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Sábado, 21 de diciembre de 2024

Templo

De Enciclopedia Católica

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La forma latina, templum, de la que se deriva el español templo, originalmente significaba un área descubierta delimitada por fronteras; sobre todo un espacio delimitado por los augures para ser excluido de todos los usos profanos. Entre los romanos el recinto de un templo era siempre cuadrangular en un diseño a ras del suelo, de ahí que el llamado templo de Vesta, uno de los santuarios más famosos de Roma, al ser de diseño circular, no era estrictamente un templo, sino sólo un oedes sacra, o edificio sagrado. Cuando los augures habían determinado los límites de un templo-recinto, las líneas divisorias no podían ser legalmente interrumpidas, salvo en un punto, el que iba a servir como entrada. No se necesitaban paredes para marcar estos límites; una fórmula pronunciada por el augur era suficiente, y de esta ceremonia vino la frase effari locum, literalmente, "proclamar un lugar", de ahí, definir y dedicar.

Es cierto que los pueblos indo-germánicos originalmente no tenían edificios para el culto de sus dioses, sino que adoraban a los dioses en las montañas, como Herodoto dice expresamente de los persas, o creían que sus seres sobrenaturales estaban presentes en bosques y árboles. Por lo tanto entre los antiguos germanos la concepción de un bosque se identificó con la de un templo. Entre los griegos, también, la adoración de los árboles parece ser indicada por la palabra templo, naos, que según algunas autoridades, significaba originalmente "árbol" o "tronco". Es cierto que los griegos creían que en Dódona oían la voz de los dioses prediciendo el futuro en el susurro de las encinas sagradas.

En la época homérica, el templo como un espacio apartado y conteniendo un altar, que estaba quizás a la sombra de un grupo de árboles, se hallaba con mayor frecuencia que el templo construido por el hombre. Si Homero menciona templos reales, como en Troya y la fabulosa ciudad de los feacios, la circunstancia es probablemente atribuible a la influencia oriental. Los germanos paganos nunca fueron capaces de decidirse a renunciar a su culto original de los dioses en arboledas en alguna medida, como los griegos y los romanos lo hicieron bajo la influencia de Oriente. Sin embargo los pueblos germanos apenas estuvieron totalmente sin templos, no más que los escandinavos, aunque estos templos sólo pudieron haber sido de madera. Los inicios de templos de piedra entre los germanos se remontan probablemente a los primeros siglos cristianos y son atribuibles a la influencia de sus vecinos, los galos.

Cuando se construían nuevos templos, se escogía preferiblemente los recintos ya consagrados a la divinidad. También era costumbre seleccionar el punto más alto en una ciudad, la acrópolis, ya que la preferencia general en ese tiempo era por los espacios altos y abiertos. Además la clase de divinidad también influía en la elección del lugar: así, Zeus prefería las alturas, Marte, las plazas del mercado, Hércules, el gimnasio, otros, el castillo fortificado, las puertas de la ciudad, la llanura. Si el templo no podía erigirse en un espacio abierto dedicado a la divinidad, era costumbre de rodear el templo por un recinto cerrado, con el que se separaba de todo lo profano. Sin embargo con frecuencia había otros edificios dentro de este recinto, como las casas para los sacerdotes, o los establos para los animales de sacrificio. A la entrada se colocaban vasijas con agua, para que los que entraban se rociaran con ella y se purificaran de toda culpa, ya que nada impuro podía entrar al recinto.

Como regla general, el frente de un templo griego quedaba hacia al este. El punto hacia el cual miraba un templo romano era variable, de acuerdo con la teoría de H. Nissen, quien investigó un gran número de estos templos en lo que respecta a este asunto. Afirmó que la posición del frente dependía de la altura del sol en el día de la fiesta del dios correspondiente. Nissen partió de la suposición de que los griegos y los romanos consideraban a los dioses como la manifestación del espíritu que protege el mundo, y como tal, los subordinaban al símbolo original del mundo-el espíritu, el sol. En consecuencia, según su teoría, los templos estaban colocados de forma que el día establecido en el calendario como el día del nacimiento y día de fiesta del dios los rayos del sol naciente cayeran a lo largo del eje del templo y así también en su estatua. Sin embargo esta teoría sufre de la incertidumbre fatal en cuanto a la fecha en que caía el día de la dedicación. Por otra parte, los casos en los que últimamente ha sido posible determinar al dios desconocido que ocupa un templo de posición conocida, a fin de probar la veracidad de esta hipótesis, han demostrado que le resulta desfavorable [Nissen, "Templum" (Berlín, 1869)]. Al mismo tiempo, sin embargo, se mantiene como un hecho que la orientación del templo fue universalmente consuetudinaria, como lo fue más adelante en el caso de la Iglesia cristiana.

Entre los romanos, cuando se terminaba la construcción del templo, las autoridades públicas o por una persona especialmente delegada para esta función lo dedicaban a la divinidad, mientras que los sacerdotes sólo pronunciaban las fórmulas sin completar personalmente el acto sagrado. La dedicación se adhería permanentemente a la tierra que era liberada de todas las demás obligaciones religiosas y se excluía del uso profano. El aniversario de la dedicación se celebraba anualmente con un sacrificio.

Entre los equipos del templo había un altar macizo, mesas de sacrificio, hogares móviles para el fuego, utensilios de sacrificio, y otros objetos, que se dedicaban al mismo tiempo que el templo. Formaron una propiedad del templo que no se podía vender. Sin embargo, en tiempos de necesidad, especialmente en la guerra, estos tesoros fueron a menudo fundidos al igual que lo fueron los costosos utensilios eclesiásticos de la Edad Media y de épocas posteriores. El portero, quien permitía que los visitantes entraran al templo en tiempos determinados, también protegía los tesoros.

El antedicho altar macizo no estaba en el templo, sino enfrente de él. O bien se construía sobre una plataforma de piedra de alta, y así se unía arquitectónicamente al templo, o se ponía frente a los escalones o en el pórtico. Por regla general, sólo había una mesa de sacrificio en el templo y sólo un altar delante de ella.

La naos del templo contenía el objeto más importante, la estatua de la divinidad, que estaba sobre un pedestal contra la pared trasera opuesta a la entrada. Al principio estaba hecha de madera o arcilla, después fue moldeado de bronce o de mármol. Además de la estatua del dios a quien estaba dedicado el templo, a veces se colocaba en el templo las estatuas de otros dioses, en parte como adornos, en parte debido a su relación con el dios principal.

Tomando su uso como base de la clasificación, se pueden distinguir tres tipos de templos: templos para el culto, para usarse en relación con la agones, o juegos de festival y para los misterios. El templo para el culto era pequeño y su naos sólo contenía la estatua del dios que era objeto de veneración; servía exclusivamente para usos religiosos. Este templo a menudo tenía unido a él el templo para los juegos de festival que servía para la solemne coronación del vencedor en las contiendas de competencia nacional, y como el lugar para mantener los utensilios para las fiestas. Los iniciados usaban los templos de los misterios para la celebración de los cultos secretos, y difiere de los demás, en la medida que los escasos restos permiten un juicio, por su amplitud y forma. Estos templos se encontraban, por ejemplo, en Eleusis y en Samotracia. Como se acaba de decir, el templo sólo contenía la estatua del dios; no existía tanto para hombres como para los dioses. Era exclusivamente la casa del dios a quien se le dedicaba. Sin embargo, el dios se alegraba cuando, en las fiestas nacionales, llegaban los hombres a su santuario con oraciones e incienso, y así estos días se convertían en religiosos así como en festivales nacionales.

Una vez más, ya que los objetos colocados en el templo estaban más seguros, sirvió como un tesoro tanto para el Estado como para los particulares. Desde 438 a.C. el tesoro público de Atenas se mantuvo en el Partenón. Naturalmente, el templo también contenía las ofrendas votivas presentadas a los dioses, como estatuas, lámparas, coronas, anillos y pulseras. Anualmente se elaboraba una lista de estos objetos, y se grababa en mármol cada cuatro años: todavía existen algunos de estos fragmentos de mármol. A veces, también, el templo contenía la casa de moneda.

Además de las cosas materiales, el hombre también encontraba en el templo seguridad y protección de un peligro mortal. Cada templo era una asylon, es decir, era inviolable, y nadie se atrevía a alejar a un malhechor del altar, a menos que tal persona desease ganarse la ira de los dioses para sí mismo. Todos los templos no concedían la misma protección: sólo ciertos templos tenían el privilegio de la seguridad incondicional. Sin embargo habían formas de hacer ineficaz el derecho de asilo, como se demostró en el caso del espartano Pausanio. Durante el reinado de Tiberio el gran número de asilos en Asia Menor era un objeto de queja.

En cuanto a la forma y el modo de construcción del templo, en primer lugar, no debemos imaginarnos que los griegos y los romanos construyeron en todo momento para sus dioses las magníficas estructuras que aún hoy todos los hombres de gusto admiran. Los primeros santuarios de los dioses eran cuevas-templos, si a las criptas y grutas se les puede dar ese nombre en absoluto. Incluso en una edad posterior, el culto de Mitra se celebraba preferentemente en las grutas. Relacionados con la cueva-templo natural estaban las rocas-templos artificiales, de los cuales aún se hallan magníficos ejemplos en la India. Una tercera forma, que se halla especialmente en Asiria, México y Perú, puede ser llamada torre, o templos piramidales, porque el verdadero santuario está colocado en una pirámide truncada. Finalmente, la cuarta es la forma clásica de los griegos y romanos. Es un desarrollo del megaron, o la casa del gobernante de los tiempos primitivos, que consistía sólo de una gran sala con un pórtico. Este pórtico estaba formado por la proyección de las paredes laterales de la sala y estaba adornado al frente con dos columnas.

Después de haber considerado brevemente el asunto en su conjunto, ahora vamos a examinar un poco más de cerca el tipo de templo usado por varias naciones civilizadas. Esto es tanto más necesario a fin de evitar la identificación del templo de los griegos con el de otros pueblos. La discusión, sin embargo, debe ser breve, porque los templos, tanto paganos como cristianos, siempre han sido los mayores logros de la arquitectura y por lo tanto se tratan incidentalmente en otros artículos.

Los restos arquitectónicos más antiguos son los de Egipto. El principal punto de interés aquí es la estructura de los grandes templos desde la dinastía décimo octava hasta la vigésima (cerca de 1530 – 1130 a.C.). De especial importancia son las ruinas de los templos en Tebas o en los pueblos actuales de Luxor y Karnak. El templo egipcio no es una estructura orgánica completa en sí misma; en lugar de unidad se encuentran las distintas partes siguientes: dromos, pared circundante, pylon, peristilo, hipóstilo y sekos. Por lo tanto, el templo de los egipcios consistía de un gran complejo de edificios y el recinto del templo, todo rodeado por un muro macizo, y al cual se accede por una ancha avenida (dromos) rodeada por figuras de esfinges y carneros. Entre los templos de Luxor y Karnak esta avenida para las procesiones era de casi una milla y un cuarto de longitud y de casi 75 pies de ancho. En el muro circundante, que en Karnak medía alrededor de 32 pies de ancho, había varios arcos de entrada gigantescos llamados pilonos, flanqueado por edificios en forma de torre. Estos llevaban a los recintos sagrados, dentro del cual había un lago. En ciertos días la estatua del dios estaba remando alrededor de este lago en una bricbarca de oro. Un segundo pilono daba al peristilo, o protikos, un espacio abierto cuadrangular que contiene un salón rodeado de columnas; un tercer pilono lleva a la sala hipóstila, o columnata grande cubierta. La hipóstila se llamó "el salón de la manifestación”, y sólo "los iluminados" podían entrar a ella; las clases bajas de la población podían llegar sólo hasta el peristilo. Al lado más lejano de la sala hipóstila todavía había otras grandes salas que conducían finalmente al santuario propiamente dicho, o sekos, en el cual estaba representada la divinidad por una estatua o algún símbolo; sólo el rey o su representante, el sumo sacerdote, podía entrar al sekos. Más allá de este santuario había otras grandes salas y cámaras para guardar los utensilios para los festivales. Una peculiaridad de esta extensa serie de edificios sagrados es que cuanto mayor sea la distancia desde la entrada más angosta y baja la estructura, de modo que el sekos es sólo una cámara pequeña y oscura.

El gran tamaño y rico equipamiento de los templos egipcios se explica por el hecho de que eran monumentos de la piedad del gobernante, casas reales de oración, en consecuencia, sólo el rey tenía derecho a entrar en el santuario. Por esta razón, las pinturas y relieves sobre un fondo hundido (coelanaglyphic), con el que se adornaban ricamente las paredes del templo, presentaban en las más variadas formas el homenaje y la adoración rendido al gobernante. El gobernante también mostraba la profundidad de su piedad por los magníficos festivales que estaban relacionados al templo.

La arquitectura del templo estaba en armonía con las obscuras, misteriosas y sensuales concepciones religiosas de los egipcios. El templo fue un conglomerado de estructuras inorgánicas dispuestas la una en la otra, que sólo despiertan nuestro asombro por su tamaño y magnificencia. Apenas es necesario decir que ningún sistema rígido prevaleció en el plan de cualquiera de los templos egipcios o los que se indica más adelante, y que había templos pequeños, así como grandes.

Los templos caldeos diferían esencialmente de los de los egipcios; y si en el segundo la extensión principal era horizontal, en el primero era vertical. Los grandes templos de los caldeos se construyeron de manera que formasen una serie de terrazas o peldaños o algo así como un montón de prismas rectangulares, disminuyendo en tamaño desde la base hacia arriba. Según Herodoto, el templo de Bel en Babilonia, construido en una serie de terrazas, que medía en la base dos estadios (1214 pies) por cada tramo. Sobre esta amplia base la estructura en forma de torre se levantaba en siete pisos que eran coronados por el santuario propiamente dicho. Se llegaba a los pisos superiores por medio de una escalera exterior o por un camino inclinado. A mitad de la subida había una cámara donde los que ascendían podían sentarse y descansar. Esta forma peculiar de arquitectura fue influenciada sin duda por la astrología que tenía posición tan autoritativa en la religión caldeo-asiria. Los templos erigidos sobre terrazas eran construidos de tres, cinco o más pisos, de acuerdo con la importancia de la divinidad. Además de éstos, ciertamente debió haber habido casas más pequeñas de un piso para los dioses, aunque todavía no se ha descubierto una prueba positiva de esto. Los templos erigidos en terrazas también se han encontrado en México y Perú, como, por ejemplo, en Tehuacán y Santiago Guatusca.

Los templos indios eran principalmente grutas o cuevas. Generalmente se construían en una o dos formas: o bien labrado en la roca y permaneciendo conectado con la masa principal, o, desprendido de la masa de roca circundante a fin de estar solo. A la primera clase pertenecen en gran parte los templos budistas (chaitya), mientras que la última forma es preferida por los brahmanes. El plano más desarrollado de la chaitya budista se asemeja en algunos puntos al plano de la primera basílica cristiana. Se trata de un espacio cuadrangular, más largo que ancho, y tiene una especie de ábside opuesto a la entrada. El espacio interior está dividido en varias naves por pilares que siguen la línea del ábside. En el ábside está el dagoba, un montículo circular como una tumba, que termina en la cima en un hemisferio con un ti o te (piedra en forma de un altar). El dagoba se utiliza para guardar las reliquias de Buda, y el todo el túmulo está cubierto por una gran sombrilla. Afamadas cuevas-templos se hallan en Karli en las montañas Chatt (siglo II a. C.), en Agunta, y en Pandu-Lena. El templo separado consiste a veces de varios edificios y salas conectadas por escaleras y puentes. Estos edificios han sido separados de la roca madre con el fin de estar en un patio rodeado por claustros con columnas. Este templo es la maravillosa estructura de Kailas (Lugar del Santísimo) en Ellora, una obra del siglo IX. A veces el templo es de pequeñas dimensiones, como el de Mahavelliopore en la costa de Coromandel, que fue excavado en una roca desprendida; el plano horizontal es un cuadrado, y se eleva en varios pisos como una pirámide construida en varias terrazas.

El templo griego típico se erguía solo en una plataforma de base amplia, construida por todos los lados en rellanos llamados crépidas (crepidoma). Generalmente el templo consistía, en primer lugar, del naos o cella, que era un espacio rectangular cerrado para mantener la estatua del dios; en segundo lugar, del pronaos, un pórtico o vestíbulo frente a la cella con la que se conectaba por una puerta, mientras que al frente tenía columnas abiertas con filas de espacios; en tercer lugar, el posticum, un pórtico detrás de la cella y correspondiente al pronaos. Los grandes edificios contenían otras dos estructuras, el opistodomos, una cámara, entre la cella y el osticum, y quinto, el peristilo, un paseo cubierto con un sistema de columnas que rodea el templo y abierto en la parte externa. Estos dos últimas partes mencionados se añadieron probablemente en el siglo VII a. C.

La naturaleza del templo griego variaba con su plano horizontal. La forma más simple se llamó el templo con antoe (templum in antis); antoe significa pilastras que forman las terminaciones de las paredes. Si las dos paredes laterales de la cella se extienden un poco más allá de la pared transversal, y estos extremos de las paredes laterales están acabados con antoe entonces estos dan el nombre a toda la estructura. En el espacio ente los dos antoe generalmente hay dos columnas. El sentido de la simetría daba lugar a la misma construcción en la parte trasera sin que exista ningún cambio en el nombre. Si el pórtico estaba formado únicamente por una fila de columnas, sin la ayuda de paredes, se llamaba anfipróstilo. La verdadera creación de la mente griega fue el peristilo, en la que todo el templo estaba rodeado por una hilera de columnas que sostenían las salientes vigas del techo. Una segunda fila interior de columnas se organizaba generalmente en la parte delantera y trasera del edificio. Si las columnas eran sustituidas por columnas adosadas en las paredes de la cella, el templo era un templo pseudoperíptero. Un templo era llamado díptero si estaba rodeado por una columnata doble, y pseudodípteros cuando no se usaba la fila interior de columnas. Un círculo de columnas con un techo sobre ellos, pero sin una cella, formaba un templo monopteral. Un tercer método para designar o para distinguir los templos es por el número de columnas en el frente; así los templos se llaman tetrástilo, hexástilo, octástilo, es decir que tienen cinco, seis, u ocho columnas.

Hasta el siglo VII a. C. el método de construcción era muy simple: los muros de la cella eran hechos de ladrillos sin quemar que descansaban sobre una base de piedra; las columnas eran de madera, pues originalmente el templo griego en sus partes esenciales no se construyó de piedra. En los edificios de mejor construcción, los muros estaban adornados con azulejos de terracota, y las columnas estaban cubiertas de metales preciosos. Los primeros templos fueron construidos en el estilo dórico; éste fue seguido en el siglo VI por el estilo jónico que vino de Asia Menor, y más tarde por el estilo corintio. Sin embargo, un estilo nunca suplantó totalmente al otro. Si en el templo dórico la impresión era de gran masa, el templo jónico transmitía una agradable sensación de ligereza y gracia. El efecto producido por el templo griego no era uno de tamaño gigantesco, como en el de Egipto, o de masa colosal como en los asirios; sino que surgió de la relación armoniosa entre todos sus miembros, por la espiritualización del estilo de la arquitectura y la ornamentación, así como por la cuidadosa ejecución de todas las partes, incluso las menos vistas. Así se convirtió en un modelo para todos los siglos siguientes, que siempre volvieron a él después de haber intentado durante un tiempo nuevos diseños arquitectónicos propios. Los romanos fueron los primeros en adoptar el plan del templo griego, pero le imprimieron su carácter nacional de varias formas: a menudo omitieron la plataforma de la base o la sustituyeron por un podium sin ningún tipo de escalones, excepto las que conducen a la entrada; enfatizaron el frente mediante la prolongación del pórtico y por el aumento del número de columnas. El diseño finamente balanceado de los griegos fue sacrificado por el despliegue ostentoso de material y el enorme tamaño de la estructura. El templo redondo es peculiar de los romanos, que lo desarrollaron en gran medida. Entre los templos de este estilo, una de las más importantes obras maestras de la arquitectura romana es el Panteón, así como varias estructuras pequeñas y graciosas, como la de Tívoli.

Por más importante que un templo griego o romano sea en términos arquitectónicos, aun así no es nada más que una casa privada bonita y señorial, una morada de la divinidad, no una casa de oración ni un lugar para la gente ofrecer sacrificios. En esto se hace evidente la marcada diferencia entre el templo y la iglesia cristiana. Desde el principio la iglesia cristiana estuvo destinada para acoger a todos los creyentes y su interior estaba dividido en el santuario y la nave para el clero y el laicado. Contenía en sí mismo la semilla fecunda que, con el curso de los siglos, le permitió desarrollarse, incluso en términos arquitectónicos, más allá del templo clásico. En este último, excepto en el templo próstilo, el frente no tenía prácticamente ninguna característica distintiva; en el peripteral, anfipróstilo y otros las partes delanteras y traseras eran iguales. Por otra parte, las fachadas de muchas iglesias cristianas son obras de los mejores acabados y mayor valor arquitectónico. Aunque el templo contenía varias cámaras en el interior, sin embargo este hecho no ejerció ninguna influencia real en su construcción externa, mientras que en la iglesia cristiana, ya sea del estilo románico o del gótico, la disposición interior es fácilmente reconocible desde la construcción externa. Es un hecho sorprendente, y uno que, quizás, no se explica totalmente por el disgusto de los primeros cristianos por los lugares de culto pagano, que desde el principio el modelo escogido para la iglesia cristiana no fue el del templo clásico, sino la basílica, que, como el tribunal y lugar de intercambio, estaba destinado a acoger a un gran número de personas.

Liturgia del Templo

Los tres grandes fiestas nacionales de los judíos ---la Pascua, Pentecostés y la Fiesta de los Tabernáculos--- fueron la ocasión del servicio litúrgico especial del Templo ( Éx. 23,14.17, 34,23; Deut. 16,16). Se podía celebrar otras fiestas por observancia local; no así estas tres fiestas nacionales. Todos los varones debían comparecer a Jerusalén en estas ocasiones: “…sino que sólo en el lugar elegido por Yahveh tu Dios para morada de su nombre…” (Deut. 16,6). Era durante la Pascua, mientras se aderezaba el cordero pascual, que los levitas en el Templo cantaban los Hal-lel (Salmos 113(112) a 118(117): Vulg. 112-117). Estos mismos Salmos se repetían durante la cena pascual ---los dos primeros después de la segunda copa, el resto después de la cuarta copa.

La liturgia ordinaria del Templo no está clara para nosotros. El Texto Sagrado sólo provee detalles obscuros y escasos. La gente se reunía en los patios del Templo para recibir instrucción de los profetas y para unirse a ellos en la oración ( Is. 1,12-15). La costumbre deuteronómica era que la Tora debía ser leída al pueblo en el Templo en la Fiesta de los Tabernáculos (Deut. 31,10-13). Después del exilio, Esdras trajo de vuelta esta costumbre ( Neh. 8,5-8); y, sin embargo, ni siquiera la lectura de la Tora fue el propósito principal del Templo, que fue esencialmente una "casa de oración para todas las naciones" (Is. 56,7); su propósito principal era la oración a Yahveh. Fue en el templo de Silo que Ana oró por un hijo varón (1 Sam. 1,11). En el primer Templo de Jerusalén Salomón dijo su oración inspiradora para Israel (1 Rey. 8,12-53).

Aparte de los Salmos, las formas establecidas de oración eran muy raras. En tales formas establecidas, el sacerdote ofrecía las primicias y los diezmos ante el altar del Templo (Deut. 26,5-10); y el sumo sacerdote confesaba los pecados de Israel sobre la cabeza del macho cabrío ( Lev. 16,21). Durante los sacrificios de la mañana y de la noche, los levitas cantaban alabanzas al Señor y le daban gracias (1 Crón. 23,30). Estas alabanzas parecen haber sido los Salmos, pues el líder de los levitas en el tiempo de Nehemías era un hijo de Asaf (Neh. 9,17). Los títulos de muchos de los Salmos dan pruebas de su uso litúrgico en el templo o "la Casa de Yahveh" que precedió al Templo. Los salmos de Asaf y de los hijos de Coré (vea Salmos) en un tiempo formaban una colección litúrgica para el servicio del Templo. Los hijos de Asaf estaban entre los levitas del Templo (1 Crón. 25,1). Los hijos de Coré fueron también una familia levítica de cantantes del Templo (2 Crón. 20,19). De hecho, no puede haber duda de que los Salmos son evidencia de un gradual desarrollo de un himnario litúrgico para el servicio del Templo.

Algunos elementos de la liturgia de la sinagoga (vea sinagoga) probablemente tienen su origen en el servicio del Templo. El "Shema" (Deut. 6,4-9), junto con los Diez Mandamientos y varias bendiciones, eran recitados por el sacerdote en el sacrificio de la mañana (Tamid, V). Josefo (Ant. Jud., IV, VIII, 13) data esta práctica de la sinagoga de la época de Moisés.


Bibliografía: ZENNER, Die Chorgesänge im Buche der Palmen (Freiburg, 1896); ZENNER-WEISMAN, Die Psalmen nach dem Urtext (Münster, 1906). Este último texto edita el texto demasiado y por lo tanto ha sido puesto en el índice (1911.

Fuente: Kleinschmidt, Beda, and Walter Drum. "Temple." The Catholic Encyclopedia. Vol. 14. New York: Robert Appleton Company, 1912. <http://www.newadvent.org/cathen/14495a.htm>.

Traducido por L H M