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Sábado, 21 de diciembre de 2024

Monismo

De Enciclopedia Católica

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(Del griego monos, "uno", "solo", "único").

Monismo es un término filosófico que, en sus varios significados, se opone a dualismo o pluralismo. Dondequiera que la filosofía pluralista distingue una multiplicidad de cosas, el monismo niega que la multiplicidad es real, y sostiene que los aparentemente muchos son fases, o fenómenos, de un uno. Se llama monismo dondequiera que la filosofía dualista distingue entre cuerpo y alma, materia y espíritu, objeto y sujeto, materia y fuerza, el sistema que niega tal distinción, reduce un término de la antítesis al otro, o los fusiona a ambos en una unidad superior.

En Metafísica

Los antiguos filósofos hindúes establecieron como una verdad fundamental que el mundo de nuestro sentido-experiencia es todo ilusión (maya), que el cambio, la pluralidad y la causa no son reales, que sólo hay una realidad, Dios. Este es el monismo metafísico del tipo idealista-espiritual, que tiende hacia el misticismo.

Entre los primeros filósofos griegos, los eleáticos, empezando, como los hindúes, con la convicción de que el sentido-conocimiento no es de fiar, y que sólo la razón es fiable, llegaron a la conclusión de que el cambio, la pluralidad y el origen no existen realmente, que el Ser es uno, inmutable y eterno. No identificaron explícitamente la realidad con Dios, y hasta donde sabemos no estaban inclinados al misticismo. Por lo tanto, puede decirse que su monismo es del tipo puramente idealista.

Estas dos formas de monismo metafísico reaparecen con frecuencia en la historia de la filosofía; por ejemplo, el tipo idealista-espiritual en el neoplatonismo y en la metafísica de Espinosa, y el tipo puramente idealista en el absolutismo racional de Hegel.

Además del monismo idealista está el monismo materialista de la naturaleza, que proclama que no hay sino una realidad, a saber, la materia, ya sea que la materia sea un aglomerado de átomos, una substancia primitiva formadora del mundo mundo (vea Escuela Jónica de Filosofía), o la llamada nebulosa cósmica a partir de la cual evolucionó el mundo.

Hay otra forma de monismo metafísico, representado en estos días por Haeckel y sus seguidores, que, aunque materialista en su alcance y tendencia, profesa trascender el punto de vista del monismo materialista y unir ambas la materia y la mente en algo superior. El punto débil de todo monismo metafísico es su incapacidad para explicar cómo, si sólo hay una realidad y todo lo demás es sólo aparente, puede haber ningún cambio real en el mundo, real o relaciones entre las cosas. Esta dificultad se halla en los sistemas dualistas de filosofía por la doctrina de la materia y la forma, o potencia y acto, que son las realidades últimas en el orden metafísico. El pluralismo rechaza la solución ofrecida por el dualismo escolástico y se esfuerza, pero con poco éxito, por oponer al monismo su propia teoría de sinejismo o pampsiquismo (Vea PRAGMATISMO). La principal objeción al monismo materialista es que no llega al punto donde comienza el verdadero problema de la metafísica.

En Teología

El término monismo no es muy usado en teología debido a la confusión a que su uso llevaría. El politeísmo, la doctrina de que hay muchos dioses, tiene como su opuesto al monoteísmo, la doctrina de que hay un solo Dios. Si se usa el término monismo en lugar de monoteísmo, puede, por supuesto, significar teísmo, que es una doctrina monoteísta, o puede significar panteísmo, que se opone al teísmo. En este sentido del término, como sinónimo de panteísmo, el monismo afirma que no hay una distinción real entre Dios y el universo. O Dios mora dentro del universo como una parte de él, no distinto de él (inmanentismo panteísta), o el universo no existe en absoluto como una realidad (acosmismo), sino sólo como una manifestación o fenómeno de Dios. Estas opiniones son enérgicamente combatidas por el teísmo, no sólo en consideraciones de lógica y filosofía, sino también en consideraciones de la vida y conducta humanas. Pues las implicaciones éticas del panteísmo son tan perjudiciales para él como lo son sus deficiencias desde el punto de vista de la consistencia y razonabilidad. El teísmo no niega que Dios mora dentro del universo; pero sí niega que Él esté comprendido en el universo. El teísmo no niega que el universo es una manifestación de Dios; pero sí niega que el universo no tenga realidad propia. Por lo tanto, el teísmo es dualista; afirma que Dios es una realidad distinta del universo e independiente de él, y que el universo es una realidad distinta de Dios, aunque no independiente de Él. Desde otro punto de vista, el teísmo es monista; afirma que sólo hay Una Realidad Suprema y que todas las demás realidades se derivan de Él. Entonces, monismo no es un equivalente adecuado para el término teísmo.

En Psicología

El problema central de la psicología racional es la cuestión de la relación entre alma y cuerpo. El dualismo escolástico, siguiendo a Aristóteles, afirma que el hombre es una substancia compuesta de cuerpo y alma, que son respectivamente materia y forma. El alma es el principio de vida, energía y perfección; el cuerpo es el principio de decadencia, potencialidad e imperfección. Estos dos no son substancias completas: su unión no es accidental, como pensaba Platón, sino substancial. Ellos son, por supuesto, realmente distintos, e incluso separables; empero actúan el uno sobre el otro y reaccionan. El alma, incluso en sus funciones más elevadas, necesita la cooperación, al menos extrínseca, del cuerpo; y el cuerpo en todas sus funciones vitales es energizado por el alma como el principio radical de esas funciones. Ellos no son tanto dos en uno como dos formando un compuesto. En la imaginación popular este dualismo puede ser exagerado; en la mente del asceta extrema a veces es exagerado hasta el punto de colocar un contraste demasiado fuerte entre "la carne" y "el espíritu", "la bestia" y "el ángel", en nosotros.

El monismo psicológico tiende a anular toda distinción entre cuerpo y alma. Esto lo hace en una de tres maneras:

(A) El monismo del tipo materialista reduce al alma a la materia o condiciones materiales, y así, en efecto, niega que hay alguna distinción entre alma y cuerpo. Los estoicos describían el alma como una parte del mundo-substancia material; los epicúreos afirmaban que es un compuesto de átomos materiales; el materialismo moderno no conoce ninguna alma substancial excepto el sistema nervioso. Cabanis, por ejemplo, proclama su materialismo en la bien conocida fórmula Cruda: "El cerebro digiere las impresiones, y orgánicamente segrega el pensamiento." El materialismo psicológico, como el materialismo metafísico, cierra los ojos a los fenómenos del alma que no puede explicar, o incluso niega la existencia de tales fenómenos.

(B) El monismo del tipo idealista toma un curso completamente opuesto. Reduce el cuerpo a la mente o condiciones mentales. Algunos de los neoplatónicos afirmaban que toda materia es inexistente, que nuestro cuerpo es, por lo tanto, un error de parte de nuestras mentes, y que sólo el alma es la personalidad.

Juan Escoto Eriúgena, influenciado por los neoplatónicos, afirmaba que el cuerpo es el resultante de cualidades incorpóreas que el alma, al pensar en ellas y sintetizarlas, las crea en un cuerpo por sí mismo. En los tiempos modernos, Berkeley incluyó el cuerpo humano en su negación general de la realidad de la materia, y sostuvo que no hay substancias, excepto el alma y Dios. La base para esta creencia es epistemológica. El monismo psicológico es contrario al sentido común y a la experiencia. Históricamente, es una reacción contra el materialismo. Para refutar el materialismo no es necesario negar que el cuerpo es una realidad. El dualismo irreflexivo del sentido común y el dualismo científico que los escolásticos construyeron sobre los hechos de la experiencia dirigen un curso seguro y consistente entre la generalización precipitada del materialista, que no ve más que el cuerpo, y la paradoja audaz del idealista, que no reconoce ninguna realidad, excepto la mente.

(C) Una tercera clase de monismo psicológico lleva el nombre de paralelismo psicofísico. Mantiene dos principios, uno negativo y el otro afirmativo. En primer lugar, niega categóricamente que haya o pueda haber cualquier influencia causal directa del alma en el cuerpo o del cuerpo sobre el alma: nuestros pensamientos no pueden producir los movimientos de los músculos, así tampoco la acción de la luz sobre la retina produce en nosotros el "pensamiento" de un color. En segundo lugar, afirma en alguna figura o forma que tanto el cuerpo como el alma son fases de algo más, que este algo evoluciona sus actividades a lo largo de dos líneas paralelas, la físico y la psíquica, de modo que el pensamiento, por ejemplo, de mover mi mano es sincrónico con el movimiento de mi mano, sin que uno de ninguna manera influya en el otro. Esta es la doctrina de ocasionalistas que, como Malebranche, sostienen que la unión del alma y el cuerpo "consiste en una correspondencia mutua y natural de los pensamientos del alma con los procesos del cerebro, y de las emociones del alma con los movimientos de los espíritus animales" (Rech. de la Vérité, II, V). Es la doctrina de Espinosa, cuyo monismo metafísico le obligó a afirmar que el cuerpo y el alma son simplemente aspectos de una sola substancia, Dios, bajo el atributo, extensión y pensamiento, pero que despliegan sus modos de actividad en un modo predeterminado a la correspondencia (Eth., II, II, schol.).

Leibniz encuentra la dificultad en su propio modo característico al enseñar que todas las mónadas son en parte materiales y en parte inmateriales, que entre todas las mónadas y sus actividades existe una armonía preestablecida (vea LEIBNIZ, MÓNADA). En la llamada Identitäts philosophic de algunos trascendentalistas alemanes, como Schelling, la realidad es la mente en la medida en que está activa, y la materia, en la medida en que es pasiva; la mente y la materia son, por lo tanto, dos series de fases de la realidad armoniosa, pero independientes. La opinión de Fechner es similar: él sostiene que la realidad que impregna todo el universo es a la vez física y psíquica; que la física es el lado "exterior" de la realidad y la psíquica, el "interior", o "interno", y que el cuerpo y el alma en el hombre son más que un ejemplo de un paralelismo que prevalece dondequiera en la naturaleza. Paulsen ("Introd. to Phil.", tr Thilly, 87 ss.) sostiene que "la teoría del paralelismo contiene dos proposiciones: (1) Los procesos físicos nunca son efecto de los procesos psíquicos; (2) Los procesos psíquicos nunca son efecto de los procesos físicos.” Adopta el pampsiquismo de Fechner, y sostiene que “todo lo corpóreo apunta a algo más, a un elemento inteligible e interior, un ser en sí mismo, que es afín a lo que experimentamos dentro de nosotros mismos”. Ambos, lo corpóreo y lo “interior” son partes de un sistema universal, el cual es el cuerpo de Dios, y, aunque no interactúan, actúan de tal forma que resulta la armonía.

Herbert Spencer usa la palabra paralelismo en un sentido ligeramente diferente: las impresiones separadas de los sentidos y de la corriente de los estados conscientes interiores deben ser ajustados por la actividad de la mente, si las dos series han de ser de alguna utilidad para el desarrollo o evolución del animal o del hombre; es decir, debe haber un paralelismo entre una cierta evolución física y la evolución psíquica correlativa "(Principles of Psych., n. 179), mientras que tanto la mente como la materia son meros "símbolos de alguna forma de poder absoluto y para siempre desconocido para nosotros” (op. cit., n 63). Esta idea encuentra el favor entre los [[Católicos y la Evolución |evolucionistas] en general, y tiene una clara ventaja: obvia la necesidad de explicar muchos fenómenos de la mente que no podían ser explicados por los principios de la evolución materialista. Así, bajo el nombre de "teoría del doble aspecto" es adoptada por Clifford, Bain, Lewes, y Huxley. Los psicólogos empíricos han encontrado satisfactorio el paralelismo como “una hipótesis de trabajo”. La experiencia, afirman, no nos dice nada de un alma substancial que actúa en el cuerpo y sobre la cual actúan. Sin embargo, nos dice que los estados psíquicos son aparentemente condicionados por los estados corporales, y que los estados del cuerpo aparentemente influencian los estados de la mente. Para los efectos de la ciencia, concluyen los empíricos, es suficiente mantener como una fórmula empírica de que las dos corrientes de actividad son, por así decirlo, paralelas, aunque nunca confluentes. No hay ninguna necesidad de basar la fórmula en ninguna teoría metafísica universal, tal como el pampsiquismo de Fechner y Paulsen. Es suficiente que, señala Wundt, los datos de la experiencia establezcan una correspondencia entre lo físico y lo psíquico, mientras que la diferencia de lo físico y lo psíquico excluye la posibilidad de que uno sea la causa del otro.

A todas estas explicaciones paralelísticas de las relaciones entre el alma y el cuerpo los dualistas escolásticos hacen una excepción. En primer lugar, los escolásticos llaman la atención al veredicto de la experiencia. Hasta cierto punto, los hechos de la experiencia son capaces de una explicación paralelista, así como dualista. Pero cuando llegamos a considerar la unidad de la conciencia, que es un hecho de la experiencia, nos encontramos con que la teoría del paralelismo se rompe, y la única explicación que se sostiene es la de los dualistas, que afirman la sustancialidad del alma. En segundo lugar, si la teoría del paralelismo fuese cierta, los escolásticos dualistas preguntan ¿qué sucede con el libre albedrío y la responsabilidad moral? Si nuestros estados mentales y corporales no se deben remitir a un sujeto personal inmediato, sino que se consideran fases o aspectos de una substancia universal, un alma cósmica, la materia mental, o "forma de poder" desconocida, no es fácil ver en qué sentido la voluntad puede ser libre, y al hombre se le pueda hacer responsable de sus actos mentales o corporales.

En un sentido menor la palabra monismo se utiliza a veces en psicología para designar la doctrina de que no hay distinción real entre el alma y sus facultades. El dualismo psicológico sostiene que el alma y el cuerpo son substancias distintas, aunque incompletas. Pero ¿qué hay sobre el alma misma? La doctrina de Platón de que tiene tres partes ha tenido muy poco seguimiento en la filosofía. Aristóteles distinguía entre la sustancia del alma y sus poderes (dynameis), o facultades, y legó a los escolásticos el problema de si estas facultades son realmente, o sólo en teoría, distintas de la propia alma. Los que favorecen la distinción real a veces son llamados pluralistas en psicología, y sus oponentes, quienes dicen que la distinción es nominal o, a lo sumo, nocional, a veces son llamados monistas psicológicos. La cuestión se decide por inferencias a partir de los hechos de la conciencia. Los que tienen verdadera distinción de función argumentar que esta es base suficiente para una distinción real de las facultades.

En Epistemología

Al igual que en la psicología, el término monismo se usa en varios sentidos para denotar, de modo general, la antítesis de dualismo. El dualista en epistemología [N. de la T.: Según la RAE, epistemología Del gr. ἐπιστήμη epistḗmē 'conocimiento' y -logía. f. Fil. Teoría de los fundamentos y métodos del conocimiento científico.] concurre con el observador ordinario, que distingue tanto en la teoría como en la práctica entre “cosas” y “pensamientos”. El sentido común, o la conciencia irreflexiva, toma las cosas como que en general son lo que parecen. Actúa sobre la convicción de que el mundo interior de nuestros pensamientos corresponde con el mundo exterior de la realidad. El dualista filosóficas cuestiona el alcance y precisión de esa correspondencia; aprende de la psicología que muchos casos de la llamada percepción inmediata tienen en ellos una gran parte de la interpretación, y son, hasta aquí, referibles a la actividad de la mente. Sin embargo, él no ve ninguna razón para pelearse con el veredicto general del sentido común de que hay un mundo de la realidad fuera de nosotros, así como un mundo de representación dentro de nosotros, y que este último corresponde en cierta medida al primero. Distingue, por lo tanto, entre el sujeto y el objeto, entre el yo y el no-yo, y afirma que existe el mundo exterior.

El monista de una manera u otra elimina el objetivo desde el campo de la realidad, anula la distinción entre el yo y el no-yo, y niega que el mundo externo es real. A veces toma el terreno del idealismo, sosteniendo que los pensamientos son cosas, que la única realidad es la percepción, o más bien, que una cosa es real sólo en el sentido de que es percibida, esse est percipi. Rechaza despectivamente la visión del realismo ingenuo, se refiere con desprecio a la copia-teoría (la opinión de que nuestros pensamientos representan cosas) y se siente bastante orgulloso del hecho de que él está en conflicto con el sentido común. A veces es un solipsista [N. de la T.: Según la RAE; solipsismo: Del lat. solus ipse 'uno mismo solo' e -ismo. 1. m. Fil. Forma radical de subjetivismo según la cual solo existe o solo puede ser conocido el propio yo.], que sostiene que sólo existe el yo, que la existencia del no-yo es una ilusión, y que la creencia en la existencia de otras mentes que la nuestra es un vulgar error. A veces, por último, es un acosmista: niega que existe el mundo exterior, excepto en la medida en que se cree que existe: o afirma que creamos nuestro propio mundo exterior fuera de nuestros propios pensamientos.

Sin embargo, el clásico foro del monismo epistemológico en la actualidad se conoce como absolutismo. Su principio fundamental es el monismo metafísico del tipo puramente idealista. Sostiene que el sujeto y el objeto son simplemente fases de una conciencia abstracta, ilimitada, impersonal llamada el Absoluto; que ni las cosas ni los pensamientos tienen ninguna realidad aparte del Absoluto. Enseña que el universo es un todo racional y sistemático, que consiste en una "base" intelectual y "apariencias" multiformes de esa base, siendo una apariencia lo que el realista llama cosas, y otra lo que el realista llama pensamientos. Esta es la doctrina de los hegelianos, desde el propio Hegel hasta sus últimos representantes, Bradley y McTaggart.

Todas estas formas de monismo epistemológicas ---a saber, el idealismo, el solipsismo, el acosmismo y el absolutismo--- tienen, por supuesto, efectos metafísicos, y a veces descansan sobre bases metafísicas. Sin embargo, históricamente hablando, son rastreables a una asunción psicológica que es, y será siempre, la línea divisoria entre el [[dualismo] y el monismo en epistemología. Los dualistas, en su análisis del acto de [[conocimiento |conocer], llaman la atención sobre el hecho de que en cada proceso de percepción el objeto se da inmediatamente. Parece que al enfatizar en lo obvio, por así decirlo, sin embargo, es precisamente sobre este punto que gira toda la cuestión. Lo que percibo no es una sensación de blancura, sino un objeto blanco. Lo que saboreo no es la sensación de dulzura, sino una substancia dulce. No importa lo mucho que la actividad de la mente pueda elaborar, sintetizar o reconstruir la información de la percepción sensorial, la referencia objetiva no puede ser el resultado de dicha actividad subjetiva; pues se da originalmente en la conciencia. Por el contrario, el monista comienza con la asunción idealista de que lo que percibimos es la sensación. Cualquiera que sea la referencia objetiva que la sensación tenga en nuestra conciencia, le es conferida por la actividad de la mente. El objetivo es, por lo tanto, reducible a lo subjetivo; las cosas son pensamientos; hacemos nuestro mundo. En el análisis del dualista hay un contacto inmediato, presentante en la conciencia entre el sujeto y el objeto. En la explicación monista hay un abismo entre el sujeto y el objeto que debe ser ponteado de alguna manera. Por lo tanto, la solución del problema del dualismo o monismo en la epistemología depende de la cuestión de si la percepción es presentante o representante; y el dualista, que sostiene la teoría presentativa, parece tener de su lado el veredicto de la psicología introspectiva, así como la aprobación del sentido común.

En las contribuciones pragmáticas recientes a la epistemología se ha presentado una visión diferente del monismo epistemológico de aquel dado en los párrafos anteriores, y se ofrece una solución que difiere completamente de la del dualismo tradicional. En las obras de William James, por ejemplo, se describe el monismo como esa especie de absolutismo que "piensa que la toda-forma o forma colectiva-unidad es la única forma que es racional"; en tanto que opuesto a él está el pluralismo, es decir, la doctrina de que "la cada-forma es una forma eterna de la realidad no menos que lo es la forma de apariencia temporal" (A Pluralistic Universe, 324 ss.). La multitud de "cada-formas" constituye, no un caos, sino un cosmos, porque están "inextricablemente combinadas" en un sistema. La unidad, sin embargo, que existe entre las "cada-formas" de la realidad no es una unidad integral ni una articulada u orgánica, y mucho menos una lógica. Se trata de una unidad "del tipo quedar-acorde el tipo de continuidad, contigüidad, o concatenación" (op. cit., 325). En este universo sin terminar, en esta corriente de experiencias sucesivas, el sujeto da pasos en un determinado momento. Por un proceso que pertenece, no a la lógica, sino a la vida, que supera la lógica, conecta estas experiencias en una serie concatenada. En otras palabras, une las cuentas sencillas en una cadena, no de pensamiento, sino de las necesidades prácticas y propósitos de la vida. Así, el sujeto hace su propio mundo, y, en definitiva, no estamos en mejor situación que si aceptásemos el veredicto del idealista intelectualista. Simplemente hemos puesto la razón práctica en el lugar de la teórica: en cuando al valor del conocimiento se refiere la antítesis entre monismo y pluralismo es más aparente que real, y el último está tan lejos de la cordura del dualismo realista como el primero. Es cierto que el pluralismo admite, en un sentido, la existencia del mundo exterior; pero también lo hace el absolutista. El problema es que ni lo admite en un sentido que salvaría la distinción entre sujeto y objeto. Pues el pluralista, así como el monista se enreda en la red del idealismo subjetivo, tan pronto como éste favorece la doctrina de que la percepción es representativo, no presentativa.

En Cosmología

La cuestión central es el origen del universo. Los primeros filósofos jónicos asignaban como la causa o principio (arche es la palabra aristotélica) del universo una substancia que es a la vez el material del que está hecho el universo y la fuerza por la que se hizo. Como dice Aristóteles, no pudieron distinguir entre la causa material y la causa eficiente. Eran, por lo tanto, dinamistas e hilozoístas. Es decir, afirmaban que la materia es activa por su naturaleza, y dotada de vida. Sin la ayuda de cualquier fuerza extrínseca, dijeron, la substancia original, por un proceso de engrosamiento y adelgazamiento, o por apagado y encendido, o de alguna otra manera inmanente, dio origen al universo como lo vemos ahora. Esta primitivo monismo cósmico gradualmente dio paso a una concepción dualista del origen del mundo. Tentativamente al principio, y luego con más decisión, los jónicos posteriores introdujeron la noción de una fuerza primitiva, distinta de la materia, que formó el universo a partir de la sustancia primordial. Fue Anaxágoras quien, al definir claramente esta fuerza y describirla como la mente (nous), se ganó el elogio de ser el "primero de los filósofos antiguos que hablaba con sentido".

El dualismo así introducido resistió los ataques del atomismo materialista y del epicureísmo, del estoicismo panteísta y del neoplatonismo emanantista. Fue desarrollado por Sócrates, Platón y Aristóteles, el cual trajo a su descripción del proceso de formación del mundo una noción más alta de la mente cósmica que la que poseían los filósofos presocráticos. Se dejó a los filósofos cristianos de Alejandría y sus sucesores, los escolásticos de la Edad Media, la elaboración de la doctrina de la creación ex nihilo, y así manifestaron más claramente el papel desempeñado por el poder y voluntad divinos en la formación del universo. El orden, la armonía y la intencionalidad evidente en todas partes en la naturaleza son citados por los creacionistas como evidencia para demostrar que la mente debe haber presidido en el origen de las cosas. Además, la cuestión de dinamismo o mecanismo depende del problema de la naturaleza de la materia. Esta fase de la cuestión ha sido desarrollada sobre todo en la filosofía post-cartesiana, al sostener algunos que la materia es esencialmente inerte y debe, por lo tanto, haber adquirido fuerza y la actividad desde el exterior, mientras que otros como sostienen firmemente que la materia es de naturaleza activa y, en consecuencia, puede haber desarrollado su propia fuerza desde dentro. Evolución del tipo de ir a fondo toma este último punto de vista. Sostiene que la materia cósmica primitiva contenía "el poder y la potencia" de toda vida y movimiento, de tal manera que no se requería agente externo con el fin de llevarla a su existencia real. Aquí, como en la cuestión del teísmo, la filosofía cristiana es francamente dualista, aunque reconoce que, dado que el acto antecede a la potencia por naturaleza y, como cuestión de hecho, el mundo se originó en el tiempo, mientras que Dios es eterno, antes de la creación sólo había una Realidad.

En Ética

La palabra monismo se usa muy poco en ética. En algunas obras alemanas es empleada para designar la doctrina de que la ley moral es autónoma. La ética cristiana es esencialmente heterónoma: enseña que toda ley, incluso la ley natural, emana de Dios. La ética de Kant y la ética evolucionista sostienen que la ley moral es o autoimpuesta o emana del sentido moral, que es un producto de la lucha por la existencia. En ambos, el sistema de Kant y el evolucionista, sólo hay una fuente de poder de discriminación y aprobación moral. Por esta razón, la palabra monismo es usada aquí en su sentido genérico. En la literatura filosófica inglesa, sin embargo, la palabra no tiene tal significado. Al explicar el origen del mal, un problema que, a pesar de que pertenece a la metafísica, tiene importante relación con las cuestiones éticas, algunos filósofos han adoptado una doctrina dualista y explican que el bien y el mal se originan a partir de dos principios distintos: uno sumamente bueno, el otro completa y absolutamente malo. Esta fue la doctrina de los antiguos persas, de los cuales la tomó prestada Manes, el fundador de la secta maniquea. Frente a esta está la visión monista, que Dios es de hecho la causa de todo lo que es bueno en el universo, y que el mal no se debe asignar a ninguna causa suprema distinta de Dios. Cualquiera que sea la explicación que se dé de la existencia del mal en el mundo, se sostiene que un principio supremo del mal es totalmente imposible e incluso inconcebible.

Movimientos y Escuelas Monistas Contemporáneos

En la literatura filósofica actual (siglo XIX), donde no se añade una cualificación especial, monismo generalmente significa el monismo materialista modificado de Haeckel. El monismo materialista moderno en Alemania comienza con Feuerback, un discípulo de Hegel, el cual fue seguido por Vogt y Moleschott. Estos fueron sucedidos por Haeckel, el cual combina la evolución darwiniana con una interpretación materialista de Espinosa y Bruno. Las obras de Haeckel, tanto en el original como en las traducciones al inglés, han tenido una amplia circulación, su popularidad se debe más bien a la manera superficial en que Haeckel se deshace de los más serios problemas de la metafísica que a cualquier excelencia intrínseca de contenido o método. Haeckel es (1911) presidente honorario de la Monistenbund (Sociedad de Monistas), fundada en Jena en 1906, con el propósito de propagar las doctrinas del monismo. La sociedad es abiertamente anticristiano, y le hace guerra activa contra la Iglesia Católica. Sus publicaciones, "Der Monist" (una continuación de la "Freie Glocken" - primer número, 1906), "Blätter des deutschen Monistenbunds" (primer número, julio de 1906), y varios folletos (Flugblätter des Monistenbunds), están destinados a ser una campaña en contra de la educación cristiana y la unión de la Iglesia y el Estado.

El grupo de escritores en América que, bajo la dirección del Dr. Paul Carus, se ha identificado con el “Monista” (Chicago, mensual, primer número, enero 1891) no son, aparentemente, motivados por la misma animosidad contra el cristianismo. Sin embargo, sostienen el principio fundamental de Haeckel de que el monismo es un sistema de filosofía que trasciende el cristianismo como una forma de creencia, y que es la única síntesis racional de la ciencia y la religión. "Progreso religioso no menos que progreso científico", escribe Carus, "es un proceso de crecimiento, así como una limpieza de la mitología.... La religión es la base de la ética.... El ideal de la religión es el mismo que el de ciencia, es una liberación de los elementos mitológicos y su objetivo es descansar sobre una declaración concisa pero exhaustiva de los hechos "(Monism, Its Scope and Import, 8, 9). Esta "declaración concisa pero exhaustiva de los hechos" es monismo positivo, la doctrina, a saber, que toda la realidad constituye una inseparable e indivisible totalidad. El monismo no es la doctrina de que existe una sola substancia, ya sea mente o materia: tal teoría, dice el doctor Carus, se designa mejor como henismo. El verdadero monismo "tiene en cuenta que nuestras palabras son abstractos que representan partes o características del Uno y Todo, y no existencias separadas" (op. cit., 7). Este monismo es positivista, porque su objetivo es “la sistematización del conocimiento, es decir. De una descripción de los hechos” (ibid.). “El pensamiento libre radical” es el lema de esta escuela de monismo; al mismo tiempo, repudia toda simpatía con el destructivo ateísmo, agnosticismo, materialismo y el negativismo en general. Sin embargo, el inexperto estudiante de la filosofía probablemente será más profundamente influenciado por la crítica monista crítica del cristianismo que por el esfuerzo constructivo para poner algo en lugar de los errores a que hace referencia.

Todo monismo puede ser descrito como el resultado de la tendencia de la mente humana a descubrir conceptos unitarios bajo los cuales subsumir la multiplicidad de la experiencia. Mientras estemos satisfechos de tomar y conservar el mundo de nuestra experiencia tal como lo encontramos, con su multiplicidad, variedad y fragmentación, estamos en la condición del hombre primitivo, y un poco mejor que los animales salvajes. Tan pronto como comenzamos a refleccionar en la información de los sentidos, somos guiados por un instinto de nuestra naturaleza racional a reducir los efectos múltiples de la unidad de un concepto causal. Esto lo hacemos primero en el plano científico. Luego, llevando el proceso a un plano superior, tratamos de unificar éstas bajo categorías filosóficas, tales como substancia y accidente, materia y fuerza, cuerpo y mente, sujeto y objeto. La historia de la filosofía, sin embargo, demuestra con inequívoca claridad que hay un límite a este proceso unificador en la filosofía. Si Hegel hubiese tenido la razón, y la fórmula, "Lo racional es lo único real", fuese cierta, entonces deberíamos esperar poder comprehender toda la realidad con las facultades mentales que poseemos. Pero la filosofía cristiana afirma que lo real se extiende más allá del dominio de lo (finito) racional. La realidad elude nuestro intento de comprimirla dentro de las categorías que formamos para ella. En consecuencia, el dualismo es a menudo la respuesta final en filosofía; y el monismo, que no se conforma con la síntesis parcial del dualismo, sino que apunta a una integridad ideal, a menudo resulta en un fracaso. El dualismo deja espacio para la fe, y le entrega a la fe muchos de los problemas que la filosofía no puede resolver. El monismo no deja espacio para la fe. El único misticismo que es compatible con él es el racionalista, y muy diferente de esa "visión" en la que, para la mística cristiana, se eliminan a la luz de la fe todas las limitaciones, imperfecciones y otras deficiencias de nuestros débiles esfuerzos.


Bibliografía: Vea las obras mencionadas bajo METAFÍSICA; también, VEITCH, Dualism and Monism (Londres, 1895): WARD, Naturalism and Agnosticism (2 vols., Londres, 1899); ROYCE, The World and the Individual (Nueva York, 1901); BAKEWELL, Pluralism and Monism in Philos. Rev., VII (1898), 355 sqq.; BOWEN, Dualism, Materialism or Idealism in Princeton Rev., I (1878), 423 ss.; GURNEY, Monism in Mind, VI (1881), 153 ss.; Articles in Monist (1891-); ADICKES, Kant contra Haeckel (Berlín, 1901); GUTBERLET, Der mechanische Monismus (Paderborn, 1893); ENGERT, Der naturalistiche Monismus Haeckels (Berlín, 1907); DREWS, Der Monismus (Leipzig, 1908); Artículos por KLINIKE en Jahrbuch für Phil. u. Spek. Theol. (1905, 1906); MALTESE, Monismo e nichilismo (2 vols., Vittoria, 1887); ABATE, Il monismo nelle diverse forme (Catania, 1893); HAECKEL, Der Monismus als Band zwischen Religion und Wissenschaft, tr, GILCHRIST (Londres, 1894); IDEM, Die Welträthsel, tr. McCABE (Londres, 1900). On Carus's School of Monism, además El Monista (1891-) and The Open Court (pub. fortnightly, primer número, Feb. 17, 1887), cf. CARUS, Primer of Philosophy (Chicago. 1896); IDEM, Fundamental Problems (Chicago, 1894); IDEM, Monism, Its Scope and Import (Chicago. 1891).

Fuente: Turner, William. "Monism." The Catholic Encyclopedia. Vol. 10. New York: Robert Appleton Company, 1911. 15 Aug. 2016 <http://www.newadvent.org/cathen/10483a.htm>.

Traducido por Luz María Hernández Medina.