Herramientas personales
En la EC encontrarás artículos autorizados
sobre la fe católica
Lunes, 30 de diciembre de 2024

Epicureísmo

De Enciclopedia Católica

Saltar a: navegación, buscar

Definición

El término epicureísmo tiene dos significados distintos, aunque afines. En su sentido popular, la palabra representa un egoísmo refinado y calculador, que no busca el poder ni la fama, sino los placeres de los sentidos, particularmente del paladar, y los de la compañía más que de la soledad. Un epicúreo (o sibarita) es aquel que es extremadamente selecto y delicado en sus comidas. En el otro sentido, el epicureísmo significa un sistema filosófico, que incluye una teoría de la conducta, de la naturaleza y de la mente.

Historia

Epicuro, de quien este sistema toma su nombre, fue un griego nacido en Samos en el 341 a.C.; en el 307 a.C. fundó una escuela en Atenas y murió en el 270 a.C. La escuela estoica, diametralmente opuesta a ésta, fue fundada aproximadamente al mismo tiempo, probablemente en el año 310 a.C. Así, estos dos sistemas, que tienen como consignas respectivas Placer y Deber, surgieron dentro de la primera generación después de Aristóteles (m. 322 a.C.), cada uno de ellos sostenían una verdad a medias y por exageración la convertían en falsedad.

La escuela epicúrea era más una disciplina práctica que un hábito de especulación. El maestro exponía sus principios dogmáticamente, como si debieran ser evidentes tan pronto los estableciese, para cualquiera que no fuera tonto. A sus discípulos se les hacía aprender de memoria sus máximas; y adquirían un espíritu de unidad más parecido al de un partido político, o de una secta, que al mero acuerdo intelectual de una escuela de filósofos.

Aproximadamente ciento veinticinco años después de la muerte de su fundador, el sistema fue introducido en Roma, y allí, así como en su país natal, con el correr del tiempo atrajo tal cantidad de seguidores que causaron el asombro de Cicerón. Tuvo la fortuna de ser adoptado por el mejor de los poetas didácticos, Lucrecio (91-51 a.C.), y fue expuesto por él en un poema (De rerum naturâ) con una belleza de expresión y un fervor de elocuencia digno de un tema más noble. En la segunda mitad del siglo II, cuando Marco Aurelio fundaba cátedras de filosofía en Atenas, ese emperador, él mismo un estoico, reconoció al sistema epicúreo (junto con el suyo, el platónico y el aristotélico) como una de las cuatro grandes filosofías a ser establecidas y dotadas en una base de igualdad.

En los tiempos modernos, el epicureísmo ha tenido muchos adeptos tanto teóricos como prácticos. En el siglo XVII, cuando el aristotelismo y el escolasticismo eran atacados por los campeones de las nuevas ciencias, Gassendi eligió a Epicuro como su maestro; pero parece que se sintió atraído principalmente por la filosofía natural y tuvo como objetivo reformar la teoría moral para hacerla tolerable para un cristiano. Las numerosas ediciones del poema de Lucrecio que está produciendo la época actual pueden tomarse como indicadores de la simpatía por la filosofía expuesta en él.

Ética Epicúrea

Epicuro describió la filosofía como "el arte de hacer la vida feliz", y dice que "la prudencia es la parte más noble de la filosofía". Su filosofía natural y epistemología parecen haber sido adoptadas en aras de su teoría de la vida. Por lo tanto, es apropiado que primero se explique su ética. Según Epicuro, el propósito de la vida es la felicidad personal; y por felicidad no quiere decir ese estado de bienestar y perfección de cuya consciencia va acompañada de placer, sino el placer mismo. Además, este placer es sensual, porque es el único que se puede alcanzar en esta vida. Este placer es el propósito inmediato de cada acción. "Acostúmbrate", dice, “a pensar que la muerte no es nada para nosotros; fue todo el bien y el mal está en el sentimiento; ahora bien, la muerte es la privación del sentimiento. De ahí que el correcto conocimiento de que la muerte no es nada para nosotros nos hace disfrutar de lo que hay en esta vida, no añadiéndole una duración indefinida, sino erradicando el deseo de inmortalidad”.

Su idea de lo placentero difiere de la de la Escuela Cirenaica que lo precedió. Los cirenaicos buscaban los placeres momentáneos de la alegría y la emoción. El placer de Epicuro es un estado, igualmente difuso, "la ausencia de dolor [corporal] y de ansiedad mental". “Lo que engendra la vida placentera no es [la indulgencia sensual] sino una razón sobria que busca las bases de la elección y el rechazo, y que destierra las doctrinas a través de las cuales surgen, en su mayor parte, los problemas mentales”. En consecuencia, el sabio deseará "no la vida más larga, sino la más placentera". Es en aras de esta condición de placer permanente, o tranquilidad, que las virtudes son deseables. "No podemos vivir placenteramente sin vivir con prudencia, gracia y justicia; y no podemos vivir con prudencia, gracia y justicia, sin vivir placenteramente" en consecuencia; pues "las virtudes están unidas por naturaleza con una vida placentera; y una vida placentera no puede separarse de estas".

Las virtudes, en resumen, no deben practicarse por sí mismas, sino únicamente como un medio de placer, "como se usa la medicina para la salud". De acuerdo con este punto de vista, dice que "el sabio debe perseguir la amistad sólo por su utilidad; pero comenzará, como siembra el campo para cosechar". "El sabio no participará en los asuntos públicos"; además, "el sabio no se casará ni tendrá hijos". Pero "el sabio será humanitario con sus esclavos". "No pensará que todos los pecadores son igualmente malos, ni que todos los filósofos son igualmente buenos". Es decir, aparentemente, no tendrá ningún estándar muy exigente, ni creerá mucho en la virtud humana, ni se sorprenderá mucho del descubrimiento de la fragilidad humana. En este sistema, "la prudencia es la fuente de todo placer y de toda virtud".

Los defectos de esta teoría de vida son obvios. En primer lugar, en cuanto a los hechos, la experiencia muestra que la felicidad no se alcanza mejor es buscándola directamente. Los egoístas no son más felices, sino menos, que los generosos. En segundo lugar, la teoría destruye por completo la virtud como virtud y elimina la idea y el sentimiento expresados por las palabras "debería", "deber", "correcto" e "incorrecto". La virtud, ciertamente, tiende a producir el placer más verdadero y supremo; todo ese placer, en la medida en que dependa de nosotros, depende de la virtud. Pero el que practica la virtud solo en aras del placer es egoísta, no virtuoso, y nunca disfrutará del placer porque no tiene la virtud. Se puede hacer una observación similar sobre la teoría epicúrea de la amistad. La amistad por el bien de la ventaja no es una verdadera amistad en el sentido correcto de la palabra. Las acciones externas, aparte del afecto, no pueden constituir amistad; nadie puede sentir ese afecto solo porque lo juzgue ventajoso y placentero; de hecho, no puede conocer el placer hasta que primero sienta el afecto.

Si consideramos la condena epicúrea del patriotismo y de la vida familiar, debemos pronunciar una censura aún más severa. Tal visión de la vida es la forma más mezquina de egoísmo que conduce en general al vicio. Epicuro, quizás, era mejor que su teoría; pero la teoría misma, si no se originó en la frialdad de corazón y la mezquindad de espíritu, era muy adecuada para animarlos. Si se abrazaba con sinceridad y se llevaba a cabo consistentemente, socavaba todo lo que era caballeresco y heroico, e incluso todo lo que era normalmente virtuoso. La fortaleza y la justicia, como tales, dejaron de ser objeto de admiración y la templanza se hundió en una mera cuestión de cálculo. Incluso la propia prudencia, disociada de toda cualidad moral, se convirtió en un mero equilibrio entre los placeres del presente y del futuro.

Teología

Epicuro dijo que "no era impiedad negar a los dioses de la multitud, pero era impiedad pensar en los dioses como pensaba la multitud"; un principio sólido, pero que aplicó erróneamente, ya que se deshizo tanto de lo verdadero como de lo corrupto en la religión vulgar. El miedo a los dioses era un mal que debía erradicarse, ya que era incompatible con la tranquilidad. En cuanto a su naturaleza, los dioses son inmortales, pero materiales, como cualquier otro ser. Parece que sostenía que hay un ser supremo; pero este dios no era el creador, apenas el ordenante, del universo, siendo los dioses sólo una parte del Todo. Tampoco existe la Providencia, porque el interés por los asuntos humanos sería incompatible con la felicidad perfecta. En resumen, los dioses son filósofos epicúreos magnificados.

Filosofía Natural

La física de Epicuro es, en un sentido general, atomista. Reclamó originalidad para su teoría al afirmar que comenzó con sus reflexiones sobre un pasaje de Hesíodo. Mientras leía en la escuela que todas las cosas provenían del caos, preguntó: ¿Qué es el caos? —Una pregunta que su maestro no pudo responder. Sin embargo, en general se sostiene que realmente aprendió su atomismo de la filosofía de Demócrito, la cual modificó en un aspecto importante; pues supone que los átomos al caer por el espacio vacío chocan en virtud de un poder autodeterminante, o más bien de una indeterminación por la cual les es posible por casualidad desviarse un poco de la dirección vertical.

Biología

En esto Epicuro simplemente siguió el punto de vista de Empédocles, que, en primer lugar, todo tipo de seres vivos y animales, bien o mal organizados, evolucionaron de la tierra y que sobrevivieron aquellos que eran adecuados para preservarse y reproducir su especie.

Antropología

Se puede suponer que la antropología de Lucrecio se derivó, al igual que su física y biología, de Epicuro. Según la teoría de Lucrecio, los hombres eran originalmente salvajes; la condición primitiva era de guerra mutua; en esta condición, los hombres eran como las fieras en fuerza y astucia; la sociedad civil se formó bajo la presión de los males de la anarquía. El lector reconoce aquí las ideas indicadas por las frases del siglo XVIII "estado de naturaleza" y "contrato social". La "edad de oro" es un sueño.

Lógica

La lógica epicúrea es de criterio. La prueba de la verdad es prácticamente la creencia placentera y dolorosa. Teóricamente, su criterio es la sensación. La sensación nunca engaña; el error está en nuestro juicio. Los sueños, los desvaríos de la fiebre o la locura y el delirio del borracho son verdaderos a su manera. Además de la sensación, la mente humana también tiene nociones o anticipaciones (prolépseis), como cuando, al ver un objeto a distancia, uno se pregunta si es un hombre o un árbol. Estas nociones son los resultados dejados por sensaciones anteriores. La noción no parece diferir del sentido interno de un bruto, tal como permite a un perro, por ejemplo, recibir a extraños pertenecientes a la profesión de su amo y ladrar furiosamente a un mendigo que nunca antes había visto. El entendimiento, entonces, no se diferencia esencialmente de los sentidos internos.

Psicología

El alma humana es material y mortal; está compuesta de una clase más fina de átomos, parecidos a los del aire o el fuego, pero aún más sutiles. Es el organismo corporal el que mantiene unidos los átomos que componen el alma. Sin embargo, la voluntad humana es libre. "Mejor sería aceptar todas las leyendas de los dioses, que hacernos esclavos del destino de los filósofos naturales". El fatalismo, que a las mentes de disposición estoica les parecía una fuente de fuerza, para los de temperamento epicúreo era simplemente una fuente de malestar e impotencia. La libertad que afirman los epicúreos no es libertad racional en el verdadero sentido de la palabra. No consiste en el poder de elegir lo correcto y lo noble antes que lo agradable. Es poco mejor que la contingencia física y puede describirse como casualismo. Toda la filosofía bien puede describirse en una frase mordaz de Macaulay como "el más tonto y mezquino de todos los sistemas de filosofía natural y moral".


Fuente: Ryan, Michael James. "Epicureanism." The Catholic Encyclopedia. Vol. 5, págs. 500-502. New York: Robert Appleton Company, 1909. 24 agosto 2021 <http://www.newadvent.org/cathen/05500b.htm>.

Traducido por Luz María Hernández Medina