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Sábado, 21 de diciembre de 2024

Libro de Henoc

De Enciclopedia Católica

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Según el Libro de Génesis (5,24), el patriarca antediluviano Henoc “anduvo con Dios, y desapareció porque Dios se lo llevó.”

Este caminar con Dios se entendía, naturalmente, que se refería a las revelaciones especiales hechas al patriarca, y esto, junto con el misterio que rodea su salida del mundo, hizo del nombre de Henoc uno apto para los fines de los escritores apocalípticos. En consecuencia, surgió una literatura que se le atribuye a él. No sólo influyó en los apócrifos judíos posteriores, sino que ha dejado su huella en el Nuevo Testamento y las obras de los primeros Padres. La epístola canónica San Judas, en los versículos 14, 15, explícitamente cita del Libro de Henoc; en la versión etíope la cita se encuentra en los versículos 9 y 4 del primer capítulo. Hay restos probables de la literatura de Henoc en otras partes del Nuevo Testamento.

Los escritores patrísticos tuvieron en alta estima el Libro de Henoc debido principalmente a la cita en Judas. La llamada Epístola de Bernabé cita dos veces a Henoc como Escritura. Clemente de Alejandría, Tertuliano, Orígenes, e incluso San Agustín suponen que la obra es una genuina del patriarca. Pero en el siglo IV los escritos de Henoc perdieron crédito y no se les volvió a citar. Después de una alusión por un autor de comienzos del siglo IX, desaparecen de la vista. Tan grande fue el olvido en que cayeron que en Occidente sólo se conservaron fragmentos escasos de las versiones griega y latina. Se pensaba que el texto completo había desaparecido, cuando en 1773 el viajero Bruce lo descubrió en dos manuscritos etíopes en Abisinia. Desde entonces, han salido a la luz varias copias más en el mismo idioma. Recientemente un gran fragmento griego que comprende los capítulos I - XXXII fue desenterrado en Akhmin en Egipto.

Los estudiosos coinciden en que el Libro de Henoc fue compuesto originalmente, ya sea en hebreo o arameo, y que la versión etíope se deriva de una griega. Una comparación del texto etíope con el fragmento griego de Akhmin demuestra que el primero es, en general, una traducción fidedigna. La obra es una compilación, y sus componentes fueron escritos en Palestina por judíos de las escuelas ortodoxas jasídica o farisea. Su carácter compuesto aparece claramente a partir de las diferencias palpables en la escatología, en los puntos de vista sobre el origen del pecado y del carácter e importancia del Mesías que se encuentran en partes delimitadas por diversidad del asunto. Los críticos coinciden en que las partes más antiguas son las incluidas en los capítulos I - XXXVI y (en términos generales) LXXI - CIV.

Se puede ver que la obra es una muy voluminosa. Pero la investigación más reciente, guiada por el Rev. R. H. Charles, un especialista inglés, divide esta parte en al menos dos componentes distintos. El análisis y la datación de Charles son:

  • I- XXXVI, la parte más antigua, compuesta antes del año 170 a.C.;
  • XXXVII - LXX, LXXXIII - XC, escrita entre 166-161 a.C.;
  • los capítulos XCI – CIV entre los años 134-95 a.C.;
  • el Libro de las Parábolas entre 94 - 64 a.C.;
  • el Libro de la Física Celestial, LXXII - LXXVIII, LXXXII, LXXIX, de fecha indeterminada.

La crítica reconoce interpolaciones, dispersos aquí y allá, de un apocalipsis perdido, el Libro de Noé. La opinión de los expertos no es unánime en cuanto a la fecha de la porción compuesta más antigua, es decir, I – XXXVI, LXXI – CIV. La autoridad preponderante, representada por Charles y Schürer lo asignan a la última parte del siglo II a.C., pero Baldensperger la llevaría a medio siglo antes de nuestra era.

Contenido

En el siguiente bosquejo del contenido, se ha adoptado el análisis de Charles, que es apoyado por razones convincentes. Los varios elementos son tomados en su orden cronológico.

Libro I (capítulos 1 – 36): Su cuerpo contiene un relato de la caída de los “Vigilantes” angélicos, su castigo y la intervención del patriarca en su historia. Se basa en Génesis 6,2: “vieron los hijos de Dios que las hijas de los hombres les venían bien, y tomaron por mujeres a las que preferían de entre todas ellas.” La narrativa tiene el propósito de explicar el origen del pecado y del mal en el mundo y en relación a esto pone muy poco énfasis en la desobediencia de nuestros primeros padres. Esta parte es notable por la completa ausencia de un Mesías.

Libro II (capítulos 83-90): Este libro contiene dos visiones. En la primera, LXXXIII – LXXXIV, se describe la horrible visita de un Diluvio, que está próximo a caer sobre la tierra. Henoc le suplica a Dios que no aniquile la raza humana. La sección restante, bajo el simbolismo del ganado, bestias y aves, esboza toda la historia de Israel hasta el reino mesiánico.

Libro III (capítulos 91-94, 98) : Pretende dar una visión profética de los acontecimientos de las semanas en todo el mundo, centrada en Israel. Esta parte se caracteriza por la insistencia en un agudo conflicto entre la justicia de la nación y sus malvados adversarios dentro y fuera de Israel. Ellos triunfan y matan a sus opresores en un reino mesiánico sin un Mesías personal. En su cierre se produce el juicio final, que inaugura una inmortalidad bienaventurada en el cielo para los justos. A tales efectos, todos los difuntos justos se levantarán desde una misteriosa morada, aunque al parecer no en el cuerpo (CIII, 3, 4). Los malvados irán al seol de oscuridad y fuego y permanecerán allí para siempre. Esta es una de las primeras menciones del “seol” como un infierno de tormento, y partes anteriores del libro han descrito el lugar de castigo para los malvados como el Tártaro y Geennom.

Libro IV (capítulos 37 – 70): Este libro consiste de tres “parábolas”. La primera describe los secretos del cielo, y le da prominencia a las huestes angélicas y sus príncipes. La segunda parábola (XLIV – LVII) trata sobre el Mesías, y es lo más impactante de este notable libro. La influencia de Daniel es fácilmente rastreable aquí, pero la figura del Mesías es descrita mucho más completamente, y se desarrolla la idea a un extremo sin paralelo en la literatura pre-cristiana. El Elegido, o el Hijo de Hombre, existía antes de que fuesen creados el sol y las estrellas, y va a ejecutar la justicia sobre todos los pecadores que oprimen a los buenos. Para este fin habrá una resurrección de todo Israel y un juicio en el que el Hijo de Hombre le va a dar a cada uno según sus obras. La iniquidad será desterrada de la tierra y el reino del Mesías será eterno. La tercera parábola (LVIII-LXX) describe de nuevo la felicidad reservada para los justos, el gran Juicio y los secretos de la naturaleza. Aquí y allá en todo el Libro de las Parábolas el autor da gradualmente su teoría del origen del pecado, y yendo un paso más atrás que el fallo de los Vigilantes del primer libro, le atribuye su caída a ciertos demonios misteriosos.

Libro V (capítulos 72 – 78, 89 y 79 transpuestos): Este libro puede ser llamado el “Libro de la Física Celestial” o Astronomía. Presenta una masa desconcertante de las revelaciones acerca de los movimientos de los cuerpos celestes, dado a Henoc por el arcángel Uriel. Los capítulos finales de toda la obra, CV - CVII, se extrajeron del perdido Libro de Noé.


Fuente: Reid, George. "Apocrypha, The Book of Henoch (Ethiopic)". The Catholic Encyclopedia. Vol. 1. New York: Robert Appleton Company, 1907. <http://www.newadvent.org/cathen/01601a.htm>.

Traducido por Luz María Hernández Medina. rc