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Lunes, 23 de diciembre de 2024

San Epifanio de Salamina

De Enciclopedia Católica

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San Epifanio de Salamina nació en Besanduk, cerca de Eleuterópolis, en Judea, después del año 310 d. C.; murió en el 403. Siendo muy joven abrazó la vida monástica en Egipto. Al regresar a Judea fundó un monasterio en Besanduk y fue ordenado al sacerdocio. En 367 la fama de su ascetismo y conocimientos le merecieron su nominación como obispo de Constancia (Salamina), la metrópolis de la isla de Chipre. Durante casi cuarenta años desempeñó los deberes del episcopado, pero su actividad se extendió más allá de su isla. Su celo por la vida monástica, erudición eclesiástica y ortodoxia le dieron extraordinaria autoridad; de ahí las numerosas ocasiones en que buscaban su consejo y su intervención en importantes asuntos eclesiásticos. Se fue a Antioquía, probablemente en 376, a investigar el apolinarismo y a intervenir en el cisma que dividía a la Iglesia. Decidió a favor del obispo Paulino, quien era apoyado por Roma, contra Melecio de Antioquía que era apoyado por el episcopado de Oriente. En 382 asistió al concilio de Roma para defender la causa de Paulino de Antioquía. Cerca de 394, llevado aparentemente por su excesivo celo, se fue a Jerusalén a oponerse al supuesto origenismo del obispo Juan. En 402 estaba en Constantinopla combatiendo la misma supuesta herejía de San Juan Crisóstomo. Murió en su viaje de regreso a Chipre.

Fue a instancias de sus corresponsales que Epifanio compiló sus obras. La primera es el “Ancorato” (374), o “El bien anclado”, es decir, el cristiano se sujeta fijamente contra las agitaciones del error. Trató particularmente los temas de la Santísima Trinidad y el dogma de la resurrección, y argumentó especialmente contra el arrianismo y el origenismo. Hay dos símbolos al final de la obra: el primero y más corto es muy importante en la historia de los símbolos, o profesiones de fe, siendo el credo bautismal de la Iglesia de Constancia. El segundo es el trabajo personal de Epifanio, e intenta fortalecer a los fieles contra las herejías corrientes. En el “Ancorato” Epifanio se limita a una lista de herejías.

Algunos lectores deseaban tener una obra detallada sobre este tema, y Epifanio compuso (374-7) el “Panarion” o “Cofre de Medicinas”, es decir, un surtido de remedios para oponerse al veneno de la herejía. Esta obra está dividida en tres libros que comprenden en total siete volúmenes y trata sobre ochenta herejías. Las primeras veinte herejías fueron antes de Jesucristo; las otras sesenta tratan sobre la doctrina cristiana. En realidad el número ochenta puede ser reducido a setenta y siete, pues entre las veinte herejías previas a Jesucristo sólo cuentan diecisiete. Hay nombres genéricos, a saber: helenismo, samaritanismo y judaísmo. En las ediciones del “Panarion” cada herejía es numerada en orden; de ahí que se acostumbra citar el “Panarion” como sigue: Epifanio, Haer. N (el número de la herejía). Necesariamente mucha de la información en esta gran compilación varía en valor. El “Panarion” refleja el carácter de Epifanio y su método de escribir. Algunas veces su ardor le impide investigar cuidadosamente sobre las doctrinas a las que se opone. Así, según él mismo reconoce (Haer., LXXI), él habla del apolinarismo basado en rumores. En Constantinopla tuvo que reconocer ante sus oponentes monjes origenistas que él no estaba relacionado ni con su escuela ni con sus libros, y que sólo hablaba por lo que había oído (Sozomeno, Historia de la Iglesia, VIII.40). Sin embargo, hay en el “Panarion” mucha información que no se halla en más ningún sitio. Son raros los capítulos dedicados sólo a la refutación doctrinal de las herejías. Como apologista Epifanio generalmente parecía débil ante Focio.

El “Panarion” brinda muy valiosa información sobre la historia eclesiástica del siglo IV, ya sea porque el autor se limita a transcribir documentos preservados por él solo o escribe sus observaciones personales. Respecto a Hieracas (Haer., LXVII), él da a conocer una curiosa secta egipcia que estimaba mucho tanto el ascetismo como el trabajo intelectual. En cuanto a los melecianos de Egipto (Haer., LXVIII), él ha conservado importantes fragmentos de la historia contemporánea egipcia sobre dicho movimiento. Sobre el arrianismo (Haer., LXIX), si da una carta apócrifa de Constantino, transcribe dos cartas de Arrio. Él es el único que nos provee información respecto a la secta gótica de los audianos (Haer., LXX). Hizo uso del informe perdido de la discusión entre Focio (Haer., LXXI) y Basilio de Ancira. Transcribió una muy importante carta del obispo Marcelo de Ancira (Haer., LXXII) al Papa San Julio I y fragmentos del tratado de Acayo de Cesarea contra Marcelo. En relación con los semiarrianos (Haer., LXXIII) él provee en las actas del Concilio de Ancira (358) una carta de Basilio de Ancira y una de Jorge de Laodicea, y el texto estenográfico de un singular sermón de Melecio al momento de su instalación en Antioquía. En el capítulo que trata sobre el eunomianismo (Haer., LXXVI) se conserva una monografía de Aecio.

Para los primeros tres siglos Epifanio se vio obligado a usar sólo las fuentes literarias. Algunas de éstas se han conservado, tal como la gran obra anti-herética de San Ireneo de Antioquía “Contra Haereses”. Se han perdido otras fuentes antiguas utilizadas por él, que le dan valor excepcional a su obra. Además él usó el “Sintagma” de San Hipólito. La determinación precisa de todas sus fuentes es asunto de controversia. Su información es especialmente valiosa respecto a los samaritanos (Haer., X-XIII), los judíos) (Haer., XIII-XX), los ebionitas (Haer., XXX) y su evangelio; respecto a los gnósticos Valencio (Haer. XXXI) y Ptolomeo (Haer. XXXIII), cuya carta a Flora él cita; y respecto al criticismo bíblico de Marción. La obra termina con una larga exposición de la fe católica. Un resumen de “Penarion” es quizás obra de Epifanio. Una obra titulada “Sobre Medidas y Pesos” (De mensuribus et ponderibus) tiene un interés general mayor del que se desprende del título. Para el tiempo es una verdadera “Introducción” a la Sagrada Escritura, y contiene la historia de textos bíblicos y arqueología sagrada. El tratado “Sobre las Doce Piedras Preciosas” es una explicación de los ornamentos del pectoral del juicio del sumo sacerdote ( Éx. 28,17-19). Finalmente se debe mencionar dos cartas de Epifanio conservadas en una traducción al latín.

En materia teológica Epifanio enseña la doctrina de los teólogos católicos de su tiempo. En el vocabulario de la teología Trinitaria él se adapta al lenguaje de la Iglesia Griega. Habla de las tres hipóstasis, mientras que los latinos y los paulicianos de Antioquía hablan de una hipóstasis en tres personas. En el fondo era sólo cuestión de palabras, pero por algún tiempo causó disensiones teológicas. Epifanio claramente enseña que el Espíritu Santo procede del Padre y del Hijo. La doctrina de que el Espíritu Santo procede sólo del Padre prevaleció más tarde en la Iglesia Griega. Esta enseñanza no se remonta hasta Epifanio (Ancoratus, 8).

Respecto a la constitución de la Iglesia, él es el más explícito de los teólogos griegos respecto a la primacía de San Pedro ("Ancoratus", 9; "Haer.", LIX, 7). Son famosos dos pasajes sobre la Eucaristía porque están entre los que afirman más claramente la “disciplina del secreto”. El “Secreto” era puramente pedagógico y a menudo descuidado, y consistía en categorizar la iniciación doctrinal de los catecúmenos y no hablar delante de ellos de los misterios cristianos excepto en expresiones deliberadamente vagas. De ahí la necesidad de explicar las palabras de Epifanio sobre la Eucaristía ("Ancoratus", 57; "Haer.", XLII, 61). En estos dos pasajes, en vez de citar las palabras de la institución de la Eucaristía, el autor da éstas: "Hoc meum est, hoc." Epifanio es una de las principales autoridades del siglo IV para la devoción a la Virgen María. Él se expresa sobre el tema en conexión con dos herejías, de las cuales una disminuía y la otra exageraba esta devoción (Haer. LXXVIII, LXXIX). Una circunstancia de su vida es muy conocida en la historia de las imágenes, es decir la destrucción de una imagen en la iglesia de Betel (“Carta a Juan de Jerusalén” en P.G., XLIII, 390).

Su carácter es más claramente descrito por las controversias origenistas, las cuales demostraban su celo desinteresado y su rapidez en sospechar herejía, una buena fe de la que se aprovechaban los intrigantes, y un ardor en su convicción que le hacían olvidar las reglas del derecho canónico y cometer verdaderos abusos de poder. Veía en Orígenes la verdadera causa de las herejías de su tiempo, y especialmente el arrianismo. Estaba particularmente opuesto a su método alegórico, sus doctrinas respecto al Hijo, en el cual él veía la subordinación del Hijo al Padre, sus doctrinas concernientes a la preexistencia de las almas y la resurrección ("Ancoratus", 54, 62; "Haer.", LXIV). No se limitó a esta condenación de Orígenes. Le reprochó a los monjes y obispos de su tiempo por aceptar los errores origenistas. De ahí provino al final de su vida su conflicto con Juan de Jerusalén y con San Juan Crisóstomo. Aparte de la injusticia de la controversia, él se inmiscuyó en la jurisdicción de estos obispos. Teófilo de Alejandría, el enemigo irreconciliable de Crisóstomo, se valió de él. Las fuentes principales respecto a esta controversia son: San Jerónimo, "Contra Joannem Hierosolymitanum" en P.L., XXIII, 355; Idem, "Ad Theophilum" en Pl L., XXII, 736; Epifanio, "Ad Joannem Hierosolymitanum" en P.G., XLIII, 379; Sócrates, Historia de la Iglesia VI.10-14; Sozomeno, Historia de la Iglesia VIII.14-15. Las ediciones principales de las obras de Epifanio son la de Petavio (París, 1622); texto griego, traducción al latín, y notas reproducidas con adiciones en P.G., XLI-XLIII; y de Dindorf (Leipzig, 1859-62), 5 vols., que da sólo el texto griego, mejorado en algunas partes.


Bibliografía: BARDENHEWER, Patrología, tr. SHAHAN (San Luis, 1903); ZARUCKE, Literarischer Zentralblatt, LXI, no. 16.

Fuente: Saltet, Louis. "Epiphanius of Salamis." The Catholic Encyclopedia. Vol. 13. New York: Robert Appleton Company, 1912. <http://www.newadvent.org/cathen/13393b.htm>.

Traducido por Luz María Hernández Medina. rc