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Sábado, 21 de diciembre de 2024

Sumo sacerdote

De Enciclopedia Católica

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Sumo Sacerdote con pectopral y joyas
En el Antiguo Testamento al sumo sacerdote se le llamaba por varios nombres:

Las formas comunes en el Antiguo Testamento son ho hiereus (Núm. 3,6); hiereus ho protos (2 Reyes 25,18); ho hiereus ho megas (Lev. 21,10). En 2 Reyes 25,18 se menciona un coadjutor o segundo sacerdote.

Aarón y sus hijos fueron escogidos por Dios para ser sacerdotes, siendo Aarón el primer sumo sacerdote y Eleazar su sucesor; de modo que, aunque la Escritura no lo dice explícitamente, se convirtió en ley la sucesión del hijo mayor al oficio de sumo sacerdote. En los capítulos 28 y 29 del libro del Éxodo se describen la consagración de Aarón y sus hijos durante siete días y sus vestimentas (Cf. Lev. 8,12; Sirácides 45,7 ss.). Aarón fue ungido con aceite derramado sobre su cabeza (Cf. Lev. 8,12); de ahí que fue llamado “el sacerdote ungido” (Lev. 4,3). Algunos textos parecen requerir la unción para todos (Ex. 30,30; Lev. 10,7; Núm. 3,3), pero Aarón fue ungido con aceite en gran profusión, incluso sobre la cabeza (Ex. 29,7), a lo cual se hace referencia en el Salmo 133(132),2, donde se dice que el ungüento fino baja por la barba y “hasta la orla de sus vestiduras”. El ungüento se hacía de mirra, canela, cálamo, casia y aceite de oliva, compuesto por el perfumero o boticario (Ex. 30,23-25; Josefo, (Ant.”, III, VIII, 3), y no debía ser imitado o dedicado a usos profanos (Ex. 30,31-33).

Luego del Exilio la unción cayó en desuso: tanto los sacerdotes como los sumos sacerdotes eran consagrados con la simple investidura. Los rabinos afirmaban que incluso antes del Exilio sólo el sumo sacerdote era ungido al derramarle el aceite sagrado “sobre él” y al aplicarlo a su frente sobre los ojos “en forma de una X griega” (Edersheim, "The Temple, Its Ministry and Service at the Time of Jesus Christ", 71). No se especificaba edad, y así la juventud no fue impedimento para que Herodes nombrara a Aristóbulo al sumo sacerdocio, aunque éste tenía sólo diesisite años de edad (Josefo, "Antiq.", XV, III, 3). Josefo da una lista de ochenta y tres sumos sacerdotes desde Aarón hasta la destrucción del Templo por los romanos (Ant., XX, X). Al principio eran elegidos para un cargo vitalicio, pero luego fueron removidos a voluntad por el [[autoridad civil|poder secular) (Jos., “Ant.”, XV, III, 1; XX, X), de modo que “el número de los sumos sacerdotes desde los días de Herodes hasta el día que Tito tomó y quemó el Templo y la ciudad fueron en total veintiocho; también el tiempo que duraron fue de ciento siete años” (Jos., “Ant.”, XX, X).

Así una tercera parte de los sumos sacerdotes de quince siglos vivieron dentro del último siglo de su historia: se habían convertido en marionetas de los gobernantes temporales. San Juan (11,51) insinúa la frecuencia del cambio en el oficio al decir que Caifás era “el sumo sacerdote de ese año”. Salomón depuso a Abiatar por haber apoyado la causa de Adonías, y le dio el sumo sacerdocio a Sadoc (1 Reyes 2,27.35); entonces fue expulsado el último de la familia de Elí, según le había dicho el Señor a Elí mucho antes (1 Sam. 2,32). Parece extraño, por lo tanto, que Josefo (Ant., XV, III, 1) establece que Antíoco Epífanes fue el primero en deponer a un sumo sacerdote. Puede ser que él considerara a Abiatar y a Sadoq como titulares conjuntos del oficio, puesto que Abiatar “el sacerdote” y Sadoq “el sacerdote” eran ambos muy prominentes durante el reinado de David (1 Reyes 1,34; 1 Crón. 16,39.40). Puede ser que Josefo considerara el acto de Salomón como un medio para volver a la unidad; además, en la misma sección que menciona el cambio, dice que Sadoq era sumo sacerdote durante el reinado de David (Ant., VIII, I, 3), y añade “el rey [Salomón] también nombró a Sadoq como sumo sacerdote único” (Ant., VIII, I, 4). Poco antes de que los romanos destruyesen el Templo, los celotes escogieron por suertes a un mero rústico llamado Fanías como el último sumo sacerdote: así el sumo sacerdote, la ciudad y el Templo perecieron juntos (Josefo, “Bell. Jud.”, IV, III, 8).

La prominencia de Salomón en la dedicación del Templo no necesariamente lleva a la conclusión de que el rey ofició también como sacerdote en esa ocasión. Smith ("Ency. Bib.", s.v. Priest) afirma esto, y que los reyes de Judá ofrecieron sacrificios hasta el Exilio, alegando como prueba pasajes tales como 1 Reyes 9,25; pero aunque en ese mismo Libro se menciona a los sacerdotes, por ejemplo en 8,10-11, tal inferencia no es razonable. Como demuestra Van Hoonacker, la prominencia del poder secular en la historia temprana del pueblo y la aparente ausencia de incluso el sumo sacerdote durante las funciones más sagradas, así como la autoridad que poseía luego del Exilio, no garantizan la conclusión de Wellhausen de que el sumo sacerdocio fue conocido sólo en tiempos post-exílicos. Es muy poco probable que tal cambio se pudiese realizar y se hubiese introducido en la vida de la nación y fuese tan fácilmente aceptado. Tenemos, sin embargo, referencias certeras del sumo sacerdocio en los textos pre-exílicos (2 Reyes 11; 12; 16,10; 22; 23; etc.), los cuales Buhl ("The New Schaff-Herzog Ency. of Religious Knowledge", s.v. High Priest) admite como auténticas, no interpolaciones, como piensan algunos, mediante las cuales el “oficio posterior puede haber tenido una prefiguración histórica”. Vemos en ellas las pruebas de la existencia del sumo sacerdocio, no meramente su “prefiguración”. Entonces también el título “el segundo sacerdote” en Jeremías 52,24, donde se menciona también al sumo sacerdote, es un testigo doble de la misma verdad; de modo que aunque, como dice Josefo (Ant., XX, X), en los últimos años de la historia de la nación “a los sumos sacerdotes se les confiaba el dominio sobre la nación” y así se convirtieron, como en tiempo de los Macabeos, más conspicuos que en tiempos primitivos, aun así esto fue sólo un lustre accidental añadido a un oficio antiguo y sagrado.

En el Nuevo Testamento (Mateo 2,4; Marcos 14,1, etc.), donde se hace referencia a los sumos sacerdotes, algunos piensan que todos esos habían sido sumos sacerdotes, quienes al haber sido depuestos constituían una clase distinta y tenían gran influencia en el Sanedrín. En Juan 18,13 es claro que Anás, incluso cuando fue privado del pontificado, desempeñó un rol importante en las deliberaciones de dicho tribunal. Shürer afirma que los sumos sacerdotes en el Nuevo Testamento eran ex sumos sacerdotes y también aquellos que se sentaban en el consejo como miembros y representantes de las familias privilegiadas de entre las cuales se escogía a los sumos sacerdotes (The Jewish People, Div. II, V. I, 204-7), y Juan Maldonado en Mat. 2,6, cita a 2 Crón. 36,14, mostrando que también se le llamaba así a los que ocupaban puestos en el Sanedrín como jefes de las familias sacerdotales.

Sólo el sumo sacerdote podía entrar al Santo de los Santos en el día de la expiación, e incluso él sólo una vez al año, podía asperjar la sangre del sacrificio expiatorio y ofrecer incienso: oraba y sacrificaba por sí mismo así como por el pueblo (Lev. 16). Además oficiaba “en los séptimos días y en los novilunios” y festividades anuales (Jos., “Bell. Jud.”, V, V, 7). Sólo podía casarse con una virgen “de su propio pueblo”, aunque a otros sacerdotes se les permitía casarse con una viuda; ni era legal para él rasgarse las vestiduras ni acercarse a los muertos incluso si eran parientes cercanos (Lev. 21,10-14; Cf. Josefo, “Ant.”, III, XII, 2). Le correspondía también expresar la voluntad Divina manifestada a él por medio del Urim y Tummim, un método de consultar al Señor sobre el que tenemos muy poco conocimiento. Puesto que la muerte del sumo sacerdote marcaba una época en la historia de los israelitas, a los homicidas se les permitía regresar a su casa de la ciudad donde habían hallado refugio de la venganza (Nüm. 35,25,28) (vea ciudades de refugio).

San Pablo explica el carácter típico del sumo sacerdote (Heb. 9), donde el Apóstol muestra que mientras el sumo sacerdote entraba al “Santo de los Santos” una vez al año con la sangre de las víctimas, Cristo el gran sumo sacerdote, ofrecía su propia Sangre y entraba al cielo mismo, donde Él “intercede por nosotros” (Rom. 8,34; vea Piconio, “Trip. Expos. In Heb.”, 9).

En adición a lo que usaban los demás sacerdotes al ejercer sus funciones sagradas, el sumo sacerdote usaba unas batas doradas especiales, llamadas así por el rico material del que estaban hechas. Aparecen descritas en el Cap. 28 del Éxodo, y cada sumo sacerdote se las legaba a su sucesor. Sobre la túnica se ponía una bata violeta de una sola pieza, adornada con borlas de violeta, púrpura y escarlata (Josefo, III, VII, 4), entre las dos borlas había campanas que sonaban según ellos entraban y salían del santuario. Sus mitras diferían de los turbantes de los sacerdotes ordinarios, y tenían al frente una placa dorada con la inscripción “Consagrado a Yahveh” (Ex. 28,36). Josefo dice que la mitra tenía una triple corona de oro, y añade que la lámina con el nombre de Dios que Moisés había escrito en caracteres sagrados “ha permanecido hasta nuestros días” (Ant., VIII, III, 8; III, VII, 6). En una nota a Whiston Josefo (Ant., III, VII, 6) da la historia posterior de la placa, pero no se sabe cuál fue su paradero final. Las preciosas vestimentas del sumo sacerdote eran conservadas por Herodes y por los romanos, pero siete días antes de un festival le eran devueltas y purificadas antes de usarse en cualquier función sagrada (Jos., “Ant.”, XVIII, IV, 3). En el día de la expiación, según Lev. 16,4, el sumo sacerdote usaba vestimentas de lino puro, pero Josefo dice que usaba sus vestimentas doradas (Bel. Jud., V, V, 7), y para reconciliar los dos puntos Edersheim piensa que las ricas batas eran usadas a comienzos de la ceremonia y se cambiaba por las vestimentas de lino antes que el sumo sacerdote entrara al Santo de los Santos. (The Temple, pág. 270). Para información adicional respecto a las vestimentas y ornamentos del sumo sacerdote vea efod, oráculo, pectoral, Urim y Tummim.


Bibliografía: SCHÜRER, The Jewish People in the Time of Jesus Christ, II, I 195-207; also GRÄTZ and other historians; JOSEFO, passim; SMITH, Dict. of the Bible, s.v. High-Priest; EDERSHEIM, The Temple, Its Ministry and Service at the Time of Jesus Christ, 57-79; VAN HOONACKER, Le sacerdoce lévitique (1899), 317-83; SMITH in Ency. Bib., s.v., Priest, da la opinión radical; ORR, The Problem of the Old Testament (1906), 180-90, refuta a Wellhausen y otros de la escuela radical.

Fuente: Tierney, John. "The High Priest." The Catholic Encyclopedia. Vol. 12. New York: Robert Appleton Company, 1911. <http://www.newadvent.org/cathen/12407b.htm>.

Traducido por Luz María Hernández Medina.