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Sábado, 5 de octubre de 2024

San Cirilo de Alejandría

De Enciclopedia Católica

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Su vida

Doctor de la Iglesia. La Iglesia Latina celebra la fiesta de San Cirilo el 28 de enero; en el Menologio griego se halla en el 9 de junio y (junto con San Atanasio) el 18 de enero.

Parece haber sido de una familia de Alejandría y era hijo del hermano de Teófilo, patriarca de Alejandría; si él es el Cirilo a quien se dirige San Isidoro de Pelusio en Ep. XXV de Lb. I, fue monje por un tiempo. Acompañó a Teófilo a Constantinopla cuando ese obispo celebró el "Sínodo de la Encina" en el año 402 y depuso a San Juan Crisóstomo. Teófilo falleció el día 15 de octubre de 412, y el día 18 Cirilo fue consagrado como su sucesor, pero sólo después de un motín entre sus seguidores y los de su rival Timoteo. Sócrates se queja amargamente de que uno de sus primeros actos fue saquear y cerrar las iglesias de los novacianos. También expulsó de Alejandría a los judíos, quienes habían formado una comunidad floreciente allí desde Alejandro Magno. Pero ellos habían provocado tumultos y masacrado a los cristianos y, para defenderlos, Cirilo mismo reunió una muchedumbre. Esta pudo haber sido la única defensa posible, ya que Orestes, el prefecto de Egipto, quien estaba sumamente enojado por la expulsión de los judíos, también estaba celoso del poder de Cirilo, que ciertamente rivalizaba con el suyo.

Quinientos monjes vinieron desde Nitria para defender al patriarca. En un enfrentamiento que se produjo, Orestes resultó herido en la cabeza por una piedra lanzada por un monje llamado Amonio. El prefecto ordenó que Amonio fuera torturado hasta morir y el joven y fogoso patriarca honró sus restos durante un tiempo, como si fueran los de un mártir. Los alejandrinos siempre fueron tumultuosos, tal como lo sabemos por Sócrates (VII, VII) y por el mismo San Cirilo (Hom. para la Pascua, 419). En uno de tales tumultos, en el año 422, fue asesinado el prefecto Calixto, y en otro ocurrió el asesinato de la filósofa Hypatia, una muy respetada maestra de neoplatonismo, de edad avanzada y (se dice) de muchas virtudes. Ella era amiga de Orestes, y muchos creían que se oponía a la reconciliación entre el prefecto y el patriarca. Una turba encabezada por un lector llamado Pedro, la arrastró hasta una iglesia y le arrancó su carne a con pedazos de vasija hasta que murió. Sócrates dice que esto ocasionó una gran desgracia sobre la Iglesia de Alejandría y sobre su obispo; pero un lector en Alejandría no era un clérigo (Socr., V, XXII), y Sócrates no sugiere que Cirilo tuviera la culpa. Damascio, de hecho, sí lo acusa, pero él es una autoridad posterior y un enemigo declarado de los cristianos.

Teófilo, el perseguidor de Crisóstomo, no tuvo el privilegio de la comunión con Roma desde la muerte de ese santo, en el año 406, hasta que él mismo falleciera. Durante varios años, Cirilo también se negó a colocar el nombre de San Crisóstomo en los dípticos de su Iglesia, a pesar de los pedidos de Ático, el suplantador de Crisóstomo. Parece que posteriormente cedió a la influencia de su padre espiritual, Isidoro de Pelusio (Isid., Ep. I, 370). Sin embargo, incluso después del Concilio de Éfeso, ese santo todavía halló algo que reprocharle sobre este asunto (Ep. I, 310). Por lo menos parece que Cirilo hacía tiempo contaba con la confianza de Roma.

Era el invierno de los años 427-28 cuando Nestorio el antioqueno se convirtió en patriarca de Constantinopla. Cirilo pronto supo de sus enseñanzas heréticas, y contra él enseñó el uso del término Theotokus en su carta pascual del año 429 y en una carta a los monjes de Egipto. Luego hubo un intercambio de correspondencia con Nestorio, en un tono más moderado del que pudiera haberse esperado. Nestorio le envió sus sermones al Papa Celestino, sin obtener respuesta, ya que el Papa le escribió a San Cirilo, solicitándole mayor información. Roma se había alineado con San Juan Crisóstomo contra Teófilo, pero no había censurado la ortodoxia de éste último, ni había aprobado los poderes patriarcales ejercidos por los obispos de Constantinopla. Para San Celestino, Cirilo no sólo era el primer prelado de Oriente, sino también el heredero de las tradiciones de San Atanasio y Pedro. La confianza del Papa no fue defraudada: Cirilo había aprendido la prudencia. Pedro había intentado, sin éxito, nombrar un obispo en Constantinopla; Teófilo había depuesto a otro. Aunque en este caso Alejandría estaba en lo correcto, San Cirilo no actúa en su propio nombre, sino que denuncia a Nestorio ante San Celestino, ya que las antiguas costumbres, dice, lo convencieron de presentar el asunto ante el Papa. Él relata todo lo ocurrido y le ruega a Celestino que decrete lo que considere adecuado (typosai to dokoun ---una frase que el Dr. Bright prefiere atenuar en "formular su opinión"), y que se lo comunique a los obispos de Macedonia y de Oriente (es decir, el patriarcado antioqueno).

La respuesta del Papa fue de una severidad sorprendente. Él ya había encargado a Juan Casiano que escribiera su muy conocido tratado sobre la Encarnación. En esta ocasión convoco un concilio (tales concilios romanos tenían un tanto el oficio de las actuales Congregaciones Romanas), y envió una carta a Alejandría, con copias a Constantinopla, Filipo, Jerusalén y Antioquía. Cirilo debería asumir la autoridad de la Sede Romana y advertirle a Nestorio que a menos que se retractara dentro de los diez días de recibido este ultimátum, él sería separado de "nuestro cuerpo" (los Papas de ese entonces tenían el hábito de referirse a otras iglesias como “miembros”, de los cuales ellos eran la cabeza; el cuerpo es, por supuesto, la Iglesia Católica). En caso que Nestorio no se sometiera, Cirilo debía "tomar las medidas necesarias para" la Iglesia de Constantinopla. Semejante sentencia de excomunión y deposición no debe confundirse con el simple retiro de la comunión por parte de los Papas al mismo Cirilo en una etapa anterior, a Teófilo, o, en Antioquía, a San Flaviano o Melecio. Este era el decreto que Cirilo había solicitado. Dado que Cirilo ya había escrito dos veces a Nestorio, su citación en nombre del Papa debe considerarse como una tercera advertencia, tras la cual no se otorgaría gracia alguna.

San Cirilo convocó un concilio de sus sufragáneos, y redactó una carta con doce proposiciones que Nestorio tendría que considerar anatemas. La epístola no tenía carácter conciliador, y Nestorio quizás quedó muy sorprendido. Las doce proposiciones no provenían de Roma, y tampoco estaban igualmente claras; una o dos de ellas estuvieron posteriormente entre las autoridades invocadas por los herejes monofisitas en su propio beneficio. Cirilo encabezaba la escuela teológica rival de la de Antioquía, donde Nestorio había estudiado, y era el rival hereditario del supuesto patriarca de Constantinopla. Cirilo también le escribió a Juan, patriarca de Antioquía, informándole sobre los hechos e insinuándole que si Juan apoyaba a su viejo amigo Nestorio, se vería aislado contra Roma, Macedonia y Egipto. Juan entendió el mensaje y le pidió a Nestorio que cediera. Mientras tanto, en la misma Constantinopla mucha gente decidió alejarse de Nestorio, y el emperador Teodosio II había sido convencido para que convocara a un concilio general que se efectuaría en Éfeso. Las cartas imperiales se despacharon el 19 de noviembre, en tanto que los obispos enviados por Cirilo llegaron a Constantinopla recién el 7 de diciembre. Nestorio, un tanto naturalmente, se negó a aceptar el mensaje de su rival, y el 13 y 14 de diciembre predicó en público contra Cirilo, llamándolo calumniador, y acusándolo de haber empleado sobornos (lo cual probablemente era cierto, ya que era una práctica habitual); pero se declaró dispuesto a utilizar la palabra Theotokos. Le envió estos sermones a Juan de Antioquía, quien los prefirió a los anatemas de Cirilo. Nestorio, sin embargo, emitió doce proposiciones con anatemas adjuntos. Si podía considerarse que las proposiciones de Cirilo negaban las dos naturalezas en Cristo, las de Nestorio apenas ocultaban su creencia en dos personas distintas. Teodoreto presionó aún más a Juan, y escribió un tratado contra Cirilo, al que este último respondió con cierta calidez. Él también escribió una “Respuesta”, en cinco libros, a los sermones de Nestorio.

Ya que todavía faltaba inventarse la idea propia del siglo XV de un concilio ecuménico superior al Papa, y sólo había un antecedente de semejante asamblea, no nos sorprende que San Celestino recibiera con entusiasmo la iniciativa del emperador, y esperaba que el concilio trajera la paz. (Ver Concilio de Éfeso). Cuando Nestorio llegó con el comisionado imperial, el conde Candidiano, y su propio amigo, el conde Ireneo encontró las iglesias de Éfeso cerradas para él. Cirilo llegó con cincuenta de sus obispos. Palestina, Creta, Asia Menor y Grecia agregaron su cuota. Pero Juan de Antioquía y sus sufragáneos se demoraban en llegar. Cirilo pudo haber pensado, correcta o incorrectamente, que Juan no deseaba estar presente en el juicio de su amigo Nestorio, o que deseaba ganar tiempo para él, así que dio inicio al concilio, sin Juan, el 22 de junio, a pesar de la solicitud de sesenta y ocho obispos para que lo dilatara. Este fue un error inicial, con resultados desastrosos.

Los legados de Roma no habían llegado, por lo que Cirilo no tenía respuesta a la carta que le había escrito a Celestino preguntándole "si el santo sínodo debía recibir a un hombre que condenaba lo que predicaba, o, debido a que ya había terminado el tiempo de espera, si la sentencia todavía seguía vigente”. Cirilo pudo haber asumido que el Papa, al estar de acuerdo en enviar sus legados, tenía la intención de que Nestorio tuviera un juicio completo, pero era más conveniente suponer que el ultimátum de Roma no había sido suspendido y que el concilio debía regirse por el mismo. Por lo tanto, asumió el rol de presidente, no sólo como el de mayor rango, sino también como si todavía tuviese el lugar de Celestino, aunque él no pudo haber recibido ningún nuevo encargo del Papa.

Se citó a Nestorio para que explicara su dejadez en cuanto a la anterior advertencia de Cirilo en nombre del Papa, pero él se negó a recibir a los cuatro obispos enviados por el concilio. En consecuencia sólo quedaba el procedimiento formal, pues el concilio estaba obligado por los cánones a deponer a Nestorio por su contumacia, ya que él no se haría presente y, por la carta de Celestino a condenarlo por herejía, ya que no se había retractado. Se leyó la correspondencia entre Roma, Alejandría y Constantinopla, y se leyeron algunos testimonios de escritores anteriores que demostraban los errores de Nestorio. Todos los obispos aprobaron la segunda carta de Cirilo a Nestorio; se condenó la respuesta de Nestorio, y no hubo discusión; no hubo comentarios a la carta de Cirilo y los diez anatemas y todo se concluyó en una sola sesión. El concilio declaró que era “de necesidad obligada” por los cánones y por la carta de Celestino la deposición y excomunión de Nestorio. Los legados papales, que se habían retrasado por el mal tiempo, llegaron el 10 de julio y confirmaron solemnemente la sentencia por la autoridad de San Pedro, pues la negativa de Nestorio a comparecer había dejado sin efecto el permiso que traían del Papa de perdonarlo si se arrepentía.

Mientras tanto, Juan de Antioquía y su cortejo habían llegado el 26 y 27 de junio. Constituyeron un concilio rival con cuarenta y tres obispos y depusieron a Memnon, obispo de Éfeso, y a San Cirilo, acusando a este último de apolinarismo e incluso de eunomianismo. Ambos apelaron al emperador, quien tomó la sorprendente decisión de enviar un cargo en que trataba a Nestorio, Cirilo y Memnon como legalmente depuestos. Se les mantuvo en estrecha vigilancia; pero eventualmente el emperador se inclinó por el punto de vista ortodoxo, aunque disolvió el concilio; a Cirilo se le permitió regresar a su diócesis, y Nestorio se retiró a Antioquía; después fue deportado al Gran Oasis en Egipto.

Mientras tanto, el Papa Celestino falleció y su sucesor, Sixto III, confirmó el concilio e intentó que Juan de Antioquía anatematizara a Nestorio. Durante un tiempo, el opositor más fuerte a Cirilo fue Teodoreto, pero eventualmente él aprobó una carta de Cirilo para Acacio de Beroea. Juan envió a Pablo, obispo de Emesa, como su plenipotenciario a Alejandría, y arregló la reconciliación con Cirilo. Aunque Teodoreto todavía se negaba a denunciar la defensa de Nestorio, Juan sí lo hizo, y Cirilo expresó su alegría en una carta a Juan. San Isidoro de Pelusio ahora temía que el impulsivo Cirilo hubiera cedido demasiado (Ep. I, 334). El gran patriarca compuso muchos más tratados, cartas dogmáticas y sermones. Él falleció el 9 o el 27 de junio del año 444, luego de un obispado de casi treinta y dos años.

La principal fama de San Cirilo descansa en su defensa de la doctrina católica contra Nestorio. Indudablemente que ese hereje estaba confundido e inseguro. Él quería, en contra de Apolinario, enseñar que Cristo era un hombre perfecto, y tomó la negación de una personalidad humana en el Nuestro Señor para implicar una limitación apolinarista en su naturaleza humana. Por lo tanto, para Nestorio, la unión de las naturalezas humana y Divina era una unión indeciblemente estrecha, pero no una unión hipostática. San Cirilo enseñaba la unión personal, o hipostática, en los términos más sencillos; y cuando sus escritos se revisan como un todo, se hace evidente que él siempre sostuvo el punto de vista verdadero: que Cristo tiene dos naturalezas perfectas y distintas, la Divina y la humana. Pero él no admitiría dos physeis en Cristo, porque consideraba que physeis implicaba no simplemente una naturaleza, sino una naturaleza subsistente (es decir, personal). Sus oponentes lo tergiversaban diciendo que él enseñaba que la persona Divina sufría, en su naturaleza humana; y constantemente se le acusaba de apolinarismo.

Por otro lado, después su muerte, se fundó el monofisismo en base a una interpretación errada de su enseñanza. Particularmente desafortunada fue la fórmula “una naturaleza encarnada de Dios el Verbo" (mia physis tou Theou Logou sesarkomene), que tomó de un tratado sobre la Encarnación que él consideraba ser de su gran predecesor San Atanasio. Con esta expresión, él simplemente intentaba enfatizar contra Nestorio la unidad de la Persona de Cristo; pero las palabras, de hecho, expresaban igualmente la naturaleza única que enseñaba Eutiques y por su propio sucesor, Dióscoro. Él presenta de manera admirable la necesidad de la doctrina completa de nuestra humana a Dios, a fin de explicar el esquema de la redención del hombre. Argumenta que la carne de Cristo es verdaderamente la carne de Dios, en que da vida en la Santa Eucaristía. Reconocemos al discípulo de Atanasio en la riqueza y profundidad de su tratamiento filosófico y devoto de la Encarnación. Pero la precisión de su lenguaje, y tal vez también la de su pensamiento, queda muy atrás de la que desarrolló San León unos cuantos años luego de la muerte de Cirilo.

Cirilo era un hombre de gran valor y fuerza de carácter. A menudo podemos discernir que su vehemencia natural fue reprimida y disciplinada, y que escuchaba con humildad las severas advertencias de su maestro y consejero, [[San Isidoro de Pelusio | San Isidoro. Como teólogo, es uno de los grandes escritores y pensadores de los primeros tiempos. Sin embargo, los problemas que surgieron del Concilio de Éfeso se debieron a sus acciones impulsivas; más paciencia y diplomacia podrían incluso haber evitado que la vasta secta nestoriana surgiera del todo. A pesar de su propia comprensión firme conocimiento de la verdad, unos pocos años después de su época, todo su patriarcado apostató en una herejía basada en sus escritos y nunca pudo ser recuperado para la fe católica. Sin embargo, él siempre ha sido muy venerado en la Iglesia. Sus cartas, particularmente la segunda carta a Nestorio, no sólo fueron aprobadas por el Concilio de Éfeso, sino por muchos concilios posteriores, y a menudo se ha apelado a ellas como pruebas de ortodoxia. En el Oriente se le [[honor | honró siempre como uno de los más grandes Doctores. Su Misa y Oficio como Doctor de la Iglesia fueron aprobados por el Papa León XIII en 1883.

Sus escritos

Las obras ]]exégesis bíblica | exegéticas]] de San Cirilo son bastante numerosas. Los diecisiete libros "Sobre la Adoración en Espíritu y en Verdad " son una exposición de la naturaleza típica y espiritual del Antigua Ley. Los Glaphyra o "brillantes", comentarios sobre el Pentateuco son de la misma naturaleza. Largas explicaciones sobre Isaías y los profetas menores ofrecen una interpretación mística al estilo alejandrino. Sólo quedan fragmentos de otras obras sobre el Antiguo Testamento, así como de exposiciones sobre Mateo, Lucas y algunas de las Epístolas, pero gran parte de la de San Lucas se conserva en una versión siríaca. Los más interesantes sermones y cartas de San Cirilo son los que se refieren a la controversia nestoriana. Quedan diez libros de la gran obra apologética en veinte libros contra Juliano el Apóstata. Entre sus tratados teológicos tenemos dos obras extensas y una menor sobre la Santísima Trinidad, así como diversos tratados y tractos relacionados con la controversia nestoriana.

La primera edición compilada de las obras de San Cirilo fue la de J. Aubert, 7 vols., Paris, 1638; Fabricio enumeró varias ediciones anteriores de algunas partes en latín solamente. El cardenal Mai añadió más material en los volúmenes segundo y tercero de su "Bibliotheca nova Patrum", II-III, 1852; éste es incorporado junto con mucho material de la Catenæ publicado por Ghislerius (1633), Corderio, Posino y Cranor (1838), en la reimpresión de Migne de la edición de Aubert (P.G. LXVIII-LXVII, París, 1864). Mejores ediciones de obras individuales incluyen a P. E. Pusey, "Cyrilli Alex. Epistolae tres oecumenicae, libri V c. Nestorium, XII capitum explanatio, XII capitum defensio utraque scholia de Incarnatione Unigeniti" (Oxford, 1875); "De recta fide ad principissas de recta fide ad Augustas, quad unus Christus, dialogus apologeticus ad Imp." (Oxford, 1877); "Cyrilli Alex. en XII Prophetas" (Oxford, 1868, 2 vols.); "In divi Joannis Evangelium" (Oxford, 1872, 3 vols., incluyendo los fragmentos sobre las Epístolas). "Three Epistles, with revised text and English translation" (Oxford, 1872); traducciones en Oxford "Library of the Fathers"; "Commentary on St. John", I (1874), II (1885); “Five tomes against Nestorius" (1881); R. Payne Smith, "S. Cyrilli Alex. Comm. in Lucae evang. quae supersunt Syriace e manuscripts apud Mus. Brit." (Oxford, 1858); la misma traducida al inglés (Oxford, 1859, 2 vols.); W. Wright, "Fragments of the Homilies of Cyril of Alex. on St. Luke, edited from a Nitrian manuscript" (Londres, 1874); J. H. Bernard, "On Some Fragments of an Uncial manuscript of St. Cyril of Alex. Written on Papyrus" (Trans. of R. Irish Acad., XXIX, 18, Dublín, 1892); "Cyrilli Alex. librorum c. Julianum fragmenta syriaca", ed. E. Nestle etc. in "Scriptorum grecorum, qui Christianam impugnaverunt religionem", fasc. III (Leipzig, 1880). Fragmentos del "Liber Thesaurorum" en Pitra, "Analecta sacra et class.", I (París, 1888).


Bibliografía

La mejor biografía de San Cirilo es, quizás, la de TILLEMONT en Mémoires pour servir, etc., XIV. Vea también KOPALLIK, Cyrillus von Alexandrien (Maguncia, 1881), una apología por la enseñanza y el carácter de San Cirilo. Una opinión moderada es tomada por BRIGHT en Waymarks of Church History (Londres, 1894) y The Age of the Fathers (Londres, 1903), II, pero se le reconoce como prejuiciado cada vez que es cuestión del papado. EHRHARD, Die Cyril v. Alex. zugeschriebene Schrift, peri tes tou K. enanthropeseos, ein Werdes Theodoret (Tübingen, 1888); LOOFS, Nestoriana (Halle, 1905); WEIGL, Die Heilslehre des Cyril v. Alex. (Mainz, 1905). De los artículos de revistas se pueden mencionar: LARGENT Etudes d'hist. eccl.: S. Cyrille d'Al. et le conc. d'Ephèse (París, 1892); SCHAFER, Die Christologie des Cyril v. Al. in Theolog. Quartalschrift (Tübingen, 1895), 421; MAHE, Les anathématismes de S. Cyrille in Rev. d'hist eccl. (oct. 1906); BETHUNE-BAKER, Nestorius and his Teaching (Cambridge, 1908); MAHE, L'Eucharistie d' apres S. Cyrille d' Al. in Rev. d' Hist. Eccl. (oct. 1907); L. J. SICKING defiende a Cyril en el asunto de Hipacia en Der Katholik, CXXIX (1907), 31 y 121; CONYBEARE, The Armenian Version of Revelation and Cyril of Alexandria's scholia on the Incarnation edited from the oldest MSS. and Englished (Londres, 1907).

Fuente: Chapman, John. "St. Cyril of Alexandria." The Catholic Encyclopedia. Vol. 4. New York: Robert Appleton Company, 1908. <http://www.newadvent.org/cathen/04592b.htm>.

Traducido por Manuel Guevara. lhm