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Sábado, 21 de diciembre de 2024

Orden Carmelita

De Enciclopedia Católica

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Una de las órdenes mendicantes.

Origen

La fecha de fundación de la Orden de Nuestra Señora del Monte Carmelo ha sido objeto de discusión desde el S.XIV hasta hoy, la Orden reivindica como sus fundadores a los profetas Elías y Elíseo, sin embargo los modernos historiadores, empezando Baronius, niegan su existencia antes de la segunda mitad del XII. Durante la época del Profeta Samuel existía en Tierra Santa una organización conocida como los Hijos de los Profetas, que en muchos aspectos se asemejaba a un instituto religioso de tiempos posteriores. Vivían en comunidad y aunque no pertenecían a la tribu de Leví, se dedicaban al servicio de Dios; profesaban especial obediencia a los superiores, los más famosos de los cuales fueron Elías y su sucesor Elíseo, ambos relacionados con el Monte Carmelo, el primero con sus disputas con los sacerdotes de Baal, el segundo por su prolongada residencia en la montaña santa. Con la caída del Reino de Israel, los Hijos de los Profetas desaparecieron de la historia. En el siglo III o IV de la Era Cristiana el Carmelo era un lugar de peregrinación, como lo demuestran numerosas inscripciones en Griego en los muros de la Escuela de los Profetas: “Recuerda a Juliano, “recuerda a Germánico”, etc., Algunos de los Padres, especialmente Juan Crisóstomo, Basilio, Gregorio Nacianceno y Jerónimo, siguieron a Elías y Elíseo como modelos de perfección religiosa y patronos de eremitas y monjes. Estos innegables hechos han abiertos camino a las suposiciones. Como San Juan Bautista estuvo casi toda su vida en el desierto, en donde reunió en torno a él numerosos discípulos y como Cristo había afirmado de él que estaba poseído del espíritu y poder de Elías, algunos autores afirman que reavivó la institución de los Hijos de los Profetas.

Las entusiastas descripciones dejadas por Plinio, Josefo y Filón del tipo de vida de los Esenios y Terapeutas, convencieron a otros que esas sectas pertenecían a la misma corporación, desgraciadamente sus opiniones presentan serias dudas. Tácito menciona un santuario en el Carmelo, consistente no en un templo, ni ídolo, sino simplemente un altar para el culto divino; tal pudo ser su origen, con seguridad en tiempo de Vespasiano estaba en manos de un sacerdote pagano, Basilides Pythagaras (500 B.C.) es presentado por Jambilicus dedicando mucho tiempo a la plegaria silenciosa en un santuario similar al Carmelo, un testimonio de mayor fuerza para el tiempo de Jámblico más que para el de Pitágoras. Nicéforo Calixto (A.D.1300) refiere que la emperatriz Helena mandó construir una iglesia en honor de San Elías en las laderas de cierta montaña. Esta evidencia es inadmisible, ya que Eusebio es testigo del hecho de que ella sólo mandó edificar dos iglesias en Tierra Santa, en Belén y en Jerusalén, no veinte como Nicéforo afirma; además las palabras de este autor muestran claramente que había visto el monasterio griego de Mar Elías, sobresaliendo sobre el valle del Jordán y no el Carmelo como algunos autores piensan; Mar Elías, sin embargo, data del S.VI. Estos y otros malentendidos presupuestos no han invalido sino que han fortalecido la tradición de la Orden, que tiene su punto de partida en los días de los grandes profetas, sino ininterrumpidamente, sí en la referencia ultima moral de los eremitas del Carmelo, primeramente bajo el Antiguo Testamento, después con la divulgación del Cristianismo, hasta el tiempo de las Cruzadas, estos eremitas llegaron a organizarse según el modelo de las órdenes de Occidente. Esta tradición está recogida especialmente en las Constituciones de la Orden, es mencionados en bulas papales, así como en la liturgia de la Iglesia y es aún seguida por muchos miembros de la Orden. El silencio de los peregrinos de Palestina, anterior al año del Señor 1150, de los cronistas, de los más recientes documentos, en una palabra la negativa evidencia de la historia ha inducido a los modernos historiadores a omitir la reclamación de la Orden y fechan su fundación en 1155, cuando por primera vez se habla en documentos de autenticidad incuestionable. Incluso la evidencia de la Orden sobre sí mismo no ha sido siempre muy clara. Una noticia escrita entre 1247 y 1274 (Mon.Hist. Carmelit., 1, 20, 267) declara de forma general que “desde los días de Elías y Elíseo los santos padres del Antiguo y Nuevo Testamento moraron en el Monte Carmelo y sus sucesores después de la Encarnación del Verbo edificaron allí una capilla en honor de Nuestra Señora, por la cual razón fueron llamados en la bula papal “Hermanos de Santa María del Monte Carmelo”. El Capítulo General de 1287 (inédito) habla de la Orden como de una nueva implantación.(plantatio novella). Más definitivos son algunos escritos de la misma época. Una carta” Sobre esta orden” atribuida a San Cirilo de Constantinopla, pero escrita en latín (probablemente en Francia) por un autor de 1230, y el libro “Sobre la Institución de los primeros monjes” conecta la Orden con los Profetas de la Antigua Ley. Este último trabajo, mencionado por primera vez en 1342, fue publicado en 1370 y llegó a ser conocido en Inglaterra medio siglo más tarde. Supuestamente está escrito Por Juan, Obispo de Jerusalén (A.D.400). Sin embargo, como Gennadius y otros antiguos escritores no hacen mención de ella entre los escritos de Juan, y como el autor era claramente latino, puesto que sus argumentos están basados sobre ciertos textos de la Vulgata, difiriendo extensamente de los correspondientes de la de los Setenta y como en muchos momentos manifiesta entera ignorancia de la lengua griega y especialmente aluda a escritores del S. XII no puede haber vivido antes de la mitad del S.XIII. Un tercer autor es a veces mencionado, José, un diácono de Antioquia, a quien Possevin sitúa alrededor del A.D. 130. Su trabajo se perdió pero su título “Speculum perfectae militiae ecclesiae” muestra que no perteneció a los Padres Apostólicos, además es totalmente desconocido en la literatura patrística. Su nombre no es mencionado antes del S.XIV y con toda probabilidad no vivió mucho antes.

La tradición de la Orden aunque fue admitida por muchos Escolásticos medievales, fue contestada por no pocos autores. De aquí que los historiadores Carmelitas descuidasen casi completamente la historia de su misma época, gastando todas su energías en controversias escritas, como es evidente en los trabajos de John Baconthorpe, John de Hildesheim, Bernard Olerius y muchos otros. En 1374 una disputación mantenida en la universidad de Cambridge entre el dominico John Stokes y el carmelita John de Norney; el último, cuyos argumentos principalmente estaban tomados del derecho canónico, no de la historia, fue declarado victorioso y los miembros de la universidad prohibieron la cuestión de la antigüedad de la Orden Carmelitana. Al final del S.XV ésta era de nueva hábilmente defendida por Trithemius (o alguien que escribía con este nombre), Bostius, Palaeonydorus y muchos otros quienes con gran exposición de erudición refuerzan su tesis, profundizando en los huecos de la historia de la historia de la Orden y proclamando sus numerosos santos antiguos. Santos Eliseo y Cirilo de Alejandría (1399), Basil (1411), Hilarión (1490) y Elías ( en algunos lugares desde 1480), en toda la Orden desde 1511 se había puesto en el Calendario Carmelita, el capítulo de 1562 añadió algunos de los cuales fueron eliminados 20 años después con motivo de la revisión litúrgica. Sin embargo volvieron a ser introducidos en 1609 cuando el Cardenal Belarmino actuó como revisor de las tradiciones Carmelitas. También aprobó con ciertas reservas la tradición de la fiesta de Nuestra Señora del Monte Carmelo, 16 de julio, que había sido instituida entre 1376 y 1386 en conmemoración de la aprobación de la Regla por Honorio III; en 1609 llegó la fiesta del Escapulario, declarada la principal fiesta de la Orden, que se extendió a toda la Iglesia en 1726. La tendencia por reclamar los santos de la Orden y otras renombradas personas del Cristianismo e incluso su antigüedad clásica llegaron a su punto culminante en el “Paradisus Carmelitici Decoris” escrito por M.A. Alegre de Casanate, publicado en 1639, condenado por la Sorbona en 1642 y colocado en el Index Romano en 1649. Tampoco se puede encontrar mucho sentido en los anales de la Orden de J.B. de Lezana (1645-56) y en “Decor Carmeli” de Felipe de la Santísima Trinidad (1665). En la publicación, en 1668, del tercer volumen de marzo de los Bolandistas, en el cual Daniel Papebroch afirmaba que lo Orden del Carmen fue fundada en 1155 por San Bertoldo, planteó una guerra literaria, que duró 30 años y de inusitada violencia. La Santa Sede, citó a ambas partes, rechazó situar a los bolandistas en el Index Romano, pero se impuso el silencio a ambas partes (1698). Se permitió levantar una estatua a San Elías en la basílica de El Vaticano, entre los fundadores de órdenes religiosas (1725), su coste aproximado fue $3942 cada sección de la Orden contribuyó con una cuarta parta. En la actualidad las cuestión sobre la antigüedad de la Orden Carmelitana sólo tiene interés académico.

Fundación en Palestina

El monje griego John Pocas, que visitó Tierra Santa en 1185 relata que encontró en el Carmelo, un Calabrian ( es decir un occidental) monje quien en un momento con la fuerza de una aparición del Profeta Elías, había congregado en torno a él a 10 eremitas con los que había iniciado vida religiosa en un pequeño monasterio cerca de la gruta del profeta. Rabí Benjamín de Tudela ya en 1163 escribía que los cristianos habían construido una capilla en honor del profeta Elías. Jacques de Vitry y otros escritores del final del S.XII y principios del XIII dan noticias de semejantes acontecimientos. La fecha exacta de la fundación de una ermita puede ser deducida de la vida de Aymeric, Patriarca de Antioquia, un pariente del “Calabrian” el monje, Bertoldo, con ocasión de una viaje a Jerusalén en 1154 o el año siguiente parece haber visitado al segundo y asistirlo en la fundación de una pequeña comunidad; Más aún cuenta que en su vuelta a Antioquia (1160) trajo consigo algunos eremitas, fundó un convento en aquella ciudad y otro junto a una montaña próxima: ambos fueron destruidos en (1268). Bajo el sucesor de Bertoldo, Brocardo, surgen algunas dudas serias sobre el género de vida de los eremitas Carmelitas. El Patriarca de Jerusalén, Alberto de Vercelli, entonces residente en Tiro, se decidió con dificultad escribir una pequeña regla, parte de la cual está tomada de la de San Agustín (1210). Los eremitas elegían superior a quien prometían obediencia, vivían en celdas separadas, recitaban el Oficio Divino según le rito de la Iglesia del Santa Sepulcro, si no eran capaces de leer, otras plegarias, dedicaban el tiempo a meditaciones pías, combinadas con el trabajo manual. Cada mañana debía reunirse en la capilla para la Santa Misa y los Domingos también para el capítulo. No tendrían propiedades, las comidas serían servidas en sus celdas; se abstendrían de carne, excepto en casos de necesidad o enfermedad, desde septiembre hasta el verano. El silencio no se quebrantaría desde las Vísperas hasta la hora Tercia del día siguiente, desde Tercia hasta Vísperas deberían abstenerse de conversaciones inútiles; el superior sería ejemplo de humildad y los hermanos debían honrarlo como a representante de Cristo.

Emigración a Europa

Como se puede deducir de este breve resumen no hubo ninguna disposición para organizar después la comunidad del Carmelo, de lo que se puede deducir que hasta 1210 no se había fundado ninguna comunidad excepto una cerca de Antioquia, que estaba sujeta al patriarca de la ciudad. Después de este dato nuevas comunidades aparecieron en San Juan de Arce, Tiro, Trípoli, Jerusalén, en el Quarantena, en algún lugar de Galilea (monasterium Valini) y en otras localidades que son desconocidas, en total hasta 15. Algunas fueron destruidas tan pronto como fueron levantadas y algunos hermanos fueron asesinados por los sarracenos. Algunas veces los eremitas fueron sacados del Carmelo, pero siempre volvían; incluso edificaron un nuevo monasterio en 1263, en conformidad con la regla revisada y una aceptable gran iglesia, aún visible hacía el final del S.XV. Sin embargo la situación de los cristianos había llegado a ser tan precaria que la emigración se hizo obligatoria. Así, colonias de ermitaños se asentaron en Chipre, Sicilis, Marsella y Valenciennes (1238). Algunos hermanos de nacionalidad inglesa acompañaron al Baron de Vescy y Grey en su viaje de retorno de la expedición de Ricardo, Eral de Cornwall (1241) y fundaron en Hulne cerca de Alnwick en Northumberland, Bradmer (Norfolk), Aylesford y Newenden (Kent). San Luis, Rey de Francia, visitó el Monte Carmelo en 1254 y trajo seis eremitas franceses a Chareenton cerca de París en donde les dio un convento. El Monte Carmelo fue tomado por los sarracenos en 1291, los hermanos, mientras cantaban la Salve Regina fueron degollados y el convento quemado.

Carisma y nombre

Con la llegada de los Carmelitas a Europa, comienza un nuevo período en la historia de la Orden. Poco más que los simples nombres de los superiores del primer período han llegado a nosotros. San Bertoldo, San Brocardo, San Cirilo, Bertoldo (o Bartolomeo) y Alan (1155-1247) En el primer capítulo celebrado en Aylesfrod fue elegido general San Simón Stock (1247-65). Como la noticia biográfica que le concierne data de 1430 y no es muy fiable, debemos juzgar al hombre por sus obras. Se encontró en situación comprometida. Aunque la regla había sido redactada en 1210, había recibido la aprobación papal en 1226, muchos prelados rehusaron reconocer la Orden, creyeron que estaba fundada en contradicción con los decretos del concilio de Letrán (1215), que prohibía la fundación de nuevas órdenes religiosas. De hecho la Orden Carmelitana tal como estaba solamente fue aprobada en el II concilio de Lyón (1274), pero San Simón obtuvo de Inocencio IV la aprobación provisional con ciertas modificaciones de la regla (1247). De ahora en adelante no se fundaría en desiertos, sino que se haría en ciudades o en suburbios de las ciudades; la vida solitaria cedería su lugar a la comunitaria; la comida se celebraría en comunidad; la abstinencia aunque no se dispensase, sería restringida; el silencio estaba restringido al tiempo entre Completas y Prima del día siguiente; asnos y mulos podrían ser utilizados para viajar y transportar los productos y aves de corral para las necesidades de la cocina. Así la orden dejó de ser ermitaña y llegó a ser una de las órdenes mendicantes. Su primer nombre , Fratres eremitae de Monte Carmeli y después de edificar una capilla en el Carmelo en honor de Nuestra Señora (1220), se pasó de Eremitas de Santa Maria del Monte Carmelo a Fratres Ordinis Beatissimae Virginis Mariae de Monte Carmeli . Por odenanza de la Apostólica

Chancillería de 1477 fue aún más ampliado, Fratres Ordinis Betatissimae Dei Genitricis semperque Virginis Mariae de Monte Carmeli, el cual título fue declarado obligatorio por el Capítulo General de 1680.

Obtenida la mitigación de la Regla, San Simón Stock que era totalmente partidario de la vida activa, abrió casas en Cambridge (1249) Oxford (1253) Londres ( por el mismo tiempo) York (1255) París (1259) Bolonia (1260), Nápoles ( fecha incierta). Se esforzó especialmente por implantar la Orden entre los universitarios, parte para asegurar a los religiosos una alta educación, parte para incrementar el número de vocaciones entre los posgraduados. Aun que ya había pasado el momento de esplendor de las órdenes mendicantes, triunfó en ambas direcciones. El rápido incremento de los conventos y noviciados se manifestó peligroso, la regla que era más estricta que la de San Francisco y Santo Domingo desalentó y sembró el descontento entre bastantes hermanos, mientras los obispos y el clero parroquial continuaban ofreciendo resistencia al desarrollo de la Orden. Murió centenario, antes de que fuera restablecida en paz. Con la elección de Nicolás Gallicus (1265-71) comienza una reacción, el nuevo general siendo totalmente opuesto al ejercicio del sagrado ministerio, favoreció exclusivamente la vida contemplativa. Con este fin escribió un extensa carta titulada “Ignea sagitta” (inédita) en la que condenaba con dureza lo que llamaba las peligrosas ocupaciones de la predicación y confesión. Sus palabras permanecieron sin ser tenidas en cuenta, renunció al cargo, lo mismo hizo su sucesor, Rudolfo Alemannus (1271-74) quien pertenecía a la misma escuela de pensamiento.

El hábito

La aprobación de la Orden en el segundo concilio de Lyón aseguró su permanencia entre las órdenes mendicantes; sancionó el ejercicio de la vida activa y apartado todos los obstáculos para su desarrollo, desde entonces se produjo con avances y retrocesos. Bajo el mando de Peter Millaud (1279-94) se produce un cambio en el hábito. Hasta entonces consistía en una túnica, cinturón, escapulario y capa, ambos negros, marrón o gris (el color fue cambiando de acuerdo a las correspondientes subdivisiones y reformas de la Orden) y de un manto de cuatro franjas blancas verticales y tres negras, por lo los frailes fueron popularmente llamados fratres barrati , o virgulati o de pica (urracas). En 1287 su variada capa fue cambiada por una de puro color blanco que motivó que se les llamara los frailes blancos.

El siglo trece. Bajo los generales ya mencionados, el siglo XIII ofreció dos santos a la Orden, Ángel y Alberto de Sicilia. Muy poco se conoce del primero, su biografía se pretendió escrita por su hermano, Enoch, Patriarca de Jerusalén, es un trabajo del S.XV; en aquellas partes que se pueden verificar con el rigor contemporáneo aparecen sin fundamento, por ejemplo, cuando se establece toda la jerarquía griega de Jerusalén, durante el período de las Cruzadas; o cuando dio los autos de un apócrifo Concilio de Alejandría, junto con los nombres de 17 obispos que supuestamente habrían tomado parte en él, éstos y otros particulares más concretos son ahistóricos es difícil precisar cuánta credibilidad merece en otras materias para las cuales no hay evidencia independiente. Es, no obstante, digno de crédito lo de las lecturas del Breviario de 1458, cuando aparece por primera vez la fiesta de San Ángel, hasta 1579 se le presenta simplemente como un siciliano por su nacimiento y nada se dice de su descendencia judía, su nacimiento y su conversión en Jerusalén, etc.. No existe evidencia posterior del tiempo que vivió o del año y causa de su martirio. Según algunas fuentes fue asesinado por herejes (probablemente maniqueos) pero según otros autores más tardíos por un hombre a quien había públicamente reprendido por un grave escándalo. Además, las más antiguas leyendas de San Francisco y Santo Domingo nada dicen del encuentro de los tres en Roma o de sus mutuas profecías relacionadas con los estigmas, el rosario o el martirio. La vida de San Alberto, así mismo, fue escrita bastante después de su muerte por alguien que no tuvo recuerdo personal de él y más preocupado por edificar al lector, contando numerosos milagros (frecuentemente con exageración) que establecer hechos sobrios. Todo lo que con certeza se puede afirmar es que San Alberto nació en Sicilia, ingresó en la orden siendo muy joven, debido a una promesa de sus padres; fue durante algún tiempo provincial y murió en olor de santidad el 7 de agosto de 1306. Aunque no fue formalmente canonizado, su fiesta fue introducida en 1411

Fundación en las Islas Británicas

La provincia Inglesa, a la que pertenece la de Irlanda y Escocia desde 1305, hizo rápidos progresos hasta la mitad del siglo XIV, después los datos de fundaciones comienzan a ser menos numerosos, mientras de vez en cuando se fundan pequeñas casas. Los Carmelitas gozan del favor de la Corona, que contribuye generosamente en varias fundaciones, especialmente la de Oxford, en donde la residencia real había colocado la Orden. El lugar está ocupado ahora por el Hotel Beaufort, aún se puede ver el Camino del Fraile y una pequeña iglesia de Santa maría Magdalena la cual durante tiempo fue guardada por los Carmelitas. Otras fundaciones reales fueron Hitchin, Marlborough, etc.. John de Gaunt fue un gran benefactor de la Orden y eligió sus confesores entre sus miembros; la Casa de Lancaster eligió casi siempre a los carmelitas como confesores reales, un puesto que se correspondía al de ministro real de culto público. Estos confesores era como norma promovidos a pequeños obispados en Irlanda o Gales. La Orden comenzó a ser muy popular entre el pueblo. La vida era de pobreza muy intensa, como se prueba por varios inventarios de bienes y otros documentos existentes. Durante las turbulencias Wyclifitas la Orden tomó el liderazgo del Partido Católico, el principal opositor de Wyclif fue el provincial de los Carmelitas, John Cunnigham. Thomas Walden, fue elegido por Enrique V para llevar a término importantes misiones y acompañó a Enrique VI a Francia. Durante la guerra con Francia muchos conventos franceses fueron incorporados a la provincia inglesa, así el número de carmelitas ingleses alcanzó los 500. Sin embargo allí posteriormente sólo permaneció la casa en Calais, la cual fue suprimida por Enrique VIII. A finales del S.XV la provincia había disminuido cerca de 600 religiosos. Ninguna de las diferentes reformas parece haberse introducido en Inglaterra, aunque Eugenio IV y el general Soreth lo intentaron. Las peculiares constituciones en vigor en Inglaterra y la excelente organización de la provincia impidieron la menor extensión de abusos que se propagaron en otras partes. Desde el principio de la Reforma un número de religiosos jóvenes, afectados por las nuevas doctrinas abandonaron la Orden y los que permanecieron fueron obligados a admitir el Acta del supremo, lo que ellos aceptaron sin aparente vacilación, un hecho que no puede sorprender, si se tiene en cuenta que el Cardenal Wosley había obtenido poder de la Santa Sede para visitar y reformar conventos Carmelitas, lo que suponía la sumisión real o la supresión. Separados del resto de la Orden, los carmelitas estuvieron durante algún tiempo sometidos a la regla George Brown, general de todos los mendicantes, pero gozaron de relativa independencia bajo John Byrd, primer provincial y después general de la sección inglesa de la Orden. Al tiempo de la supresión final existían 39 casas, incluida la de Calais. Los documentos de supresión distan mucho de ser completos, manifestando sólo los nombres de 140 religiosos y el inventario sólo da noticia de 12 casas. Eran totalmente pobres. En Oxford los frailes habían sido obligados a vender los bancos de la iglesia y los árboles del camino y los comisionados determinaron que también deberían vender las tejas para comprar una pocas hogazas de pan. Todavía más, uno de los novicios, Antoni Foxton, nada desalentado por esta dificultad, huyó a Northallerton para continuar su noviciado y de aquí fue expulsado por segunda vez. La propiedad de la orden fue dilapidada con la misma imprudencia que los otros bienes eclesiásticos. La biblioteca de la casa de Londres, considerada una de las más excelentes, refinada y estupenda de Inglaterra, cayó en posesión del Dr. UVT. Los otros edificios fueron parcelados. Sólo de dos carmelitas se sabe que padecieron la muerte, Laurence Cook y Reginaldo Pecock; Otros parecen haber ingresado en prisión. Pero prácticamente no se sabe nada de la suerte de un gran número de conventos, especialmente los del Norte, es más que probable que durante los diferentes persecuciones algunos fueron incendiados y sus moradores muertos. Entre los pocos conventos carmelitas que permanecen en Inglaterra deben ser mencionados las dos primeras fundaciones, Hulne, ahora en ruinas y Alesford, en aparente buen estado, y también el hermoso claustro en el cual se encuentra ahora un asilo para pobres enfermos de Coventry. Un intento para revivir la provincia de Inglaterra durante el reinado de la Reina Mary no tuvo éxito.

La historia de las provincias de Irlanda y Gales nunca ha sido estudiada de forma exhaustiva, debido a la pérdida de muchos documentos. El total de conventos irlandeses varía entre 25 y 28, pero con toda la probabilidad algunos de ellos tuvieron breve existencia. El hecho de que los capítulos generales consideran a Inglaterra como provincia de Irlanda, parece indicar que la provincia estaba frecuentemente perturbada por la desunión y las contiendas. En época reciente la casa de Dublín fue designada como studium generale, pero como nunca fue mencionado como tal en las listas oficiales esto sirvió solamente para los estudiantes irlandeses, las provincias extrajeras no fueron requeridas para enviar a sus estudiantes. Para la búsqueda de estudiantes superiores se dieron especiales facultades a Irlanda, Escocia y Londres en las universidades inglesas. Los conventos de Irlanda sufrieron bajo la mano de hierro de Enrique VIII.

La provincia de Escocia estuvo compuesta a lo sumo de 12 conventos, de los cuales algunos como el de South Queensferry al pie de de For Bridge aún existe. Aquí una vez más nos tenemos que conformar con noticias perdidas, de las cuales, sin embargo, se deduce que la Orden gozaba del favor de la Corona. Algunos carmelitas escoceses tuvieron un papel importante en la universidad de París, mientras que otros fueron los promotores de la reforma de Albi. Cuando se suprimieron en Inglaterra los conventos, muchos religiosos apostaron por Escocia en donde los conventos fueron permitidos mejor de lo que ellos pensaban hasta 1564.

Constituciones

Las más antiguas constituciones que han llegado hasta nosotros datan de 1324, pero existe una evidencia de una primera colección comenzada cerca de 1256 para completar la regla que exponía solamente principios fundamentales. En 1324 la Orden estaba dividida en 15 provincias, correspondientes a los países en los que estaba establecida. A la cabeza de la Orden estaba el General, elegido por escrutinio (ballot) por el capítulo general, en cada capítulo debía rendir cuenta de su administración y si no se alegaban serios reparos era confirmado en su cargo hasta que fuera removido a un obispado, muriera o renunciara por decisión propia. Elegía su propia residencia, que desde 1472 era habitualmente Roma. Se le daban dos compañeros, generalmente de su propia elección que lo acompañaban en sus viajes y le asistían con sus consejos. Toda la Orden contribuía anualmente con una renta fija al mantenimiento del general y los costes de la administración. En teoría, por último, el poder del general era casi ilimitado, pero en la práctica no podía permitirse pasar por alto los deseos de las provincias y de los provinciales. El capítulo general se reunía regularmente cada tres años desde 1247 hasta le final del Siglo XIV; pero desde el fin de ese período en adelante los intervalos llegaron a ser más largos, seis, diez o incluso 16 años. Los capítulos habían llegado a ser una carga dura, no solamente para la Orden, sino también para las ciudades que decidían acogerlos. Cada provincia, sus miembros aumentaban continuamente, era representadas por el provincial y dos compañeros. A esto hay que sumar una reunión de maestros sagrados y estudiantes profesos que mantenían disputas teológicas, mientras los definidores analizaban la problemática de la Orden; como la Santa Sede garantizaba indulgencias con ocasión de los capítulos, los púlpitos de las catedrales y de las parroquias y las iglesias comunes eran ocupados con frecuencia por elocuentes predicadores. Viajaban a caballo, cada provincia enviaba un número de hermanos legos, para cuidado de los caballos. De esta manera los capítulos generales ocupaban un gran número de frailes desde 50 a 100 o más. Para sufragar los gastos cada provincial se veía obligado a pedir a su soberano un subsidio; la Corona Inglesa, como norma, contribuía con 10 libras, mientras la mesa y el alojamiento para los miembros del capítulo era provisto por otras casas religiosas o por los ciudadanos. Como devolución la Orden acostumbraba a conceder a la ciudad cartas de fraternidad y colocar a su santo patrón en el Calendario Carmelitano. Para la elección de General todos los provinciales y sus acompañantes se reunían, pero los asuntos importantes eran confiados a los definidores, uno por cada provincia; éstos eran elegidos en el capítulo provincial, no podían actuar en dos capítulos sucesivos. Las obligaciones de los definidores eran recibir información sobre la administración de las provincias; confirmar o destituir a los provinciales y elegir la recaudación anual; nombrar a los que enseñarían Sagradas Escrituras y Sentencias en las universidades, especialmente en París; Conceder autorización para la recepción de honores académicos en representación de la orden; Revisar e interpretar las leyes existentes y añadir otras nuevas y finalmente conceder privilegios a los miembros destacados, castigar a los culpables de serias ofensas, imponiendo las penas adecuadas o si fuera necesario mostrar indulgencia, disminuyendo o condonando las sentencias previas. Hecho esto, todo el capítulo era de nuevo reunido, las decisiones de los definidores eran publicadas y enviadas por escrita a cada provincial. De los registros de los primeros capítulos, solamente se han encontrado fragmentos, pero desde 1318 las actas están completas y han sido impresas parcialmente.

Los capítulos provinciales se celebraban como norma una vez al año, pero algunos provinciales reclamaban que solamente cada dos o tres años. Cada convento estaba representado por el prior o vicario y por un compañero elegido por el capítulo conventual para llevar las quejas contra el prior. Contemplaba el número de capitulares cuatro definidores que eran elegidos junto con el provincial.(.......) Entre otras competencias tenían plena autoridad para deponer a los priores y elegir a otros nuevos; también seleccionaban a los que eran enviados a los diversos srtudia generalia y particularia y a las universidades, y procuraban la adecuada provisión para sus gastos. Decidían,. Asunto que dependía del general y de la Santa Sede, sobre las de nuevos conventos. Trataba con los delincuentes. Se hicieron intentos con frecuencia para limitar la duración del cargo de provincial, pero durante mucho tiempo la legislación general de la Iglesia permitió una indefinida permanencia en el oficio, estos esfuerzos fueron prácticamente inútiles. El superior del convento era el prior o en su ausencia y durante una vacante el vicario. El prior era controlado en su administración por tres guardianes, quienes guardaban las llaves del arca común y certificaban las facturas y los contratos. Las quejas contra el superior eran enviadas al provincial o el capítulo provincial. No había límites en la permanencia del cargo, podía ser confirmado año tras año durante 20 años o más. En el caso de los conventos en ciudades universitarias, especialmente París y la Curia de Roma (Aviñón, después de Roma) la nominación pertenecía al general o al capítulo general y por ley no escrita que Cambrigde, Lovaina, y otras ciudades universitarias, debería ser elegido para superior a un bachiller que en el plazo de un año adquiriría el grado de Maestro en Ciencias Divinas. Desde aproximadamente la mitas del S. XIV llegó a ser costumbre elegir los oficios de general y provincial exclusivamente entre aquellos que hubieran que hubiesen obtenidos grados. La única excepción sistemática a esta regla ha sido encontrada en la provincia de la Baja Alemania.

Fuentes de Reclutamiento

Cuando San Simón Stock estableció conventos en las ciudades universitarias, obviamente tenía en cuenta que los graduados podrían ser reclutados para la Orden, no se había engañado en sus expectativas. En verdad, el tiempo había pasado cuando un día seis o más estudiantes con sus profesores acudieron al convento dominico de París para recibir el hábito de manos del beato Jordan. Pero había aún estudiantes, a pesar de las severas leyes de las universidades que regulaban la recepción de estudiantes en las órdenes mendicantes. Esto se daba quizá principalmente entre los pobres escolares quienes ingresaban en aquellas órdenes para asegurarse la vida así como medio de recibir una educación. No solamente en tiempos de San Simón, sino también después muchos de los problemas era causados por estos jóvenes que habían cambiado por la libertad y la vida fácil de estudiantes la disciplina del coro. En muchos conventos se encontraban ejemplos de las familias de los fundadores y benefactores que llegaron a ser conventuales; en algunos casos las relaciones tío sobrino pueden seguirse durante siglos; las prebendas de catedrales y colegiatas eran a menudo el regalo del fundador y de su familia y fueron transmitidos de generación en generación; la celdas de los conventos del Carmen permanecían frecuentemente en posesión de uno o algunos de la misma familia, que consideraban un derecho irrenunciable siempre representado por el último miembro de la familia. Otras veces sucedía que un padre deseoso de establecer a su hijo en la vida compraba o dotaba una celda para él en el convento. Esto podía deberse a la ardiente piedad de los primeros tiempos y la cuidadosa prevención de las sociedades peligrosas de modo que si se daba una posible llamada pudiera madurar en una sólida vocación. Los lugares en donde los Carmelitas tenían públicas o semipúblicas escuelas encontraban pequeña dificultades para elegir muchachos adecuados. Pero había conventos en pequeños lugares en donde el reclutamiento era evidentemente no tan fácil y donde con un número decreciente de internos una peligrosa relajación de la observancia religiosa fue acentuando la disminución. Durante la Edad Media un fraile pertenecía al convento en el cual había tomado hábito, aunque debido a la fuerza de las circunstancias se podía ausentar durante gran parte de su vida. De aquí que el capítulo general repetidamente recomendara a los priores recibir cada año a uno o dos postulantes aunque no trajeran donación, con lo que gradualmente aumentaría el número de religiosos. En otros casos en donde las provincias eran bastantes numerosas, pero carecían de medios de subsistencia los novicios podrían ser parados durante años.

Prueba y formación de los miembros

La toma de hábito de los novicios era precedida de ciertas investigaciones de sus antecedentes y de la respetabilidad de sus familias. El año de prueba se completaba en le convento en el que ingresaban, el “convento nativo” como era llamado; un padre era designado para ocuparse del cuidado personal del novicio, enseñándole las costumbres de la Orden y las ceremonias del coro. De acuerdo con las más antiguas constituciones cada novicio podía tener un maestro especial, pero en la práctica un único maestro, asistido, si era necesario, por un sustituto, nombrado para todos. No se permitía a los novicios mezclarse con la comunidad o con los muchachos del convento escuela, ninguna ocupación podía interferir en su principal deber, a saber, aprender el Oficio Divino. Además el prior no permitía a nadie reprender a losa novicios o imputarles faltas a excepción del maestro de novicios, cuya misión era enseñarlos, corregirlos, guiarlos y animarlos. AL final del noviciado el que estaba aprueba era votado, si la votación era positiva se le permitía emitir los votos, lo contrario si era rechazado. Una de las condiciones para la profesión era que el novicio fuera capaz de leer con fluidez y escribir correctamente. Para aquellos que tuvieran en poco estas exigencias hay que decirles que la lectura y escritura implicaba una completo manejo de la gramática latina y un conocimiento práctico del sistema de abreviaturas y contracciones, un conocimiento de la paleografía que en la actualidad no se requiere a ningún estudiante o escolar avanzados. Después de la profesión, le provincial decidía lo que debía hacer el joven religioso. Podía ser destinado a perfeccionarse en la gramática y retórica o podía comenzar el estudio de la física y de la lógica, si su propio convento no podía facilitar estas actividades, que era raro el caso, podía ser enviado a otro. Una vez a la semana o cada quince días el maestro podía mantener una repetición con sus escolares en presencia de la comunidad, con lo que podía conocerse quien estudiaba y quien era negligente. Conventos especiales eran designados para el estudio de la Filosofía y de la Teología; en Inglaterra, la primera se enseñaba en Winchster, la segunda en Coventry. Los estudios superiores se continuaban en los studia generalia de los cuales en 1324 había ocho: Paris, Toulouse, Bolonia, Florencia, Montpellier, Colonia y Aviñón. Su número fue gradualmente creciendo hasta poseer uno cada provincia, pero posteriormente cada provincia se vio obligada a enviar ciertos número de estudiantes a cada uno de estos estudia y proveer para su manutención nunca eran libres para enviar un número mayor de que podían prescribir, pero tenían que pagar por el número completo aunque enviasen menos. Además a los estudiantes se les envía a los estudia por cuenta de la provincia, otros podían ser enviados a cuenta de sus parientes y amigos, partiendo de que los superiores habían dado su consentimiento. El número de estudiantes Carmelitas reunidos en París, promediaba en unos 300, en Londres alrededor de 100. La mayoría de los estudiantes era enviados de forma sencilla justamente para completar dos cursos, después retornaban a sus provincias, solamente los más prometedores seguían estudios para graduarse, esto suponía una prolongada residencia en las universidades, 10, 12 o más años y su correspondiente gasto ( Para los estudios universitarios y sus diferentes etapas para obtener el grado de Maestro en Teología ver UNIVERSIDADES) Los capítulos provinciales y generales regulaban la sucesión de los lectores en las Sagradas Escrituras y Sentencias, especialmente en París, la más famosa universidad, la provisión de plazas era a menudo hecho por diez años consecutivos, así se aseguraba de forma estable la suplencia de lectores capaces y se distribuían mejor los posibles honores entre todas las provincias. En las universidades sólo se permitía un fraile por cada orden mendicante tomar grados durante un año y cada orden estaba naturalmente ansiosa por colocar a los sujetos más capaces en el primer plano. No era por lo tanto exagerado alardear, cuando a veces se decía o escribía que uno de los Carmelitas era el mejor lector de su tiempo en París. Como París era la más famosa universidad, los doctores de París tenían preeminencia sobre los de otras universidades. Durante el Cisma París tomó partido por Clemente que se apoyaba en su poder. Los partidarios de Urbano transfirieron las prerrogativas de París a Bolonia (provisión inútil) Existe allí una completa lista de los maestros de París, pero de las otras universidades una fragmentaria información. Desgraciadamente el registro de la provincia inglesa fue destruido durante la Reforma, mientras que la mayor parte de los archivos de Oxford y Cambridge se perdieron durante la Guerra Civil, así las impagables noticias reunidas por John Bale, son la fuente principal para nuestro conocimiento de la actividad carmelitana en las universidades inglesas

Penas establecidas por la Regla

Las constituciones tratan detalladamente de las faltas cometidas por los religiosos y su castigo. En pocas palabras, no está fuera de lugar tratar los más serios incumplimientos de la disciplina, especialmente violación de los votos. Las faltas contra la castidad eran castigadas con seis meses, si era notoria con diez años de cárcel y la pérdida de voz y lugar en los capítulos durante de tres a cinco años. Si especiales circunstancias lo requerían el castigo se aumentaba y en casos de un grave escándalo el culpable era enviado a galeras a duros trabajos durante un número de años o incluso permanecer de por vida, Si existían serias sospechas contra alguien que eran imposibles de probar o desaprobar, al acusado se le permitía el beneficio de una purificación canónica, por ejemplo hacerle negar el cargo bajo juramento, se presentaba ante seis religiosos de buen nombre y allí determinaban bajo juramento que consideraban el cargo infundado y al acusado inocente. Si no era capaz de encontrar testigos, era castigado tan pronto como había sido convicto. Otras faltas que solían darse era la abierto desobediencia y rebelión contra las órdenes de los superiores, el ejercicio indebido de la propiedad, el robo, la apostasía ( por la cual se entendía cualquier ausencia del convento sin permiso, aunque no hubiera intención de abandonar la Orden permanentemente) Así si un religioso siendo enviado a un lugar a otro se desviaba del camino sin causa y salía de su camino sin necesidad, era castigado como apóstata, además si un lector de universidad abanaba la ciudad antes de finalizar el curso era juzgado reo de la misma falta. Su acción perjudicaba el honor de la orden. En todas estas materias se debe admitir que el sistema de penas medieval era más riguroso que el actual y muchas faltas se atribuían a la perversión de la voluntad, cuando nosotros las atribuimos a la debilidad de carácter o a al trastorno mental. Las faltas más graves eran juzgadas y castigadas por los capítulos provinciales y generales a quien también se les reservaba la absolución de los culpables y su reinserción. El Capítulo General, frecuentemente concedía el perdón a todos los prisioneros, excepto a los recientemente condenados y fueron ocasionales las quejas porque algunos de los superiores mostraban indebida indulgencia; el material nos manifiesta que la disciplina se mantenía; con un promedio de 2000 frailes o más durante el S.XV, la “crónica escandalosa” carece de importancia, lo que habla a favor de la Orden, el porcentaje más alto de este número eran estudiantes expuestos a muchas tentaciones.

Revisión de las Constituciones

Estas constituciones sufrieron numerosos cambios. Casi a cada capítulo se la añadieron cambios que eran frecuentemente cancelados o modificados por subsiguientes capítulos. John Balistario (1358-74) publicó una edición revisada en 1369 (inédita) y la mitigación de la regla por Eugenio IV necesitó una posterior revisión bajo John Soreth (1462, editada en 1499) Sin embargo, se debe admitir que la legislación de la Orden cambió muy despacio y muchas medidas fueron eliminadas casi tan pronto como se tomaban. Además leyes que podían ser excelentes para Noruega o Inglaterra, apenas eran aplicables en Sicilia o en Sevilla. Estos simples hechos explican muchas quejas sobre la relajación o la necesidad de disciplina.

Desde la aprobación de la Orden por el concilio de Lyón hasta el estallido del Gran Cisma de Occidente (1274-78) hubo un crecimiento firme de provincias y conventos, interrumpido sólo temporalmente por la Peste Negra. Durante la época del Cisma, este afectó tanto a provincias como a individuos, que tomaban partido según las políticas del país al que pertenecían. Un censo elaborado en 1390 muestra las siguientes provincias por parte de los Urbanistas: Chipre ( con un número de conventos no contabilizados); Sicilia con 18 conventos; Inglaterra con 35, Roma con 5: Baja Alemania con 12; Lombardía con 12 o 13; Toscana con 7; Bolinia con 8; Gasconia con 6. Los clementistas con Escocia, Francia, España y la mayor parte de las casas de Alemania eran bastantes más poderosos. El General, Bernadrdo Olerius, (1375-83) siendo nativo de Calatonia se adhirió a Clemente VII y fue sucedidio primero por Raymond Vaquerius y después por John Grossi (1389-1430), uno de los generales más activos, quien durante el cisma fundó numerosos conventos y mantuvo excelente disciplina entre los religiosos pertenecientes a su partido, de esta forma en la unión de 1411 fue elegido por unanimidad general de toda la Orden. Los urbanistas tuvieron pero fortuna. Migue de Anguaris, quien sucedió a Olerio (1379-86) habiendo caído bajo sospecha, fue desposeído después de un largo proceso; la administración financiera dejó mucho que desear; la pérdida de París después del reestablecimiento de la unión llegó a ser necesario un cambio radical de la regla. Este, como hemos visto, fue originalmente llevado a cabo por un puñado de eremitas que vivían en un singular apacible clima. A pesar, de los pocos cambios llevados a cabo por Inocencio IV, la regla era vista como demasiado severa por aquellos que ocupaban la mitas de su vida en el trabajo intelectual intenso de la universidad y la otra mitad en el ejercicio del sagrado ministerio en el convento. En consecuencia Eugenio IV concedió en 1432 un mitigación permitiendo el consumo de carne en tres o cuatro días a la semana y en la dispensa de la obligación del silencio y del retiro. Pero aún así los principales abusos que se habían extendido durante el S. XIV no hubo forma de eliminarlos.

Abusos e irregularidades

Es indispensable tener una idea clara de aquellos abusos para comprender las reformas de vida que los contrarrestaban:

-La permanencia de superiores. Incluso un excelente superior es capaz de perder su primera energía después de numerosos años, mientras un indiferente superior rara vez mejora. Este es un de los problemas más difíciles en la historia del monacato, pero la experiencia de 500 años ha inclinado la balanza a favor de una limitada permanencia en el cargo.

-El derecho a la propiedad privada. A pesar del voto de pobreza, muchos religiosos fueron autorizados a usar de ciertas ingresos de propiedad hereditaria, o disponer de dinero adquirido por su trabajo, enseñando, predicando, por copias de libros, etc.. Todo esta plenamente regulado por las constituciones, requería especial autorización de los superiores. Era, entonces, totalmente reconciliable con una buena conciencia, pero inevitablemente causaba desigualdades entre frailes ricos y pobres.

-La aceptación de puestos de honor fuera de la Orden. Desde mediados del S.XIV los papas se mostraron más generosos en la concesión de privilegios de capellanías papales, etc., a aquellos que pagaban pequeños honorarios a la Chancillería Apostólica. Estos privilegios prácticamente alejaban a los religiosos de los mandatos de sus superiores. Después de la Peste negra (1348) cientos de beneficios quedaron vacantes, los cuales eran muy parcos para llenar la vida a un titular (9 después por religiosos, entre otros los carmelitas, que por un insignificante servicio, como era la ocasional celebración de la Misa, obtenía un pequeño pero aceptable ingreso. La papal dispensa de compatibilidades (ab compatibilibus) y el necesario permiso de los superiores se obtenía con facilidad. Otros además fueron autorizados a servir a altos eclesiásticos o gente de ley “ en todas las ocupaciones que pertenecen a un religioso” o actuar como capellanes en embarcaciones o desempeñar le puesto de organista en parroquias e iglesias. Tales excepcion

  • Selección de imágenes: José Gálvez Krüger

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