Ezequiel
De Enciclopedia Católica
Ezequiel, cuyo nombre, Yehézq'el significa "fuerte es Dios”, o “A quien Dios hace fuerte” (Ez 1,3; 3,8), fue el hijo de Buzi, y fue uno de los sacerdotes quienes, en el año 598 A.C., habían sido deportados de Jerusalén como prisioneros junto con Joaquín (II Re. 24,12-16; Cf. Ez 33,21; 40,1). Con los otros exiliados se estableció en Tell-Abib cerca del Quebar (Ez 1,1; 3,15) en Babilonia, y parece haber pasado el resto de su vida allí. En el quinto año después del cautiverio de Joaquín, y de acuerdo a algunos, el trigésimo año de su vida, Ezequiel recibió su llamado como profeta (Ez 1,2; 1,4, etc) en la visión que describe al inicio de su profecía (Ez 1,4; 3,15). De Ez 29,17 parece que profetizó durante por lo menos veintidós años.
Ezequiel fue llamado para profetizar la fidelidad de Dios en medio de tribulaciones, así como el cumplimiento de sus promesas. Durante el primer período de su ministerio, profetizó la completa destrucción del reino de Judá, y la aniquilación de la ciudad y el Templo. Después del cumplimiento de estas predicciones, se le ordenó anunciar el futuro retorno del exilio, el restablecimiento del pueblo en su propio país y, especialmente, el triunfo del Reino Mesiánico, el segundo David, de modo que el pueblo no se abandonara a la desesperación y pereciera como nación, por el contacto con los Gentiles, cuyos dioses aparentemente habían triunfado sobre el Dios de Israel. Este es el tema principal de la profecía de Ezequiel, que está dividida en tres partes. Después de la introducción, la visión del llamado del profeta (Ez 1-3,21), la primera parte contiene las profecías contra Judá antes de la caída de Jerusalén (Ez 3,22-24,27). En esta parte el profeta declara inútil la esperanza de salvar la ciudad, el reino, y el templo, y anuncia que se acerca el juicio de Dios sobre Judá. Esta parte puede ser subdividida en cinco grupos de profecías.
• Después una segunda revelación, en la que Dios comunica al profeta Su forma de actuar (3,22- 27), el profeta pronostica por hechos simbólicos (Ez 4-5) y en palabras (Ez 6-7), el sitio y captura de Jerusalén, y el destierro de Judá.
• En una visión profética, en presencia de los ancianos de Israel, Dios le revela las causas de estos castigos. En espíritu atestigua la idolatría practicada en y cerca del templo (Ez 8); Dios ordena que el culpable sea castigado y el fiel dispensado (Ez 9); La majestad de Dios proviene del templo (Ez 10), y también, después del anuncio de culpabilidad y castigo, de la ciudad. Con esto termina el juicio que el profeta comunica a los exiliados (Ez 11).
• En un tercer grupo (Ez 12-19) se reúnen muchas diferentes profecías, cuya única conexión es la relación que asumen de la culpabilidad y castigo de Jerusalén y Judá. Ezequiel profetiza por hechos simbólicos el exilio del pueblo, la huída de Sedecías, y la devastación de la tierra (Ez 12,1-20). Entonces siguen revelaciones divinas respecto a la creencia en falsas profecías, y a la incredulidad en la presencia real de la profecía verdadera. Esta fue una de las causas de los horrores (Ez 13,21-14,11) impuestos sobre el resto de los habitantes de Jerusalén (Ez 14,12-23). El profeta asemeja Jerusalén al tronco muerto de la parra, que es destinado al fuego (Ez 15); en una elaborada denuncia representa a Judá como una prostituta desvergonzada, que sobrepasa a Samaria y Sodoma en maldad (Ez16), y en un nuevo símil, condena al Rey Sedecías (Ez 17). Después un discurso sobre la justicia de Dios (Ez 18), sigue una lamentación adicional sobre los príncipes y el pueblo de Judá (Ez 19).
• En presencia de los ancianos el profeta denuncia a todo el pueblo de Israel por las abominaciones que practicaron en Egipto, en el desierto, y en Canaán (Ez 20). Por estas Judá será consumido por el fuego, y Jerusalén será exterminada por la espada (Ez 21). Abominable es la inmoralidad de Jerusalén (Ez 22), pero Judá es más culpable de lo que Israel ha sido jamás (Ez 23).
• En el día en que inicia el sitio de Jerusalén, el profeta representa, bajo la figura de una olla oxidada, lo que iba a acontecer a los habitantes de la ciudad. En ocasión de la muerte de su esposa, Dios le prohíbe estar de luto abiertamente, para enseñar a los exiliados que deben estar dispuestos a perder lo que les es más querido sin afligirse por ello (Ez 24)
En la segunda parte (Ez 25-32), se reúnen profecías relacionadas con los Gentiles. Toma, primeramente, a los pueblos vecinos que habían estado exaltados por la caída de Judá, y que habían humillado a Israel. El destino de cuatro de ellos, los Amonitas, los Moabitas, los Edomitas, y los Filisteos, está condensado en el capítulo 24. Él trata más largamente de Tiro y de su rey (Ez 26 – 28,19), después de lo cual echa un vistazo en Sidón (Ez 28,20-26). Siguen seis profecías contra Egipto, de diferentes fechas (Ez 29 – 32) La tercera parte (Ez 33 – 48) se ocupa de las elocuciones divinas sobre la restauración de Israel. Como introducción, tenemos una disertación del profeta, en su capacidad de defensor autorizado de la misericordia y justicia de Dios, después de lo cual se dirige a los que permanecieron en Judá, y a los exiliados perversos (Ez 33) La manera en la que Dios restaurará a Su pueblo es indicada solo en forma general. El Señor causará la muerte de los malos pastores; Él reunirá, guiará, y alimentará las ovejas por medio del segundo David, el Mesías (Ez 34).
Aunque el monte Seír seguirá siendo un desierto, Israel volverá al suyo. Allí Dios purificará a su pueblo, animará la nación con un nuevo espíritu, y la reestablecerá en su antiguo esplendor para la gloria de su nombre (Ez 35 -37). Israel, aunque muerto, se levantará otra vez, y los huesos secos serán cubiertos con carne y dotados con vida antes de los ojos del profeta. Efraín y Judá, bajo del segundo David, serán unificados en un reino, y el Señor morará en medio de él (Ez 37). La invencibilidad y la indestructibilidad del reino restaurado son presentadas simbólicamente en la guerra sobre Gog, su derrota ignominiosa, y la aniquilación de sus ejércitos (Ez 38 - 39). En la anterior visión profética, Dios muestra el nuevo templo (Ez 40 – 43), el nuevo culto (Ez 43 - 46), el retorno a su propia tierra, y la nueva división de esta entre las doce tribus (Ez 47 - 48), como figura de Su fundación de un reino en donde Él morará entre su pueblo, y donde será servido en Su tabernáculo de acuerdo a reglas estrictas, por sacerdotes de Su elección, y por el príncipe de la casa de David.
De esta revisión de los contenidos de la profecía, es evidente que la visión profética, las acciones simbólicas y los ejemplos, constituyen una porción considerable del libro. Lo completo de la descripción de la visión, acción y símiles, es una de las muchas causas de la oscuridad del libro de Ezequiel. Es a menudo difícil distinguir entre lo que es esencial para el asunto representado, y lo que sirve simplemente para hacer la imagen más viva. En razón de esto sucede que, en las descripciones circunstanciales, se usan palabras, cuyo significado, como aparecen solo en Ezequiel, no está determinado. Debido a esta oscuridad, errores de copista han sido arrastrados en el texto, y eso desde fecha temprana, puesto que los Setenta tiene algunos de ellos en común con el texto hebreo más antiguo que tenemos. La versión griega, sin embargo, incluye varias lecturas que ayudan a fijar el significado. La autenticidad del libro de Ezequiel es generalmente concedida. Algunos pocos consideran los capítulos 60-68 como apócrifos, porque el plan allí descrito para la construcción del templo no fue seguido, pero pasan por alto el hecho que Ezequiel aquí da una representación simbólica del templo, que era encontrar la realización espiritual en el nuevo reino de Dios. El carácter Divino de las profecías era reconocido desde el tiempo de Jesús el hijo de Sira (Eclo 49,10-11). En el Nuevo Testamento, no hay citas textuales, sino alusiones a la profecía y son sobresalientes las figuras tomadas de esta. Comparar Jn 10, etc. con Ez 34,11 etc.; Mt 22,32 con Ez 17,23. En particular San Juan en el Apocalipsis, ha seguido a veces a Ezequiel. Comparar Ap 18-21 con Ez 27, 28 etc., Ez 47 etc.
Fuente: Schets, Joseph. "Ezekiel." The Catholic Encyclopedia. Vol. 5. New York: Robert Appleton Company, 1909.
<http://www.newadvent.org/cathen/05737b.htm>.
Traducido por José Luis Fernández