Omnipotencia
De Enciclopedia Católica
(Latín omnipotentia, a partir de omnia y potens, que puede hacer todas las cosas).
Omnipotencia es el poder de Dios para realizar cualquier cosa que no sea intrínsecamente imposible. Estas últimas palabras de la definición no implican ninguna imperfección, puesto que un poder que se extiende a toda posibilidad debe ser perfecto. La universalidad del objeto del poder divino no es simplemente relativa, sino absoluta, de modo que la verdadera naturaleza de la omnipotencia no se expresa claramente al decir que Dios puede hacer todas las cosas que le son posibles; requiere la declaración adicional de que todas las cosas son posibles para Dios. Lo intrínsecamente imposible es la contradicción manifiesta, y sus elementos mutuamente excluyentes podrían resultar sólo en la nada. "De ahí que," dice Santo Tomás (Summa I, Q. XXV, a. 3), "es más exacto decir que lo intrínsecamente imposible es incapaz de producción, que decir que Dios no puede producirlo." Incluir lo contradictorio dentro del alcance de omnipotencia, como lo hizo el calvinista Vorstio, es reconocer el absurdo como un objeto del intelecto divino, y la nada como un objeto de la voluntad y poder divinos. “Dios puede hacer todas las cosas, cuya realización es una manifestación de su poder,” dice Hugo de San Víctor, “y Él es todopoderoso porque Él no puede ser impotente” (De sacram., I, II, 22).
Lo intrínsecamente imposible se debe clasificar como sigue:
A. Cualquier acción de parte de Dios que pudiese estar fuera de armonía con su naturaleza y atributos.
1. Para Dios es imposible pecar: El poder del hombre de preferir el mal sobre el bien es una señal no de fuerza, sino de debilidad, puesto que implica el riesgo de ser superado por motivos indignos; no el ejercicio, sino la restricción de ese poder le añade a la libertad y al vigor de la voluntad. "Pecar", dice Santo Tomás, "es ser capaz de fracasar en las acciones de uno, lo que es incompatible con la omnipotencia" (Summa, I, Q, XXV, a. 3).
2. Los decretos de Dios no pueden ser revertidos: Desde la eternidad la producción de criaturas, sus cambios sucesivos y la manera en que éstos se producirían fueron determinados por el libre albedrío de Dios. Si estos decretos no fuesen irrevocables, se deduciría ya sea que la sabiduría de Dios era variable o que sus decisiones se originaron por capricho. Por lo tanto los teólogos distinguen entre el poder de Dios (potentia absoluta; potentia ordinaria) absoluto y el ordinario, o regulado. El poder absoluto de Dios se extiende a todo lo que no es intrínsecamente imposible, mientras que el poder ordinario está regulada por los decretos divinos. Así por su poder absoluto Dios podría preservar al hombre de la muerte; pero en el orden actual esto es imposible, ya que Él ha decretado lo de otro modo.
3. La creación de una criatura absolutamente mejor o de un número de criaturas absolutamente más grande es imposible, porque el poder divino es inagotable. A veces se objeta que este aspecto de la omnipotencia implica la contradicción de que Dios no puede hacer todo lo que Él puede hacer; pero el argumento es sofístico; no es ninguna contradicción afirmar que Dios puede realizar cualquier cosa que sea posible, pero que ningún número de posibilidades realizadas agota su poder.
B. Elementos mutuamente repelentes:
Otra clase de imposibilidades intrínsecas incluye todo lo que simultáneamente connotaría elementos mutuamente repelentes, por ejemplo, un círculo cuadrado, una criatura infinita, etc. Dios no puede realizar la no-existencia de eventos reales del pasado, pues es contradictorio que la misma cosa que ha sucedido haya también no sucedido.
La omnipotencia es poder perfecto, libre de toda simple potencialidad. De ahí que, aunque Dios no trae a la existencia externa todo lo que es capaz de lograr, no debe entenderse que su poder pasa a través de etapas sucesivas antes de que se logre su efecto. La actividad de Dios es simple y eterno, sin evolución o cambio. La transición de la posibilidad a la realidad o del acto a la potencia, se produce sólo en las criaturas. Cuando se dice que Dios puede o podría hacer una cosa, no se han de entender los términos en el sentido en el que se aplican a las causas creadas, sino como que lleva la idea de un ser poseído de poder inmutable infinito, el alcance de cuya actividad sólo está limitado por su soberana voluntad. “El poder”, dice Santo Tomás, “no se le atribuye a Dios como una cosa realmente diferente a su conocimiento y voluntad, sino como algo expresado por un concepto diferente, puesto que poder significa lo que ejecuta el mandato de la voluntad y el consejo del intelecto. Estos tres (es decir, intelecto, voluntad, poder), coinciden entre sí en Dios "(Summa, I, Q XXV, a. 1 ad 4). La omnipotencia es poder todo suficiente. La adaptación de los medios a los fines en el universo no argumenta, como lo pondría JS Mill, que el poder del diseñador está limitado, sino sólo que Dios ha querido manifestar su gloria por un mundo así constituido en lugar de por otro. De hecho, la producción de causas secundarias, capaces de lograr ciertos efectos, requiere un mayor poder que la realización directa de estos mismos efectos. Por otro lado, aunque no existiese ninguna criatura, el poder de Dios no sería estéril, pues las criaturas no son un fin para Dios.
La omnipotencia de Dios es un dogma de la fe católica que aparece en todos los credos y definido por varios concilios (cf. Denzinger-Bannwart. "Enchiridion", 428, 1790). En el Antiguo Testamento hay más de setenta pasajes en los que se le llama a Dios Shaddai, es decir, omnipotente. Las Escrituras representan este atributo como poder infinito (Job 42,2; Mc. 10,27; Lc. 1,37); (Mt. 19,26, etc.) que sólo Dios posee (Tob. 13,4; Eclo. 1,8; etc.).
Los Padres griegos y latinos unánimemente enseñan la doctrina de la omnipotencia divina. Orígenes testifica de esta creencia cuando infiere la amplitud de la Divina Providencia a partir de la omnipotencia de Dios: “Igual que afirmamos que Dios es incorpóreo y omnipotente e invisible, así mismo confesamos como un dogma que su providencia se extiende a todas las cosas.” (Génesis, Hom. 3). San Agustín defiende la omnipotencia contra los maniqueos, que enseñaban que Dios es incapaz de vencer el mal (Haeres, XLVI y Enchir., c. 100); y habla de este dogma como una verdad reconocida incluso por los paganos y que ninguna persona razonable puede cuestionar (Serm. 240, de temp., c. II).
La razón misma prueba la omnipotencia de Dios. “Dado que todo agente produce un efecto similar a sí mismo,” dice Santo Tomás (Summa, I, Q. XXV, a. 3), “a cada poder activo le debe corresponder como objeto adecuado, una categoría de posibilidades proporcionadas a la causa que posee es poder, por ejemplo, el poder de calentar tiene como su objeto apropiado aquello que puede ser calentado. Entonces el Ser Divino, que es la base del poder divino, es infinito, al no estar limitado por ninguna categoría de ser sino que contiene dentro de sí mismo la perfección de todo ser. En consecuencia, todo lo que puede ser considerado como ser está contenido entre las posibilidades absolutas respecto a las cuales Dios es omnipotente.” (Vea los artículos CREACIÓN, DIOS, INFINITO, MILAGRO.
Bibiografía: Los filósofos discuten el asunto de la omnipotencia en obras sobre teología natural, y los teólogos en el tratado sobre el Único Dios (De Deo Uno). Vea especialmente STO. TOMÁS, Summa, I, Q. XXV; IDEM, Contra Gentes, II, VII ss.; SUAREZ, De Deo, III, ix; HURTER, Compendium theologiae dogmaticae, II (Innsbruck, 1885), 79 ss.; POHLE, Lehrbuch der Dogmatik, I (Paderborn, 1908), 143. ss.
Fuente: McHugh, John. "Omnipotence." The Catholic Encyclopedia. Vol. 11. New York: Robert Appleton Company, 1911. 19 Aug. 2016 <http://www.newadvent.org/cathen/11251c.htm>.
Traducido por Luz María Hernández Medina