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Martes, 19 de marzo de 2024

Ateísmo

De Enciclopedia Católica

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Ateísmo (a privativo, y theos, Dios, es decir, sin Dios) es ese sistema de pensamiento que se opone formalmente al teísmo. Desde su primer uso, el término ateísmo se ha empleado de manera muy vaga, generalmente como un epíteto de acusación contra cualquier sistema que cuestionara a los dioses populares de la época. Así, mientras que Sócrates fue acusado de ateísmo (Platón, Apol. 26, c.) y Diágoras fue llamado ateo por Cicerón (Nat. Deor. I, 23), Demócrito y Epicuro fueron llamados “impíos”, con el mismo sentido (irrespetuosos con los dioses) debido a la tendencia de su nueva filosofía atomista. En ese sentido también los paganos consideraban ateos a los cristianos porque negaban a los dioses paganos; mientras que, de tiempo en tiempo, varios sistemas religiosos y filosóficos han sido considerados ateos por semejantes razones.

Aunque el ateísmo, considerado históricamente, en el pasado no ha significado nada más que una negación crítica o escéptica de la teología de quienes han usado el término como reproche, y, por lo tanto, no tiene un significado filosófico estricto; y aunque no tenga un lugar definido dentro de la exposición de algún sistema consistente; sin embargo, si lo consideramos en su significado amplio, como simplemente lo opuesto al teísmo, podremos enmarcar tales divisiones que hagan posible una agrupación de sistemas definidos bajo este encabezado. Y al hacerlo adoptaremos de inmediato tanto la perspectiva filosófica como la histórica. Pues la base común de todos los sistemas teístas, así como el principio cardinal de toda religión popular hoy día, es sin duda la creencia en la existencia de un Dios personal; y negar este principio es suscitar el reproche popular de ateísmo.

El señor Gladstone percibió la necesidad de una definición como esta cuando escribió (Contemporary review, junio 1876): “Considero ateo al hombre que no solo se aparta, como el escéptico, de la declaración afirmativa, sino que se impulsa, o es impulsado, a la declaración negativa respecto a todo lo invisible, o a la existencia de Dios”. Más aún, la amplitud de la comprensión en tal uso del término admite divisiones y subdivisiones que se enmarcan bajo de él; y al mismo tiempo limita el número de sistemas de pensamiento a los que, con toda propiedad, podría extenderse de otro modo. Por otro lado, si se toma el término así, en oposición estricta al teísmo, y si se hace un plan de sus posibles modos de aceptación, estos sistemas de pensamiento aparecerán naturalmente en una proporción y una relación más claras.

Así, definido como una doctrina, o teoría, o filosofía formalmente opuesta al teísmo, el ateísmo sólo puede denotar la enseñanza de esas escuelas, cosmológicas o morales, que no incluyen a Dios ni como principio ni como conclusión de su racionamiento. La forma más tajante que podría adoptar el ateísmo sería la negación dogmática y positiva de la existencia de cualquier causa primera espiritual y extramundana. Esto a veces se conoce como ateísmo dogmático, o teórico positivo; aunque se puede dudar de que tal sistema se haya mantenido alguna vez, o fuese posible que se mantuviese seriamente. Ciertamente, Bacon y el doctor Arnold expresan el juicio común de los hombres pensantes cuando expresan una duda acerca de la existencia de un ateo perteneciente a tal escuela. Empero, hay algunas fases avanzadas de la filosofía materialista que quizás deberían incluirse correctamente bajo ese título.

El materialismo, que profesa encontrar en la materia su propia causa y explicación, puede ir más lejos y excluir positivamente la existencia de cualquier causa espiritual. No necesita demostración el que tal afirmación dogmática es tanto irracional como ilógica, pues es una inferencia que no está garantizada por los hechos ni justificada por las leyes del pensamiento. Pero el hecho de que ciertos individuos hayan abandonado la esfera de la observación científica exacta por la especulación, y hayan así dogmatizado negativamente, requiere su inclusión en este tipo específico. El materialismo es la única explicación dogmática del universo que, en cualquier sentido, podría justificar la posición atea. Pero incluso el materialismo, como quiera que sus seguidores puedan dogmatizar, no puede hacer más que proveer una base teórica inadecuada para una forma negativa de ateísmo. El panteísmo, que no debe ser confundido con el materialismo, en algunas de sus formas puede ubicarse también en esta división, como que niega categóricamente la existencia de una causa primera espiritual por encima o fuera del mundo.

Hay una segunda forma por la que se puede sostener y enseñar el ateísmo, como de hecho lo ha sido, que se basa ya sea en la carencia de datos físicos para el teísmo o en la naturaleza limitada de la inteligencia humana. Esta segunda forma puede describirse como un ateísmo teórico negativo, y puede ser visto como cosmológico o psicológico, según sea su motivación, por un lado, por una consideración de la escasez de datos reales disponibles para los argumentos que prueban la existencia de un Dios súper sensible y espiritual, o, lo que equivale a la misma cosa, la atribución de todo cambio y desarrollo cósmico a las potencialidades autocontenidas de una materia eterna; o, por otro lado, mediante una estimación empírica o teórica de los poderes de la razón que trabaja sobre los datos proporcionados por la percepción sensorial.

Cualquiera que sea la causa de esta forma negativa de ateísmo, desemboca en agnosticismo o en materialismo, aunque el agnóstico está, quizás, mejor clasificado bajo este título que el materialista. Pues el primero, que profesa un estado de ignorancia, pertenece más propiamente a una categoría a la que pertenecen aquellos que descuidan, en lugar de explicar, la naturaleza sin un Dios. Además, el agnóstico puede ser un teísta si admite la existencia de un ser que está detrás y más allá de la naturaleza, incluso cuando afirme que tal ser es tanto improbable e incognoscible. El materialista pertenece a este tipo mientras simplemente descuide, y no excluya de su sistema, la existencia de Dios. Así también hace el positivista, al considerar la especulación teológica y metafísica como simples etapas efímeras del pensamiento a través de las cuales ha estado viajando la mente humana en su camino hacia el conocimiento empírico positivo o relacionado. De hecho, cualquier sistema de pensamiento o escuela de filosofía que simplemente omita la existencia de Dios de la totalidad del conocimiento natural, ya sea que el individuo de hecho crea en Él o no, puede clasificarse en esta división del ateísmo, en la que, estrictamente hablando, no se hace ninguna afirmación o negación positiva en cuanto al hecho último de Su Ser.

Hay dos sistemas de ateísmo práctico o moral que llaman la atención; se basan en los sistemas teóricos que acabamos de exponer. Un sistema de ateísmo moral positivo, en el que las acciones humanas no serían ni buenas ni malas en referencia a Dios, se derivaría naturalmente de la profesión del ateísmo teórico positivo; y es significativo de aquellos a quienes a veces se les atribuye tal forma de ateísmo teórico, que para las sanciones de acciones morales introducen ideas tan abstractas como las del deber, el instinto social o la humanidad. No parece haber ninguna razón particular por la que deban recurrir a tales sanciones, dado que la moralidad de una acción difícilmente puede derivarse de su cumplimiento como un deber, que a su vez puede llamarse y conocerse como un “deber” solo porque se refiere a una acción que es moralmente buena. De hecho, un análisis de la idea del deber conduce a la refutación del principio en cuyo apoyo se invoca, y apunta a la necesidad de una interpretación teísta de la naturaleza para su propia justificación.

El segundo sistema de ateísmo práctico o moral negativo puede referirse al segundo tipo de ateísmo teórico. Se parece al primero en que no relaciona las acciones humanas con un legislador extramundano, espiritual y personal; pero eso, no porque tal legislador no exista, sino porque la inteligencia humana es incapaz de relacionarlos así. Sin embargo, no se debe olvidar que ni el ateísmo teórico negativo ni el ateísmo negativo práctico, son como sistemas, estrictamente hablando, compatibles con la creencia en Dios; y a menudo causa mucha confusión el uso inapropiado de los términos “creencia”, “conocimiento”, “opinión”, etc.

Por último, un tercer tipo se incluye generalmente, aunque quizás erróneamente, en el ateísmo moral. “El ateísmo práctico no es un tipo de pensamiento u opinión, sino un modo de vida” (R. Flint, Antitheistic Theories, Lect. I). Esto se llama más correctamente, según descrito, de conducta sin Dios, independientemente de cualquier teoría de filosofía o moral, o de fe religiosa. Se debe hacer notar que, a pesar de que hemos incluido el agnosticismo, el materialismo y el panteísmo como tipos de ateísmo, en sentido estricto, este último no necesariamente incluye a ninguno de los primeros. Un hombre puede ser sencillamente un agnóstico, o un agnóstico que es también ateo. Puede que sea un materialista científico y nada más, o puede combinar el ateísmo con su materialismo. No se deduce necesariamente que se cuestione su existencia porque se niegue la cognoscibilidad natural de una causa primera personal; ni que se niegue críticamente a Dios cuando se pide que la materia se explique a sí misma. Por otra parte, el panteísmo, mientras que destruye el carácter extramundano de Dios, no necesariamente niega la existencia de una entidad suprema, sino que más bien afirma que es la suma de toda existencia y la causa de todos los fenómenos, ya sean del pensamiento o de la materia. En consecuencia, si bien sería injusto clasificar a los agnósticos, a los materialistas o a los panteístas como necesariamente también ateos, no se puede negar que el ateísmo se percibe claramente en ciertas fases de todos esos sistemas.

Existen tantos matices y gradaciones de pensamiento mediante los cuales una forma de filosofía se fusiona con otra, tanto doctrinal y personal que se entreteje en las diversas exposiciones individuales de los sistemas que, para ser imparcialmente justo, cada individuo debe clasificarse a sí mismo como ateo o como teísta. De hecho, esta clasificación se debe hacer más a causa de su propia afirmación o enseñanza directa que por alguna supuesta implicación en el sistema que defendía. Y si es correcto considerar el tema desde este punto de vista, es asombroso percibir a qué número exageradamente bajo disminuyen las supuestas filas ateas.

Junto con Sócrates, casi todos ateos griegos reputados rechazaban vigorosamente la acusación de que ellos enseñaban que no existían dioses. Incluso Bion, quien, según Diógenes Laercio (Vida de Aristipo, XIII, trad. de Bohn), adoptó la escandalosa enseñanza moral del ateo Teodoro, se volvió hacia los dioses a los que había insultado, y cuando llegó la hora de su muerte, demostró en la práctica lo que había negado en teoría. Como dice Laercio en su “Vida de Bion”, él, “que jamás había dicho ‘He pecado, pero perdóname’... —

Entonces este ateo se agachó y ofreció su cuello
a una anciana para que en él le colgara amuletos;
y ató sus brazos con amuletos mágicos;
cubrió sus puertas y ventanas con ramas de laurel,
listo para hacer y aventurar cualquier cosa
antes que morir.”

Epicuro, el fundador de la escuela de física que limitaba todas las causas a las puramente naturales y, en consecuencia, implicaba, si no afirmaba realmente, el ateísmo, es descrito como un hombre cuya “piedad hacia los dioses y (cuyo) afecto por su patria era bastante inefable” (Ib., Vida de Epicuro, V). Y aunque Lucrecio Caro habla de la caída de la religión popular que quería provocar (De rerum natura, I, 79-80), sin embargo, en su propia carta a Heneceo (Laert., Vida de Epicuro, XXVII), declara abiertamente su posición verdaderamente teísta: “Los dioses sí existen; aunque nuestro conocimiento de ellos es confuso. Definitivamente no tienen el carácter que el pueblo en general les atribuye”. De hecho, Esta cita ilustra perfectamente el significado histórico fundamental del término “ateísmo”.

El panteísmo naturalista del italiano Giordano Bruno (1548-1600) se acerca a, si no es realmente una profesión de, el ateísmo; mientras que Tomaso Campanella (1568-1639), por el contrario, en su naturaleza-filosofía encuentra en el ateísmo la única imposibilidad del pensamiento. Espinosa (1632-77), mientras que defiende la doctrina de que Dios realmente existe, lo identifica de tal modo con la existencia finita que es difícil entender cómo se le puede defender de las acusaciones de ateísmo, incluso del primer tipo.

En el siglo XVII, especialmente en Francia, los enciclopedistas difundieron las doctrinas del materialismo. La Mettrie, Holbach, Feuerbach y Fleurens generalmente son considerados los ateos materialistas más destacados de la época. Voltaire, por el contrario, aunque indudablemente ayudó a la causa del ateísmo práctico, sostuvo claramente su contrario teórico. Él, así como Rousseau, fue un deísta. Y hemos de recordar que Comte se negaba a ser llamado ateo. En el siglo XIX Tomás Huxley, Charles Darwin y Herbert Spencer, con otros representantes de la escuela evolucionista de filosofía, fueron acusados, quizás erróneamente, de ateístas positivos. Es una acusación que no puede fundamentarse en modo alguno; y la invención y rápida entrada en el uso general del término agnosticismo, usado primero por Huxley en 1859, muestra la falta de una palabra más claramente definida que ateísmo para designar una fase de pensamiento ocupada crítica o escépticamente con el proceso por el cual se mantiene el principio común del teísmo. La fórmula fundamental no es una negación de la existencia de Dios, sino una afirmación que el Absoluto es incognoscible. En Alemania, el materialismo de Karl Vogt, Jacob Moleschott, Ludwig Buchner, que culmina en el monismo de Ernst Hackel, avanza hacia la formación de un sistema ateo de filosofía. Pero incluso el último nombrado admite que puede haber un Dios, aunque tan limitado y tan ajeno a la deidad de los teístas que su admisión difícilmente puede sacar al sistema de la primera categoría de ateísmo teórico.

De vez en cuando se han encontrado ateos dogmáticos del primer tipo entre los no científicos y los no filosóficos. Sin embargo, también aquí muchos de los conocidos popularmente como ateos se describen correctamente por algún otro título. Existe un tratado un poco raro: “El Ateísmo Refutado en un Discurso para Probar la Existencia de Dios por T.P.” — Catálogo del Museo Británico, “Tom Paine” que en un momento fue llamado popularmente ateo. Y quizás, de los pocos que han defendido una forma indudable de ateísmo teórico positivo, ninguno ha sido tomado lo suficientemente en serio como para haber ejercido alguna influencia sobre la corriente del pensamiento filosófico o científico. Robert Ingersoll podría ser un ejemplo, pero aunque los oradores y escritores populares de ese tipo pueden crear cierta cantidad de perturbación indocta, los hombres pensantes no los tratan seriamente, y es sumamente dudoso que merezcan un lugar en cualquier exposición histórica o filosófica del ateísmo.


Bibliografía: REIMMAN, Historia atheismi et atheorum... (Hildesheim, 1725); TOUSSAINT in Dict. de theologie, s.v. ( una Buena bibliografía); JANET Y SEAILLES, History of the Problems of Philosophy (tr. Londres, 1902), II; HETTINGER, Natural Religion (tr., Nueva York, 1890); FLINT, Anti-theistic Theories (Nueva York, 1894); LILLY, The Great Enigma (Nueva York, 1892); DAURELLE, L Atheisme devant la raison humaine (París, 1883); WARD, Naturalism and Agnosticism (Nueva York, 1899); LADD, Philosophy of Religion (Nueva York, 1905); II; BOEDDER, Natural Theologh (Nueva York, 1891); BLACKIE, Natural History of Atheism (Nueva York, 1878); The Catholic World, XXVII, 471: BARRY, The End of Atheism in the Catholic World, LX, 333; SHEA, Steps to Atheism in The Am, Cath. Quart. Rev., 1879, 305; POHLE, lehrbuck d. Dogmatik (Paderborn, 1907) I; BAUR in Kirchliches Handlexikon (Munich, 1907), s.v. Vea también la bibliografía de los artículos AGNOSTICISMO, MATERIALISMO, PANTEÍSMO y See also bibliography under AGNOSTICISM, MATERIALISM, PANTHEISM, and THEISM. For the refuation of ATHEISM see the article GOD.)

Fuente: Aveling, Francis. "Atheism." The Catholic Encyclopedia. Vol. 2, págs. 40-42. New York: Robert Appleton Company, 1907. 23 agosto 2021 <http://www.newadvent.org/cathen/02040a.htm>.

Traducido por Javier Algara Cossío. lmhm