Ocasionalismo
De Enciclopedia Católica
(Latín occasio) es la teoría metafísica que mantiene que las cosas finitas no tiene causalidad eficiente propia y que todo lo que sucede en el mundo está causado por Dios, siendo las criaturas meras ocasiones de la actividad divina. La ocasión es aquello que por su presencia hace que suceda la acción de la causa eficiente. Esto lo puede hacer como causa final que tienta a la eficiencia a causar el acto o como causa eficiente secundaria que impela a la primaria a hacer aquello de de otra manera no se haría.
El ocasionalismo estaba prefigurado ya en la filosofía griega, en la doctrina de los estoicos que pensaban que Dios estaba en toda la naturaleza y determinaba las acciones de todos los seres a través del instinto fundamental de auto –conservación. Apareció abiertamente en el pensamiento árabe del Medievo (cf. Stein, II, 193-245 infra); pero su desarrollo completo sucede en la filosofía moderna, como un resultado de la filosofía cartesiana de la relación entre cuerpo y mente.
Según descartes, la esencia del alma es el pensamiento y la esencia del cuerpo es la extensión. Cuerpo y alma por consiguiente no tiene nada en común. ¿Cómo interactúan? Descartes trató de resolver este problema atribuyendo al alma poder de dirigir los movimientos del cuerpo. Pero esto entraba en conflicto con la doctrina implícita en su negación de cualquier interacción inmediata de cuerpo y mente.
El primer paso hacia la solución lo dio Johannes Clauberg (1625-65). Para él todos los fenómenos del mundo exterior son modos de moción y son causados por Dios. Cuando la mente parece haber actuado sobre el mundo exterior, es una pura ilusión. El alma, sin embargo, puede causar sus propios procesos mentales que nada tienen que ver con a materia y sus modos de acción. La materia, por otra parte, no puede actuar sobre la mente. La presencia de ciertos cambios en el organismo corporal es la ocasión en la que el alma produce las ideas correspondientes en ese preciso momento en vez de en otro cualquiera. Clauberg atribuye al alma el poder de influir por medio de la voluntad en el movimiento del cuerpo. El Ocasionalismo de Clauberg es diferente del de miembros posteriores de esa escuela. Para él el alma es la causa que es ocasionada para actuar; para los otros es Dios.
Louis de la Forge (Tractatus de mente humana, 1666) es considerado por muchos como el verdadero padre del Ocasionalismo. Su punto de partida era el problema de la relación entre energía y materia. Siguiendo el método cartesiano argüía que lo que no puede ser concebido clara y distintamente no puede mantenerse como verdadero. No podemos formarnos una idea clara de la atracción ejercida por un cuerpo sobre otro a una distancia, ni de la energía que mueve un cuerpo de un lugar a otro. Tal energía debe ser algo totalmente diferente de la materia, que es absolutamente inerte; la unión entre materia y energía es inconcebible. La materia, por consiguiente, no puede ser la causa del los fenómenos físicos; éstos deben ser producidos por Dios, primera, universal y total causa de todo movimiento.
En esta teoría de la unión entre cuerpo y alma de la Forge se acercó a la posterior doctrina de Lebniz de una armonía preestablecida. Dios debe haber querido y realizado la unión entre cuerpo y alma, por consiguiente El quiso hacer todo lo necesario para perfeccionar esta unión. La unión entre cuerpo y alma incluye la aparición de pensamientos en la consciencia en presencia de las actividades corporales y las consecuencias de los movimientos corporales par realizar las ideas de la mente. Dios que quiso la unión entre cuerpo y alma, quiso también producir, como causa primera y universal, los pensamientos que deben corresponder a los movimientos orgánicos d las sensaciones. Pero hay otra clase de movimientos de la que el alma es responsable como causa eficiente y esos son los efectos de la actividad espontánea de nuestra voluntad libre.
El ocasionalismo de Arnold Geulincx (1624-1669) es ético más que cosmológico en sus principios. La primer muestra de esta “Ética” (Land, ed. De Opera, La Haya, 1891-93) es un estudio de lo que llamó las virtudes cardinales. No son prudencia, templanza, justicia y fortaleza. La virtud según Geulincx es el amor de Dios y de la Razón (III, 16-17; 29). Las virtudes cardinales son las propiedades de la virtud que inmediatamente fluyen de su misma esencia y no tienen nada que ver con lo externo. Estas propiedades son diligencia, obediencia, justicia, humildad (III, 17). La división que Geulincx hace de la humildad, es de importancia fundamental en su filosofía. Divide su visión del mundo en dos partes. Una el entendimiento de nuestra relación con el mundo y la otra el concepto de nuestra relación con Dios. La humildad consiste en el conocimiento de si mismo y el abandono de si mismo. Nada encuentro en mí que sea mío sino conocer y querer. Por consiguiente debo ser consciente de todo lo que hago y que aquello de lo que no soy consciente no es el producto de mí propia causalidad. De ahí el principio uni9versal de causalidad - quod nescis quo modo fiat, non facis- si tú no sabes de qué modo se hace, tú no lo haces. Puesto que los movimientos de mi cuerpo tienen lugar sin mi conocimiento de cómo pasa el impulso de los nervios y allí causa que se contraigan, yo no causo loas acciones de mi propio cuerpo. “Yo soy, por consiguiente, un mero espectador de esta máquina. En ella yo no forma nada ni renuevo nada ni hago nada ni lo destruyo. Todo es la obra de otro” (III, 33). Ese otro es la Deidad que ve y conoce todo.
La segunda parte de la filosofía de Geulincx está conectada con el Ocasionalismo como el efecto a la causa. Si principio guía es: Allí donde nada puedes hacer no deberías desear nada (III, 222). Esto lleva a un misticismo y ascetismo que no debe tomarse muy en serio porque está moderado por la obligación de cuidar el cuerpo y propagar la especie.
Nicolás Malebranche desarrolló el Ocasionalismo hasta el límite extremo, acercándose tanto al panteísmo que él mismo hizo notar que la diferencia entre él y Spinoza era que el universo estaba en Dios y que Spinoza decía que Dios estaba en el universo. Comenzando con la doctrina cartesiana de que la esencia del alma es el pensamiento y que la de la materia es la extensión, intentó probar que las criaturas no tienen causalidad propia. La experiencia parece decirnos que unos cuerpos actual sobre otros, pero todo lo que sabemos es que el movimiento de un o sigue al del otro. No tenemos experiencia de que u cuerpo cause el movimiento de otro. Por consiguiente, dice malebranche, un cuerpo no puede actuar sobre otro. Por un argumento similar intenta demostrar que el cuerpo no puede actuar sobre la mente. Puesto que la experiencia sólo nos puede decir que una sensación sigue a un estímulo, por consiguiente el estímulo no es la causa de la sensación. Usa el argumento de Geulincx para probar que la mente no puede actuar sobre el cuerpo. No sólo no hay interacción entre cuerpo y mente, y entre un cuerpo y otro, sino que no hay causalidad dentro de la mente misma.
Nuestras sensaciones, por ejemplo, no son causadas por los cuerpos y son independientes de nosotros mismos. Por ende deben ser producidas por algún otro ser. Nuestras ideas no pueden ser creadas por la mente, no pueden ser copiadas de un objeto presente, porque uno tendría que percibir primero el objeto para copiarlo tras lo cual la producción de una idea sería superflua. Nuestras ideas no pueden se poseídas como productos completos desde el principio, porque es un hecho que la mente pasa por un proceso de desarrollo gradual. Ni puede la mente poseer una facultad por la que puede producir con causalidad suficiente sus propias ideas, porque tendría que producir también las ideas de los cuerpos extensos y la extensión está excluida de la esencia de la mente y por consiguiente de la finalidad de su eficiencia causal. Por consiguiente si no hay manera de atribuir las ideas y sensaciones ya a la eficiencia de la mente misma ni a la del mundo exterior, deben ser producidas por Dios, causa infinita, omnipresente y universal. Dios conoce todas las cosas porque la produjo, por consiguiente las ideas de todas las cosas están en Dios y por su unión más intima con las almas, el espíritu puede ver lo que hay en Dios.
Entre los Ocasionalistas también hay que mencionar a R.H. Lotze (1817-81). Su ocasionalismo es realmente sólo una afirmación de que ignoramos toda interacción entre cuerpo y alma o entre una cosa material y otra. No es un Ocasionalista en el sentido metafísico de la palabra.
Al tratar de valorar el valor del ocasionalismo tenemos que darnos cuenta que surgió de un problema doble: la interacción de mente y cuerpo y la relación de cuerpo, mente y mundo con Dios, primera causa de todo. El éxito de la respuesta ocasionalista a la primera dificultad dependía del mismo destino de la filosofía cartesiana. Si el hombre está compuesto de dos sustancias absolutamente distintas que nada tiene en común, entonces la conclusión del Ocasionalismo es necesaria lógicamente y no hay interacción entre cuerpo y alma. Lo que parece como tal debe ser debido a la causalidad eficiente de algún ser externo. Esta dificultad no se vio tan intensamente en la Escolástica por la doctrina de la materia y la forma que explica la relación de cuerpo y alma como la de dos sustancias incompletas pero complementarias. Pronto se perdió el interés en el pensamiento moderno, porque el cartesianismo llevó, por otra parte a un espiritualismo monístico y por otra al Materialismo. En ambos casos los mismos cimientos del Ocasionalismo fueron socavados. En su intento de resolver la segunda dificultas, el Ocasionalismo no tuvo ningún éxito especial. De su doctrina e de la relación entre cuerpo y alma llegó a lo que debe ser la relación entre Dios y la criatura en general. La superestructura no se pudo mantener sin los cimientos.
THOMAS V. MOORE
Transcrito por Tomas Hancil
Traducido por pedro Royo