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Miércoles, 27 de noviembre de 2024

Abraham

De Enciclopedia Católica

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La forma original del nombre, Abram , es aparentemente el término asirio Abu-ramu. Es dudoso si el significado usualmente atribuido a esa palabra, "padre excelso", es correcto. El significado que se da al nombre Abraham en Génesis 17,5 es un juego popular de palabras, y se desconoce su significado real. El asiriólogo Hommel sugiere que en el dialecto minoico, se escribe la letra hebrea ("h") para alargar la letra a. Quizás aquí podemos tener la derivación real de la palabra, y Abraham puede ser solamente una forma dialéctica de Abram.
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La historia de Abraham aparece en el Libro del Génesis, 11,26 a 25,18. Primero daremos un breve resumen de la vida del patriarca, como se relata en esa parte del Génesis, luego discutiremos en secuencia el tema de Abraham desde los puntos de vista del Antiguo Testamento, Nuevo Testamento, historia profana y leyenda.

Breve resumen de la vida de Abraham

Doré
Téraj tuvo tres hijos: Abram, Najor y Harán. Abram se casó con Saray. Téraj tomó a Abram y su esposa Saray, y a Lot, el hijo de Harán, quien había muerto, y dejando Ur de los caldeos, vino a Jarán y vivió allí hasta su muerte. Entonces, respondiendo al llamado de Dios, Abram, con su esposa Saray, y Lot, y el resto de sus posesiones, fueron a la tierra de Canaán, entre otros lugares a Siquem y Betel, donde construyó altares al Señor. Una hambruna estalló en Canaán y Abram viajó hacia el sur a Egipto, y cuando había entrado al país, temiendo ser asesinado a causa de su esposa, le rogó a ésta que dijera que era su hermana. La noticia de la belleza de Saray llegó hasta el Faraón, y él la condujo a su harén, y honró a Abram en consideración a ella. Después, sin embargo, encontrando que ella era la esposa de Abram, la despachó ilesa, y reprendiendo a Abram por lo que había hecho, lo expulsó de Egipto.

De Egipto, Abram vino con Lot hacia Betel, y allí, encontrando que sus rebaños y ganados habían crecido mucho, propuso que se separaran y fueran por sus propios caminos. Así, Lot escogió el país alrededor del Jordán, mientras que Abram vivió en Canaán, y vino y habitó en el valle de Mambré en Hebrón. Ahora, a causa de una sublevación de los reyes de Sodoma y Gomorra y otros reyes contra Kedorlaomer, rey de Elam, después de haberle servido durante doce años, éste en el año décimo cuarto hizo una guerra contra ellos con sus aliados, Tidal, rey de naciones, Amrafel, rey de Senaar, y a Aryok, rey de Ponto. El rey de Elam salió victorioso, y había ya llegado a Dan con Lot como prisionero, y cargado con el botín, cuando fue alcanzado por Abram. Con 318 hombres, el patriarca lo sorprende, lo ataca y lo derrota, rescata a Lot y el botín y regresa triunfante. En su camino a casa, se encuentra con Melquisedec, rey de Salem quien presenta pan y vino, y lo bendice, y Abram le da el diezmo de todo lo que tiene; pero no reserva nada para sí mismo. Dios promete a Abram que su descendencia será como las estrellas del cielo y que él poseerá la tierra de Canaán. Pero Abram no ve cómo será eso, porque ya se ha vuelto viejo. Entonces la promesa es garantizada por un sacrificio entre Dios y Abram, y por una visión y una intervención sobrenatural durante la noche.

Saray, quien había envejecido y había abandonado la idea de tener hijos, persuadió a Abram a tomar a su sierva Agar. El así lo hace, y Agar, estando encinta, desprecia a la estéril Saray. Saray la maltrata por esto, así que ella huye al desierto, pero es persuadida a regresar por un ángel que la conforta con promesas de grandeza del hijo que va a dar a luz. Ella regresa y da a luz a Ismael. Trece años más tarde, Dios se aparece a Abram y le promete un hijo de Saray, y que su posteridad será una gran nación. Como signo, le cambia el nombre de Abram por Abraham, el de Saray por Sara, y ordena el rito de circuncisión. Un día después, estando sentado Abraham en su tienda, en el valle de Mambré, Yahveh se le aparece con dos ángeles en forma humana. Él les muestra su hospitalidad. Entonces se le renueva a Abraham la promesa de un hijo llamado Isaac. La anciana Sara escucha con incredulidad y se ríe. Entonces se le informa a Abraham sobre la inminente destrucción de Sodoma y Gomorra debido a sus pecados, pero obtiene de Yahveh la promesa de que no las destruirá si encuentra diez justos allí. Luego sigue una descripción de la destrucción de las dos ciudades y el escape de Lot.

A la mañana siguiente, Abraham, mirando desde su tienda hacia Sodoma, ve subiendo al cielo el humo de la destrucción. Después de esto, Abraham se desplaza hacia el sur a Guerar, y temiendo nuevamente por su vida dice de su esposa, "ella es mi hermana". El rey de Guerar, Abimelec, envía por ella y la toma, pero conociendo en un sueño que ella es la esposa de Abraham, la regresa sin tocarla, y lo reprende y le da regalos. En su ancianidad Sara da a Abraham un hijo, Isaac, y es circuncidado en el octavo día. Mientras él es todavía joven, Sara está celosa, viendo a Ismael jugando con el pequeño Isaac, así que procura que Agar y su hijo sean arrojados fuera. Entonces, Agar habría dejado a Ismael perecer en el desierto, si un ángel no la hubiese animado hablándole del futuro de su hijo. Abraham está próximo a sostener una disputa con Abimelec acerca de un pozo en Berseba, la cual termina en un convenio entre ellos.

Fue después de esto que tiene lugar la gran prueba de fe de Abraham. Dios le manda sacrificar a su único hijo Isaac. Cuando Abraham tiene su brazo levantado y está en el acto de golpear, un ángel del cielo detiene su mano y le hace la más maravillosa promesa de la grandeza de su posteridad como consecuencia de su completa fe en Dios. Sara muere a la edad de 127 años, y Abraham, habiendo comprado a Efrón el hitita la cueva en Macpelá cerca de Mambré, la sepulta allí. Su propia carrera no está aún enteramente terminada, pues primero que todo toma una esposa para su hijo Isaac, Rebeca, de la ciudad de Najor en Mesopotamia. Luego él se casa con Queturá, vieja como él, y de ella tiene seis hijos. Finalmente, dejando todas sus posesiones a Isaac, muere a la edad de 170 años, y es sepultado por Isaac e Ismael en la cueva de Macpelá.

Punto de vista del Antiguo Testamento

Abraham puede ser considerado el punto de arranque o fuente de la religión del Antiguo Testamento. De modo que desde los días de Abraham, los hombres se acostumbraron a hablar de Dios como el Dios de Abraham, mientras que no encontramos a Abraham refiriéndose en la misma forma a cualquiera anterior a él. Así tenemos al criado de Abraham hablando de "el Dios de mi padre Abraham" (Génesis 24,12). Yahveh, en una aparición a Isaac, habla de sí mismo como el Dios de Abraham (Gen. 26,24), y para Jacob El es "el Dios de mi padre Abraham" (Gen. 31,42). Así, también, mostrando que la religión de Israel no comienza con Moisés, Dios dice a Moisés: "Yo soy el Dios de tus padres, el Dios de Abraham" etc. (Ex. 3,6). La misma expresión se usa en los Salmos [47(46),10] y es común en el Antiguo Testamento. Abraham es así escogido como el comienzo o fuente de la religión de los hijos de Israel y el origen de su cercana relación con Yahveh, a causa de su fe, confianza y obediencia a y en Yahveh, y por las promesas de Yahveh a él y a su descendencia. Así, en Génesis, 15,6, se dice: "Abram creyó en Dios, el cual se lo reputó por justicia". Esta fe en Dios fue demostrada por él cuando dejó Jarán y viajó con su familia al país desconocido de Canaán. Fue probada fundamentalmente cuando estuvo dispuesto a sacrificar a su único hijo Isaac, en obediencia a un mandato de Dios. Fue en esa ocasión cuando Dios dijo: "Porque tú no has perdonado a tú único hijo engendrado por amor a mí, Yo te bendeciré" etc. (Gen. 22,16-17). Es a ésta y otras promesas hechas tan a menudo por Dios a Israel, que los escritores del Antiguo Testamento se refieren una y otra vez en confirmación de sus privilegios como el pueblo escogido. Estas promesas, que se registra haber sido hechas no menos de ocho veces, son que Dios dará la tierra de Canaán a Abraham y su descendencia (Gen., 12,7); que su descendencia crecerá y se multiplicará como las estrellas del cielo; que él mismo será bendito y que en él "serán benditas todas las naciones de la tierra" (12,3). En consecuencia, la opinión tradicional de la vida de Abraham, como se registra en el Génesis, es que es historia en el estricto sentido de la palabra. Así el Padre von Hummelauer, S.J., en su comentario sobre el Génesis en el "Cursus Scripture Sacrae" (30), en respuesta a la pregunta sobre de qué autor procedió primero la sección sobre Abraham, replica, de Abraham como la primera fuente. En efecto, él igualmente dice que está todo en un mismo estilo, como una prueba de su origen, y que el pasaje, 25,5-11, concerniente a los bienes, muerte, y sepultura de Abraham viene de Isaac. Debe, sin embargo, añadirse que es dudoso si el Padre Hummelauer se adhiere todavía a estas opiniones, escritas antes de 1895, puesto que él ha modificado mucho su posición en el volumen sobre el Deuteronomio.

Una opinión bastante diferente sobre la sección del Génesis que trata de Abraham, y en efecto de todo el Génesis, es asumida por eruditos críticos modernos. Ellos, casi unánimemente, sostienen que la narración de la vida del patriarca está compuesta prácticamente en su totalidad de tres escrituras o escritores llamados el yahvista, el eloísta, y el escritor sacerdotal, y denotados por las letras J, E y P. J y E consistían de colecciones de historias relativas al patriarca, algunas de origen más antiguo, otras más recientes. Quizá las historias de J muestran una mayor antigüedad que las de E. No obstante, los dos autores son muy semejantes y no siempre es fácil distinguir uno del otro en el relato combinado de J y E. A partir de lo que podemos observar, ni el yahvista ni el eloísta fue un autor personal. Ambos son más bien escuelas, y representan las colecciones de muchos años. Ambas colecciones fueron cerradas antes del tiempo de los profetas; J en algún momento en el siglo IX a.C., y E en los comienzos del siglo VIII, el primero probablemente en el Reino del Sur, el último en el Norte. Luego, hacia el final del reino, tal vez debido a la inconveniencia de tener dos relatos rivales de las historias de los patriarcas, etc., un redactor R.JE (?) combinó las dos colecciones en una, conservando en lo posible las palabras de sus fuentes, haciendo tan pocos cambios como fuese posible para ajustarlas una a la otra, y tal vez siguiendo principalmente a J en el relato de Abraham. Entonces, en el siglo V, un escritor que evidentemente pertenecía a la casta sacerdotal, puso por escrito nuevamente un relato de la historia primitiva y patriarcal, desde el punto de vista sacerdotal. Le asignó gran importancia a la claridad y la exactitud; sus relatos de cosas son a menudo moldeados en la forma de fórmulas (cf. Gén. 1); es muy peculiar acerca de las genealogías, como también de las notas cronológicas. La vivacidad y el color de las narraciones patriarcales más antiguas, J y E, son deficientes en la última, que en su mayor parte es tan formal como un documento legal, aunque a veces no carece de dignidad y aún de majestad como es el caso del primer capítulo del Génesis. En fin, la moral que puede sacarse de los diferentes eventos narrados, es más claramente expresada en este tercer escrito y, según los críticos, el punto de vista moral es aquel del siglo V a.C. Finalmente, después del tiempo de Esdras, esta última historia, P, fue unificada con la ya combinada narración J.E. por un segundo redactor R.JEP, siendo el resultado la actual historia de Abraham, y en realidad el libro actual del Génesis; aunque con toda probabilidad se hicieron inserciones en una fecha aún posterior.

Punto de vista del Nuevo Testamento

San Mateo remonta la genealogía de Jesucristo hasta Abraham, y aunque en la Genealogía de Cristo, según San Lucas, se señala que desciende según la carne no sólo de Abraham sino también de Adán, no obstante, San Lucas muestra su apreciación de los frutos del linaje de Abraham, atribuyéndole todas las bendiciones de Dios sobre [[israelitas|Israel a las promesas hechas a Abraham. Esto hace en el Magnificat, 1,55, y en el Benedictus, 1,73. Más aún, en la medida que el Nuevo Testamento sigue la huella de Jesucristo desde Abraham, así lo hace de todos los judíos; no obstante, cuando hace esto, lo acompaña de una nota de advertencia, no sea que los judíos se imaginen que tienen derecho a poner su confianza en el hecho de su descendencia carnal de Abraham, sin nada más. Así (Lucas, 3,8), San Juan el Bautista dice: "No comencéis a decir: Tenemos a Abraham por nuestro padre, porque yo os digo que de estas piedras puede Dios hacer nacer hijos a Abraham". En Lucas, 19,9 el Salvador llama al pecador Zaqueo un hijo de Abraham, así como de igual forma llama hija de Abraham a una mujer a quien Él había sanado (Lucas, 13,16); pero en éste y muchos casos similares, ¿no es simplemente otra manera de llamarlos judíos e israelitas, exactamente como a veces se refiere a los Salmos bajo el nombre general de David, sin implicar que David escribió todos los Salmos, y como llama al Pentateuco los Libros de Moisés, sin pretender zanjar la cuestión de la autoría de esa obra?

No es a la descendencia carnal de Abraham a lo que se le atribuye importancia; más bien, es a la práctica de las virtudes atribuidas a Abraham en el Génesis. Así en Juan 8 los judíos, a quienes Nuestro Señor estaba hablando, alardean (33): "Nosotros somos hijos de Abraham", y Jesús les replica (39): "Si sois hijos de Abraham, obrad como Abraham". San Pablo también muestra que él es hijo de Abraham y se gloría en ese hecho como en 2 Cor. 11,22, cuando exclama: "Ellos son los hijos de Abraham, también yo lo soy". Y de nuevo (Rom. 11,1): "Yo también soy un israelita, del linaje de Abraham", y se dirige a los judíos de Antioquía en Pisidia (Hch. 13,26) como "hijos de la raza de de Abraham". Pero, siguiendo la enseñanza de Jesucristo, San Pablo no atribuye demasiada importancia a la descendencia carnal de Abraham; pues él dice (Gal. 3,29): "Si sois de Cristo, entonces sois herederos de Abraham", y de nuevo (Rom. 9,6): "No todos los descendientes de Israel son israelitas; ni todos los que son descendientes de Abraham, sus hijos".

Así también podemos observar en todo el Nuevo Testamento la importancia atribuida a las promesas hechas a Abraham. En los Hechos de los Apóstoles, 3,25, San Pedro recuerda a los judíos la promesa, "en tu descendencia serán bendecidas todas las familias de la tierra". Lo mismo hace San Esteban en su discurso ante el concilio (Hch. 7), y San Pablo en la Epístola a los Hebreos, 6,13. No fue la fe del anciano patriarca inferior a la elevada idea de ella expresada por los escritores del Nuevo Testamento. El pasaje del Génesis que estaba más prominentemente ante ellos era 15,6: "Abraham creyó en Dios, el cual se lo reputó por justicia". En Romanos 4 San Pablo arguye vigorosamente por la supremacía de la fe, de la cual dice que justificó a Abraham, "si Abraham obtuvo la justicia por las obras, tiene de qué gloriarse, pero no delante de Dios". La misma idea es inculcada en la Epístola a los Gálatas (cap. 3) donde se discute la cuestión: "Recibisteis el Espíritu por las obras de la ley, o por la fe en la predicación?" San Pablo decide que es por la fe y dice: "Luego los que tienen fe serán justificados con el fiel Abraham". Es claro que este lenguaje, tomado tal cual, y separadamente de la absoluta necesidad de buenas obras sostenida por San Pablo, es propenso a descarriar y efectivamente ha descarriado a muchos en la [[historia eclesiástica. Por consiguiente, a fin de apreciar por completo la doctrina católica de la fe, debemos suplementar a San Pablo con Santiago. En 2,17-22, de la epístola católica leemos: "Así también la fe, si no tiene obras, está muerta en sí misma. Pero alguien dirá: Tú tienes fe, y yo tengo obras, muéstrame tu fe sin obras y yo te mostraré mi fe por las obras. Tú crees que hay un solo Dios. Haces bien; también lo creen los demonios y tiemblan. Pero quieres saber, ¡oh hombre vano!, que la fe sin obras está muerta? ¿No fue nuestro padre Abraham justificado por sus obras, y por las obras su fe se hizo perfecta?"

En la Epístola a los Hebreos (cap. 7), San Pablo entra en una larga discusión concerniente al sacerdocio eterno de Jesucristo. El recuerda las palabras del Salmo 110(109) más de una vez, en el cual se dice: "Tú eres sacerdote eterno según el orden de Melquisedec". Recuerda el hecho de que Melquisedec es etimológicamente el rey de justicia y también rey de paz; y más aún, que no solamente es rey, sino también sacerdote del Altísimo Dios. Entonces, teniendo en cuenta que no se tiene conocimiento de su padre, madre o genealogía, ni registro alguno de sus herederos, se asemeja a Cristo rey y sacerdote; no levita ni de acuerdo al orden de Aarón, sino un sacerdote eterno de acuerdo al orden de Melquisedec.

A la luz de la Historia Profana

Uno se inclina a preguntar, cuando considera la luz que la historia profana puede arrojar sobre la vida de Abraham: ¿No es increíble la vida del patriarca? La pregunta puede ser, y es contestada en diferentes formas, de acuerdo al punto de vista del interrogador. Tal vez no carezca de interés citar la respuesta del Profesor Driver, un hábil y representativo exponente de las opiniones críticas moderadas:

“¿Contienen las narraciones patriarcales improbabilidades históricas intrínsecas? O, en otras palabras, ¿hay algo intrínsecamente improbable en las vidas de los distintos patriarcas, y las vicisitudes por las cuales respectivamente pasaron? Al considerar esta interrogante, debe hacerse una distinción entre las diferentes fuentes de las cuales están compuestas estas narraciones. Aun cuando detalles particulares en ellas pueden ser improbables, y aunque la representación puede, en algunas partes, estar coloreada por lo religioso y otras asociaciones de la edad en la que fueron escritas, no puede decirse que las biografías de los tres primeros patriarcas, como se exponen en J y E, sean, generalmente hablando, históricamente improbables; si se toman en conjunto, los movimientos y vidas generales de Abraham, Isaac y Jacob son creíbles”. (Génesis, p. 46).

Tal es la opinión moderada; la postura avanzada es algo diferente. "La opinión asumida por el paciente criticismo reconstructivo de nuestros días es que, no sólo religiosamente, sino aún en un sentido cualitativo, históricamente también, las narraciones de Abraham merecen nuestra atención" (Cheyne, Encyc. Bib., 26). Volviendo ahora a mirar la luz arrojada por la historia profana sobre los relatos de la vida de Abraham como se dan en el Génesis, tenemos primero que todo, las narraciones de historiadores antiguos, como Nicolás de Damasco, Beroso, Hecateo y similares. Nicolás de Damasco dice cómo Abraham, cuando salió de Caldea vivió por varios años en Damasco. En efecto, en Josefo se dice que él fue el cuarto rey de esa ciudad. Pero entonces no hay duda práctica de que este relato se basa en las palabras del Génesis, 14,15, en el cual se menciona el pueblo de Damasco. En cuanto al gran hombre al cual se refiere Josefo como mencionado por Beroso, no hay nada para mostrar que ese gran hombre fue Abraham. En la "Praeparatio Evang." de Eusebio hay extractos de numerosos escritores antiguos, pero no se les puede atribuir ningún valor histórico. En efecto, en lo que concierne a los historiadores antiguos, podemos decir que todo lo que conocemos de Abraham está contenido en el libro del Génesis.

Un asunto mucho más importante e interesante es el valor atribuible a los recientes descubrimientos arqueológicos de exploradores bíblicos y otros en el Oriente. Arqueólogos como Hommel, y más especialmente Sayce, están dispuestos a asignarles una gran importancia. Ellos dicen, en efecto, que estos descubrimientos arrojan un serio elemento de duda sobre muchas de las conclusiones de los críticos más prominentes. De otra parte, críticos avanzados como Cheyne al igual que moderados como Driver, no tienen en muy alta estima las deducciones hechas por estos arqueólogos a partir de la evidencia de los monumentos, sino que las consideran como exageraciones. Para dejar el asunto más claro, citamos lo siguiente del Profesor Sayce, para capacitar al lector a ver por sí mismo, lo que él piensa (Early Hist. Of the Hebrews, 8): "Se han encontrado tablillas cuneiformes relativas a Kedorlaomer y los otros reyes de Oriente mencionados en el capítulo 14 del Génesis, mientras que en las Tablas de Tell el-Amarna]], el rey de Jerusalén declara que él había sido elevado al trono por el 'brazo' de su Dios, y fue por consiguiente, un sacerdote-rey como Melquisedec. Pero Kedorlaomer y Melquisedec hacía mucho tiempo habían sido proscritos al campo mítico y el criticismo no admitiría que un descubrimiento arqueológico los hubiese restituido a la historia real. Por consiguiente, escritores en satisfecha ignorancia de los textos cuneiformes, dijeron a los asiriólogos que sus traducciones e interpretaciones eran igualmente erróneas". Ese pasaje dejará en claro el gran desacuerdo en que están los críticos y los arqueólogos.

Pero nadie puede negar que la asiriología ha arrojado alguna luz sobre las historias de Abraham y los otros patriarcas. Así el nombre de Abraham era conocido en aquellos tiempos remotos; pues entre otros nombres cananeos y amorreos encontrados en escrituras de venta de ese período están los de Abi-ramu, o Abram, Jacob-el (Ya'qub-il), y Josef-el (Yasub-il). Así, también, respecto al capítulo catorce del Génesis, que relata la guerra de Kedorlaomer y sus aliados en Palestina, no hace tanto tiempo que la crítica lo relegó a la región de la fábula, bajo la convicción de que babilonios y elamitas en Palestina y la tierra circundante era un burdo anacronismo en esa fecha remota. Pero ahora el Profesor Pinches ha descifrado ciertas inscripciones relativas a Babilonia en las que los cuatro reyes, Amrafel rey de Senaar, Aryok rey de Ponto, Kedorlaomer rey de los elamitas, y Tidal rey de naciones, son identificados con el rey Hammurabi de Babilonia, Eri-aku, Kudur-laghghamar, y Tuduchula, hijo de Gaza, y que habla de una campaña de estos monarcas en Palestina. Así que nadie puede seguir asegurando que la guerra de la que se habla en el Génesis 14 puede ser solamente una reflexión tardía de las guerras de Senaquerib y otros en los tiempos de los reyes. De las tablas de Tell el-Amarna sabemos que la influencia babilónica era predominante por aquellos días en Palestina. Más aún, tenemos luz, arrojada por las inscripciones cuneiformes, sobre el incidente de Melquisedec. En Génesis 14,18 dice: "Melquisedec, rey de Salem, presentando pan y vino, porque era el sacerdote del Dios Altísimo, lo bendijo". Entre las cartas de Tell el-Amarna hay una de Ebed-Tob, rey de Jerusalén (la ciudad es Ursalim, es decir, ciudad de Salim, y se habla de ella como Salem). El es sacerdote designado por Salem, el dios de Paz, y es por tanto rey y sacerdote. De la misma manera, Melquisedec es sacerdote y rey, y naturalmente viene a saludar a Abraham que regresa en paz; y por tanto, también Abraham le ofrece a él como sacerdote un diezmo del botín de guerra. De otra parte, debe decirse que el Profesor Driver no admitirá las deducciones de Sayce a partir de las inscripciones en cuanto a Ebed-Tod, y no reconocerá ninguna analogía entre Salem y el Altísimo Dios.

Tomando la arqueología en conjunto, es indudable que no se han logrado resultados definitivos en cuanto a Abraham. Lo que ha salido a la luz es susceptible de diferentes interpretaciones. Pero no hay duda de que la arqueología está poniendo fin a la idea de que las leyendas patriarcales son un simple mito. Se muestra que ellas son algo más que eso. Se está descubriendo un estado de cosas en los tiempos patriarcales muy consistente con mucho de lo que se relata en el Génesis, y a veces, hasta confirmando aparentemente los hechos de la Biblia.

Punto de vista de la Leyenda

Llegamos ahora a la cuestión: hasta dónde la leyenda juega una parte en la vida de Abraham como se registra en el Génesis. Es una pregunta práctica e importante, porque es muy discutida por críticos modernos y todos creen en ella. Al establecer la opinión crítica sobre el asunto, no se me debe interpretar como que estoy dando mis propias opiniones también.

Hermann Gunkel, en la Introducción a su Comentario sobre el Génesis (3) escribe: "Es innegable que hay leyendas en el Antiguo Testamento, considérese por ejemplo las historias de Sansón y Jonás. En consecuencia no es asunto de creencia o escepticismo, sino meramente un asunto de obtener mejor conocimiento, para examinar si las narraciones del Génesis son historia o leyenda." Y de nuevo: "En un pueblo con una facultad poética tan altamente desarrollada como Israel tendría que existir también un lugar para la leyenda. La confusión absurda de 'leyenda' con 'mentira' ha inducido a gente buena a vacilar en admitir que hay leyendas en el Antiguo Testamento. Pero leyendas no son mentiras; por el contrario, son una forma particular de poesía." Estos pasajes dan una muy buena idea de la posición actual del Alto Criticismo relativo a las leyendas del Génesis, y de Abraham en particular.

El primer principio enunciado por los críticos es que los relatos de las épocas primitivas y de los tiempos patriarcales se originaron entre gente que no practicaba el arte de la escritura. Entre todos los pueblos, dicen ellos, la poesía y la leyenda fueron el primer comienzo de la historia; así fue en Grecia y Roma, así fue en Israel. Estas leyendas fueron puestas en circulación y transmitidas por tradición oral, y sin duda, contenían un núcleo de verdad. Muy a menudo, donde se usan nombres individuales, estos nombres no se refieren en realidad a individuos, sino a tribus, como en Génesis 10, y los nombres de los doce patriarcas, cuyas migraciones son las de las tribus que ellos representan. Por supuesto, no se debe suponer que estas leyendas no son más antiguas que las colecciones J, E y P en las cuales ellas ocurren. Ellas estuvieron en circulación siglos antes y por largos períodos de tiempo, siendo más cortas aquellas de origen más antiguo, más largas aquellas de origen posterior, a menudo más bien cuentos que leyendas, como aquella de José. No todas ellas eran de origen israelita; algunas eran babilónicas, algunas egipcias. En cuanto a cómo surgieron las leyendas, esto sucedió, dicen ellos, en muchas formas. A veces la causa fue etimológica, para explicar el significado de un nombre, como cuando se dice que Isaac recibió su nombre porque su madre reía (cahaq); algunas veces fueron etnológicas, para explicar la posición geográfica, el infortunio o prosperidad de una cierta tribu; algunas veces histórica, algunas veces ceremonial, como el relato que explica la alianza de la circuncisión; algunas veces geológica, como la explicación de la apariencia del Mar Muerto y sus alrededores. Leyendas etiológicas de este género forman una clase de aquellas que se encuentran en las vidas de los patriarcas y otras partes en el Génesis. Pero hay otras, además, que no nos interesan aquí.

Cuando tratamos de descubrir la época de la formación de las leyendas patriarcales, nos confrontamos con un asunto de gran complejidad. Porque no es solamente el asunto de la formación de las simples leyendas separadamente, sino también de la combinación de estas en leyendas más complejas. El criticismo nos enseña que ese período habría terminado alrededor del año 1200 A.C. Luego habría seguido el período de reconstrucción de las leyendas, así que hacia 900 A.C., habrían asumido sustancialmente la forma que ahora tienen. Después de esa fecha, mientras las leyendas conservaron en esencia la forma que habían recibido, fueron modificadas de muchas maneras para colocarlas en conformidad con el patrón moral del día, empero, no tan completamente que las ideas más antiguas y menos convencionales de una época más primitiva no se asomaran de vez en cuando a través de ellas. Al presente, también, muchas colecciones de las leyendas antiguas parecen haber sido hechas casi en la misma forma que, según nos lo dice San Lucas al comienzo de su Evangelio, muchos habían escrito relatos sobre la vida de Nuestro Salvador basados en su propia autoridad.

Entre otras colecciones, estaban aquellas de J en el Sur y E en el Norte. Mientras que otras perecieron, éstas dos sobrevivieron, y fueron suplementadas hacia el final del cautiverio por la colección de P, que se originó en medio de ambientes sacerdotales y fue escrita desde el punto de vista ceremonial. Aquellos que sostienen estas opiniones afirman que es la fusión de estas tres colecciones de leyendas, lo que ha conducido a confusión en algunos acontecimientos de la vida de Abraham como por ejemplo el caso de Saray en Egipto, donde su edad parece inconsistente con su aventura con el Faraón. Hermann Gunkel escribe (148): "No es extraño que la cronología de P despliegue por todas partes las más absurdas rarezas cuando se introduce en las leyendas antiguas; como un resultado, Sara es todavía a los sesenta años, una hermosa mujer a quien los egipcios buscan capturar, e Ismael es cargado en hombros por su madre después de que es un joven de diez y seis años."

La colección de P estaba destinada a tomar el lugar de la antigua colección combinada de J y E. Pero la vieja narración tenía un firme arraigo en la imaginación y el corazón del pueblo. Y así, la colección más reciente fue combinada con las otras dos, utilizándose como fundamento de todo, especialmente en la cronología. Es esa narración combinada la que ahora poseemos.


Fuente: Howlett, James. "Abraham." The Catholic Encyclopedia. Vol. 1. New York: Robert Appleton Company, 1907. <http://www.newadvent.org/cathen/01051a.htm>.

Traducido por Daniel Reyes V. JMGK