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Domingo, 22 de diciembre de 2024

Platón y Platonismo

De Enciclopedia Católica

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Vida de Platón

Platón (Platón "El de hombros anchos") nació en Atenas en el año 428 o 427 a. C. Pertenecía a una familia aristocrática y adinerada, aunque algunos escritores lo representaron como si hubiese sentido el estrés de la pobreza. Indudablemente se benefició de las facilidades educativas que se brindaba en Atenas a los jóvenes de su clase. Alrededor de los veinte años conoció a Sócrates, y la interacción entre maestro y discípulo, que duró ocho o diez años, fue la influencia decisiva en la carrera filosófica de Platón. Antes de conocer a Sócrates, muy probablemente, había desarrollado interés por los filósofos antiguos, así como por los planes para mejorar las condiciones políticas de Atenas. A temprana edad se dedicó a la poesía. Sin embargo, todos estos intereses fueron absorbidos por la búsqueda de la sabiduría, a la que se dedicó ardientemente bajo la guía de Sócrates. Tras la muerte de Sócrates se unió a los discípulos de éste congregados en Megara bajo el liderazgo de Euclides.

Más tarde viajó a Egipto, Magna Grecia y Sicilia. Algunos biógrafos han exagerado el provecho de estos viajes; sin embargo, no puede haber duda de que en Italia estudió las doctrinas de los pitagóricos. Sus tres viajes a Sicilia perseguían, probablemente, influenciar a Dionisio el Viejo y Dionisio el Joven a favor de su sistema ideal de gobierno; pero fracasó en ello, se atrajo la enemistad de los dos gobernantes, fue encarcelado y vendido como esclavo. Rescatado por un amigo, volvió a su escuela de filosofía de Atenas, la cual difería de la escuela socrática en muchos aspectos. Tenía una ubicación definida en las arboledas cercanas al gimnasio de Academo, su tono era más refinado, se prestaba más atención a la forma literaria y era menos indulgente en el método de ilustración extraño, e incluso vulgar, que caracterizaba la exposición socrática. Al volver de su tercer viaje a Sicilia se dedicó incansablemente a escribir y enseñar, hasta que a los ochenta años, según nos dice Cicerón, murió en medio de sus labores intelectuales (scribens est mortuus) ("De Senect.", V, 13).

Obras

Es prácticamente cierto que nos han llegado todas las obras auténticas de Platón. Las obras perdidas que se le atribuyen, tales como las "Divisiones" y las "Doctrinas no Escritas", ciertamente no son genuinas. De los treinta y seis diálogos, algunos —"Fedro", "Protágoras", "Fedón", "La República", "El Banquete", etc.— son indudablemente auténticos; otros —por ejemplo, "Minos"— pueden con igual certeza ser considerados espurios; mientras que un tercer grupo —"Ión", "Hipias Mayor", y "Primer Alcibíades"— es de dudosa autenticidad. En todos sus escritos Platón usa el diálogo con una destreza jamás igualada. Esta forma le permitió desarrollar el método socrático de preguntas y respuestas. Pues, aun cuando Platón elaboró en alto grado la facultad de presentar y entender lo abstracto, fue lo suficientemente griego para seguir el instinto artístico en la enseñanza por medio de un tipo claro y concreto de excelencia filosófica. El uso del mito en los diálogos ha ocasionado considerables dificultades a los comentaristas y a los críticos. Cuando intentamos dar un valor el contenido de un mito platónico, a menudo nos desconcierta la sospecha de que todo está destinado a ser sutilmente irónico o que se incluye para disimular contradicciones inherentes al pensamiento de Platón. En todo caso, el mito no debería tomarse muy en serio o invocarse como evidencia de lo que Platón realmente creía.

Filosofía

Punto de partida

El punto de partida inmediato de la especulación filosófica de Platón fue la enseñanza socrática. En su intento de definir las condiciones del conocimiento, para refutar el escepticismo de los sofistas, Sócrates había enseñado que el único conocimiento verdadero es el conocimiento por medio de conceptos. El concepto, decía, representa toda la realidad de una cosa. Como lo usó Sócrates, esta era sólo un principio de conocimiento; Platón lo retomó como un principio del ser. Si el concepto representa toda la realidad de las cosas, la realidad debe ser algo en el orden ideal, no necesariamente en las cosas mismas, sino más bien por encima de ellas, en un mundo por sí mismo. En consecuencia, Platón reemplaza el concepto por la idea. Completa la obra de Sócrates enseñando que las ideas objetivamente reales son el fundamento y justificación del conocimiento científico.

Al mismo tiempo tiene en mente un problema que llamó mucho la atención de los pensadores presocráticos: el problema del cambio. Los eleáticos, siguiendo a Parménides, sostenían que no existe cambio verdadero o multiplicidad en el mundo, que la realidad es una. Heráclito, por el contrario, al considerar el movimiento y la multiplicidad como reales, sostenía que la permanencia es sólo aparente. La teoría platónica de las ideas es un intento de resolver esta cuestión crucial mediante un compromiso metafísico. Los eleáticos, decía Platón, tienen razón al afirmar que la realidad no cambia; pues las ideas son inmutables. Sin embargo, como sostenía Heráclito, hay un cambio en el mundo de nuestra experiencia o, como lo llama Platón, el mundo de los fenómenos.

Entonces Platón supone un mundo de ideas separado del mundo de nuestra experiencia, e inmensamente superior a él. Imagina que todas las almas humanas habitaron en otro tiempo en ese mundo superior. Por lo tanto, cuando contemplamos en el mundo de las sombras que nos rodea un fenómeno o apariencia de algo, la mente recuerda la Idea (de esa misma cosa fenoménica) que antes contemplaba. En su deleite se maravilla por el contraste, y con asombro se ve inducido a recordar lo más perfectamente posible la intuición de que disfrutó en una existencia anterior. Ésta es la tarea de la filosofía. La filosofía, por tanto, consiste en el esfuerzo por elevarse del conocimiento de los fenómenos, o apariencias, al de los noumena (noúmeno), o realidades. Entre todas las ideas, no obstante, la idea de belleza brilla a través del velo fenomenal más claramente que las demás; de ahí que el comienzo de la actividad filosófica es el amor y la admiración por lo bello.

División de la Filosofía

Platón no distingue las diferentes partes de la filosofía con la misma precisión formal que la encontrada en los sistemas aristotélicos y post aristotélicos. Sin embargo, podemos, por conveniencia, distinguir:

(a) Dialéctica

Dialéctica se ha de entender como sinónimo no de lógica sino de metafísica. Significa la ciencia de la idea, ciencia de la realidad, ciencia en el único verdadero sentido de la palabra. Pues las ideas son las únicas realidades en el mundo. Observamos, por ejemplo, acciones justas y sabemos que algunos hombres son justos. Pero tanto en las acciones como en las personas designadas como justas existen muchas imperfecciones; son solamente parcialmente justas. En el mundo superior existe la justicia, absoluta, perfecta, sin mezcla con la injusticia, eterna, inmutable, inmortal. Esta es la Idea de justicia. De modo similar, en el mundo que está por encima de nosotros existen las ideas de grandeza, bondad, belleza, sabiduría, etc. y no únicamente éstas, sino también las ideas de objetos materiales concretos tales como la idea de hombre, la idea de caballo, la idea de árboles, etc. En resumen, el mundo de las ideas es un equivalente del mundo de nuestra experiencia, o mejor, éste último es una débil imitación del primero. Las ideas son los prototipos, los fenómenos son las copias exactas.

En la alegoría de la caverna (República, VII, 514 d) se describe a unos hombres como encadenados en una posición fija en la caverna, capaces solo de mirar a la pared frente a ellos. Cuando un animal, por ejemplo, un caballo, pasa frente a la caverna, ellos, contemplando la sombra proyectada en la pared, imaginan que es la realidad, y mientras dura su cautiverio no conocen ninguna otra realidad. Al ser liberados y salir a la luz se deslumbran, pero, cuando logran distinguir un caballo entre los objetos que les rodean, su primer impulso es tomarlo por una sombra del ser que vieron sobre la pared. Los prisioneros son "como nosotros mismos ", dice Platón. El mundo de nuestra experiencia, que consideramos real, es solamente un mundo de sombras. El mundo real es el mundo de las ideas, que alcanzamos no por el conocimiento sensorial sino por una contemplación intuitiva. Las ideas participan de los fenómenos; pero Platón no explica completamente cómo tiene lugar esa participación, ni en qué sentido los fenómenos son imitaciones de las ideas; a lo sumo, invoca un principio negativo, a veces llamado "materia platónica", para explicar el alejamiento de los fenómenos de la perfección de la idea. El principio limitador es la causa de todos los defectos, decadencia y cambio en el mundo que nos rodea. El hombre justo, por ejemplo, no alcanza la justicia absoluta (la idea de Justicia), pues en el hombre la idea de justicia está fragmentada, degradada y reducida por el principio de limitación.

Hacia el final de su vida, Platón se inclinó cada vez más hacia la teoría pitagórica de los números, y, especialmente en el "Timeo", tendió a interpretar las ideas en términos matemáticos. Sus seguidores enfatizaron indebidamente este elemento y, en el curso de la especulación neoplatónica, las ideas se identificaron con números. Había mucho en la teoría de las ideas que atraía a los primeros filósofos cristianos. La afirmación categórica de un orden de la realidad supramundano y espiritual, y la igualmente enfática afirmación de la caducidad de las cosas materiales encajaban con la afirmación esencialmente cristiana de que los intereses espirituales son supremos. Para hacer el mundo de las ideas más aceptable a los cristianos, los platónicos patrísticos, desde San Justino Mártir hasta San Agustín, afirmaban que el mundo existe en la mente de Dios, y que esto era lo que quería decir Platón. Por otra parte, Aristóteles entendió que Platón se refería a un mundo de ideas autosuficientes y separadas. Por lo tanto, en lugar de representarnos el mundo de las ideas existiendo en Dios, deberíamos representar a Dios existiendo en el mundo de las ideas. Pues, entre las ideas, la supremacía jerárquica se atribuye a la idea de Dios, o Bondad absoluta, que se dice es para el universo supra celeste, lo que el sol en el cielo es para nuestro mundo terrestre.

(b) Física

La idea incorporada en el fenómeno, por decirlo así, es menos real que la idea en su propio mundo, o que la idea encarnada en la conducta y en la sociedad humanas. La física, es decir, el conocimiento de la idea en el fenómeno, es por lo tanto inferior en dignidad e importancia que la dialéctica y la ética. De hecho, el mundo de los fenómenos carece de interés científico para Platón. El conocimiento de dicho mundo no es un verdadero conocimiento, ni su fuente, sino tan solo ocasión del verdadero conocimiento. Los fenómenos estimulan nuestra mente para el recuerdo de la intuición de las Ideas, y con esta intuición comienza el conocimiento científico. Además, el interés de Platón por la naturaleza está dominado por la visión teológica de que el mundo está dotado de un alma, la cual, consciente de su proceso, hace todas las cosas para un propósito útil, o más bien, para "lo mejor" moral, intelectual y estéticamente. Esta convicción es evidente especialmente en la narración platónica del origen del universo, contenida en el "Timeo", aunque los detalles sobre la actividad de los demiurgos y los dioses creados no deberían, quizás, tomarse muy en serio.

Análogamente, el relato del origen del alma en el mismo diálogo es una mezcla de filosofía y mito, en la que no es fácil diferenciar una del otro. Es claro, sin embargo, que Platón sostiene la naturaleza espiritual del alma contra los atomistas materialistas, y que cree en la preexistencia del alma antes de su unión con el cuerpo. Toda la teoría de las ideas, al menos en lo que se aplica al conocimiento humano, presupone la doctrina de la preexistencia. "Todo conocimiento es reminiscencia" sólo tiene significado en la hipótesis pre-natal de la intuición de las ideas en el alma. Toda la teoría de las ideas, al menos en la medida en que se aplica al conocimiento humano, presupone la doctrina de la preexistencia. "Todo conocimiento es recuerdo" no tiene sentido excepto en la hipótesis de la intuición prenatal de las ideas del alma.

Es igualmente incontrovertible que Platón afirmaba la inmortalidad del alma. Su convicción sobre este punto fue tan firme como la de Sócrates. Su esfuerzo por fundamentar esta convicción sobre premisas inexpugnables está, de hecho, abierta a la crítica, porque sus argumentos descansan o en la hipótesis de una existencia anterior o en su teoría general de las ideas. No obstante, las consideraciones que ofrece a favor de la inmortalidad, en el "Fedón", han contribuido a fortalecer en todas las generaciones posteriores la creencia en una vida futura. En su descripción del estado futuro del alma predomina la doctrina pitagórica de la transmigración. Aquí tampoco se deben tomar tan en serio los detalles como el hecho principal, y podemos imaginar que se introduce el relato del alma condenada a regresar en el cuerpo de un zorro o un lobo principalmente porque acentúa la doctrina de la recompensa y el castigo, que es parte del sistema ético platónico.

Antes de pasar a sus doctrinas éticas es necesario señalar otro punto de su psicología. Platón enseña que el alma consta de tres partes: el alma racional, que reside en la cabeza; el alma irascible, el asiento del coraje, que reside en el corazón; y el alma apetitiva, el asiento del deseo, que reside en el abdomen. Estas no son tres facultades de un alma, sino tres partes realmente distintas.

(c) Ética y Teoría del Estado

Como todos los griegos, Platón dio por sentado que el mayor bien del hombre, subjetivamente considerado, es la felicidad (eudaimonia). Objetivamente, el bien supremo del hombre es el máximo bien absolutamente supremo en general, la Bondad misma, o Dios. El medio para alcanzar este bien supremo es la práctica de la virtud y la adquisición de la sabiduría. En la medida en que el cuerpo obstaculice estas actividades, debe ser sometido. Sin embargo, en este punto el ascetismo debe moderarse en aras de la armonía y la simetría —Platón nunca llegó a condenar la materia, y el cuerpo humano en particular, como la fuente de todo mal— pues la riqueza, la salud, el arte y los placeres inocentes son medios para alcanzar la felicidad, aunque no indispensables como lo es la virtud. La virtud es orden, armonía, la salud del alma; el vicio es desorden, discordia y enfermedad.

Para Platón el Estado es la máxima encarnación de la idea. Su finalidad debe ser el establecimiento y cuidado de la virtud. La razón de ello es que el hombre, incluso en condición salvaje, podría realmente alcanzar la virtud. Sin embargo, a fin de que la virtud se establezca sistemáticamente y deje de ser una cuestión del azar o la ventura, es necesaria la educación, la cual es imposible sin una organización social. En su "República" describe un Estado ideal, una forma de gobierno que existiría si gobernantes y súbditos se dedicasen, como deberían, al cultivo de la sabiduría.

El Estado ideal se modela según el alma individual. Consta de tres órdenes: gobernantes (correspondientes al alma racional), productores (correspondientes al deseo) y guerreros (correspondientes al valor). La virtud característica de los productores es la economía, la de los soldados la valentía y la de los gobernantes la sabiduría. Puesto que la filosofía es el amor a la sabiduría, ella debe ser el poder dominante en el Estado: "A menos que los filósofos se hagan gobernantes o los gobernantes se tornen verdaderos y consumados estudiantes de filosofía, no terminarán las dificultades de los Estados y de la humanidad" (Rep., V, 473), lo cual es otro modo de decir que aquéllos que gobiernan deben distinguirse por cualidades claramente intelectuales.

Platón era un defensor del absolutismo de Estado, tal como existía en su tiempo en Esparta. El Estado, afirmaba, ejerce un poder ilimitado. En el Estado platónico no cabe ni la institución de la propiedad privada ni la de la familia. Los niños pertenecen al Estado tan pronto como nacen, y éste debe encargarse desde el principio con miras a su educación. Deben ser educados por funcionarios designados por el Estado y, según la capacidad que manifiesten, el Estado los asignará a la categoría de los productores, guerreros o gobernantes. Estos esquemas poco prácticos reflejan a la vez el descontento de Platón con la demagogia que prevalecía en Atenas y su predilección personal por la forma de gobierno aristocrático. Ciertamente su esquema es esencialmente aristocrático, en el significado original de la palabra; defiende el gobierno de los mejores (intelectualmente). La irrealidad de todo ello, y la remota posibilidad de ser llevado a la práctica, debieron haber sido evidentes para Platón mismo. Pues en sus "Leyes" esboza un esquema modificado que, aunque inferior al de la "República" (piensa él), está más cerca del nivel que el Estado promedio puede alcanzar.

La Escuela Platónica

La escuela de Platón, como la de Aristóteles, fue organizada por el mismo Platón, y a su muerte la entregó a su sobrino Espeusipo, el primer alumno, como gobernante de la escuela. En ese entonces era conocida como Academia, porque se reunía en la arboleda de Academo. La Academia, con diferente fortuna, mantuvo su identidad como escuela platónica hasta el siglo I d.C., primero en Atenas y después en Alejandría. Modificó el sistema platónico en dirección al misticismo y la demonología, y padeció al menos un periodo de escepticismo. Acabó en un eclecticismo vagamente construido. Con la llegada del neoplatonismo, fundado por Amonio y desarrollado por Plotino, el platonismo se unió definitivamente a la causa del paganismo contra el cristianismo. Sin embargo, la gran mayoría de filósofos cristianos hasta San Agustín fueron platónicos. Ellos apreciaban la influencia edificante de la psicología y la metafísica de Platón, y reconocieron en ella un poderoso aliado del cristianismo en la guerra contra el materialismo y el naturalismo. Estos platónicos cristianos subestimaban a Aristóteles, a quien se referían como un lógico “agudo”, cuya filosofía favorecía a los heréticos oponentes del cristianismo ortodoxo.

La Edad Media revirtió completamente este veredicto. Los primeros escolásticos conocían solamente los tratados sobre lógica de Aristóteles, y, en la medida que no eran psicólogos o metafísicos, se acercaron al platonismo de San Agustín. No obstante, sus sucesores en el siglo XII llegaron a un conocimiento de la psicología, la metafísica y la ética de Aristóteles, y adoptaron el punto de vista aristotélico tan completamente que antes de finales del siglo XIII el Estagirita ocupó en las escuelas cristianas el lugar que ocupaba el fundador de la Academia en el siglo V. Sin embargo, hubo episodios, por así decirlo, de platonismo en la historia del escolasticismo —por ejemplo, la Escuela de Chartres en el siglo XII— y durante todo el periodo escolástico algunos principios del platonismo, y especialmente del neoplatonismo, fueron incluidos en el sistema aristotélico adoptado por los escolásticos.

El Renacimiento trajo un reavivamiento del platonismo debido a la influencia de hombres como Bessarion, Pletón, Ficino, y los dos Mirándolas, Giovanni Pico y Giovanni Francesco Piso. Los platónicos de Cambridge del siglo XVII, tales como Cudworth, Henry More, Cumberland y Glanville, reaccionando contra el naturalismo humanista, "espiritualizaron el puritanismo" al restaurar los fundamentos de la conducta a principios conocidos intuitivamente e independientes del propio interés. Fuera de las escuelas de filosofía descritas como platónicas, existen muchos filósofos y grupos de filósofos en los tiempos modernos que deben mucho a la inspiración de Platón y al entusiasmo por las búsquedas superiores de la mente que derivaron del estudio de sus obras.


Bibliografía: La edición estándar de las obras de Platón es la de STEPHANUS (París, 1578). Otras ediciones más recientes son BEKKER (Berlín, 1816-23), FIRMIN-DIDOT (París 1866-). La mejor traducción inglesa es JOWETT, The Dialogues of Plato (Oxford, 1871; 3ra ed., Nueva York, 1892). Sobre la exposición del sistema de Platón cf. ZELLER, Plato and the Older Academy, tr. ALLEYNE AND GOODWIN (Londres, 1888); GROTE, Plato and the Other Companions of Socrates (Londres, 1885); PATER, Plato and Platonism (Londres, 1893); TURNER, History of Philosophy (Boston, 1903); 93 s.q.; FOUILLEE, La philosophie de Platon (París, 1892); HUIT, La vie et l'oeuvre de Platon (París, 1893); WINDEBLAND, Platon (Stuttgart,1901); LUTOSLAWSKI, Origin and Growth of Plato's Logic (Londres, 1897). Sobre historia del platonismo cf. BUSSELL, The School of Plato (Londres, 1896); HUIT, Le platonisme à Byzance et en Italie à la fin du moyen-âge (Brussels, 1894); artículos en Annales de philosophie chretienne, new series, XX-XXII; TAROZZI, La tradizione platonica nel medio evo (Trani Vecchi, 1892).

Fuente: Turner, William. "Plato and Platonism." The Catholic Encyclopedia. Vol. 12, págs. 159-162. New York: Robert Appleton Company, 1911. 6 sept. 2021 <http://www.newadvent.org/cathen/12159a.htm>.

Traducido por Miguel Villoria de Dios. lmhm