Herramientas personales
En la EC encontrarás artículos autorizados
sobre la fe católica
Miércoles, 4 de diciembre de 2024

Arqueología de la Cruz y el Crucifijo

De Enciclopedia Católica

Revisión de 23:08 3 sep 2017 por Luz María Hernández Medina (Discusión | contribuciones) (Desarrollo Gradual de la Cruz en el Arte Cristiano)

Saltar a: navegación, buscar

Signos Cruciformes Primitivos

El signo de la cruz, representado en su forma más simple por un cruce de dos líneas en ángulo recto, es muy anterior, en Oriente y Occidente, a la introducción del cristianismo. Se remonta a un período muy remoto de la civilización humana. De hecho, algunos han tratado de atribuir una verdadera importancia etnográfica al uso generalizado de este signo. Es cierto que en el signo de la cruz es notablemente prominente el concepto decorativo y geométrico, obtenido por una yuxtaposición de líneas agradables a la vista; sin embargo, originalmente la cruz no era un mero medio u objeto de ornamento, y desde los primeros tiempos ciertamente tenía otro significado —es decir, simbólico-religioso. La forma primitiva de la cruz parece haber sido la de la llamada cruz "gamma" (crux gammata), más conocida por los orientalistas y los estudiantes de arqueología prehistórica por su nombre sánscrito, esvástica (swastika). Vea la forma más común de este signo en la Figura 1. En períodos sucesivos este se modificó, convirtiéndose en curvado en las extremidades, o añadiéndoles líneas más complejas o puntos ornamentales, los cuales también luego se encontraban en la intersección central.
Fig. 1 esvástica

La esvástica es un signo sagrado en la India, y es muy antiguo y generalizado en todo el Oriente. Tiene un significado solemne tanto entre los brahmanes como entre los budistas, aunque el anciano Burnouf cree que es más común entre los últimos que entre los primeros. Parece haber representado el aparato utilizado en una época por los padres de la raza humana para encender el fuego; y por eso fue el símbolo de la llama viva, del fuego sagrado, cuya madre es Maia, la personificación del poder productivo (Burnouf, La science des religions). Según Milani, es también un símbolo del sol (Bertrand, La religion des Gaulois, p.159), y parece indicar su rotación diaria. Otros han visto en ella la representación mística del relámpago o del dios de la tempestad, e incluso el emblema del panteón ario y la primitiva civilización aria. Emile Burnouf (op. cit., p. 625), tomando literalmente la palabra sánscrita, la dividió en las partículas su-asti-ka, equivalentes al griego eu-estike. De este modo, especialmente a través de la partícula adverbial, significaría “señal de bendición”, o de “buen presagio” (svasti), también “de salud” o “vida”. La partícula ka parece haber sido usada en un sentido causativo (Burnouf, Dictionnaire sanscrit-français, 1866). El signo de la esvástica estaba muy extendido en todo el Oriente, el asiento de las civilizaciones más antiguas. Las inscripciones budistas talladas en ciertas cuevas de la India occidental suelen estar precedidas o cerradas por este signo sagrado (Thomas Edward, "The Swastika India", 1880, Philip Greg, "Sobre el significado y origen de la Fylfot y Swastika").

Las famosas excavaciones de Schliemann en Hissarlik, en el lugar de la antigua Troya, trajeron a la luz numerosos ejemplos de la esvástica: en bastidores, en un cubo, a veces unida a un animal e incluso cortada en el vientre de un ídolo femenino, un detalle también visible en una pequeña estatua de la diosa Atis. El signo de la esvástica se ve en monumentos hititas, e.g., en un cilindro ("Los monumentos de los hititas" en "Transacciones de la Soc. de Arq. Bíblica", VII, 2, p.259. Para su presencia en los monumentos gálatas y bitínicos, vea Guillaume y Perrot, "Exploration archeologique de La Galatie et de la Bithynie ", Atlas, Pl. IX). Lo encontramos también en las monedas de Licia y de Gaza en Palestina. En la isla de Chipre se encuentra en vasijas de barro. Originalmente representa, como también en Atenas y Micenas, un pájaro en vuelo. En Grecia tenemos especímenes de él en urnas y vasos de Beocia, en un vaso ático que representa una gorgona, en monedas de Corinto (Raoul-Rochette, "Mém. de l'acad. des inscr.", XVI, pt. II, 302 ss.; "Hercule assyrien", 377-380; Minervini en "Bull. arch. Napolit.", Ser. 2, II, 178-179), y en el Tesoro de Orcomeno.

Parece haber sido desconocido en Asiria, en Fenicia y en Egipto. En Occidente se encuentra con mayor frecuencia en Etruria. Aparece en una urna cineraria de Chiusi y en la fíbula encontrada en la famosa tumba etrusca de Cere (Grifi, Mon. Di Cere, Pl. VI, n ° 1). Hay muchos de tales emblemas en las urnas encontradas en Capanna di Corneto, Bolsena, y Vetulonia; también en una tumba samnita en Capua, donde aparece en el centro de la túnica de la persona allí representada (Minervini, Bull. Arch. Napolit., Ser., Pl. II, 178-179). Este signo también se encuentra en mosaicos en pompeyanos, en vasijas italo-griegas, en monedas de Siracusa en Sicilia (Raoul-Rochette, "Mém. de l'acad. des inscr." Pl. XVI, pt. II, 302 ss.; Minervini, "Bull. arch. Nap.", ser. 2, Pl. II, p. 178-179); finalmente entre los antiguos germanos, en una roca tallada en Suecia, y en unas cuantas piedras celtas en Escocia, y en una piedra celta descubierta en el Condado de Norfolk, Inglaterra, y ahora en el Museo Británico.

La esvástica aparece en un epitafio sobre una tumba pagana de Tébesa en el África Romana (Annuaire de la Société de Constantine, 1858-59, 205, 87), en un mosaic del ignispicium (Ennio Quirino Visconti, Opere varie, ed. Milán, I, 141, sqq.), y en una inscripción votive griega en Porto. En este último monumento la esvástica es de forma imperfecta, y se asemeja a una letra fenicia. Explicaremos a continuación el valor y significado simbólico de este crux gammata cuando se encuentra en monumentos cristianos. Pero la esvástica no es el único signo de este tipo conocido en la antigüedad. En Asiria se han encontrado objetos cruciformes. La estatua de los reyes Asurnazirpal y Sansirauman, ahora en el Museo Británico, tienen joyas cruciformes alrededor del cuello (Layard, Monuments of Nineveh, II, pl. IV). El Padre Delattre encontró pendientes cruciformes en tumbas púnicas en Cartago.

Fig. 2 cruz egipcia
Otro símbolo que se ha relacionado con la cruz es la cruz con asas (ankh o crux ansata) (Vea Figura 2) de los antiguos egipcios erróneamente llamada la "llave ansata del Nilo". A menudo aparece como un signo simbólico en las manos de la diosa Heket. Desde los primeros tiempos también aparece entre los signos jeroglíficos simbólicos de la vida o de los vivos, y fue transliterada al griego como Anse (Ansa). Pero el significado de este signo es muy oscuro (De Morgan, Recherches sur les origines de l'Egypte, 1896-98); tal vez era originalmente, como la esvástica, un signo astronómico. La cruz “ansata” (egipcia) se encuentra en muchos y diversos monumentos de Egipto (Prisse d'Avennes, L'art Egyptien, 404). En el siglo XIX los cristianos egipcios (coptos), atraídos por su forma y quizás por su simbolismo, la adoptaron como el emblema de la cruz (Gayet, "Les monuments coptes du Musée de Boulaq" en "Mémoires de le mission française du Caire", VIII, fasc. III, 1889, p. 18, pl. XXXI-XXXII y LXX-LXXI), (Para más información sobre el parecido entre la cruz y los signos simbólicos más antiguos, vea G. de Mortillet, "Le signe de la croix avant le christianisme", París, 1866; Letronne, "La croix ansée égyptienne" en "Mémoires de l'académie des inscriptions", XVI, pt. II, 1846, p. 236-84; L. Müller, "Ueber Sterne, Kreuze und Kränze als religiöse Symbole der alten Kulturvölker", Copenhagen, 1865; W. W. Blake, "The Cross, Ancient and Modern" Nueva York, 1888; Ansault, "Mémoire sur le culte de la croix avant Jésus-Christ", Paris, 1891.)

Podemos añadir que algunos han afirmado que encontraron la cruz en monumentos griegos en la letra X (chi ) que, a veces en conjunción con P (rho), representaban en monedas las letras iniciales de la palabra griega chrusoun, "oro", u otras palabras indicativas del valor de la moneda, o el nombre del acuñador (Madden, "History of Jewish Coinage", Londres, 1864, 83-87; Eckhel, "Doctrina nummorum", VIII, 89; F. X. Kraus, "Real-Encyklopädie der christlichen Alterthümer", II, 224-225). Regresaremos luego a estas letras.

En la edad de bronce encontramos en diferentes partes de Europa una representación más exacta de la cruz, tal como se concibió en el arte cristiano, y en esta forma pronto fue ampliamente difundida. Esta caracterización más precisa coincide con un cambio general correspondiente en las costumbres y las creencias. La cruz se encuentra ahora, en varias formas, en muchos objetos: fíbulas, cíngulos, fragmentos de barro y en el fondo de las vasijas. De Mortillet opina que tal uso del signo no era meramente ornamental, sino más bien un símbolo de consagración, especialmente en el caso de objetos pertenecientes al entierro. En el cementerio proto-etrusco de Golasecca cada tumba tiene un vaso con una cruz grabada en él. Se han encontrado cruces verdaderas de diseño más o menos artístico en Tirin, en Micenas, en Creta y en una fíbula de Vulci. Estas figuras pre-cristianas de la cruz han llevado a muchos escritores al error de ver en ellos tipos y símbolos de la manera en que Jesucristo habría de expiar nuestros pecados. Tales inferencias son injustificadas, contrarias a las justas reglas de la crítica y a la interpretación exacta de los monumentos antiguos.

La Cruz como Instrumento de Castigo en el Mundo Antiguo

La crucifixión de personas no se practicaba entre los hebreos; la pena capital entre ellos consistía en apedrear hasta la muerte, por ejemplo, San Esteban, el Protomártir (Hch. 7,57-58). Pero cuando Palestina se convirtió en territorio romano, la cruz fue introducida como una forma de castigo, más particularmente para aquellos que no podían probar su ciudadanía romana; más tarde se reservó para ladrones y malhechores (Josefo, Antiq., XX, VI, 2; Bell. Jud., II, XII, 6; XIV, 9; V, XI, 1). Aunque era frecuente en Oriente, era raro que los [[Griegos |griegos] la usaran. Es mencionada por Demóstenes (c. Medio) y por Platón (Rep., II, 5, también Gorgias). Eran más comunes la estaca y la horca, donde el delincuente era suspendido o atado, pero no clavado. Ciertos griegos que habían hecho amistad con los cartagineses fueron crucificados cerca de Motia por orden de Dionisio de Siracusa (Diodor, Sic., XIV, 53). Tanto en Grecia como en Oriente, la cruz era un castigo habitual para bandidos (Hermann, Grundsatze y Anwendung des Strafrechts, Gottingen, 1885, 83).

Sin embargo, fue en Roma que desde los primeros tiempos republicanos la cruz fue usada con mayor frecuencia como un instrumento de castigo, y en medio de circunstancias de gran severidad e incluso crueldad. Era particularmente el castigo para esclavos hallados culpables de cualquier crimen grave. De ahí que en dos lugares (Pro Cluent., 66; I Philipp., II), Cicerón la llame simplemente "servile supplicium" el castigo de esclavos — más explícitamente (In Verr., 66), "servitutis extremum summumque supplicium" —el final y más terrible castigo de esclavos. Hüschke, sin embargo (Die Multa), no admite que fue originalmente un castigo servil. Era infligido también, como nos dice Cicerón (XIII Phil., XII; Verr., V, XXVII), sobre provinciales convictos de bandolerismo. Es cierto, sin embargo, que estaba absolutamente prohibido infligir este degradante e infame castigo a un ciudadano romano (Cic., Verr. Act., I, 5; II, 3, 5; III, 2, 24, 26; IV, 10 ss.; V, 28, 52, 61, 66); además, una aplicación ilegal de este castigo habría constituido una violación de las leges sacratæ. En cuanto a un esclavo, el amo puede actuar de una de dos maneras; podía condenar al esclavo de manera arbitraria (Horacio, Sat. III, Juvenal, Sat. VI, 219), o podía entregarlo al triumvir capitalis, un magistrado cuyo deber era buscar la pena de muerte.

La inmunidad legal del ciudadano romano fue algo modificada cuando los ciudadanos más pobres (humiliores) eran declarados sujetos al castigo de la cruz (Paul., " Sent.", V, XXII, 1 ; Sueton., " Galba", IX ; Quintil., VIII, IV). El castigo de la cruz era infligido regularmente por crímenes tan graves como el robo en la carretera y la piratería (Petron., LXXII; Flor., III, XIX), por la acusación pública de su amo por un esclavo (delatio domini), o por un voto hecho contra la prosperidad de sus amos (de salute dominorum, vea Capitolin., Pertinax, IX; Herodian, V, II; Paul., "Sent.", V, XXI, 4), por sedición y tumulto (Paul., Fr. XXXVIII; Digest. "De Pnis", XLVIII, 19, y "Sent.", V, 221; Dion., V, 52; Josefo, "Antiq.", XIII, XXII, y "Bell. Jud.", II, III), por falso testimonio, en cuyo caso la parte culpable era a veces condenada a las bestias salvajes (ad bestias, Paul., "Sent.", V, XXIII, 1), y a esclavos fugitivos, que a veces eran quemados vivos (Fr. XXXVIII, S. 1; Digest. "De Pnis", XLVIII, XIX).

Según la costumbre romana, la pena de crucifixión siempre era precedida por flagelación (virgis cædere, Prudencio, "Enchirid.", XLI, 1); Después de este castigo preliminar, el condenado tenía que llevar la cruz, o al menos la viga transversal de ella, al lugar de ejecución (Plut., Tard. Dei vind., IX, Artemid. , XLI), expuesto a las burlas e insultos del pueblo (Joseph., "Antiq.", XIX, III, Plaut., I, 1, 52, Dion., VII, 69). Al llegar al lugar de ejecución se alzaba la cruz (Cit., Verr., V, IXVI). Pronto el sufriente, completamente desnudo, era atado a ella con cuerdas (Plin., "Hist. Nat.", XXVIII, IV; Auson., "Id.", VI, 60; Lucan, VI, 543, 547), indicado en latín por las expresiones agere, dare, ferre o tollere in crucem. Según nos dice Plauto, entonces era sujetado con cuatro clavos a la madera de la cruz (“Lact.", IV, 13; Senec., "Vita beat.", 19; Tert., "Adv. Jud.", x; Justo Lipsio "De Cruce", II, VII; XLI—II). Finalmente se colocaba en la parte superior de la cruz un cartel llamado titulus, que llevaba el nombre del condenado y su sentencia (Eusebio, Ch. Hist. V.1; Suet., "Caligula", XXXVIII y "Domit.", X; Mt. 27,37; Jn. 19,19).

Los esclavos eran crucificados fuera de Roma en un lugar llamado Sessorium, más allá de la puerta Esquilina; su ejecución se le confiaba al carnifex servorum (Tacit., "Ann.", II, 32; XV, 60; XIV, 33; Plut., "Galba", IX; Plaut., "Pseudol.", 13, V, 98). Eventualmente esta miserable localidad se convirtió en un bosque de cruces (Loiseleur, Des peines), mientras que los cuerpos de las víctimas eran presa de los buitres y otras aves rapaces (Horace, "Epod.", V, 99, y la escolia de Crusio; Plin., "Hist. Nat.", XXXVI, CVII). A menudo sucedía que el condenado no moría de hambre o sed, sino que permanecía en la cruz durante varios días (Isid., V, 27; Senec., Epist. CI). Por lo tanot, para acortar su castigo y disminuir su terrible sufrimiento, a veces se le fracturaban las piernas ( To shorten his punishment, therefore, and lessen his terrible sufferings, his legs were sometimes broken (crurifragium, crura frangere; Cie., XIII Philipp., XII). Esta costumbre, excepcional entre los romanos, era común entre los judíos. De esta manera era posible bajar el cadáver el mismo atardecer de la ejecución (Deut. 21,22-23; Tertuliano, "Adv. Jud.", X; Isidoro, V, XXVII; Lactant., IV, XVI). Entre los romanos, por el contrario, no se podía bajar el cadáver, a menos que tal remoción hubiese sido especialmente autorizada en la sentencia de muerte. También se podía enterrar el cadáver si la sentencia lo permitía. (Valer. Max., VI, 2; Senec., "Controv.", VIII, IV; Cie., "Tusc.", I, 43; Catull., CVI, 1; Horace, "Epod.", I, 16-48; Prudent., "Peristephanon", I, 65; Petron., LXI ss).

El castigo de la cruz permaneció en vigor en todo el Imperio Romano hasta la primera mitad del siglo IV. En la primera parte de su reinado Constantino continuó infligiendo la pena de la cruz (affigere patíbulo) a los esclavos culpables de delatio domini, es decir, de denunciar a sus amos (Cod. Th. Ad leg., Jul. Magist.). Más tarde abolió este infame castigo en memoria y en honor a la Pasión de Jesucristo (Eusebio, "Hist. Eccl." I, VIII ; Schol. Juvenal XIV, 78; Niceph., VII, 46; Casiod., "Hist. Trip" I, 9; Codex. Theod., IX, 5, 18). A partir de entonces, ese castigo fue infligido muy rara vez (Eus., " Hist. Eccl" IV, XXXV; Pacat., "Paneg.", XLIV). Hacia el siglo V la furca, u horca, sustituyó a la cruz (Pio Franchi de'Cavalieri, "Della forca sostituita alla croce” en "Nuovo bulletino di archeologia cristiana”, 1907, nos. 1-3, 63 ss.).

El castigo de la cruz se remonta probablemente al arbol infelix, o árbol infeliz, del que hablan Cicerón (Pro Rabir., III ss.) y Livy, a propósito de la condena de Horacio después del asesinato de su hermana. De acuerdo a Hüschke (Die Multa, 190) los magistrados conocidos como duoviri perduellionis pronunciaban este castigo (cf. Liv., I, 266), llamado también infelix lignem (Senec., Ep. CI; Plin., XVI, XXVI; XXIV, IX; Macrob., II, XVI). Esta forma primitiva de crucifixión en árboles estuvo en uso durante mucho tiempo, como señala Justo Lipsio ("De cruce", I, II, 5; Tert., "Apol.", VIII, XVI; and "Martyrol. Paphnut." 25 Sept.). Tal árbol era conocido como una cruz (crux). En una vasija antigua vemos a Prometeo atado a una viga que sirve el propósito de cruz. Una forma un tanto diferente se observa en una antigua cámara sepulcral en Preneste (Palestrina), sobre la cual Andrómeda está representada desnuda y atada por los pies a un instrumento de castigo como un yugo militar, es decir, dos estacas paralelas y perpendiculares, coronadas por una barra transversal. Cierto es, en todo caso, que la cruz originalmente consistió en un simple polo vertical, afilado en su extremo superior. Maecenas (Séneca, Epist. XVII, 1, 10) lo llama acuta crux ; también podría llamarse crux simplex. A este palo vertical se añadió luego una barra transversal a la cual el sufriente era sujeto con clavos o cuerdas, y así permanecía hasta morir, de donde la expresión cruci figere o affigere (Tac., "Ann.", XV, XLIV; Potron., "Satyr.", III). La cruz, especialmente en los primeros tiempos, era generalmente baja. Era elevada solo en casos excepcionales, particularmente cuando se deseaba que el castigo fuse más ejemplar o cuando el crimen era excepcionalmente grave. Suetonius (Galba, IX) nos dice que Galba hizo esto en el caso de cierto criminal, para quien mandó a hacer una cruz muy alta pintada de blanco: —"multo præter cætteras altiorem et dealbatam statui crucem jussit".

Por último, podemos señalar, respecto a la forma material de la cruz, que en Grecia e Italia prevalecieron ideas algo diferentes. La cruz, mencionada incluso en el Antiguo Testamento, se llama en hebreo 'êç, es decir, “madera”, una palabra que San Jerónimo a menudo traducía como crux (Gén. 40,19; Jos. 8,29; Ester 5,14; 8,7; 9,25). En griego es llamada σ τ α υρos, que Burnouf derivaría del sánscrito stâvora. Sin embargo, la palabra se usaba frecuentemente en un sentido amplio. Hablando de Prometeo clavado en el Monte Cáucaso, Luciano utiliza el substantivo stauros y los verbos anastauroo y anaskolopizo, este último derivado de skolops, que también significa una cruz. Del mismo modo, la roca a la que estaba atada Andrómeda se llamaba crux, o cruz. La palabra latina crux fue aplicada al palo simple, e indicaba directamente la naturaleza y el propósito de este instrumento, y se deriva del verbo crucio, "atormentar", "torturar" (Isid., Or., V, XVII, 33; Forcellini, s. vv. Crucio, Crux). También se debe señalar que la palabra furca debe haber sido al menos parcialmente equivalente a crux. De hecho la identificación de esas dos palabras es constante en la dicción legal de Justiniano I (Fr. XXVIII, 15; Fr, XXXVIII, S. 2; Digest. "De pænis", XLVIII, 19).

La Crucifixión de Jesucristo

Entre los romanos la cruz nunca tuvo el significado simbólico que tuvo en el antiguo Oriente; la consideraban únicamente como un instrumento material de castigo. En el Antiguo Testamento hay alusiones claras a la Cruz y Crucifixión de Jesucristo. Así, la letra griega T (tau o thau) aparece en Ezequiel (9,4), según San Jerónimo y otros Padres, como un solemne símbolo de la Cruz de Cristo — "marca una thau en la frente de los hombres que gimen y lloran...". El único otro símbolo de la crucifixión indicado en el Antiguo Testamento es la serpiente de bronce en el libro de Números (21,8-9). El mismo Cristo así interpretó el pasaje: "Como Moisés levantó la serpiente en el desierto, así debe ser levantado el Hijo del hombre" (Juan 3,14). El salmista predice la perforación de las manos y los pies (Sal. 22(21),17). Esta fue una verdadera profecía, en cuanto no podía concebirse de ninguna costumbre entonces existente, ya que la práctica de clavar a los condenados a una cruz en forma de T era en esa época, como hemos visto, exclusivamente occidental.

La cruz sobre la cual fue clavado Jesucristo era del tipo conocido como immissa, lo que significa que el tronco vertical se extendía una cierta altura por encima del tronco transversal; por lo tanto, era más alta que las cruces de los dos ladrones, por ser su crimen juzgado como más grave, según San Juan Crisóstomo (Homil, V, c, I, sobre I Cor.). Los primeros Padres cristianos que hablaron de la Cruz la describen como construida de esa forma. Inferimos otro tanto de Mt. (27,37), donde nos dice que el titulus, o inscripción que contenía la causa de su muerte, fue colocado “sobre” la cabeza de Jesucristo (cf. Lc. 23,38; Jn. 19,19). San Ireneo (Adv. Haer., II, XXIV) dice que la Cruz tenía cinco extremidades: dos en su largura, dos en su anchura y la quinta proyección (habitus) en el medio —"Fines et summitates habet quinque, duas in longitudine, duas in latitudine, unam in medio". San Agustín concurre con él: "Erat latitudo in qua porrectae sunt manus; longitudo a terra surgens, in qua erat corpus infixum ; altitude ab illo divexo ligno sursum quod imminet" (Enarr. in Ps. CIII; Serm. I, 44) y en otros pasajes citados por Zockler (Das Kreuz, 1875, págs. 430, 431).

Nono confirma la afirmación de que Jesucristo fue crucificado en una cruz cuadrilateral (eis doru tetrapleuron). San Ireneo, en el pasaje citado arriba, dice que la Cruz tenía una quinta extremidad, sobre la cual estaba sentado el Crucificado. San Justino la llama un cuerno, y la compara con el cuerno de un rinoceronte (Dialogus cum Tryphone, XCI). Tertuliano la llama sedilus excessus, un asiento, o estante, saledizo (Ad. Nat., I, XII). Este pequeño asiento (equuleus) evitaba que el peso del cuerpo rasgara por completo las manos perforadas por los clavos, y ayudaba a apoyar al sufriente. Sin embargo, este nunca se ha indicado en las representaciones de la Crucifixión. En la Cruz de Cristo colocaron el titulus, sobre cuya redacción no están de acuerdo los cuatro evangelistas. Mt. (27,37) da, "Este es Jesús, el Rey de los judíos "; Mc. (15,26) "El rey de los judíos”; Lc. (23,38), "Este es el Rey de los judíos"; Juan, testigo ocular (19,19), "Jesús el Nazareno, Rey de los judíos". En representaciones de la crucifixión a menudo aparece debajo de los pies un soporte de madera (suppedaneum), el cual es dudoso que haya existido. La primera mención expresa de él aparece en San Gregorio de Tours (De Gloriâ Martyrum, VI). San Cipriano, [[Teodoreto y Rufino lo insinúan.

Un examen microscópico de los fragmentos de la Cruz esparcidos por el mundo en forma de reliquias revela que estaba hecha de un árbol de pino (Rohault de Fleury, "Mémoire sur les instruments de la Passion", París, 1870, 63). De acuerdo con una tradición antigua, pero algo dudosa, la Cruz de Jesucristo medía casi 189 pulgadas de largo (4.80 mts., o sea, 15.75 pies), desde 90 ½ a 102 ½ pulgadas (2.30 a 2.60 metros). Como señalaron los evangelistas, dos ladrones fueron crucificados, uno a cada lado de Cristo. Sus cruces deben haber sido parecidas a la de Él; en el arte cristiano y la tradición generalmente aparecen más bajas (San Juan Crisóstomo, Hom. I, XXVI, en I Cor., on Rom., V,5). Una gran parte de la cruz del buen ladrón (tradicionalmente conocido como Dimas) se conserva en Roma en el altar de la Capilla de las Reliquias en Santa Croce en Gerusalemme.

La narrativa histórica de la Pasión y Crucifixión de Jesús, según aparece en los Cuatro Evangelios, concuerda exactamente con todo lo establecido arriba respecto a esta forma de castigo. Jesucristo fue condenado por el crimen de sedición y tumulto, como lo fueron también algunos de los apóstoles (Malalas, "Chronogr.", X, p. 256). Su crucifixión fue precedida por la flagelación. Luego cargó su Cruz hasta el lugar de castigo. Finalmente, sus piernas habrían sido fracturadas, según la costumbre de Palestina, para permitir el entierro esa misma tarde, si los soldados, al acercársele, no hubiesen notado que ya estaba muerto (Juan 19,32-33. Además, en el antiguo arte y tradición cristiana, la Crucifixión de Cristo aparece como hecha con cuatro clavos, no con tres, según el uso del arte cristiano más reciente (Vea más adelante).

Desarrollo Gradual de la Cruz en el Arte Cristiano

Ya que por su santa muerte sacrificial sobre la Cruz, Cristo santificó este antiguo instrumento de vergüenza e ignominia, debió de ser muy pronto para los fieles un símbolo sagrado de la Pasión, y por lo tanto un signo de protección y defensa (San Paulino de Nola, Carm. in Natal, S. Felicis, XI, 612; Prudencio, Adv. Symm., I, 486). Por lo tanto, no es totalmente extraño o inconcebible que desde el principio de la nueva religión la cruz haya aparecido en los hogares cristianos como un objeto de veneración religiosa, aunque no se haya conservado tal monumento del arte paleocristiano más antiguo. A principios del siglo III, Clemente de Alejandría ("Strom.", VI, en PG, IX, 305) habla de la Cruz como tou Kurioakou semeiou tupon, ie signum Christi, "el símbolo del Señor" (San Agustín, Tract, CXVII, "In Joan."; De Rossi, "Bull, d'arch. crist.", 1863, 35, y "De titulis christianis Carthaginiensibus" en Pitra, "Spicilegium Solesmense", IV, 503).

Por lo tanto, desde una fecha muy temprana la Cruz aparece como un elemento de la vida litúrgica de los fieles, y a tal grado que en la primera mitad del siglo III Tertuliano podía designar públicamente al cuerpo cristiano como "crucis religiosi", es decir, devotos de la Cruz (Apol., C, XVI, PG, I, 365-66). San Gregorio de Tours nos dice (De Miraculis S. Martini, I, 80) que en su tiempo los cristianos habitualmente recurrían al signo de la cruz. San Agustín dice que por el signo de la cruz y por la invocación del Nombre de Jesús todas las cosas son santificadas y consagradas a Dios. En la vida cristiana primitiva, como se puede ver en el lenguaje metafórico de los fieles primitivos, la Cruz era el símbolo de la principal virtud cristiana, es decir, la mortificación o la victoria sobre las pasiones y el sufrimiento por amor a Cristo y en unión con él (Mt. 10,38, 16,24; Mc. 8,34; Lc. 9,23; 14,27; Gál. 2,19; 6,12.14; 5,24). En las epístolas de San Pablo la Cruz es sinónimo de la Pasión de Cristo (Ef.2,16; Heb. 12,2), incluso del Evangelio y de la religión misma (1 Cor. 1,18; Flp. 3,18). Muy pronto la señal de la cruz se convirtió en la señal del cristiano. Además, es muy probable que en el Apocalipsis (7,2) se haga referencia a este signo: “Luego vi otro ángel que subía del Oriente y tenía el sello de Dios vivo…”

Es de esta adoración cristiana original de la cruz que surgió la costumbre de hacer la Señal de la Cruz en la frente. Tertuliano dice: "Frontem crucis signaculo terimus" (De Cor. Mil., III), es decir, "Nosotros los cristianos desgastamos nuestras frentes con el signo de la cruz". La práctica estaba tan generalizada alrededor del año 200, según el mismo escritor, que los cristianos de su época solían signarse con la cruz antes de emprender cualquier acción. Dice que no está ordenado en la Sagrada Escritura, sino que es una cuestión de tradición cristiana, como ciertas otras prácticas que son confirmadas por el uso prolongado y el espíritu de fe en que se mantienen. Algunos han buscado cierta autoridad bíblica para la Señal de la Cruz en unos cuantos textos interpretados bastante libremente, especialmente en las antedichas palabras de Ezequiel (9,4): "…marca una tau en la frente de los hombres que gimen y lloran por todas las abominaciones que se cometen en medio de ella"; también en varias expresiones del [[Apocalipsis)) (7,3; 9,4; 14,1).

Parecería que en la época cristiana primitiva la señal de la cruz se hacía con el pulgar de la mano derecha (San Juan Crisóstomo, Hom. ad pop Antioch. XI; San Jerónimo, Ep. ad Eustochium, una práctica aún en uso entre los fieles durante la Misa, por ejemplo, durante la lectura del Evangelio), y generalmente en la frente. Gradualmente, debido su simbolismo, este signo se hacía sobre otras partes del cuerpo, con una intención particularizada (San Ambrosio, De Isaac et anima, Migne, P.L., XI V, 501-34. Después, estas diferentes señales de la cruz se unieron en un gran signo como el que ahora hacemos. En la Iglesia occidental la mano era llevada desde el hombro izquierdo al derecho; En la Iglesia de Oriente, por el contrario, se llevaba desde el hombro derecho al izquierdo, y el signo se hacía con tres dedos. Esta diferencia aparentemente leve fue una de las causas (remotas) del fatal cisma oriental.

Es probable, aunque no tengamos ninguna evidencia histórica de ello, que los cristianos primitivos usaban la cruz para distinguirse unos de otros de los paganos en las relaciones sociales ordinarias. Estos últimos llamaban a los cristianos "adoradores de la cruz", e irónicamente agregaban, "id colunt quod merentur", es decir, adoran lo que merecen. Los apologistas cristianos, como Tertuliano (Apol. XVI, Ad. Nationes, XII) y Minucio Félix (Octavius, LX, XII, XXVIII), felizmente respondieron a la burla pagana mostrando que sus propios perseguidores adoraban objetos cruciformes. Tales observaciones arrojan luz sobre un hecho peculiar de la vida cristiana primitiva, es decir, la ausencia casi total de la cruz llana y sin adornos en los monumentos cristianos del período de persecuciones (E. Reusens, "Elements d'archeologie chrétienne", 1ª ed., 110). Los truculentos sarcasmos de los paganos impidieron a los fieles mostrar abiertamente este signo de salvación. Cuando los primeros cristianos representaban el signo de la cruz en sus monumentos, casi todos de carácter sepulcral, se sentían obligados a disfrazarlo de algún modo artístico y simbólico.

Fig. 3 ancla
Fig. 4 ancla
Uno de los símbolos más antiguos de la Cruz es el ancla, a veces tallada como aparece en la Fig. 3 y otras veces, según aparece en la Fig. 4. Esta última se encuentra en la mayoría de las losas de piedra de las secciones más antiguas de las catacumbas romanas, especialmente en los cementerios de Calixto, Domitila, Priscilla y otros. El ancla, originalmente un símbolo de la esperanza en general, asume de esta manera un significado mucho más elevado: el de la esperanza basada en la Cruz de Cristo. La similitud del ancla con la cruz hizo que el ancla fuera un admirable símbolo cristiano.

Otro símbolo cruciforme de los primeros cristianos, aunque no muy común y de una fecha algo posterior, es el tridente, algunos ejemplos del cual se ven en las losas sepulcrales del cementerio de Calixto. En una inscripción de ese cementerio el simbolismo del tridente es aún más sutil y evidente, pues el instrumento está erguido como el mástil principal de un barco que entra en puerto, símbolo del alma cristiana salvada por la Cruz de Cristo. Debemos notar también el uso peculiar de este símbolo en el siglo III en la región del Táurico de Quersoneso (Crimea) sobre monedas de Totorses, rey del Bosforo, fechadas 270, 296 y 303 (De Hochne, "Déscription du musée Kotschonbey", II, 348, 360, 416; Cavedoni, "Appendice alle ricerche critiche intorno alle med. Costantiniane", 18, 19 —un extracto del "Opuscoli litterari e religiosi di Módena " en "Bull. arch. Napolit.", ser. 2, anno VII, 32). Hablaremos de nuevo de este signo a propósito del delfín. En una pintura en la Cripta de Lucina, artísticamente única y muy antigua, parece haber una alusión a la Cruz. Vueltas hacia el altar están dos palomas contemplando un árbol pequeño. La escena parece representar una imagen de almas desatadas de los lazos del cuerpo y salvadas por el poder de la Cruz (De Rossi, Roma Sotterranea Cristiana, I, Pl. XII).

Antes de pasar al estudio de otras formas, más o menos disfrazadas, de la Cruz, por ejemplo, varios monogramas del nombre de Cristo, puede ser bueno decir una palabra sobre varias formas conocidas de la cruz sobre monumentos primitivos del arte paleocristiano, algunos de los cuales encontraremos en nuestro estudio temprano de dichos monogramas. La crux decusata o cruz decusata (X), así llamada por su parecido al decussis romano o símbolo para el número 10, es de la misma forma que la letra griega chi; también es conocida como la cruz de San Andrés, porque se dice que ese apóstol sufrió martirio sobre tal cruz, con sus manos y pies atados a sus cuatro extremos (Sandini, Hist. Apostol., 130).

La crux commissa (o cruz de San Antonio) o cruz en forma de horca, es, de acuerdo a algunos, la cruz en que Jesucristo murió. Para explicar la extensión longitudinal tradicional de la Cruz, que la hace semejante a la crux immissa, afirman que esta extensión es sólo aparente, y es realmente sólo el titulus crucis, la inscripción mencionada en los Evangelios. Esta forma de la cruz (crux commissa) probablemente está representada por la letra griega tau (T), y es idéntica a la "señal" mencionada en el texto de Ezequiel (9,4) ya citado. Tertuliano comenta (Contra Marc., III, XXII) como sigue sobre ese texto: “La letra griega tau (T) y nuestra letra latina T son la verdadera forma de la Cruz, la cual, según el Profeta, será impresa en nuestras frentes en la verdadera Jerusalén”. Especímenes de esta forma velada de la cruz se encuentran en los monumentos de las catacumbas romanas, una muy fina, por ejemplo, en un epitafio del siglo III encontrado en el cementerio de San Calixto, que dice IRE T NE (De Rossi, "Bulletino d'archeologia cristiana", 1863, 35). En el mismo cementerio un sarcófago exhibe claramente la cruz-horca formada por la intersección de las letras T y V en el monograma de un nombre propio tallado en el centro de la cartella, o rótulo. Esta segunda letra (V) era también figurativa de la cruz, como se desprende de las [Inscripciones Cristianas Primitivas |inscripciones]] rayadas en las superficies rocosas del monte Sinaí (Lenormant, "Sur l'origine chrétienne des inscriptions sinaitiques", 26, 27; De Rossi, loc. cit.). Un monograma de un nombre propio (tal vez Marturio), descubierto por Armellini en la Vía Latina, muestra la crux commissa encima de la intersección de las letras. Otros monogramas muestran formas similares (De Rossi, "Bulletino d'archeologia cristiana", 1867, pág. 13, fig. 10, y pág. 14). (Vea Figs. 5 y 6).
Fig. 5
Fig. 6

Se ha intentado establecer una relación entre esta forma y la crux ansata de los egipcios, mencionada anteriormente; pero no vemos ninguna razón para ello (véase Letronne, Materiaux pour l'histoire du christianisme en Egypte, en Nubie, et en Abyssinie). Parecería que San Antonio llevaba una cruz en forma de tau sobre su capa, la cual era de origen egipcio. Tal cruz es todavía utilizada por los monjes antoninos de Vienne en Dauphiny, y aparece en sus iglesias y en los monumentos de arte que pertenecen a la orden. San Zenón de Verona, que en la segunda mitad del siglo IV fue obispo de esa ciudad, relata que hizo una cruz en forma de tau para ser colocada en el punto más alto de una basílica. Hubo también otro motivo para escogerla letra T como simbólica de la Cruz. Ya que en el griego esta letra representa el 300, ese número en tiempos apostólicos era tomado como un símbolo del instrumento de nuestra salvación. El simbolismo fue llevado más lejos, y el número 318 se convirtió en un símbolo de Cristo y Su Cruz: siendo la letra I (iota) igual a 10, y H (eta) a 8 en griego (Allard, "Le symbolisme chrétien d'apres Prudence "en" Revue de l'art chrétien ", 1885, Hefele, Ed. Ep. St. Barnabae, IX).

La cruz más comúnmente mencionada y más generalmente representada en los monumentos cristianos de todas las edades es la llamada crux immisa, o crux capitata (es decir, el tronco vertical se extiende más allá del transversal). Fue en una cruz como esta que Cristo realmente murió, y no, como algunos mantendrían, en una crux commissa. Y esta opinión está ampliamente apoyada por el testimonio de los escritores que hemos citado. La crux immissa es la que se conoce generalmente como la cruz latina, en la cual el madero transversal se fija generalmente a dos tercios del extremo superior de la viga vertical. La cruz equilátera, o griega, adoptada por el Oriente y por Rusia, tiene el madero transversal colocado en el mismo medio del vertical.

Ambas cruces, la latina y la griega, jugaron un papel importante en los estilos arquitectónicos y decorativos de las edificaciones eclesiásticas durante el siglo IV y siguientes. La iglesia de Santa Croce en Rávena tiene la forma de la cruz latina; y sobre los pilares de la iglesia construida por el obispo Paulino de Tiro en el siglo IV la cruz está tallada al modo latino. La fachada del Catolicón en Atenas muestra una cruz latina grande; y este estilo de cruz fue adoptado por Occidente y Oriente hasta que ocurrió el cisma entre las dos iglesias. De hecho, en Constantinopla, la iglesia de los Apóstoles, la primera iglesia de Santa Sofía, consagrada por Constantino, las del monasterio de San Juan en Studium, de San Demetrio en Tesalónica, de Santa Catalina en el Monte Sinaí, así como muchas iglesias en Atenas, están en la forma de la cruz latina; y aparece en las decoraciones de capiteles, balaustradas y mosaicos. En las lejanas tierras de los pictos, de los bretones y de los sajones estaba tallada en piedras y rocas, con elaboradas y complejas decoraciones rúnicas. E incluso en el Catolicón en Atenas se encuentran cruces no menos ricamente adornadas. También se ha descubierto en los lugares apartados de Escocia (Vea el Diccionario de la Academia de Bellas Artes, V, 38).

La cruz griega aparece a intervalos y raramente en monumentos durante los primeros siglos cristianos. La Cripta de Lucina,en la catacumba de San Calixto, lleva una inscripción que había sido colocada sobre una tumba doble o sepulcro, con los nombres ROUPHINA: EIRENE. Debajo se ve la cruz equilátera (vea Fig. 7) —imagen disfrazada de la horca en que murió el Redentor (De Rossi, Rom.Scott., I, p. 333, Pl. XVIII).
Fig. 7 cruz griega
Se encuentra también pintada en el manto de Moisés en un fresco de la Catacumba de San Saturnino en la Via Salaria Nuova (Perret, Cat. De Roma, III, Pl. VI). En épocas posteriores se puede ver en un mosaico de una iglesia de París construida en tiempos del rey Childebert (Lenoir, Statistique monumentale de Paris) y tallada en los pedestales de las columnas de la basílica de Constantino en el Agro Verano; también en los techos y columnas de las iglesias, para denotar su consagración. Más a menudo, como podríamos esperar, la encontramos en las fachadas de las basílicas bizantinas y en sus adornos, como altares, iconostasios, cortinas sagradas para el recinto, tronos, ambones y vestiduras sacerdotales.

Desarrollo Posterior del Crucifijo

Fuente: Marucchi, Orazio. "Archæology of the Cross and Crucifix." The Catholic Encyclopedia. Vol. 4, pp.517-. New York: Robert Appleton Company, 1908. 27 Aug. 2017 <http://www.newadvent.org/cathen/04517a.htm>.

Está siendo traducido por Luz María Hernández Medina.