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Martes, 19 de marzo de 2024

Judit

De Enciclopedia Católica

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Historia

Nabucodonosor, rey de Nínive, envía a su general Holofernes para someter a los judíos. Este último los asedia en Betulia, una ciudad al borde sur de la llanura de Esdrelón. Ajior, el amonita, que habla en defensa de los judíos, es maltratado por Él y enviado a la ciudad sitiada a la espera de su castigo cuando Holofernes la haya tomado. El hambre socava el valor de los sitiados y contemplan la entrega, pero Judit, una viuda, les increpa y les dice que ella entregará la ciudad. Entra al campamento de los asirios y cautiva a Holofernes con su belleza, y finalmente toma ventaja de la intoxicación del general para cortarle la cabeza. Regresa inviolada a la ciudad con la cabeza de él como trofeo, y una salida de parte de los judíos resulta en la huída de los asirios. El libro cierra con el himno de celebración de la victoria que hace Judit al Todopoderoso

El texto

El libro existe en diferentes versiones griegas y latinas, de las cuales la primera contiene al menos ochenta y cuatro versículos más que la segunda. San Jerónimo (Praef. in Lib.) dice que él lo tradujo del caldeo en una noche, magis sensum e sensu, quam ex verbo verbum transferens (tratando de dar sentido por el sentido en lugar de ceñirse a la redacción). Añade que sus códices diferían mucho, y que él expresa en latín sólo lo que él podía entender con claridad del caldeo.

En la actualidad se conocen dos versiones en hebreo: una larga prácticamente idéntica con el texto griego, y una corta que es totalmente diferente; regresaremos a la última cuando discutamos el origen del libro. La caldea, a partir de la cual San Jerónimo hizo nuestra actual versión de la Vulgata, no es recuperable a menos que se identifique con la antedicha versión hebrea más larga. Si este fuese el caso, podemos medir el valor de la obra de San Jerónimo, comparando la Vulgata con el texto griego. Nos encontramos enseguida que San Jerónimo no exageró cuando dijo que él hizo su traducción a toda prisa. Así, una comparación entre los versículos 6,11 y 8,9 nos muestra una cierta confusión respecto a los nombres de los ancianos de Betulia---una confusión que no existe en los Setenta, donde también se puede comparar con el 10,6. De nuevo en 4,6 el sumo sacerdote es Eliaquiim, cuyo nombre se cambió más adelante a Yoyaquim (15,9)---un cambio permisible, pero algo engañoso, los LXX es consistente en el uso de la forma Yoyaquim. Algunas de las afirmaciones históricas en los LXX están en oposición con las de la Vulgata; por ejemplo, el año décimo tercero (Vulgata) de Nabucodonosor se convierte en el décimo octavo en los LXX, la cual también añade un largo discurso del rey a Holofernes. San Jerónimo también con frecuencia condensaba el original--- siempre sobre la suposición que los LXX y la versión judía más larga realmente representaban el original. Para dar sólo un ejemplo:

Los LXX (2,27): “…descendió hacia la llanura de Damasco al tiempo de la siega del trigo, incendió todos sus cultivos, exterminó sus rebaños de ovejas y bueyes, saqueó sus ciudades, devastó sus campos y pasó a cuchillo a todos sus jóvenes.”
Vulgata (2,17): “Y luego de estas cosas bajó a la llanura en los días de la cosecha, e incendió la cosecha de granos y cortó todos los árboles y viñedos.!

Respecto a la versión de Judit en los LXX, se debe notar que nos ha llegado en dos recensiones: Códice B o Vaticano por un lado, y el Códice Alejandrino con el Códice Sinaítico por el otro.

Historicidad

Con muy pocas excepciones, los católicos aceptan el Libro de Judit como una narración de hechos, no como una alegoría. Incluso Jahn considera que la genealogía de Judith es inexplicable sobre la hipótesis de que la historia es una mera ficción ("Introductio", Viena, 1814, p. 461). ¿Por qué llevar la genealogía de una persona ficticia a través de quince generaciones? Los Padres siempre consideraron el libro como histórico. San Jerónimo, que excluyó a Judit del Canon, no obstante, aceptó la persona de la mujer valiente como histórica (Ep. LXV, 1).

Contra este punto de vista tradicional, se debe confesar, hay dificultades muy graves, debido, como Calmet insiste, a la condición dudosa y controvertida del texto. Las declaraciones históricas y geográficas en el libro, como lo tenemos ahora, son difíciles de entender: así

  • (a) Aparentemente Nabucodonosor nunca fue rey de Nínive, pues él llegó al trono en el 605, mientras que Nínive fue destruida ciertamente no más tarde del 606, y después de que los asirios dejaron de existir como pueblo;
  • (b) la alusión, en 1,6, a Arioj, rey de Elam, es sospechosa; se nos recuerda al Aryok de Génesis 14,1. Los LXX lo pone como rey de los elumeos, presumiblemente de los elamitas;
  • (c) el carácter de Nabucodonosor es apenas el que se nos pinta en los monumentos; en la Inscripción de la Casa de India, por ejemplo, sus sentimientos son notables por la modestia de su tono. Por otro lado, debemos recordar que, como dice Sayce, los “reyes asirios fueron los mentirosos más cara dura en sus monumentos.”
  • (d) el nombre Vagao, o Bagoas en los LXX, para el eunuco de Holofernes es sugestivo del Bagoses, quien, según Josefo (Antiq. XI, VII, 1), contaminó el Templo y de quien aparentemente tenemos una referencia en los recién descubiertos papiros de Assuan;
  • (e) se debe notar la mezcla de nombres babilónicos, griegos y persas en el libro;
  • (f) la genealogía de Judit según dada en la Vulgata es una mezcla; la que figura en los tres principales códices griegos es tal vez mejor, pero varía en cada uno. Aún así es una genealogía histórica, aunque mal conservada;
  • (g) la Vulgata presenta un rompecabezas geográfico en 2,12-16; la variante de los LXX es muy superior, y hay que señalar que a lo largo de esta versión, especialmente en el Códice B, se nos suministran los detalles más interesantes (cf. especialmente 1,9; 2,13.28-9). Los LXX también nos da información acerca de Akior que falta en la Vulgata, la cual es aparentemente insinuada en 6,2.5, que era un efrainita y un mercenario contratado por Moab;
  • (h) Betulia misma es un misterio. Según los LXX, era grande, tenía calles y torres (7,22.32), y soportaba un largo sitio a manos de un vasto ejército. Su posición, también, es establecida con minuciosidad; estaba situada en el borde de la llanura de Esdrelón y guardaba el paso hacia Jerusalén; aún así no se han hallado rastros de la existencia de tal lugar (a menos que aceptemos la teoría de Conder, “Handbook”, 5ta ed., p. 239);
  • (i) los nombres, Judit (judía), Akior (hermano de luz), y Betulia (¿Betel, es decir ¿Jerusalén?, o quizás del hebreo que significa “virgen)---en la versión hebrea más corta es llamada no “la viuda” sino “la virgen”, es decir, Betulia), suenan más bien como nombres simbólicos que lugares históricos o personas;
  • (j) en el discurso de Judit a Holofernes hay (11,12.15) alguna confusión aparente entre Betulia y Jerusalén;
  • (k) mientras que se refieren los eventos al tiempo de Nabucodonosor, y por lo tanto al final de la monarquía hebrea, parece que tenemos en 5,22, y 8,18-19, una alusión al tiempo siguiente a la Restauración;
  • (l) no hay rey en Palestina (4,5), sino sólo un sumo sacerdote, Yoyaquim o Eliaquim; y en 4,8; 11,14; 15,8 (LXX) aparentemente se menciona al Sanedrín;
  • (m) el libro tiene un colorido persa e incluso griego, como lo evidencia la recurrencia de nombres tales como Bagoas y Holofernes.

Éstas son dificultades serias, y un estudiante católico debe estar preparado para hacerles frente. Hay dos maneras de hacerlo:

(a) De acuerdo con lo que podríamos llamar crítica "conservadora", cada una de estas aparentes dificultades puede armonizarse con la opinión de que el libro es perfectamente histórico y se refiere a hechos que realmente tuvieron lugar. Así, los errores geográficos se pueden atribuir a los traductores del texto original o a copistas que vivieron mucho tiempo después de la composición del libro, y en consecuencia, ignorantes de los detalles mencionados. Calmet insiste que se denota al Nabucodonosor bíblico, mientras que en Arfadax él ve a Fraortes, cuyo nombre, como muestra Vigouroux (Les Livres Saints et La Critique Rationaliste, IV, 4ta. ed.) pudo muy fácilmente haber sido pervertido.

Vigouroux, sin embargo, de acuerdo con los últimos descubrimientos asirios, identifica a Nabucodonosor con Asurbanipal, el contemporáneo de Fraortes. Esto le permite referir los eventos a la época del cautiverio de Manasés bajo el gobierno de Asurbanipal (2 Crón. 33,11, cf. Sayce, "Higher Criticism and the Verdict of the Monuments", 4ta. ed., p. 458). Además, se sostuvo que la campaña realizada por Holofernes se ilustra bien en los registros de Asurbanipal que nos han llegado. Y estos hechos, sin duda, brindarán una explicación de la aparente alusión a la cautividad; se trataba efectivamente de una restauración, pero la de Manasés y no la de Esdras. La referencia, también, al Sanedrín es dudosa; el término griego: gerousia se utiliza para designar a los “antiguos” en Lev. 9,3, etc. Por último, la identificación que hace Conder de Betulia con Mitilia (loc. Cit. supra) es altamente probable. Además, el escritor que describió la posición estratégica en 4,1-6 conocía completamente la geografía de Palestina. Y se nos dan detalles sobre la muerte del esposo de Judit (8,2-4), los cuales difícilmente se pueden atribuir al arte, sino más bien son indicaciones de que Judit representa una heroína que realmente existió. Con relación al estado del texto, se debe notar que las extraordinarias variantes presentadas en las distintas versiones son ellas mismas una prueba de que las versiones se derivaron de una copia que data muy anterior al tiempo de sus traductores (cf. Calmet, “Introd. in Lib. Judit”).

(b) Algunos pocos escritores católicos no están satisfechos con la solución de Calmet de las dificultades del Libro de Judit; ellos consideran que los errores de los traductores y de los escribas no son explicación suficiente en este asunto. Estos pocos católicos, junto con los no católicos que no les importa lanzar el libro en su totalidad al reino de la ficción, nos aseguran que el Libro de Judit tiene un fundamento histórico sólido. Judit no es un personaje mítico, ella y su acto heroico vivían en la memoria del pueblo, pero las dificultades enumeradas anteriormente parecen indicar que la historia como la tenemos ahora fue puesta por escrito en un período muy posterior a los hechos. La historia, tal como se mantiene, es vaga; el estilo de composición, los discursos, etc, nos recuerdan los Libros de los Macabeos. Se evidencia un notable conocimiento del Salterio (cf. 7,19 y Sal. 105,6; 7,21 y Sal. 78,10, 113,2; 9,6.9, y Sal. 19,8; 9,16, y Sal. 146,10; 13,21 y Sal. 105,1). Es casi seguro que algunos de estos Salmos se refieren al período del Segundo Templo. De nuevo, el sumo sacerdote Yoyaquim presumiblemente deberá ser identificado con el padre de Eliasib, y por lo tanto debió haber vivido en la época de Artajerjes el Grande (464-424 a.C. cf. Josefo, “Antiq.”, XI, VI-VII). Nos referimos arriba a una versión hebrea corta del libro; el Dr. Gaster, su descubridor, asigna este manuscrito al siglo X u XI d.C. (Proceedings of Soc. of Bibl. Archaeol., XVI, págs. 156 ss). Es sumamente breve, algunas cuarenta líneas, y nos da sólo la esencia de la historia. Sin embargo, parece ofrecer una solución a muchas de las dificultades sugeridas anteriormente. Así Holofernes, Betulia y Akior, todos desaparecen; hay una explicación muy natural para la depuración en 12,7 y, lo más notable de todo, el enemigo ya no es un asirio, sino Seleuco, y su ataque es sobre Jerusalén y no sobre Betulia.

Si se pudiese afirmar que tenemos en este manuscrito la historia en su forma original, y que nuestro libro canónico es una ampliación del mismo, estaríamos entonces en condiciones de explicar la existencia de las numerosas versiones divergentes. La mención de Seleuco nos lleva hasta los tiempos de los Macabeos, el título de Judith, ya no la "viuda", sino la "virgen" (BTVLH), pueden explicar la misteriosa ciudad; la coloración macabea de la historia se vuelve inteligible, y el tema es la eficacia de la oración (cf. 6,14-21; 7,4; 2 Mac. 15,12-16).

Estatus en el Canon

El libro de Judit no existe en la Biblia hebrea, y es por tanto excluido del canon protestante de la Sagrada Escritura. Pero la Iglesia siempre ha mantenido su lugar en el canon.

San Jerónimo, mientras rechaza en teoría los libros que no encontró en su manuscrito hebreo, sin embargo, consintió en traducir el Libro de Judit porque "el Sínodo de Nicea dice que lo consideró como Sagrada Escritura" (Praef. in Lib.). Es cierto que tal declaración no se encuentra en los cánones de Nicea, y es incierto si San Jerónimo se refiere a la utilización del libro en las discusiones del concilio, o si fue confundido por algunos cánones espurios atribuidos a ese concilio, pero sí es cierto que los Padres de los primeros tiempos han considerado a Judit entre los libros canónicos; así San Pablo parece citar el texto griego de Judit 8,14 en 1 Cor. 2,10 (cf. también 1 Cor. 10,10, con Judit 8,25). En la Iglesia cristiana primitiva lo encontramos citado como parte de la Escritura en los escritos de San Clemente de Roma (Primera Epístola a los Corintios, IV), Clemente de Alejandría, Orígenes y Tertuliano.


Bibliografía: Consulte los varios diccionarios bíblicos e introducciones; también Civilta Cattolica (1887). El mejor resumen de las diversas opiniones y argumentos sobre el asunto está en GIGOT, Special Introd., I; cf. también especialmente SCHURER, The Jewish People in the Time of Christ, div. II, vol. III; VIGOUROUX, La Bible et les Decouvertes Modernes, IV (5ta. ed.), 275-305; BRUENGO, Il Nabucodonosor di Giuditta (Roma, 1888).

Fuente: Pope, Hugh. "Book of Judith." The Catholic Encyclopedia. Vol. 8. New York: Robert Appleton Company, 1910. <http://www.newadvent.org/cathen/08554a.htm>.

Traducido por Luz María Hernández Medina.