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Martes, 19 de marzo de 2024

Hilozoísmo

De Enciclopedia Católica

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Hilozoísmo (griego hyle, materia + zoe, vida) es la doctrina según la cual toda materia posee vida. Hay un cierto hilozoísmo que es sólo una forma infantil e inexperta de mirar la naturaleza. Estamos naturalmente inclinados a interpretar otras existencias a partir de lo que sabemos de nosotros mismos, y así es que los niños dan vida y alma a todo. El resultado de esta personificación de la naturaleza en las razas primitivas también se ha llamado animismo. Es una visión poética del mundo.

Por lo tanto, no debería sorprendernos que la primera escuela de filósofos en Grecia, los jonios, concibiera el universo como animado y lleno de dioses: empsychon kai daimonon plere (Diog. Laer., I, 27). Con el progreso del pensamiento prevaleció una visión más científica de la naturaleza. Primero, oscuramente por Anaxágoras, luego claramente por Platón y Aristóteles, la materia y la mente fueron separadas y sus relaciones mutuas delineadas. El hilozoísmo en su forma primitiva desapareció. Pero, con el segundo sucesor de Aristóteles, Estratón de Lampsaco, nació otro tipo de hilozoísmo, claramente materialista. Aunque Estratón repudiaba el mecanicismo de los atomistas, no obstante, en común con ellos, sostenía que los cuerpos eran la única realidad y explicaba la vida como una propiedad de la materia.

En la doctrina estoica también los cuerpos son una realidad. Los cuerpos se componen de dos principios: un principio pasivo (materia) y un principio activo (forma); pero la forma misma es corpórea. Es vapor caliente (pneuma) o fuego, pero fuego distinto del elemento de este nombre; es fuego primitivo modelador (pyr technikon), Dios. Para formar el mundo una parte de él se transformó en los elementos, fuego, aire, agua, tierra, y constituyó el cuerpo del mundo, mientras que otra parte retuvo su forma original, y en esa forma se enfrenta a la primera como forma o alma. Esto era puro materialismo.

Pero una ola de misticismo religioso y panteísmo se estaba preparando para barrer desde Oriente sobre el mundo greco-romano y desalojar la materia del trono que había usurpado. Bajo esta influencia, los peripatéticos posteriores, los neopitagóricos y especialmente la escuela neoplatónica de Alejandría, aunque aceptaron el concepto estoico del mundo-alma, invirtieron la importancia relativa de sus términos, consideraron el alma como un principio espiritual emanado de Dios y dieron a la materia un rango inferior, si no malo del todo, al menos como más imperfecto. De hecho, la materia apenas era una realidad; las actividades y perfecciones de los seres materiales procedían de un principio distinto, el alma.

El universo era un inmenso organismo. Todo estaba animado; y, aunque la vida era en sí misma distinta a la materia, estaba de hecho impartida a todos los seres materiales. Este fue el hilozoísmo panteísta. Sobrevivió en la filosofía medieval judía y árabe, y reapareció en los países cristianos con los filósofos de la naturaleza del Renacimiento, Paracelso, Cardano, Giordano Bruno, etc. Pero en el Renacimiento no vino solo. Pues, bajo la influencia del entusiasta retorno al estudio de la naturaleza, del resurgimiento de las literaturas clásicas con su mitología llena de dioses y diosas, y del sensualismo que entonces invadió la moral, reaparecieron también las otras dos formas de hilozoísmo, la ingenua y la materialista, y varios escritores combinaron las tres en diferentes proporciones. En menor grado, incluso pensadores como Richard Cudworth y Henry More, los platónicos de Cambridge, cedieron ante él cuando idearon su hipótesis de una "naturaleza plástica", o una especie de alma inferior, que causó los procesos de la vida en los seres orgánicos y dirigió de manera similar la actividad de la naturaleza física.

Después del audaz intento de Descartes de reducir al movimiento las operaciones de la vida física, que privaba a la palabra vida de gran parte de su significado y puso a la materia en marcado contraste con la vida superior del pensamiento, el concepto vida fue dejado de lado durante un tiempo y la mayor parte de la especulación se ocupaba de la materia y no de la mente. Sin embargo, en una forma diferente, se trataba de nuevo del mismo problema, a saber, la determinación de los límites de la materia y de su relación con el espíritu. A este problema, Espinosa ofreció una solución que, al combinar el hilozoísmo materialista con el panteísta, mantenía el equilibrio incluso entre la materia y la mente al reducir ambas al rango de meros atributos de la única sustancia infinita. Leibniz, al reducir la materia a espíritu, miraba los cuerpos como agregados de substancias simples no extendidas o mónadas, dotadas con una percepción y voluntad elementales. Por el contrario, un grupo de escritores franceses del siglo XVIII, Diderot, Cabanis, Robinet, etc., se adhirió a una visión dinámico-materialista del mundo que recuerda la de Estratón.

En el siglo XIX, el progreso de las ciencias biológicas volvió a llamar la atención sobre la vida física. Generalmente se descartó el mecanicismo de Descartes. Por otro lado, el anhelo de la razón por la unidad, que aquí se ha encarnado de manera característica en la teoría de la evolución, tiende a considerar el mundo de la vida —y también el mundo de la mente— como una mera extensión del mundo de la materia. Pero entonces se debe concebir la vida como fundamentalmente contenida en toda materia, como una de sus propiedades esenciales.

Así, algunos pensadores han revivido el hilozoísmo como un postulado de la ciencia. Tomado literalmente, sería materialismo, y en ese sentido es defendido infatigablemente por E. Häckel, quien identifica mente con organización y vida, y vida con energía, la cual él considera ser una propiedad de los átomos. Para él la materia es la única realidad. Además, imagina el éter como la sustancia primitiva, una parte de la cual, como en el caso del fuego primitivo de los estoicos, se transformó por condensación en masa inerte, mientras que otra parte subsiste como éter y constituye el principio activo, el espíritu. Sin embargo, muy pocos pensadores se comprometerían con tal doctrina, pero muchos científicos la usan como un postulado sin siquiera indagar en sus implicaciones metafísicas. Quienes han investigado han estado de acuerdo en que, al menos, la vida mental no puede de ningún modo convertirse en materia. En consecuencia, han modificado el concepto materia en sí, y han descrito la materia y la mente, según el punto de vista ya expuesto por Espinosa, como dos manifestaciones, o dos aspectos, de una y la misma realidad. Esta realidad puede declararse diferente en sí misma tanto de la materia como de la mente, e incognoscible (H. Spencer); o puede declararse idéntica tanto a la materia como a la mente, que son respectivamente sus lados exterior e interior (Fechner, Lotze, Wundt, etc.). En cualquier caso, el hilozoísmo ha pasado a un paralelismo psicofísico con tendencias hacia el materialismo o el idealismo.

De lo dicho, entonces, se deduce que sería un error ver en el hilozoísmo una mera doctrina de la vida física; por ejemplo, la afirmación de la generación espontánea. La vida física puede, en abstracto, separarse de la vida mental y ser tratada independientemente de ella. Pero en realidad la separación no se sostiene, y el hilozoísmo siempre ha extendido sus conclusiones también a la vida mental. Incluso el hilozoísmo ingenuo no se limitó a dar vida a la naturaleza, sino que también la dotó de alma. El hilozoísmo panteísta comenzó con el concepto mismo de vida mental. Estas dos formas ya no cuentan en la ciencia. Sobre este último, por ser de origen panteísta, vea PANTEÍSMO, DIOS, EMANANTISMO.

El hilozoísmo científico es una protesta contra una visión mecánica del mundo. Pero, como el mecanicismo, pretende aplicar el mismo patrón a todos los seres por igual, hacer de todos ellos una serie uniforme. Su resultado es el monismo materialista, idealista o paralelista, según se conciba la serie según el patrón de la materia, o de la mente, o de alguna realidad que combine ambas. Por lo tanto, cae bajo las críticas propias de estas formas de monismo. De hecho, la vida no se encuentra en todos los seres; algunos carecen de ella y, entre aquellos en los que se encuentra, las plantas poseen meramente vida vegetal, mientras que los animales tienen también los poderes de los sentidos y el hombre los poderes de los sentidos y la razón. En una época que se jacta de confiar únicamente en la experiencia, es sorprendente que este hecho se pase tan fácilmente por alto. Es cierto que anhelamos la unidad y la continuidad de nuestro conocimiento y su objeto; pero la unidad no debe procurarse a costa de una diversidad evidente. O más bien, dado que este anhelo de unidad no es más que la voz de la razón, de hecho debería ser satisfecho; pero se equivocan quienes buscan en el mundo mismo esta perfecta unidad que sólo se encuentra en su Causa, Dios. (Vea también PAMPSIQUISMO, MATERIA, VIDA, ALMA, TELEOLOGÍA, MONISMO, MATERIALISMO.)


Bibliografía: BROCHARD en Grande Encyclopédie, s.v.; HAGEMANN in Kirchenlex., s.v.; también EISLER, Wörterbuch d. philos. Begriffe; FRANCK, Dict. d. sciences philos.; BALDWIN. Dict. of Philos. and Psych. Histories of Philos. por TURNER (Boston, 1903); por UEBERWEG-HEINZE (Berlín, 1901); y, para la filosofía antigua, por ZELLER (transl.). SOURY, De Hylozoismo apud recentiores (París, 1881). Para la más reciente expression del hilozoísmo por HÄCKEL, vea Monismo, tr. GILCHRIST (Londres, 1894); y The Riddle of the Universe, tr. MACCABE (Londres, 1900). Para una crítica de él, vea GERARD, The Old Riddle and the Newest Answer (Londres , 1904).

Fuente: Redon, John. "Hylozoism." The Catholic Encyclopedia. Vol. 7, págs. 594-595. New York: Robert Appleton Company, 1910. 3 nov. 2020 <http://www.newadvent.org/cathen/07594a.htm>.

Traducido por Luz María Hernández Medina