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Martes, 3 de diciembre de 2024

Jerarquía de la Iglesia Primitiva

De Enciclopedia Católica

Revisión de 23:24 22 may 2020 por Luz María Hernández Medina (Discusión | contribuciones) (Explicación de los Grupos)

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Definición

Jerarquía de la Iglesia Primitiva: La palabra jerarquía se usa aquí para denotar los tres grados de obispo, sacerdote y diácono ( ministri). Según la doctrina católica (Concilio de Trento, ses. XXIII, can. VI), esta triple gradación debe su existencia a la institución divina. Otro nombre para esta jerarquía es hierarchia ordinis porque sus tres grados corresponden a los tres grados del Sacramento de las Órdenes Sagradas. Sin embargo, la palabra jerarquía se utiliza también en un sentido más amplio. Se obtiene una mayor gradación de dignidad con la inclusión del obispo de Roma, el jefe de la Iglesia y Vicario de Cristo, a quien se subordinan los tres grados antes mencionados debido al origen divino de la jerarquía.

Sin embargo, si se tienen en cuenta esas características que son de origen meramente eclesiástico, la jerarquía incluirá no solo las órdenes sagradas restantes, a saber, el subdiaconado y las órdenes menores, sino también todos los clérigos que poseen facultades definidas no conferidas por las órdenes mismas. Tales son los cardenales, nuncios, delegados, patriarcas, primados, metropolitanos, arzobispos, vicarios generales, archidiáconos, deanes, párrocos y curas. Esta jerarquía en el sentido más amplio se denomina hierarchia jurisdictionis porque las personas en cuestión tienen poder real en la Iglesia.

Hay todavía un tercer sentido en el que se puede usar el término “jerarquía”; este incluye a todo el clero y a los laicos en la medida en que todos son miembros de la Iglesia. No se puede mostrar ninguna instancia de la palabra hierarchia, correspondiente al término hierarches, antes del Pseudo Areopagita. No se debe interpretar como hiera arche (oficio sagrado), sino como hieron arche (oficio de ritos sagrados) (Petavio, "De angelis", II, ii, 2). El que la expresión heriarquia haya encontrado aceptación general se debe a la autoridad del Pseudo Areopagita. El tercer sentido de la expresión también se remonta a Dionisio [cf., J. Stiglmayr en "Zeitschr. Für kathol. Theologie", XII (1898), 180 ss.].

En el presente artículo el término “jerarquía” se utiliza en el sentido más estricto. Sin embargo, dado que la historia más antigua de esta triple institución, —el episcopado, el presbiterado y el diaconado— no puede darse sin una investigación detallada de toda la organización y la constitución interna de la Iglesia primitiva, se propone examinar en su totalidad la historia más antigua de la organización de la Iglesia cristiana hasta el año 150 d.C.; y en este examen es esencial que extendamos nuestra investigación al oficio apostólico, como la raíz de la cual surgió el episcopado cristiano primitivo. Aquí no se tratará sobre la fundación de la Iglesia por Cristo ni de la historia de la primacía del obispo de Roma (Vea los artículos OBISPO, IGLESIA, COLEGIO APOSTÓLICO, DIÁCONO, SACERDOTE, PRIMACÍA, PAPA, SUCESIÓN APOSTÓLICA.

El tema se tratará bajo los siguientes encabezados:

  • Principios que gobiernan la agrupación de los documentos originales pertenecientes al tema;
  • Enumeración de los grupos de documentos y la explicación del porqué estos grupos se han organizado de ese modo;
  • Discusión e interpretación de todos los textos de fecha anterior a mediados del siglo II (el fraseado completo de los textos será necesario solo en casos excepcionales);
  • Evidencia detallada encontrada en inscripciones paganas, papiros y trozos de vasijas (“ostraka), que arrojan luz sobre las instituciones cristianas;
  • Testimonios históricos o cuasihistóricos sobre la constitución del cristianismo primitivo, tomados de Ireneo, Clemente de Alejandría, Tertuliano, Orígenes, Eusebio, Jerónimo, Teodoro de Mopsuestia y otros;
  • Breve sinopsis de los principales resultados de la investigación.

Principios que Gobiernan la Agrupación de los Documentos Originales

La división común en un período apostólico y post-apostólico no puede aplicarse adecuadamente a la colección de testimonios históricos relacionados con la constitución de la Iglesia primitiva; tal división es de hecho engañosa porque:

  • a. Nuestras fuentes para los primeros tiempos son demasiado escasas y fragmentarias para darnos algo parecido a una imagen clara de las instituciones; por lo tanto, es evidente que la mera omisión de ciertas cosas en estas fuentes no nos da derecho a inferir su inexistencia.
  • b. Aunque el desarrollo de los elementos primarios y principios fundamentales de la constitución interna de la Iglesia fue sorprendentemente rápido y uniforme, al menos en las características esenciales, las variaciones en las diferentes localidades fueron considerables.
  • c. Varios testimonios tomados del final del siglo I y primera mitad del II contienen información histórica valiosa directamente relacionada a la organización de la Iglesia primitiva, y así nos llevan al límite de la época más temprana.
  • d. En estos testimonios se halla una gran cantidad de fórmulas de interés arqueológico, y muchas declaraciones implícitas de concepciones legales contemporáneas. Contienen, por así decirlo, las instituciones cristalizadas del primer período.
  • e. Uno no debe imaginar la estructura eclesiástica primitiva como un mero agregado de fragmentos separados, sino más bien como un organismo vivo y desarrollado regularmente, de cuya construcción interna podemos, bajo ciertas condiciones, llegar a conclusiones definitivas en cuanto a su origen y crecimiento.

Los dos últimos puntos muestran que es permisible e incluso necesario determinar a partir de fuentes posteriores, mediante un método cauteloso y crítico, el estado más temprano de la constitución eclesiástica. Una investigación científica primero agrupará todas las fuentes hasta mediados del siglo II, y luego concebirá el desarrollo hasta ese momento en su conjunto. La investigación mostrará que muchas de las instituciones son indudablemente post-apostólicas, mientras que del mayor número de ellas solo se puede decir que siguieron cierto orden consecutivo; es imposible determinar la fecha exacta de su primera aparición. Las encíclicas de San Ignacio (alrededor de 110) marcan el final de un período definido; y hay otras fuentes, cuyas fechas se conocen exactamente, que nos permiten determinar los primeros comienzos y algunos pasos intermedios en el desarrollo de este período. Esto permite esbozar con mayor o menor precisión las etapas restantes sin fijar la fecha exacta de cada documento. Por ejemplo, no se puede dudar de que ciertas descripciones en la "Doctrina de los Doce Apóstoles" (Didajé) suponen una fase más antigua de desarrollo corporativo que la que encontramos en las Epístolas Pastorales y la Epístola de Clemente. Sin embargo, este hecho no decide la cuestión de si la Didajé fue escrita antes de la Epístola de Clemente y las Epístolas Pastorales. En cuanto a estas últimas, está claro que el sistema de gobierno representado en ellas representa una fase anterior a la dada en las Cartas de Ignacio.

No es nuestra intención en este artículo llevar a cabo una revisión preliminar y superficial de las fuentes, que solo establecería los hechos más evidentes de la cronología. Esta tarea ya se ha llevado a cabo con la suficiente frecuencia desde puntos de vista muy diferentes, y se ha demostrado con evidencia incontestable que los diversos grados de la jerarquía no existieron desde el principio en su forma final, sino que crecieron a través de varios procesos, en parte de desarrollo y en parte de auto diferenciación. Suponiendo, por lo tanto, que el proceso de desarrollo ha sido determinado en sus esquemas más generales, podemos organizar las fuentes conforme a ello. Ya sea que la cronología se trate previamente o en consecuencia a tal arreglo, ese factor debe considerarse por separado.

La clasificación ahora resultará de todo el material documental hasta la segunda mitad del siglo II. De todo el material recogeremos primero aquellos testimonios que evidentemente exhiben la etapa más avanzada de desarrollo y el parecido más cercano a las instituciones de este período. Estos documentos formarán el cuarto grupo. Luego reuniremos todos aquellos relatos en los que se muestra la plenitud de la autoridad apostólica junto con un sistema de gobierno eclesiástico algo inacabado y fluctuante; estos forman el primer grupo. Los documentos restantes se asignarán al segundo o tercer grupo en consecuencia, ya que están más relacionados con el primero o con el cuarto.

Grupos de Documentos

Enumeración

1. El primer grupo incluye:

2. El segundo grupo incluye:

3. El tercer grupo incluye:

4. El cuarto grupo incluye:

Explicación de los Grupos

(1) Observaciones Generales: Los apologistas (excepto Justino), los fragmentos de los presbíteros y de Papías, la Carta a Diogneto (los capítulos XI y XII son espurios), las “Actas” y “Pasiones” de los mártires de ese período, excepto un pasaje de la “Passio Polycarpi”, los propiamente llamados apócrifos (excepto la Ascensión de Isaías): ninguno de estos aporta nada directamente relacionado a nuestro asunto. Lo mismo es cierto para los papiros, ostraka e inscripciones cristianas. No se puede atribuir valor de testimonio independiente a cuatro pasajes que tratan sobre el llamado especial y vocación de los Doce, a saber, (a) el evangelio ebionita (Epifanio, "Hær.", XXX, 13), (b) la Apología de Arístides (Texte und Untersuch., IV, III, 1893, 9, 10), (c) el Sermón de la Misión de Pedro (Kerygma Petrou; Robinson, "Texts and Studies", 1891, 86 sq., fragm. 1), y (d) un papiro copto en Estrasburgo —(cf. Göttinger gel. Anz., 1900, 481 ss.). Respecto al papiro cristiano griego más antiguo, vea Wessely "Les plus anciens monuments du christianisme écrits sur Papyrus" ("Patrologia Orientalis", ed. Graffin and Nau, IV, 2).

Incluso sin tener en cuenta la falta de un texto crítico, debemos abandonar cualquier intento de argumentación a partir de las Clementinas, ya que incluso las partes más antiguas se muestran cada vez más como producto del siglo III. El escritor del documento original puede haber utilizado de vez en cuando tradiciones válidas en cuestiones que afectan la constitución de la Iglesia, pero es culpable de invenciones y cambios arbitrarios. Todas las conclusiones sobre las condiciones primitivas que la perspicacia y el aprendizaje de Hilgenfeld le permitieron sacar de las Clementinas deben ceder ante la presión de una crítica cuidadosa. El presente escritor tampoco hace uso de la llamada "Constitución de la Iglesia Apostólica", debido a la invalidez de la hipótesis de Harnack ("Die Quellen der sog. Apost. Kirchenord.", 1886, 32 ss.), que basaría los caps. 16-21: 22-28 en dos fuentes antiguas que datan de mediados del siglo II. El trabajo pertenece al siglo III y apenas admite conclusiones críticamente seguras. Lo mismo es cierto para la Didaskalia siríaca.

(2) Observaciones sobre el Primer Grupo, Sección (a): Según las restricciones hechas arriba, consideramos aquí los relatos del Evangelio solo en la medida en que su testimonio nos permite formar una idea de la Iglesia tal como existió en la primera generación. Los relatos sobre la posición, la autoridad, la actividad de los Doce originales en Jerusalén (Hechos 1-6) llevan los signos más evidentes de antigüedad y autenticidad, y están de acuerdo con toda la otra información sobre la dignidad de los Apóstoles que nos fue transmitida desde los primeros tiempos.

(3) Observaciones sobre el Primer Grupo, Sección (d): Respecto a los presbíteros de los Hechos de los Apóstoles, no será suficiente establecer históricamente el hecho de que alrededor del año 50 d.C. había presbíteros en Jerusalén y en otras localidades de Palestina, y, que al mismo tiempo en su primer viaje Pablo nombró presbíteros en Asia Menor. Queda otra cuestión importante por resolver, si todos estos presbíteros son, en un verdadero sentido de la palabra, los predecesores de ese colegio primitivo que encontramos, por ejemplo, alrededor de 115, en los escritos de Ignacio de Antioquía. No existe la más mínima razón crítica —lo probaremos en detalle más adelante)— de por qué deba considerarse a los presbíteros de Asia Menor como diferentes a los superiores mencionados en la Primera Epístola a los Tesalonicenses. Por otro lado, consideramos que los presbíteros-obispos de Éfeso (Hechos 20) pertenecen al segundo grupo de fuentes, porque representan una autoridad mucho más definida.

(4) Observaciones sobre el Primer Grupo, Sección (b) y sobre el Segundo Grupo: En la Primera Epístola a los Tesalonicenses el estado de la Iglesia como cuerpo corporativo no difiere en ningún punto esencial del descrito en los relatos del primer grupo. El Apóstol Pablo aparece como la primera, no, la única autoridad. En las epístolas a los Efesios, Filipenses y Colosenses las condiciones han cambiado un poco. De hecho, el gobierno personal del Apóstol sigue siendo supremo; pero algunos rasgos apuntan a un paso gradual del poder a otros superiores. Se nos recuerda este hecho por el título de la Epístola a los Filipenses, en el cual se menciona a los obispos y diáconos. Nos lo recuerda de nuevo la mención de Arquipo, el ministro en la Epístola a los Colosenses. La nota a Filemón está asimismo relacionada en alguna medida con este cambio. En el segundo grupo colocamos también la Epístola a los Efesios, ya que muestra una notable disminución en la importancia de individuos dotados de los carismas como miembros del organizado Cuerpo de Cristo. Por razones similares insertamos aquí la Didajé.

(5) Observaciones sobre el Tercer y Cuarto Grupos: Todos los escritos enumerados en el tercer grupo muestran la organización de la Iglesia más desarrollada. El cuarto grupo es testigo de la preponderancia del episcopado monárquico. No es fácil encontrar el lugar adecuado para “El Pastor” de Hermas. El grado de desarrollo orgánico que se supone en esa obra, el pronunciado control de los presbíteros y la presencia, según todas las apariencias, de una personalidad destacada, Clemente, todo esto apunta a una etapa intermedia, cuyo lugar estamos muy inclinados a fijar entre la Primera Carta de Clemente y las encíclicas de Ignacio. Solo se menciona a Clemente una vez y de pasada; poco, por lo tanto, se puede reunir en cuanto a la posición que le ha asignó Hermas. Por otro lado, la organización de la Iglesia es más estable de lo que era en Corinto al momento del primer Clemente alrededor del año 98 d.C. Es todavía una pregunta abierta si Hermas realmente intentó llevar su descripción de la Iglesia al final del siglo I al darle un matiz de antigüedad; el categórico "no" de los estudiosos recientes provoca contradicciones. En cualquier caso, el intento de Hermas, suponiendo que se hubiese hecho, fue bastante débil. Pero, por otro lado, el tono personal no es prueba de lo contrario. Aún así, hay fuertes indicios de que el profeta escribió alrededor del año 150 d. C. Es cierto que en ninguna parte se menciona un obispo monárquico, pero de esto no se deduce que Hermas terminase su obra antes de la elección de su hermano Pío al obispado de Roma. Solo porque era el hermano del jefe de la Iglesia, debió haber pensado que era más aconsejable guardar silencio sobre él y antedatar los abusos que reprendió.

Discusión de Textos Anteriores al 150 d.C.

Textos del Primer Grupo

Textos del Segundo Grupo

Textos del Tercer Grupo

Textos del Cuarto Grupo

Evidencia Detallada en Inscripciones Paganas, Papiros y Trozos de Vasijas

Testimonios Históricos o Cuasihistóricos

Breve Sinopsis de los Principales Resultados Obtenidos del Examen de Todos los Textos

Fuente: Dunin-Borkowski, Stanislaus de. "Hierarchy of the Early Church." The Catholic Encyclopedia. Vol. 7, págs. 326-344. New York: Robert Appleton Company, 1910. 21 mayo 2020 <http://www.newadvent.org/cathen/07326a.htm>.

Está siendo traducido por Luz María Hernández Medina