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Sábado, 21 de diciembre de 2024

Diluvio

De Enciclopedia Católica

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Diluvio es el nombre de una catástrofe completamente descrita en Génesis 6,1 - 9,19, y a la que se alude en los siguientes pasajes de la Sagrada Escritura: Sab. 10,4; 14,6-7; Eclo. 16,8; 44,17-19; Isaías 54,9; Mt. 24,37-39; Lc. 17,26-27; Heb. 11,7; 1 Pedro 3,20-21; 2 Ped. 2,5. En el presente artículo consideraremos el tema bajo los siguientes títulos:

Relato Bíblico del Diluvio

El Libro del Génesis da la siguiente breve reseña del Diluvio: Dios ve la maldad de los hombres, y determina destruirlos con excepción de Noé y su familia (6,1-8). Le revela su decreto a Noé y le indica cómo puede salvarse a sí mismo y la semilla de toda vida animal por medio de un arca que debe construir de acuerdo a ciertas dimensiones (6,9-22). Siete días antes del Diluvio, Dios manda al patriarca a entrar al arca (7,1-5). Noé completa su entrada al arca el mismo día que comienza el Diluvio; la lluvia cae durante cuarenta días y noches; todos los seres vivos fuera del arca son destruidos; las aguas prevalecen sobre la tierra ciento cincuenta días (7,6-24). Las aguas disminuyen, la tierra se seca; Noé comprueba su condición por medio de un cuervo y una paloma enviados fuera del arca (8,1-14). Noé obedece la orden divina de salir del arca, construye un altar, ofrece un sacrificio, hace un pacto con Dios y comienza a ser un labrador (9,1-27).

Tan simple como este relato parece ser, los críticos bíblicos sostienen que es un mosaico compuesto de dos historias del Diluvio, que difieren en la autoría y en su contenido. Le atribuyen una al escritor yahvista, usualmente designado por la letra J; y el otro, al escritor sacerdotal post-exílico, generalmente conocido como P. Según Kautzsch, las secciones 6,1-8; 7,1-5.7-10.12.16b-17.22-23; 8,2b-3a.6-12.13b.20-22; 9,18-27, pertenecen a J, mientras que le asignan a P 6,9-22; 7,6.11.13-16a.18-21; 7,24 - 8,2a; 8,3b-5.13a.14-19; 9,1-17. Esta división del texto se basa en los siguientes motivos:

  • 1. J utiliza el nombre divino Yahveh, mientras que P emplea Elohim;
  • 2. J y P narran la misma serie de eventos,
  • 3. J y P se diferencian en el idioma;
  • 4. J y P no están de acuerdo en sus declaraciones.

El carácter compuesto de la historia del Diluvio no entra en conflicto con la autoría de Moisés. El estudiante de la Biblia más conservador admitirá que Moisés no fue un testigo ocular del Diluvio. Prescindiendo de la revelación divina, debe haber obtenido su información sobre el evento ya sea de la tradición o de documentos escritos. Si la crítica bíblica ha tenido éxito en la restauración de las principales fuentes utilizadas por Moisés en su historia del Diluvio, ha hecho el servicio más insigne a la exégesis bíblica. Afortunadamente, estamos en posición de poder controlar el valor de las conclusiones críticas por medio del relato babilónico o acadio del Diluvio. Sin detenernos sobre su forma según aparece en los fragmentos de Beroso, que son de fecha relativamente reciente, encontramos que la versión que figura en una inscripción cuneiforme en tablillas conservadas en el Museo Británico, y descifradas por primera vez por George Smith en 1872, contiene una combinación de los elementos de P y J del relato del Diluvio. Los expertos dicen que esta versión se remonta al menos a cerca de 3,000 a.C. Es cierto, por lo tanto, que los llamados documentos P y J reconstruidos por los críticos se combinaron mucho antes de que el texto bíblico se pusiera por escrito. Este hecho es confirmado por una historia del Diluvio que figura en el fragmento recién descubierto por Scheil, que no puede ser de fecha muy posterior a 2,140 a.C. Los críticos ya no pueden negar la existencia de una tradición del Diluvio similar a la historia contenida en el Libro del Génesis, anterior a nuestro relato bíblico. A fin de defender su división del texto inspirado en los llamados documentos J y P, sostienen que la historia acadia se copió parcialmente en los documentos J y P, y que el “redactor” bíblico reunió estos dos relatos parciales en uno solo. Esta serie de suposiciones, sin embargo, es a lo mejor un torpe intento de explicar un hecho que está en el camino de su teoría. Pero estamos dispuestos a admitir la división crítica del relato del Diluvio, a pesar de su desacuerdo con los resultados de los descubrimientos más recientes, si los argumentos críticos son realmente convincentes.

(1) Se nos dice que J usa el nombre divino Yahveh, mientas que P utiliza Elohim. Pero se deben tener en mente las siguientes consideraciones: Primero, estamos apenas suficientemente seguros del uso de los nombres divinos en los textos inspirados primitivos para construir un argumento sólido sobre su ocurrencia en la forma actual del texto. En segundo lugar, en la forma actual del texto Elohim aparece dos veces en el documento yahvista, 6,2, y 7,9. En tercer lugar, seis pasajes en la sección 7,16 - 8,20 se asignan al escritor yahvista, aunque el nombre de Yahveh no aparece ni una sola vez. En cuarto lugar, la variación de los nombres divinos en la historia del Diluvio puede explicarse satisfactoriamente sin recurrir a la acción violenta de dividir el texto entre dos escritores distintos.

(2) Se alega que J y P informan los mismos hechos. Si examinamos los dos documentos según reconstruidos por los críticos, a la luz de este argumento, encontramos que son fragmentarios y que no contienen dos series de eventos. J pasa de la determinación de Dios de destruir el mundo (6,1-8) al mandato divino a Noé para que entre al arca sin decirle dónde encontrar o cómo conseguir un arca (7,1-5). Noé construye un altar y ofrece holocaustos sin salir del arca (8,20). P no nos informa de la verdadera naturaleza de la corrupción de toda carne (6,9-12); él sabe de la orden de Dios para salvar a los animales, pero no sabe nada de la orden de Dios sobre Noé y su familia (6,17-22; 7,13); incluso once meses después del inicio del Diluvio y dos meses después de la aparición de las cimas de las montañas, él no conoce de ningún intento por parte de Noé para determinar la condición de la tierra (8,13 ss.); finalmente, no da ningún motivo ético para la bendición divina otorgada a Noé (9,1 ss.). Los críticos están conscientes de estas lagunas en los dos documentos, y los explican con la suposición de que el "redactor", que tenía ante sí las historias originales del Diluvio,, no insertó su texto completo en el relato bíblico. Pero si el "redactor" omitió ciertas partes de los documentos originales a fin de evitar repeticiones, ¿por qué no omitió las repeticiones descubiertas por los críticos? ¿O vamos a suponer que presenta algunas repeticiones, mientras que cuidadosamente evitó las demás? ¿No es más probable que él consideró las repeticiones alegadas por los críticos como meros recursos retóricos, como transiciones resumidas, por ejemplo, (6,9-12), o gradaciones (7,17-20; 7,21-23), o amplificaciones (7,7.13-16a)?

(3) Se dice que J y P difieren en el lenguaje; pero siendo la división crítica lo que es, sería extraño si los documentos no difirieran en lenguaje. Las secciones que contienen material cronológico, sistemático y científico son atribuidas a P, el resto se deja a J. ¿No es sorprendente que J no describe las medidas del arca, viendo que los críticos no le dan ningún arca que describir? ¿O es notable que P carece del estilo poético que se halla en la descripción del cuervo y la paloma en J, ya que no se le asigna ninguna sección, que admita tal tratamiento? El cuidado con que sólo se asigna a J y P respectivamente temas establecidos y expresiones determinadas está bien ilustrado por el hecho de que a pesar de su minuciosa disección de la historia del Diluvio, la crítica debe eliminar del documento J parte de 6,7; 7,3.7.17.22.23; 9,18.22.23.26, y 7,8.9 completo; y del documento P parte de 6,17, 7,6; 9,4, a fin de no permitir inconsistencias en sus fuentes.

(4) Por último, se dice que J y P no concuerdan respecto a los animales que se llevarían en el arca, en cuanto a la duración del Diluvio y en cuanto al comportamiento de Dios hacia el hombre después del diluvio. En 6,19, de hecho, P registra el mandato de Dios, "de toda carne meterías en el arca una pareja"; pero ¿es incompatible con esto, si 120 años después, cuando Noé está a punto de entrar al arca, J relata una especificación divina más exacta, "de todos los animales puros tomarás para ti siete parejas… y de todos los animales que no son puros, una pareja” (7,2-3)? No se puede decir que el cumplimiento muestra que al arca se llevaron sólo dos de cada especie, tanto 7,9 como 7,15-16 leen “sendas parejas de cada especie", de modo que expresan las parejas aptas para la generación, más que cualquier número absoluto. La discrepancia en cuanto a la cronología entre J y P es más artificial que real; no hay incoherencia en la cronología del relato bíblico del Diluvio, por lo que la discrepancia entre los documentos, si alguna, es de fabricación crítica. Además, una simple lectura del documento J, tomado por separado, muestra que su cronología no es satisfactoria. Por último, si en 9,15 P sabe de una alianza divina que, de acuerdo a J, es el resultado de la auto-reflexión de Yahveh en consecuencia del sacrificio del patriarca (8,21-22), los dos documentos son más bien complementarios que contradictorios, J proporciona la motivación ética de la acción de Dios tal como es descrita por P.

Historicidad

Se ha argumentado que la historia bíblica del Diluvio y las leyendas del diluvio de otros pueblos, miradas desde un punto de vista meramente histórico, descansan sobre una base similar, siendo el relato bíblico una mera variante tardía de uno de ellos. Y al investigar su origen, encontramos que se han propuesto cuatro teorías:

  • 1. La historia del Diluvio es un mero producto de la fantasía. Esta teoría contradice la analogía de leyendas similares entre todos los pueblos.
  • 2. Otros consideran la historia del diluvio como un mito de la naturaleza, y que representa el fenómeno del invierno que en Babilonia, en particular, es el tiempo de la lluvia. De nuevo, otros escritores creen que este mito de la naturaleza se desarrolló a partir de un mito éter arcaico, según el cual se imaginaban al sol como un hombre que navegaban en un barco en el mar celestial. El hecho de que el mar se encontraba en la tierra, y no en el cielo, y los daños causados por la incesante lluvia invernal y la inundación de los grandes ríos, transfirió el mito del cielo a la tierra, cambiando el mito éter en un mito de la naturaleza. Pero también esta teoría deja de lado las historias de numerosos Diluvios existentes entre muchas naciones, que no se prestan a una explicación similar.
  • 3. Relacionada con la teoría anterior es la explicación que convierte la historia del diluvio en una fábula cosmogónica. Se ha visto que el héroe rescatado en el barco debe haber sido el dios-sol (ver el mito éter). Así, el diluvio se convierte esencialmente en una variante del mito babilónico de la creación. Es por esta razón que el texto mitológico publicado por Peiser llama al tiempo del Diluvio "el año de la gran serpiente". Pues esta "gran serpiente" es el océano personificado que en los viejos mapas rodea a Babilonia, así como Leviatán es el océano que rodea al mundo personificado como una serpiente; es el mismo monstruo que es una figura central en la historia de la creación. No es necesario añadir que esta teoría, también, deja inexplicadas la mayor parte de las tradiciones del Diluvio existentes.
  • 4. Se ha inferido a partir de la improbabilidad de las teorías anteriores, que la historia del Diluvio debe ser una presentación poética o legendaria de algún acontecimiento natural. Por otra parte, se sostiene que la base inmediata de la leyenda es una perturbación local. Puede haber sido una gran inundación causada por un desbordamiento de los ríos Tigris y Éufrates, o la incursión de un maremoto como consecuencia de un terremoto al sur de la boca de los dos ríos. Pero por terrible que fuera la ruina provocada por tales inundaciones, esta teoría no explica la universalidad de la tradición del Diluvio, a menos que supongamos que la ruina afectó a todos los antepasados de todas las razas humanas.

Hasta aquí hemos considerado la historia bíblica del Diluvio desde un punto de vista meramente histórico. Pero el estudiante que cree en la inspiración de la Biblia y admite el valor de la tradición en su exégesis apenas puede quedar satisfecho con los resultados obtenidos hasta la fecha. Ni siquiera será suficiente aceptar que la antigua leyenda del Diluvio se convirtió en el vehículo de la verdad religiosa y espiritual por medio de un sentimiento religioso guiado por la divinidad y la intuición del escritor inspirado. El Diluvio es mencionado en varios pasajes de la Escritura como un hecho histórico; los Padres en sus escritos consideran el evento bajo la misma luz, y esta opinión del asunto es confirmada por numerosas variantes bajo las cuales la tradición del Diluvio vive en las más distantes naciones de la tierra.

(a) Los siguientes son algunos de los pasajes del Nuevo Testamento que implican que el Diluvio fue un evento histórico real: “Como en los días de Noé, así será la venida del Hijo del Hombre. Porque como en los días que precedieron al Diluvio, comían, bebían, tomaban mujer o marido, hasta el día en que entró Noé en el arca, y no se dieron cuenta hasta que vino el Diluvio y los arrastró a todos; así será también la venida del Hijo del Hombre.” (Mt. 24,37-39). En estas palabras Cristo se refiere al Diluvio con sus circunstancias como no menos real que lo que serán los últimos días de los que habla en el pasaje. Él implica la misma opinión sobre el Diluvio en Lucas 17,26-27. En la Epístola a los Hebreos (11,7), el escritor inspirado no es menos claro sobre la historicidad del Diluvio: "Por la fe, Noé, advertido por Dios de lo que aún no se veía, con religioso temor construyó un arca para salvar a su familia; por la fe condenó al mundo y llegó a ser heredero de la justicia según la fe.” San Pedro (1 Pedro 3,20) también se refiere al arca y al Diluvio como datos históricos: “cuando les esperaba la paciencia de Dios, en los días en que Noé construía el arca, en la que unos pocos, es decir ocho personas fueron salvados, a través del agua”. Regresa a la misma enseñanza en 2 Pedro 2,5. Podemos apelar a Is. 54,9; Nahúm 1,8; Ezequiel 14,14; Eclo. 44,18 ss.; Sal. 29(28),10; 32(31),6; pero lo que se ha dicho muestra suficientemente que la Biblia impulsa la historicidad de la historia del Diluvio.

(b) En cuanto a la opinión de la tradición cristiana, es suficiente apelar aquí a las palabras del Padre Zorell, quien sostiene que ningún escritor católico ha explicado ni comprendido la historia bíblica sobre el Diluvio en ningún sentido que no sea el verdaderamente histórico (cf. Hagen, Lexicon Biblicum). Sería inútil el trabajo y excedería el ámbito del presente artículo enumerar la larga lista de Padres y teólogos escolásticos que se han referido al asunto. Las pocas voces discordantes aisladas pertenecientes a los últimos quince o veinte años simplemente se ahogaron en este coro unánime de la tradición cristiana.

(c) La historicidad del relato bíblico del Diluvio es confirmada por la tradición existente en todos los lugares y en todo momento en cuanto a la ocurrencia de una catástrofe similar. F. von Schwarz (Sintfluth und Volkerwanderungen, págs. 8-48) enumera sesenta y tres de tales historias, que son en su opinión independientes del relato bíblico. R. Andree R. (Die Flutsagen ethnographisch betrachtet) discute ochenta y ocho diferentes historias del Diluvio, y considera a sesenta y dos de ellas como independientes de las tradiciones caldea y hebrea. Por otra parte, estas historias se extienden a través de todas las razas de la tierra, salvo los africanos, a los cuales se exceptúan, no porque no posean ningunas tradiciones sobre el Diluvio, sino porque sus tradiciones aún no han sido suficientemente investigadas. Lenormant declara la historia del Diluvio como la tradición más universal en la historia del hombre primitivo, y Franz Delitzsch opinaba que también podríamos considerar como un mito la historia de Alejandro Magno, como para llamar la tradición del Diluvio una fábula. Sería, en efecto, un milagro mayor que el del Diluvio mismo, si las diversas y diferentes condiciones que rodean las varias naciones de la tierra hubiesen producido entre ellos una tradición prácticamente idéntica. Causas opuestas habrían producido el mismo efecto.

Universalidad del Diluvio

El relato bíblico le adscribe una especie de universalidad al Diluvio; pero puede haber sido geográficamente universal, o puede haber sido sólo antropológicamente universal. En otras palabras, el Diluvio puede haber cubierto toda la tierra, o puede haber destruido a toda la humanidad, cubriendo sólo cierta parte de la tierra. Hasta alrededor del siglo XVII, se creía generalmente que el Diluvio había sido geográficamente universal, y esta opinión es defendida, incluso en nuestros días, por algunos eruditos conservadores (cf. Kaulen en Kirchenlexikon). Sin embargo, doscientos años de estudios teológicos y científicos dedicados al asunto han arrojado mucha luz sobre él, de modo que ahora podemos defender las siguientes conclusiones:

(1) La universalidad geográfica del Diluvio puede ser abandonada seguramente:

Ni la Sagrada Escritura, ni la tradición eclesiástica universal, ni tampoco las consideraciones científicas, hacen aconsejable adherirse a la opinión de que el Diluvio cubrió toda la superficie de la tierra. Las palabras del texto original, traducidas como "tierra" en nuestra versión, significa "región" así como "tierra"; de hecho, "la región" parece haber sido su significado principal, el cual se ajusta admirablemente a los capítulos 4, 5 y 10 del Génesis; ¿por qué no adherirse a este significado también en Gén. 6 - 9, o la historia del Diluvio? ¿Por qué no leer, las aguas "llenaron todo sobre la faz de toda la región", "fue destruida toda la carne que se movía sobre la región", "murieron todas las cosas en que había un aliento de vida en la región", "quedaron cubiertos todos los montes altos bajo el cielo (correspondiente a la región)"? El significado principal del texto inspirado propone una universalidad del Diluvio que cubre todo el país o región en que vivió Noé, pero no toda la tierra.

En cuanto a la contundencia de la prueba a partir de la tradición para la universalidad geográfica del Diluvio, se debe recordar que muy pocos de los Padres se refirieron a esta cuestión ex professo. Entre los que lo hacen hay algunos que restringen el Diluvio a ciertas partes de la superficie de la tierra, sin incurrir en la culpa de atentar contra la tradición, como por ejemplo:

  • Muchos exceptuaron el paraíso terrenal, independientemente de su ubicación, en la cima de una montaña o en otro lugar;
  • Y lo mismo debe decirse del lugar en el que debió haber vivido Matusalén durante el Diluvio de acuerdo a la variante de los Setenta;
  • San Agustín sabía de escritores que eximieron del Diluvio al monte Olimpo, aunque él mismo no está de acuerdo con ellos;
  • Pseudo-Justino rechaza con duda la opinión de los que restringen el Diluvio a las partes de la tierra realmente habitadas por los hombres;
  • Cayetano revivió la opinión que el Diluvio no cubrió el Olimpo y otras montañas altas, creyendo que el Génesis hablaba sólo de las montañas bajo el cielo aéreo;
  • Tostato ve una figura retórica en la expresión bíblica que implica la universalidad del Diluvio; en todo caso, exime el paraíso terrenal puesto que Henoc tenía que ser salvado.

Si los Padres hubiesen considerado la universalidad del Diluvio como parte del cuerpo de la tradición eclesiástica, o del depósito de la fe, la hubiesen defendido más vigorosamente. Es cierto que la Congregación del índice condenó el tratado de Vossius "De Septuaginta Interpretibus" en el que defendía, entre otras doctrinas, la opinión de que el Diluvio cubrió solamente la parte habitada de la tierra, pero teólogos de gran autoridad afirman que la obra fue condenada debido a su autor protestante, y no debido a su doctrina.

También hay ciertas consideraciones científicas que se oponen a la opinión de que el diluvio fue geográficamente universal. No es que la ciencia se oponga a cualquier dificultad insuperable para el poder de Dios, pero llama la atención a un número extraordinario de fenómenos muy extraordinarios, si no milagrosos, envueltos en la admisión de un diluvio geográficamente universal.

  • En primer lugar, no se han hallado huellas geológicas como las que deberían haber sido dejadas por un diluvio universal; pues la catástrofe relacionada con el comienzo de la era glacial, o el diluvio geológico, no debe estar conectado con la Biblia.
  • En segundo lugar, la cantidad de agua requerida por un diluvio universal, como se describe en la Biblia, no puede ser explicada por los datos suministrados en el relato bíblico. Si la superficie de la tierra, en números redondos, equivale a 510.000.000 kilómetros cuadrados, y si la elevación de las montañas más altas llega a unos 9000 metros, el agua requerida por el Diluvio bíblico, si fue universal, es de alrededor de 4,600,000,000 kilómetros cúbicos. Ahora bien, una lluvia de cuarenta días, diez veces más copiosas que las precipitaciones más violentas conocidas por nosotros, elevaría el nivel del mar a una altura de más de 800 metros; puesto que la altura que debe alcanzar es de unos 9000 metros, todavía hay una brecha a ser llenada por fuentes desconocidas ascendiente a una altura de más de 8000 metros, a fin de elevar el agua hasta el nivel de las montañas más altas.
  • En tercer lugar, si el diluvio bíblico fue geográficamente universal, el agua de mar y el agua dulce se mezclarían hasta tal punto que ni los animales marinos ni los animales de agua dulce podrían haber vivido en la mezcla sin un milagro.
  • En cuarto lugar, hay dificultades graves relacionadas con los animales en el arca, si el diluvio fue geográficamente universal: ¿Cómo fueron llevados a Noé desde las regiones remotas de la tierra en que vivían? ¿Cómo podrían ocho personas cuidar de tal variedad de bestias? ¿De dónde obtuvieron el alimento necesario para todos los animales? ¿Cómo pudieron los animales del Ártico vivir con los de la zona tórrida durante todo un año y bajo el mismo techo?

Ningún comentarista católico repudiaría una explicación meramente por miedo a tener que admitir un milagro; pero ningún católico tiene derecho a admitir milagros bíblicos que no estén bien autenticados, ya sea por la Escritura o por la tradición. Es más, hay huellas en la historia bíblica del Diluvio que favorecen un limitado alcance de la catástrofe: Noé pudo haber conocido la universalidad geográfica del diluvio sólo por revelación; aún cuando el relato bíblico parece haber sido escrito por un testigo presencial. Si el diluvio hubiese sido universal, el agua tendría que haber caído desde lo alto de las montañas de la India al nivel de las de Armenia, en las que descansó el arca, es decir, cerca de 11.500 pies, en el espacio de pocos días. El hecho de que la paloma encontró "las aguas ... sobre toda la tierra", y que Noé "vio que la faz de la tierra se secó", deja la impresión de que el escritor inspirado utiliza la palabra "tierra" en el sentido restringido de "región". También se ha llamado la atención a “la rama de un olivo, de hojas verdes" cargada por la paloma en su boca en su segundo regreso al arca.

(2) El Diluvio debió haber sido antropológicamente universal, es decir, debió haber destruido toda la raza humana:

Después de limitar el alcance del Diluvio a una parte de la tierra, nos preguntamos naturalmente si vivía algún hombre fuera de la región cubierta por sus aguas. Se ha sostenido que no todos los hombres pueden haber perecido en el Diluvio por las siguientes razones: tribus que sin duda surgieron de Noé fueron precedida en sus primeros asentamientos por otras tribus cuyos origen se desconoce: las tribus dravídicas precedieron a los arios en la India; los proto-medios precedieron a los medos, los acadios precedieron a los etíopes y a los semitas en Caldea; los canaenos fueron precedidos en Palestina por otras razas. Además, los más antiguos monumentos egipcios presentan la raza negra igual que la encontramos hoy día, de modo que, incluso en esa época remota, era totalmente diferente de la raza caucásica. Una vez más, se dice que las lenguas de las razas que surgieron de Noé están en un estado de desarrollo diferente de aquel que encontramos en las lenguas de los pueblos de origen desconocido. Por último, se dice que el relato bíblico del diluvio admite una restricción de su universalidad antropológica tan fácilmente como una limitación de su integridad geográfica; pues si "tierra" se sustituye en nuestra traducción por “región”, el Libro del Génesis, al hablar de las víctimas de las aguas, habla sólo de los hombres que habitan en un distrito determinado, y no de los hombres de toda la tierra. Consideraciones como éstas han inducido a varios escritores católicos a considerar como muy sostenible la opinión de que el diluvio no destruyó a todos los hombres fuera del arca.

Pero si se examina debidamente las razones esgrimidas para limitar el Diluvio a una parte determinada de la raza humana, se encuentra que son más engañosas que ciertas. Los argumentos científicos anteriores no son favorables a una destrucción parcial de la raza humana en absoluto, sino sólo en la medida en que la existencia ininterrumpida de las distintas razas en cuestión les da más tiempo para el desarrollo racial y los datos históricos que deben ser armonizados con el texto del Génesis. Quienes impulsan estos argumentos aceptan, por lo tanto, implícitamente, que la asignación de una longitud adecuada de tiempo explicará los hechos en los que se basan sus argumentos. Como no hay nada en la enseñanza de la Biblia que nos impida asignarle al Diluvio una fecha mucho más temprana que la que generalmente se le ha dado, las dificultades presentadas por la ciencia contra la universalidad antropológica del Diluvio pueden ser fácilmente eludidas. Tampoco se puede apelar a la distribución de las naciones como se describe en el capítulo 10 del Génesis, puesto que dicha sección no enumera todas las razas de la tierra, sino que se limita probablemente a la raza caucásica.

Por lo tanto, la ciencia puede exigir una fecha temprana para el diluvio, pero no necesita una limitación del Diluvio a ciertas partes de la raza humana. La cuestión de si todos los hombres perecieron en el Diluvio debe ser decidida por la enseñanza de la Biblia y de su intérprete autorizado. En cuanto a las enseñanzas de la Biblia, si se toma por sí mismo el pasaje que trata ex profeso sobre el Diluvio (Génesis 6 - 9), puede ser interpretado como una destrucción parcial del hombre; insiste en el hecho de que todos los habitantes de la "región", no de la "tierra", murieron en las aguas del diluvio, y no nos dice explícitamente si todos los hombres vivían en la "región". También se pueden conceder que los pasajes que se refieren incidentalmente al Diluvio, Sab. 10,4; 14,6; Eclo 44,17 ss.; y Mt. 24,37 ss., pueden ser explicados, más o menos satisfactoriamente, por una destrucción parcial de la raza humana debido a la inundación del Diluvio; pero nadie puede negar que el significado prima facie de 1 Pedro 3,20 ss.; 2 Ped. 2,4-9, y 2 Ped. 3,5 ss., se refieren a la muerte de todos los hombres que no estaban en el arca. Las explicaciones de estos pasajes, ofrecido por los opositores de la universalidad antropológica del diluvio, son apenas suficientes para eliminar toda duda razonable. Pasamos, por tanto, a la autoridad, a fin de llegar a una solución definitiva de la cuestión. Aquí nos enfrentamos, en breve, con los siguientes hechos: Hasta los siglos XVI y XVII, la creencia en la universalidad antropológica del diluvio era general. Por otra parte, los Padres consideran el arca y el diluvio como los tipos del bautismo y de la Iglesia; cuya opinión no tenida como una privada, sino como un desarrollo de la doctrina contenida en 1 Pedro 3,20 ss. Por lo tanto, el carácter típico de ambos, el arca y el Diluvio, pertenece a la "materia de fe y de moral» en las que los Concilio de Trento y Vaticano I obligan a todos los católicos a seguir la interpretación de la Iglesia.

Asuntos Colaterales

Éstos pueden reducirse a la época del Diluvio, su lugar y sus causas naturales.

(1) Época del Diluvio:

El Génesis sitúa el Diluvio cuando Noé tenía seiscientos años; el texto masorético lo asigna al año 1656 después de la creación; el samaritano al 1307; los Setenta al 2242, Flavio Josefo, al 2256. Una vez más, el texto masorético lo coloca en 2,350 a.C. (Klaproth) o 2253 (Lüken), el samaritano, en 2903, los Setenta, en 3134. Según las tradiciones antiguas (Lüken), los asirios colocaban el Diluvio en 2,234 o 2,316 a.C., los griegos en 2,300, los egipcios en 2,600, los fenicios en el 2,700, los mexicanos en 2,900, los indios en 3,100, los chinos en 2,297, mientras que los armenios sitúan la construcción de la Torre de Babel en alrededor del 2200 a.C. Pero, como hemos visto, debemos estar preparados para asignar fechas anteriores a estos acontecimientos.

(2) Lugar del Diluvio:

La Biblia sólo enseña que el arca descansó en una montaña en Armenia. Por lo tanto, el Diluvio debió haber ocurrido en un lugar desde donde el arca pudiese ser llevada hacia esa montaña. La tradición babilónica sitúa el Diluvio en el valle inferior del Tigris y el Éufrates.

(3) Causas Naturales del Diluvio:

La Escritura asigna como las causas del Diluvio las fuertes lluvias durante cuarenta días, la ruptura de las fuentes del gran abismo, y la apertura de las compuertas de los cielos. Esto no excluye la opinión de que ciertas fuerzas naturales entraron en juego en la catástrofe. Se ha sugerido que el eje de la tierra se desplazó a causa de la colisión de la Tierra con un cometa, o que poderosas erupciones volcánicas levantaron nuevas montañas en el mar, o que un sismo causó un maremoto para cubrir ciertas partes de las tierras secas. Así, Suss habla de la frecuencia de los terremotos y tormentas en el Golfo de Persia, pero esto sería incluir el Diluvio dentro de límites demasiado estrechos, tanto de espacio como de tiempo. Von Schwartz ha propuesto otra conjetura, la cual supone que un mar interior de Mongolia, de tamaño casi igual al Mediterráneo, situado a una altura de unos 6,000 pies sobre el nivel del mar y a 5,000 pies sobre la circundante llanura Aralo Caspiana, en el momento de un terremoto se rompió en uno de sus muros, y envió sus 3.000.000 de kilómetros cúbicos de agua a la región norte de Persia, Armenia y el Cáucaso, cubriendo así toda la llanura, hasta que las aguas fueron drenadas por el camino del Mar Negro y el Mediterráneo en el Océano Atlántico.

Aquí tenemos la ruptura de los lazos de un gran abismo, tenemos una salida de agua que dura varios meses, y encontramos que el arca debió haber sido llevada hacia el oeste por la tendencia general de las aguas hasta que descansó sobre las montañas de Armenia. Pero sin mencionar la improbabilidad de la suposición presentada por varios científicos, no entendemos por qué las cimas de las montañas no fueron visibles incluso después del amarre del arca. Se han propuesto un sinnúmero de otras hipótesis para explicar por causas naturales los fenómenos implícitos en el relato bíblico del Diluvio, pero hasta ahora éstos no han satisfecho los diversos detalles que figuran en el libro del Génesis.


Bibliografía: Se puede hallar bibliografías completas en VON HUMMELAUER, Commentarius in Genesim (París, 1895); MANGENOT en Vig., Dict. de la Bible (Paris 1899) II; CORNELY, Introductio (2da ed. París, 1887), II, Pt. I, 161; HAGEN, Lexicum Biblicum (París, 1907), II; DE RÉGNON, Le déluge biblique et les races antédiluviennes; SCHÖPFER, Geschichte d. A. T. (3ra. ed. Brixen, 1902); WOODS, Dict. of the Bible (Nueva York, 1900), II; LÜKEN, Die Traditionen des Menschengeschlechts (Münster, 1869); ANDREE, Die Flutsagen ethnographisch betrachtet (Brunswick, 1891); VON SCHWARZ, Sintfluth und Völkerwanderungen (Stuttgart. 1894); PRESTWICH, On Certain Phenomena Belonging to the Close of the Last Geological Period (Nueva York, 1895); SÜSS, Das Antlitz der Erde (Prague, 1883); MILLER, Testimony of the Rocks, 1858; KAULEN in Kirchenlexikon; REUSCH, Bibel und Natur (4ta. ed., Bonn, 1876); The Tablet (Londres, 1884), flles.

Fuente: Maas, Anthony. "Deluge." The Catholic Encyclopedia. Vol. 4. New York: Robert Appleton Company, 1908. <http://www.newadvent.org/cathen/04702a.htm>.

Traducido por Luz María Hernández Medina