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Domingo, 24 de noviembre de 2024

Diferencia entre revisiones de «Ángeles»

De Enciclopedia Católica

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==Introducción==
 
==Introducción==
  
Etimológicamente viene del Latín ángelus; del griego aggelos; de la palabra hebrea "uno que va" o "enviado", mensajero; y es usada en hebreo para designar tanto a un mensajero divino como a uno humano. La Septuaginta lo traduce por aggelos, palabra que también tiene ambos significados. La versión latina, sin embargo, distingue al mensajero espiritual o divino del humano, traduciendo el primero como angelus y el segundo como legatus o también nuntius. En algunos pasajes la versión latina usa la palabra angelus en vez de nuntius, cuando esta última expresaba mejor el sentido, por ejemplo en Isaías 18,2; 33,3, 6.
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El término '''ángeles''' (Latín ''angelus''; [[Grecia|griego]] ''aggelos''; [[Lengua y Literatura Hebreas|hebrea]] MLAK, a partir de la raíz LAK que significa "uno que va" o "enviado"; mensajero, y en hebreo es usada para designar tanto a un mensajero divino como a uno [[hombre|humano]]. La [[Versión de los Setenta]] lo traduce por ''aggelos'', palabra que también tiene ambos significados.   La [[versiones de la Biblia|versión]] latina, sin embargo, distingue al mensajero espiritual o divino del humano, y traducen el primero como ''angelus'' y el segundo como ''legatus'' o o más generalmente como ''nuntius''. En algunos pasajes la versión latina es engañosa, pues usa la palabra ''angelus'' en lugares donde ''nuntius'' habría expresado mejor el significado, por ejemplo en [[Isaías]] 18,2; 33,3.6.
  
Aquí vamos a tratar sobre los espíritus-mensajeros y vamos a tocar los siguientes puntos:
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Aquí sólo trataremos sobre los espíritus-mensajeros y se discutirán los siguientes puntos:
 
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*el significado del término en la [[Biblia]],
*el significado del término en la Biblia,
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*los oficios de los ángeles,
*los deberes de los ángeles,
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*los nombres asignados a los ángeles,
 
*los nombres asignados a los ángeles,
*la distinción entre buenos espíritus y malos,
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*la distinción entre [[espíritu]]s  [[bien|buenos]] y [[mal]]os,
 
*las divisiones de los coros angélicos,
 
*las divisiones de los coros angélicos,
*las apariciones de los ángeles, y
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*la cuestión de las apariciones angélicas, y
*el desarrollo de los escritos sobre los ángeles.
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*el desarrollo de la [[idea]] bíblica sobre los ángeles.
  
Los ángeles, a lo largo de toda la Biblia, aparecen representados como un cuerpo de seres espirituales que son intermediarios entre Dios y los hombres: "Lo creaste (al hombre) poco inferior a los ángeles" (Salmo 8,6). Ellos, al igual que los hombres, son seres creados; "Alabadle, ángeles suyos todos, todas sus huestes, alabadle! Alaben el nombre de Yahveh. pues él lo ordenó y fueron creados" (Salmo 148, 2, 5: Colosenses 1, 16-17). El hecho de que los ángeles fueron creados, fue confirmado en el Cuarto Concilio de Letrán (1215). El decreto llamado "Firmiter", contra los albigenses, habla del hecho de que ellos fueron creados, y que los hombres fueron creados después de ellos. Este decreto fue repetido por el Concilio Vaticano Primero, en su decreto "Dei Filius". Hacemos mención aquí de él, porque las palabras: "El que vive eternamente lo creó todo por igual" (Eclesiástico 18,1) se usan para demostrar la creación simultánea de todas las cosas; pero generalmente se considera que "juntos" (simul) puede aquí significar "igualmente", en el sentido de que todas las cosas fueron "igualmente" creadas. Son espíritus; el autor de la Epístola a los Hebreos dice: "¿Es que no son todos ellos espíritus servidores con la misión de asistir a los que han de heredar la salvación?" (Heb 1, 14).
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A través de la Biblia se representa a los ángeles como un cuerpo de seres espirituales intermediarios entre [[Dios]] y los [[hombre]]s: "Lo creaste (al hombre) poco inferior a los ángeles" ([[Salmos|Salmo]] 8,6).   Ellos, al igual que los hombres, son seres creados; "Alabadle, ángeles suyos todos, todas sus huestes, alabadle! Alaben ellos el nombre de [[Yahveh]], pues Él ordenó y fueron [[Creación|creados]]" (Salmo 148,2.5; [[Epístola a los Colosenses|Col.]] 1,16-17). El hecho de que los ángeles fueron creados, fue establecido en el [[Cuarto Concilio de Letrán]] (1215). El [[decreto papal|decreto]]  "Firmiter", contra los [[albigenses]], declaró tanto el hecho de que fueron creados como el de que los hombres fueron creados después de ellos. Este decreto fue repetido por el [[Concilio Vaticano I]], "Dei Filius".   Lo mencionamos aquí porque se ha sostenido que las palabras: "El que vive [[eternidad|eternamente]] lo [[Creación|creó]] todo por igual" ([[Eclesiástico|Eclo.]] 18,1) demuestran una creación simultánea de todas las cosas; pero en general se admite que "igual" (''simul'') aquí puede significar "igualmente", en el sentido de que todas las cosas fueron "igualmente" creadas. Son espíritus; el escritor de la [[Epístola a los Hebreos]] dice: “¿Es que no son todos ellos espíritus servidores con la misión de asistir a los que han de heredar la [[salvación]]?(Heb. 1,14).
  
 
==Presentes en el trono de Dios==
 
==Presentes en el trono de Dios==
  
Es con la misión de ser mensajeros que la Biblia los menciona más a menudo, pero, como San Agustín y luego San Gregorio lo expresan: angelus est nomen officii ("ángel es el nombre de su oficio") y no expresa ni su naturaleza ni su función esencial, es decir: el de estar presentes en el trono de Dios en aquella corte de cielo de la que Daniel nos ha dejado un cuadro bastante vivido:
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Es como mensajeros que con mayor frecuencia aparecen en la [[Biblia]], pero como expresa [[Vida de San Agustín de Hipona|San Agustín]], y luego San [[Papa San Gregorio I Magno|Gregorio]]: ''angelus est nomen officii'' ("ángel es el nombre de su oficio") y no expresa ni su [[naturaleza]] ni su función esencial, es decir: la de asistentes en el [[trono]] de [[Dios]] en esa corte [[cielo|celestial]] de la que [[Daniel]] nos ha dejado un cuadro vívido:
  
"Mientras yo contemplaba: Se aderezaron unos tronos y un Anciano se sentó. Su vestidura, blanca como la nieve; los cabellos de su cabeza, puros como la lana. Su trono, llamas de fuego, con ruedas de fuego ardiente. Un río de fuego corría y manaba delante de él. Miles de millares le servían, miríadas de miríadas estaban en pie delante de él. El tribunal se sentó, y se abrieron los libros. (Daniel 7,9-10; cf. Salmo 96, 7; Salmo 102, 20; Isaías 6, etc.).Esta función de las huestes angélicas es expresada por la palabra "presentarse" (Job 1, 6; 2, 1), es decir, estar presentes ante Dios, y el Señor declara que esa es su función perpetua (Mt 18, 10). En más de una ocasión se dice que hay siete ángeles cuya principal función es la de "estar siempre presentes ante la gloria de Dios" (Tob, 12, 15; Ap 8, 2-5). Esta misma idea puede querer significar "el ángel de Su presencia" (Is 63,9) una expresión también dada en el pseudo-epigráfico "Testamento de los Doce Patriarcas".
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:"Mientras yo contemplaba: Se aderezaron unos tronos y un [[El Anciano|Anciano]] se sentó. Su vestidura, blanca como la nieve; los cabellos de su cabeza, puros como la lana. Su trono, llamas de fuego, con ruedas de fuego ardiente. Un río de fuego corría y manaba delante de él. Miles de millares le servían, miríadas de miríadas estaban en pie delante de él. El tribunal se sentó, y se abrieron los libros.” [[(Libro de Daniel|Daniel]] 7,9-10; cf. [[Salmos|Sal.]] 97(96),7; Sal. 103(102),20; [[Isaías]] 6, etc.).
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Esta función de la hueste angélica es expresada por la palabra "presencia" ([[Job]]) 1,6; 2,1), y [[Jesucristo|Nuestro Señor]] se refiere a ella como su ocupación perpetua ([[Evangelio según San Mateo|Mt.]] 18,10). En más de una ocasión se dice que hay siete ángeles cuya principal función es la de "estar siempre presentes ante la gloria de Dios" ([[Tobías]] 12,15; [[Apocalipsis|Apoc.]] 8,2-5).   Esta misma idea puede denotar "el ángel de Su presencia" (Is. 63,9), una expresión que también aparece en el [[apócrifo|pseudo-epigráfico]] "Testamentos de los Doce [[patriarca|Patriarcas]]".
  
 
==Mensajeros de Dios para la humanidad==
 
==Mensajeros de Dios para la humanidad==
  
Pero estos vistazos de la vida que está más allá de lo conocido, son sólo ocasionales. Los ángeles que aparecen en la Biblia, generalmente tienen la misión de ser mensajeros de Dios para la humanidad. Ellos son los instrumentos que utiliza para comunicar Su plan a los hombres, y en la visión de Jacob, ellos son descritos ascendiendo y descendiendo una escalera que va desde la tierra al cielo, mientras que el Padre Eterno contempla al vagabundo de abajo. Fue un ángel quien encontró a Agar en el desierto (Gén, 16); unos ángeles sacaron a Lot de Sodoma; fue un ángel quien le anunció a Gedeón que debía salvar a su pueblo; un ángel anuncia el nacimiento de Sansón (Jueces, 13), y el ángel Gabriel instruyó a Daniel (Dan 8,16), aunque aquí no se le llama ángel, sino "el hombre Gabriel" (9,21). Este mismo espíritu celestial anunció el nacimiento de San Juan Bautista y la Encarnación del Redentor, la tradición le atribuye también el mensaje a los pastores (Lucas, 2, 9), y la misión más gloriosa de todas, la de fortalecer al Rey de los Ángeles en Su Agonía (Lucas 22,43). La naturaleza espiritual de los ángeles es manifestada de manera muy clara en el relato que Zacarías hace de las revelaciones que recibió por medio de un ángel. El profeta dice que el ángel estaba hablando "en él". Esto parece implicar que él era consciente de una voz interior que no era la de Dios sino la de Su mensajero. El texto Masorético, la Septuaginta, y la Vulgata describen de esta misma manera el mensaje que el ángel dio al profeta. Es una pena que la "Versión Revisada" haya, en clara oposición a los textos antedichos, oscurecido este rasgo traduciéndolo: "el ángel que hablaba conmigo": en vez de "dentro de mí" (cf. Zac 1, 9, 13-14; 2, 3; 4, 5; 5, 10).
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Pero estas ojeadas de [[vida]] más allá del velo son sólo ocasionales. Los ángeles de la [[Biblia]] aparecen generalmente en el rol de mensajeros de [[Dios]] para la [[raza humana|humanidad]]. Son los instrumentos con los que comunica su voluntad a los [[hombre]]s, y en la visión de [[Jacob]] se les describe ascendiendo y descendiendo la escalera que se extiende desde la tierra al [[cielo]], mientras que el [[Dios|Padre Eterno]] contempla al caminante de abajo.   Fue un ángel quien encontró a Agar en el [[desierto]] ([[Génesis|Gén.]] 16); unos ángeles sacaron a [[Lot]] de [[Sodoma y Gomorra|Sodoma]]; fue un ángel quien le anunció a [[Gedeón]] que salvaría a su pueblo; un ángel anuncia el nacimiento de [[Sansón]] ([[Jueces]] 13), y el ángel [[San Gabriel Arcángel|Gabriel]] instruye a [[Daniel]] ([[Libro de Daniel|Dan.]] 8,16), aunque no se le llama ángel en ninguno de estos pasajes, sino "el hombre Gabriel" (9,21). Este mismo [[espíritu]] celestial anunció el nacimiento de [[San Juan Bautista]] y [[la Encarnación]] del [[Jesucristo|Redentor]], mientras que la [[Tradición y Magisterio Vivo|tradición]] le atribuye también el mensaje a los pastores ([[Evangelio según San Lucas|Lucas]] 2,9), y la misión más [[gloria|gloriosa]] de todas, la de fortalecer al Rey de los Ángeles en su [[Agonía de Cristo|agonía]] (Lc. 22,43).   La [[naturaleza]] espiritual de los ángeles se manifiesta muy claramente en el relato que [[Zacarías]] hace de las [[revelación|revelaciones]] que recibió por medio de un ángel.   El [[profecía, profeta y profetisa|profeta]] describe al ángel como hablando "dentro de él", lo cual parece implicar que él era [[conciencia|consciente]] de una voz interior que no era la de Dios sino la de su mensajero. El texto [[Masora|masorético]], los [[Versión de los Setenta|Setenta]] y la [[Revisión de la Vulgata|Vulgata]] concurren en esta descripción de las comunicaciones hechas por el ángel al profeta.   Es una pena que la "[[Versión Revisada]]", en aparente desafío a los textos antedichos, haya oscurecido este rasgo al empeñarse en traducirlo como: "el ángel que hablaba conmigo": en vez de "dentro de mí" (cf. Zac. 1,9-14; 2,3; 4,5; 5,10).
  
Estas apariciones de ángeles generalmente duran sólo el tiempo que dura el mensaje, pero frecuentemente su misión se prolonga, y son también representados como los guardianes de las naciones en momentos en que se da algún problema específico, por ejemplo durante el Éxodo (Éxodo 14, 19; Baruc, 6, 6). Los Padres interpretan por igual que cuando se dice "el príncipe del Reino de Persia" (Dan 10, 13; 10, 21) debemos entender el ángel a quien se le confió el cuidado espiritual de ese reino, y quizá podemos ver en el "hombre de Macedonia" que se le apareció a San Pablo en Tróada, al ángel guardián de ese país (Hechos 16, 9). La Septuaginta (Dt 32, 8) ha conservado un fragmento con esta idea, aunque es difícil calibrar su significado exacto: "Cuando el Altísimo dividió las naciones, cuando esparció a los hijos de Adán, estableció los límites de las naciones según el número de los ángeles de Dios". Cuán grande era el papel que el ministerio de los ángeles representaba no sólo en la teología hebrea, sino también en las ideas religiosas de otras naciones, lo podemos ver en la expresión "como un ángel de Dios". Es usada en tres ocasiones para David (2Sam 14, 17, 20; 14, 27) y una vez por Akis de Gat (1Sam 29,9). Incluso Ester lo usa para designar a Asuero (Ester 15, 16), y se dice que la cara de San Esteban parecía "como la de un ángel" cuando estaba de pie ante el Sanedrín (Hechos 6, 15).
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Estas apariciones de ángeles generalmente duran sólo el [[tiempo]] requerido para dar el mensaje, pero frecuentemente su misión se prolonga, y se les representa como los [[ángel de la guarda|guardianes]] constituidos de las naciones en alguna crisis particular, por ejemplo, durante el Éxodo ([[Éxodo]] 14,19; [[Baruc]] 6,6).   Del mismo modo, es el punto de vista común de los [[Padres de la Iglesia|Padres]] que por "el príncipe del Reino de [[Persia]]" (Dan. 10,13.21) debemos entender el ángel a quien se le confió el cuidado espiritual de ese reino, y quizá podamos ver en el "hombre de [[Macedonia]]", que se le apareció a [[San Pablo]] en [[Tróada]], al ángel guardián de ese país ([[Hechos de los Apóstoles|Hch.]] 16,9).   Los Setenta ([[Deuteronomio|Deut.]] 32,8) nos ha conservado un fragmento de información sobre este punto, aunque es difícil calibrar su significado exacto: "Cuando [[Dios|el Altísimo]] repartió las naciones, cuando dispersó a los hijos de [[Adán]], estableció las fronteras de las [[gentiles|naciones]] según el número de los ángeles de Dios.”    De la expresión “como un ángel de Dios” se desprende cuán grande era la parte del ministerio que los ángeles desempeñaban, no sólo en la [[teología dogmática|teología]] hebrea, sino también en las [[idea]]s [[religión|religiosas]] de otras naciones.  [[David]] la usa en tres ocasiones (2 [[Libros de Samuel|Sam.]] 14,17-20; 14,27) y Akiš de Gat la usa una vez (1 Sam 29,9). Incluso [[Ester]] la usa para designar a [[Asuero]] (Ester 5,24), y se dice que la cara de [[San Esteban]] parecía "como la de un ángel" cuando estaba de pie ante el [[Sanedrín]] (Hch. 6,15).
  
 
==Guardianes personales==
 
==Guardianes personales==
  
En toda la Biblia encontramos repetidamente que cada alma tiene su ángel guardián. Abraham, al enviar a su siervo ha buscarle una esposa a Isaac, le dice: "Él enviará su Ángel delante de ti" (Génesis 24, 7). Las palabras del Salmo noventa que el diablo le citó al Señor Jesús (Mt.4, 6) es bien conocido, y Judit relata su hecho heroico diciendo: "Vive el Señor, cuyo ángel ha sido mi guardián" (13, 20). Estos pasajes y muchos parecidos (Gén, 16, 6-32; Oseas, 12, 4; 1Re 19, 5; Actos 12, 7; Sal 33, 8), si bien por sí mismos no son una prueba acerca de que cada persona tiene su ángel guardián designado, se complementan con las palabras del Señor Jesús: "Guardaos de menospreciar a uno de estos pequeños; porque yo os digo que sus ángeles, en los cielos, ven continuamente el rostro de mi Padre que está en los cielos" (Mt 18, 10), palabras que ilustran el comentario de San Agustín: "Lo que está escondido en el Antiguo Testamento, es hecho manifiesto en el Nuevo". De hecho parece que el libro de Tobías, más que cualquier otro, está dirigido a enseñarnos esta verdad, y San Jerónimo en su comentario sobre las palabras anteriormente mencionadas del Señor Jesús dice: "La dignidad de una alma es tan grande, que cada uno tiene un ángel guardián desde su nacimiento". La doctrina acerca de que los ángeles son designados nuestros guardianes es considerada una verdad de fe, pero que cada miembro de la humanidad tiene su propio ángel guardián no es de fe (de fide); sin embargo esta idea tiene tal apoyo por parte de los Doctores de la Iglesia que sería temerario negarlo (cf. San Jerónimo, supra). Pedro Lombardo (Sentencias, lib. II, dist. XI) se inclinó por la idea de que cada ángel estaba encargado de varios seres humanos. Las hermosas homilías de San Bernardo (11-14) sobre el Salmo noventa, respiran el espíritu de la Iglesia pero sin resolver la cuestión. La Biblia no sólo representa a los ángeles como nuestros guardianes, sino también como nuestros intercesores. El ángel Rafael (Tob 12, 12) dice: "Ofrecí oraciones al Señor por ti" (cf. Job, 5, 1 (Septuaginta), y 33,23 (Vulgata); Apocalipsis 8,4). El culto católico a los ángeles tiene, por ello, fundamento escriturístico. Quizás la declaración explícita más temprana sobre esto lo tenemos en las palabras de San Ambrosio: "Debemos rezarle a los ángeles que nos son dados como guardianes" (De Viduis, IX); (cf. San Agustín, Contra Faustum, XX, 21). El culto indebido a los ángeles es reprobado por San Pablo (Col, 2, 18), y que esta tendencia se siguió dando por mucho tiempo en este mismo lugar lo atestigua el Canon 35 del Sínodo de Laodicea.
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En toda la [[Biblia]] encontramos que repetidamente se da a entender que cada [[alma]] tiene su [[ángel de la guarda]]. Así, cuando [[Abraham]] envió a su siervo a buscar una esposa para [[Isaac]], le dijo: "Él enviará su Ángel delante de ti" ([[Génesis|Gén.]] 24,7). Son muy [[conocimiento|conocidas]] las palabras del [[Salmos|Salmo]] 91(90),11-12 que el [[diablo]] le citó a [[Jesucristo|Nuestro Señor]] ([[Evangelio según San Mateo|Mt.]] 4,6), y [[Judit]] (13,20) relata su hecho heroico diciendo: “¡Vive el Señor! Porque su ángel me ha protegido…”  Estos pasajes y muchos como ellos (Gén. 16,6-32; [[Oseas]] 12,5; 1 [[Libros de los Reyes|Rey.]] 19,5; [[Hechos de los Apóstoles|Hch.]] 12,7; Sal 34(33),8), a pesar de que no demuestran por sí mismos la [[doctrina cristiana|doctrina]] de que cada [[individuo, individualidad|individuo]] tiene designado su ángel de la guarda, reciben su complemento en las palabras de Nuestro Salvador: "Guardaos de menospreciar a uno de estos pequeños; porque yo os digo que sus ángeles, en los [[cielo]]s, [[Visión Beatífica|ven continuamente el rostro de mi Padre]] que está en los cielos" (Mt. 18,10), palabras que ilustran el comentario de [[Vida de San Agustín de Hipona|San Agustín]]: "Lo que está escondido en el [[Antiguo Testamento]], se hace manifiesto en el [[Nuevo Testamento|Nuevo]]".   De hecho, el libro de [[Tobías]], más que cualquier otro, parece destinado a enseñarnos esta [[verdad]], y [[San Jerónimo]] dice, en su comentario sobre las antedichas palabras de Nuestro Señor: "La dignidad de un alma es tan grande, que cada una tiene un ángel de la guarda desde su nacimiento".
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La doctrina general de que los ángeles son nuestros guardianes designados es considerada una cuestión de [[fe]], pero que cada miembro individual de la [[raza humana]] tiene su propio ángel de la guarda individual no es de fe (''de fide''); sin embargo esta idea tiene tan fuerte apoyo por parte de los [[Doctores de la Iglesia]] que sería temerario negarlo (cf. [[San Jerónimo]], ''supra'').  ).   [[Pedro Lombardo]] (Sentencias, lib. II, dist. XI) se inclina a pensar que un ángel está encargado de varios [[hombre|seres humanos]] individuales. Las hermosas [[homilía]]s de [[San Bernardo de Claraval|San Bernardo]] (11-14) sobre el Salmo 91(90) respiran el [[espíritu]] de [[la Iglesia]] pero sin resolver la cuestión.
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La Biblia no sólo representa a los ángeles como nuestros guardianes, sino también como nuestros intercesores reales. El ángel [[San Rafael Arcángel|Rafael]] ([[Tobías|Tob.]] 12,12) dice: "Ofrecí [[oración|oraciones]] al Señor por ti" [cf. [[Job]] 5,1] ([[Versión de los Setenta|los Setenta]]), y 33,23 ([[Revisión de la Vulgata|Vulgata]]); [[Apocalipsis|Apoc.]] 8,4].     El [[culto cristiano|culto]] [[católico]] a los ángeles es, pues, totalmente [[Biblia|bíblico]]. Quizás la primera declaración explícita sobre esto se encuentra en las palabras de [[San Ambrosio]]: "Debemos orar a los ángeles que nos son dados como guardianes" (De Viduis, IX); (cf. [[Vida de San Agustín de Hipona|San Agustín]], Contra Faustum, XX.21). Un culto indebido a los ángeles fue reprobado por [[San Pablo]] ([[Epístola a los Colosenses|Col.]] 2,18), el Canon 35 del [[Sínodo de Laodicea]] evidencia que esta tendencia permaneció por mucho [[tiempo]] en este mismo distrito ([[Karl Joseph von Hefele|Hefele]], Historia de los Concilios, II, 317).
  
 
==Como agentes divinos que gobiernan el mundo==
 
==Como agentes divinos que gobiernan el mundo==
  
Los pasajes anteriores, especialmente aquellos relacionados con ángeles que tenían encargos diversos, nos permite entender la idea casi unánime de los Padres de que son los ángeles quienes pusieron por obra la ley de Dios con respecto al mundo físico. La creencia semítica en el genii y en espíritus que causan el bien o el mal es bastante conocido, y rastros de ello serán hallados en la Biblia. Por ello, la peste que devastó a Israel por culpa del pecado de David por censar al pueblo de Israel, le es atribuida a un ángel el cual se dice que David vio (2Sam 24, 15-17, y de manera más explícita en 1Cro 21, 14-18). Incluso el viento que susurra en la copa de los árboles era considerado como un ángel (2Sam 5, 23-24; 1Cro 14, 14-15). Esto es declarado de forma más explícita en el pasaje de la piscina Probática (Juan 5, 1-4), aunque existen algunas dudas sobre este texto; en este pasaje se dice que el movimiento de las aguas era realizado por las visitas periódicas de un ángel. Los semitas estaban convencidos de que toda la armonía del universo, así como las interrupciones de esta armonía, era debido a Dios como creador, pero llevadas a cabo por Sus ministros. Esta idea está fuertemente marcada en el "Libro de los Júbilos" en él las hordas celestiales de ángeles buenos y malos están siempre actuando en el universo material. Maimónides (Directorium Perplexorum, IV y VI) citado por Santo Tomás de Aquino (Summa Theol., I:1:3) dice que la Biblia frecuentemente delinea los poderes de los ángeles de la naturaleza, ya que ellos manifiestan la omnipotencia de Dios (cf. San Jerónimo, En Mich., VI, 1, 2; P. L., IV, col. 1206).
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Los pasajes anteriores, especialmente aquellos relacionados con los ángeles encargados de diversas regiones, nos permiten entender la visión prácticamente unánime de los [[Padres de la Iglesia|Padres]] de que son los ángeles quienes ejecutan la [[aspecto moral de la ley divina|ley de Dios]] respecto al mundo físico. Es bastante conocida la creencia [[semitas|semítica]] en los genios (''genii'') y en espíritus que causan el [[bien]] o el [[mal]], y en la [[Biblia]] se hallan rastros de ello. Por ello, la peste que devastó a [[israelitas|Israel]] por culpa del [[pecado]] de [[David]] por censar al pueblo de Israel, se le atribuye a un ángel el cual se dice que David vio realmente (2 [[Libros de Samuel|Sam.]] 24,15-17, y de manera más explícita en 1 [[Libros de las Crónicas|Cro.]] 21,14-18).   Incluso el susurro del viento en las copas de los árboles era considerado como un ángel (2 Sam. 5,23-24; 1 Cro. 14,14-15). Esto es declarado de forma más explícita en el pasaje de la [[piscinas|piscina]] Probática ([[Evangelio según San Juan|Juan]] 5,1-4), aunque hay algunas [[duda]]s sobre este texto; en este pasaje se dice que el movimiento de las aguas es debido a las visitas periódicas de un ángel.
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Los semitas estaban convencidos de que toda la armonía del [[universo]], así como las interrupciones de esta armonía, se debían a [[Dios]] como [[Creación|creador]], pero eran llevadas a cabo por sus ministros. Este punto de vista está claramente manifiesto en el "[[Libro de los Júbilos]]", en el cual la hueste celestial de ángeles buenos y [[demonios|malos]] está siempre interfiriendo en el universo material. [[Santo Tomás de Aquino]] (Summa Theol., I, Q. 1, 3) cita que [[Maimónides]] (Directorium Perplexorum, IV y VI) afirma que la Biblia frecuentemente llama ángeles a los poderes de la [[naturaleza]], ya que ellos manifiestan la [[omnipotencia]] de [[Dios]] (cf. [[San Jerónimo]], In Mich., VI, 1, 2; P. L., IV, col. 1206).
  
 
==Organización jerárquica==
 
==Organización jerárquica==
  
Si bien los ángeles que aparecen mencionados en los libros más tempranos del Antiguo Testamento son impersonales y quedan ensombrecidos por la importancia del mensaje que llevan o por la obra que realizan, no nos dan ninguna información acerca de la existencia de una cierta jerarquía en el ejército celestial.
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Si bien los ángeles que aparecen mencionados en las primeras obras del [[Antiguo Testamento]] son extrañamente impersonales y quedan ensombrecidos por la importancia del mensaje que llevan o por la obra que realizan, no faltan pistas acerca de la existencia de una cierta jerarquía en el ejército [[cielo|celestial]].
  
Después de la expulsión de Adán del Paraíso, este es defendido de nuestros Primeros Padres por querubines que son ministros de Dios, aunque nada se menciona acerca de su naturaleza. Sólo una vez más aparece la figura de un querubín en la Biblia, en la maravillosa visión que tuvo Ezequiel en la que los describe con muchos detalles (Ezeq 1), y que en Ezequiel 10 los llama querubines. El Arca era defendida por dos querubines, pero sólo tenemos conjeturas acerca de cómo eran. Se ha sugerido, con gran probabilidad, que estos pueden ser comparados con los toros y leones alados que cuidan los palacios asirios, y también con los extraños hombres alados con cabeza de halcones pintados en las paredes de algunas de sus construcciones. Los serafines sólo aparecen en la visión de Isaías, 6, 6.
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Después de la caída de [[Adán]], el [[Paraíso Terrenal|Paraíso]] quedó vigilado contra nuestros Primeros Padres por [[querubín|querubines]] que son claramente [[ministro]]s de [[Dios]], aunque no se dice nada acerca de su [[naturaleza]]. Sólo una vez más aparece el querubín en la [[Biblia]], a saber, en la maravillosa [[visiones y apariciones|visión]] de [[Ezequiel]] en la que los describe con muchos detalles (Ez. 1), y que son llamados realmente ''cherub'' en Ezequiel 10.   El [[Arca de la Alianza|Arca]] era custodiada por dos querubines, pero sólo nos queda conjeturar acerca de cómo eran. Se ha sugerido, con gran probabilidad, que tenemos sus homólogos en  los toros y leones alados que cuidaban los palacios [[Asiria|asirios]], y también en los extraños [[hombre]]s alados con cabeza de halcones pintados que están representados en las paredes de algunas de sus construcciones. Los [[serafín|serafines]] sólo aparecen en la visión de [[Isaías]] 6,6.
  
Ya hemos mencionado a los siete místicos que están de pie ante Dios, y parece que en ellos tenemos una indicación de un cordón interno que rodea el trono. El término arcángel sólo aparece en San Judas y 1Tes., 4, 15; pero San Pablo nos da otras dos listas de nombres de las cohortes celestiales. Nos dice (Ef 1, 21) que Cristo está "por encima de todo Principado, Potestad, Virtud, Dominación"; y, escribiendo a los Colosenses (1, 16), dice: "porque en él fueron creadas todas las cosas, en los cielos y en la tierra, las visibles y las invisibles, los Tronos, las Dominaciones, los Principados, las Potestades". Hay que señalar que San Pablo usa dos de estos nombres para señalar los poderes de la oscuridad cuando (2, 15) dice que una que Cristo haya "despojado los Principados y las Potestades. incorporándolos a su cortejo triunfal". Y no es de menos importancia que sólo dos versículos después advierta a sus lectores a no dejarse seducir por "el culto de los ángeles". Aparentemente pone su sello en una cierta angelología permitida, y al mismo tiempo advierte en contra de las supersticiones sobre este asunto. Tenemos una insinuación de algunos excesos en el Libro de Enoc, en el que, como ya dijimos, los ángeles tienen un papel bastante desproporcionado. Al igual, Josefo nos dice (Be. Jud., II, VIII, 7) que los esenios realizaban un voto para preservar los nombres de los ángeles.
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Ya hemos mencionado a los siete [[misticismo|místicos]] que están de pie ante Dios, y parece que en ellos tenemos una indicación de un cordón interno que rodea el [[trono]]. El término ''archangel'' sólo aparece en [[Epístola de San Judas|San Judas]] v. 9 y 1 [[Epístolas a los Tesalonicenses|Tes.]] 4,16; pero [[San Pablo]] nos da otras dos listas de nombres de las cohortes celestiales. Nos dice ([[Epístola a los Efesios|Ef.]] 1,21) que [[Jesucristo|Cristo]] está "por encima de todo Principado, Potestad, Virtud, Dominación"; y, escribiendo a los [[Epístola a los Colosenses|Colosenses]] (1,16), dice: "porque en él fueron creadas todas las cosas, en los cielos y en la tierra, las visibles y las invisibles, los Tronos, las Dominaciones, los Principados, las Potestades".   Hay que señalar que San Pablo usa dos de estos nombres de los poderes de la oscuridad cuando (2,15) dice que Cristo "una vez despojados los Principados y las Potestades… incorporándolos a su cortejo triunfal". Y no es poco notable que sólo dos versículos después advierta a sus lectores a no dejarse seducir por cualquier "culto de los ángeles".   Aparentemente pone su sello en una cierta angelología lícita, y al mismo [[tiempo]] advierte en contra de entregarse a la [[superstición]] sobre ese asunto.   Tenemos un indicio de tales excesos en el [[Libro de Henoc]], en el que, como ya dijimos, los ángeles juegan un papel bastante desproporcionado. Del mismo modo, [[Flavio Josefo|Josefo]] nos dice (Bel. Jud., II, VIII, 7) que los [[esenios]] tenían que hacer un [[votos|voto]] para preservar los nombres de los ángeles.
  
Ya hemos visto como (Daniel 10, 12-21) varios ángeles están designados a varios lugares, y que se les llama sus príncipes, y este mismo rasgo reaparece de manera más notable en el Apocalipsis "los ángeles de las siete Iglesias", aunque es imposible decir el significado preciso de este término. Generalmente estos siete Ángeles de las Iglesias son considerados los Obispos que ocupan éstas sedes. San Gregorio Nacianceno en su carta a los Obispos en Constantinopla en dos ocasiones les dice "Ángeles", según el idioma del Apocalipsis.
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Ya hemos visto como ([[Libro de Daniel|Daniel]] 10,12-21) se asignan varios territorios a varios ángeles, que se les llama sus príncipes, y este mismo rasgo reaparece de manera más notable en "los ángeles de las siete Iglesias" [[Apocalipsis|apocalípticos]], aunque es imposible decidir cuál es el significado preciso de este término. Generalmente a estos siete [[Ángeles de las Iglesias]] se les considera los [[obispo]]s que ocupan estas [[diócesis|sedes]]. [[San Gregorio Nacianceno]] en su discurso a los obispos en [[Constantinopla]] en dos ocasiones les llama "Ángeles", en el lenguaje del [[Apocalipsis]].
  
El tratado "De Coelesti Hierarchia" atribuido a San Dionisio Areopagita, y que ejerció una gran influencia entre los escolásticos, trata con muchos detalles las jerarquías y órdenes de los ángeles. Generalmente se considera que este trabajo no pertenece a San Dionisio, y que fue escrito algunos siglos después. Si bien su doctrina acerca de los coros de ángeles ha sido aceptada en la Iglesia con gran unanimidad, ninguna proposición referente a las jerarquías angélicas es dogma de fe. El siguiente pasaje de San Gregorio Magno (Hom. 34, en Evang.) nos dan una idea clara del punto de vista de los doctores de la Iglesia acerca de este punto:
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El tratado "De Coelesti Hierarchia" atribuido a [[Dionisio el Pseudo-Areopagita|San Dionisio Areopagita]], y que ejerció tan fuerte influencia en los [[escolasticismo|escolásticos]], trata con muchos detalles de las jerarquías y órdenes de los ángeles.   Generalmente se reconoció que este trabajo no pertenece a San Dionisio, sino que debe [[fechas y datación|datar]] de varios siglos después.   Aunque la doctrina que contiene acerca de los coros de ángeles ha sido aceptada en [[la Iglesia]] con unanimidad extraordinaria, ninguna proposición referente a las jerarquías angélicas es vinculante para nuestra [[fe]]. Los siguientes pasajes de [[Papa San Gregorio I Magno|San Gregorio Magno]] (Hom. 34, In Evang.) nos dan una [[idea]] clara del punto de vista de los [[Doctores de la Iglesia]] sobre este punto:
  
Sabemos por la autoridad de la Escritura que existen nueve órdenes de ángeles: Ángeles, Arcángeles, Virtudes, Potestades, Principados, Dominaciones, Tronos, Querubines y Serafines. Que existen Ángeles y Arcángeles casi todas las páginas de la Biblia nos lo dice, y los libros de los Profetas hablan de Querubines y Serafines. San Pablo, también, escribiendo a los Efesios enumera cuatro órdenes cuando dice: 'sobre todo Principado, Potestad, Virtud, y Dominación'; y en otra ocasión, escribiendo a los Colosenses dice: 'ni Tronos, Dominaciones, Principados, o Potestades'. Si unimos estas dos listas, tenemos cinco Órdenes, y agregando los Ángeles y Arcángeles, Querubines y Serafines, tenemos nueve Órdenes de Ángeles.
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::”Sabemos por la autoridad de la [[Escritura]] que existen nueve órdenes de ángeles, a saber: ángeles, arcángeles, virtudes, potestades, principados, dominaciones, tronos, [[querubín|querubines]] y [[serafín|serafines]]. Casi todas las páginas de la [[Biblia]] nos dicen que existen ángeles y arcángeles, y los libros de los [[profecía, profeta y profetisa|profetas]] hablan de querubines y serafines.   [[San Pablo]], también, al escribir a los [[Epístola a los Efesios|Efesios]] enumera cuatro órdenes cuando dice: 'sobre todo principado, potestad, virtud y dominación'; y en otra ocasión, escribiendo a los [[Epístola a los Colosenses|Colosenses]] dice: 'ni tronos, dominaciones, principados o potestades'. Si unimos estas dos listas, tenemos cinco órdenes, y si agregamos los ángeles y arcángeles, querubines y serafines, tenemos nueve órdenes de ángeles.
  
Santo Tomás (Summa Theologica I:108), siguiendo a San Dionisio (De Coelesti Hierarchia, VI, VII), divide a los ángeles en tres jerarquías cada una de las cuales contienen tres órdenes. Su proximidad al Ser Supremo sirve como base para esta división. En la primera jerarquía pone a los Serafines, Querubines, y Tronos; en la segunda, a las Dominaciones, Virtudes, y Potestades; en la tercera, a los Principados, Arcángeles, y Ángeles. Los únicos nombres que nos dan la Escritura de ángeles en particular son los de Rafael, Miguel, y Gabriel, nombres que significan sus atributos. Los libros judíos apócrifos, como el Libro de Enoc, nos dan el de Uriel y Jeremiel, mientras que otras fuentes apócrifas nos dan muchos más, como por ejemplo Milton en su "Paraíso Perdido". (Para conocer sobre el uso supersticioso de estos nombres, véase más arriba).
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[[Santo Tomás de Aquino|Santo Tomás]] (Summa Theologica I:108), siguiendo a San Dionisio (De Coelesti Hierarchia, VI, VII), divide a los ángeles en tres jerarquías cada una de las cuales contienen tres órdenes. Su proximidad al [[Dios|Ser Supremo]] sirve como base para esta división.   En la primera jerarquía pone a los serafines, querubines y tronos; en la segunda, a las dominaciones, virtudes y potestades; en la tercera, a los principados, arcángeles y ángeles. La Biblia sólo nos provee tres nombres de ángeles individuales, a saber, [[San Rafael Arcángel|Rafael]], [[San Miguel Arcángel|Miguel]] y [[San Gabriel Arcángel|Gabriel]], nombres que denotan sus respectivos atributos.   Libros [[judaísmo|judíos]] [[apócrifo]]s, como el [[Libro de Henoc]], nos dan los nombres de Uriel y Jeremiel, mientras que muchas otras fuentes apócrifas nos dan muchos más, como los que nombra Milton en su "Paraíso Perdido". (Sobre el uso [[superstición|supersticioso]] de estos nombres, vea arriba).
  
 
==El número de ángeles==
 
==El número de ángeles==
  
Frecuentemente se dice que el número de los ángeles es prodigioso (Daniel 7,10; Apocalipsis 5,11; Salmo 67,18; Mateo 26,53). Del uso de la palabra huestes (sabaoth) como sinónimo del ejército celestial es difícil no darse la idea de que el término "Señor de las Huestes" se refiere al mando Supremo de Dios sobre la multitud angélica (cf. Deuteronomio 33,2; 32,43; Septuaginta). Los Padres ven una referencia al número referente de hombres y ángeles en la parábola de las cien ovejas (Lucas 15,1-3), aunque esto puede parecer algo imaginativo. Los escolásticos, nuevamente siguiendo el tratado "De Coelesti Hierarchia" de San Dionisio, consideran la preponderancia del número como una perfección necesaria de las huestes angélicas (cf. Santo Tomás, Summa Theol., I:1:3).
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Frecuentemente se afirma que el número de los ángeles es prodigioso ([[Libro de Daniel|Dan.]] 7,10; [[Apocalipsis|Apoc.]] 5,11; [[Salmos|Sal.]] 68(67),18; [[Evangelio según San Mateo|Mt.]] 26,53). Del uso de la palabra huestes (''[[sabaoth]]'') como sinónimo del ejército [[cielo|celestial]] es difícil resistirse a la impresión "Señor de los Ejércitos" se refiere al mandato supremo de [[Dios]] sobre la multitud angélica (cf. [[Deuteronomio|Deut.]] 33,2; 32,43; [[Versión de los Setenta|los Setenta]]). Los [[Padres de la Iglesia|Padres]] ven una referencia al número referente de [[hombre]]s y ángeles en la [[parábola]] de las cien ovejas ([[Evangelio según San Lucas|Lc.]] 15,1-3), aunque esto pueda parecer extravagante. Los [[escolasticismo|escolásticos]], nuevamente, siguiendo el tratado "De Coelesti Hierarchia" de [[Dionisio el Pseudo-Areopagita|San Dionisio]], consideran la preponderancia de los [[uso de los números en la Iglesia|números]] como una perfección [[necesidad|necesaria]] de las huestes angélicas (cf. [[Santo Tomás de Aquino|Santo Tomás]], Summa Theol., I:1:3).
  
==Los ángeles malos==
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La distinción entre ángeles [[bien|buenos]] y ángeles [[mal]]os aparece constantemente en la [[Biblia]], pero es instructivo señalar que no existe señal alguna de cualquier [[dualismo]] o conflicto entre dos principios iguales, uno bueno y otro malo.  El conflicto descrito es más bien el librado en la tierra entre el [[Reino de Dios]] y el reino del [[diablo|Maligno]], pero siempre se supone la inferioridad del último. Entonces, se debe explicar la [[esencia y existencia|existencia]] de este [[espíritu]] inferior, y por consiguiente [[Creación|creado]]. 
  
La distinción entre ángeles buenos y ángeles malos aparece constantemente en la Biblia, pero es importante señalar que no existe señal alguna de dualismo o conflicto entre dos principios iguales, uno bueno y otro malo. El conflicto descrito es más bien realizado en la tierra entre el Reino de Dios y el Reino del Maligno, pero siempre con la inferioridad del último. La existencia, pues, de este espíritu inferior, y por consiguiente creado, debe de ser explicado.
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El desarrollo gradual de la [[conciencia]] hebrea sobre este tema está claramente presente en los escritos [[inspiración de la Biblia|inspirados]].  El relato de la caída de nuestros primeros [[padres]] ([[Génesis|Gén.]] 3) se expresa en términos tales que es imposible ver en él otra algo más que el reconocimiento de la existencia de un principio del mal que está [[celos|celoso]] de la [[raza humana]].  La declaración (Gén. 6,1) de que los "hijos de [[Dios]]" se casaban con las hijas de los [[hombre]]s se explica de la caída de los ángeles, en [[Libro de Henoc|Henoc]] VI-XI, y en los [[códice]]s D, E, F y A de [[Versión de los Setenta|los Setenta]] dice frecuentemente, por "hijos de Dios", ''oi aggeloi tou theou''.   Desgraciadamente, los códices B y C son defectuosos en Génesis 6, pero es probablemente que ellos, también, lean ''oi aggeloi'' en este pasaje, pues constantemente traducen así la expresión "los hijos de Dios"; cf. [[Job]] 1 6; 2,1; 38,7; pero por otro lado, véase [[Salmos|Sal.]] 2,1 y (89)88,7 (los Setenta). [[Filo Judeo|Filón]] sigue a los Setenta al [[comentarios bíblicos|comentario]] sobre este pasaje (en su tratado "''Quod Deus sit immutabilis''".  Para la [[doctrina cristiana|doctrina]] de Filo sobre los ángeles vea "De Vita Mosis", III,2; "De Somniis", VI; "De Incorrupta Manna", I; "De Sacrificiis", II; "De Lege Allegorica", I, 12; III, 73; y para la opinión sobre Génesis 6,1 vea [[San Justino]], Apol. II, 5.  
  
El desarrollo gradual de la conciencia hebrea sobre este tema está claramente presente en la Sagrada Escritura. El relato de la caída de nuestros Primeros Padres (Gén, 3) es expresado en tales términos que es imposible ver en ellos otra cosa diferente que la existencia de un agente del mal quien está envidioso de la raza humana. La declaración (Gén, 6, 1) de que los "hijos de Dios" se casaban con las hijas de los hombres es explicado por la caída de los ángeles, en Enoc, 6-11, y en los códices, D, E, F, y A de la Septuaginta dice frecuentemente, por "hijos de Dios", oi aggeloi tou theou. Desgraciadamente, los códices B y C son diferentes que el Génesis 6, pero probablemente es porque ellos, también, leyeron oi aggeloi en este pasaje, pues constantemente ponen la expresión "los hijos de Dios"; cf. Job, 1, 6; 2, 1; 38, 7; pero por otro lado, véase Sal 2, 1; 88, & (Septuaginta). Filón, haciendo un comentario sobre este pasaje en su tratado "Quod Deus sit immutabilis", I, sigue a la Septuaginta. Para conocer la doctrina de Filón sobre los Ángeles, cf. "De Vita Mosis", III, 2, "De Somniis", VI: "De Incorrupta Manna", I; "De Sacrifciis", II; "De Lege Allegorica", I, 12; III, 73; y para el punto de vista del Génesis 6, 1, cf. San Justino, Apol., II, 5. Debe además señalarse que la palabra hebrea nephilim que es traducida por gigantes, en 6,4, pueden significar "los caídos". Los Padres generalmente se lo refieren a los hijos de Set, el linaje escogido. En I K., XIX, 9, se lee que un espíritu malo posee a Saúl, aunque es probablemente una expresión metafórica; más explícito es el III B., XXII, 19-23, en donde se describe a un espíritu en medio del ejército celestial y que por invitación del Señor, aparece como un espíritu mentiroso en la boca de los falsos profetas de Ajab. Podemos, siguiendo a los escolásticos, explicar esto como un malum poenae el cual es realizado por Dios a causa de las faltas de los hombres. Una más exacta exégesis insistiría en el tono totalmente imaginativo de todo este episodio; no es tanto la manera en el que el mensaje es dado sino su sentido real lo que queremos desarrollar aquí.
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Debe además señalarse que la palabra [[Lengua y Literatura Hebreas|hebrea]] ''nephilim'', que es traducida como ''gigantes'' en 6,4, puede significar "los caídos".   Los [[Padres de la Iglesia|Padres]] generalmente lo refieren a los hijos de Set, el linaje escogido. En 1 [[Libros de Samuel|Sam.]] 19,9 se dice que un [[demonios|espíritu malo]] posee a [[Saúl]], aunque es probablemente una expresión metafórica; más explícito es 1 [[Libros de los Reyes|Rey.]] 22,19-23, en donde se describe a un espíritu en medio del ejército celestial y que se ofrece, por invitación del [[Yahveh|Señor]], para ser un espíritu [[mentira|mentiroso]] en la boca de los [[falsedad|falsos]] [[profecía, profeta y profetisa|profetas]] de [[Ajab]].   Siguiendo a los [[escolasticismo|escolásticos]], podemos explicar esto como un ''malum poenae'', que es realmente [[causa]]do por Dios debido a las faltas de los hombres. Una [[verdad]]era [[exégesis bíblica|exégesis]], sin embargo, insistiría en el tono puramente [[imaginación|imaginativo]] de todo el episodio; lo que está destinado a ocupar nuestra atención no es tanto la forma en que se lanza el mensaje, sino el contenido real de ese mensaje.
  
El cuadro que nos da Job 1 y 2, es igualmente imaginativo; pero Satanás, quizás la individualización más temprana del Ángel caído, se presenta como un intruso que envidia a Job. Él es, evidentemente, un ser inferior a la Deidad y puede sólo tocar a Job con permiso de Dios. La manera en la que el pensamiento teológico avanzó a medida en que la cantidad de la revelación aumentó, lo podemos ver en una comparación entre 2Sam, 24, 1, y 1Cro 21, 1. Mientras que en el primer pasaje se dice que el pecado de David fue debido a "la ira del Señor" que "incitó a David", en el último leemos que "Satanás incitó a David para hacer el censo del pueblo de Israel". En Job 4, 18, nos parece encontrar una declaración clara sobre la caída: "Y aún a sus ángeles achaca desvarío". La Septuaginta de Job contiene algunos interesantes pasajes con respecto a ángeles vengadores en quienes quizá podemos ver a los espíritus caídos, así en 33, 23: "Si hay mil ángeles mediadores de la muerte en su contra, ninguno de ellos le hará daño"; y en 36, 14: "Incluso si sus almas mueren en plena juventud, serán heridos por los ángeles"; y en 21, 15: "Las riquezas injustamente aumentadas serán vomitadas, un ángel lo sacará de su casa"; cf. Prov 17, 11; Sal 34, 5, 6; 77, 49, y especialmente, Eclesiástico 39, 33, un texto que, hasta donde puede ser deducido por el estado actual del manuscrito, estaba en el original hebreo. En algunos de estos pasajes, es verdad, los ángeles pueden ser considerados como los vengadores de la justicia de Dios, sin ser, por consiguiente, los espíritus malos. En Zac 3, 1-3, Satanás se le llama al adversario que suplica ante el Señor contra el Sumo Sacerdote Josué. Isaías 14, y Ezequiel 28, son para los Padres el loci classici con respecto a la caída de Satanás (cf. Tertul., adv. Marc., II, X); y el mismo Señor Jesús ha dado color a esta idea usando las imágenes de este último pasaje al decir a Sus Apóstoles: "Yo veía a Satanás caer del cielo como un rayo" (Lucas 10, 18). En tiempos del Nuevo Testamento la idea de los dos reinos espirituales se ve con claridad. El diablo es un ángel caído que con su caída arrastró consigo multitudes de la hueste celestial. El Señor Jesús se refiere a él como "el Príncipe de este mundo" (Juan 14, 30); el tentador de la raza humana que intenta involucrarlos en su caída (Mateo 25, 41; 2Pedro, 2, 4: Ef 6, 12: 2Cor 11, 14; 12, 7). La representación cristiana del diablo bajo la forma de un dragón deriva especialmente del Apocalipsis (9, 11-15; 12, 7-9), en donde se le menciona como el "ángel del hoyo sin fondo", "el dragón", "la serpiente antigua", etc., y se le representa como si realmente hubiese estado combatiendo con el Arcángel Miguel. La similitud entre estas escenas y los antiguos relatos babilónicos sobre la lucha entre Merodak y el dragón Tiamat son muy parecidos. Si vinculamos su origen a las vagas reminiscencias de los increíbles saurios que antiguamente poblaron la tierra es una cuestión discutible, pero el lector curioso puede consultar a Bousett, "The Anti-Christ Legend" (tr. al inglés por Keane, Londres, 1896). El traductor ha prefijado un interesante discurso sobre el origen del mito babilónico del Dragón.
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El cuadro que nos da Job 1 y 2, es igualmente imaginativo; pero [[diablo|Satanás]], quizás la primera individualización del [[demonios|ángel caído]], se presenta como un intruso que está celoso de Job. Él es, evidentemente, un ser inferior a la [[Dios|Deidad]] y sólo puede tocar a Job con permiso de [[Dios]].   A partir de una comparación de 2 Sam. 24,1 con 1 [[Libros de las Crónicas|Crón.]] 21,1 aparece cómo el pensamiento [[teología dogmática|teológico]] avanzó a medida que la cantidad de la [[revelación]] creció.   Mientras que en el primer pasaje se dice que el [[pecado]] de [[David]] fue debido a que "la [[ira]] del Señor" "incitó a David", en el segundo leemos que "Satanás incitó a David a censar a [[israelitas|Israel]]". En Job 4,18 nos parece encontrar una declaración clara sobre la caída: "Y aún a sus ángeles achaca desvarío". En los Setenta, [[Job]] contiene algunos pasajes instructivos respecto a ángeles vengadores en quienes quizá podamos ver a los [[espíritu]]s caídos, así en 33,23: "Si hay mil ángeles mediadores de la muerte en su contra, ninguno de ellos le hará daño"; y en 36,14: "Incluso si sus [[alma]]s mueren en plena juventud (debido a su imprudencia), aun así su [[vida]] será herida por los ángeles"; y en 21,15: "Las [[Uso de la riqueza|riquezas]] injustamente aumentadas serán vomitadas, un ángel lo sacará de su casa"; cf. [[Proverbios|Prov.]] 17,11; [[Salmos|Sal.]] 35(34)34,5-6; 78(77),49, y especialmente [[Eclesiástico|Eclo.]] 39,33, un texto que, hasta donde se puede deducir por el estado actual del [[manuscritos|manuscrito]], estaba en el original hebreo.   En algunos de estos pasajes, es [[verdad]], se puede considerar a los ángeles como los vengadores de la [[justicia]] de Dios, sin ser, por lo tanto, espíritus [[mal]]os. En [[Zacarías|Zac.]] 3,1-3 se le llama a Satanás el adversario que declara ante el Señor contra [[Josué]], el [[sumo sacerdote]]. [[Isaías]] 14 y [[Ezequiel]] 28 son para los [[Padres de la Iglesia|Padres]] el ''loci classici'' respecto a la caída de Satanás (cf. [[Tertuliano]], Contra Marción, 2.10); y el [[Jesucristo|Señor]] mismo le dio visos de probabilidad o [[verdad]] a esta opinión al usar las imágenes de este último pasaje al decir a sus [[los Apóstoles|Apóstoles]]: "Yo veía a Satanás caer del [[cielo]] como un rayo" ([[Evangelio según San Lucas|Lc.]] 10,18).
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En tiempos del [[Nuevo Testamento]] se establece claramente la [[idea]] de los dos reinos espirituales. El [[diablo]] es un ángel caído que en su caída arrastró consigo multitudes de la [[Sabaoth|hueste celestial]].   Nuestro [[Jesucristo|Jesús]] le llama “el príncipe de este mundo" ([[Evangelio según San Juan|Juan]] 14,30); él es el [[tentación|tentador]] de la [[raza humana]] y trata de involucrarlos en su caída ([[Evangelio según San Mateo|Mateo]] 25,41; 2 [[Epístolas de San Pedro|Ped.]] 2,4; [[Epístola a los Efesios|Ef.]] 6,12; 2 [Epístolas a los Corintios|Cor.]] 11,14; 12,7).   La representación [[cristianismo|cristiana]] del diablo bajo la forma de un dragón se deriva especialmente del [[Apocalipsis]] (9,11-15; 12,7-9), donde se le llama "el ángel del abismo", "el dragón", "la serpiente antigua", etc., y se le representa como si realmente hubiese estado en combate con el [[San Miguel Arcángel|Arcángel Miguel]].   Es muy llamativa la similitud entre estas escenas como éstas y los antiguos relatos [[Babilonia|babilónicos]] sobre la lucha entre Merodak y el dragón Tiamat.   Es una cuestión discutible si trazamos su origen a las vagas reminiscencias de los poderosos saurios que antiguamente poblaron la tierra, pero el lector curioso puede consultar a Bousett, "The Anti-Christ Legend" (tr. por Keane, [[Londres]], 1896). El traductor le ha prefijado un interesante debate sobre el origen del mito babilónico del dragón.
  
 
==El término "Ángel" en la Versión de los Setenta==
 
==El término "Ángel" en la Versión de los Setenta==
  
Hemos tenido ocasión de mencionar la versión Septuaginta en más de una ocasión, y no puede ser tomado a mal mostrar unos pasajes en el que es nuestra única fuente de información con respecto a los ángeles. El pasaje más conocido es Is 9, 6, en que la Septuaginta da al Mesías el nombre de "Ángel del gran Consejo". Nosotros ya hemos hablado de Job 20, 15, donde la Septuaginta dice "Ángel" en lugar de "Dios", y en 36, 14, donde parece trata de ángeles malos. En 9, 7, la Septuaginta (B) dice: "Él es el hebreo" (5, 19) dice de "Behemot": "Él es el inicio de los caminos de Dios, el que lo creó hará su espada para acercarse":, la Septuaginta dice: "Él es el principio de la creación de Dios, creado para que Sus Ángeles se mofen", y el mismo comentario es hecho sobre "Leviatán", 41, 24. Ya hemos visto que la Septuaginta generalmente da el término "los hijos de Dios" por "ángeles", pero en Dt 32, 43, la Septuaginta menciona ambas condiciones: "Exultad en Él todos los cielos, y adórenle todos los ángeles de Dios; exultad las naciones con su pueblo, y glorifíquenle todos los Hijos de Dios". Ni siquiera la Septuaginta nos da aquí una referencia adicional a los ángeles; la cual en ocasiones nos permite corregir pasajes difíciles sobre ellos en la Vulgata y en los textos Masoréticos. Por ejemplo, el difícil Elim del texto Masorético en Job 41, 17, la Vulgata traduce como "ángeles", y la Septuaginta "bestias salvajes". Las ideas en la antigüedad sobre la personalidad de las diferentes apariencias angélicas son, como hemos visto, notablemente vagas. Al principio los ángeles eran considerados en una forma bastante impersonal (Gén 16, 7). Son mensajeros de Dios y a menudo se les identifica con el Autor de su mensaje (Gén 48, 15-16). Pero mientras que en el pasaje del encuentro entre Jacob leemos los "Ángeles de Dios" (Gén 32, 1), en otros leemos de uno que es llamado "el Ángel de Dios" par excellence, por ejemplo Gén 31, 11. Es verdad que, debido al modismo hebreo, esto puede significar sólo "un ángel de Dios", y la Septuaginta lo traduce con o sin el artículo, a voluntad; parece que los tres visitantes en Mambré eran de diferente rango, aunque San Pablo (Heb., 13, 2) los consideró a todos igualmente ángeles; en el relato de Gén 13, el que habla es siempre "el Señor". En el relato del Ángel del Señor que visitó a Gedeón (Jueces, 6), al visitante se le llama tanto "el Ángel del Señor" como "el Señor". De igual manera, en Jueces 13, el Ángel del Señor se aparece, y tanto Manóaj como su esposa exclaman: "Seguro que vamos a morir, porque hemos visto a Dios". Esta búsqueda de claridad se puede ver especialmente clara en los varios relatos que el Éxodo da de Ángeles. En Jueces 6, mencionado recientemente, la Septuaginta tiene mucho cuidado en usar el hebreo "Señor" en vez de "el Ángel del Señor"; pero en la historia del Éxodo es el Señor que va delante de ellos como una columna de nube (Ex 13, 21), y la Septuaginta no realiza ninguna modificación (cf. también Num 14, 14, y Ne 9, 7-20). Pero, en Ex 14, 19, el que los guía es llamado "el Ángel de Dios". Cuando leemos Ex 33, en donde Dios está enfadado con Su gente por adorar al becerro de oro, es difícil no ver al mismo Dios como guía del pueblo, pero que ahora se niega a acompañarlos. Dios les ofrece a un ángel a cambio, pero por pedido de Moisés, dice (14) "Mi rostro irá contigo", la Septuaginta lo traduce por autos pero el versículo siguiente muestras que esa traducción no es posible, pues Moisés responde: "Si no vienes tú mismo, no nos hagas partir de aquí". Pero, ¿qué quiere decir Dios con "mi rostro?" ¿Es posible que algún ángel de rango especialmente alto, haga las veces de, como en Is 63, 9? (cf. Tobías 13, 15). ¿Esto no será lo que significa "el ángel de Dios?" (cf. Núm 20, 16).
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Hemos tenido ocasión de mencionar la [[Versión de los Setenta]] más de una vez, y no estará de más indicar unos pasajes en los que es nuestra única fuente de información con respecto a los ángeles.   El pasaje más conocido es [[Isaías]] 9,6, en que los Setenta da el nombre del [[Mesías]] como "Ángel del gran Consejo".   Ya hemos llamado la atención sobre [[Job]] 20,15, donde los Setenta dice "Ángel" en lugar de "[[Dios]]", y a 36,14, donde parece ser cuestión de [[demonios|ángeles malos]]. En 9,7 los Setenta (B) añade: "Él ha inventado cosas difíciles para sus ángeles; pero lo más curioso de todo  es, en 40,14, donde la [[Revisión de la Vulgata|Vulgata]] y el [[Lengua y Literatura Hebreas|hebreo]] (5,19) dicen "Behemot": "Él es el principio de los caminos de Dios, el que lo creó hará su espada para acercarse", los Setenta dice: "Él es el principio de la [[Creación]] de Dios, creado para que sus ángeles se mofen"; y exactamente el mismo comentario es hecho sobre "Leviatán" (41,24).   Ya hemos visto que los Setenta generalmente traduce el término "los hijos de Dios" por "ángeles", pero en [[Deuteronomio|Deut.]] 32,43 los Setenta tiene una adición en la que aparecen ambos términos:  menciona ambas condiciones: "Exultad en Él todos los [[cielo]]s, y [[adoración|adórenle]] todos los ángeles de Dios; exultad las [[gentiles|naciones]] con su pueblo, y glorifíquenle todos los [[adopción sobrenatural|hijos de Dios]]".   Tampoco los Setenta nos da aquí meramente una referencia adicional a los ángeles; a veces nos permite corregir pasajes difíciles sobre ellos en la Vulgata y en los textos [[Masora|masoréticos]]. Así, el difícil ''Elim'' del texto Masorético en Job 12, 17, que la Vulgata traduce como "ángeles", se convierte en bestias salvajes en la Versión de los Setenta.
  
Que un proceso de evolución en el pensamiento teológico acompañó la gradual revelación de Dios casi no es necesario decirlo, y este se ve de una manera especial en los diferentes puntos de vista con respecto al Dador de la Ley. El texto Masorético así como la Vulgata en el pasaje del Éxodo en los capítulos 3 y 19-20 nos dicen con claridad que es el Ser Supremo quien se le aparece a Moisés en la zarza y en la Monte del Sinaí; pero la versión de la Septuaginta, si bien está de acuerdo que era el mismo Dios quien le entregó la Ley, dice que fue el "ángel del Señor" quien se apareció en la zarza. Durante la época del Nuevo Testamento el punto de vista de la Septuaginta prevalecía, y en esta se considera que no sólo el ángel del Señor fue quien se apareció en la zarza, y no Dios mismo, sino que el ángel también es el Dador de la Ley (cf. Gál 3, 19; Heb 2, 2; Hch 7, 30). La persona del "ángel del Señor" encuentra su complemento en la personificación de la Sabiduría en los libros Sapienciales y en por lo menos un pasaje (Zac 3, 1) parece ser "el Hijo de Hombre" que Daniel (7, 13) vio era llevado ante "el Anciano". Zacarías dice: "Me hizo ver después al sumo sacerdote Josué, que estaba ante el ángel de Yahveh; a su derecha estaba el Satán para acusarle". Tertuliano considera muchos de estos pasajes como preludios de la Encarnación; como la Palabra de Dios prefigurando el carácter sublime con el que Él un día se revelará a los hombres (cf. adv, Prax., XVI, adv. Marc., II, 27; III, 9: I, 10, 21, 22). Es posible que, en estos diferentes puntos de vista podamos encontrar, un poco a tientas, ciertas verdades dogmáticas sobre la Trinidad, reminiscencias quizás de la revelación de la cual el Protevangelio del Gén 3 es sólo una pista. Los primeros Padres de la Iglesia, ciñéndose a la letra del texto, decían que era el mismo Dios quien se aparecía. Quien se aparecía era llamado Dios y actuaba como Dios. Por ello, no era raro que Tertuliano, como ya hemos visto, considere tales manifestaciones como un preludio de la Encarnación, y la mayoría de los Padres Orientales siguió esa misma línea de pensamiento. Ha sido sostenido incluso en 1851 por Vandenbroeck, "Dissertatio Theologica de Theophaniis sub Veteri Testamento" (Lovaina).
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Las primeras [[idea]]s en cuanto a la personalidad de las diferentes [[visiones y apariciones|apariciones]] angélicas son, como hemos visto, notablemente vagas. Al principio los ángeles eran considerados en una forma bastante impersonal ([[Génesis|Gén.]] 16,7).  Son vicarios de Dios y a menudo se les identifica con el [[Dios|Autor]] de su mensaje (Gén 48,15-16). Pero mientras leemos que “los ángeles de Dios” se encuentran con [[Jacob]] (Gén. 32,1), otras veces leemos sobre uno que es llamado "el Ángel de Dios" ''par excellence'', por ejemplo Gén. 31,11.  Es [[verdad]] que, debido al idioma hebreo, esto puede significar sólo "un ángel de Dios", y los Setenta lo traduce con o sin el artículo a voluntad; sin embargo, los tres visitantes en Mambré parecen haber sido de diferente rango, aunque [[San Pablo]] ([[Epístola a los Hebreos|Heb.]] 13,2) los consideró a todos igualmente ángeles; según se desarrolla la historia en Gén. 13, el que habla es siempre "el Señor".   Así en el relato del Ángel del Señor que visitó a [[Gedeón]] ([[Jueces|Jc.]] 6), al visitante se le llama tanto "el Ángel del Señor" como "el Señor".  
  
Pero los grandes Padres Latinos, San Jerónimo, San Agustín y San Gregorio Magno, sostuvieron la idea contraria, y los escolásticos como una unidad los siguió. San Agustín (Sermo VII, de Scripturis, P. G. V) al tratar sobre la zarza ardiente (Ex 3) dice que: "Considerar que la misma persona que le habló a Moisés sea el mismo Señor y un ángel del Señor, es muy difícil de entender. Es una pregunta que no da lugar a rápidas aseveraciones, sino que demanda una cuidadosa investigación. Algunos declaran que es llamado tanto el Señor y el ángel del Señor porque era Cristo, de hecho el profeta (Is 9, 6, Ver. Septuaginta) con claridad prefigura a Cristo como el Ángel del gran Consejo". El santo luego muestra que semejantes interpretaciones son sostenibles, pero que debemos tener cuidado de no caer en el arrianismo. Señala, sin embargo, que si decimos que era un ángel el que se apareció, debemos explicar el por qué se le llamó "el Señor", y luego procede a demostrar cómo esto pudo ser: "En otro lugar de la Biblia, cuando un profeta habla, se dice que es el Señor el que habla, no porque el profeta sea el Señor, sino porque el Señor está en el profeta; y de esa misma manera, cuando el Señor se digna hablar a través de la boca de un profeta o de un ángel, es igual que cuando Él habla por medio de un profeta o apóstol, y el termino ángel está correctamente usado si lo consideramos en sí mismo, pero es igualmente correcto si le 'llama el Señor' porque Dios mora en él". Concluye diciendo que: "Es el nombre del que mora en el templo, y no el del templo". Y un poco más adelante dice: "Me parece que deberíamos decir que nuestros antepasados reconocieron al Señor en el ángel", y aduce a la autoridad de los escritores del Nuevo Testamento que lo entendieron así y que incluso ellos, a veces, cometían la misma confusión de términos (cf. Heb 2, 2, y Hechos 7, 31-33). El santo habla con más detalle sobre esta misma cuestión en su obra "In Heptateuchum", lib. VII, 54, P. G. III, 558. Como un ejemplo de lo convencido que estaban algunos de los Padres defendiendo la interpretación contraria, podemos citar las palabras de Teodoreto (In Exod.): "El pasaje entero (Ex 3) muestra que era Dios quien se le aparecía a Moisés. ¿Pero (Moisés) lo llamó un ángel para darnos a entender que no era Dios Padre a quien vio -¿pues qué ángel pudo el Padre ser?- sino al Hijo Unigénito, el Ángel del gran Consejo" (cf. Eusebio, Hist. Eccles., I, II, 7; San Ireneo, Haer., III, 6). La interpretación dada por los Padres latinos fue la que perduró en la Iglesia, y el escolasticismo lo convirtió en un sistema (cf. Santo Tomás, Quaest., Disp., De Potentia, VI, 8, ad. 3am); y para una exposición más amplia sobre ambas interpretaciones, cf. "Revue biblique" 1894, 232-247.
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De igual manera, en Jueces 13, el Ángel del Señor aparece, y tanto Manóaj como su esposa exclaman: "Seguro que vamos a morir, porque hemos visto a Dios".  Esta falta de claridad es particularmente evidente en los varios relatos del ángel del [[Éxodo]].  En Jueces 6, mencionado anteriormente, los Setenta tiene mucho cuidado en traducir el hebreo "Señor" por "el Ángel del Señor"; pero en la historia del Éxodo es el Señor que va delante de ellos en la [[Columna de Nube|columna de nube]] (Éx. 13,21), y los Setenta no realiza ninguna modificación (cf. también [[Números|Núm.]] 14,14, y [[Nehemías|Neh.]] 9,7-20). Pero, en Éx. 14,19 a su guía se le llama "el Ángel de Dios".    Cuando vamos a  Éx. 33, donde Dios está [[ira|enojado]] con su pueblo por [[adoración|adorar]] al [[becerro de oro]], es difícil no sentir que es Dios mismo quien ha sido su guía hasta ahora, pero que ahora se niega a seguir acompañándolos.  Dios les ofrece a un ángel en su lugar, pero a petición de [[Moisés]], dice (14) "Mi rostro irá delante de ti", el cual los Setenta traduce por ''autos'' aunque el versículo siguiente demuestra que esa traducción es claramente imposible, pues Moisés objeta: "Si no vienes tú mismo, no nos hagas partir de aquí".  Pero, ¿qué quiere decir Dios con "mi rostro?" ¿Es posible que se denote algún ángel de rango especialmente alto, como en [[Isaías|Is.]] 63,9? (cf. [[Tobías]] 12,15). ¿No podrá ser esto lo que se quiere decir con "el ángel de Dios?" (cf. Núm. 20,16).
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Apenas hace falta decir que un proceso de evolución en el pensamiento [[teología dogmática|teológico]] acompañó el desarrollo gradual de la [[revelación]] de [[Dios]], pero es especialmente notable en los diferentes puntos de vista respecto a la [[persona]] del Dador de la [[Legislación de Moisés|Ley]].    El texto masorético así como en los caps. 3, 19 y 20 del Éxodo de la [[Revisión de la Vulgata|Vulgata]] representan claramente que es el [[Dios|Ser Supremo]] según se le aparece a Moisés en la zarza y en el [[Monte Sinaí]]; pero la versión de [[Versión de los Setenta|los Setenta]], si bien concurre en que fue Dios mismo quien le entregó la Ley, sin embargo, dice que fue el "ángel del Señor" quien se apareció en la zarza.    Durante la época del [[Nuevo Testamento]] prevaleció el punto de vista de los Setenta, y es ahora no solo en la zarza que el ángel del Señor, y no Dios mismo, quien aparece, sino que el ángel también es el dador de la Ley (cf. [[Epístola a los Gálatas|Gál.]] 3,19; [[Epístola a los Hebreos|Heb.]] 2,2; [[Hechos de los Apóstoles|Hch.]] 7,30). La persona del "ángel del Señor" encuentra su equivalente en la personificación de la sabiduría en los libros sapienciales, y en por lo menos un pasaje ([[Zacarías|Zac.]] 3,1) parece representar a "el [[Hijo de Hombre]]" que [[Libro de Daniel|Daniel]] (7, 13) vio ante "[[el Anciano]]". Zacarías dice:  "Me hizo ver después al [[sumo sacerdote]] [[Josué]], que estaba ante el ángel de Yahveh; a su derecha estaba el [[diablo|Satán]] para acusarle".  [[Tertuliano]] considera muchos de estos pasajes como preludios de [[la Encarnación]]; como [[el Logos|la Palabra de Dios]] prefigurando el [[carácter]] sublime con el que Él un día se revelará a los [[raza humana|hombres]] (cf. Adv, Prax. 16: Adv. Marc. 2.27; 3.9, 1.10, 1.21-22). 
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Tertuliano se refiere a muchos de estos pasajes como preludios de la Encarnación, como la Palabra de Dios presagiando el carácter sublime en la que Él es un día para revelarse a los hombres (cf. Adv. Prax, XVI, Adv Marc, II, 27 ; III, 9; I, 10, 21, 22).  Es posible, entonces, que en estas opiniones confusas podamos rastrear tanteos vagos ciertas [[verdad]]es [[dogma|dogmáticas]] sobre la [[Santísima Trinidad|Trinidad]], reminiscencias quizás de la primera [[revelación]], de la cual el Protoevangelio de [[Génesis|Gén.]] 3 es sólo una reliquia.  Los [[Padres Apostólicos|primeros Padres]], ciñéndose a la letra del texto, sostuvieron que era realmente Dios mismo quien apareció.  El que [[visiones y apariciones|aparecía]] era llamado Dios y actuaba como Dios.    Por ello, no fue raro que Tertuliano, como ya hemos visto, considerase tales manifestaciones a la luz de  preludios de la Encarnación, y la [[mayoría]] de los [[Padres de la Iglesia|Padres]] [[Iglesias Orientales|Orientales]] siguió esa misma línea de pensamiento.  Fue sostenido incluso en 1851 por Vandenbroeck, "Dissertatio Theologica de Theophaniis sub Veteri Testamento" (Lovaina).
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Pero los grandes Padres [[Iglesia Latina|Latinos]], [[San Jerónimo]], [[Vida de San Agustín de Hipona|San Agustín]] y [[Papa San Gregorio I Magno|San Gregorio Magno]], sostuvieron la opinión contraria, y los [[escolasticismo|escolásticos]] como cuerpo los siguió. San Agustín (Sermo VII, de Scripturis, P. G. V) al tratar sobre la zarza ardiente ([[Éxodo|Éx.]] 3) dice: "Es muy difícil de entender que la misma [[persona]] que le [[habló]] a [[Moisés]] deba considerarse tanto el Señor como un ángel del Señor.     Es una pregunta que prohíbe aseveraciones precipitadas, sino que demanda una cuidadosa investigación. Algunos afirman que es llamado tanto el Señor como el ángel del Señor porque era [[Jesucristo|Cristo]]; de hecho el [[profecía, profeta y profetisa|profeta]] ([[Isaías]] 9,6, [[Versión de los Setenta]]) llama claramente a Cristo el ‘Ángel del gran Consejo’".   El [[Comunión de los Santos|santo]] procede a demostrar que tal opinión es sostenible, aunque debemos tener cuidado de no caer en el [[arrianismo]] al afirmarlo. Señala, sin embargo, que si decimos que fue un ángel el que se apareció, debemos explicar por qué se le llamó "el Señor", y luego procede a demostrar cómo esto pudo ser:   "En otro lugar de la [[Biblia]], cuando un profeta habla, se dice que es el Señor el que habla, no porque el profeta sea el Señor, sino porque el Señor está en el profeta; y de esa misma manera, cuando el Señor se digna hablar a través de la boca de un profeta o de un ángel, es igual que cuando Él habla por medio de un profeta o [[los Apóstoles|apóstol]], y al ángel se le llama correctamente ángel si lo consideramos en sí mismo, pero es igualmente correcto si le 'llama el Señor' porque [[Dios]] mora en él".   Concluye diciendo que: "Es el nombre del morador, no del [[templo]].”  Y un poco más adelante dice: "Me parece que deberíamos decir más correctamente que nuestros antepasados reconocieron al Señor en el ángel", y aduce la autoridad de los escritores del [[Nuevo Testamento]] que lo entendieron claramente así y sin embargo a veces permitieron la misma confusión de términos (cf. Heb. 2,2, y [[Hechos de los Apóstoles|Hch.]] 7, 31-33).  
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El [[santidad|santo]] discute más elaboradamente el asunto en su obra "In Heptateuchum", lib. VII, 54, P. G. III, 558. Como un ejemplo de cuán convencidos estaban algunos [[Padres de la Iglesia|Padres]] defendiendo la interpretación contraria, cabe destacar las palabras de [[Teodoreto]] (In Exod.): "El pasaje entero (Éx. 3) demuestra que fue Dios quien se le apareció. Pero (Moisés) lo llamó un ángel para hacernos saber que no era Dios Padre a quien vio ---pues ¿qué ángel pudo el Padre ser?--- sino al [[Hijo de Dios|Hijo]] Unigénito, el Ángel del gran Consejo" (cf. [[Eusebio de Cesarea|Eusebio]], Hist. Eccles., I, II, 7; [[San Ireneo]], Adv. Haer., III, 6). Pero la interpretación propuesta por los Padres latinos estaba destinada a perdurar en [[la Iglesia]], y los escolásticos la redujeron a un sistema (cf. [[Santo Tomás de Aquino|Santo Tomás]], Quaest., Disp., De Potentia, VI, 8, ad. 3am); y para una exposición más amplia sobre ambas interpretaciones, cf. "Revue biblique" 1894, 232-247.
  
 
==Los ángeles en la literatura babilónica==
 
==Los ángeles en la literatura babilónica==
  
La Biblia nos ha mostrado que la creencia en los ángeles, o en espíritus mediadores entre Dios y los hombres, es una característica de los semitas. Es por consiguiente interesante rastrear esta creencia hasta los semitas de Babilonia. Según Sayce (The Religions of Ancient Egypt and Babylonia, Gifford Lectures, 1901), la mezcla de creencias semíticas en la primitiva religión Sumeria de Babilonia está marcada por la idea de los ángeles o sukallin en su teosofía. Por ello, encontramos un interesante paralelo en "los ángeles del Señor" en Nebo, "el ministro de Merodach" (ibid., 355). Él también es llamado el "ángel" o intérprete de la voluntad de Merodach (ibid., 456), y Sayce acepta la teoría de Hommel de que se puede demostrar por las inscripciones Minoicas que la religión semítica primitiva consistió en el culto a la luna y a las estrellas, el dios-luna Attar y un dios "ángel" que está de pie a la cabeza del panteón (ibid., 315). El conflicto bíblico entre los reinos buenos y malos tienen su paralelo en "los espíritus de cielo" o Igigi -quienes constituían la "hueste" de la que Ninip era el campeón (y de quien recibió el título de "jefe de los ángeles") y los "los espíritus de la tierra", o Annuna-Ki que vivían en el Averno (ibid. 355). Los sukalli babilónicos corresponden a los espíritus-mensajeros de la Biblia; ellos mostraban la voluntad de su Señor y ejecutaban sus ordenes (ibid., 361). Algunos de ellos parece ser que eran más que mensajeros; eran los intérpretes y representantes de la deidad suprema, por ello, Nebo es "el profeta de Borsippa". Estos ángeles son llamados "hijos" de la deidad cuyo representante son; por ello Ninip, en una ocasión mensajero de En-lil, se transforma en su hijo así como también Merodach se convierte en hijo de Ea (ibid., 496). Los relatos babilónicos de la Creación y del Diluvio no contrastan de una manera muy favorable con los relatos bíblicos, y esto mismo debe decirse de las caóticas jerarquías de los dioses y ángeles que la investigación moderna ha descubierto. Quizás queda justificado el hecho de ver todas las formas religiosas de vestigios de un primitivo culto natural que ha hecho que en ocasiones se rebaje la más pura revelación, y que, si esa revelación primitiva no ha recibido incrementos sucesivos, como entre los hebreos, trae como resultado una abundante cosecha de hierba mala.
 
  
La Biblia menciona la idea de algunos ángeles que tienen a su cargo pueblos específicos (cf. Dan 10, y este mismo trabajo). Esta creencia persiste pero con menos fuerza en la noción árabe de los Genii, o Jinni, quienes aparecen en algunos lugares particulares. Una referencia sobre lo podemos quizá encontrar en Gén 32, 1-2: "Jacob se fue por su camino, y le salieron al encuentro ángeles de Dios. Al verlos, dijo Jacob: 'Este es el campamento de Dios'; y llamó a aquel lugar Majanáyim, es decir, 'Campamento'". Exploraciones recientes en territorio árabe cerca de Petra, han revelado algunas áreas señaladas con piedras, como un lugar al que los ángeles constantemente iban, y las tribus nómades frecuentan este lugar para rezar y hacer sacrificios. Estos lugares llevan un nombre que corresponde exactamente con el de "Majanáyim" mencionado en el pasaje anterior del Génesis (cf. Lagrange, Religions Semitques, 184, y Robertson Smith, Religion of the Semites, 445). La visión de Jacob en Betel (Gén 28, 12) puede quizá ser considerada de la misma categoría. Basta con decir que no todo lo que está en la Biblia es revelación, y que el objeto de los escritos inspiradas no es sólo darnos nuevas verdades, sino también hacer más claras ciertas verdades enseñadas por la naturaleza. La idea moderna que tiende a considerar todo lo babilónico como completamente primitivo y que parece pensar que porque los críticos fijan una fecha tardía a las escrituras Bíblicas, la religión contenida en ella debe ser retrasada, puede verse en Haag, "Theologie Biblique" (339). Este escritor ve en los ángeles Bíblicos sólo deidades primitivas rebajadas a semi-dioses por el victorioso progreso del monoteísmo.
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La [[Biblia]] nos ha mostrado que la [[creencia]] en los ángeles, o [[espíritu]]s intermediarios entre [[Dios]] y el [[hombre]], es una característica de los pueblos [[semitas]]. Es por consiguiente interesante rastrear esta creencia hasta los semitas de [[Babilonia]]. Según Sayce (The Religions of Ancient Egypt and Babylonia, Gifford Lectures, 1901), el injerto de creencias semíticas sobre en la primera la [religión]] sumeria de Babilonia está marcado por la entrada de los ángeles o ''sukallin'' en su [[teosofía]]. Por ello, encontramos un interesante [[paralelismo]] con "los ángeles del Señor" en Nebo, "el ministro de Merodac" (ibid., 355).   También se le llama el "ángel" o intérprete de la [[voluntad]] de Merodac (ibid., 456), y Sayce acepta la declaración de Hommel de que se puede demostrar por las inscripciones minoicas que la religión semítica primitiva consistió en el culto a la luna y a las estrellas, el dios-luna Attar y un [[idolatría|dios]] "ángel" que está de pie a la cabeza del panteón (ibid., 315).
  
==Los ángeles en el Zend-Avesta==
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El conflicto [[Biblia|bíblico]] entre los reinos del [[bien]] y del [[mal]] tienen su paralelo en "los espíritus del [[cielo]]" o los Igigi ---quienes constituían la "hueste", de la que Ninip era el campeón (y de quien recibía el título de "jefe de los ángeles") y los "espíritus de la tierra", o Annuna-Ki que vivían en el Hades (ibid. 355).  Los ''sukalli'' babilónicos corresponden a los espíritus-mensajeros de la Biblia; ellos declaraban la voluntad de su Señor y ejecutaban sus órdenes (ibid., 361). Algunos de ellos parece haber sido más que mensajeros; eran los intérpretes y vicarios de la [[deidad]] suprema; así, Nebo es "el profeta de Borsipa".  A estos ángeles incluso se les llama "los hijos" de la deidad cuyos vicarios son; así Ninip, en un [[tiempo]] mensajero de En-lil, se transforma en su hijo así como también Merodac se convierte en hijo de Ea (ibid., 496).  Los relatos babilónicos de la [[Creación]] y del [[Diluvio]] no contrastan muy favorablemente con los relatos bíblicos, y lo mismo debe decirse de las caóticas jerarquías de dioses y ángeles que la investigación moderna ha revelado.  Quizás estamos justificados al ver en todas las formas de religión vestigios de un primitivo culto a la [[naturaleza]] que a veces ha logrado rebajar la más pura [[revelación]], y que, donde esa revelación primitiva no ha recibido incrementos sucesivos, como entre los hebreos, trae como resultado una abundante cosecha de hierba mala. 
  
También se han hecho esfuerzos por rastrear una conexión entre los ángeles de la Biblia y los "grandes arcángeles" o "Amesha-Spentas" del Zend-Avesta. Que la dominación persa y la cautividad babilónica ejercieron una gran influencia en la concepción hebrea de los ángeles se puede ver en el Talmud de Jerusalén, Rosch Haschanna, 56, donde se dice que se introdujeron los nombres de los ángeles de Babilonia. Pero, no es para nada evidente, que los seres angélicos que aparecen tantas veces en las páginas del Avesta, tengan conexión con el antiguo neo-zoroastrismo persa de los sasánidas. Si éste fuera el caso, como lo sostiene Darmesteter, debemos darle la vuelta a la postura y atribuirle a los ángeles del zoroastrismo la influencia de la Biblia y de Filón. Se ha hecho hincapié entre la similitud entre los "siete que están de pie ante Dios" Bíblicos, y los siete Amesha-Spentas del Zend-Avesta. Pero debe señalarse que estos último realmente son seis, el número siete sólo se obtiene contando al "padre, Ahura-Mazda", entre ellos como su jefe. Es más, estos arcángeles del zoroastrismo son más abstractos que concretos; ellos no son individuos que reciben importantes misiones como en la Biblia.
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Así la Biblia ciertamente sanciona la [[idea]] de que algunos ángeles tienen a su cargo pueblos específicos (cf. [[Libro de Daniel|Dan.]] 10, y arriba).  Esta creencia persiste en forma degradada en la noción [[Arabia|árabe]] de los Genii, o Jinni, quienes aparecen en algunos lugares particulares. Una referencia a ello se encuentra quizás en [[Génesis|Gén.]] 32, 1-2: "[[Jacob]] se fue por su camino, y le salieron al encuentro ángeles de [[Dios]]. Al verlos, dijo Jacob: 'Este es el campamento de Dios'; y llamó a aquel lugar Majanáyim, es decir, 'Campamento'".  Exploraciones recientes en el barrio árabe cerca de [[Petra]], han revelado ciertos recintos delimitados con piedras como los domicilios de los ángeles, y las tribus nómadas los frecuentan para la [[oración]] y el [[sacrificio]].  Estos lugares llevan un nombre que corresponde exactamente con el de "Majanáyim" del antedicho pasaje del Génesis (cf. Lagrange, Religions Semitiques, 184, y Robertson Smith, Religion of the Semites, 445). La visión de Jacob en [[Betel]] (Gén. 28,12) puede quizá caer dentro de la misma categoría.  Baste decir que no todo lo que está en la [[Biblia]] es revelación, y que el objeto de los escritos [[inspiración de la Biblia|inspirados]] no se limita a darnos [[verdad]]es nuevas, sino también a hacer más claras ciertas verdades que enseña la [[naturaleza]].    El punto de vista moderno, que tiende a considerar todo lo [[Babilonia|babilónico]] como completamente primitivo y que parece pensar que porque los críticos le asignan una [[fechas y datación|fecha]] tardía a los escritos bíblicos la [[religión]] contenida en ella debe ser también tardía, puede verse en Haag, "Theologie Biblique" (339). Este escritor ve en los ángeles [[Biblia|bíblicos]] sólo [[deidad]]es primitivas rebajadas a semi-dioses por el victorioso progreso del [[monoteísmo]].
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==Los ángeles en el Zendavesta==
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También se han hecho esfuerzos por trazar una conexión entre los ángeles de la [[Biblia]] y los "grandes arcángeles" o "Amesha Spenta" del [[el Avesta|Zendavesta]]. Que la dominación [[Persia|persa]] y la [[cautiveriso de los israelitas|cautividad]] [[Babilonia|babilónica]] ejercieron una gran influencia en la concepción hebrea de los ángeles se reconoce en el [[Talmud]] de [[Jerusalén]], Rosch Haschanna, 56, donde se dice que los nombres de los ángeles se  introdujeron de [[Babilonia]]. Sin embargo, no es claro de ningún modo  que los seres angélicos que aparecen tantas veces en las páginas del [[Avesta]] se refieran a la antigua religión persa de la época de Ciro, y no más bien al neo-zoroastrismo de los sasánidas. Si éste fuera el caso, como lo sostiene Darmesteter, debemos más bien invertir la posición y atribuirles los ángeles del zoroastrismo a la influencia de la Biblia y de [[Filo Judeo|Filón]]. Se ha hecho hincapié sobre la similitud entre los "siete que están de pie ante [[Dios]]" bíblicos, y los siete Amesha Spenta del Zendavesta. Pero debe señalarse que estos últimos realmente son seis, y que el número siete sólo se obtiene contando a "su padre, Ahura Mazda", entre ellos como su jefe. Por otra parte, estos arcángeles del zoroastrismo son más abstractos que concretos; ellos no son individuos encargados de importantes misiones como en la Biblia.  Un buen examen de todo el asunto se encuentra en "Rev. Biblique" (enero y abril de 1904); y para el punto de vista similar abrigado por De Harlez vea "Rev. Bibl,." (1896), 169.
  
 
==Los ángeles en el Nuevo Testamento==
 
==Los ángeles en el Nuevo Testamento==
  
Hasta aquí hemos hablado casi exclusivamente sobre los ángeles del Antiguo Testamento cuyas visitas y mensajes no eran algo extraño; pero en el Nuevo Testamento sus nombres aparecen en cada una de sus páginas y el número de referencias sobre ellos iguala aquellas dadas en la Antigua Dispensación. Fue su privilegio el anunciar a Zacarías y a María el albor de la Redención, y a los pastores su cumplimiento. El Señor Jesús en Sus discursos habla de ellos con la autoridad de alguien que los ha visto, y que mientras "habla con los hombres", está siendo adorado inadvertida y silenciosamente por la hueste celestial. Él describe sus vidas en el cielo (Mt 22, 30; Lucas 20, 36); nos dice como se forman a su alrededor para protegerlo y que con sólo una palabra suya atacarían a Sus enemigos (Mt 26, 53); uno de ellos tuvo el privilegio de atenderlo en el momento de Su Agonía y que sudó sangre. Más de una vez, habla de ellos como de auxiliares y testigos del Juicio Final (Mt 16, 27), el cual ellos prepararán (ibid., 13, 39-49); y por último, ellos dan un alegre testimonio de Su triunfante Resurrección (ibid., 28, 2). Es fácil para las mentes escépticas ver en esta hueste angélica la obra de la imaginación hebrea y de la superstición, pero, ¿los relatos sobre ángeles que figuran en la Biblia no nos proporcionan una progresión bastante natural y armoniosa? En la página de apertura de la historia sagrada de la nación judía, esta es escogida como depositaria de las promesas de Dios; como el pueblo en el que nacería el Redentor. Los ángeles aparecen en el curso de la historia de este pueblo escogido, como mensajeros de Dios, como guías; como quienes anuncian la ley de Dios, en otra ocasión prefiguran al Redentor cuya misión divina ayudan a madurar. Conversan con los profetas, con David y Elías, con Daniel y Zacarías; acaban con las huestes acampadas para atacar a Israel, sirven como guías a los siervos de Dios, y el último profeta, Malaquias, lleva un nombre de importancia especial; "el Ángel de Jehová". Parece resumir en su mismo nombre el anterior "ministerio realizado por las manos de los ángeles", como si Dios con ello recordara las antiguas glorias del Éxodo y del Sinaí. La Septuaginta, de hecho, parece no dar su nombre como para un profeta individual, y el versículo de apertura de su profecía es peculiarmente solemne: "La carga de la Palabra del Señor de Israel por la mano de Su ángel; colóquenla en sus corazones". Todo este ministerio amoroso realizado por los ángeles ex sólo por la causa del Salvador, Cuyo rostro ellos desean contemplar. Por ello, cuando la plenitud de los tiempos llegó, fueron ellos quienes lo proclamaron alegremente cantando "Gloria in excelsis Deo". Ellos guiaron al recién nacido Rey de los Ángeles en Su huida a Egipto, y lo atendieron en el desierto. Su segunda venida y los temibles eventos que le precederán, han sido revelados a su siervo predilecto en la isla de Patmos. Nuevamente se trata de una revelación, y por ello, sus antiguos ministros y mensajeros aparecen nuevamente en la historia sagrada, y el relato final del amor de Dios acaba casi como lo había empezado: "Yo, Jesús, he enviado a mi Ángel para daros testimonio de lo referente a las Iglesias" (Ap 22, 16). Es fácil para los estudiosos ver la influencia de las naciones circundantes y de otras religiones en los relatos Bíblicos sobre los ángeles. De hecho es necesario e instructivo hacerlo, pero estaría mal que cerremos los ojos a la línea más elevada del desarrollo que hemos mostrado y que muestra de una manera notable la gran unidad y armonía de toda la historia divina de la Biblia. (Véase también LOS ÁNGELES EN EL ANTIGUO ARTE CRISTIANO)
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Hasta aquí nos hemos detenido casi exclusivamente sobre los ángeles del [[Antiguo Testamento]], cuyas visitas y mensajes no eran de ningún modo raros, pero cuando llegamos al [[Nuevo Testamento]] sus nombres aparecen en cada página y el número de referencias a ellos iguala aquellas dadas en el Antiguo. Fue su privilegio el anunciar a [[Cántico de Zacarías|Zacarías]] y a [[María]] la aurora de la [[redención]], y a los pastores su cumplimiento real. [[Jesucristo|Nuestro Señor]] en sus discursos habla de ellos como uno que los vio realmente, y quien,  mientras "habla con los [[hombre]]s", recibe todavía la silente e invisible [[adoración]] de las [[Sabaoth|huestes]] del [[cielo]]. Él describe sus vidas en el cielo ([[Evangelio según San Mateo|Mt.]] 22,30; [[Evangelio según San Lucas|Lc.]] 20,36);   nos dice como se forman un cuerpo de guardaespaldas a su alrededor y que con sólo una palabra suya se vengarían de sus enemigos (Mt. 26,53); es el privilegio de uno de ellos ayudarlo en el momento de su [[Agonía de Cristo|agonía]] y sudoración de sangre.   Más de una vez habla de ellos como auxiliares y [[testigo]]s del [[el Juicio Final|Juicio Final]] (Mt 16,27), el cual de hecho prepararán (ibid., 13,39-49); y por último, ellos son los [[felicidad|felices]] testigos de su triunfante [[Resurrección de Jesucristo|Resurrección]] (ibid., 28,2).
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Es fácil para las [[mente]]s escépticas ver en estas huestes angélicas el mero juego de la fantasía hebrea y el rango de crecimiento de la [[superstición]], pero, ¿los relatos sobre ángeles que figuran en la [[Biblia]] no nos proporcionan la progresión más natural y armoniosa? En la página inicial de la [[Escritura|historia sagrada]] de la [[historia de los judíos|nación judía]], ésta es escogida de entre otras como depositaria de la [[promesa divina|promesa de Dios]]; como el pueblo de cuyo tronco nacería el [[Jesucristo|Redentor]].   Los ángeles aparecen en el curso de la historia de este pueblo escogido, ya como mensajeros de [[Dios]], ahora como guías de ese pueblo; a veces son los otorgadores de la [[aspecto moral de la ley divina|ley de Dios]], otras veces prefiguran al [[Jesucristo|Redentor]] cuya misión divina ayudan a madurar.     Conversan con los [[profecía, profeta y profetisa|profetas]], con [[David]] y [[Elías]], con [[Daniel]] y [[Zacarías]]; acaban con los ejércitos acampados contra [[israelitas|Israel]], sirven como guías a los siervos de Dios, y el último profeta, [[Malaquías]], lleva un nombre de especial significado, "el Ángel de [[Yahveh]]".   Parece resumir en su mismo nombre el anterior "ministerio por las manos de los ángeles", como si Dios con ello recordara las [[gloria]]s de antaño del [[Éxodo]] y del [[Monte Sinaí|Sinaí]]. Los [[Versión de los Setenta|Setenta]], de hecho, parece no conocer su nombre como el de un profeta individual, y su traducción del versículo inicial de su [[profecía]] es peculiarmente solemne:   "La carga de la [[el Logos|Palabra]] del [[Yahveh|Señor de Israel]] por la mano de su ángel; colóquenla en sus corazones". Todo este ministerio [[amor]]oso por parte de los ángeles es sólo por amor al [[Jesucristo|Salvador]], cuyo rostro desean contemplar.
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Por ello, al llegar la plenitud de los [[tiempo]]s, fueron ellos quienes trajeron el gozoso mensaje, y cantaron "[[Gloria in Excelsis Deo]]". Guiaron al recién nacido Rey de los Ángeles en su presurosa huida a [[Egipto]], y lo atendieron en el [[desierto]].   Su segunda venida y los temibles eventos que le precederán son revelados a su [[San Juan Evangelista|siervo predilecto]] en la isla de [[Patmos]].   Se trata nuevamente de una [[revelación]], y en consecuencia, sus antiguos [[ministro]]s y mensajeros de antaño aparecen una vez más en la historia sagrada, y el registro del [[amor]] revelador de Dios termina dignamente casi como había comenzado: "Yo, [[Jesucristo|Jesús]], he enviado a mi [[Ángeles de las Iglesias|Ángel]] para daros testimonio de lo referente a las Iglesias" ([[Apocalipsis|Apoc.]] 22,16).   Es fácil para el estudiante rastrear la influencia de las naciones circundantes y de otras [[religión|religiones]] en el relato [[Biblia|bíblico]] sobre los ángeles. De hecho, es [[necesidad|necesario]] e instructivo hacerlo, pero sería un [[error]] cerrar los ojos a la línea superior de desarrollo que hemos mostrado y que pone de manifiesto tan claramente la maravillosa unidad y armonía de toda la historia divina de la [[Biblia]]. (Vea también [[representaciones cristianas primitivas de ángeles|REPRESENTACIONES CRISTIANAS PRIMITIVAS DE ÁNGELES]], [[ángel de la guarda|ÁNGEL DE LA GUARDA]], [[Ángeles de las Iglesias|ÁNGELES DE LAS IGLESIAS]].
  
  
 
'''Bibliografía''':  Además de los trabajos antes mencionados, véase Santo Tomás, Summa Theol., I, QQ. 50-54 y 106-114; Suarez De Angelis, lib. I-IV.
 
'''Bibliografía''':  Además de los trabajos antes mencionados, véase Santo Tomás, Summa Theol., I, QQ. 50-54 y 106-114; Suarez De Angelis, lib. I-IV.
  
'''Fuente''':  Pope, Hugh. "Angels." The Catholic Encyclopedia. Vol. 1. New York: Robert Appleton Company, 1907. 25 Nov. 2012 <http://www.newadvent.org/cathen/01476d.htm>.
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'''Fuente''':  Pope, Hugh. "Angels." The Catholic Encyclopedia. Vol. 1. New York: Robert Appleton Company, 1907. 17 Dic. 2012 <http://www.newadvent.org/cathen/01476d.htm>.
  
Traducido por Bartolomé Santos.
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Traducido por Bartolomé Santos. lhm
  
 
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Última revisión de 01:54 3 ene 2021

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Introducción

El término ángeles (Latín angelus; griego aggelos; hebrea MLAK, a partir de la raíz LAK que significa "uno que va" o "enviado"; mensajero, y en hebreo es usada para designar tanto a un mensajero divino como a uno humano. La Versión de los Setenta lo traduce por aggelos, palabra que también tiene ambos significados. La versión latina, sin embargo, distingue al mensajero espiritual o divino del humano, y traducen el primero como angelus y el segundo como legatus o o más generalmente como nuntius. En algunos pasajes la versión latina es engañosa, pues usa la palabra angelus en lugares donde nuntius habría expresado mejor el significado, por ejemplo en Isaías 18,2; 33,3.6.

Aquí sólo trataremos sobre los espíritus-mensajeros y se discutirán los siguientes puntos:

  • el significado del término en la Biblia,
  • los oficios de los ángeles,
  • los nombres asignados a los ángeles,
  • la distinción entre espíritus buenos y malos,
  • las divisiones de los coros angélicos,
  • la cuestión de las apariciones angélicas, y
  • el desarrollo de la idea bíblica sobre los ángeles.

A través de la Biblia se representa a los ángeles como un cuerpo de seres espirituales intermediarios entre Dios y los hombres: "Lo creaste (al hombre) poco inferior a los ángeles" (Salmo 8,6). Ellos, al igual que los hombres, son seres creados; "Alabadle, ángeles suyos todos, todas sus huestes, alabadle! Alaben ellos el nombre de Yahveh, pues Él ordenó y fueron creados" (Salmo 148,2.5; Col. 1,16-17). El hecho de que los ángeles fueron creados, fue establecido en el Cuarto Concilio de Letrán (1215). El decreto "Firmiter", contra los albigenses, declaró tanto el hecho de que fueron creados como el de que los hombres fueron creados después de ellos. Este decreto fue repetido por el Concilio Vaticano I, "Dei Filius". Lo mencionamos aquí porque se ha sostenido que las palabras: "El que vive eternamente lo creó todo por igual" (Eclo. 18,1) demuestran una creación simultánea de todas las cosas; pero en general se admite que "igual" (simul) aquí puede significar "igualmente", en el sentido de que todas las cosas fueron "igualmente" creadas. Son espíritus; el escritor de la Epístola a los Hebreos dice: “¿Es que no son todos ellos espíritus servidores con la misión de asistir a los que han de heredar la salvación?” (Heb. 1,14).

Presentes en el trono de Dios

Es como mensajeros que con mayor frecuencia aparecen en la Biblia, pero como expresa San Agustín, y luego San Gregorio: angelus est nomen officii ("ángel es el nombre de su oficio") y no expresa ni su naturaleza ni su función esencial, es decir: la de asistentes en el trono de Dios en esa corte celestial de la que Daniel nos ha dejado un cuadro vívido:

"Mientras yo contemplaba: Se aderezaron unos tronos y un Anciano se sentó. Su vestidura, blanca como la nieve; los cabellos de su cabeza, puros como la lana. Su trono, llamas de fuego, con ruedas de fuego ardiente. Un río de fuego corría y manaba delante de él. Miles de millares le servían, miríadas de miríadas estaban en pie delante de él. El tribunal se sentó, y se abrieron los libros.” Daniel 7,9-10; cf. Sal. 97(96),7; Sal. 103(102),20; Isaías 6, etc.).

Esta función de la hueste angélica es expresada por la palabra "presencia" (Job) 1,6; 2,1), y Nuestro Señor se refiere a ella como su ocupación perpetua (Mt. 18,10). En más de una ocasión se dice que hay siete ángeles cuya principal función es la de "estar siempre presentes ante la gloria de Dios" (Tobías 12,15; Apoc. 8,2-5). Esta misma idea puede denotar "el ángel de Su presencia" (Is. 63,9), una expresión que también aparece en el pseudo-epigráfico "Testamentos de los Doce Patriarcas".

Mensajeros de Dios para la humanidad

Pero estas ojeadas de vida más allá del velo son sólo ocasionales. Los ángeles de la Biblia aparecen generalmente en el rol de mensajeros de Dios para la humanidad. Son los instrumentos con los que comunica su voluntad a los hombres, y en la visión de Jacob se les describe ascendiendo y descendiendo la escalera que se extiende desde la tierra al cielo, mientras que el Padre Eterno contempla al caminante de abajo. Fue un ángel quien encontró a Agar en el desierto (Gén. 16); unos ángeles sacaron a Lot de Sodoma; fue un ángel quien le anunció a Gedeón que salvaría a su pueblo; un ángel anuncia el nacimiento de Sansón (Jueces 13), y el ángel Gabriel instruye a Daniel (Dan. 8,16), aunque no se le llama ángel en ninguno de estos pasajes, sino "el hombre Gabriel" (9,21). Este mismo espíritu celestial anunció el nacimiento de San Juan Bautista y la Encarnación del Redentor, mientras que la tradición le atribuye también el mensaje a los pastores (Lucas 2,9), y la misión más gloriosa de todas, la de fortalecer al Rey de los Ángeles en su agonía (Lc. 22,43). La naturaleza espiritual de los ángeles se manifiesta muy claramente en el relato que Zacarías hace de las revelaciones que recibió por medio de un ángel. El profeta describe al ángel como hablando "dentro de él", lo cual parece implicar que él era consciente de una voz interior que no era la de Dios sino la de su mensajero. El texto masorético, los Setenta y la Vulgata concurren en esta descripción de las comunicaciones hechas por el ángel al profeta. Es una pena que la "Versión Revisada", en aparente desafío a los textos antedichos, haya oscurecido este rasgo al empeñarse en traducirlo como: "el ángel que hablaba conmigo": en vez de "dentro de mí" (cf. Zac. 1,9-14; 2,3; 4,5; 5,10).

Estas apariciones de ángeles generalmente duran sólo el tiempo requerido para dar el mensaje, pero frecuentemente su misión se prolonga, y se les representa como los guardianes constituidos de las naciones en alguna crisis particular, por ejemplo, durante el Éxodo (Éxodo 14,19; Baruc 6,6). Del mismo modo, es el punto de vista común de los Padres que por "el príncipe del Reino de Persia" (Dan. 10,13.21) debemos entender el ángel a quien se le confió el cuidado espiritual de ese reino, y quizá podamos ver en el "hombre de Macedonia", que se le apareció a San Pablo en Tróada, al ángel guardián de ese país (Hch. 16,9). Los Setenta (Deut. 32,8) nos ha conservado un fragmento de información sobre este punto, aunque es difícil calibrar su significado exacto: "Cuando el Altísimo repartió las naciones, cuando dispersó a los hijos de Adán, estableció las fronteras de las naciones según el número de los ángeles de Dios.” De la expresión “como un ángel de Dios” se desprende cuán grande era la parte del ministerio que los ángeles desempeñaban, no sólo en la teología hebrea, sino también en las ideas religiosas de otras naciones. David la usa en tres ocasiones (2 Sam. 14,17-20; 14,27) y Akiš de Gat la usa una vez (1 Sam 29,9). Incluso Ester la usa para designar a Asuero (Ester 5,24), y se dice que la cara de San Esteban parecía "como la de un ángel" cuando estaba de pie ante el Sanedrín (Hch. 6,15).

Guardianes personales

En toda la Biblia encontramos que repetidamente se da a entender que cada alma tiene su ángel de la guarda. Así, cuando Abraham envió a su siervo a buscar una esposa para Isaac, le dijo: "Él enviará su Ángel delante de ti" (Gén. 24,7). Son muy conocidas las palabras del Salmo 91(90),11-12 que el diablo le citó a Nuestro Señor (Mt. 4,6), y Judit (13,20) relata su hecho heroico diciendo: “¡Vive el Señor! Porque su ángel me ha protegido…” Estos pasajes y muchos como ellos (Gén. 16,6-32; Oseas 12,5; 1 Rey. 19,5; Hch. 12,7; Sal 34(33),8), a pesar de que no demuestran por sí mismos la doctrina de que cada individuo tiene designado su ángel de la guarda, reciben su complemento en las palabras de Nuestro Salvador: "Guardaos de menospreciar a uno de estos pequeños; porque yo os digo que sus ángeles, en los cielos, ven continuamente el rostro de mi Padre que está en los cielos" (Mt. 18,10), palabras que ilustran el comentario de San Agustín: "Lo que está escondido en el Antiguo Testamento, se hace manifiesto en el Nuevo". De hecho, el libro de Tobías, más que cualquier otro, parece destinado a enseñarnos esta verdad, y San Jerónimo dice, en su comentario sobre las antedichas palabras de Nuestro Señor: "La dignidad de un alma es tan grande, que cada una tiene un ángel de la guarda desde su nacimiento".

La doctrina general de que los ángeles son nuestros guardianes designados es considerada una cuestión de fe, pero que cada miembro individual de la raza humana tiene su propio ángel de la guarda individual no es de fe (de fide); sin embargo esta idea tiene tan fuerte apoyo por parte de los Doctores de la Iglesia que sería temerario negarlo (cf. San Jerónimo, supra). ). Pedro Lombardo (Sentencias, lib. II, dist. XI) se inclina a pensar que un ángel está encargado de varios seres humanos individuales. Las hermosas homilías de San Bernardo (11-14) sobre el Salmo 91(90) respiran el espíritu de la Iglesia pero sin resolver la cuestión.

La Biblia no sólo representa a los ángeles como nuestros guardianes, sino también como nuestros intercesores reales. El ángel Rafael (Tob. 12,12) dice: "Ofrecí oraciones al Señor por ti" [cf. Job 5,1] (los Setenta), y 33,23 (Vulgata); Apoc. 8,4]. El culto católico a los ángeles es, pues, totalmente bíblico. Quizás la primera declaración explícita sobre esto se encuentra en las palabras de San Ambrosio: "Debemos orar a los ángeles que nos son dados como guardianes" (De Viduis, IX); (cf. San Agustín, Contra Faustum, XX.21). Un culto indebido a los ángeles fue reprobado por San Pablo (Col. 2,18), el Canon 35 del Sínodo de Laodicea evidencia que esta tendencia permaneció por mucho tiempo en este mismo distrito (Hefele, Historia de los Concilios, II, 317).

Como agentes divinos que gobiernan el mundo

Los pasajes anteriores, especialmente aquellos relacionados con los ángeles encargados de diversas regiones, nos permiten entender la visión prácticamente unánime de los Padres de que son los ángeles quienes ejecutan la ley de Dios respecto al mundo físico. Es bastante conocida la creencia semítica en los genios (genii) y en espíritus que causan el bien o el mal, y en la Biblia se hallan rastros de ello. Por ello, la peste que devastó a Israel por culpa del pecado de David por censar al pueblo de Israel, se le atribuye a un ángel el cual se dice que David vio realmente (2 Sam. 24,15-17, y de manera más explícita en 1 Cro. 21,14-18). Incluso el susurro del viento en las copas de los árboles era considerado como un ángel (2 Sam. 5,23-24; 1 Cro. 14,14-15). Esto es declarado de forma más explícita en el pasaje de la piscina Probática (Juan 5,1-4), aunque hay algunas dudas sobre este texto; en este pasaje se dice que el movimiento de las aguas es debido a las visitas periódicas de un ángel.

Los semitas estaban convencidos de que toda la armonía del universo, así como las interrupciones de esta armonía, se debían a Dios como creador, pero eran llevadas a cabo por sus ministros. Este punto de vista está claramente manifiesto en el "Libro de los Júbilos", en el cual la hueste celestial de ángeles buenos y malos está siempre interfiriendo en el universo material. Santo Tomás de Aquino (Summa Theol., I, Q. 1, 3) cita que Maimónides (Directorium Perplexorum, IV y VI) afirma que la Biblia frecuentemente llama ángeles a los poderes de la naturaleza, ya que ellos manifiestan la omnipotencia de Dios (cf. San Jerónimo, In Mich., VI, 1, 2; P. L., IV, col. 1206).

Organización jerárquica

Si bien los ángeles que aparecen mencionados en las primeras obras del Antiguo Testamento son extrañamente impersonales y quedan ensombrecidos por la importancia del mensaje que llevan o por la obra que realizan, no faltan pistas acerca de la existencia de una cierta jerarquía en el ejército celestial.

Después de la caída de Adán, el Paraíso quedó vigilado contra nuestros Primeros Padres por querubines que son claramente ministros de Dios, aunque no se dice nada acerca de su naturaleza. Sólo una vez más aparece el querubín en la Biblia, a saber, en la maravillosa visión de Ezequiel en la que los describe con muchos detalles (Ez. 1), y que son llamados realmente cherub en Ezequiel 10. El Arca era custodiada por dos querubines, pero sólo nos queda conjeturar acerca de cómo eran. Se ha sugerido, con gran probabilidad, que tenemos sus homólogos en los toros y leones alados que cuidaban los palacios asirios, y también en los extraños hombres alados con cabeza de halcones pintados que están representados en las paredes de algunas de sus construcciones. Los serafines sólo aparecen en la visión de Isaías 6,6.

Ya hemos mencionado a los siete místicos que están de pie ante Dios, y parece que en ellos tenemos una indicación de un cordón interno que rodea el trono. El término archangel sólo aparece en San Judas v. 9 y 1 Tes. 4,16; pero San Pablo nos da otras dos listas de nombres de las cohortes celestiales. Nos dice (Ef. 1,21) que Cristo está "por encima de todo Principado, Potestad, Virtud, Dominación"; y, escribiendo a los Colosenses (1,16), dice: "porque en él fueron creadas todas las cosas, en los cielos y en la tierra, las visibles y las invisibles, los Tronos, las Dominaciones, los Principados, las Potestades". Hay que señalar que San Pablo usa dos de estos nombres de los poderes de la oscuridad cuando (2,15) dice que Cristo "una vez despojados los Principados y las Potestades… incorporándolos a su cortejo triunfal". Y no es poco notable que sólo dos versículos después advierta a sus lectores a no dejarse seducir por cualquier "culto de los ángeles". Aparentemente pone su sello en una cierta angelología lícita, y al mismo tiempo advierte en contra de entregarse a la superstición sobre ese asunto. Tenemos un indicio de tales excesos en el Libro de Henoc, en el que, como ya dijimos, los ángeles juegan un papel bastante desproporcionado. Del mismo modo, Josefo nos dice (Bel. Jud., II, VIII, 7) que los esenios tenían que hacer un voto para preservar los nombres de los ángeles.

Ya hemos visto como (Daniel 10,12-21) se asignan varios territorios a varios ángeles, que se les llama sus príncipes, y este mismo rasgo reaparece de manera más notable en "los ángeles de las siete Iglesias" apocalípticos, aunque es imposible decidir cuál es el significado preciso de este término. Generalmente a estos siete Ángeles de las Iglesias se les considera los obispos que ocupan estas sedes. San Gregorio Nacianceno en su discurso a los obispos en Constantinopla en dos ocasiones les llama "Ángeles", en el lenguaje del Apocalipsis.

El tratado "De Coelesti Hierarchia" atribuido a San Dionisio Areopagita, y que ejerció tan fuerte influencia en los escolásticos, trata con muchos detalles de las jerarquías y órdenes de los ángeles. Generalmente se reconoció que este trabajo no pertenece a San Dionisio, sino que debe datar de varios siglos después. Aunque la doctrina que contiene acerca de los coros de ángeles ha sido aceptada en la Iglesia con unanimidad extraordinaria, ninguna proposición referente a las jerarquías angélicas es vinculante para nuestra fe. Los siguientes pasajes de San Gregorio Magno (Hom. 34, In Evang.) nos dan una idea clara del punto de vista de los Doctores de la Iglesia sobre este punto:

”Sabemos por la autoridad de la Escritura que existen nueve órdenes de ángeles, a saber: ángeles, arcángeles, virtudes, potestades, principados, dominaciones, tronos, querubines y serafines. Casi todas las páginas de la Biblia nos dicen que existen ángeles y arcángeles, y los libros de los profetas hablan de querubines y serafines. San Pablo, también, al escribir a los Efesios enumera cuatro órdenes cuando dice: 'sobre todo principado, potestad, virtud y dominación'; y en otra ocasión, escribiendo a los Colosenses dice: 'ni tronos, dominaciones, principados o potestades'. Si unimos estas dos listas, tenemos cinco órdenes, y si agregamos los ángeles y arcángeles, querubines y serafines, tenemos nueve órdenes de ángeles.”

Santo Tomás (Summa Theologica I:108), siguiendo a San Dionisio (De Coelesti Hierarchia, VI, VII), divide a los ángeles en tres jerarquías cada una de las cuales contienen tres órdenes. Su proximidad al Ser Supremo sirve como base para esta división. En la primera jerarquía pone a los serafines, querubines y tronos; en la segunda, a las dominaciones, virtudes y potestades; en la tercera, a los principados, arcángeles y ángeles. La Biblia sólo nos provee tres nombres de ángeles individuales, a saber, Rafael, Miguel y Gabriel, nombres que denotan sus respectivos atributos. Libros judíos apócrifos, como el Libro de Henoc, nos dan los nombres de Uriel y Jeremiel, mientras que muchas otras fuentes apócrifas nos dan muchos más, como los que nombra Milton en su "Paraíso Perdido". (Sobre el uso supersticioso de estos nombres, vea arriba).

El número de ángeles

Frecuentemente se afirma que el número de los ángeles es prodigioso (Dan. 7,10; Apoc. 5,11; Sal. 68(67),18; Mt. 26,53). Del uso de la palabra huestes (sabaoth) como sinónimo del ejército celestial es difícil resistirse a la impresión "Señor de los Ejércitos" se refiere al mandato supremo de Dios sobre la multitud angélica (cf. Deut. 33,2; 32,43; los Setenta). Los Padres ven una referencia al número referente de hombres y ángeles en la parábola de las cien ovejas (Lc. 15,1-3), aunque esto pueda parecer extravagante. Los escolásticos, nuevamente, siguiendo el tratado "De Coelesti Hierarchia" de San Dionisio, consideran la preponderancia de los números como una perfección necesaria de las huestes angélicas (cf. Santo Tomás, Summa Theol., I:1:3).

La distinción entre ángeles buenos y ángeles malos aparece constantemente en la Biblia, pero es instructivo señalar que no existe señal alguna de cualquier dualismo o conflicto entre dos principios iguales, uno bueno y otro malo. El conflicto descrito es más bien el librado en la tierra entre el Reino de Dios y el reino del Maligno, pero siempre se supone la inferioridad del último. Entonces, se debe explicar la existencia de este espíritu inferior, y por consiguiente creado.

El desarrollo gradual de la conciencia hebrea sobre este tema está claramente presente en los escritos inspirados. El relato de la caída de nuestros primeros padres (Gén. 3) se expresa en términos tales que es imposible ver en él otra algo más que el reconocimiento de la existencia de un principio del mal que está celoso de la raza humana. La declaración (Gén. 6,1) de que los "hijos de Dios" se casaban con las hijas de los hombres se explica de la caída de los ángeles, en Henoc VI-XI, y en los códices D, E, F y A de los Setenta dice frecuentemente, por "hijos de Dios", oi aggeloi tou theou. Desgraciadamente, los códices B y C son defectuosos en Génesis 6, pero es probablemente que ellos, también, lean oi aggeloi en este pasaje, pues constantemente traducen así la expresión "los hijos de Dios"; cf. Job 1 6; 2,1; 38,7; pero por otro lado, véase Sal. 2,1 y (89)88,7 (los Setenta). Filón sigue a los Setenta al comentario sobre este pasaje (en su tratado "Quod Deus sit immutabilis". Para la doctrina de Filo sobre los ángeles vea "De Vita Mosis", III,2; "De Somniis", VI; "De Incorrupta Manna", I; "De Sacrificiis", II; "De Lege Allegorica", I, 12; III, 73; y para la opinión sobre Génesis 6,1 vea San Justino, Apol. II, 5.

Debe además señalarse que la palabra hebrea nephilim, que es traducida como gigantes en 6,4, puede significar "los caídos". Los Padres generalmente lo refieren a los hijos de Set, el linaje escogido. En 1 Sam. 19,9 se dice que un espíritu malo posee a Saúl, aunque es probablemente una expresión metafórica; más explícito es 1 Rey. 22,19-23, en donde se describe a un espíritu en medio del ejército celestial y que se ofrece, por invitación del Señor, para ser un espíritu mentiroso en la boca de los falsos profetas de Ajab. Siguiendo a los escolásticos, podemos explicar esto como un malum poenae, que es realmente causado por Dios debido a las faltas de los hombres. Una verdadera exégesis, sin embargo, insistiría en el tono puramente imaginativo de todo el episodio; lo que está destinado a ocupar nuestra atención no es tanto la forma en que se lanza el mensaje, sino el contenido real de ese mensaje.

El cuadro que nos da Job 1 y 2, es igualmente imaginativo; pero Satanás, quizás la primera individualización del ángel caído, se presenta como un intruso que está celoso de Job. Él es, evidentemente, un ser inferior a la Deidad y sólo puede tocar a Job con permiso de Dios. A partir de una comparación de 2 Sam. 24,1 con 1 Crón. 21,1 aparece cómo el pensamiento teológico avanzó a medida que la cantidad de la revelación creció. Mientras que en el primer pasaje se dice que el pecado de David fue debido a que "la ira del Señor" "incitó a David", en el segundo leemos que "Satanás incitó a David a censar a Israel". En Job 4,18 nos parece encontrar una declaración clara sobre la caída: "Y aún a sus ángeles achaca desvarío". En los Setenta, Job contiene algunos pasajes instructivos respecto a ángeles vengadores en quienes quizá podamos ver a los espíritus caídos, así en 33,23: "Si hay mil ángeles mediadores de la muerte en su contra, ninguno de ellos le hará daño"; y en 36,14: "Incluso si sus almas mueren en plena juventud (debido a su imprudencia), aun así su vida será herida por los ángeles"; y en 21,15: "Las riquezas injustamente aumentadas serán vomitadas, un ángel lo sacará de su casa"; cf. Prov. 17,11; Sal. 35(34)34,5-6; 78(77),49, y especialmente Eclo. 39,33, un texto que, hasta donde se puede deducir por el estado actual del manuscrito, estaba en el original hebreo. En algunos de estos pasajes, es verdad, se puede considerar a los ángeles como los vengadores de la justicia de Dios, sin ser, por lo tanto, espíritus malos. En Zac. 3,1-3 se le llama a Satanás el adversario que declara ante el Señor contra Josué, el sumo sacerdote. Isaías 14 y Ezequiel 28 son para los Padres el loci classici respecto a la caída de Satanás (cf. Tertuliano, Contra Marción, 2.10); y el Señor mismo le dio visos de probabilidad o verdad a esta opinión al usar las imágenes de este último pasaje al decir a sus Apóstoles: "Yo veía a Satanás caer del cielo como un rayo" (Lc. 10,18).

En tiempos del Nuevo Testamento se establece claramente la idea de los dos reinos espirituales. El diablo es un ángel caído que en su caída arrastró consigo multitudes de la hueste celestial. Nuestro Jesús le llama “el príncipe de este mundo" (Juan 14,30); él es el tentador de la raza humana y trata de involucrarlos en su caída (Mateo 25,41; 2 Ped. 2,4; Ef. 6,12; 2 [Epístolas a los Corintios|Cor.]] 11,14; 12,7). La representación cristiana del diablo bajo la forma de un dragón se deriva especialmente del Apocalipsis (9,11-15; 12,7-9), donde se le llama "el ángel del abismo", "el dragón", "la serpiente antigua", etc., y se le representa como si realmente hubiese estado en combate con el Arcángel Miguel. Es muy llamativa la similitud entre estas escenas como éstas y los antiguos relatos babilónicos sobre la lucha entre Merodak y el dragón Tiamat. Es una cuestión discutible si trazamos su origen a las vagas reminiscencias de los poderosos saurios que antiguamente poblaron la tierra, pero el lector curioso puede consultar a Bousett, "The Anti-Christ Legend" (tr. por Keane, Londres, 1896). El traductor le ha prefijado un interesante debate sobre el origen del mito babilónico del dragón.

El término "Ángel" en la Versión de los Setenta

Hemos tenido ocasión de mencionar la Versión de los Setenta más de una vez, y no estará de más indicar unos pasajes en los que es nuestra única fuente de información con respecto a los ángeles. El pasaje más conocido es Isaías 9,6, en que los Setenta da el nombre del Mesías como "Ángel del gran Consejo". Ya hemos llamado la atención sobre Job 20,15, donde los Setenta dice "Ángel" en lugar de "Dios", y a 36,14, donde parece ser cuestión de ángeles malos. En 9,7 los Setenta (B) añade: "Él ha inventado cosas difíciles para sus ángeles; pero lo más curioso de todo es, en 40,14, donde la Vulgata y el hebreo (5,19) dicen "Behemot": "Él es el principio de los caminos de Dios, el que lo creó hará su espada para acercarse", los Setenta dice: "Él es el principio de la Creación de Dios, creado para que sus ángeles se mofen"; y exactamente el mismo comentario es hecho sobre "Leviatán" (41,24). Ya hemos visto que los Setenta generalmente traduce el término "los hijos de Dios" por "ángeles", pero en Deut. 32,43 los Setenta tiene una adición en la que aparecen ambos términos: menciona ambas condiciones: "Exultad en Él todos los cielos, y adórenle todos los ángeles de Dios; exultad las naciones con su pueblo, y glorifíquenle todos los hijos de Dios". Tampoco los Setenta nos da aquí meramente una referencia adicional a los ángeles; a veces nos permite corregir pasajes difíciles sobre ellos en la Vulgata y en los textos masoréticos. Así, el difícil Elim del texto Masorético en Job 12, 17, que la Vulgata traduce como "ángeles", se convierte en bestias salvajes en la Versión de los Setenta.

Las primeras ideas en cuanto a la personalidad de las diferentes apariciones angélicas son, como hemos visto, notablemente vagas. Al principio los ángeles eran considerados en una forma bastante impersonal (Gén. 16,7). Son vicarios de Dios y a menudo se les identifica con el Autor de su mensaje (Gén 48,15-16). Pero mientras leemos que “los ángeles de Dios” se encuentran con Jacob (Gén. 32,1), otras veces leemos sobre uno que es llamado "el Ángel de Dios" par excellence, por ejemplo Gén. 31,11. Es verdad que, debido al idioma hebreo, esto puede significar sólo "un ángel de Dios", y los Setenta lo traduce con o sin el artículo a voluntad; sin embargo, los tres visitantes en Mambré parecen haber sido de diferente rango, aunque San Pablo (Heb. 13,2) los consideró a todos igualmente ángeles; según se desarrolla la historia en Gén. 13, el que habla es siempre "el Señor". Así en el relato del Ángel del Señor que visitó a Gedeón (Jc. 6), al visitante se le llama tanto "el Ángel del Señor" como "el Señor".

De igual manera, en Jueces 13, el Ángel del Señor aparece, y tanto Manóaj como su esposa exclaman: "Seguro que vamos a morir, porque hemos visto a Dios". Esta falta de claridad es particularmente evidente en los varios relatos del ángel del Éxodo. En Jueces 6, mencionado anteriormente, los Setenta tiene mucho cuidado en traducir el hebreo "Señor" por "el Ángel del Señor"; pero en la historia del Éxodo es el Señor que va delante de ellos en la columna de nube (Éx. 13,21), y los Setenta no realiza ninguna modificación (cf. también Núm. 14,14, y Neh. 9,7-20). Pero, en Éx. 14,19 a su guía se le llama "el Ángel de Dios". Cuando vamos a Éx. 33, donde Dios está enojado con su pueblo por adorar al becerro de oro, es difícil no sentir que es Dios mismo quien ha sido su guía hasta ahora, pero que ahora se niega a seguir acompañándolos. Dios les ofrece a un ángel en su lugar, pero a petición de Moisés, dice (14) "Mi rostro irá delante de ti", el cual los Setenta traduce por autos aunque el versículo siguiente demuestra que esa traducción es claramente imposible, pues Moisés objeta: "Si no vienes tú mismo, no nos hagas partir de aquí". Pero, ¿qué quiere decir Dios con "mi rostro?" ¿Es posible que se denote algún ángel de rango especialmente alto, como en Is. 63,9? (cf. Tobías 12,15). ¿No podrá ser esto lo que se quiere decir con "el ángel de Dios?" (cf. Núm. 20,16).

Apenas hace falta decir que un proceso de evolución en el pensamiento teológico acompañó el desarrollo gradual de la revelación de Dios, pero es especialmente notable en los diferentes puntos de vista respecto a la persona del Dador de la Ley. El texto masorético así como en los caps. 3, 19 y 20 del Éxodo de la Vulgata representan claramente que es el Ser Supremo según se le aparece a Moisés en la zarza y en el Monte Sinaí; pero la versión de los Setenta, si bien concurre en que fue Dios mismo quien le entregó la Ley, sin embargo, dice que fue el "ángel del Señor" quien se apareció en la zarza. Durante la época del Nuevo Testamento prevaleció el punto de vista de los Setenta, y es ahora no solo en la zarza que el ángel del Señor, y no Dios mismo, quien aparece, sino que el ángel también es el dador de la Ley (cf. Gál. 3,19; Heb. 2,2; Hch. 7,30). La persona del "ángel del Señor" encuentra su equivalente en la personificación de la sabiduría en los libros sapienciales, y en por lo menos un pasaje (Zac. 3,1) parece representar a "el Hijo de Hombre" que Daniel (7, 13) vio ante "el Anciano". Zacarías dice: "Me hizo ver después al sumo sacerdote Josué, que estaba ante el ángel de Yahveh; a su derecha estaba el Satán para acusarle". Tertuliano considera muchos de estos pasajes como preludios de la Encarnación; como la Palabra de Dios prefigurando el carácter sublime con el que Él un día se revelará a los hombres (cf. Adv, Prax. 16: Adv. Marc. 2.27; 3.9, 1.10, 1.21-22).

Tertuliano se refiere a muchos de estos pasajes como preludios de la Encarnación, como la Palabra de Dios presagiando el carácter sublime en la que Él es un día para revelarse a los hombres (cf. Adv. Prax, XVI, Adv Marc, II, 27 ; III, 9; I, 10, 21, 22). Es posible, entonces, que en estas opiniones confusas podamos rastrear tanteos vagos ciertas verdades dogmáticas sobre la Trinidad, reminiscencias quizás de la primera revelación, de la cual el Protoevangelio de Gén. 3 es sólo una reliquia. Los primeros Padres, ciñéndose a la letra del texto, sostuvieron que era realmente Dios mismo quien apareció. El que aparecía era llamado Dios y actuaba como Dios. Por ello, no fue raro que Tertuliano, como ya hemos visto, considerase tales manifestaciones a la luz de preludios de la Encarnación, y la mayoría de los Padres Orientales siguió esa misma línea de pensamiento. Fue sostenido incluso en 1851 por Vandenbroeck, "Dissertatio Theologica de Theophaniis sub Veteri Testamento" (Lovaina).

Pero los grandes Padres Latinos, San Jerónimo, San Agustín y San Gregorio Magno, sostuvieron la opinión contraria, y los escolásticos como cuerpo los siguió. San Agustín (Sermo VII, de Scripturis, P. G. V) al tratar sobre la zarza ardiente (Éx. 3) dice: "Es muy difícil de entender que la misma persona que le habló a Moisés deba considerarse tanto el Señor como un ángel del Señor. Es una pregunta que prohíbe aseveraciones precipitadas, sino que demanda una cuidadosa investigación. Algunos afirman que es llamado tanto el Señor como el ángel del Señor porque era Cristo; de hecho el profeta (Isaías 9,6, Versión de los Setenta) llama claramente a Cristo el ‘Ángel del gran Consejo’". El santo procede a demostrar que tal opinión es sostenible, aunque debemos tener cuidado de no caer en el arrianismo al afirmarlo. Señala, sin embargo, que si decimos que fue un ángel el que se apareció, debemos explicar por qué se le llamó "el Señor", y luego procede a demostrar cómo esto pudo ser: "En otro lugar de la Biblia, cuando un profeta habla, se dice que es el Señor el que habla, no porque el profeta sea el Señor, sino porque el Señor está en el profeta; y de esa misma manera, cuando el Señor se digna hablar a través de la boca de un profeta o de un ángel, es igual que cuando Él habla por medio de un profeta o apóstol, y al ángel se le llama correctamente ángel si lo consideramos en sí mismo, pero es igualmente correcto si le 'llama el Señor' porque Dios mora en él". Concluye diciendo que: "Es el nombre del morador, no del templo.” Y un poco más adelante dice: "Me parece que deberíamos decir más correctamente que nuestros antepasados reconocieron al Señor en el ángel", y aduce la autoridad de los escritores del Nuevo Testamento que lo entendieron claramente así y sin embargo a veces permitieron la misma confusión de términos (cf. Heb. 2,2, y Hch. 7, 31-33).

El santo discute más elaboradamente el asunto en su obra "In Heptateuchum", lib. VII, 54, P. G. III, 558. Como un ejemplo de cuán convencidos estaban algunos Padres defendiendo la interpretación contraria, cabe destacar las palabras de Teodoreto (In Exod.): "El pasaje entero (Éx. 3) demuestra que fue Dios quien se le apareció. Pero (Moisés) lo llamó un ángel para hacernos saber que no era Dios Padre a quien vio ---pues ¿qué ángel pudo el Padre ser?--- sino al Hijo Unigénito, el Ángel del gran Consejo" (cf. Eusebio, Hist. Eccles., I, II, 7; San Ireneo, Adv. Haer., III, 6). Pero la interpretación propuesta por los Padres latinos estaba destinada a perdurar en la Iglesia, y los escolásticos la redujeron a un sistema (cf. Santo Tomás, Quaest., Disp., De Potentia, VI, 8, ad. 3am); y para una exposición más amplia sobre ambas interpretaciones, cf. "Revue biblique" 1894, 232-247.

Los ángeles en la literatura babilónica

La Biblia nos ha mostrado que la creencia en los ángeles, o espíritus intermediarios entre Dios y el hombre, es una característica de los pueblos semitas. Es por consiguiente interesante rastrear esta creencia hasta los semitas de Babilonia. Según Sayce (The Religions of Ancient Egypt and Babylonia, Gifford Lectures, 1901), el injerto de creencias semíticas sobre en la primera la [religión]] sumeria de Babilonia está marcado por la entrada de los ángeles o sukallin en su teosofía. Por ello, encontramos un interesante paralelismo con "los ángeles del Señor" en Nebo, "el ministro de Merodac" (ibid., 355). También se le llama el "ángel" o intérprete de la voluntad de Merodac (ibid., 456), y Sayce acepta la declaración de Hommel de que se puede demostrar por las inscripciones minoicas que la religión semítica primitiva consistió en el culto a la luna y a las estrellas, el dios-luna Attar y un dios "ángel" que está de pie a la cabeza del panteón (ibid., 315).

El conflicto bíblico entre los reinos del bien y del mal tienen su paralelo en "los espíritus del cielo" o los Igigi ---quienes constituían la "hueste", de la que Ninip era el campeón (y de quien recibía el título de "jefe de los ángeles") y los "espíritus de la tierra", o Annuna-Ki que vivían en el Hades (ibid. 355). Los sukalli babilónicos corresponden a los espíritus-mensajeros de la Biblia; ellos declaraban la voluntad de su Señor y ejecutaban sus órdenes (ibid., 361). Algunos de ellos parece haber sido más que mensajeros; eran los intérpretes y vicarios de la deidad suprema; así, Nebo es "el profeta de Borsipa". A estos ángeles incluso se les llama "los hijos" de la deidad cuyos vicarios son; así Ninip, en un tiempo mensajero de En-lil, se transforma en su hijo así como también Merodac se convierte en hijo de Ea (ibid., 496). Los relatos babilónicos de la Creación y del Diluvio no contrastan muy favorablemente con los relatos bíblicos, y lo mismo debe decirse de las caóticas jerarquías de dioses y ángeles que la investigación moderna ha revelado. Quizás estamos justificados al ver en todas las formas de religión vestigios de un primitivo culto a la naturaleza que a veces ha logrado rebajar la más pura revelación, y que, donde esa revelación primitiva no ha recibido incrementos sucesivos, como entre los hebreos, trae como resultado una abundante cosecha de hierba mala.

Así la Biblia ciertamente sanciona la idea de que algunos ángeles tienen a su cargo pueblos específicos (cf. Dan. 10, y arriba). Esta creencia persiste en forma degradada en la noción árabe de los Genii, o Jinni, quienes aparecen en algunos lugares particulares. Una referencia a ello se encuentra quizás en Gén. 32, 1-2: "Jacob se fue por su camino, y le salieron al encuentro ángeles de Dios. Al verlos, dijo Jacob: 'Este es el campamento de Dios'; y llamó a aquel lugar Majanáyim, es decir, 'Campamento'". Exploraciones recientes en el barrio árabe cerca de Petra, han revelado ciertos recintos delimitados con piedras como los domicilios de los ángeles, y las tribus nómadas los frecuentan para la oración y el sacrificio. Estos lugares llevan un nombre que corresponde exactamente con el de "Majanáyim" del antedicho pasaje del Génesis (cf. Lagrange, Religions Semitiques, 184, y Robertson Smith, Religion of the Semites, 445). La visión de Jacob en Betel (Gén. 28,12) puede quizá caer dentro de la misma categoría. Baste decir que no todo lo que está en la Biblia es revelación, y que el objeto de los escritos inspirados no se limita a darnos verdades nuevas, sino también a hacer más claras ciertas verdades que enseña la naturaleza. El punto de vista moderno, que tiende a considerar todo lo babilónico como completamente primitivo y que parece pensar que porque los críticos le asignan una fecha tardía a los escritos bíblicos la religión contenida en ella debe ser también tardía, puede verse en Haag, "Theologie Biblique" (339). Este escritor ve en los ángeles bíblicos sólo deidades primitivas rebajadas a semi-dioses por el victorioso progreso del monoteísmo.

Los ángeles en el Zendavesta

También se han hecho esfuerzos por trazar una conexión entre los ángeles de la Biblia y los "grandes arcángeles" o "Amesha Spenta" del Zendavesta. Que la dominación persa y la cautividad babilónica ejercieron una gran influencia en la concepción hebrea de los ángeles se reconoce en el Talmud de Jerusalén, Rosch Haschanna, 56, donde se dice que los nombres de los ángeles se introdujeron de Babilonia. Sin embargo, no es claro de ningún modo que los seres angélicos que aparecen tantas veces en las páginas del Avesta se refieran a la antigua religión persa de la época de Ciro, y no más bien al neo-zoroastrismo de los sasánidas. Si éste fuera el caso, como lo sostiene Darmesteter, debemos más bien invertir la posición y atribuirles los ángeles del zoroastrismo a la influencia de la Biblia y de Filón. Se ha hecho hincapié sobre la similitud entre los "siete que están de pie ante Dios" bíblicos, y los siete Amesha Spenta del Zendavesta. Pero debe señalarse que estos últimos realmente son seis, y que el número siete sólo se obtiene contando a "su padre, Ahura Mazda", entre ellos como su jefe. Por otra parte, estos arcángeles del zoroastrismo son más abstractos que concretos; ellos no son individuos encargados de importantes misiones como en la Biblia. Un buen examen de todo el asunto se encuentra en "Rev. Biblique" (enero y abril de 1904); y para el punto de vista similar abrigado por De Harlez vea "Rev. Bibl,." (1896), 169.

Los ángeles en el Nuevo Testamento

Hasta aquí nos hemos detenido casi exclusivamente sobre los ángeles del Antiguo Testamento, cuyas visitas y mensajes no eran de ningún modo raros, pero cuando llegamos al Nuevo Testamento sus nombres aparecen en cada página y el número de referencias a ellos iguala aquellas dadas en el Antiguo. Fue su privilegio el anunciar a Zacarías y a María la aurora de la redención, y a los pastores su cumplimiento real. Nuestro Señor en sus discursos habla de ellos como uno que los vio realmente, y quien, mientras "habla con los hombres", recibe todavía la silente e invisible adoración de las huestes del cielo. Él describe sus vidas en el cielo (Mt. 22,30; Lc. 20,36); nos dice como se forman un cuerpo de guardaespaldas a su alrededor y que con sólo una palabra suya se vengarían de sus enemigos (Mt. 26,53); es el privilegio de uno de ellos ayudarlo en el momento de su agonía y sudoración de sangre. Más de una vez habla de ellos como auxiliares y testigos del Juicio Final (Mt 16,27), el cual de hecho prepararán (ibid., 13,39-49); y por último, ellos son los felices testigos de su triunfante Resurrección (ibid., 28,2).

Es fácil para las mentes escépticas ver en estas huestes angélicas el mero juego de la fantasía hebrea y el rango de crecimiento de la superstición, pero, ¿los relatos sobre ángeles que figuran en la Biblia no nos proporcionan la progresión más natural y armoniosa? En la página inicial de la historia sagrada de la nación judía, ésta es escogida de entre otras como depositaria de la promesa de Dios; como el pueblo de cuyo tronco nacería el Redentor. Los ángeles aparecen en el curso de la historia de este pueblo escogido, ya como mensajeros de Dios, ahora como guías de ese pueblo; a veces son los otorgadores de la ley de Dios, otras veces prefiguran al Redentor cuya misión divina ayudan a madurar. Conversan con los profetas, con David y Elías, con Daniel y Zacarías; acaban con los ejércitos acampados contra Israel, sirven como guías a los siervos de Dios, y el último profeta, Malaquías, lleva un nombre de especial significado, "el Ángel de Yahveh". Parece resumir en su mismo nombre el anterior "ministerio por las manos de los ángeles", como si Dios con ello recordara las glorias de antaño del Éxodo y del Sinaí. Los Setenta, de hecho, parece no conocer su nombre como el de un profeta individual, y su traducción del versículo inicial de su profecía es peculiarmente solemne: "La carga de la Palabra del Señor de Israel por la mano de su ángel; colóquenla en sus corazones". Todo este ministerio amoroso por parte de los ángeles es sólo por amor al Salvador, cuyo rostro desean contemplar.

Por ello, al llegar la plenitud de los tiempos, fueron ellos quienes trajeron el gozoso mensaje, y cantaron "Gloria in Excelsis Deo". Guiaron al recién nacido Rey de los Ángeles en su presurosa huida a Egipto, y lo atendieron en el desierto. Su segunda venida y los temibles eventos que le precederán son revelados a su siervo predilecto en la isla de Patmos. Se trata nuevamente de una revelación, y en consecuencia, sus antiguos ministros y mensajeros de antaño aparecen una vez más en la historia sagrada, y el registro del amor revelador de Dios termina dignamente casi como había comenzado: "Yo, Jesús, he enviado a mi Ángel para daros testimonio de lo referente a las Iglesias" (Apoc. 22,16). Es fácil para el estudiante rastrear la influencia de las naciones circundantes y de otras religiones en el relato bíblico sobre los ángeles. De hecho, es necesario e instructivo hacerlo, pero sería un error cerrar los ojos a la línea superior de desarrollo que hemos mostrado y que pone de manifiesto tan claramente la maravillosa unidad y armonía de toda la historia divina de la Biblia. (Vea también REPRESENTACIONES CRISTIANAS PRIMITIVAS DE ÁNGELES, ÁNGEL DE LA GUARDA, ÁNGELES DE LAS IGLESIAS.


Bibliografía: Además de los trabajos antes mencionados, véase Santo Tomás, Summa Theol., I, QQ. 50-54 y 106-114; Suarez De Angelis, lib. I-IV.

Fuente: Pope, Hugh. "Angels." The Catholic Encyclopedia. Vol. 1. New York: Robert Appleton Company, 1907. 17 Dic. 2012 <http://www.newadvent.org/cathen/01476d.htm>.

Traducido por Bartolomé Santos. lhm


Enlaces internos

[1] Ángeles de las Iglesias.

[2] Ángel de la Guarda.

[3] Angelología en el libro de Daniel.

[4] El misterio de los santos ángeles y nuestra vida terrestre .

[5] Jerarquía celeste.

[6] Oraciones de León XIII a San Miguel Arcángel.

[7] Pinturas de los ángeles en común

[8] Pinturas de los arcángeles.

[9] Pinturas de los serafines.

[10] Querubicón.

[11] Ángeles y demonios: catequesis de Juan Pablo II.

[12] Representaciones primitivas de los Ángeles.

[13] Ángeles: textos elegidos por los monjes de Solesmes.

[14] Angelus.

[15] Tratado sobre los ángeles.

[16] Imágenes de los Ángeles.

[17] Participación de los ángeles en la dichas y sufrimientos del purgatorio.

[18] Novena del Santo Ángel de la Guarda compuesta por un Padre de la Congregación del Oratorio de Lima.

[19] Especial sobre los Santos Ángeles en Aci Prensa, preparado por José Gálvez Krüger.



Enlaces externos

[20] Ángeles de la Escuela Cuzqueña. Cuzco-Perú.

[21] Ángeles arcabuceros de Bolivia.

[22] Canto Gregoriano. Fiesta de los Santos Arcángeles.

[23] Ángeles turiferarios.

[24] Ángeles Arcabuceros de Calamarca.

[25] Imágenes de los Ángeles.

[26] Los Ángeles Arcabuceros



Ángeles en Google books

  • Libro de los santos ángeles. Escrito por Francesc Eiximeni [27]
  • Prodigios y finezas de los santos angeles hechas en el Principado de Cataluña [28]


  • Devota novena en honor, culto y obsequio del Señor San Rafael Arcángel, especial custodio de la M.N. y M.L. Ciudad de Cordova ...[29]
  • Modo de orar á el señor San Rafael, en consideración de los ocho beneficios que hizo á Tobías[30]
  • San Miguel Arcangel el dia que le voto por su patron la ... Ciudad de Zeuta, en su Catedral, que fue a los 15 de Mayo ... año 1648 por el P. Fr. Ioseph del Espiritu Santo[31] Oracion panegirica, dicha a el Glorioso General de los Exercitos Angelicos ...
  • Devocion admirable al arcangel señor San Miguel, para alcanzar su patrocinio, y assistencia en todo tiempo, y en la hora de la muerte ...[32]
  • Sermón del Gloriosíssimo Arcángel San Miguel el día 8 del mes de mayo de su aparición.[33] ..


  • Excelencias de el Gloriosissimo Arcangel San Miguel, en.[34]
  • Historia de las fiestas de la Iglesia y el fin con que han sido establecidas ...
  • Devota novena en honor, culto y obsequio del Señor San Rafael Arcángel, especial custodio de la M.N. y M.L. Ciudad de Cordova ...[35]
  • Modo de orar á el señor San Rafael, en consideración de los ocho beneficios que hizo á Tobías[36]

Los Ángeles en youtube

[37] Canto gregoriano. Fiesta de los Arcángeles

[38] Laudate Dominum

[39] Cherubic Hymn-Theodoros Vasilikos.

[40] Cherubic Hymn - Xeroubiko -Plagal of 1st Tone (Byzantine Chant).

[41] Cherubic Hymn - Xeroubiko - 2nd Tone (Byzantine Chant).

[42] Cherubic Hymn - Xeroubiko - 3rd Tone (Byzantine Chant).

[43] Cherubic Hymn - Xeroubiko -Plagal of 4th Tone (Byzantine Chant).

[44] Cherubic Hymn - Xeroubiko -Grave Tone (Byzantine Chant).