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Martes, 19 de marzo de 2024

Epístolas de San Juan

De Enciclopedia Católica

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Hay tres libros canónicos en el Nuevo Testamento escritos por el Apóstol San Juan. El tema será tratado bajo los siguientes títulos

Primera Epístola

Autenticidad

A.Evidencia externa

La brevedad de esta carta (105 versos divididos en cinco capítulos) y lo tardío de su composición podrían llevarnos a sospechar que no hay huellas de la misma en los Padres Apostólicos. Sin embargo estas huellas existen y algunas de ellas son incuestionables. San Policarpo (d. C. 110 - 117, de acuerdo con Harnack, cuya cronología seguiremos en este artículo) escribe a los Filipenses: “Porque quien no confiese a Jesucristo venido en carne es Anticristo” (c. vi; Funk, “Padres Apostólicos”, I, 304). Aquí hay una traza evidente de Juan I, iv, 2 - 3; tan evidente que Harnack estima este testimonio de Policarpo como prueba concluyente que la primera Epístola y, en consecuencia, el Evangelio de San Juan fueron escritos hacia el final del reino de Trajano, es decir, antes del 117 d. C. (confrontar Chronologie der Altchristlichen Litteratur, I, 658). Es cierto que Policarpo no nombra a Juan ni cita textualmente sus palabras; los Padres Apostólicos citan de memoria y no se inclinan por nombrar al autor inspirado a quien ellos citan. El argumento del uso de I Juan por Policarpo está fortalecido por el hecho que él era, de acuerdo con Irineo, discípulo de San Juan. La frase Joánica distintiva “venido en carne” (en sarki eleluthota) es usada también en la Epístola de Barnabas (v, 10; Funk, op. cit., I, 53) que fue escrita alrededor del 130 d. C. Sabemos por la autoridad de Eusebio (Hist. eccl., V, xx) que ésta Primera Epístola de San Juan fue citada por Papías, discípulo de Juan y seguidor de Policarpo (d. C. 145 - 160). Irineo (d. D. 181-189) no sólo cita a I Juan ii, 18, y v, 1 sino que atribuye la cita de Juan a “San Juan el discípulo del Señor” ("Adv. Hær." 3, 16; Eusebius, "Hist. eccl.", V, viii). El Canon Muratoriano (d. C. 195 - 205) cuenta la historia de los escritos del Evangelio de San Juan consecuentes con una revelación hecha al Apóstol Andrés y agrega: “Lo que es asombro, entonces, es que Juan tan frecuentemente en sus cartas nos da detalles de su Evangelio y dice de sí mismo, etc” -- aquí se cita I Juan i, 1. San Clemente of Alexandria (d. D. 190-203) cita el v, 3, con su usualmente indudable exactitud, y expresamente asigna las palabras a Juan ("Pædag.", III, xi; Kirch. Comm., ed. I, p. 281). Tertuliano (d. D. 194-221) (de acuerdo con Domingo) nos dice que Juan, en su Epístola, denomina como Anticristo a aquellos que niegan que Cristo es venido en carne (De Præscrip. 33), y claramente atribuye a “Juan el autor del Apocalipsis” varios pasajes de la Primera Epístola (cf. "Adv. Marc.", III, 8, y V, 16, en P. L., II, 359 y 543; "Adv. Gnost.", 12, en P. L., II, 169; "Adv. Prax.", 15, en P. L., II, 196).

B. Evidencia interna

Es tan llamativa la evidencia interna a favor de una autoría en común entre el Evangelio y la Primera Epístola de San Juan, como para ser casi universalmente admitida. No puede ser accidental que en ambos documentos encontremos las palabras distintivas y siempre recurrentes de luz, oscuridad, verdad, vida, y amor; las frases Joánicas exactas “caminar en la luz”, “ser de la verdad”, “ser del diablo”, “ser del mundo”, “vencer al mundo”, etc. Sólo aquellos críticos excépticos y erráticos como Holtzmann y Schmiedel pueden negar la fortaleza de este argumento sobre la evidencia interna; ellos concluyen que ambos documentos provienen de la misma escuela, no de la misma mano.

Lugar en el Canon

Las citas precedentes, el hecho de que nunca hubo una controversia o duda entre los padres en materia de la canonicidad de la Primera Epístola de Juan, la existencia de este documento en todas las antiguas traducciones del Nuevo Testamento y en los grandes manuscritos unciales (Sinaíticos, Alejandrinos, etc) -- estos son argumentos de enorme fuerza para establecer la aceptación de esta carta por la primitiva Iglesia como Escritura canónica, y para provar que la inclusión de la Primera Epístola de San Juan en el Canon del Concilio de Trento fue solo la aceptación conciliar de un hecho ya existente -- el hecho es que la carta ha estado siempre entre las homologadas como Escritos Sagrados.

Integridad

La única parte de la carta concerniente a la autenticidad y canonicidad en la que hay una seria duda, es en el famoso pasaje de los tres testigos: “Pues son tres los que dan testimonio”(en el cielo, el Padre, la Palabra, y el Espíritu Santo. Y estos tres son uno. Y hay tres que dan testimonio en la Tierra): “el Espíritu, el agua y la sangre, y los tres coinciden en lo mismo”(1 John 5:7-8). Durante los pasados tres siglos, se han realizado múltiples esfuerzos para expurgar de nuestra edición de la Vulgata Clementina de Escriturta canónica las palabras que se encuentran entre paréntesis. Examinemos los hechos del caso.

A. Manuscrito Griego

La parte en discusión no se encuentra en ningún manuscrito griego uncial y sólo se encuentra en cuatro manuscritos cursivos más recientes — uno del siglo quince y tres del siglo dieciseis. Ningún manuscrito griego epistolar contiene este pasaje.

B. Versiones

Ningun manuscrito siríaco o de alguna familia -- Peshita , Filoxenia , or Harkleana -- tiene estos tres testigos; y su presencia en los Evangelios siríacos se debe a la traducción desde la Vulgata. Tampoco los manuscritos Coptos – tanto Sahídico como Bohaírico – tienen trazas de estas partes en disputa, ni tampoco los manuscritos Etíopes que representan la influencia griega a través de los Coptos. Los manuscritos Armenios, que favorecen la lectura de la Vulgata, son admitidos como representantes de una influencia Latina que datan del siglo doce; los manuscritos Armenios tempranos están en contra de las lecturas latinas. De los viejos manuscritos latinos de Italia, solo dos tienen nuestra lectura actual de los tres testigos: El Codex Monacensis del siglo sexto o séptimo; y el Speculum,, manuscrito del siglo octavo o noveno que da algunas acotaciones desde el Nuevo Testamento. Aun la Vulgata, en la mayoría de los manuscritos tempranos, no contiene el pasaje en discusión. Testigos de la canonicidad son: la Biblia de Teodolfo (siglo octavo) en la Biblioteca Nacional de París; el Código Cavensis (siglo noveno), el mejor representante del tipo de textos españoles: Toledano (siglo décimo); y la mayoría de los manuscritos de la Vulgata después del siglo doce. Existía una disputa sobre la canonicidad de los tres testigos tan tempranamente como en el siglo sexto: ya que el prefacio de las Epístolas Católicas en el Código Fuldence (d. C. 541 – 546) se queja sobre la omisión de este pasaje en algunas de las versiones latinas.

C. Los Padres

(1) Ninguno de los Padres Griegos, hasta el siglo doce, parece conocer a los tres testigos como Escritura canónica. Cuando ellos citan los versículos 8 y 9 omiten las porciones en disputa de los versículos 7 y 8. El cuarto Concilio Lateranense (d. C. 1215), en su decreto contra el abad Joaquín (ver Denzinger n. 431, 10 edición) señala el pasaje en discusión con la observación "sicut in quibusdam codicibus invenitur" . A partir de entonces encontramos que los Padres Griegos hacen uso del texto como canónico. (2) Los Padres Sirios nunca usan este texto. (3) Los Padres Armenios no lo usan antes del siglo doce. (4) Los Padres Latinos hace un uso más temprano de este texto como Escritura Canónica. San Cipriano (siglo tercero) indudablemente parece tenerlo en mente cuando señala en Juan, x, 30, y añade: “Et iterum de Patre et Filio et Spiritu Sancto scriptum est -- Et hi tres unum sunt” (De Unitate Ecclesiæ, vi). Es también claro el testigo de San Fulgencio (siglo sexto, “Respuesta contra los Arrianos” en P.L, LXV, 224), quien se refiere al testigo antes mencionado de San Cipriano. En realidad, fuera de San Agustín, los Padres de la Iglesia Africana deben agruparse con San Cipriano en favor de la canonicidad de este pasaje. El silencio del importante y voluminoso San Agustín y las variaciones en la forma del texto en la Iglesia Africana son hechos admitidos y que militan contra la canonicidad de los tres testigos. San Jerónimo (siglo cuarto) no parece conocer el texto. Después del siglo sexto, el pasaje en disputa es usado cada vez más por los Padres Latinos; y para el siglo doce, se cita comunmente como Escritura canónica.

D. Documentos Eclesiásticos

El primer decreto ecuménico definido es el del Concilio de Trento, donde la Iglesia establece el Canon de las Sagradas Escrituras. No podemos decir que el decreto Conciliar incluya necesariamente en el Canon a los tres testigos. Ya que en las discusiones preliminares en los signos que conducen a la canonización de “todo el libro con todas sus partes, como se desea que sea leído en la Iglesia Católica y está contenido en la vieja Vulgata Latina”, no hay nada en absoluto en cuanto a referencias de esta parte en especial; por ello esta parte en especial no está canonizada por el Concilio de Trento, salvo que sea cierto que el texto de los tres testigos “se desea que sea leído en la Iglesia Católica y está contenido en la vieja Vulgata Latina”. Ambas condiciones deben ser verificadas antes que la canonicidad de los textos sea cierta. Ninguna de estas condiciones ha sido verificada con certeza; por el contrario, la crítica textual parece indicar que el Comma Johanninum en ninguna época ni en ningún lugar fue deseado ser leído en la Iglesia Católica y no está contenido en la vieja Vulgata Latina original. De todas maneras, el Teólogo Católico debe tener en cuanta más que la crítica textual; para él las auténticas decisiones de todas las Congregaciones Romanas (Sacræ Cardinalium Congregationes) son las señales que guían en el uso de las Sagradas Escrituras, que la Iglesia y sólo la Iglesia le ha dado a él como Palabra de Dios - él no puede pasar por encima de la decisión disciplinaria del Santo Oficio (13 de enero de 1897), a través del cual se decreta que la autenticidad del Comma Johanninum no puede negarse con seguridad (tuto) o ponerse en duda. Esta decisión disciplinaria fue aprobada por Leon XIII dos días después. Aunque su aprobación no fue in forma specifica, como la aprobación del decreto “Lamentabili” de Pío X, todas las discusiones ulteriores sobre el texto en cuestión deben llevarse adelante con la deferencia debida a este decreto. (Ver "Revue Biblique", 1898, p. 149; and Pesch, "Prælectiones Dogmaticæ", II, 250.)

Autor

Ha sido de crucial importancia determinar que esta carta es auténtica, es decir, que pertenece a la era Apostólica, que es apostólica en sus orígenes y es fidedigna. Entre los que admiten la autenticidad y canonicidad de la carta, algunos sostienen que el escritor sagrado no fue el Apóstol San Juan sino Juan el Presbítero. Hemos seguido los rastros de la tradición del origen Apostólico de la carta hasta los tiempos de San Irineo. Harnack y sus colaboradores admiten que Irineo, discípulo de Policarpo, asigna su autoría al Apóstol San Juan; pero tienen la insolencia de lanzarse sobre toda la tradición, para acusar a San Irineo de equivocarse en este tema, y apegarse al dudoso testimonio de Papías, y dejar completamente de lado y a pesar de ser un hecho evidente que a través de tres siglos, ningún otro escritor eclesiástico ha conocido algo sobre este Juan el Presbítero. El dudoso testimonio de Papías es definido para nosotros por Eusebio "Hist. eccl." III, xxxix, Funk, "Patres Apostolici", I, p. 350): “Y si alguno viene en mi camino que ha sido seguidor de los antiguos, le pregunto sobre lo dicho por los antiguos –que a dicho Andrés, o qué ha dicho Pedro, o qué Felipe, o qué Tomás o Santiago, o qué ha dicho Juan (he ti Ioannes) o Mateo o alguno más de los discípulos del Señor; y que decían Aristion y Juan el mayor, los discípulos del Señor?” (a te Apistion kai ho presbuteros Ioannes, oi tou kuriou mathetai legousin). Harnack insiste que Eusebio lee sus fuentes minuciosamente; y, por la autoridad de Eusebio y de Papías, postula la existencia del discípulo del Señor llamado Juan el Mayor, quien era distinto del Apóstol Juan; y a este ficticio Juan el Mayor asigna todos los escritos Joánicos. (See Geschichte der Altchristliche Litteratur, II, i, 657.) Junto con todos los Autores Católicos, consideramos que ya sea Eusebio solo, o Papías y Eusebio, están equivocados, y que San Irineo y el resto de los Padres tienen razón. En verdad, le hechamos la culpa a Eusebio. Como dice Bardenhewer (Geschichte der Altkirchlichen Literatur, I, 540), Eusebio levanta un hombre de paja. Nunca existió un Juan el Mayor. Así piensan Funk (Padres Apostólicos, I, 354), el Dr. Salmon (Dictionary of Christian Biography, III, 398), Hausleiter (Theol. Litteraturblatt, 1896), Stilting, Guerike, y otros.

Eusebio actúa aquí como un consejero especial. Se opone al Milenialismo. Fantasea erróneamente que el Apocalipsis favorece a los Chiliastas, lo asigna a Juan el Mayor e intenta robar el trabajo a su autoridad apostólica. La torpeza de las expresiones de Papías le da ocasión a Eusebio para probar la existencia de dos discípulos del Señor llamados Juan. Para estar seguro, Papías menciona dos Juanes – uno entre los Apóstoles, el otro en relación con Aristón. Ambos son llamados mayores; y los mayores aquí (presbuteroi) son admitidos por Eusebio como Apóstoles, dado que él admite que Papías da información de aquellos que se han encontrado con los Apóstoles (substituyendo ton apostolon por ton presbuteron; ver Hist. eccl., III, xxxix, 7). De aquí que sea Papías, quien uniendo a Juan con Aristón, habla de Juan el Mayor y no de Aristón el Mayor; Aristón no era un Mayor ni un Apóstol. La razón para unir a Aristón con Juan en todo es que ambos eran testigos del presente para Papías, mientras que todos los Apóstoles era testigos de la pasada generación. Se debe notar que la segunda expresión (eipen) es usada respecto al grupo de testigos de la pasada generación, dado que la pregunta es qué han dicho, mientras que el presente (legousin) se usa respecto a los testigos de la presente generación, es decir, Aristón y Juan el mayor, dado que la pregunta es qué es lo que ellos están ahora diciendo. El Apóstol Juan vivía en tiempos de Papías. Él y sólo él puede ser el Mayor del cual Papías habla. ¿Cómo es entonces que Papías menciona a Juan dos veces?. Hausleiter conjetura que la frase he ti Ioannes es una glosa (Theol. Litteraturblatt, 1896). Es probable que la repetición del nombre de Juan sea debida a la torpeza de expresión de Papías. El no menciona a todos los Apóstoles, sino sólo a siete; aunque indudablemente signifique todos ellos. Su mención de Juan es muy natural en vista de la relación que él tuvo con el Apóstol. Luego de mencionar al grupo que se fue, él nombra a los dos de quienes recibe ahora información indirecta de las enseñanzas del Señor; estos dos son el discípulo Aristón y el Apóstol San Juan.

Tiempo y Lugar

San Irineo nos refiere que la carta fue escrita por San Juan durante su estadía en Asia. No se puede determinar nada con certeza respecto a ésto. Los argumentos más probables favorecen a Éfeso y también la ubican en los pocos últimos años de la primera centuria.

Destinatario y Propósito

La forma es la de una carta encíclica. Claramente su destino es las Iglesias a las cuales San Juan evangelizó, él habla de sus “pequeños niños”, “amados”, “hermanos”, y hay afecto y paternalidad a través de toda la carta. El propósito es idéntico al propósito del Cuarto Evangelio – que sus pequeños deben creer en Jesucristo, el Hijo de Dios, y que creyendo, tendrán vida eterna en Su nombre (1 John 5:13; John 20:31).

Argumento

Un análisis lógico de la carta podría ser un error. El pensamiento se construye no en forma analítica sino sintética. Luego de una breve introducción, San Juan trabaja la idea que Dios es Luz (i, 5); por ellos, también, nosotros caminaremos en la luz (i, 7), nos preserva del pecado (i, 6-ii, 6), observa el nuevo mandamiento del amor (ii, 7), ya que el que ama está en la luz y el que odia está en la oscuridad (ii, 8-iii). Sigue luego el segundo pensamiento Joánico que Dios es Amor (iii-v, 12). El Amor significa que somos hijos de Dios (iii, 1-4); la Filiación Divina significa que nosotros no estamos en pecado (iii, 4-13), que nos amamos unos a otros (iii, 14-44), que creemos en Jesucristo el Hijo de Dios (iv, 5, 6); ya que fue el amor lo que impulsó a Dios a entregarnos a Su Hijo único (iv, 7-v, 12). La conclusión (v, 13-final) indica al lector que el propósito de la carta es inculcar la Fe en Jesucristo, dado que esta Fe es Vida Eterna. En su conclusión así como en otras partes de la carta, el mismo pensamiento Joánico saliente y director recurre para desafiar el análisis. Juan tiene dos o tres cosas que decir; él dice estas dos o tres cosas una y otra vez y en todas las formas.

Segunda Epístola

Estos trece versículos están dirigidos contra los mismos errores Docetistas y los gérmenes del Gnosticismo a los cuales San Juan se esfuerza en arrancar de su Evangelio y de la Primera Epístola. Harnack y algunos autores, quienes admiten la canonicidad de la Segunda y Tercera Epístolas, asignan su autoría a Juan el Mayor; nosotros hemos demostrado que este Juan el Mayor nunca existió. La autenticidad de la segunda carta es avalada por muy antigüos Padres de la Iglesia. San Policarpo cita más a II Juan, 7, que I Juan, 4 ("Phil.", VII, i; Funk, "Patres Apostolici", I, 304). San Irineo expresa sentencias de II Juan, 10, como palabras de “Juan, el Discípulo del Señor”. El Canon Muratoriano habla de las dos Epístolas de Juan. San Clemente de Alejandría habla de la más larga Epístola de Juan; y, como una consecuencia, conoce por lo menos dos. Orígenes escuha a testigos de las dos cartas más cortas, las cuales “juntas no contienen cien líneas”, y no son admitidas como auténticas por todos. La canonicidad de estas dos cartas fue muy discutida. Eusebio las coloca entre las Antilegómenas . No se encuentran en la traducción en Peshito. El Canon de las Iglesias de Occidente las incluyen después del siglo cuarto; el Concilio de Trento concluyó la discusión sobre su canonicidad sostenida por algunos como Cayetano. El Canon de las Iglesias de Oriente fuera de la de Antioquía, las incluyen luego del siglo cuarto. El estilo y las formas de la segunda carta son muy similares a los de la primera. También fue muy discutido el destino de esta carta. Las palabras iniciales son interpretadas de variadas formas -- “El Presbítero, a la Señora Elegida y a sus hijos” (ho presbuteros eklekte kuria kai tois teknois autes). Hemos visto que los mayores significan los Apóstoles. ¿Quién es la Señora Elegida?, ¿es ella Kyria la elegida? ¿La Señora Eklekte? ¿Una señora llamada Eklekte Kyria?. ¿Una Señora elegida, cuyo nombre es omitido?. ¿Una Iglesia?. Cada una de estas interpretaciones tiene sus defensores. Nosotros consideramos, de acuerdo con San Jerónimo, que la carta está dirigida a una Iglesia en particular, a la cual San Juan urge sobre su fidelidad en Jesucristo, a evitar a los herejes, y a amar. Esta interpretación encaja mejor con el final de la carta “Te saludan los hijos de tu hermana Elegida”.

Tercera Epístola

Catorce versículos dirigidos a Gayo, una persona en particular. Este Gayo parece haber sido no un eclesiástico sino un hombre de leyes. Es alabado por San Juan por su hospitalidad con los hermanos visitantes (versículos 2 – 9). Sigue luego el Apóstol: “He escrito algunas cosas a la Iglesia; pero Diotrefes, que ambiciona el primer puesto entre ellos, no nos acepta” (versículo 9). Este Diotrefes podría haber sido el obispo de la Iglesia. Se lo encuentra completamente en falta, y Demetrio es puesto como un ejemplo. Esta corta carta “hermana gemela”, como la denomina San Jerónimo, a la segunda carta de San Juan, es un asunto completamente personal. No hay discusión doctrinal en ella. Se insiste en la lección de la hospitalidad, especialmente en el cuidado de los predicadores del Evangelio. La referencia más antigua del reconocimiento de la carta como Apostólica es de San Dionisio de Alejandría (siglo tercero). Eusebio se refiere a la carta llamada “la segunda y tercera de Juan, ya sea que pertenezcan al evangelista o a algún otro con su nombre” ("Hist. eccl.", III xxv; Schwartz, II, 1, p. 250). La canonicidad de esta carta ya ha sido tratada. El saludo y su final son evidencia interna de haber sido compuestas por el autor de la carta previa de Juan. El estilo simple y afectuoso, la firmeza del rechazo a Diotrefes son estrictamente Joánicos. No se sabe nada en concreto sobre el momento y lugar de su escritura, pero en general se supone que las dos pequeñas cartas fueron escritas por Juan hacia el final de su larga vida en Éfeso.


Fuente: Drum, Walter. "Epistles of Saint John." The Catholic Encyclopedia. Vol. 8. New York: Robert Appleton Company, 1910. <http://www.newadvent.org/cathen/08435a.htm>.

Traducido por Ángel Nadales.