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Martes, 19 de marzo de 2024

Dióscoro

De Enciclopedia Católica

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(También se escribe Dióscuro; Dioscurus de la analogía de Dioscuri).

Obispo de Alejandría; se desconoce la fecha de su nacimiento; murió en Gangra en Asia Menor el 11 de septiembre de 454. Había sido archidiácono durante el obispado de Cirilo, a quien sucedió en 444. Poco después Teodoreto, que había estado llevándose bien con San Cirilo desde 433, le escribió una carta cortés, en la cual le hablaba del informe de las virtudes de Dióscoro y sobre su modestia. En tal carta no se mencionó ningún informe negativo, y no se puede inferir mucho de tan vagas expresiones. La paz establecida entre Juan de Antioquía y Cirilo parece haber continuado entre sus sucesores hasta 448, cuando Domno, el sucesor y sobrino de Juan, tuvo que juzgar el caso de Ibas, obispo de Edesa, a quien el partido de Cirilo acusaba de herejía y muchos crímenes. Domno absolvió a Ibas. Los monjes cirilianos de Osrhoene se pusieron furiosos y recurrieron a Dióscoro como su natural protector. Dióscoro le escribió a Domno quejándose de que él había defendido a los nestorianos Ibas y Teodoreto. Domno y Teodoreto ambos replicaron defendiéndose y mostrando su perfecta ortodoxia. Los acusadores de Ibas fueron a la corte de Constantinopla donde el débil Teodosio II estaba sólo demasiado dispuesto a mezclarse en rencillas eclesiásticas. Él emitió un decreto contra los nestorianos, en particular contra Ireneo que se había amigado con los nestorianos en el Concilio de Éfeso, donde tenía autoridad como representante imperial; ahora estaba depuesto del obispado de Tiro que había obtenido. A Teodoreto se le prohibió salir de su diócesis de Cirro.

En septiembre se nombró un nuevo obispo para Tiro, y el patriarca Domno, sintiendo que Dióscoro iba a triunfar, le escribió a San Flaviano de Constantinopla pidiéndole su apoyo. Alejandría había sido desde antiguo la primera sede de Oriente y ahora sólo era superada en poder por la ciudad imperial. El patriarca egipcio tenía amplia influencia civil y política, así como un dominio casi autocrático sobre un ciento de obispos y un gran ejército de monjes, que eran en cuerpo y alma devotos a la memoria de Cirilo, y más bien fervientes que discernidores en su ortodoxia. El gran concilio de 381 (Primer Concilio Ecuménico de Constantinopla) en su tercer canon le había concedido a Constantinopla la próxima dignidad después de Roma, y la humillación de Alejandría había amargado la vieja rivalidad entre las dos sedes. Alejandría siempre había tendido a apoyar a Constantinopla, y Domno estaba listo para conceder precedencia a Flaviano. Dióscoro, dijo él, ya se había quejado de que él, Domno, estaba traicionando los derechos de Antioquía y Alejandría al admitir el canon de 381, que nunca había sido aceptado por Alejandría o Roma. Pero Flaviano no era un aliado útil, pues no había podido ganarse el favor del eunuco Crisafio, que era todopoderoso en la corte. Un incidente imprevisto iba a poner el mundo en llamas. En un concilio efectuado por Flaviano en noviembre del mismo año, 448, Eusebio de Dorileo acusó al archimandrita Eutiques de enseñar que en Cristo había una sola naturaleza. Fue tratado con toda consideración, pero su obstinación hizo inevitable el que fuera depuesto y excomulgado. Ya que Eutiques era el padrino de Crisafio, y “una naturaleza” era precisamente la desafortunada expresión de San Cirilo, cuyos seguidores estaban interpretando en sentido herético, Eutiques inmediatamente por lo tanto se convirtió en el mártir del cirilianismo; y aunque él no era ni un escritor ni un teólogo, le dio su nombre a le herejía monofisita, dentro de la cual el partido ciriliano ahora se precipitó de una vez y por todas.

Los seguidores de Cirilo se pusieron aún más furiosos por el fracaso de su segundo intento de condenar a Ibas. El 25 de octubre de 448 obtuvieron una orden del emperador para un nuevo juicio. Los obispos que se reunieron para este propósito en Tiro en febrero de 449 fueron obligados por la violencia por los obispos orientales a transferir algunas de sus sesiones a Berito. A fin de mes Ibas fue absuelto, aunque el emperador estaba contra él. Dióscoro y su partido respondieron con un golpe inesperado; en marzo indujeron al emperador a emitir una invitación a todos los obispos más importantes para que asistieran con sus sufragáneos a un concilio general que se efectuaría en Éfeso en agosto. Ciertamente era razonable desear algún acuerdo permanente para terminar la guerra intermitente, y el Papa León aceptó gustosamente la proposición, o más bien la orden, del emperador. Eutiques le había escrito, pretendiendo que él había apelado en el tiempo de su condenación, y prometiendo someterse a su juicio. También les escribió a otros obispos, y todavía existe la respuesta enviada a él por San Pedro Crisólogo, obispo de Rávena, donde tenía sus cuarteles generales la corte del emperador occidental Valentiniano III. San Pedro le dice que espere la decisión del Papa, quien es el único que puede juzgar casos relativos a la fe. San León al principio se quejó de que el asunto no le había sido referido de inmediato, luego, al ver que un relato detallado que había enviado San Flaviano se había demorado accidentalmente, escribió una explicación resumida de la doctrina completa envuelta, y se la envió a San Flaviano como una decisión formal y autoritativa sobre el asunto. Censuró el concilio de Flaviano porque le faltó severidad ante una expresión de Eutiques, pero añade que el archimandrita debe debe reinstalado si se arrepiente. Esta carta, la más famosa de toda la antigüedad cristiana, es conocida como “El tomo de San León”. Él envió como legados al concilio a un obispo llamado Julio, a un sacerdote, Renato (que murió de camino), y al diácono Hilario (luego Papa San Hilario, luego el Papa expresa su pesar por que la brevedad de la noticia evitó la presencia de ningún otro obispo occidental. Es probable que su dificultad fuera anticipada por Dióscoro, que había contestado una apelación de Eutiques en un tono diferente. Él lo consideraba un discípulo pisoteado del gran Cirilo, perseguido por el nestoriano Flaviano. Como su predecesor Pedro había nombrado un obispo para Constantinopla, y como Teófilo había juzgado a San Juan Crisóstomo, así Dióscoro, con el aire de un superior, absolvió y reinstaló a Eutiques. En abril Eutiques obtuvo una leve revisión de las actas del concilio que lo había condenado. En el mismo mes se examinó de nuevo el caso de Ibas por orden del emperador, esta vez en Edesa misma, y por un inquisidor laico, Chereas, el gobernador de Osrhoene. La gente lo recibió con gritos contra Ibas. No se oyó ninguna defensa. Al llegar el informe de Chereas, el emperador escribió requiriendo la presencia del más famoso acusador de Ibas, el monje Bar Tsaouma (Barsumas), y otros monjes en el próximo concilio. En todo vemos que dominaba la influencia de Dióscoro. En marzo Teodosio le prohibió a Teodoreto venir asistir al concilio. El 6 de agosto teme que su orden vaya a ser desobedecida, en una carta en la cual constituye a Dióscoro presidente del sínodo.

El concilio se reunió en Éfeso el 8 de agosto de 449. Se supone que hubiese sido un concilio ecuménico en autoridad, pero fue llamado por San León un latrocinium, y desde entonces se ha llamado el “Concilio Ladrón”. Una historia completa sobre él estaría aquí fuera de lugar (Vea Concilio Ladrón de Éfeso). Sólo es necesario decir que la asamblea fue dominada totalmente por Dióscoro. A San Flaviano no se le permitió sentarse como obispo, pues estaba a prueba. Cuando Esteban, obispo de Éfeso, quiso darles la Sagrada Eucaristía al clero de Flaviano, fue atacado por soldados y monjes de Eutiques, 300 en total, que gritaron que Esteban era enemigo del emperador, pues recibía a los enemigos de éste. Se le permitió a Eutiques defenderse, pero el otro lado fue sólo oído hasta que las actas del concilio que lo había condenado fueron leídas completas. Los soldados y monjes entraron al concilio, y muchos obispos fueron forzados a firmar un papel en blanco. El legado papal, Hilario, pronunció la protesta Contradictur, y tuvo que huir para salvarse. San Flaviano y Eusebio de Dorileo apelaron al Papa, y sus cartas, que sólo se descubrieron más tarde, probablemente fueron llevadas a Roma por Hilario, a donde llegó por una ruta alterna. San Flaviano fue metido en prisión y murió tres días después debido a los golpes y el mal trato recibido. Los obispos presentes dieron su testimonio sobre la violencia usada en Éfeso cuando las actas fueron leídas públicamente en el Concilio de Calcedonia. Sin duda que exageraron un poco, para excusar su flojo cumplimiento. Pero hubo muchos testigos para poder falsear el asunto completo; y también están como testigos las cartas de Hilario, de Eusebio y de Flaviano, y el martirio de este último, para confirmar los cargos contra Dióscoro.

En Calcedonia no se leyó nada más de las actas. Pero en este punto comienzan las actas siríacas del Concilio Ladrón, que nos dicen sobre que Dióscoro realizó una política muy completa pero corta de vista. Los legados papales no regresaron al concilio, y Domno se excusó alegando enfermedad. Otros pocos obispos se retiraron o escaparon, dejando 101 de los 128 originales, y algunos nueve recién llegados aumentaron el número a 110. La votación para la deposición de Ibas se realizó a gritos, tales como “Vamos a quemarlo en medio de Antioquía”. El acusado no estaba presente, y no se oyó ningún testigo en su defensa. Daniel, obispo de Haran, sobrino de Ibas, fue degradado. Ireneo de Tiro, ya depuesto, fue anatematizado. Entonces fue el turno del líder del partido antioqueno. Ibas había sido acusado de inmoralidad y mal uso de la propiedad eclesiástica, así como de herejía, tales cargos no se pudieron presentar contra el gran Teodoreto; su carácter era inmaculado, y su ortodoxia había sido reconocida por San Cirilo mismo. Sin embargo, sus escritos anteriores, en los cuales había atacado imprudentemente y con expresiones incorrectas a San Cirilo y defendido a Nestorio, se acumularon ahora contra él. Nadie se aventuró a disentir de la declaración de deposición pronunciada por Dióscoro, el cual ordenó que sus escritos fuesen quemados. Si le creemos a las actas, Domno, desde su cama de la real o fingida enfermedad, le dio un consentimiento general a todo lo que el concilio había hecho. Pero esto no lo iba a salvar de la acusación de favorecer a Nestorio. Fue depuesto sin oírse una sola palabra en su defensa, y se nombró a un nuevo patriarca, Máximo, para ocupar su lugar.

Al concluir el concilio Dióscoro se fue a Constantinopla, a ahí nombró obispo de esa ciudad a su secretario Anatolio. Quedaba un enemigo. Dióscoro había eludido leer la carta del Papa al Concilio de Éfeso, aunque más de una vez había prometido hacerlo. Evidentemente no se atrevía a disputar las normas de fe del Papa. Pero ahora, con sus propias criaturas en los tronos de Constantinopla y Antooquía, y seguro del apoyo de Crisafio, se detuvo en Nicea, y con diez obispos proclamó la excomunión del Papa San León mismo. Sería en vano atribuir todos estos actos al deseo de engrandecerse a sí mismo. Las ambiciones políticas no pudieron haberlo llevado tan lejos. Él debió haber sabido que al atacar al Papa no tendría ayuda ni de los obispos de Oriente ni del emperador de Occidente. Es muy claro que estaba infatuado con su herejía, y estaba peleando por propio interés con todo su poder.

Al oír el informe de Hilario, el Papa anuló inmediatamente las actas del concilio, absolvió a todos los que habían sido excomulgados, y excomulgó a los cien obispos que habían tomado parte en él. Le escribió a Teodosio II insistiendo sobre la necesidad de que se efectuara un concilio en Italia bajo su propia dirección. El emperador, con la obstinación de un hombre débil, apoyó el concilio, y no le prestó atención a la intervención de su hermana Santa Pulqueria, ni a su colega Valentiniano III quien, con su madre Gala Placidia, y su esposa, hermana de Teodosio, le escribieron por sugerencia de San León. Se desconocen las razones dadas al Papa para justificar su conducta, pues sus cartas a León se han perdido. En junio o julio de 450 Teodosio murió al caer de un caballo, y fue sucedido por su hermana Pulqueria, quien tomó como colega y esposo nominal al excelente general Marciano. San León, al tener ahora asegurado el apoyo de los gobernantes de Oriente, declaró que era innecesario un concilio; muchos obispos ya habían firmado su tomo, y los restantes lo harían sin dificultad. Pero el nuevo emperador ha había tomado las medidas para realizar el deseo del Papa realizando un concilio, no ciertamente en Italia, que estaba fuera de su jurisdicción, sino en la inmediata vecindad de Constantinopla, donde él mismo podría observar sus procedimientos y asegurar su ortodoxia. Sin embargo, San León estuvo de acuerdo y envió legados que esta vez iban a presidir.

En la intención del Papa y el emperador, el concilio iba a aceptar y reforzar la definición que Roma había dado desde hacía mucho tiempo. Anatolio estaba suficientemente listo para complacer al emperador firmando el Tomo; y por la intercesión de Pulquieria, San León lo aceptó como obispo. El Papa permitió la reinstalación a la comunión de aquellos obispos que se arrepintieran de su conducta en el Concilio Ladrón, con la excepción de Dióscoro y los líderes de ese sínodo, cuyo caso primero lo reservó a la Sede Apostólica y luego lo confió al concilio. El sínodo se reunió en Calcedonia, y su asistencia de seiscientos obispos lo hizo el más grande de todos los concilios antiguos (vea Concilio de Calcedonia Cuarto Concilio General). Fue presidido por los legados papales, apoyados por comisionados laicos respaldados por el emperador, quienes eran en la práctica los presidentes reales, pues los legados no hablaban griego. El primer punto a tratarse fue la posición de Dióscoro. Él había tomado su lugar, pero los legados objetaron que él estaba bajo juicio. Los comisionados pidieron que se formularan los cargos contra él, y le contestaron que él había efectuado un concilio sin el permiso de la Sede Apostólica, una cosa que nunca se había permitido. Esta declaración fue difícil de explicar antes del descubrimiento de las actas siríacas; pero ahora sabemos que Dióscoro había continuado su posible concilio general por muchas sesiones después que los legados papales se habían ido. Los comisionados le ordenaron sentarse en medio como acusado. (Una oración en este pasaje de las actas está mal traducido en la antigua versión al latín ; esto fue descuidadamente seguido por Hefele que así llevó a Bright al error de suponer que los comisionados regañaron a los legados cuando su intención era regañar a Dióscoro.) El patriarca alejandrino estaba ahora tan abandonado por su propio partido como lo habían estado sus víctimas en Éfeso por sus defensores naturales. Algunos sesenta obispos egipcios, palestinos e ilíricos se pusieron de su lado, pero tuvieron miedo de pronunciar una sola palabra en su defensa, aunque causaron una gran conmoción cuando introdujeron a Teodoreto a la asamblea, quien había sido especialmente excluído del Concilio de Éfeso. Se leyeron las actas de la primera sesión del Concilio Ladrón, continuamente interrumpidas por los repudiadores de los obispos. Los líderes de dicho concilio, Juvenal de Jerusalén, Talasio de Cesarea, Máximo de Antioquía, ahora declararon que San Flaviano era ortodoxo; Anatolio hacía rato que se había pasado al partido ganador. Sólo Dióscoro se mantuvo firme. Por lo menos él no era un oportunista, y era un hereje convencido. Después de esta sesión se negó a comparecer de nuevo.

En la segunda sesión (la tercera, según los textos impresos y Hefele, pero los Ballerini están correctos al invertir el orden de las sesiones segunda y tercera) se continuó el caso de Dióscoro. Se leyeron peticiones de Alejandría contra él, en las cuales se le acusaba de injusticia y crueldad hacia la familia de Cirilo y de muchos otros crímenes, incluso contra el emperador y el Estado. Es imposible decir cuánto de eso es cierto, pues Dióscoro se negó a comparecer o a defenderse. Las acusaciones se cayeron y el juicio necesariamente tenía que ir contra Dióscoro, aunque fuera sólo por desacato. Los obispos pidieron repetidamente que los legados emitieran su juicio. Por lo tanto, Pascasino, el legado mayor, recitó los crímenes de Dióscoro: había absuelto a Eutiques contrario a los cánones, incluso antes del concilio; estaba todavía obstinado cuando ya los otros habían pedido perdón; no había leído la carta del Papa; había excomulgado al Papa; había sido citado tres veces y se había negado a comparecer. “Por lo cual el muy santo y bandito arzobispo de la Antigua Roma, León, por nosotros y el muy santo concilio, junto con el tres veces bendito y digno de alabanza Pedro el apóstol, quien es la roca y fundamento de la Iglesia Católica y la base de la fe ortodoxa, le ha despojado de todas sus dignidades episcopales y sacerdotales. Por lo cual este muy santo y gran concilio decretará lo que esté de acuerdo con los cánones contra el antedicho Dióscoro.” Todos los obispos manifestaron su aprobación en pocas palabras y firmaron la sentencia papal. A Dióscoro se le envió una pequeña nota sobre su deposición. Está tomada casi palabra por palabra de la que envió Nestorio al Concilio de Éfeso casi veinte años atrás. No tenemos nada más que hacer con el resto del concilio: su definición de fe impuesta por el Papa León, su rehabilitación de Teodoreto e Ibas, etc. Dióscoro fingió ridiculizar su condena diciendo que pronto sería reinstalado. Pero el concilio decretó que él estaba incapacitado para la reinstalación, y le escribió en este sentido a los emperadores, mencionándoles sus crímenes. Fue desterrado a Gangra en Paflagonia, donde murió tres años después. Egipto completo lo reverenció como el verdadero representante de las enseñanzas cirilianas, y desde ese tiempo en adelante el patriarcado alejandrino se perdió para la Iglesia. Dióscoro ha sido honrado en ella como su maestro, y han permanecido eutiquianos hasta el día de hoy.


Bibliografía: La principal autoridad para los eventos que precedieron al Concilio Ladrón (además de algunas cartas de Teodoreto) es la versión siríaca de las actas de dicho concilio, publicadas del codex 535 del Museo Británico; Secundam Synodum Ephesinam necnon excerpta quae ad eam pertinent. . . .,Perry ed. (Oxford, 1875); El Segundo Sínodo de Éfeso, del manuscrito siríaco, tr. por Perry (Dartford, 1881); traducción al alemán por Hoffman, Verhandlungen der Kirchenversammlung zu Ephesus am XXII. agosto CDXLIX aus einer syrischen HS. (Kiel, 1873); las mejores disertaciones sobre él son las de Martin, Le Pseudo-Synode connu dans l'histoire sous le nom de brigandage d'Ephese, etudie d'apres ses actes, en syriaque (París, 1875), y artículos por el mismo en Rev. des Qu. Hist., XVI (1874), y en Rev. des Sciences Eccl., IX-X; también Largent en Rev des Qu. Hist., XXVII (1880); RIVINGTON, La Primacía Romana, 450-451 (Londres, 1899). Dr. Rivington ha señalado muy bien los errores de Bright, pero él mismo ha caído en algunos, por ejemplo, cuando llama a Dióscoro el sobrino de San Cirilo o lo culpa por ignorar el llamado credo constantinopolitano. Las apelaciones de Flaviano y Eusebio fueron publicadas por primera vez por Amelli, San Leone Magno e l'Oriente (Rome, 1882, y Montecassino, 1890) y con otros documentos en su Spicileg. Cassin (Montecassino, 1893); también por MOMMSEN, en Neues Archiv der Gesellschaft fur altere deutsche Geschichtskunde, XI (1886). Los historiadores más antiguos, que habían escrito antes del descubrimiento de las actas siríacas, están atrasados en relación a Dióscoro, incluyendo a Hefele (pero se espera el próximo volumen de la nueva edición en francés por Leclercq), y Bright, con la excepción de sus póstumos La Época de los Padres (Londres, 1903). Para más literatura general vea CALCEDONIA; un fragmento de la carta de Dióscoro escrita desde Gangra a los alejandrinos se halla en la Antirrhetica de NICEFORO en PITRA, Spicileg, Solesm., IV, 380. Un panegírico sobre Macario de Tkhou, conservado en copto, no es genuino [publicado por AMELINEAU, monum. pour servir a l'hist. Den l'Egypte chr.au 4me et 5me siecles (Paris, 1888), vea REVILLOUT en Rev. Egyptol., 1880-2]. Una vida en copto ha sido publicada en francés y siríaco por F. Nau, Histoire de Discore . . .par son disciple Theophiste, in Journal Asiatique, Xme serie (1903) 5,241; Fragmentos coptos del panegírico y la vida publicados por Crum, en Trabajos de la Sociedad de Arqueología Bíblica (1907), XXV, 267. Es interesante una carta a Dióscoro del Papa León I, 21 de junio de 445 (Ep. XI) El Papa, cortés pero perentoriamente, manda que todas las ordenaciones de sacerdotes y diáconos se realicen en la noche entre sábado y domingo; también en los días de fiesta, cuando haya una gran concurrencia, el Sacrificio se debe repetir cada vez que se llene de nuevo la basílica, que no se prive a nadie de su devoción. Fuente: Chapman, John. "Dioscurus." The Catholic Encyclopedia. Vol. 5. New York: Robert Appleton Company, 1909. <http://www.newadvent.org/cathen/05019a.htm>.

Traducido por Luz María Hernández Medina.