Herramientas personales
En la EC encontrarás artículos autorizados
sobre la fe católica
Sábado, 21 de diciembre de 2024

Actos humanos

De Enciclopedia Católica

Saltar a: navegación, buscar

Los actos se denominan humanos cuando son propios del hombre como hombre; pero, cuando los actos son hechos por el hombre pero no le son propios a él como ser racional, se llaman actos de hombre.

NATURALEZA

En general, Santo Tomás y los escolásticos consideran únicamente como humanos aquellos actos libres y deliberados de la voluntad. Su punto de vista se basa en el análisis psicológico. Un acto libre es voluntario, es decir, que proviene de la voluntad del individuo hacia el fin buscado o, en otras palabras, es aquel que es desarrollado por la voluntad ante la bondad que según el entendimiento, tiene el objeto que se le presenta. Los actos libres, además, aunque no se deseen, provienen, intrínseca o extrínsecamente, de la propia determinación de la voluntad. Son aquellos actos que la voluntad puede o no producir, aunque todas las condiciones del libre albedrío estén presentes para llevarlos a cabo. Por lo tanto, son aquellos actos hacia los cuales la voluntad no se decide ni por el objeto ni tampoco por la disposición que tenga en ese momento el temperamento, ni tampoco por los hábitos, sino que es determinado por las condiciones propias de sí misma. La voluntad, en sí misma, es capaz de la autodeterminación o libertad; las otras facultades como el entendimiento, los sentidos, el movimiento, no son libres; sino que algunas de ellas están controladas por la voluntad y comparten su libertad en forma indirecta. La indeterminación activa de la conciencia, el dominio sobre sus propias acciones, es consecuente con la meditación de la razón. Porque el intelecto es capaz de discernir en un objeto dado, tanto la perfección como la imperfección, tanto el bien como el mal, y lo presenta por consiguiente a la voluntad como algo deseable en un aspecto, e indeseable en el otro. Pero, cuando un objeto es presentado de esta manera, la voluntad, a resultas de su alcance ilimitado, puede amarlo u odiarlo, puede aceptarlo o rechazarlo. La resultante de esto es la indiferencia de parte de la voluntad, la cual tiene el poder en sí misma, de escoger cualquier alternativa. De aquí que, cuando hay reflexión de parte del entendimiento, hay libertad en la voluntad y el acto que resulta es libre; y viceversa, cuando un acto procede de la voluntad de una manera irreflexiva, no es libre sino que es necesario. Por lo tanto, así como son idénticas las acciones libres y premeditadas, también lo son las acciones necesarias y no premeditadas. El libre acto de la voluntad analizado de esta forma es, evidentemente, el acto propio del hombre como ser racional. Porque es el hombre quien se convierte en su causa determinante; mientras que sus acciones necesarias están, inevitablemente, determinadas por su naturaleza y por el medio en el que se desenvuelve. El hombre es el amo de las primeras, mientras que las últimas no están bajo su dominio y por lo tanto no pueden ser rechazadas por él. Por lo tanto, estas últimas son propiamente actos humanos porque si bien son desarrolladas por el hombre, no son determinadas por él. El acto humano permite incrementos y disminuciones. Su voluntariedad no puede disminuir ni incrementar. La ignorancia permite un acto involuntariamente, dado que lo que es desconocido no puede ser hecho en forma voluntaria; las pasiones intensifican la inclinación de la voluntad, pero disminuyen la reflexión y en consecuencia la libertad.

PROPIEDADES

Los actos humanos son imputables al hombre en cuanto involucran su responsabilidad, por la misma razón que él los lleva a cabo en forma deliberada y con autodeterminación. Por lo tanto, no son sujetos a las leyes físicas que necesitan al agente, sino que a una ley que pone la voluntad bajo obligación sin interferir con su libertad de escoger. Además, son morales. Un acto moral es aquél que se realiza libremente conociendo su conformidad o no con la ley de la razón práctica y con la ley de Dios en forma última. Pero aunque un acto se lleve a cabo con conocimiento pleno, su relación con la ley de la razón es conocida. De aquí que los actos humanos sean moralmente buenos o malos, y su bondad o maldad se imputan al hombre. Y como por lo tanto pueden ser sujetos de elogio o culpa, quien los comete es visto como virtuoso o malvado, inocente o culpable, merecedor de premio o de castigo. Sobre la libertad del acto humano descansa entonces la imputabilidad y la moral, el carácter moral del hombre, su habilidad de buscar su último fin, no por necesidad o compulsión, sino que por su propia voluntad y elección; en una palabra, toda su dignidad y preeminencia en este universo visible.

PUNTOS DE VISTA RECIENTES

Las especulaciones filosóficas recientes [1907 - N. del T.] no aceptan que la libre voluntad sea concebida como la capacidad de la autodeterminación. La principal razón que arguyen en contra de esta idea es su aparente incompatibilidad con la ley de causa y efecto. Actualmente se acepta más ampliamente al determinismo que al indeterminismo. De acuerdo al determinismo, cada acto de la voluntad está determinado por el carácter del agente y por los motivos que hacen deseable la acción [Según el Diccionario de la Real Academia Española, 1992, la segunda definición dada para Determinismo y que sería coincidente con lo aquí vertido, es "sistema filosófico que admite la influencia irresistible de los motivos"; la primera definición mencionada en el Diccionario es: "sistema filosófico que subordina las determinaciones de la voluntad humana a la voluntad divina."- N. del T.]. El carácter, que consiste de las disposiciones y hábitos individuales, se hereda de los antepasados o bien se adquiere por actividades pasadas; los motivos surgen de la gratificación o del desagrado de la acción y su objeto, o bien del medio ambiente externo. Muchos deterministas omiten la libertad, la imputabilidad y la responsabilidad, ya que consideran que son inconsistentes con sus teorías. Para ellos, por lo tanto, el acto humano no puede ser nada más que un acto voluntario. Pero existen otros deterministas que admiten aún la libertad de la voluntad. En su opinión, un acto libre es aquél que "fluye del universo del carácter del agente." Y "el carácter es la constitución del yo como un todo." Definen la libertad como "el control que procede del yo como un todo, y que determina al yo como un todo." También la libertad es definida como un estado en el cual el hombre tiene voluntad sólo en conformidad con su verdad, sin cambios, y con una personalidad ilimitada. Similarmente Kant, aunque en su "Crítica de la Razón Pura" aboga por el determinismo, en su obra "Metafísica fundamental de la moral" admite la libertad de la voluntad, concibiéndola como independiente de las causas externas. Kant dice que la voluntad es una causalidad propia de los seres racionales, y que la libertad es su dote, permitiéndole actuar sin estar determinada desde afuera, al igual que la necesidad natural es la necesidad propia de las criaturas irracionales determinándose su acción por influencias externas. Agrega, sin embargo, que la voluntad debe actuar de acuerdo a leyes inmutables, ya que de otra forma caería en el absurdo. Estos deterministas denominan como humanos a los actos libres así caracterizados, porque proceden de la razón y de la personalidad del hombre. Pero en la acepción escolástica no son humanos, ni tampoco en el sentido total. Y no lo son porque no están bajo el dominio del hombre. La verdadera libertad, la que hace al hombre dueño de sus acciones, debe ser concebida como libre de toda necesidad de actuar. De esta forma fue entendida por los escolásticos. La definieron como inmune de toda necesidad tanto intrínseca como extrínseca. No así los deterministas. Según ellos, comprende la inmunidad ante la necesidad extrínseca pero no ante la intrínseca. Por lo tanto, los actos humanos, como también tanto la imputabilidad como la responsabilidad, son conceptos diferentes según se trate de las escuelas viejas o de las nuevas.

Actualmente, aunque se utilicen los mismos términos científicos y legales como en la antigüedad, ya no tienen el mismo significado que en el pasado, ni tampoco en la literatura católica o en la no católica.

MASER, Psicología (4a. ed., Nueva York, 1900); LADD, Psicología, xxvi (4a. ed., Nueva York, 1903); MACKENZIE, Manual de Ética (4a. ed., Nueva York, 1901); SUAREZ, Tract de Voluntario; OFFNER, Willensfreiheit, Zurechnung, und Verantwortung (Leipzig, 1904).

JOHN J. MING Traducido por Dr. Raúl Toledo, El Salvador