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Sábado, 21 de diciembre de 2024

Catacumbas Romanas

De Enciclopedia Católica

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Posición

El terreno sobre el que se ha construido Roma, así como los distritos que la rodean es de origen volcánico. Depósitos aluviales solo se pueden encontrar en la orilla derecha del Tíber, en el curso bajo de la corriente, debajo del Vaticano. Allí donde aparecen depósitos volcánicos, se encuentran tres estratos uno encima del otro: el superior es el llamado pozzolano, tierra con la que los romanos, mezclando limo, preparaban un excelente cemento; el siguiente estrato es de tufa, mitad tierra mitad piedra; el más bajo se compone de piedra. Desde los primeros tiempos, el estrato inferior fue utilizado como cantera y tanto en el inferior como en el superior se hallan galerías por todas partes excavadas de forma irregular, como en la colina capitolina en los suburbios de la ciudad.

El principio se creyó que los primeros cristianos empleaban estas galerías para enterrar a sus muertos, pero todas las catacumbas se extienden por el estrato medio de la tufa, del que no se utilizó ningún material para construir. Hay que comparar las galerías irregulares de los pozos arenosas y canteras de piedra con los pasajes estrechos y paredes verticales de las catacumbas para ver la diferencia. En algunos casos, una arenaria, o pozo arenoso es el punto de partida para la de la catacumba; en otros puntos las catacumbas están conectadas por galerías con las arenariae de manera que se podía acceder a la ciudad cristiana de los muertos, en tiempos de persecución, sin ser advertido.

Las catacumbas son, pues construcciones hechas completamente por los cristianos. En general, una escalera guía, bajo la superficie de suelo a una profundidad aproximada de diez a quince metros y hasta más; desde este punto, las galerías son de tres a cuatro metros de altitud y rara vez de más anchura que la necesaria para dos cavadores de la tumba, uno detrás el otro para llevar el féretro. Desde las galerías principales salen otras secundarias, que se cruzan con otras. Desde este nivel hay escaleras que llevan a niveles más bajos donde hay una segunda red de galerías; hay catacumbas que tiene tres o cuatro pisos, como la de S. Sebastián. El laberinto de galerías es incalculable. Se ha dicho que se unieran en línea recta se extenderían a lo largo de toda Italia. A lo largo de los pasajes hay cámaras de enterramiento (cubicula) abiertas a derecha e izquierda, y excavadas en la roca tufa.

En las paredes laterales de las galerías, filas horizontales de tumbas se levantan del suelo hasta el techo. Se estima que hay alrededor de dos millones de tumbas. Las tumbas o luculi, están excavadas en la roca a los lados de la galería, de manera que la longitud de los cuerpos se puede juzgar por la longitud de las tumbas.

Cuando el cuerpo, envuelto en paño, sin sarcófago se depositaba en un lugar excavado para él, el hueco era cubierto con una plancha de mármol o a veces por grandes tejas de mortero. Para los ricos y para los mártires había tumbas más imponentes, conocidas como arcosolia. Un arcosolium era un espacio excavado en la pared sobre el que se labraba un arco semicircular en el que se colocaba el sarcófago a veces. En la excavación inferior se colocaba el cuerpo cubierto con una plancha plana de mármol. No era común enterrar a los muertos debajo en el suelo del pasadizo o cámara de enterramiento .Actualmente la mayoría de las tumbas están abiertas y han desaparecido las planchas que las cubrían y con frecuencia no queda nada de los huesos y cenizas. La roca y el material suelto por el constante cavar de los innumerables pasadizos se apilaba en los pozos arenosos cercanos o se llevaba a la superficie en cestas o se amontonaba en los pasadizos que ya no se visitaban porque las familias de los muertos habían desaparecido. Pas conseguir luz y sobre todo, aire fresco, se abrían tubos llamados luminaria, algo parecido a chimeneas, cortadas en el suelo hasta la superficie de terreno. Estas luminaria, apenas se hallan antes del siglo cuarto, cundo la gran cantidad de fieles que asistían a los oficios religiosos en las catacumbas en los días festivos de los mártires exigían esas precauciones para la salud. En estas fechas se hicieron escaleras más anchas y seguras que llevaban desde la superficie hasta las profundidades.

Los nombres cristianos iniciales para estos lugares de enterramiento eran koimeterion, coemeterium, lugar de descanso. Cuando en el Medievo se olvidó el recuerdo de las catacumbas, los monjes de la iglesia de S. Sebastián en la Via Appia, mantuvieron el coemeterium ad catacumbas en este camino, accesible para los peregrinos. Después del redescubrimiento y apertura de los otros coemeteria, el nombre coemeterium se aplicó a todos. Las catacumbas despiertan asombro por el notable trabajo de construcción que con el curso de los trescientos años produjeron la piedad de los primeros cristianos y su amor a los muertos. Para calcular las enormes cantidades de dinero requeridas para las catacumbas, hay que tener en consideración que los primeros cristianos, con sus contribuciones voluntarias mantenían al clero, ayudaban a los pobres, viudas y huérfanos, asistían a los que iban a parar a la cárcel o a las minas por razón de su fe y compraban ajos verdugos pagando grandes precios, los cadáveres de los mártires.


Historia

Los romanos quemaban a sus muertos y depositaban las cenizas en la tumba familiar (sepulcrum, memoria), en una cripta o sepultura común (columbarium); pero los judíos que vivían en Roma mantuvieron sus costumbres de enterrar e imitaban las tumbas en la roca de Palestina, colocando los cementerios en el estrato rocoso de la tufa de los alrededores de Roma.

Así pues las catacumbas judías se habían hecho y desarrollada antes de que el cristianismo apareciera en Roma. Había dos grandes catacumbas judías, relacionadas con las dos principales colonias judías, la del barrio que estaba la otra parte del Tíber y la de Porta Capena, una en la Via Portuensis y otra en la Via Appia, así como algunas más pequeñas; todas son reconocibles por los candelabros de siete brazos que aparece repetidamente en las tumbas y en los lucernarios.

Hasta después de la destrucción de Jerusalén por Tito (70 d.C.), los cristianos eran vistos como una secta judía, de ahí que los judíos convertidos por los apóstoles en Roma fueran enterrados en las catacumbas de sus compatriotas. Pero ¿dónde eran enterrados los convertidos del paganismo? Tácito, Suetonio, Dion Cassio y otros historiadores paganos dan testimonio de que ya en los días de los apóstoles, miembros de las más altas clases de la nobleza se habían convertido al cristianismo. Estos convertidos nobles del paganismo tenían sus propias tumbas y permitieron a sus hermanos en la fe construir tumbas, lugares de enterramiento siguiendo el modelo de las catacumbas judías. Este es el origen de las catacumbas cristianas. Las de la época apostólica son: en la Vía Ardentina, la catacumba de Domitila, nieta del emperador Domiciano y miembro de la familia Flavia; en la Vía Salaria, la de Priscila, que era probablemente la esposa del cónsul Acilius Glabrio; en la Vía Appia, la de Lucina, miembro de la familia de Pomponia; en la vía Ostiensis, la de Commodilla, relacionada con la tumba de S. Pablo.

En fechas posteriores se construyeron otras catacumbas, casi todas originadas en los enterramientos familiares. Entre ellas están las de Caecelia, Prætextatus, Hermes, etc., que aún llevan el nombre de sus fundadores. Además, la tumba de un mártir venerado era el núcleo de otra catacumba, por ejemplo la de S. Lorenzo, S. Valentín o S. Cástulo; tales cementaría llevaban los nombres del mártir. Los Coemeteria debían a veces su nombre a alguna característica externa como ad duas lauros (en los dos laureles); este título se añada aún a los nombres de dos los mártires, pedro y Marcelino, que descansan allí. Y de esta manera, en el curso de trescientos años, unas cincuenta catacumbas, grandes y pequeñas formaron un amplio círculo alrededor de la ciudad, la mayoría a una media hora de camino de las puertas de la ciudad. La cuestión que se plantea es si los cristianos fueron capaces de construirlas sin ser molestados por los paganos. Sin duda los romanos tenían conocimiento de los lugares conde los cristianos enterraban a su muertos, pero según antiguas leyes, todo lugar en el que hubiera un cuerpo estaba bajo la protección de la ley y costumbre romanas que garantizaba la inviolabilidad de los lugares de enterramiento. Es verdad que los emperadores Decio y Diocleciano, más tarde, declararon el terreno que cubría las catacumbas, propiedad del Estado, impidiendo entrar así en ellas con los medios ordinarios.

Pero los sucesores de Decio y Diocleciano, repelieron esas leyes como contrarias al espíritu de Roma. Aunque los cristianos se sentían seguros en sus catacumbas, la excavación de las galerías, el enterramiento de los cadáveres, el olor de la putrefacción, y el aire pestilente del verano, hacían que la vida de los fossores, o excavadores requiriera grandes sacrificios, mientra que visitar las tumbas de los fallecidos se hizo mucho más difícil a los familiares o miembros que les sobrevivían. Por consiguiente, después de que Constantino concediera la libertad a la Iglesia y pusiera ejemplos con la erección de iglesias y capillas sobre las tumbas de los mártires construyendo una basílica sobre el enterramiento de S. Pedro y S. Pablo, se convirtió en costumbre colocar los cementerios a nivel del suelo, preferiblemente en la vecindad de esos lugares sagrados.

Pero no por ello se abandono enterrar en las catacumbas, sobre todo cuando la piedad de los papas y de los fieles llevó a ir adornando, en el siglo cuarto, los lugares de descanso de los primeros mártires con mármoles, pinturas e inscripciones (ver Papa SAN DAMASO). Más aún, al ampliar las cámaras, abriendo entradas de luz y construyendo escaleras más amplias se hizo más fácil el acceso para los fieles romanos y para los peregrinos. Durante el siglo cuarto, la veneración de los mártires, especialmente en sus tumbas y en los aniversarios de sus muertes, se hizo más común, de manera que la confianza en su intercesión halló expresión en el deseo de asegurarse de un lugar para ser enterrado cerca de la tumba del mártir.

Entonces llegó la mala fortuna, en 410, cuando los godos sitiaron Roma durante meses, devastaron los territorios circundantes y saquearon la ciudad. Esto puso fin a al enterramiento en catacumbas: Durante los siglos siguientes, godos, vándalos y lombardos sitiaron y saquearon repetidamente Roma. Plagas y pestilencia diezmaron la población. las iglesias construidas sobre las tumbas de los mártires y las catacumbas fueron decayendo y hasta los pastores las convirtieron en refugios para los ganados. Por ello, Paulo I (757-67) comenzó a mover los restos de los mártires a las iglesias de la ciudad. La obra fue continuada por Pascual I (817-24) y León IV (847-55). El resultado fue que las catacumbas perdieron interés para los fieles y hacia el siglo doce habían sido completamente olvidadas.

En 1578, una catacumba de la Via Salaria fue descubierta accidentalmente. Pero hasta la publicación, tras la muerte del autor, en 1632, de la "Roma Sotteranea" de Antonio Bosio, no se puso atención a las catacumbas. Durante casi cuarenta años, desde 1593, Antonio Bosio se había dedicado a encontrar y explorar los primeros cementerios cristianos. Pero el verdadero “Colón de las Catacumbas”, sin embargo, fue Giovanni Battista de Rossi, cuyos trabajos y publicaciones han difundido ampliamente el conocimiento de la arqueología y la creciente veneración por las catacumbas. Entre sus obras, están: "Roma Sotterranea" en tres volúmenes; "Inscriptiones christianae" en dos vol. y numerosos artículos y panfletos, Fundó y dirigió el "Bullettino de archeologia christiana" (desde 1863). La Santa Sede dedicaba 18.000 liras anuales para el trabajo en las catacumbas cuyas excavaciones eran dirigidas por la Comisión de Arqueología Sagrada. De Rossi murió el 20 de septiembre de 1894 después de haber dedicado casi 50 años, desde muy joven, a la exploración de las catacumbas y el estudio de la antigüedad cristiana.

Su trabajo fue continuado por discípulos, entre ellos, Armellini, Stevenson, Marucchi, Wilpert y otros. Las publicaciones anuales de católicos y no católicos son muestras del esfuerzo así como de la sólida investigación de la ciencia cristiana de la antigüedad. Además, el Collegium Cultorum Martyrum, los servicios religiosos y las charlas populares en las fiestas de los mártires, en las varias catacumbas, intentan estimular la reverencia de los romanos y extranjeros hacia estos restos de la Iglesia primitiva, para difundir su conocimiento. El ejemplo de Roma actuó como estímulo para el estudio de la antigüedad cristiana, lo que llevó a exploraciones, excavaciones de tesoros inesperados de los primeros siglos cristianos que se han rescatado del olvido en otras partes de Italia, Francia, Iliria, Grecia, Norte de África, Egipto, Palestina y Asia Menor.

En la segunda mitad del siglo diecinueve se emprendieron excavaciones en las catacumbas de Tecla y Commodilla en la Via Ostiensis; la de Domitila en la Via Ardeatina; las de Calisto, Praetextato y Sebastian en la Via Appia; Santos Pedro y Marcelino en la Via Labicana; Lorenzo e Hipólito en la Via Tiburtina; Nicomedes, Sta. Inés y el coemeterium majus en la Via Nomentana; Felicidad, Traso y Priscila en la Via Salaria Nova; Hermes en la Via Salaria Vetus; Valentin en la Via Flaminia. En la rivera derecha del Tíber se exploraron las catacumbas de Ponciano y Generosa en la Via Portuensis.

La más cuidadosa exploración se realizó en las catacumbas de Calisto, Domitila y Priscila. En muchos casos las tumbas de los mártires mencionados en los antiguos documentos (martirologios, itinerarios, el “Libro Pontifical” y los relatos legendarios de los mártires fueron redescubiertos. Al mismo tiempo se excavó un tesoro más valioso de lo esperado, de epitafios cristianos primitivos y de pinturas, que aportaron mucha información inesperada sobre la fe de los primeros cristianos, sus conceptos de la vida, esperanza de eternidad, relaciones familiares y muchas otras materias.


Inscripciones

Aunque se han perdido miles de inscripciones de las tumbas de los primeros cristianos y otras muchas no contienen nada importante, hay un resto que proporciona más información que ninguna otra fuente sobre los primeros siglos cristianos. La cristiandad entró, desde tiempos de los apóstoles, en familias distinguidas de la ciudad eterna y a medida que fue pasando el tiempo, se ganó a toda la nobleza romana, como se puede ver en los epitafios que contiene títulos clarísima, clarísima (de rango senatorial), así como los epitafios en los que aparecen los nombres de clanes conocidos (gentes). El cambio que introdujo el cristianismo en las relaciones sociales de dueños y esclavos está claro por el pequeñísimo número de las palabras Cervus (esclavo), o libertas (liberado), palabras que se ven constantemente en las lápidas de las tumbas paganas. Se repite mucha la palabra alumnas (hijo-adoptivo) caracteriza la nueva relación entre el dueño y el esclavo.

Muchos epitafios dan una elocuente voz al amor de los esposos, insistiendo en el hecho de que hombre y mujer habían vivido castamente (virginias, virginia) antes de casarse, sobre las virtudes del compañero muerto y la fidelidad a los que se habían ido a lo largo de largos años de vida solitaria para que, yaciendo uno junto a otro en la misma tumba, pudieran levantarse juntos en la resurrección. Otros recuerdan el amor de los padres por el niño fallecido y viceversa. En las inscripciones cristianas se hacer referencia al estado de virginidad, lo que raramente aparece en los epitafios paganos. A partir del siglo cuarto se hace mención especial a la virginidad dedicada a Dios virgo Deo dicata, famula Dei.

Además de las alusiones en las inscripciones a los distintos rangos eclesiásticos de obispo, sacerdote, diácono, lector, excavador (fossor), hay referencias a los médicos, panaderos, herreros, carpinteros con frecuencia con emblemas de los respectivos instrumentos. Son especialmente interesantes las inscripciones que arrojan luz sobre las concepciones religiosas del momento, que hablan no solo de la esperanza de la eternidad, sino también de los medios de la gracia en los que apoyar esa esperanza – sobre todo la fe en un Dios y en Cristo su Hijo. También hablan la cualidad de miembro de la Iglesia por el bautismo y de las relaciones con los muertos a través de la oración. Naturalmente que cuento más antiguas las inscripciones que se refieren al dogma, tanto más importantes son.

¿Cómo se puede estar seguro de la fecha de una inscripción? En primer lugar las inscripciones se limitan a los primeros cuatro siglos de la Era Cristiana, puesto que después de la invasión de los godos (410), los enterramientos en las catacumbas eran muy raros y pronto cesaron del todo. Las últimas inscripciones romanas y todas las inscripciones de Galia, África y Oriente, cualquiera que sea la información adicional que aporten sobre el dogma, no pueden ser consideradas aquí. El método más natural y cierto para determinar la edad de la inscripción que es el año del cónsul, apenas puede ser utilizado en doce ocasiones en los epitafios de los dos primeros siglos. Pero hay muchos medios auxiliares para determinar la cuestión, como los nombres, la forma de las letras, el estilo, el lugar del descubrimiento, los emblemas pictóricos (que varían del áncora y el pez y al monograma de Cristo) éstos permiten con un razonable grado de certeza asignar las inscripciones al siglo cuarto, al tiempo anterior a Constantino, al principio del tercero o al final del siglo segundo y hasta a un período anterior. Las laudas de los primeros cuatro siglos proveen de numerosas pruebas no solo para dogmas fundamentales de la Iglesia Católica sino para un numero adicional de doctrinas y costumbres de manera que los epitafios podrían ser utilizados par ilustrar y reforzar cas cada página del catecismo católico. Veamos algunos ejemplos.

Catacumba de Calisto, siglo Segundo (el texto algo restaurado):

PHRONTON epoiesen SEPTIMIOS PRAItextATOS kAIKilianos

O LOYLOS TOY theoY AXIOS BIOsas

OY METENOESA KAN ODE SOI YPERSTESA

KAI EYKArisTESO TO ONOMATI SOY PAredoke

TEN psYCHen TO THEO TRIANTA TRIOn eton

. . . . . EX MENON PETEILos . . . laMPRotatos

ETon . . . paredOKE ten psychen to theo

PRo . . . septEMBRION

Esta inscripción fue encontrada muy fragmentada junto a otras de la familia Cecilia, cerca de la tumba de Sta, Cecilia.

Phroton hizo la tumba. Elepitafio menciona dos muertos, Septimio Preatextato Caciliano y Petilio, este último con la afirmación adicional Lamprotatos, clarissimus, que significa del rango senatorial. Septimio es llamado “siervo de Dios” y se representa como diciendo:”Si he vivido virtuosamente no me he arrepentido de ello y si te he servido a Ti (Oh Señor) daré gracias a Tu Nombre”. El “entregó su alma a Dios” a la edad de 33 años y seis meses. La misma expresión “entregó su alma a Dios” se usa para Petilio, cuya fecha de fallecimiento se da como antes del 1 de septiembre.


Catacumba de Domitila, siglo Segundo:

C. IVLIA. AGRIPPINA

SIMPLICI. DVLCIS IN

ÆTERNUM

"Dulce Simplicio , vive eternamente” es el deseo de Caia Julia Agrippina, cuyo aristocrático nombre indica una fecha imperial temprana.

Catacumba de Domitila, siglo tercero:

. . . . SPIRITVS

TVVS IN REFRIGERIO

Ha desaparecido el principio de la inscripción que contenía el nombre: “Que el tu espíritu esté en refrigerio. La oración antigua de Canon de la misa pida para los muertos “locum refrigerii, lucis et pacis (un lugar de refrigerio, luz paz y agradable)


Catacumba de Ponciano, principios del siglo cuarto:

EVTYCHIANO FILIO DVLCISSIMO

EVTYCHIUS PATER [Chi-Rho symbol] V.A.I.M.

II.D IIII DEI SERVS ICHTHYS

"Eutiquio, el padre (ha erigido) el monumento a sum as dulce hijito, Eutiquiano. El niño que vivió un año, dos meses y cuatro días siervo de Dios”.

El monograma griego del nombre de Cristo Chi-Rho, y el Ijzys, rascado en la tumba muestran que el niño, había muerto cristiano por el bautismo y había sido recibido en el cielo por Jesucristo , el Salvador ( ver ANIMALES EN EL ARTE CRISTIANO)

Catacumba de Priscila, siglo tercero (en verso):

VOS PRECOR O FRATRES. ORARE. HVC QVANDO VENITIS

ET PRECIBVS. TOTIS. PATREM. NATVMQVE ROGATIS

SIT. VESTRÆ. MENTIS. AGAPES. CARÆ. MEMINISSE

VT DEVS. OMNIPOTENS. AGAPEN IN SÆCVLA SERVET

“Os pido, hermanos, siempre que vengáis aquí (para el servicio de Dios) y dirijáis vuestras oraciones unidas al Padre y al Hijo, que os acordéis de pensar en vuestro amado Agape, al que Dios Todopoderoso preserve en la eternidad”.

Una segunda pieza fragmentaria de la inscripción recuerda la sentencia de muerte pronunciada en el Paraíso, de terra sumptus terrae traderis (tomado de la tierra a la que volverás). Agape vivió 27 años, así lo había decidido para ella Cristo. La madre, Eucaris, y el padre, Pío, erigieron el monumento para ella.


Catacumba de Comodila, inscripción de 377 d.C.:


CINNAMIVS OPAS LECTOR TITVLI FASCIOLE AMICVS PAVPERVM

QVI VIXIT ANN. XLVI. MENS. VII. D. VIIII DEPOSIT

IN PACE KAL MART

GRATIANO IIII ET MEROBAVDE COSS


Cinnamius Opas, lector de la iglesia de Fasciola, amigo de los pobres, que vivió 46 años, siete meses y nueve días y fue enterrado en paz el 1 de marzo , cuando Graciano era cónsul por cuarta vez y con él Merobaudus.


Catacumba de Comodila, 394 d. C.:

DEP III IDVS MAII OSIMVS QVI

VIXIT ANNVS XXVIII QVI FECIT

CVM CONPARE SVA ANNVS SEPTE

MENSIS VIII BENEMERENTI IN PACE. CON

SVLATV NICOMACI. FLABIANI. LOCV MAR

MARARI QVADRISOMVM

Enterrado el 13 de mayo, Osimo que vivió 28 años, que estuvo unido a su esposa siete años y nueve meses. Que descanse en una paz merecida. Murió durante el consulado de Nicomachus Flavianus. Tumba de piedras de cantero de cuatro cuerpos.


Catacumba de Calisto, siglo tercero:

PETRONIÆ AVXENTIÆ. C.F. QUÆ VIXIT

ANN. XXX. LIBERTI. FECERUNT. BENEMERENTI IN. PACE

La libertad de Petronia Auxentia, la señora de alta cuna (clarissimae feminae), que murió a la edad de treinta, hizo la tumba donde descansa en paz. Parece que no tuvo hijos, hermanos o hermanas, en el momento de su muerte, padres.


Catacumba de Calisto, siglo cuarto:

DASVMIA QVIRIACE BONE FEMINE PALVMBRA SENe FELlE . . .

QVÆ VIXIT ANNOS LXVI DEPOSITA IIII KAL MARTIAS IN PACE

Ciriaca, miembro de la noble familia Dasumiana que murió a la de de 66 años, recibe el nombre de “paloma sin amargura”, un eulogio que se halla en otras tumbas de mujeres.

Catacumba de Calisto, alrededor del 300 d. C.:

Con el permiso de su papa Marcelino (296-304) Severo el Diácono hizo en el nivel del cementerio de Calixto, directamente debajo del papa, un enterramiento familiar que consistía en una cámara mortuoria doble (cubiculum duplex) con tumbas con arcos (arcosolia) y un respiradero apara luz y aire, como sitio de descanso para él y su familia, donde sus hueso pudieran ser preservados en un largo sueño para su Hacedor y Juez. El primer cuerpo que debía ponerse en este monumento funerario era el de su dulce hijita Severa, amada por sus padres y sirvientes. En su nacimiento Dios le había concedido magníficos dones para su vida terrena. Su cuerpo descansa en paz hasta que se levante en Dios, que se llevó su alma casta, modesta y siempre inviolada en Su Santo Espíritu, el Señor, la revestirá en algún momento con su gloria espiritual- Vivió como virgen nueve años, once meses y quince días. Y así fue trasladada fuera de este mundo.

Además del texto de los epitafios, en muchas tumbas las ideas se manifiestan con pinturas; así se expresa, sobre todo, la esperanza en la vida eterna para los muertos. Primero son pinturas simbólicas y signos: el ancla, la palma, la paloma con el ramo de oliva, todos alegorías de la esperanza, victoria y paz eterna; desde el siglo tercero en adelante aparece un pez, símbolo de Cristo. El Buen Pastor que lleva el cordero en sus hombros y el Orante, ambos pintados juntos con frecuencia, eran muy conocidos y la alusión favorita al gozo celestial.

Los bajorrelieves en las tumbas copian esas pinturas de las catacumbas que representan, escenas bíblicas, por ejemplo, la resurrección de Lázaro, la adoración de los Reyes. También hay relieves de carácter completamente secular , por ejemplo, representaciones de herramientas características para indicar el rango y oficio de fallecido: una medida de grano APRA el panadero, un plano para el carpintero, un martillo y yunque para el herrero. Si el muerto había llevado en vida el nombre de un animal, como león, Equitius (de equus, caballo), el animal se reflejaba en la lápida.


Pinturas

Las pinturas de las catacumbas representaban las mismas ideas que las inscripciones. Los frescos adornan los espacios entre las tumbas individuales, ornamentan los nichos que tienen arcos sobre los arcosolia y se emplean para decorar los techos de las cámaras. Es cierto que las pinturas no se entienden con tanta facilidad como los epitafios o inscripciones, pero mientras que los epitafios más antiguos aportan poca información, pues se limitan a los nombres de los muertos, las pinturas, de las que han quedado un gran número dan mucha información sobre los principios del cristianismo. Ciertos tipos fijos se repiten muchas veces de manera que uno explica al otro, Con el tiempo se desarrollan nuevos tipos de pinturas y nuevas concepciones que arrojan una luz siempre creciente sobre las creencias y las esperanzas de los primitivos cristianos con respecto a la muerte.

Los paganos “que no tienen esperanza” pueden estar desconsolados junto a la tumba del fallecido, pueden adornar la coeterna domus (el eterno hogar) del muerto con pinturas alegres de al vida ordinaria. Los cristianos, en esas pinturas de las catacumbas, conciben las almas de los muertos como Orante, o figuras femeninas en oración, en la felicidad del paraíso. El Buen Pastor que lleva con amor sobre sus hombros al cordero para dejarlo junto al rebaño que pasta en el paraíso significaba para los cristianos la razón de su esperanza en la eternidad. Las representaciones del bautismo y de la milagrosa multiplicación de los panes, son alusiones a los medios de la gracia por los que se consigue el cielo. Después de que se pronuncie favorablemente el juicio, los santos, abogados o intercesores, llevan a al salmas a los gozos del cielo.

Para pintar la creencia de los primeros cristianos en la vida futura, el arte de las catacumbas generalmente eligió episodios del Antiguo y Nuevo Testamentos, episodios en los que se dan muchas alusiones en las oraciones por los muertos. Si la muerte significa haber entrado al mundo a través del pecado de Adán y Eva, el escapar de la muerte se indica en las pinturas del Antiguo Testamento mostrando el rescate de Noé del Diluvio, la preservación de Isaac del cuchillo sacrificial de su padres Abraham, el rescate de los tres niños hebreos del horno, el escapar de Jonás del vientre del gran pez. La liberación de Susana, con la ayuda de Daniel, de la falsa acusación. Del nuevo Testamento la resurrección de Lázaro se usa como el tipo de resurrección de entre los muertos; los milagros del Salvador, la curación de los ciegos, la curación del paralítico, todos ellos se toman como pruebas de la omnipotencia del Hijo de Dios sobre la enfermedad y la muerte. Los tres magos de oriente por haber sido lo primeros en ser llamados del paganismo eran considerados por los cristianos de las catacumbas como predecesores en la fe y como seguridad de que ellos también, en su día, podrían adorar al Hijo de Dios en los cielos.

La Madre de Dios nunca se separa de su divino Hijo; en el cementerio de Priscila se encuentra una de las pinturas más antiguas de las catacumbas, pintadas bajo los ojos de los discípulos de los Apóstoles, representando a la Virgen con el Niño en su regazo, mientras el profeta Isaías, ante ella, señala la estrella que hay sobre su cabeza y la del Niño. En las frecuentes pinturas de los Reyes Magos, la Virgen está sentada aceptando en nombre del Niño, los regalos que tren los magos. Un fresco del siglo tercero del cementerio de Priscila representa la anunciación; una pintura del siglo cuarto en el coemeterium majus muestra a la Virgen en postura orante ante su divino Hijo que aparece claramente como Cristo por el monograma del nombre de Cristo pintado a la derecha e izquierda de la figura. El Salvador sentado en un trono rodeado de los Apóstoles, de los muertos que son llevados por los santos ante el Juez para recibir el veredicto de gracia, las Vírgenes prudentes en la fiesta de las bodas celestiales, todo esto forma los últimos eslabones de la cadena de esperanzas celestiales que unen cielo y tierra, tiempo y eternidad.

Los temas pintados en la pintura puramente decorativa de las cámaras sepulcrales, especialmente las de los techos, ser tomas en general de conceptos propios del cristianismo: la paloma con la rama del olivo de la paz, el pavo real que renueva su alegre plumaje, el cordero, como símbolo del alma, todos ellos reaparecen como alusiones a las esperanzas consoladoras atesoradas en este lugar de muerte. Cuando el artista pinta la vida familiar, una escena de marido, mujer y niño, que ocupan una tumba común, los representa a los tres como orantes de pie con las manos levantadas a, absortos en la contemplación de Dios.

Hay algunos temas puramente seculares, como un fresco del cementerio de Priscila que representa a los viñadores que llevan un gran cesto; en el cementerio de Domitila, comerciantes que supervisan la descarga de sacos de grano del barco y en el cementerio de Calixto, una mujer vende vegetales en el mercado.

Hay que hacer una referencia especial a la representación de la Eucaristía relacionada con la multiplicación de los panes cuando el Señor alimentó a una multitud con las barras de pan y los peces. Dese el siglo segundo, la Primitiva Iglesia consideró las cinco letras de la palabra griega “ijzys” como las primeras letras de las palabras que forman la frase "IESOUS XRISTOS THEOU YIOS SOTER" (Jesús Cristo Hijo de Dios Salvador), pan y peces, la comida con la que Cristo alimentó a la multitud, eran en sí mismos una alusión al banquete eucarístico. Así, en la catacumba de Domitila, un hombre y su esposa son representados reclinados en un cojín , ante una mesa con barras de pan y pescado; en el cementerio de Priscila un oficiante preside una mesa semicircular y parte el pan para los huéspedes que están alrededor de las barras de pan. La copa de vino que maneja está cerca del pan y los peces; hay cestas a ambos lados contienen las barras de pan y peces multiplicados milagrosamente que indican el significado más hondo de la escena. Ambas pinturas pertenecen al más antiguo arte cristiano. En la catacumba de Calixto hay una pintura de un gran pez, cerca de él hay una cesta sobre la que hay panes redondos; la parte frontal de la cesta tiene una apertura cuadrada por la que se ve un vaso con vinotinto.

En las llamadas seis capillas de los Sacramentos de la misma catacumba, varias representaciones de la Eucaristía aparecen combinadas con pinturas del bautismo, la resurrección de Lázaro, un barco, etc. Pan y peces se muestran sobre la mesa; una parte está Cristo extendida la mano bendiciendo la comida, en la otra parte un orante, símbolo del alma, que en su comida recibe la garantía de la celestial. La pintora opuesta represéntale sacrificio de Isaac. Una tercera colocada entre las dos los comensales se sientan alrededor de la mesa sobre la que hay pan y pez; 3en primer plano está la cesta con las barras de pan milagrosamente multiplicadas. Estas y otras similares, todas pertenecientes a la primera mitad del siglo tercero, se basan en la idea de que la el banquete eucarístico ha sido preparado para nosotros por le Salvador como muestra del banquete celestial.

Escritores católicos han encontrado a veces un contenido dogmático más rico en las pinturas de las catacumbas de lo que un examen estricto parecería indicar; pero los especialistas protestantes se van al otro extremo cunado dicen que los “resultados dogmáticos” que se obtiene de las primeras pinturas cristianas son muy escasas. Hay que admitir que a veces, los escritores no católicos han colocado alguna de las pinturas bajo la luz apropiada, hay que protestar contra el intento de eliminar de ellos toda prueba dogmática para la fe de la iglesia Católica.

De la misma forma que es importante establecer las fechas de las inscripciones, también es esencial determinar lo mejor posible cuando fueron realizadas. Tanto para las pinturas como para las inscripciones hay indicaciones que sirven de pistas. El valor artístico de las pinturas crece cuanta más cerca están de la edad de oro del arte profano. En los siglos segundo y tercero eran esquematizados y pintados en colores transparentes sobre un fondo de yeso cuidadosamente preparado. Durante este período, el artista no seguía modelos sino que estaba bajo la necesidad de inventar por primera vez formas para expresar las ideas cristianas. A medida que el arte secular fue decayendo, el cristiano también. Otra ayuda para determinar la edad de los frescos está en el lugar de la catacumba en la que se pintó, ya en la parte más antigua o como algo añadido más tarde. A medida que pasaba el tiempo, se ampliaba el alcance de las concepciones artísticas; así en los siglos tres y cuatro se pintaban escenas que eran extrañas al arte cristiano más antiguo. Cuando, en el siglo cuarto, las basílicas recientemente erigidas eran ornamentadas con mosaicos, la misma forma de decoración se empleaba en las catacumbas; esto se ve en un mosaico que muestra como orante al difunto.

La ornamentación de los lugares de enterramiento terminó con el fin de los entierros en las catacumbas; en vez de esto, se decoraban las tumbas de los mártires, generalmente con pinturas de santos, que se representan agrupados alrededor del Salvador. Estas pinturas forma una clase aparte de las de las catacumbas por el contante declinar de la ejecución artística y por el tema de la composición. Las últimas realizadas en las catacumbas son algunas realizadas en el siglo noveno en la cripta de Santa Cecilia en las que la santa es representada como orante en el jardín celestial. También se conserva en ella un fresco de un busto de Cristo en un nicho, junto al que hay una pintura del papa S. Urbano que enterró a la mártir Santa Cecilia.


Sarcófagos

En la Roma Antigua, los ciudadanos de alto rango se contraían tumbas familiares, en las grandes rutas militares; La estructura que quedaba sobre el terreno (monumentum) se adornaba con estatuas e inscripciones, mientras que los cuerpos se depositaban en sarcófagos de piedra o cuando eran quemados, en urnas funerarias en una cripta subterránea o hypogoeum. Los hombres libres y clientes de la noble familia a quien pertenencia la tumba eran enterrados en zonas del estrato superior de la tierra del area monumenti, un terreno o jardín en el que se levantaba la tumba. Estas tumbas estaban indicadas con stelae, o planchas de piedra con los nombres de los muertos. Los primeros en convertirse del paganismo al cristianismo eran enterrados de forma similar. Esto se ve en el hipogeo del la familia Flavia, que tiene nichos horizontales a la derecha e izquierda para los sarcófagos y por las stelae con símbolos o inscripciones de carácter cristiano, aunque como se puede entender con facilidad, tales stelae no son muy numerosas.

El ejemplo de los judíos llevó pronto a las excavaciones en area monumenti, de galerías subterráneas o pasadizos cuyas paredes ofrecían amplio espacio para las tumbas o loculi. El enterramiento en sarcófagos era, debido al costo, privilegio de4 los ricos y gentes de rango; esto es una de las razones por las que la escultura cristiana se desarrolló mas tarde que la pintura. Como los cristianos tenían que comprar los sarcófagos de los paganos que los hacían, evitaban comprar los que tenían relieves mitológicos. Preferían los que tenían escenas de la vida pastoral, la recolección de las cosechas, o a veces, los decorados con líneas onduladas (strigili), como el de Petronila, perteneciente a la familia imperial Flavia, encontrada en la catacumba de Domitila, que además de las líneas tiene leones en las esquinas; en la parte superior hay la siguiente inscripción:

AVRELIAE. PETRONILLAE. FILIAE. DVLCISSIMAE.

“A Aurelia Petronila, la más dulce hija”.

En las catacumbas de Priscila , Domitila y Praetextato hay aún ciertos sarcófagos , los más antiguos, que no muestran esculturas cristianas.

Hasta finales del siglo tercero no comenzaron a adornar con esculturas lo sarcófagos cristianos; al principio eran pequeñas figuras del buen pastor o un orante colocado donde las strigili se juntaban o a veces los símbolos cristianos eran tallados en la tabella inscriptionis, es decir la losa plana que cerraba la tumba en la que se había grabado el epitafio. Probablemente un artesano cristiano labraría los símbolos cristianos en los sarcófagos hechos en los talleres paganos. El más antiguo en mostrar emblemas cristianos en bajorrelieve es el encontrado en el Vaticano y que está en el museo lateranense: es un excelente trabajo, entre dos escenas de vida familiar, un orante, símbolo del difunto, y el buen pastor. Otro sarcófago, también anterior a Constantino, el mismo museo, tiene como principal historia la de Jonás, alrededor del que se agrupan representaciones de Noé, la resurrección de Lázaro, Moisés partiendo la roca en el desierto, una escena pastoral y escenas de pesca puramente seculares.

La escultura cristiana sobre sarcófagos no se desarrolló completamente hasta mediados del siglo cuarto. Dos sarcófagos de este período, el de Junius Bassus en la cripta de S. Pedro y otro de estilo similar, en el Museo Laterano, son los primeros ejemplos de los más antiguos relieves cristianos. Cuando se hizo costumbre construir mausoleos y capillas mortuorias en las cercanías de las grandes basílicas, y los sarcófagos se enterraban o se exponía a lo largo de los muros, la escultura cristiana se desarrolló rápidamente, quizás, teniendo en cuenta la carencia de escultores cristianos que obligaba a realizar las obras sin excesivo detenimiento. A este período, desde la segunda mitad del siglo cuarto hasta las primeras décadas del quinto, pertenecen la mayoría de los sarcófagos encontrados, que están el museo Laterano. Las tremendas desgracias que acaecieron en Roma después de la conquista y pillaje de los godos en 410, puso fin a la actividad de la decoración de los sarcófagos cristianos.

Naturalmente, los relieves de los sarcófagos muestran las mismas ideas fundamentales expresadas en las pinturas de las catacumbas y se manifiestan en las mismas escenas bíblicas., sin embargo las artes plásticas siguieron su propio desarrollo de los temas, lo que se hace evidente en el gran número de figures empleadas para las escenas y más aun por la gran variedad de temas que se fueron introduciendo en el arte cristiano. Cuando aparecen Adán y Eva, no es, como sucede en los frescos, solamente con un árbol y la serpiente: en la escultura, el segundo Adán, Cristo, se representa colocado entre la primera pareja ofreciendo a Adán un manojo de espigas de grano y a Eva una cabra, símbolos del trabajo en el campo y en el hogar. Mientras que el los frescos Moisés está solo cunado golpea la piedra con su cayado para que brote el agua, la escultura en relieve incluye a los judíos saciando su sed. La misma diferencia se ve en la representación de la resurrección de Lázaro; mientras que el la escultura, las dos hermanas y algunos testigos del milagro llenan la escena, en los frescos las figuras se limitan a los principales personajes.

La variedad de temas aumenta añadiendo otros incidentes del Antiguo Testamento, como el paso del Mar Rojo por los israelitas, símbolo del bautismo y la visión de Ezequiel, que tenía la intención de aludir a la resurrección de los cuerpos; y más aun con escenas de la vida de Cristo. Las tallas que representan el pesebre, las escenas de la Pasión y la preeminencia dada a la posición y oficio de Pedro en el plan cristiano de la salvación , no tiene paralelo en as pinturas de las catacumbas. Solo una vez aparece el nacimiento de Cristo como tema de las pinturas y es un fresco de fecha tardía en la catacumba de San Sabastián. Los relieves de los sarcófagos muestran al Niño acostado en el pesebre con la Virgen sentada cerca y S. José de pie mientras el buey y el burro están colocados a un lado, y arriba brilla la estrella que guía a los Reyes magos .

La virgen es representada frecuentemente sentada en un trono con el Niño delante para recibir la adoración de los Magos. Respecto a las escenas de la Pasión los cristianos preferían durante los siglos de persecución, representar al Salvador como Hijo de Dios, lleno de poder milagroso, como vencedor de la muerte y rodeado de su gloria celestial, más que en el sufrimiento de su muerte en la Cruz. A medida que el cristianismo avanzaba en su conquista del paganismo, los cristianos vuelven más su atención hacia los sufrimientos de Cristo. Aunque la escultura presente escenas de la Pasión, su humillación va siempre acompañada por una alusión a su gloria; al pie de la cruz vacía duermen los vigilantes junto a la tumba y sobre la cruz está el monograma de Cristo rodeado por el una corona del vencedor; a veces Cristo es representado sentado en el trono de su gloria celestial en medio de escenas de su Pasión.

Los temas elegidos de la Pasión son la predicción de la negación de Pedro, el lavatorio de los pies, la corona de espinas, el juicio de Pilato con el prototipo del Antiguo Testamento del sacrificio de Isaac con en un relieve de contraste. La forma en la que la iglesia del siglo cuarto tendía el oficio de Pedro es clara por la preferencia que muestra por la representación de la traditio legis en la que Pedro, como Moisés del Nuevo Pacto recibe de Cristo (Dominum legem dat), el Nuevo testamento, la Lex la ley que ha de proclamar y explicar a los cristianos. Las diferentes escenas de los relieves se separan una de otras por arcadas, o por árboles o frecuentemente siguen unas a otras directamente, grabando en los sarcófagos los diferentes incidentes con frecuencia arreglados en dos filas, una sobre la otra. En esta disposición el arte plástico seguía los ejemplos de los mosaicos de las grandes basílicas.

Aunque las escenas individuales no sean difíciles de explicar, sin embargo cuando la composición es más complicada no siempre es fácil descubrir el pensamiento guía, puesto que el artista pones las escenas juntas. Un ejemplo puede aclarar esto. En un sarcófago del Museo Laterano las siguientes escenas se suceden unas a otras de izquierda a derecha: los sacrificios de Caín y Abel; Pedro llevado a la ejecución; el triunfo de la Cruz; la decapitación de Pablo; Job.

La pregunta es ¿por qué están arregladas de esta manera? En la muerte de Abel, el juicio pronunciado para toda la humanidad en el Paraíso, se ejecuta por primera vez, mientras que Job es el gran heraldo de la Resurrección:”Yo sé que vive mi Defensor y que se alzará el último sobre el polvo, que después que me dejen sin piel, ya sin carne veré a Dios (xix, 25)”( Bibl. de Jerusalén). El cumplimiento de esta esperanza se muestra en los dos Apóstoles en la gloria del Salvador resucitado. En muchos sarcófagos, sin embargo, especialmente en los que pertenecen al período de declive de, las composiciones carecen de un pensamiento central y se arreglan según la fantasía del escultor o según el deseo o las órdenes del que lo encarga.

Aparte del los sarcófagos, la escultura más importante escultura cristiana primitiva la estatua de tamaño natural de S. Hipólito, obispo y mártir, que está en el Museo Laterano, y fue excavada cerca de la catacumba de su mismo nombre. La estatua, de la que sólo se conserva la mitad inferior, pertenece a mediados del siglo tercero. La figura del Buen Pastor, también del museo Laterano, pertenece probablemente al tiempo anterior a Constantino; hay, además, estatuillas del Buen Pastor, atribuidas a la segunda mitad del siglo cuarto.

Respecto al trabajo de los escultores en piedra en los cubicula de los mártires, en la ornamentación de los altares, coros, púlpitos etc. de las grandes basílicas, apenas han llegado restos, la primera escultura cristiana llegó a su cenit en la primera mitad del siglo cuarto cuando se unió al triunfo de la religión cristiana que salía de las catacumbas. La escultura se usó en este período para ornamentar las tumbas cristianas con símbolos de esperanza religiosa en el Cristo resucitado.


Pequeños objetos hallados en las catacumbas

Los adornos que los primeros cristianos ponían en las tumbas, lámparas y botellas de perfume colocadas fuera, monedas, piezas de cristal anillos que se metían a presión en la masa fresca que cubría la apertura, son con frecuencia de valor científico y artístico. Tanto las monedas y los sellos del fabricante sobre los ladrillos y tejas que sellaban la tumba son, en muchos casos, pistas importantes para la datación de la galería de la catacumba, así como datar las inscripciones y pinturas que se hallan en ella.

Las lámparas de arcilla cocida se colocaban en la masa fresca colocada para sellar la losa que cerraba la tumba o se colocaban en molduras que sobresalían en los cubicula. En los primeros tiempos estas lámparas eran muy simples. Hasta la mitad del siglo cuarto los alfareros cristianos no comenzaron a decorar las lámparas con temas y símbolos cristianos, que consistían principalmente en escenas bíblicas de las que ya hemos hablado den los frescos, es decir, Jonás, el Buen Pastor, orantes, los tres niños hebreos en el horno ardiente. Además se fueron introduciendo otros temas bíblicos como Josue y Caleb portando un gran racimo de uvas, los tres ángeles visitando a Abraham, Cristo llevando la cruz y adorado por ángeles. Un gran número de lámparas de este período están ornamentadas con pinturas de animales (león, gallo, liebre, pez, pavo real) conchas, árboles, dibujos geométricos, tanto en los tarros paganos como cristianos, sin sentido religioso, para no ofender ni a los clientes cristianos ni a los paganos. Se han conservado algunas lámparas e bronce, con tres cadenas pequeñas para ser colgadas, pero las lámparas metálicas eran más usadas en casa que en las catacumbas.

El grupo más importante de objetos pequeños de los primeros tiempos cristianos lo componen los llamados “vasos de vidrio dorados” o las basas de vasos de beber de cristal con incidentes bíblicos, pinturas de santos, escenas familiares, dibujadas en pan de oro y colocadas entre dos capas de cristal. La mayoría de los vasos pertenecen al siglo cuarto. Estos vasos o jarritas de cristal utilizados para beber solían ser regalos muy populares en los bautismos y aniversarios de boda; también se usaban en las fiestas del amor o agapæ, que en las fiestas de los grandes santos se distribuían entre los pobres en los pórticos de los porches. Esto explica el gran número de ellos ornamentados con los retratos de los dos principales apóstoles. Los diseños varían mucho arrojan valiosa luz sobre las pinturas, la ornamentación de las lámparas, los relieves de los sarcófagos y son importantes de muchas maneras para la dogmática. Así, el dibujo de Moisés golpeando la roca en el desierto y el agua que brota, lleva la inscripción “petrus”, una prueba de que los primeros cristianos veían en el líder de los israelitas el prototipo de Pedro, que aquí es visto como mediador entre las fuentes de la gracia y en las pinturas de la Transmisión de la ley (Dominus legem dat), como el mediador de las verdades de la salvación. Cuando estos vasos o jarritas de cristal se rompían, las basas que contenían los dibujos religiosos en pan de oro se colocaban presionando en el mortero fresco que sellaba la tumba.

Se ha discutido mucho sobre las ampollas ( ampullae ) que parecían contener sangre. Son pequeños tarros de arcilla o frascos y vasos de cristal que contenían un depósito marrón –rojizo en el interior que se han encontrado asegurados en la superficie exterior del mortero que sella un gran número de tumbas. Se pensaba que estas incrustaciones tenían sangre de los mártires de manera que donde se encontraba uno de esos objetos, se decía que era la tumba de un mártir y por consiguiente, en el siglo diecisiete y dieciocho los huesos allí encontrados se presentaban como restos de mártires a las iglesias de Italia y más allá de los Alpes. Esta creencia no se abandonó ni por el hecho de que muchos de esos contenedores se hallaran en tumbas de niños y que los datos relativos a los cónsules daban fechas del siglo cuarto cuando ya no había casos de martirios. Hoy se considera universalmente por los especialistas que lo que contenían eran esencias de fuerte olor acre para contrarrestar el de la putrefacción perceptible en las galerías de las catacumbas. De la misma manera, los lienzos doblados hallados en las tumbas, que al ser quemados aun dan un olor agradable, debieron estar empapados de esencias con la misma finalidad; evitar el olor de la putrefacción. Mientras que el las últimas décadas del siglo diecinueve los enterramientos de Egipto, de los siglos quinto y sexto, han producido una gran cantidad de materiales y de telas bien preservados, las prendas y paños con los que se envolvían los cuerpos de las catacumbas romanas se han descompuesto. Solo en los casos en los que la tela tenía adornos en oro, los hilados se han conservado parcialmente como en el caso de S. Jacinto.

De Rossi encontró un cuerpo en la catacumba de S. Calixto que había sido envuelto en un paño con hilos de oro. Más adelante se descubrió un tumba en la catacumba de Priscila donde los paños en los que estaban los huesos aun se conservaban, pero en contacto con el aire se descomponen. Una vez al año se exhibe una gran alfombra en S. Pedro que ha sido hilada sobre el llamado coltre, o paño, en el que se supone que se enterraban los mártires. Si esto fuera así, este paño sería el único de la Iglesia primitiva conservado en la iglesia romana-


Catacumbas fuera de Roma

No fue posible abrir galerías subterráneas en el monte Vaticano porque el suelo no era de formación volcánica, sino de depósitos aluviales. Por ello no hay catacumbas alrededor de la tumba de S. Pedro y los fieles que querían ser enterrados cerca del Apóstol, lo eran cerca de la superficie del terreno. Tales cementerios se hicieron probablemente en todos los sitios en que no se podían hacer excavaciones subterráneas y al mismo tiempo esas áreas o cementerios de cristianos no tenían protección contra las violaciones de las turbas descontroladas. Siempre que el terreno lo permitía, se excavaban los cementerios.

Hay algunas catacumbas pequeñas a cierta distancia de Roma, como la de S. Alejandro en la Via Nomentana y la de S. Senator, en Albano. La primera tiene cierta importancia por sus epitafios y la segunda por sus pinturas., La ciudad de Chiusi en Italia central tiene una catacumba llamada Sta Mustiola; Bolsena la de Sta. Cristina. En Nápoles, la de S. Jenaro conserva las pinturas, es decir Adán y Eva, que pertenecen al mejor período del arte cristiano.

En Sicilia hay numerosas catacumbas, especialmente en la vecindad de Siracusa; el Museo de Siracusa, además de los epitafios, lámparas y otros objetos, conserva sarcófagos muy bellos del arte cristiano primitivo. Además hay varias catacumbas pequeñas en la isla de Malta y otras en Cerdeña, ésta tiene hermoso frescos del siglo cuarto. En 1905 se descubrió una gran catacumba en le norte de África, en Adrumetum, que conservaba tumbas no abiertas, pero desafortunadamente son pobres en epitafios, pinturas y pequeños objetos. En general en todas ellas se encuentran lámparas pero sin ornamentación importante. El monograma griego de Cristo, que se encuentra con tanta frecuencia en las lámparas romanas del siglo cuarto se ve también en las catacumbas fuera de Roma y en algunos lugares es la única prueba segura de que la tumba es cristiana.


Waal, Anton. (1908).

Transcrito por Sean Hyland.

Traducido por Pedro Royo