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Lunes, 30 de diciembre de 2024

Sinópticos

De Enciclopedia Católica

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Nombre dado desde la época de Griesbach (alrededor de 1790) a los tres primeros Evangelios canónicos. Se deriva del hecho de que estos Evangelios permiten---a diferencia de la narración evangélica de San Juan---ser arreglados y armonizados sección por sección, de modo que permiten al ojo percibir de una ojeada (sinopsis) los numerosos pasajes que son comunes a ellos, y también las partes que le son peculiares a sólo dos, o incluso a uno solo de ellos.

Diferencias y semejanzas

Al hojear las páginas de una armonía común de los cuatro, o de una sinopsis de los tres primeros Evangelios, que muestre en columnas paralelas las partes coincidentes de las narraciones evangélicas, el lector notará de inmediato la gran cantidad de material que es común a los Evangelios de San Mateo, San Marcos y San Lucas. Tan breves como son en realidad estos tres bocetos de la vida de Cristo, corren paralelos entre sí en no menos de 330-370 versículos o cerca de un tercio de su relato total de las palabras y obras de Cristo, mientras que, con la excepción de algunos incidentes (68 versículos), el contenido íntegro de San Marcos se encuentra prácticamente en San Mateo y en San Lucas. Esta concordancia en los hechos relatados parece tanto más sorprendente, debido a la gran cantidad de material histórico que debió haber estado a disposición de cada escritor sinóptico. Todos y cada uno de los sinoptistas están totalmente conscientes de que Jesús sanó un gran número de diversas enfermedades; sin embargo, concurren en la selección de los mismos casos de curación completa para registrarlos completos; y mientras hablan con claridad de su enseñanza incesante y amplia, pero por lo general coinciden en informar los mismos discursos.

Una no menos maravillosa similitud se observa entre los tres primeros Evangelios respecto a la concepción general y el orden de toda la narración. En los tres, la vida pública de Cristo está claramente ligada a la predicación de San Juan el Bautista, se limita principalmente a Galilea, y se establece en determinadas épocas, como el primer ministerio en Galilea, la crisis en Galilea, el ministerio en Perea y Jerusalén, y el trágico final de la Ciudad Santa seguido de una Resurrección gloriosa. En la redacción de sus varias historias, los sinoptistas adoptan el mismo método general de presentación, dando no una narración consecutiva que resultaría en una fusión del material empleado, sino una serie de pequeños relatos que se separan por fórmulas de introducción y conclusión peculiares, y que repetidamente concuerdan en los detalles y en el orden, aun cuando se manifiesta una desviación de la secuencia cronológica. Junto con todas estas semejanzas, a través de todos los Sinópticos hay un notable acuerdo en las palabras y frases, que pueden ser especialmente notados por medio de una armonía griega o de una traducción fiel del texto original. Este acuerdo verbal en los Evangelios en lengua griega es aún más sorprendente, ya que Jesús hablaba en arameo, y, como en la mayoría de los casos, es evidente que las semejanzas verbales no pueden adjudicarse a una semejanza accidental, ya que se deben al uso común de los mismos términos y expresiones peculiares, de variaciones idénticas del hebreo o de los Setenta en citas del Antiguo Testamento.

Sin embargo, la interrelación de los Sinópticos no es simplemente una de cercana semejanza, sino también una de notables diferencias. Cuando se compara minuciosamente, los tres registros aparecen distintos así como similares en incidentes, plan, y lenguaje. Cada escritor sinóptico introduce en su narración fragmentos más o menos extensos, a veces episodios completos que no son narrados por los otros dos evangelistas. San Marcos no dice nada de la infancia ni de la niñez de Cristo, mientras que San Mateo y San Lucas, que hablan de ellos, por lo regular no narran los mismos hechos. San Marcos, ni siquiera alude al Sermón de la Montaña, y sólo San Lucas narra en detalle el último viaje de Jesús desde Galilea a Jerusalén. Por otra parte, Mateo 14,22 - 16,12 y Marcos 6,45 - 8,26 presentan una serie de incidentes en Galilea, que no aparecen en ninguna parte en el tercer Evangelio. A pesar de su concisión obvia, San Marcos tiene dos milagros y dos parábolas totalmente peculiares suyas. San Mateo, que al parecer no apunta a la brevedad, no hace referencia a la Ascensión.

Además, en los pasajes que indican una relación estrecha entre los tres, o de al menos dos, en sus fuentes, aparecen continuamente pequeñas diferencias en los eventos registrados, que pueden percibirse plenamente sólo a través de un estudio diligente de los pasajes paralelos, o a través de la lectura atenta de grandes comentarios en los que se señalan claramente tales diferencias. A veces las divergencias son tan grandes que aparecen, en un primer momento, contradicciones reales. De esta descripción son las diferencias notables entre la genealogía de Jesucristo (Mateo, 1,1-17; Lc. 3,23-38), los relatos del episodio de los endemoniados de Gerasa (Mt. 8,28-34; Mc. 5,1-20; Lc, 8,26-39), de la curación milagrosa de los ciegos de Jericó (Mt. 20,29-34; Mc. 10,46-52, Lc. 18,35-43 ), de la petición de la madre de Santiago y Juan (Mt. 20,20-28; Mc. 10,35-45), de los incidentes relativos a la Resurrección, etc. La disposición general de los acontecimientos narrados también deja ver diferencias considerables. Así, mientras que San Mateo dedica tres capítulos sucesivos el Sermón de la Montaña (5 - 7) y coloca juntas en un mismo capítulo (13) las parábolas del Reino, San Lucas divide este tema doble en varias porciones que conecta con distintas circunstancias. También es bien sabido que San Mateo a menudo se reúne temas similares, mientras que San Marcos y San Lucas siguen más fielmente el orden cronológico, de donde nacen numerosas transposiciones que afectan la disposición general de la narración.

También se pueden notar numerosas variaciones en el arreglo particular de los hechos y palabras, pues los elementos de uno y el mismo episodio ocupan a menudo un lugar diferente en uno u otro de los Sinópticos, o cada evangelista suprime o añade un detalle que modifica el incidente. Por último, las diferencias verbales entre los tres primeros Evangelios son apenas menos numerosas y notables que sus semejanzas verbales. Cada sinoptista tiene sus propias palabras y expresiones favoritas, que han sido rigurosamente tabuladas por los estudiosos de la Biblia (Hawkins, "Horæ synopticae"; Allen, sobre San Mateo; Swete, sobre San Marcos; Plummer, sobre San Lucas). Las diferencias verbales aparecen en los mismos pasajes que abundan en coincidencias verbales (véase, por ejemplo, Mt. 18,2-3; Mc. 9,47-48), y la identidad de expresión nunca se extiende a través de pasajes de cualquier longitud, y excepto en los discursos de Cristo rara vez más allá de unas pocas palabras a la vez. Esto se debe a la utilización de términos sinónimos, o de diferentes tiempos, o de proposiciones diferentes, o de glosas cortas que cada sinoptista añade al mismo nombre o detalle. Encontramos, por ejemplo, en Mt. 9,6, kline; en Mc. 2,11, krabbatos; en Lc. 5,24, klinidion; en Mt. 3,16, Espíritu de Dios; en Mc. 1,10, “Espíritu”; en Lc. 3,22, “el Espíritu Santo”; etc. Y lo que es de particular importancia en este contexto es el hecho de que las diferencias verbales se producen cuando uno más naturalmente esperaría una absoluta identidad de expresiones, como por ejemplo, en las palabras de la institución de la Eucaristía, en el registro del letrero sobre la Cruz, etc.

El problema sinóptico

Estas semejanzas y diferencias, cuyo alcance y complejidad crecen en el estudiante que compara cuidadosamente los Evangelios Sinópticos y los compara con la narración de San Juan], constituye un fenómeno único en la literatura antigua y moderna. Son hechos que nadie puede adjudicar a la casualidad ni a la influencia directa de la inspiración. Por un lado, las semejanzas son demasiado numerosas y demasiado llamativas para ser consideradas como explicables sobre la hipótesis de que los tres primeros evangelistas escribieron de forma independiente uno del otro. Por otro lado, las diferencias son a veces tan importantes como dar a entender que se deben a que los evangelistas utilizaron diferentes documentos, como por ejemplo en el caso de las dos genealogías de Jesucristo. La armonía y la variedad, las semejanzas y las diferencias deben ser explicadas ambas. Forman juntos un problema literario---el problema sinóptico, como se le llama---cuya existencia era prácticamente desconocida para los antiguos escritores eclesiásticos. En efecto, San Juan Crisóstomo y San Agustín son los únicos Padres que han formulado opiniones sobre la relación mutua de los Evangelios Sinópticos, y los escritores de la Edad Media, no parecen haber tomado en cuenta esas opiniones patrísticas que, después de todo, estaban muy lejos de ofrecer una solución completa de esta cuestión difícil. Destacados investigadores posteriores, tales como Grotius, Rich Simon, Le Clerc, tenían poco más que una sospecha del problema, y es sólo en el curso del siglo XVIII que comenzó en realidad el examen científico del tema.

Desde el último trimestre de ese siglo, el debate sobre el origen de la relación mutua entre los tres primeros Evangelios se ha llevado adelante con gran ardor e ingenio especialmente en Alemania. Como era de esperarse, la suposición de que estos evangelios son muy parecidos entre sí porque sus respectivos autores hicieron uso de los escritos de los demás se intentó por primera vez, y al establecer el orden, encontró primero el favor aquel en el que los Sinópticos están en el canon Como las nuevas investigaciones trajeron a la luz nuevos hechos, nuevas formas de hipótesis trataron de responder a los hechos, con el resultado de que el dominio de la posibilidad casi parece haber sido medido. Numerosos y contradictorios como los sucesivos intentos de solución han sido, su historia demuestra que se ha logrado cierto progreso en el debate sobre el problema sinóptico. Las múltiples relaciones de la cuestión han llegado a una luz más clara, y los datos para su solución se han estado revelando a sí mismos, mientras que sólo las meras opiniones a priori o inferencias erróneas han sido descartadas.

Soluciones al problema sinóptico

Todos los intentos de asignar la causa de las semejanzas y diferencias de los primeros tres Evangelios admiten ser clasificadas bajo tres categorías generales, según se han explicado los sinópticos, apelando a (a) la tradición oral, (b), dependencia mutua, o (c) a documentos antiguos.

Dependencia oral

La hipótesis de la tradición oral implica que antes de que surgieran nuestros Evangelios no había registros escritos del ministerio de Cristo, o al menos ninguno que fuese utilizado por los sinoptistas. Afirma que estos evangelistas sacaron los relatos de dichos y hechos de Jesús que los testigos oculares de su vida pública transmitieron oralmente, y que poco a poco asumió un mayor o menor grado de fijeza con la repetición constante. Según esta teoría, las semejanzas entre los tres primeros Evangelios se pueden explicar fácilmente. Las secciones comunes a todos se explican por un ciclo de enseñanza probablemente formado en Jerusalén, realmente compuesta de los incidentes y discursos relacionados con la vida de Cristo desde su bautismo por Juan hasta la Ascensión (cf. Hch. 1,21-22), y fielmente conservados respecto al orden y el idioma por la adiestrada retentiva de la memoria oriental. De igual manera, las diferencias de los evangelios sinópticos son fáciles de explicar. Las secciones se encuentran sólo en dos, o uno, de los Evangelios, porque el vínculo que se establece entre las narrativas era a veces modificado para adaptarse a los diversos círculos de oyentes, y otras diferencias en orden o redacción se deben ya sea a variaciones previas en la tradición oral o a la iniciativa personal de los diversos evangelistas que la pusieron por escrito.

Esta teoría de un evangelio oral, transmitido por todas partes en forma muy similar, fue enunciada por Herder, y elaborada principalmente por Gieseler y A. Wright. Con diferencias de detalle, ha sido aceptado por un gran número de los exégetas católicos (Schegg, Haneberg, Friedlieb, Kaulen, Cornely, Knabenbauer, Meignan, Fillion, Fouard, Le Camus, Felten), y por muchos estudiosos protestantes (Credner, Guericke, De Wette, Ebrard, Lange, Hase, Wetzel, Thompson, Westcott, Godet, etc.). Sin duda, apunta a la vera causa de la propagación del Evangelio, y no puede ser totalmente excluida en un esfuerzo por explicar el origen de nuestros registros escritos de la vida de Cristo. Una de sus pretensiones de aceptación es que prescinde de la inconveniente suposición de que cualquiera de los evangelistas hizo uso al por mayor en su propio Evangelio de registros escritos compuesto por otros, y sin embargo no los reprodujeron con mayor fidelidad. También se apela a favor de esta teoría, a su simplicidad, y su aptitud para explicar las semejanzas y las diferencias que presentan los Evangelios Sinópticos.

Sin embargo, la hipótesis de la tradición oral por sí misma no puede considerarse como una solución adecuada al problema sinóptico. En primer lugar, no explica satisfactoriamente la selección del material incluido en nuestros primeros tres Evangelios. La tradición oral había conservado, sin duda, mucho más que el registro sinóptico, y los evangelistas estaban plenamente conscientes de ello (Mt. 11,21; 23,37; Lc. 10,13; Jn. 21,25, etc); ¿de donde entonces viene que el marco de la narración sinóptica es prácticamente el mismo en todos los tres primeros Evangelios, que consiste en gran parte de los mismos hechos y los mismos discursos, y no relata el ministerio de Jesús en Jerusalén, es decir, de su ministerio en el mismo lugar donde se supone generalmente que se formó la tradición oral?

En segundo lugar, la hipótesis de la tradición oral no explica la identidad general del orden perceptible en los sinópticos. El orden de San Marcos es, como parece, el orden fundamental, y difícilmente puede decirse que fue conocido simplemente como una tradición oral de San Mateo y San Lucas, de otro modo la secuencia de sus secciones, cuando estos dos evangelistas hicieron las adiciones, no habría quedado tan poco alterado como quedó. Una y otra vez, el hilo del orden común que se reanuda en el punto en que había quedado. En el supuesto de una fuente escrita a la que recurrieron San Mateo y San Lucas ha, esto es bastante natural. Pero si dependieron de la memoria, el efecto natural del funcionamiento de las leyes de asociación, sería que cuando se recordara un nuevo incidente o alguna parte de la enseñanza de Cristo, el viejo orden se vería perturbado más o menos ampliamente de lo que nos damos cuenta.

En tercer lugar, la hipótesis de la tradición oral no explica satisfactoriamente la relación verbal entre los Evangelios griegos. Esta tradición oral fue primitivamente en arameo, y las coincidencias en el griego respecto a palabras raras, la disposición irregular de la oración, etc, no pueden ser explicadas por la suposición de que nuestros Evangelios son traducciones independientes de una y la misma tradición oral en arameo. Es cierto que, para dar explicar estas coincidencias en el griego, la formación temprana de una tradición oral griega, que más o menos sería el equivalente del arameo, y que habría sido directamente utilizada por nuestros evangelistas, ha sido postulada por muchos defensores de la teoría bajo examen. Pero sigue siendo muy dudoso que tal tradición oral griega pueda realmente explicar las coincidencias en cuestión; y es muy cierto que no explicaría satisfactoriamente las variaciones en el texto griego de tan importantes pasajes como las palabras de la institución de la Eucaristía, de la Oración del Señor, de las bienaventuranzas, del título sobre la cruz, etc. Por último, hay pruebas históricas de la existencia de documentos escritos en el tiempo que se escribieron nuestros Sinópticos (cf. Mt. 24,15-16; Mc. 13,14; Lc. 1,1), y la suposición más natural es que nuestros evangelistas se valieron de ellos. De hecho, muchos fenómenos revelados por el estudio atento de los primeros tres Evangelios hace la suposición tan probable, por no decir necesaria, que varios defensores de la hipótesis de la tradición oral (Eckermann, Fillion, LeCamus, etc), han sido llevados a admitir que los sinoptistas hicieron un uso limitado de las ayudas escritas.

Dependencia mutua

La hipótesis de la dependencia mutua supone que los autores de los Evangelios Sinópticos utilizaron los escritos de los demás, valiéndose cada escritor sucesivo de las contribuciones anteriores, de modo que el segundo evangelista (en el orden de tiempo) tomó prestado del primero y el tercera del primero y del segundo. Según ella, los pasajes que se parecen reproducen los de los escritos anteriores; los que son divergentes vienen de la memoria personal del autor o de una fuente oral. Se dice que esta es la forma más natural, ya que es la más antigua, de explicar las semejanzas y diferencias de los tres primeros Evangelios. Es el más natural, ya que si otros tres escritores exhibieran un parecido tan cercano en sus obras como los Sinópticos, fácilmente se le ocurriría a la mente del lector del lector que no son independientes unos de otros. Es también la más antigua porque se remonta a San Agustín que la formuló de modo general en su “De consensu evangelistarum" (I, II, 4), y que al describir el orden de sucesión de los sinópticos, siguió naturalmente el contenido en el canon: Mateo, Marcos, Lucas. Este orden de sucesión ha sido aceptado por muchos estudiosos: católicos (Hug, Danko, Reithmayr, Patrizi, De Valroger, Wallon, Schanz, Coleridge, Bacuez) y protestantes (Mill, Wetstein, Bengel, Credner, Hilgenfeld, etc.).

Pero cada posible orden de arreglo ha encontrado defensores, de conformidad con sus respectivos puntos de vista sobre la prioridad y orden de secuencia de los Sinópticos. El orden: Mateo, Lucas, Marcos fue promovido por Griesbach y ha sido adoptado por De Wette, Bleek, Maier, Langen, Grimm, Pasquier. El arreglo Marcos, Mateo, Lucas, con varias modificaciones sobre su interdependencia es aceptado por Ritschl, Reuss, Meyer, Wilke, Simons, Holtzmann, Weiss, Batiffol, Weizsäcker, etc. A menudo se le designa bajo el nombre de la “hipótesis de Marcos”, aunque a los ojos de la mayoría de sus defensores, ya no es más una hipótesis, denotando con ello que es un hecho establecido. Además de estas secuencias principales, se han propuesto otras (Marcos, Lucas, Mateo; Lucas, Mateo, Marcos; Lucas, Marcos, Mateo), y también se han sugerido otras combinaciones más recientes (como las propugnadas por Calmet, Zahn, Belser y Bonaccorsi). En cuanto a la teoría de Baur y su escuela sobre la composición de los Evangelios, baste decir que en realidad no debería estar conectada con la hipótesis de dependencia mutua, ya que su alegato sobre el origen de los Evangelios canónicos no tiene nada que ver con el proceso literario de la composición propuesto por esa hipótesis para explicar la relación de los Sinópticos.

Por sí sola, la teoría de la dependencia mutua, no puede considerarse como una solución completa al problema de los sinópticos. Cualquiera que sea el orden que se adopte, siempre hay relatos donde uno de los evangelistas, a veces San Marcos mismo, es más completo que el que da como su fuente, y por lo tanto es independiente de él, de modo que en todos esos casos hay que apelar a la tradición oral o a los escritos no canónicos. Una vez más, en cualquier forma de la teoría, siguen sin explicación las diferencias en la forma de la narración, sobre todo cuando un escritor parece irreconciliable con el otro, y las diferencias en arreglo, donde la secuencia temporal está muy cerca. Obviamente, hay poca necesidad de criticar todas las formas de esta hipótesis poniendo de relieve los casos especiales de las objeciones generales que se acaban de mencionar. Sin embargo, estas formas de ella que han encontrado los más capaces y numerosos defensores, pueden ser consideradas brevemente. Contra la forma que afirma que San Marcos uso el escrito de San Mateo, y que San Lucas usó los de ambos, se puede alegar muy particularmente que:

  • 1. que San Marcos tiene en el griego un sello de originalidad demasiado manifiesto que debería ser considerado simplemente como el trabajo de un abreviador de San Mateo;
  • 2. que, aunque suponemos como un hecho el que San Lucas usara los escritos de San Mateo y San Marcos, es insuficiente para explicar por sí solo la presencia en nuestro Tercer Evangelio de una genealogía de Jesucristo independiente, la inserción por San Lucas de una narrativa completamente nueva del nacimiento e infancia de Jesús, su dispersión de muchos de los dichos de Cristo, agrupados por San Mateo en el Sermón de la Montaña, su relato detallado del viaje de Perea, que está ausente tanto en San Mateo como en San Marcos, etc.

Igualmente, está abierto a objeciones de peso el arreglo defendido por Griesbach, a saber, que San Lucas usó el escrito de San Mateo y que San Marcos utilizó los de ambos. Evidentemente, la suposición de que San Marcos siguió y resumió los otros dos Sinópticos hace más difícil explicar la frescura y la fuerza de su narrativa; y, en efecto, resulta evidente que si se acepta del todo una dependencia directa, es una y otra vez no de parte del estilo escabroso y relatos más cortos del ministerio en Galilea de San Marcos, sino de parte de la forma más suave y más amplio marco de San Mateo y San Lucas. Una vez más, la dependencia de San Lucas en San Mateo solo deja sin explicar las adiciones, transposiciones, etc., ya mencionadas. Por último, las siguientes son las principales dificultades esgrimidas contra la “hipótesis de Marcos". Su suposición de que San Marcos es anterior a los otros dos evangelistas va contra los datos tradicionales que dicen que el Evangelio de San Mateo (en arameo) fue escrito primero, y que la narración de San Marcos se originó independientemente de cualquier evangelio escrito. Una vez más, la supuesta prioridad de San Marcos a San Mateo y San Lucas hace que sea difícil imaginar sobre qué principio los dos últimos evangelistas se dividieron entre sí prácticamente todo el contenido del escrito de San Marcos. También se instó a que en la hipótesis de la "marca" ni la simple dependencia de San Mateo, en San Marcos, ni tampoco la de San Lucas, San Mateo, tanto en San Marcos y pueden explicar todos los fenómenos (las adiciones, las inversiones , los cambios verbales, etc.), que son revelados por un estudio atento de los sinópticos. También se alega que en la “hipótesis de Marcos” ni la simple dependencia de San Mateo sobre San Marcos solo, ni la de San Lucas sobre San Mateo y San Marcos puede explicar el fenómeno (adiciones, inversiones, cambios verbales, etc.), que se revelan con un estudio atento de los Sinópticos.

Primeros Documentos

La hipótesis documental es la teoría prevaleciente entre los no católicos. Su principio general de solución del problema sinóptico es que en la composición de sus escritos los tres primeros evangelistas hicieron uso de material escrito ya existente. La aplicación de este principio general ha dado lugar a un gran número de suposiciones, la principal de las cuales puede ser considerada brevemente. Desde Eichhorn (finales del siglo XVIII), y especialmente desde Resch (fines del siglo XIX), se han hecho intentos para conseguir detrás de nuestros Evangelios en griego a uno o más documentos semitas utilizados en ellos, y así explicar la relación de los Sinópticos. Según Resch y Abbott, esta fuente escrita, cuyo contenido y fraseología todavía pueden ser detectados, era hebrea; aramea, según Marshall, Hoffmann, etc. En general, la variación en los términos y cláusulas en nuestros Evangelios se explica por las diferentes traducciones dadas a las palabras en arameo o en hebreo. Es indudable que los últimos defensores de la hipótesis de un origen semita han desplegado gran aprendizaje e ingenio en señalar las expresiones semitas que podrían subyacer en las diversas variantes notables en los pasajes paralelos de los Sinópticos. Es indudable, también, que el contexto general de los Evangelios es semita en el pensamiento y las formas de expresión, e incluso que los documentos semitas (por ejemplo, las genealogías de Cristo) han sido utilizados por sus autores.

Sin embargo, la teoría de la fuente semita por sí misma no parece una solución satisfactoria para el problema sinóptico. No es cierto que todo el trasfondo semita de los Sinópticos hubiese asumido una forma escrita antes de que fuera utilizado por los evangelistas, pues innumerables casos de formas de pensamiento y expresión semitas pueden explicarse mediante el uso directo de la tradición oral, a cuya fuente, de hecho, San Papías refiere el origen del Evangelio según San Marcos. Una vez más, las diferencias entre los pasajes paralelos de los tres primeros Evangelios son muy a menudo tales como para que apunten directamente a la utilización por los sinoptistas de las mismas fuentes griegas, de modo que en gran parte de sus obras, es mucho más natural explicar tales diferencias por el gusto literario individual, el propósito general, etc., de los evangelistas, que por una apelación al uso colateral de un original semita, o a una multiplicidad de versiones de la misma, cuya misma existencia es dudosa, y cuyo conocimiento por los sinoptistas es aún más cuestionable.

Una forma más plausible de la hipótesis documental se remonta en substancia a Schleiermacher (1817). La misma afirma que, en un período temprano, muchos fragmentos evangélicos, griegos así como arameos, fueron esparcidos por las Iglesias---tradiciones flotantes de las que se habían hecho relatos escritos. Los tres sinoptistas trabajaban con ellas en sus Evangelios, junto con materiales que cada uno había recopilado, y de esta manera pueden explicarse las coincidencias y las diferencias de los Sinópticos. Esta teoría de una pluralidad de documentos primitivos---que en algunas de sus modificaciones se combina con la de una dependencia de los Evangelios canónicos tardíos sobre los tempranos--- es aceptada por muchos eruditos (Renan, Wrede, Schmiedel, Loisy, etc.). Esta forma de la hipótesis documental no necesariamente va contra el carácter inspirado de los Evangelios Sinópticos. También se puede aceptar fácilmente el uso real de ciertos documentos primitivos, sobre todo por San Mateo y San Lucas. Pero la tradición atribuye al Evangelio de San Marcos un origen muy diferente del que da por supuesto esta teoría, y un estudio cuidadoso del contenido y el estilo de ese Evangelio ha convencido recientemente a varios destacados académicos que la obra no es una compilación a partir de fuentes escritas. Una vez más, no se ha demostrado que debido a que San Mateo y San Lucas emplearon documentos escritos, se limitaran exclusivamente a la utilización de esas fuentes, pues en su época la tradición estaba sin duda mucho más viva. En ese momento la diferencia entre la tradición oral y un documento no era grande en muchos casos, donde fácilmente se había vuelto estereotipada por la repetición frecuente. Y no es una posición segura negar que San Lucas se valiera de dicha tradición, en particular, es decir, por un escritor que naturalmente utilizaría toda fuente de información a su alcance. Por último, un constante recurso a nuevos documentos, cuyo contenido, alcance y existencia misma muchas veces no pueden ser determinados, le da a esta teoría un aire de artificialidad que la recomienda poco como una descripción exacta de la manera real en la que fueron compuestos los Evangelios Sinópticos.

La última forma general de la hipótesis documental que queda por examinar es la "teoría de dos documentos", según la cual la principal fuente de los Sinópticos consta de dos grandes obras. Una obra como nuestro evangelio de San Marcos, si no idéntico, es la fuente de las narraciones comunes a los tres primeros Evangelios, y la otra, que contiene las palabras de Jesús, es la fuente de la materia didáctica común a San Mateo y San Lucas. Modificada de diversas maneras, esta solución al problema de los Sinópticos ha tenido y tiene todavía, numerosos defensores sobre todo entre los estudiosos protestantes. A los ojos de todos los críticos, la teoría de sólo dos fuentes escritas principales es especialmente recomendable por su sencillez y verosimilitud.

El contenido de los sinópticos comprende dos clases de secciones paralelas: una consiste en relatos de las acciones y eventos hallados en los tres Evangelios; la otra, que consiste de la enseñanza de Cristo, sólo aparece en San Mateo y San Lucas. Ahora bien, en cuanto a la selección del material, la disposición y el lenguaje de las secciones paralelas en los tres, San Mateo constantemente concuerda con San Marcos en contra de San Lucas, y San Lucas con San Marcos en contra de San Mateo, pero San Mateo y San Lucas casi nunca concurren contra San Marcos; la suposición más simple suposición es que San Mateo y San Lucas hicieron un uso independiente del escrito de San Marcos según lo tenemos, o de un Evangelio como él (Ur-Marcus). La frescura y el poder de la narrativa de San Marcos, también ayudan a probar su prioridad a la de los otros dos evangelistas. Hasta aquí todo el material común a los tres primeros evangelios.

La mayor parte del material adicional hallado en San Mateo y San Lucas consiste principalmente de las palabras y discursos de Jesús, y aunque se da en forma muy diferente en cuanto a la conexión histórica y la agrupación, sin embargo, está impregnada de tal similitud de pensamiento y la expresión como para sugerir fuertemente la hipótesis de una fuente principal única como su explicación natural. También se pretende que la "teoría de dos documentos" explica el fenómeno peculiar de los "dobles" en San Mateo y San Lucas. Por último, se dice que es apoyada por la tradición interpretada correctamente. Papías, hablando de libros sobre Cristo, escrito por San Mateo y San Marcos, dice: "Marcos, siendo el intérprete de Pedro, escribió cuidadosamente, aunque no en orden y de acuerdo a su memoria, las cosas dichas y hechas por Cristo". "Mateo escribió la Logia en el idioma hebreo, y cada uno los tradujo como pudo". Estas declaraciones parecen apuntar a dos libros como las fuentes de la tradición evangélica escrita. Uno puede ser claramente nombrado; es prácticamente nuestro segundo Evangelio. El otro, de acuerdo con Harnack, Wellhausen, Stanton, todavía puede ser reconstruido; es un registro de Logia contenido principalmente en nuestro primer Evangelio (UrMattheus) y también utilizado por San Lucas.

La "teoría de dos documentos" es defendido por muchos críticos destacados (H. Holtzmann, B. Weiss, Wendt, Wernle, Soltau, Julicher, Hawkins, etc.) Sin embargo, no es una solución adecuada al problema de los Sinópticos. Deja a sus defensores irremediablemente divididos sobre puntos de gran importancia, tales como el carácter compilatorio del Evangelio de San Marcos, el alcance y la naturaleza exacta del documento Logia (Q) utilizado por nuestros primer y tercer evangelistas; la forma de su uso por San Mateo y San Lucas, respectivamente; la pregunta de si fue utilizado también por San Marcos; el número de las fuentes empleadas por San Mateo y San Lucas, además de San Marcos y Q; etc. A veces surgió una mayor dificultad contra esta teoría, respecto a la prioridad de San Marcos, que sus defensores tratan como un punto del todo resuelto. La tradición dice que el Evangelio de San Mateo existía en una forma semita antes de que fuese traducido al griego, es decir, antes de que asumiera la única forma ahora disponible para una comparación con la narrativa de San Marcos. Por lo tanto, se pretende que la dependencia del San Mateo en griego sobre nuestro segundo Evangelio es una que surge del hecho de que su traducción al griego se hizo con la ayuda de nuestro segundo Evangelio, y que se dejó intacta la prioridad de la antigua forma semita del Evangelio de San Mateo a la composición del escrito de San Marcos. Entre otras dificultades contra la “teoría de dos documentos” se pueden mencionar:

  • 1. Su tendencia inherente a apelar a fuentes escritas subsidiarias, cuyo alcance y naturaleza no pueden ser determinados;
  • 2. el hacer caso omiso de la influencia de la tradición oral en la composición de los Sinópticos;
  • 3. su común pero muy improbable negación de la dependencia de San Lucas sobre San Mateo y San Marcos.

Del anterior estudio rápido de los intentos de resolver el problema sinóptico, es evidente que ninguno de ellos ha sido todo un éxito. El problema es muy complejo; la información histórica sobre el origen de nuestros tres primeros Evangelios es incompleta, y cada teoría cada es unilateral. La hipótesis satisfactoria, aún no formulado, debe ser una hipótesis combinada que recopile y unifique, en debidas proporciones, todas las verdades presentadas por las diversas opiniones, y también una teoría más completa, teniendo plenamente en cuenta tanto los datos de la tradición patrística y los que se revelan mediante el análisis literario. Tal teoría, cuando se formule, sin duda proveerá la mayor reivindicación del valor histórico de nuestros registros Sinópticos.

La cuestión sinóptica y la Comisión Bíblica

El único decreto promulgado hasta el momento por la Comisión Bíblica, que tiene una incidencia en la cuestión sinóptica, se publicó el 19 de junio de 1911. Su objeto directo es afirmar la autoría tradicional, la fecha de composición y el carácter histórico del Evangelio según San Mateo. En consecuencia, declara que el autor de nuestro primer Evangelio no es otro que el apóstol San Mateo, que escribió antes que los otros evangelistas y considerablemente antes de la destrucción de Jerusalén, en el lenguaje de los judíos palestinos, para quienes compuso su obra. Afirma autoritativamente que la obra original de San Mateo no era una mera colección de los dichos y hechos de Cristo, sino un Evangelio sustancialmente idéntico a nuestro Evangelio griego según San Mateo. Por último, proclama el carácter histórico de nuestro primer Evangelio y la autenticidad de algunas de sus partes (los dos primeros capítulos, los pasajes dogmáticos respecto a la primacía de San Pedro, la forma del bautismo, etc), que ha sido cuestionada por los críticos modernos.

Por lo tanto, es evidente que por este decreto la Comisión Bíblica no tenía intención de bregar con el problema sinóptico, para establecer una explicación de las semejanzas y las diferencias reveladas por una comparación de nuestros tres primeros Evangelios. Sin embargo, el decreto romano tiene un alcance especial sobre las teorías de la dependencia mutua y documentos anteriores propuestas como soluciones a la cuestión sinóptica. Al decidir la prioridad del Evangelio de San Mateo en su idioma original y substancia, a las otras narraciones evangélicas, la Comisión Bíblica ha rechazado solemnemente cualquier forma de aquellas teorías que afirman que la obra original de San Mateo no era un Evangelio completo o el primer Evangelio en orden de tiempo. De hecho, los estudiosos católicos que admiten cualquiera de estas teorías consideran a nuestro Evangelio según San Mateo en griego como una obra que se remonta en su forma aramea primitiva al Apóstol de ese nombre, y limitan su dependencia sobre San Marcos a su traducción griega existente.

Nota:

[Lo siguiente apareció en un suplemento posterior de la Enciclopedia Católica:]

En respuesta a las preguntas sobre las relaciones mutuas entre los primeros tres Evangelios, la Comisión Bíblica decidió (26 de junio de 1913) que no es inconsistente con sus decisiones ya emitidas explicar las similitudes o diferencias entre estos Evangelios, disputar libremente las varias opiniones conflictivas de los autores, y apelar a hipótesis de la tradición oral o escrita, o a la dependencia de un Evangelio sobre el otro o sobre los dos que le precedieron. La hipótesis conocida como de las “dos fuentes” ya no es sostenible; es decir, el intento de explicar la composición del Evangelio Griego de Mateo y el Evangelio de Lucas principalmente por su dependencia sobre el Evangelio de Marcos y sobre los llamados “Dichos del Señor”.

Bibliografía

(Los nombres de autores católicos aparecen marcados con un asterisco.)

Sinopsis: — RUSHBROOKE, Synopticon (Londres, 1880); WRIGHT, A Synopsis of the Gospels in Greek (Londres, 1903); HUCK, Synopse (Tübingen, 1910); CAMERLYNCK* AND COPPIETERS*, Evangeliorum sec. Matt., Marc., et Luc. synopsis (Bruges, 1910).

Introducciones al Nuevo Testamento: — CORNELY* (París, 1897); WEISS (Berlin, 1897); GODET (Neuchatel, 1904); BELSER* (Friburgo, 1905); GUTJAHR* (Gratz, 1905); JACQUIER* (París, 1905); JÜLICHER (Tübingen, 1906); ZAHN (tr. Edinburgh, 1909); BRASSAC* (París, 1910); MOFFATT (Nueva York, 1911).

Obras sobre el Problema Sinóptico: — CALMES*, Comment se sont formés les évangiles (París, 1899); WERNLE, Die synoptische Frage (Friburgo, 1900); BONACCORSI*, I tre primi vangeli e la critica letteraria ossia la questione sinottica (Monsa, 1904); WELLHAUSEN, Einleitung in die drei ersten Evanqelien (Berlin, 1905); WEISS, Die Quellen der synoptischen Uberlieferung (Leipzig, 1908); NICOLARDOT, Les procédés de rédaction des trois premiers évangélistes (Paris, 1908); HAWKINS, Horæ synopticæ (Oxford, 1909); BONKAMP*, Zur Evangelien Frage (Münster, 1909); HARNACK, The Sayings of Jesus (Nueva York, 1908); IDEM, The Date of the Acts and Synoptic Gospels (New York, 1911); STANTON, The Gospels as Historical Documents, II (Cambridge, 1909); CAMERLYNCK* Y COPPIETERS*, Synopsis (Brujas, 1910); BURKITT, The Earliest Sources for the Life of Jesus (New York, 1910); SANDAY, Oxford Studies in the Synoptic Problem (Oxford, 1911); PASQUIER*, La solution du problème synoptique (Tours, 1911). Para la acción de la Comisión Bíblica vea Acta Apostolica Sedis (Roma, 1911); V (1913); Roma, XIV (1913).

Fuente: Gigot, Francis. "Synoptics." The Catholic Encyclopedia. Vol. 14. New York: Robert Appleton Company, 1912. <http://www.newadvent.org/cathen/14389b.htm>.

Traducido por Luz María Hernández Medina.