de los comentarios cristianos. También debemos mencionar a Elias Levita (m. 1549) y Azarías de Rossi (m. 1577). Moses Mendelssohn de Berlín (m. 1786), un amigo de Lessing, tradujo el Pentateuco al alemán. Sus comentarios (en hebreo) son exactos, eruditos, críticos y agudos. Él ha tenido mucha influencia en la modernización de los métodos judíos. Mendelssohn ha sido seguido por Wessely, Jaroslaw, Homberg, Euchel, Friedlander, Hertz, Herxheimer, Philippson, etc, llamados "biuristas", o expositores. La escuela liberal moderna entre los judíos está representada por Munk, Luzzato, Zunz, Geiger, Furst etc. En épocas pasadas los judíos le atribuyeron a Moisés tanto la Tora escrita como la oral; algunos judíos modernos parecen dispuestos a negar que tuviese algo que ver con ninguna.

Comentarios Patrísticos

La historia de la exégesis cristiana se puede dividir en tres períodos: la época de los Padres, la época de las Catenae y escolios (siglo VII al XVI) y la época de los comentarios modernos (siglos XVI al XX). La mayoría de los comentarios patrísticos están en forma de homilías, o discursos a los fieles, y cubren toda la Escritura. Hay dos escuelas de interpretación, la de Alejandría y la de Antioquía.

Escuela Alejandrina:

Los principales escritores de la Escuela de Alejandría fueron Panteno, Clemente de Alejandría, Orígenes, San Dionisio de Alejandría, Dídimo el sacerdote ciego, San Cirilo de Alejandría y Pierio. A éstos se puede añadir San Ambrosio, quien, en un grado moderado, adoptó su sistema. Su característica principal fue el método alegórico. Este se basó, sin duda, en pasajes de los Evangelios y las Epístolas de San Pablo, pero recibió un fuerte impulso a partir de los escritos de los judíos de Alejandría, sobre todo de Filón. El gran representante de esta escuela fue Orígenes (m. 254). Desde sus años más tempranos Orígenes manifestó tan extraordinarias señales de piedad y genio que fue tenido en la más alta reverencia por su padre, él mismo un santo y mártir. Orígenes se convirtió en el maestro de muchos grandes santos y sabios, de los cuales uno de las más célebres fue San Gregorio Taumaturgo, quien fue conocido como el "Diamantino" debido a su incesante aplicación al estudio, a la escritura, a dar conferencias y a las obras de piedad. A menudo mantenía siete amanuenses empleados activamente; se decía que él se convirtió en el autor de 6,000 obras (Epifanio, Haer., LXIV, ); de acuerdo a San Jerónimo, quien redujo el número a 2,000 (Contra. Rufin, II, 22. ), dejó más escritos que los que ningún hombre pudiera leer en la vida (Ep. XXXIII, ad Paulam). Además de sus grandes trabajos en la Hexapla escribió escolios, homilías y comentarios sobre el Antiguo y el Nuevo Testamento. En sus escolios dio una breve explicación de los pasajes difíciles, a la manera de sus contemporáneos, los anotadores de los clásicos griegos. La mayoría de los escolios, en el que principalmente buscaba el sentido literal, se han perdido por desgracia, pero se supone que su contenido se manifiesta en los escritos de San Juan Crisóstomo y otros Padres. En sus otras obras Orígenes empujó la interpretación alegórica al extremo máximo. A pesar de esto, sin embargo, sus escritos fueron de gran valor, y con la excepción de San Agustín, ningún escritor de la antigüedad tuvo tal influencia. Es lamentable que este gran hombre cayese en el grave error sobre el origen de las almas, la eternidad del infierno, etc.

Escuela Antioquena:

A los escritores de la escuela de Antioquía no les gustaba el método alegórico, y buscaron casi exclusivamente el sentido literal, primario o histórico de las Sagradas Escrituras. Los principales escritores de esta escuela fueron San Luciano, Eusebio de Nicomedia, Maris de Calcedonia, Eudoxio, Teognis de Nicea, Asterio, el heresiarca Arrio, Diodoro de Antioquía (obispo de Tarso), y sus tres grandes alumnos, Teodoro de Mopsuestia, Policromio, el hermano de Teodoro, y San Juan Crisóstomo. Con estos se puede contar a San Efrén debido a su preferencia por el sentido literal. Los grandes representantes de esta escuela fueron Diodoro, Teodoro de Mopsuestia y San Juan Crisóstomo. Diodoro, quien murió siendo obispo de Tarso (394), siguió el sentido literal hasta la exclusión del sentido místico o alegórico. Teodoro nació en Antioquía (347), se convirtió en obispo de Mopsuestia y murió en la comunión de la Iglesia (429). Fue un pensador de gran alcance, pero un escritor oscuro y prolijo. Sentía aversión intensa hacia el sentido místico, y explicaba las Escrituras de una manera muy literal y casi racionalista. Su discípulo, Nestorio, se convirtió en uno de los fundadores de la herejía; los nestorianos tradujeron sus libros al siríaco y consideraban a Teodoro como su gran "doctor". Esto hizo que los católicos sospechasen de sus escritos, los cuales fueron condenados finalmente después de la famosa polémica sobre los Tres Capítulos. Los comentarios de Teodoro sobre el Evangelio según San Juan, en siríaco, fueron publicados a principios del siglo XX, con una traducción al latín, por un erudito católico, el doctor Chabot.

San Juan Crisóstomo, sacerdote de Antioquía, se convirtió en patriarca de Constantinopla en 398. Como intérprete de la Sagrada Escritura se encuentra en el primer rango de los Padres. Escribió homilías sobre la mayoría de los libros del Antiguo y el Nuevo Testamento. No hay nada en toda la antigüedad que iguale sus escritos sobre el Evangelio según San Mateo y las Epístolas de San Pablo. Cuando uno de sus hermanos le preguntó a Santo Tomás de Aquino si le gustaría ser el dueño de París, para que la pudiera destinar al rey de Francia y con los ingresos promover las buenas obras de su orden, él respondió que él preferiría ser el poseedor del “Super Matthæum” de Crisóstomo. Esta respuesta puede ser tomada como la verdadera expresión de la gran admiración que ha tenido siempre la Iglesia por los escritos de San Juan Crisóstomo. San Isidoro de Pelusio dijo de él que si el apóstol San Pablo pudiese haber utilizado lenguaje ático, habría explicado sus propias epístolas en las mismas palabras de San Juan Crisóstomo.

Escuela Intermedia:

Los otros Padres combinaron lo mejor de los dos sistemas, algunos más inclinados al sentido alegórico y otros al literal. Los principales fueron San Isidoro de Pelusio, Teodoreto, San Basilio, San Gregorio Nacianceno, San Gregorio de Nisa, San Hilario de Poitiers, Ambrosiastro, San Jerónimo, San Agustín, San Gregorio Magno y Pelagio. San Jerónimo, tal vez el mayor estudioso bíblico de la antigüedad, además de sus famosas traducciones de las Escrituras, y otras obras, dejó muchos comentarios útiles, algunos de gran mérito. En otros se apartó demasiado del significado literal del texto. En la prisa de la composición no siempre indicó suficientemente cuándo estaba citando de diferentes autores, y esto, de acuerdo con Richard Simon, explica sus aparentes discrepancias.

Comentarios Medievales

Los escritores medievales se conformaron con sacar de los ricos tesoros que dejaron sus predecesores. Sus comentarios consistieron, en su mayor parte, de los pasajes de los Padres, que conectaron entre sí como en una cadena, catena. No podemos dar más que los nombres de los autores principales, con el siglo después de cada uno. Aunque no todos son conocidos como catenistas, para los efectos prácticos pueden ser considerados como tales.

Catenistas Griegos:

Procopio de Cesarea (siglo VI) fue uno de los primeros en escribir una catena. Fue seguido por San Máximo, mártir (VII), San Juan Damasceno (VIII), Olimpiodoro (X), Ecumenio (X), Nicetas de Constantinopla (XI), Teofilacto, arzobispo de Bulgaria (XI), Eutimio Zigabeno (XII) y los escritores de catenas anónimas editadas por Cramer y el cardenal Mai.

Catenistas Latinos, Escoliastas, etc.:

Los principales comentaristas latinos de este período fueron San Beda el Venerable, Walafrido Estrabón, Anselmo de Laon, Hugo de St-Cher, Santo Tomás de Aquino y Nicolás de Lira. Beda el Venerable (siglos VII al VIII), un buen griego y erudito hebreo, escribió un comentario útil sobre la mayoría de los libros del Antiguo y del Nuevo Testamento. Es en realidad una catena de pasajes atinadamente escogidos y clasificados de los |Padres griegos y latinos. Walafrido Estrabón (siglo IX), un benedictino, escribió la "Glossa ordinaria" sobre toda la Biblia. Se trata de una breve explicación del sentido literal y místico, basada en Mauro Rábano y otros escritores latinos, y fue una de las obras más populares durante la Edad Media, siendo tan conocida como "Las Sentencias" de Pedro Lombardo. Anselmo, deán de Laon, y profesor en París (siglo XII), escribió la "Glossa Interlinearis", llamada así porque la explicación se insertó entre las líneas de la Vulgata. El cardenal dominico, Hugo de Saint-Cher (Hugo de Sancto Caro, siglo XIII), además de su famosa "Concordancia", compuso por un breve comentario sobre la totalidad de las Escrituras, explicando el sentido literal, alegórico, analógico y moral del texto. Su obra fue llamada "Postillæ", es decir, post illa (verba textus), porque la explicación seguía las palabras del texto.

Santo Tomás de Aquino (siglo XIII) dejó comentarios sobre Job, los Salmos, Epístolas de San Pablo, y fue el autor de la conocida "Catena Aurea" sobre los Evangelios, la cual consiste de citas de más de ochenta Padres griegos y latinos. Arrojó mucha luz sobre el sentido literal, y es más feliz en la ilustración de los puntos difíciles mediante pasajes paralelos de otras partes de la Biblia. Nicolás de Lira (siglo XIII), un judío convertido, se unió a los franciscanos en 1291, y trajo al servicio de la Iglesia su gran conocimiento del hebreo y el aprendizaje rabínico. Escribió notas cortas o "Postillæ" sobre toda la Biblia, y estableció el significado literal con gran capacidad, especialmente de los libros escritos en hebreo. Esta obra fue muy popular, y de uso frecuente en la Edad Media, y Lutero estaba endeudado con ella por su despliegue de aprendizaje. El Concilio de Vienne (1311) le dio un gran impulso a los estudios exegéticos, pues decretó que se debía establecer cátedras de hebreo, caldeo, arábigo en París, Oxford, Bolonia y Salamanca.

Además de los grandes escritores ya mencionados, los siguientes son algunos de los principales exégetas, muchos de ellos benedictinos, desde la época patrística hasta el Concilio de Trento: Casiodoro (siglo VI); San Isidoro de Sevilla (VII); San Julián de Toledo (VII): Alcuino (VIII); Mauro Rábano (IX); Druthmar (IX); Remigio de Auxerre (IX), San Bruno de Wurzburgo, un distinguido erudito griego y hebreo; San Bruno, fundador de los cartujos (XI) ; Gilberto de la Porrée; San Ruperto (XII); Alejandro de Hales (XIII); San Alberto Magno (XIII); Pablo de Burgos (XIV a XV); Alonso Tostado de Ávila (XV); Ludolfo de Sajonia; y Dionisio el Cartujo, el cual escribió un comentario piadoso sobre toda la Biblia; Faber Stapulensis (XV a XVI); Gagnaeus (XV a XVI). Erasmo y el cardenal Cayetano (XVI), escribieron en un espíritu científico, pero han sido justamente acusados de algunas opiniones imprudentes.

Comentarios Católicos Modernos

La llegada de los eruditos griegos a Italia luego de la caída de Constantinopla, el Renacimiento cristiano y anti-cristiano, la invención de la imprenta, la conmoción controversial causada por el auge del protestantismo y la publicación de Biblias políglotas por el cardenal Jiménez y otros, le dieron un renovado interés al estudio de la Biblia entre los estudiosos católicos. La controversia les mostró la necesidad de dedicar más atención al significado literal del texto, de acuerdo con el sabio principio establecido por Santo Tomás en el comienzo de su "Summa Theologica".

Fue entonces que los hijos de San Ignacio, el cual fundó su Orden en 1534, entraron en primera fila para repeler los ataques a la Iglesia. La Ratio Studiorum de los jesuitas hicieron obligatorio el que sus profesores de Escritura tuviesen pleno dominio del griego, el hebreo y otras lenguas orientales. Salmerón, uno de los primeros compañeros de San Ignacio, y el teólogo del Papa en el Concilio de Trento, fue un distinguido erudito hebreo y comentarista prolífico. Belarmino, uno de los primeros cristianos en escribir una gramática hebrea, compuso un valioso comentario sobre los Salmos, en el que daba una exposición de los textos hebreos, los Setenta y la Vulgata. Fue publicado como parte de un comentario de Cornelius Lapide sobre toda la Biblia. Cornelius a Lapide, S.J. (n. 1566), un nativo de los Países Bajos, estaba bien versado en griego y hebreo. Durante cuarenta años se dedicó a la enseñanza y a la composición de su gran obra, que ha sido muy elogiada tanto por protestantes como por católicos. Maldonado, un jesuita español, (n. 1534) escribió comentarios sobre Isaías, Baruc, Ezequiel, Daniel, Salmos, Proverbios, Cantar de los Cantares (Cántico de Salomón) y Eclesiastés. Sin embargo, su mejor obra es su comentario en latín sobre los Cuatro Evangelios, el cual es generalmente reconocido como una de los mejores jamás escritos. Cuando Maldonado enseñaba en la Universidad de París, la sala se llenaba de estudiantes ansiosos antes del comienzo de la clase, y a menudo él tenía que hablar al aire libre. Tan grande como fue el mérito de la obra de Maldonado, fue igualado por el comentario sobre las Epístolas de Estio (nacido en Gorcum, Holanda, 1542), un sacerdote secular, y superior del Colegio de Douai. Estas dos obras son todavía de gran ayuda para el estudiante. Muchos otros jesuitas fueron los autores de valiosas obras exegéticas, como por ejemplo: Francisco Ribera de Castilla (n. 1514); el cardenal Toledo de Córdoba (n. 1532); Manoel de Sa (m. 1596); Bonfrere de Dinant (n. 1573); Mariana de Talavera (n. 1537), Alcázar de Sevilla (n. 1554); Barradio el "Apóstol de Portugal"; Sánchez de Alcalá (m. 1628); Serario de Lorena (m. 1609); Lorino de Aviñón (n. 1559); Tirino de Amberes (n. 1580); Menoquio de Pavía; Pereira de Valencia (m. 1610) y Pineda de Sevilla.

Los jesuitas tenían como competidores a Arias Montano (m. 1598), el editor de la Biblia Políglota de Amberes; Sixto de Siena, O.P. (m. 1569); Johann Wild (Fero), O.S.F.; Domingo de Soto, O.P. (m. 1560); Masio (m. 1573); Jansen de Ghent (m. 1576); Génébrard de Cluny (m. 1597); Agelio (m. 1608); Lucas de Brujas (m. 1619); Calasio, O.S.F. (m. 620); Malvenda, O.P. (m. 1628); Jansen de Ypres; Simeón de Muis (m. 1644); Jean Morin, oratoriano (m. 1659); Isaac Le Maistre (de Sacy); Juan Silveira, carmelita (m. 1687); Bossuet (m. 1704); Richard Simon, oratoriano (m. 1712); Calmet, oratoriano, quien escribió un valioso diccionario de la Biblia, del cual hay una traducción al inglés, y un comentario muy estimado sobre todos los libros de la Escritura (m. 1757); Louis de Carrieres, oratoriano (m. 1717); Piconio, capuchino (m. 1709); Lamy, oratoriano (m. 1715); Guarin, O.S.B. (m. 1729); Houbigant, oratoriano (m. 1783); Smits, recoleto (1770); Le Long, oratoriano (m. 1721); Brentano (m. 1797).

En el siglo XIX, algunos de los escritores católicos sobre la Biblia son los siguientes: Scholz, Hug, Jahn, Le Hir, Allioli, Mayer, van Essen, Glaire, Beelen, Haneberg, Meignan, Reithmayr, Patrizi, Loch, Bisping (su comentario sobre el Nuevo Testamento fue llamado "excelente" por Vigouroux), Corluy, Fillion, Lesêtre, Trochon (Introducciones y Coment. sobre el Antiguo y el Nuevo Testamento., "La Sainte Bible", 27 vols.), Schegg, Bacuez, Kenrick, McEvilly, Arnauld, Schanz (una obra muy valiosa, en alemán, sobre los Evangelios), Fouard, Maas, Vigouroux (obras de Introducción), Ward, McIntyre, etc. Los católicos también han publicado importantes libros científicos. Está el gran “Curso” latino sobre toda la Biblia por los padres jesuitas Cornely, Knabenbauer y Hummelauer. Los escritos de Lagrange (Les Juges), Condamin (Isaïe), Calmes (Saint Jean), Van Hoonacker (Les Douze Petits Prophètes), etc., son todos obras valiosas. Para una lista de publicaciones católicas modernas sobre la Escritura el lector debe referirse al "Revue biblique", editado por Lagrange (Jerusalén y París), y el "Biblische Zeitschrift', publicado por Herder (Friburgo im Breisgau). Para más información respecto a los principales comentadores católicos vea los artículos respectivos.

Comentarios No Católicos

En General

Los comentarios de los primeros reformadores, Lutero, [Philip Melanchton|Melanchton]], Calvino, Zuinglio, etc., son en su mayoría polémicos, y actualmente los eruditos los citan muy poco. Sus sucesores inmediatos se involucraron demasiado enérgicamente en polémicas entre ellos como para dedicar mucho tiempo a las obras regulares de exégesis. Los siguientes escribieron sobre la Sagrada Escritura durante los siglos XVII y XVIII. Luteranos: Gerhard; Geier; Calov; S. Schmid; J. H. Michaelis; Lange. Calvinistas: Drusius; Louis de Dieu (gran erudito oriental); Cappel; Bochart; Cocceius; Vitringa. Socinianos: John Crell y Jonas Schlichting. Arminianos: Hugo Grocios (un hombre de gran erudición); Limbroch; John le Clerc (racionalista). Escritores ingleses: Brian Walton (Políglota de Londres), John Lightfoot (Horæ Heb. et Talm.), ambos minas de conocimiento; Pearson, etc., editores de "Critici Sacri" (compilado a partir de los mejores escritores continentales, católicos y protestantes); Mayer; S. Clarke (breves notas juiciosas); Wells; Gill; John Wesley; Dodd; W. Lowth; R. Lowth; y los editores de la Biblia de los Reformadores.

Durante el siglo XIX: Priestly (1803); Burder (1809); D'Oyly y Mant (1820); A. Clarke (1826, erudito); Boothroyd (1823, erudito hebreo); Thomas Scott (1822, popular); Matthew Henry (1827, un comentario práctico sobre el Antiguo y el Nuevo Testamento); Bloomfield (Test. Griego con notas en inglés, 1832, bueno para la época); Kuinoel (Com. Filológico sobre el Nuevo Test., 1828); Oldshausen (1839); Haevernick (1845); Baumgarten (1859); Tholuck (1843); Trench (Parábolas, El Sermón de la Montaña, Milagros, N. T. Syn.—muy útil); "The Speakers Commentary" (todavía valioso); Alford (Test. griego con com. crítico y exegético, 1856, bueno); Franz Delitzsch (1870), Ebrard Hengstenberg (1869); Wordsworth (El Test. Griego, con notas, 1877); Keil; Ellicott (Ep. De San Pablo, muy estimado); Conybeare y Howson (San Pablo, contiene mucha información útil); Lange, junto con Schroeder, Fay, Cassel, Bacher, Zoeckler, Moll, etc. (Ant. Y Nuevo Test., 1864-78); Lewin (San Pablo, 1878); Beet; Cook; Gloag; Perowne; obispo Lightfoot (Eps. de San Pablo); Westcott. Hubo muchos comentarios publicados en Cambridge, Oxford, Londres, etc. (vea los catálogos de las editoriales, y las comunicaciones en "Expositor", "Expository Times" y "Journal of Theological Studies"). Otros escritores son Farrar, A. B. Davidson, Fausset, Plummer, Plumptre, Salmon, Swete, Bruce, Dods, Stanley, Driver, Kirkpatrick, Sanday, Green, Hovey, Robinson, Schaff, Briggs, Moore, Gould, etc. "The International Critical Commentary" es una obra por muchos y distinguidos eruditos ingleses y estadounidenses. También están los diccionarios de la Biblia de Kitto, Smith y Hastings. Muchas de estas obras, especialmente las últimas, son valiosos por su método científico, aunque no de igual valor por sus puntos de vista o conclusiones.

Comentarios Racionalistas

Los deístas ingleses, Lord Herbert de Cherbury (m. 1648), Hobbes, Blount, Toland, Lord Shaftesbury (m. 1713), Mandeville, Collins, Woolston (1731), Tindal, Morgan, Chubb, Lord Bolingbroke (d. 1751), Annet y David Hume (m. 1776), aunque admiten la existencia de Dios, rechazaban lo sobrenatural, e hicieron desesperados ataques a diferentes partes del Antiguo y del Nuevo Testamento. Fueron hábilmente refutados por hombres como Newton, Cudworth, Boyle, Bentley, Lesley, Locke, Ibbot, Whiston, S. Clarke, Sherlock, Chandler, Gilbert West, George Lord Lytton, Waterland, Foster, Warburton, Leland, Law, Lardner Watt, Butler. Estas respuestas fueron tan eficaces que en Inglaterra el deísmo prácticamente murió con Hume. Mientras tanto, por desgracia, Voltaire y otros difundieron las opiniones de los racionalistas ingleses en el continente. En Alemania, el terreno estaba preparado por la filosofía de Christian Wolff y los escritos de su discípulo Semler. Gran escándalo fue causado por los escritos póstumos de Raimaro, que fueron publicados por Lessing entre 1774 a 78 (Los Fragmentos de Wolfenbüttel). Lessing alegaba haber descubierto el manuscrito en la biblioteca ducal de Wolfenbüttel y que el autor era desconocido. De acuerdo a los "Fragmentos", Moisés, Cristo y los Apóstoles eran impostores. Lessing fue atacado vigorosamente, sobre todo por Gotze; pero Lessing, en lugar de enfrentarse a los argumentos de su oponente, con gran destreza literaria lo convirtió en ridículo. Los racionalistas, sin embargo, pronto se dieron cuenta que las Escrituras tenían un tono muy genuino como para ser tratadas como el resultado de la impostura. Eichhorn, en su "Introd. al Ant. Test." (1789), sostuvo que las Escrituras eran producciones genuinas, pero que, como los judíos veían la intervención de Dios en los fenómenos naturales más comunes, los milagros debían ser explicados naturalmente, y él procedió a mostrar cómo. Paulo (1761-1850), siguiendo el ejemplo de Eichhorn, les aplicó a los Evangelios el método naturalista para explicar los milagros. Cuando Paulo era un niño a su padre se le trastornó la mente y constantemente veía a su esposa fallecida y a otros ángeles guardianes, y veía milagros en todas partes. Después de un tiempo el joven Paulo comenzó a deshacerse de esta pesadilla y se divertía tomando ventaja de la debilidad de su padre, y hacía bromas sobre él. Él creció con la aversión más amarga hacia todo lo sobrenatural, y su juicio se volvió casi tan retorcido como el de su padre, pero en la dirección opuesta. Los Apóstoles y los primeros cristianos le parecían gente como su ilustre padre, y pensaba que distorsionan los hechos naturales por medio de su imaginación excitada. Esto le llevó a dar una explicación naturalista de los milagros del Evangelio.

El sentido común de los racionalistas alemanes pronto se dio cuenta, sin embargo, que si se aceptaba la autenticidad de los libros sagrados, con Eichhorn y Paulo, la explicación naturalista de estos dos escritores era tan absurda como el sistema impostor de Raimaro. Con el fin de acabar con lo sobrenatural era necesario deshacerse de la autenticidad de los libros; y para esto se prestaron fácilmente las observaciones de Richard Simon y Jean Astruc. G. L Bauer, Heyne (m. 1812) y Creuzer negaron la autenticidad de la mayor parte del Pentateuco y lo compararon con la mitología de los griegos y los romanos. El mayor defensor de tales puntos de vista fue de Wette (1780-1849), discípulo de San Pablo, quien pronto se convenció de la falsedad de su método. En su "Introd. al Ant. Test.” (1806) sostuvo que los relatos milagrosos del Antiguo Testamento eran sólo leyendas populares, que, al pasar de boca en boca, en el transcurso de los siglos, se transformaron y transfundieron con lo maravilloso y lo sobrenatural, y finalmente fueron puestas por escrito en perfecta buena fe. Strauss (1808-1874), en su "Das Leben Jesu" (1835) le aplicó esta explicación mítica a los Evangelios. Él demostró con claridad que si con Paulo se les permite a los Evangelios ser auténticos, el intento de explicar los milagros, naturalmente, se desmorona por completo. Strauss rechazó la autenticidad y consideró los relatos milagrosos en los Evangelios como leyendas ingenuas, las producciones de la imaginación piadosa de las primeras generaciones de cristianos. Los puntos de vista de Strauss fueron severamente criticados por los católicos Kuhn, Mack, Hug y Sepp, y por los protestantes Neander, Tholuck, Ullman, Lange, Ewald, Riggenbach, Weiss y Keim. Baur sobre todo, el fundador de la Escuela de Tubinga, demostró que Strauss iba en contra de los hechos más claramente establecidos de la historia cristiana primitiva, y demostró la insensatez de negar la existencia histórica de Cristo y de su personalidad transcendente. Incluso Strauss perdió toda confianza en su propio sistema. Baur, por desgracia, originó una teoría que estuvo en boga durante un tiempo, pero que fue abandonada posteriormente por la mayoría de los críticos. Sostuvo que el Nuevo Testamento contiene los escritos de dos partidos antagonistas entre los Apóstoles y los primeros cristianos. Sus principales seguidores fueron Zeller, Schwegler, Planck, Köslin, Ritsch, Hilgenfeld, Volkmar, Tobler, Keim, Hosten, algunos de los cuales, sin embargo, se emanciparon de su maestro.

Además de los escritores ya mencionados, los siguientes escribieron en un espíritu racionalista: Ernesti (m. 1781), Semler (1791), Berthold (1822), los Rosenmullers, Crusio (1843), Bertheau, De Wette, Hupfeld, Ewald, Thenius, Fritzsche, Justi, Gesenio (m. 1842), Longerke, Bleek, Bunsen (1860), Umbreit, Kleinert, Knobel, Nicolas, Hirzel, Kuenen, J. C. K. von Hoffmann, Hitzig (m. 1875), Schulz (1869), B. Weiss, Renan, Tuch, H. A. W. Meyer (y sus continuadores Huther, Luneman, Dusterdieck, Bruckner, etc.), Welihausen, Wieseler, Jiilicher, Beyschlag, H. Holtzmann, y sus colaboradores Schmiedel, von Soden, etc. Holtzmann, mientras que prácticamente acepta la autenticidad de los Evangelios, especialmente el de San Marcos, se esfuerza por explicar los milagros. Aborda el tema con su mente predeterminada a que los milagros no existen, y trata de deshacerse de ellos hábilmente tratando de demostrar que no son más que ecos de las historias de milagros del Antiguo Testamento. En esto es tan poco exitoso como Paulo, que veía en ellos sólo el equivalente a la imaginación distorsionada de su infortunado padre. Holtzmann fue severamente reprendido por varios autores en el "International Critical Commentary". El intento de deshacerse de lo sobrenatural ha fracasado por completo; pero la actividad de tantas mentes agudas ha arrojado gran luz sobre la lengua y la literatura de la Biblia.

Los mejores comentarios (no católicos) modernos en ingles

Hay una lista muy útil de tales comentarios en "The Expository Times" (vol. XIV, enero y febrero, 1903, 151, 203), por Henry Bond, bibliotecario de Woolwich. Es el resultado de las opiniones que obtuvo de muchos de los más reconocidos estudiosos ingleses. El número de votos dados a las diferentes obras se imprime después de cada nombre, pero no aparece ningún nombre en la lista a menos que recibiera más de cinco votos. El editor, el Dr. James Hastings, agregó notas y observaciones juiciosas (270, 358). La siguiente lista se basa, en gran medida, en estos papeles, complementada con otras fuentes. Las obras se distinguen de la siguiente manera: (e) excelente, (b) bueno, (r) regular. Algunos de los que están marcados (b) y (r) fueron excelentes para el momento en que se publicaron; y todavía se pueden considerar útiles. La caracterización de cada uno es, por supuesto, desde el punto vista no-católico.

Antiguo Testamento

Introducción: Driver, "Introd. a la Literatura del Antiguo Testamento", escrito desde un punto de vista de la “Alta Crítica”; por otro lado está el poderoso libro de Orr, "The Problem of the Old Testament" (Londres, 1906). Ambos contienen amplia literatura. —Génesis: Skinner, en "International Critical Commentary"; Spurrell (b) (notas sobre el texto); Delitzsch (b), y Dillmann (b); Dods en "Handbook Series". —Éxodo: Al presente no hay ningún comentario de primera clase sobre el Éxodo; Kennedy en "Int. Crit. Comm."; Chadwick (b). —Levítico: Stenning en "Int. Crit. Comm."; Kalish (b) el mejor en ingles; Driver y White (r) en Biblia Policroma; Ginsburg (Londres); Kellog (r) (Londres). —Números: Buchanan Gray (e) en "Int. Crit. Comm.": Kittell, "History of the Hebrews"; hay mucho más a qué referirnos, pues los demás están fuera de fecha. —Deuteronomio: Driver (e) en "Int. Crit. Comm."; Harper (b). —Josué: Smith en "Int. Crit. Comm."; Maclear (r). —Jueces: Moore (e) en "Int. Crit. Comm."; Watson (f); Lias (r). —Rut: Briggs en "Int. Crit. Comm.". —Samuel: Smith (e) en "Int. Crit. Comm."; Kirkpatrick (e). —Reyes: Brown en "Int. Crit. Comm."; Lumby, una excelente obra popular. —Crónicas (Paralip.): Curtis en "Int. Crit. Comm."; también su artículo en Hastings, "Dict. of the Bible"; Ben-nett (b); Barnes (b). —Esdras y Nehemías: Batten en "Int. Crit. Comm."; el de Ryle es un excelente comentario popular; Adeney (r). —Ester: Paton en "Int. Crit. Comm."; Lange (r); Adeney (r). —Job: Parece que no hay comentarios de primera clase de estudiantes sobre Job; el de Davidson es un excelente libro popular; las obras anteriores de Driver, Gibson y Cox son regulares. —Salmos: Briggs (e) en "Int. Crit. Comm."; Delitzsch (e); Kirkpatrick (e); Perowne (b); Cheyne (r). —Proverbios: Toy (e) en "Int. Crit. Comm.". —Eclesiastés: Barton (e) en "Int. Crit. Comm."; Strong (e); Tyler (b); Plumptre, un buen comentario popular; Delitzsch (r); Wright (r). —Cántico de Salomón (Cantar): Briggs en "Int. Crit. Comm."; Harper, una obra valiosa; Gins-burg (r). —Isaías: Driver y Gray en "Int. Crit. Comm."; Smith (e); Delitzsch (b); Cheyne (r). —Jeremías: Kirkpatrick en "Int. Crit. Comm."; Streane una obra popular excelente; el de Ball y Bennett es bueno; Orelli (r). —Lamentaciones: Briggs en "Int. Crit. Comm."; Streane y Adeney, Buenos libros populares. —Ezequiel: Cooke y Burney en "Int. Crit. Comm."; Cobern (b); Toy (r) en "Biblia Policroma"; Davidson (e), un excelente comentario popular. —Daniel: Peters en "Int. Crit. Comm."; Kennedy (b); Bevan (b); Driver tiene un comentario popular de primera clase. —Amós y Oseas: Harper (e) en "Int. Crit. Comm."; hay tres excelentes obras populares por Smith, Driver y Cheyne. —Otros profetas menores: Smith, etc., en "Int. Crit. Comm."; Smith (e); Davidson (b), y Perowne (b); Orelli (r); Dods, "Profetas Post-Exilio", en Serie de Panfletos; Low (b); Zechariah (b); Pusey (r).

Nuevo Testamento

Introducción: Salmon, "Introd. to the New Test.", un libro excelente; Westcott, "Canon del Nuevo Test." (7ma ed., 1896); Lightfoot, "Essays on Supernatural Religion" (1893), una ponderosa respuesta a los ataques al Nuevo Testamento de un racionalista anónimo; también su "Disertaciones sobre la Era Apostólica, y Ensayos Bíblicos; Ramsay, "San Pablo el Viajero", "¿Nació Cristo en Belén?", etc.; Harnack, "San Lucas el Médico", defiende la autenticidad del Evangelio y de los Hechos; Hawkins, "Horae Synopticae". Text: "Variorum New Test."; Weymouth, "The Resultant Greek Test.", que muestra las lecturas griegas de once grandes ediciones; Westcott y Hort, "El Nuevo Testamento en Griego", vol. II, Introd.; Salmon, "Alguna Crítica del Texto" (1897), una crítica de Westcott y Hort; "El Debate de Oxford sobre la Crítica Textual del Nuevo Test." (Oxford, 1897); Kenyon, "Nuestra Biblia y los Manuscritos Antiguos", un libro muy valioso; también su "Manual de la Crítica Textual del Nuevo Test." (1901); Hammond, "Outlines of Text. Crit. applied to N. Test." (Oxford); Nestle (también tr.), y la exhaustiva obra por von Soden (ambas en alemán). —Evangelio según San Mateo: Allen (e) en "Int. Crit. Comm."; Meyer (e), una de las obras más antiguas, pero todavía en uso, dice el Dr. Hastings, por algunos de los mejores eruditos, que siempre la tuvieron a la mano; Bruce (b) en "Exp. Greek Test.'; Alford (r); Morison (b); Carr (b); "Camb. Greek Test." —Evangelio según San Marcos: Swete (e); Gould (b) en "Int. Crit. Comm."; Hort (b) Lindsay, un excelente librito. —Evangelio según San Lucas: Plummer (e) en "Int. Crit. Comm."; Wright (b), "El Evangelio de San Lucas en Griego"; Godet (b); Farrar (b). —Evangelio según San Juan: Westcott (e) en "Speaker's Comm.", el más elogiado de todos los comentarios sobre el Evangelio según San Juan; Bernard en "Int. Crit. Comm."; Godet (b); Milligan y Moulton (b); Dods en "Exp. Gr. Test." (b); Reith (b).

Hechos de los Apóstoles: Knowling (e), "Exp. Gr. Test.", uno de los mejores comentarios sobre los Hechos en cualquier lenguaje; Turner en "Int. Crit. Comm."; Rendall (b); Lumby (b) Rackn,::n (b); Page (b). —Romanos: Sanday y Headlam (e) en "int. Crit. Comm.", uno de los mejores comentarios existentes sobre los romanos, al cual hace superfluos a todos los demás comentarios en inglés. —1 Corintios: Robertson y Walker en "Int. Crit. Comm."; Evans (b) en "Speaker's Comm."; Findlay (b) en "Exp. Greek Test."; Edwards (b); Ellicott (b); Godet (r); Massie en Biblia del Siglo (b). —2 Corintios: Meyer (b), en "Int. Crit. Comm."; Bernard (b) en "Exp. Greek Test."; Waite (b) en "Speaker's Commentary". —Gálatas: Lightfoot (e) (Londres, 1874), una obra maestra de exégesis; Burton en "Int. Crit. Comm."; Rendall (b) en "Exp. Greek. Test."; Ellicott (b); Ramsay (b); Sanday (b). —Efesios: Abbott (e) en "Int. Crit. Comm." (Edimburgo); Armitage Robinson (e); Macpherson (b); Ellicott (b); Salmond (b) en "Exp. Greek Test."; Alford (r) (London); Meyer (r); Miller, bueno pero atrevido. —Filipenses y Filemón: Lightfoot (e), otra obra maestra; Vincent (e) en "Int. Crit. Comm."; Ellicott (r); Moule (b), "Philippian Studies", y en "Camb. Greek Test." —Colosenses: Lightfoot (e), otra gran obra; Abbott (e) en "Int. Crit. Comm." (en el mismo volumen que Efesios); Peake (b) en "Exp. Greek Test."; Maclaren (b); Ellicott (r); Findlay (r) en "Pulpit Comm."; Moule (b), "Colossian Studies". —Tesalonicenses: Milligan (e), muy estimado; Frame en "Int. Crit. Comm."; Ellicott (e); Meyer y Alford (r); Findlay (e); Denney (b); Mason (b). —Epístolas Pastorales: Lock en "Int. Crit. Comm."; Ellicott (e); Bernard (b) en "Camb. Greek Test."; Meyer (r); Lilley (b) en "Hand-book Series"; a estos se debe añadir los valiosos libros de Santiago, "The Genuineness and Authorship of the Pastoral Epistles" (1906). —Hebreos: Westcott (e), al mismo nivel que Lightfoot, la mayor obra sobre Hebreos; Nairne en "Int. Crit. Comm."; Davidson (b); Farrar (b). —Epístola de Santiago el Mayor (e); Ropes en "Int. Crit. Comm."; Alford y Meyer (r); Plumptre (b). —Epístolas de San Pedro y San Judas: Bigg (e) en "Int. Crit. Comm."; Hort (e), un fragmento espléndido; Masterman (b), "I Peter"; Salmon (b), "I Peter" en "Comentario Popular". —Epístolas de San Juan: Westcott (e), otra de sus grandes obras; Haupt (b) y Huther (b); Watson (b), "1 Juan". —Revelación (Apocalipsis): Swete (e), el mayor comentario sobre el Apocalipsis; Charles en "Int. Crit. Comm.'; Milligan (e); Simcox (b); Hort (e).


Bibliografía: Comentarios Judíos: ABRAHAMS, Short History of Jewish Literature (Londres, 1906); GRAETZ, History of the Jews (Filadelfia, 1891-98); OESTERLEY Y BOX, The Religion and Worship of the Synagogue (Londres, 1907); BACHER, Bible Exegesis in Jewish Encyc.; SCHECHTER, Talmud in Hist. Dict. Bib.; FARRAR, History of Interpretation (Londres, 1886); VON SCHÜRER, The Jewish People in the Time of Jesus Christ (Edimburgo, 1902). Comentarios patrísticos: BARDENHEWER, Gesch. der altkirchlichen Litteratur (Friburgo, 1902-3); IDEM, Patroloqie (1894: Fr. tr., París, 1899); TURNER en HAST., Dict. of the Bible, extra vol.; EHRHARD, Altchr. Litteratur (Friburgo, 1900). Comentarios Posteriores: CALMET, Dict. Bib., I; DIXON, General Introd. to the S. Scriptures (Dublín, 1872), II; GIGOT, General introd. to the Holy Scriptures (Nueva York, 1900); RICHARD SIMON, Histoire critique des principaux commentateurs du N. T. (Rotterdam. 1689); HORNE, Introd. to the Scriptures (Londres, 1834), II; HURTER, Nomenclator; VIGOUROUX, Manuel biblique (París, 1882); IDEM, Les Livres saints et la critique rationaliste (París, 1886), II.

Fuente: Aherne, Cornelius. "Commentaries on the Bible." The Catholic Encyclopedia. Vol. 4. New York: Robert Appleton Company, 1908. 10 Jan. 2012 <http://www.newadvent.org/cathen/04157a.htm>.

Traducido por Luz María Hernández Medina