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Domingo, 24 de noviembre de 2024

Comentarios bíblicos

De Enciclopedia Católica

Revisión de 09:48 26 dic 2011 por Luz María Hernández Medina (Discusión | contribuciones) (Comentarios Patrísticos)

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"Para escribir una historia completa de la exégesis", dice Farrar, "se requeriría el espacio de muchos volúmenes." No es de extrañar si se tiene en cuenta que el número de comentarios sobre un escritor tan reciente como Dante alcanzó el total de 1,300 a principios del siglo XX. Como el terreno a cubrir es muy extenso, aquí sólo podremos dar el bosquejo más sencillo. La bibliografía al final le permitirá al lector profundizar en el tema. Tocamos los puntos más importantes de los comentarios judíos, patrísticos, medievales y modernos (católicos y no católicos). Comenzamos con los escritores judíos, y tratamos brevemente con el Tárgum, Mishna y Talmud; ya que, aunque estos no pueden ser considerados como comentarios sobre la Biblia, en el sentido estricto de la palabra, naturalmente conducen a ellos. Aquellos que requieren más información sobre este punto pueden referirse a los artículos especiales en la Enciclopedia Católica, y a las obras mencionadas en la bibliografía. Se presta especial atención a la lista de los mejores comentarios modernos no católicos en inglés [V (3)]. El artículo se divide de la siguiente manera:

Comentarios Judíos

Filón:

Había una historia entre los judíos de la Edad Media, según la cual Aristóteles acompañó a Alejandro Magno a Jerusalén, y, con la astucia característica griega, se apropió de la sabiduría de Salomón, que posteriormente se atribuyó como propia delante de sus compatriotas. Esto explicaba todo lo bueno en Aristóteles; los defectos eran la única cosa peculiar al filósofo. Que la literatura griega, en general, obtuvo su inspiración de Moisés fue una idea no crítica que se remontaba a Filón, el gran escritor judío de Alejandría. Un visitante de Alejandría en el momento en que Cristo fue a predicar a Galilea, habría encontrado allí y en sus alrededores un millón de judíos que usaban la Versión de los Setenta como su Biblia, y habría podido entrar a su magnífica gran sinagoga, de la que estaban justamente orgullosos. Se suponía que quien no la había visto no había contemplado la gloria de Israel. De acuerdo al Sukkah, los miembros de su Sanedrín se sentaban en setenta y un tronos de oro valorados en decenas de miles de talentos de oro; y el edificio era tan grande que había que ondear una bandera para señalarle a la gente cuándo responder.

A la cabeza de esta asamblea, en el trono más alto, se sentaba el “alabarca” (N. de la T.: el alabarca era el título griego de un oficial que estaba a la cabeza de la población judía de Alejandría durante los períodos helenístico y romano temprano.), el hermano de Filón. Filón mismo era un hombre rico y erudito, que se mezclaba con todas clase de personas y frecuentaba el teatro y la gran biblioteca. Igualmente familiarizado con los Setenta y con los clásicos griegos, estaba asombrado y perplejo ante los muchos pensamientos hermosos y nobles contenidos en los segundos, que podían compararse con muchos pasajes de la Biblia. Como esta dificultad debe haberse presentado con frecuencia a las mentes de sus correligionarios, trató de hacerle frente diciendo que todo lo que era grande en Sócrates, Platón, etc. se originó con Moisés. Se dedicó a la conciliación de la filosofía pagana con el Antiguo Testamento, y para ello hizo amplio uso del método de interpretación alegórico. Muchos pasajes del Pentateuco no estaban destinados a ser tomados literalmente. Eran literalmente falsos, pero alegóricamente ciertos. No dio con la distinción, hecha más tarde por Santo Tomás de Aquino y otros pensadores católicos, entre la religión natural y la revelada. La Biblia contiene no sólo la religión revelada, sino también la natural, libre de errores y con la sanción divina. Los sistemas paganos pueden tener la religión natural muy desarrollada, pero con mucho error concomitante. Aunque esta distinción no se le ocurrió a Filón, su exégesis sirvió para superar las dificultades por el momento entre los judíos helenísticos, y tuvo gran influencia sobre Orígenes de Alejandría y de otros escritores cristianos alejandrinos.

Los Tárgums:

Con el fin de ponernos en las principales líneas de interpretación judía es necesario irnos a la Tierra Santa. Farrar, en su "Vida de Cristo", dice que se ha sugerido que cuando Cristo visitó el Templo, a los doce años de edad, debieron haber estado presente entre los doctores Jonathan ben Uziel, que una vez se pensó ser el autor del Tárgum Jonatán, y los venerables maestros Hillel y Shammai, los transmisores de la Mishná. Los Tárgums (el más famoso de los cuales es el del Pentateuco, erróneamente atribuido a Onkelos, un nombre poco apropiado para Aquila, según Abrahams) eran la única aproximación a algo así como un comentario sobre la Biblia antes de la época de Cristo. Eran traducciones o paráfrasis interpretativas del hebreo al arameo para el uso en las sinagogas cuando, después del Exilio, la gente había perdido el conocimiento del hebreo. Es dudoso si cualquiera de ellas fueron puestas por escrito antes de la era cristiana. Son importantes ya que indican el carácter del texto hebreo que se usó, y porque concuerdan con el Nuevo Testamento en la interpretación mesiánica de ciertos pasajes que judíos posteriores negaron tuviesen ninguna relación mesiánica.

La Mishná y los Talmud:

Hillel y Shammai fueron el ultimo “par” de varias generaciones de “pares” de maestros. Estos pares fueron los sucesores de los primeros escribas que vivieron después del Exilio. Se dice que estos maestros transmitieron y expandieron la ley oral, la cual, según la opinión no crítica de muchos judíos, comenzó con Moisés. Esta ley oral, cuyo origen está enterrado en la oscuridad, se compone de interpretaciones jurídicas y litúrgicas y aplicaciones del Pentateuco. Como ninguna parte de ella fue escrita, fue preservada mediante la repetición constante (Mishná). En la destrucción de Jerusalén varios rabinos, educados en dicha ley, se establecieron en Jamnia, cerca del mar, a veintiocho millas al oeste de Jerusalén. Jamnia se convirtió en la sede de la erudición judía hasta 135. A continuación, se abrieron escuelas en Séforis y Tiberíades, al oeste del Mar de Galilea. Los rabinos consolaban a sus compatriotas enseñándoles que el estudio de la Ley (tanto oral como escrita) tomaba el lugar de los sacrificios. Ellos dedicaron sus energías a la organización de la Tora no escrita, o la Ley.

Uno de los más exitosos en esto fue el Rabí Akiba, quien participó en la revuelta de Bar-Kokba, contra los romanos, y perdió la vida (135). El trabajo de sistematización se completó y, probablemente, fue puesto por escrito por el patriarca judío de Tiberíades, el rabino Jehudah ha-Nasi "El Príncipe" (150-210). Él era de origen noble, rico y culto, y era llamado por los judíos "Nuestro Maestro el Santo", o simplemente Rabí par excellence. La compilación realizada por este rabino es la Mishná. Está escrita en hebreo nuevo, y se compone de seis grandes divisiones u órdenes, y cada división contiene, en promedio cerca de diez tratados, compuesto cada uno de varios capítulos. Se puede decir que la Mishná es una recopilación de la [[teología moral, la liturgia, el derecho, etc. judíos tradicionales. Hay otras tradiciones no encarnadas en la obra del rabino, y a éstas se les llama Mishná adicionales.

Las discusiones de las últimas generaciones de rabinos se centran alrededor del texto de la Mishná. Intérpretes o "portavoces" trabajaron en ella tanto en Palestina como en Babilonia (hasta 500), y los resultados están contenidos en el Talmud babilónico y en el palestino. La palabra Talmud significa enseñanza, doctrina. Cada Talmud consta de dos partes, la Mishná (en hebreo), en sesenta y tres tratados, y una explicación de los mismos (Gemara), diez o doce veces tan extensa. La parte explicativa del Talmud palestino está escrita en arameo occidental y la del Talmud babilónico en arameo oriental, que está íntimamente ligado al siríaco o mandaico. Los pasajes en la Gemara que contienen Mishná adicionales, sin embargo, se dan en hebreo nuevo. Sólo treinta y nueve tratados de la Mishná tienen Gemara. El Talmud, entonces, consiste de la Mishná (tradiciones desde el 450 a.C. hasta el 200 d.C.), junto con un comentario a ella, Gemara, siendo este último compuesto alrededor de 200-500 d.C. Luego de la Biblia el Talmud babilónico es el gran libro religioso de los judíos ortodoxos, aunque el Talmud palestino es más altamente apreciado por los eruditos modernos. Desde el año 500 hasta la Edad Media los rabinos (geonim) en Babilonia y otros lugares se dieron a la tarea de comentar sobre el Talmud y de reconciliarlo con la Biblia. Una lista de tales comentarios aparece en “La Enciclopedia Judía”

El Midrashim

Simultáneamente a la Mishná y al Talmud se formó una serie de Midrás, o comentarios sobre la Biblia. Algunos de estos fueron legalistas, al igual que la Gemara del Talmud, pero los más importantes fueron de carácter edificante y homilético (Midrash Hagadá). Estos últimos son importantes por la luz corroborativa que arrojan sobre el lenguaje del Nuevo Testamento. Se ve el Evangelio según San Juan como lleno de fraseología judía temprana, y las palabras del Salmo 99, "dijo el Señor a mi Señor", etc. se encuentran en un lugar aplicadas al Mesías, como en San Mateo, aunque Rashi y judíos posteriores le quitan su sentido mesiánico y se lo aplican a Abraham.

Comentarios caraítas:

Cuando se considera la naturaleza del Talmud y otros escritos, no es de extrañar que produjesen una reacción violenta contra el rabinismo incluso entre los propios judíos. A pesar de las pocas joyas del pensamiento dispersos a través de él a largos intervalos, no hay nada en ninguna literatura tan poco atractivo como el Talmud. La oposición a estas "tradiciones de hombres", finalmente se concretó. Anan ben David, un prominente judío de Babilonia en el siglo VIII, rechazó el rabinismo por el Antiguo Testamento escrito y se convirtió en el fundador de la secta conocida como los caraítas (una palabra que indica su preferencia por la Biblia escrita). Este cisma produjo una gran energía y capacidad de ambas partes. Los principales comentadores bíblicos caraítas fueron Mahavendi (siglo IX), Abul-Faraj Harun (siglo IX), exégeta y gramático hebreo; Salomón ben Yerucham (siglo X); Sahal-ben Mazliach (m. 950), gramático y lexicógrafo hebreo; Joseph al-Bazir (m. 930), Japhet ben Ali, el más grande comentarista caraíta del siglo X; y Judah Hadasi (m. 1160).

Edad Media:

Saadiah de Fay-Um (m. 892), el más poderoso escritor contra los caraítas, tradujo la Biblia al arábigo y agregó notas. Además de comentarios sobre la Biblia, Saadia escribió un tratado sistemático que armonizaba la religión revelada con la filosofía griega. Se convirtió así en el precursor de Maimónides y los escolásticos católicos. Salomón ben Isaac, llamado Rashi (n. 1040) escribió explicaciones muy populares del Talmud y la Biblia. Abraham-ben-Méir Aben-Ezra de Toledo (m. 1168) tenía un buen conocimiento de lenguas orientales y escribió comentarios eruditos sobre el Antiguo Testamento. Fue el primero en sostener que Isaías contiene la obra de dos profetas. Moisés Maimónides (m. 1204), el mayor estudioso judío de la Edad Media, del cual sus correligionarios dijeron que "desde Moisés a Moisés no hubo otro como Moisés", escribió su "Guía de los Perplejos", que fue leída por Santo Tomás. Fue un gran admirador de Aristóteles, que era para él el representante del conocimiento natural así como la Biblia lo es de lo sobrenatural. Estaban las dos Kimchis, especialmente David (m. 1235) de Narbona, quien fue un famoso gramático, lexicógrafo y comentarista inclinado al sentido literal. Fue seguido por Najmánides de Cataluña (m. 1270), doctor en medicina que escribió comentarios de una tendencia cabalística; Emanuel de Roma (n. 1270); y los caraítas, Aaron ben Joseph (1294) y Aarón ben Elías ( siglo XIV).

Modernos:

Isaac Abrabanel (nació en Lisboa en 1437 y murió en Venecia en 1508) fue un estadista y académico. Ninguno de sus predecesores llegó tan cerca del ideal moderno de un comentarista como lo hizo él. Le escribió introducciones generales a cada libro, y fue el primer judío en hacer uso extenso de los comentarios cristianos. También debemos mencionar a Elias Levita (m. 1549) y Azarías de Rossi (m. 1577). Moses Mendelssohn de Berlín (m. 1786), un amigo de Lessing, tradujo el Pentateuco al alemán. Sus comentarios (en hebreo) son exactos, eruditos, críticos y agudos. Él ha tenido mucha influencia en la modernización de los métodos judíos. Mendelssohn ha sido seguido por Wessely, Jaroslaw, Homberg, Euchel, Friedlander, Hertz, Herxheimer, Philippson, etc, llamados "biuristas", o expositores. La escuela liberal moderna entre los judíos está representada por Munk, Luzzato, Zunz, Geiger, Furst etc. En épocas pasadas los judíos le atribuyeron a Moisés tanto la Tora escrita como la oral; algunos judíos modernos parecen dispuestos a negar que tuviese algo que ver con ninguna.

Comentarios Patrísticos

La historia de la exégesis cristiana se puede dividir en tres períodos: la época de los Padres, la época de las Catenae y escolios (siglo VII al XVI) y la época de los comentarios modernos (siglos XVI al XX). La mayoría de los comentarios patrísticos están en forma de homilías, o discursos a los fieles, y cubren toda la Escritura. Hay dos escuelas de interpretación, la de Alejandría y la de Antioquía.

Escuela Alejandrina:

Los principales escritores de la Escuela de Alejandría fueron Panteno, Clemente de Alejandría, Orígenes, San Dionisio de Alejandría, Dídimo el sacerdote ciego, San Cirilo de Alejandría y Pierio. A éstos se puede añadir San Ambrosio, quien, en un grado moderado, adoptó su sistema. Su característica principal fue el método alegórico. Este se basó, sin duda, en pasajes de los Evangelios y las Epístolas de San Pablo, pero recibió un fuerte impulso a partir de los escritos de los judíos de Alejandría, sobre todo de Filón. El gran representante de esta escuela fue Orígenes (m. 254). Desde sus años más tempranos Orígenes manifestó tan extraordinarias señales de piedad y genio que fue tenido en la más alta reverencia por su padre, él mismo un santo y mártir. Orígenes se convirtió en el maestro de muchos grandes santos y sabios, de los cuales uno de las más célebres fue San Gregorio Taumaturgo, quien fue conocido como el "Diamantino" debido a su incesante aplicación al estudio, a la escritura, a dar conferencias y a las obras de piedad. A menudo mantenía siete amanuenses empleados activamente; se decía que él se convirtió en el autor de 6,000 obras (Epifanio, Haer., LXIV, ); de acuerdo a San Jerónimo, quien redujo el número a 2,000 (Contra. Rufin, II, 22. ), dejó más escritos que los que ningún hombre pudiera leer en la vida (Ep. XXXIII, ad Paulam). Además de sus grandes trabajos en la Hexapla escribió escolios, homilías y comentarios sobre el Antiguo y el Nuevo Testamento. En sus escolios dio una breve explicación de los pasajes difíciles, a la manera de sus contemporáneos, los anotadores de los clásicos griegos. La mayoría de los escolios, en el que principalmente buscaba el sentido literal, se han perdido por desgracia, pero se supone que su contenido se manifiesta en los escritos de San Juan Crisóstomo y otros Padres. En sus otras obras Orígenes empujó la interpretación alegórica al extremo máximo. A pesar de esto, sin embargo, sus escritos fueron de gran valor, y con la excepción de San Agustín, ningún escritor de la antigüedad tuvo tal influencia. Es lamentable que este gran hombre cayese en el grave error sobre el origen de las almas, la eternidad del infierno, etc.

Escuela Antioquena:

A los escritores de la escuela de Antioquía no les gustaba el método alegórico, y buscaron casi exclusivamente el sentido literal, primario o histórico de las Sagradas Escrituras. Los principales escritores de esta escuela fueron San Luciano, Eusebio de Nicomedia, Maris de Calcedonia, Eudoxio, Teognis de Nicea, Asterio, el heresiarca Arrio, Diodoro de Antioquía (obispo de Tarso), y sus tres grandes alumnos, Teodoro de Mopsuestia, Policromio, el hermano de Teodoro, y San Juan Crisóstomo. Con estos se puede contar a San Efrén debido a su preferencia por el sentido literal. Los grandes representantes de esta escuela fueron Diodoro, Teodoro de Mopsuestia y San Juan Crisóstomo. Diodoro, quien murió siendo obispo de Tarso (394), siguió el sentido literal hasta la exclusión del sentido místico o alegórico. Teodoro nació en Antioquía (347), se convirtió en obispo de Mopsuestia y murió en la comunión de la Iglesia (429). Fue un pensador de gran alcance, pero un escritor oscuro y prolijo. Sentía aversión intensa hacia el sentido místico, y explicaba las Escrituras de una manera muy literal y casi racionalista. Su discípulo, Nestorio, se convirtió en uno de los fundadores de la herejía; los nestorianos tradujeron sus libros al siríaco y consideraban a Teodoro como su gran "doctor". Esto hizo que los católicos sospechasen de sus escritos, los cuales fueron condenados finalmente después de la famosa polémica sobre los Tres Capítulos. Los comentarios de Teodoro sobre el Evangelio según San Juan, en siríaco, fueron publicados a principios del siglo XX, con una traducción al latín, por un erudito católico, el doctor Chabot.

San Juan Crisóstomo, sacerdote de Antioquía, se convirtió en patriarca de Constantinopla en 398. Como intérprete de la Sagrada Escritura se encuentra en el primer rango de los Padres. Escribió homilías sobre la mayoría de los libros del Antiguo y el Nuevo Testamento. No hay nada en toda la antigüedad que iguale sus escritos sobre el Evangelio según San Mateo y las Epístolas de San Pablo. Cuando uno de sus hermanos le preguntó a Santo Tomás de Aquino si le gustaría ser el dueño de París, para que la pudiera destinar al rey de Francia y con los ingresos promover las buenas obras de su orden, él respondió que él preferiría ser el poseedor del “Super Matthæum” de Crisóstomo. Esta respuesta puede ser tomada como la verdadera expresión de la gran admiración que ha tenido siempre la Iglesia por los escritos de San Juan Crisóstomo. San Isidoro de Pelusio dijo de él que si el apóstol San Pablo pudiese haber utilizado lenguaje ático, habría explicado sus propias epístolas en las mismas palabras de San Juan Crisóstomo.

Escuela Intermedia:

Los otros Padres combinaron lo mejor de los dos sistemas, algunos más inclinados al sentido alegórico y otros al literal. Los principales fueron San Isidoro de Pelusio, Teodoreto, San Basilio, San Gregorio Nacianceno, San Gregorio de Nisa, San Hilario de Poitiers, Ambrosiastro, San Jerónimo, San Agustín, San Gregorio Magno y Pelagio. San Jerónimo, tal vez el mayor estudioso bíblico de la antigüedad, además de sus famosas traducciones de las Escrituras, y otras obras, dejó muchos comentarios útiles, algunos de gran mérito. En otros se apartó demasiado del significado literal del texto. En la prisa de la composición no siempre indicó suficientemente cuándo estaba citando de diferentes autores, y esto, de acuerdo con Richard Simon, explica sus aparentes discrepancias.

Comentarios Medievales

Comentarios Católicos Modernos

Comentarios No Católicos

Bibliografía: Comentarios Judíos: ABRAHAMS, Short History of Jewish Literature (Londres, 1906); GRAETZ, History of the Jews (Filadelfia, 1891-98); OESTERLEY Y BOX, The Religion and Worship of the Synagogue (Londres, 1907); BACHER, Bible Exegesis in Jewish Encyc.; SCHECHTER, Talmud in Hist. Dict. Bib.; FARRAR, History of Interpretation (Londres, 1886); VON SCHÜRER, The Jewish People in the Time of Jesus Christ (Edimburgo, 1902). Comentarios patrísticos: BARDENHEWER, Gesch. der altkirchlichen Litteratur (Friburgo, 1902-3); IDEM, Patroloqie (1894: Fr. tr., París, 1899); TURNER en HAST., Dict. of the Bible, extra vol.; EHRHARD, Altchr. Litteratur (Friburgo, 1900). Comentarios Posteriores: CALMET, Dict. Bib., I; DIXON, General Introd. to the S. Scriptures (Dublín, 1872), II; GIGOT, General introd. to the Holy Scriptures (Nueva York, 1900); RICHARD SIMON, Histoire critique des principaux commentateurs du N. T. (Rotterdam. 1689); HORNE, Introd. to the Scriptures (Londres, 1834), II; HURTER, Nomenclator; VIGOUROUX, Manuel biblique (París, 1882); IDEM, Les Livres saints et la critique rationaliste (París, 1886), II.

Fuente: Aherne, Cornelius. "Commentaries on the Bible." The Catholic Encyclopedia. Vol. 4. New York: Robert Appleton Company, 1908. 25 Dec. 2011 <http://www.newadvent.org/cathen/04157a.htm>.

Traducido por Luz María Hernández Medina