Fechas y datación
De Enciclopedia Católica
Introducción
En el latín clásico, incluso antes de la época de Cristo era habitual que los corresponsales indicasen en sus cartas la fecha y el lugar en que las escribían. Esto se hacía comúnmente por palabras tales como daban Roma-ante diem quartum Kalendas Januarius, es decir, di o entregué esta en Roma el 29 de diciembre. La fórmula posterior para esto fue data Romæ (dada en Roma). Por lo tanto data, la primera palabra de la fórmula, llegó a ser usada para el tiempo y lugar especificados allí. Se puede remontar a la época de Constantino el principio de que los decretos imperiales y los estatutos deben ser "datados" como condición de validez, es decir, que deben llevar la indicación del día y año en que fueron entregados. Dicho principio fue generalmente aceptado en el transcurso de la Edad Media y encontramos, por ejemplo, que en Colonia en el siglo XII se impugnaba la validez de determinado documento por carecer de la fecha. "Aquellos que han visto el documento que trajo Juan dicen que no lleva el día ni la indicción... ahora los decretos romanos establecen que las letras que carecen del día y la indicción no tienen poder coercitivo.” (Westdeutsche Zeitschrift für Geschichte, I, 377.)
Pero si bien este principio fue reconocido en teoría, no siempre se realizaba en la práctica. Incluso hasta el comienzo del siglo XII no sólo las cartas reales e imperiales, sino incluso estatutos (Urkunden) propiamente dichos, ocasionalmente se enviaban sin fecha debido a la negligencia de los funcionarios. (Bresslau, Handbuch, I, 891.) En este asunto, los funcionarios de la cancillería italiana parecen haber sido mucho más cuidadosos que los del resto de Europa. Lo mismo es cierto respecto a la exactitud de las fechas que aparecen en documentos oficiales, especialmente los de la Edad Media temprana. Por regla general los estatutos que salían de la cancillería de los emperadores occidentales estaban más expuestos a este tipo de error que los de la Santa Sede (Bresslau, ib., 844). Pero incluso las bulas de tal pontífice como Inocencio III estuvieron equivocadas, y como Leopold Delisle ha demostrado, un cálculo erróneo de la indicción puede perpetuarse a través de toda una serie de documentos auténticos (Bib. de l'Ecole des Chartes, 1858, p. 55). En cualquier caso, sigue siendo cierto y es admitido por todos los escritores sobre diplomática serios que el mero hecho de que un documento tenga una fecha errónea, sobre todo cuando data de la Edad Media temprana, no puede ser aceptado como prueba por sí mismo, o incluso una presunción, de la falsedad del documento.
La Era Cristiana
El punto de mayor interés a este respecto es determinar la fuente y el período de introducción de nuestro actual sistema de datación por la era cristiana. Aunque, como se explica en el artículo cronología general, cuando el monje conocido como Dionisio el Exiguo residía en Roma (c. 527 d.C.) parece haber sido el primero en iniciar la práctica de calcular los años desde el nacimiento de Cristo, y aunque sin duda fue él quien identificó el año del nacimiento de Cristo con el año 753 de la fundación de Roma, como todavía se hace en nuestra cronología actual; sin embargo, el sistema no entró al uso común hasta mucho después de la época de Dionisio. Por ejemplo, no se puede hallar ningún rastro de ella en ese gran historiador de la Iglesia gala, San Gregorio de Tours, el contemporáneo de nuestro San Agustín de Canterbury, y en los escritos del Papa San Gregorio I Magno no se adopta la era dionisíaca. Era costumbre del Papa fechar sus cartas por los años de reinado del emperador y las cartas así fechadas se puede ver en la “Historia Eclesiástica” de San Beda, tal y como fueron copiadas de los archivos romanos. Aparentemente fue el inglés Beda mismo quien fue el primero en llevar el sistema dionisíaco al uso general, pues fue a través de él que fue adoptada en la literatura, habiendo sido usado sistemáticamente no sólo en su "De Temporum Ratione" sino especialmente en su "Historia Eclesiástica".
Es más, se puede notar el hecho sorprendente de que el empleo regular de la era cristiana en los estatutos ingleses comenzó justo en el período de la influencia preeminente de Beda. Es sólo desde alrededor del año 679 que podemos apelar a los estatutos ingleses de autenticidad indiscutible. Tomando ocho documentos, los primeros ocho que podemos citar con confianza y datados respectivamente 679, 692, 697, 732, 734, 736, 740, 759, podemos notar, dice el profesor Earle (Land Charters, Introd., p. XXXIII). que "de esta serie los primeros cinco, aunque están todos más o menos datados, ya sea por el mes o el año de reinado, o por la indicción, o por todos a la vez, no tienen el “Anno Domini”. Por otra parte, los últimos tres concurren en la utilización de la era cristiana y desde ese momento la práctica es continua. En el año intermedio que divide esta serie en dos partes, sucedió la muerte de Beda en el año 735."
Muy notable es el decreto de un sínodo inglés celebrado en 816, mediante el cual se establece que el obispo deberá poner por escrito las actas del sínodo y fecharlas por la era de la Encarnación. Sin duda, esto apunta a una época "en la que los eclesiásticos conocían la era bastante bien pero todavía no habían adquirido el hábito de usarlo." En todo caso es cierto que en la cancillería pontificia ni en la del Imperio de Occidente, el sistema no se estableció hasta mucho más tarde. En el imperio sólo se generalizó en la última parte del siglo IX, mientras que aunque aparece de vez en cuando en los documentos papales de la época del Papa Juan XIII (965-972), no era la norma antes del siglo XII. Sin embargo, para la datación de los documentos papales y de la llamada "fecha doble" vea el artículo Bulas y Breves.
Conteo de los años
Antes de que se adoptara generalmente la era cristiana en la datación de documentos, se usaron varios otros sistemas en diferentes épocas y en diferentes países. El más conocido de ellos fue el de contar con "indicciones". La indicción era un ciclo de quince años, el primero de los cuales se consideró que había comenzado en un punto de tres años antes del comienzo de la era cristiana actual. Era habitual que indicase solamente la posición del año en la indicción actual, y no se tomó nota del número de ciclos ya completados. Así, por ejemplo, indictio quarta significaba el cuarto año de alguna indicción particular y no el cuarto ciclo de quince años después del año 3 a.C.; de donde se deduce que es inútil conocer meramente el año de la indicción para determinar la fecha absoluta de cualquier documento, a menos que conozcamos de otro modo aproximadamente el período al que éste pertenece. Se adoptaron cuatro sistemas diferentes para calcular el principio y, en consecuencia, el punto determinante de los ciclos de indicción:
- el indictio Græca, según el cual la indicción se iniciaba el 1 de septiembre;
- el indictio Coesarea (o indicción de Beda) que comenzaba el 24 de septiembre;
- el indictio Romana que comenzaba el 25 de diciembre o el 1 de enero;
- y el indictio Senensis que comenzaba el 8 de septiembre.
El indictio Græca era el más antiguo de éstos y se mantuvo en uso en las bulas papales hasta 1087 y en los documentos imperiales hasta 832. Fue sustituido en parte, sobre todo en la esfera de influencia carolingia, por el indictio Coesarea.
Coincidiendo con el año de la indicción era costumbre tanto en documentos papales como imperiales mencionar el año de reinado del Papa o el emperador. Por lo que respecta a los emperadores, esto fue ordenado por Justiniano I (Novella XLVII). En el caso de los Papas, no conocemos ningún caso anterior al 787. En términos generales (aunque la norma admitía muchas excepciones, sobre todo después) el año de reinado se calculaba desde el día de la coronación o la consagración. En los actos oficiales de la mayoría de los países de la cristiandad, y especialmente en Inglaterra, siempre se daba el año de reinado del soberano, y a veces ésta era la única indicación del año.
Como un sistema continuo de la enumeración de los años, la era más antigua en uso práctico parece haber sido la conocida como la "Era de los Mártires" o “de Diocleciano” (anni Diocletiani). Su punto de partida fue la accesión del emperador Diocleciano, 29 de agosto de 284. La era española (æra Hispanica) fue de uso familiar en España desde el siglo V hasta finales de la Edad Media. Añade cerca de treinta y ocho años a la numeración ordinaria de la era cristiana. Donde prevalecían las influencias bizantinas generalmente se numeraban los años desde el principio del mundo (ab origine mundi). Esta era se calculaba a partir del 1 de septiembre y el nacimiento de Cristo, que es el punto de partida de nuestra cronología actual, sucedió en el año 5509 del sistema bizantino. Varios otros métodos de cómputo, de los cuales el más conocido es la Era de la Hegira seguida en los países mahometanos, también han prevalecido en varias localidades, pero no pueden ser discutidos en detalle aquí.
Después que se adoptó universalmente la era cristiana, todavía permaneció una importante fuente de confusión en cuanto a la datación de documentos en la diversidad de prácticas sobre el comienzo del año. Para detalles sobre esto el lector se debe referir al artículo cronología general y a las obras mencionadas en la bibliografía, pero debemos señalar aquí que entre los anglosajones, como también en diferentes períodos en la cancillería papal, el año nuevo se calculaba comenzando el 25 de diciembre. Por otra parte, en Inglaterra a partir del siglo XII, en gran medida bajo las influencias normandas, los años se contaban desde el 25 de marzo. A este arreglo se le llamaba a menudo el mos Anglicanus o computatio Anglicana, aunque también prevaleció en Florencia, Siena, Pisa, y por lo menos de vez en cuando en otras partes del continente, así como en muchos documentos papales. En Inglaterra, duró hasta el siglo XVIII, aunque después de la época isabelina se hizo cada vez más común en la datación de las cartas para indicar el sistema de datación adoptado, en el cual N.S. significaba el Estilo Nuevo o Continental, en el cual el año comenzaba el 1 de enero, y O.S. denotaba el Estilo Antiguo, en el cual el año se contaba desde el 25 de marzo. Más adelante se usó el N.S. más frecuentemente para las fechas siguientes al calendario reformado del Papa Gregorio XIII, como se explica en el artículo cronología general.
Conteo de los días
Los primeros conversos al cristianismo en Occidente naturalmente retuvieron el método de indicar los días del mes que era corriente entre sus contemporáneos paganos. De acuerdo a esto, cada mes se tomaban tres puntos fijos: las calendas en el primer día, los idus el día quince de marzo, mayo, julio y octubre (y el día trece de los demás meses), y las nonas al noveno día antes del idus, y posteriormente en el quinto o séptimo. Las fechas que caían entre estos puntos fijos eran designadas por el número de días en que caían por debajo del punto fijo siguiente. Así, el veinticuatro de mayo era llamado ante diem nonum kalendas Junias (es decir, el noveno día antes de las calendas de junio). Durante la Alta Edad Media este sistema se mantuvo prácticamente inalterado, excepto que la forma romana larga se contrajo un poco, por ejemplo ante diem decimum kalendas julias se escribía como decimo kalendas Julii.
En Bolonia prevaleció un arreglo curioso (que fue llamado consuetudo Bononiensis por su lugar de origen) que se extendió sobre gran parte del norte de Italia. De acuerdo con éste la primera mitad del mes era numerada hacia adelante y era llamada menses intrans, pero la última mitad del mes era llamada mensis exiens y era numerada hacia atrás, como en el sistema romano; así el diecisiete de mayo era llamado die quinto decimo exeuntis mensis Maii. Nuestro sistema actual de numeración de los días hacia adelante desde el primero de cada mes comenzó a aparecer en el siglo VI y poco a poco se puso más en boga a lo largo de la Edad Media, pero nunca entró al uso general debido a la costumbre de indicar los días por las fiestas del calendario local. No sólo las fiestas comunes sirvieron para este propósito, sino que a menudo también se usaban los domingos, y fueron designados por las primeras palabras de su Introito en la Misa. Por ejemplo, in Dominica lætare significa el domingo cuyo Introito comienza con Lætare in Domino, es decir, el cuarto domingo de Cuaresma. Además, la víspera de una fiesta, o el día anterior, o la octava, o un día determinado dentro de la octava, eran llamados familiarmente por su relación con la fiesta, por ejemplo, in pervigilio Nativitatis Beatæ Mariæ postridie Sancti Laurentii; in octava St. Laurentii, etc. En este método de datación, que fue empleado constantemente tanto en latín como en la lengua vernácula, se debe notar el uso de la palabra inglesa utas para la octava. Este método de datación por los días de los santos, como se entiende fácilmente, dependía mucho de las condiciones locales y siempre tendía a ser complicado e inexacto.
Fuente: Thurston, Herbert. "Dates and Dating." The Catholic Encyclopedia. Vol. 4. New York: Robert Appleton Company, 1908. <http://www.newadvent.org/cathen/04636c.htm>.
Traducido por Luz María Hernández Medina.