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Viernes, 26 de abril de 2024

Nestorio y nestorianismo

De Enciclopedia Católica

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El heresiarca

Nestorio, que dio su nombre a la herejía nestoriana, nació en Germanicia en Siria Eufratense ( fecha desconocida) y murió en la Tebaida, Egipto cerca del año 451. Vivía como sacerdote y monje en el monasterio de Euprepio cerca de las murallas, cuando fue elegido por el emperador Teodosio II como patriarca de Constantinopla, para suceder a Sisinio. Era famoso por su elocuencia, y la popularidad de la memoria de San Juan Crisóstomo entre la gente de la ciudad imperial pudo haber influido para que el emperador eligiera a otro sacerdote de Antioquía como obispo de la corte. Fue consagrado en abril de 428 y parece que dejó una excelente impresión.

No perdió tiempo en mostrar su celo contra los herejes. A los pocos días de su consagración mandó a derrumbar una capilla arriana, y persuadió a Teodosio a que emitiera un severo edicto contra la herejía al mes siguiente. Confiscó las iglesias macedonias en el Helesponto, y tomó medidas contra los cuartodecimanos (N. del T.: los que celebraban la Pascua en la luna de marzo, aunque no cayese domingo) que quedaban en Asia Menor. También atacó a los novacianos a pesar de la buena reputación de su obispo. Sin embargo, no expulsó a los refugiados pelagianos de Occidente, por no estar bien informado de su condena diez años antes. Le escribió dos veces al Papa Celestino pidiendo información sobre el tema. No recibió contestación, pero Mario Mercator, un discípulo de San Agustín, publicó una memoria sobre el asunto en Constantinopla, y la presentó al emperador, que debidamente proscribió a los herejes.

A finales de 428 o a más tardar a principios de 429, Nestorio predicó el primero de sus famosos sermones contra la palabra Theotokos, y detalló su doctrina antioquena sobre la Encarnación. El primero en levantar la voz contra él fue Eusebio, un laico, después obispo de Dorileo y acusador de Eutiques. Dos sacerdotes de la ciudad, Felipe y Proclo ambos candidatos fracasados al patriarcado, predicaban contra Nestorio. Felipe, conocido como Sidetes, por Sides, su lugar de nacimiento, autor de una historia larga y discursiva, hoy perdida, acusó al patriarca de herejía. Proclo (que le sucedería más tarde en la candidatura) predicó un florido pero perfectamente ortodoxo sermón, existente, al que Nestorio respondió en un discurso improvisado que también se conserva.

Todo esto causó, naturalmente, gran conmoción en Constantinopla, sobre todo entre el clero, que no estaba bien dispuestos hacia los forasteros de Antioquía. San Celestino condenó inmediatamente la doctrina. Nestorio había acordado con el emperador en 430 la reunión de un concilio. Ahora intentó acelerarlo y se emitieron las convocatorias a los patriarcas y metropolitanos el 19 de noviembre, antes de que la sentencia del Papa, entregada a través de San Cirilo de Alejandría, se hubiera comunicado a Nestorio (6 de diciembre). Nestorio fue condenado y el emperador, tras mucho retraso y vacilación, la ratificó y fue confirmada por Sixto III.

La suerte de Nestorio era una muy ardua. Había sido entregado por el Papa a la misericordia de su rival Cirilo; se le había conminado a aceptar antes de diez días, bajo pena de deposición, no una definición papal, sino una serie de anatemas redactados en Alejandría bajo la influencia de falsificaciones de apolinaristas. No todo el concilio le había condenado, sino sólo una parte, que no había esperado a la llegada de los obispos de Antioquía. Él se había negado a reconocer la jurisdicción de este número incompleto y había rehusado a comparecer o presentar alguna defensa. No fue expulsado de su sede porque el débil emperador cambió de idea.

Pero Nestorio era orgulloso: no dio muestras de ceder o ponerse de acuerdo, no presentó ningún recurso de apelación a Roma. Se retiró a su monasterio de Antioquía con dignidad y aparente sensación de alivio. Sus amigos; Juan de Antioquía y sus partidarios, le abandonaron y por el deseo del emperador, a principio de 433 hizo las paces con Cirilo y después con Teodoreto. Los obispos sospechosos de apoyarle fueron depuestos y un edicto de Teodosio II, del 30 de julio de 435, condenó sus escritos a la hoguera. Unos años después, Nestorio fue obligado a dejar su retiro y fue exiliado al Oasis. Una vez en una incursión de los nubios (no los blemis) se lo llevaron y lo devolvieron a la Tebaida con una mano y una costilla fracturadas. Se entregó al gobernador para que no se le acusara de haber huido.

El descubrimiento de la versión siríaca de la (perdida) apología griega por Nestorio, escrita por él mismo, ha despertado nuevo interés sobre el asunto de su ortodoxia personal. El (mutilado) manuscrito, de una antigüedad de casi 800 años, conocido como el “Bazar de Héraclides” y reeditado como “Liber Heraclidas” por el P. Bedjan (Paris, 1910), revelan el persistente odio vinculado al nombre de Nestorio, que al final de su vida tuvo que sustituir por un pseudónimo. En esa obra proclama que su fe es la del famoso “Tomo”, o Carta de León Magno a San Flaviano y excusa su fallo de no apelar a Roma, por el prejuicio general del que fue víctima. Debemos citar aquí un bello pasaje en el “Bazar” sobre el Sacrificio Eucarístico que dice así: “Hay algo incorrecto en ti que quiero poner ante ti en una pocas palabras, para inducirte a corregirlo, porque eres rápido en ver lo que es apropiado. ¿Cuál es esta falta? Actualmente los misterios se presentan ante los fieles como la comida concedida por el rey a su soldados. Pero el ejército de los creyentes no se ve por ninguna parte, sino que el viento de la indiferencia los barre como paja junto con los catecúmenos. Y Cristo es crucificado en el símbolo [kata ton tupon], sacrificado por la espada de la oración del sacerdote; pero igual que cuando estaba en la Cruz, ve que sus discípulos han huido. Terrible es esta falta---una traición a Cristo cundo no hay persecución, una deserción de los discípulos que abandonan al maestro cuando no hay guerra (Loofs, "Nestoriana", Halls, 1905, p. 341).

Los escritos de Nestorio fueron originalmente muy numerosos. Como se dijo arriba, el “Bazar” se publicó en París en 1910 en la única traducción en que sobrevivió: la siríaca. Loofs examinó minuciosamente, juntó y editó el resto de los fragmentos de Nestorio. Sus sermones muestran una elocuencia real, pero queda muy poco del original griego. Las traducciones latinas de Mario Mercator son muy pobres de estilo y el texto está mal conservado. Batiffol ha atribuido a Nestorio muchos sermones que nos han llegado bajo el nombre de otros autores; tres de San Atanasio, dos de San Hipólito, tres de Anfiloquio de Iconio, treinta y ocho de Basilio de Seleucia, siete de San Juan Crisóstomo; pero Loofs y Baker no aceptan esa atribución. Mercati ha señalado cuatro fragmentos en un escrito de Inocencio, obispo de Maronia (ed. Amelli in "Spicil. Cassin.", I, 1887), y fragmentos armenios que han sido publicados por Ludtke.

La herejía

Nestorio era discípulo de la escuela de Antioquía y su cristología era esencialmente la de Diodoro de Tarso y Teodoro de Mopsuestia, ambos obispos de Cilicia y grandes oponentes al arrianismo. Ambos murieron en la Iglesia Católica. Diodoro era un hombre santo muy venerado por San Juan Crisóstomo. Sin embargo, el Segundo Concilio general de 553 condenó a Teodoro tanto en persona como en sus escritos. En oposición a muchos arrianos, que enseñaban que en la Encarnación, el Hijo de Dios asumió un cuerpo humano en el que su Naturaleza Divina tomó el lugar del alma, y a los seguidores de Apolinar de Laodicea, que sostenían que la Naturaleza Divina proporcionaba las funciones del alma intelectual o superior, los antioquenos insistían en que el Verbo asumió la plenitud de la humanidad. Desafortunadamente representaban esta naturaleza humana como un hombre completo, y representaban la Encarnación como la asunción de un hombre por el Verbo.

La misma forma de hablar era bastante común entre los escritores latinos (assumere hominem, homo assumptus) y lo usaban en un sentido ortodoxo. Aún cantamos en el Te Deum: "Tu ad liberandum suscepturus hominem", donde debemos entender "ad liberandum hominem, humanam naturam suscepisti". Pero los escritores antioquenos no querían decir que el “hombre asumido” (ho lephtheis anthropos) fuera elevado a una hipóstasis con la Segunda Persona de la Santísima Trinidad. Ellos preferían hablar de synapheia, “reunión”, en vez de enosis, "unificación” y decían que las dos eran una persona en dignidad y poder, y deben ser adoradas juntas. La palabra persona en su forma griega prosopon puede significar una unidad jurídica o ficticia; no implica necesariamente lo que la palabra persona significa para nosotros, es decir, la unidad de la conciencia y todas las actividades internas y externas del sujeto. De aquí que no nos sorprenda encontrar que Diodoro admitía dos Hijos, y que Teodoro prácticamente hacía dos Cristos y aún así no se puede probar que hayan hecho dos sujetos en Cristo. Dos cosas son ciertas: primera, que, creyeran o no en la unidad del sujeto en el Verbo Encarnado, por lo menos explicaban esa unidad erróneamente; en segundo lugar, que utilizaron el lenguaje más desafortunado y engañoso cuando hablaron de la unión de la humanidad con la Divinidad---lenguaje que es objetivamente herético aunque la intención de los autores fuera buena.

Nestorio, como Teodoro, insistió repetidamente en que no admitía dos Cristos o dos Hijos y con frecuencia afirmaba la unidad del prosopon. Al llegar a Constantinopla llegó a la conclusión de que la teología muy diferente en boga allí era una forma de arrianismo o error apolinarista. No se equivocó completamente en esto, como probó el brote de eutiquianismo veinte años después. En los primeros meses de su pontificado el pelagiano Julián de Eclana y otros obispos expulsados de su partido le imploraron que reconociera su ortodoxia y obtuviera su reinstalación. Escribió al menos tres cartas al Papa San Celestino I para averiguar si estos expulsados habían sido debidamente condenados o no , pero no recibió contestación (como se ha repetido frecuentemente), no porque el Papa se imaginara que él no respetaba la condenación de los pelagianos hechas por el Papa y por el emperador de Occidente, sino porque añadía en sus cartas, que se han conservado, denuncias de los supuestos arrianos y apolinaristas de Constantinopla y al hacerlo daban señales claras de los errores antioquenos que pronto se conocerían como nestorianos. En concreto, denunciaba a aquellos que empleaban la palabra Theotokos, aunque estaba listo para admitirla en cierto sentido: "Ferri tamen potest hoc vocabulum proper ipsum considerationem, quod solum nominetur de virgine hoc verbum hoc propter inseparable templum Dei Verbi ex ipsa, non quia mater sit Dei Verbi; nemo enim antiquiorem se parit." Tal admisión es peor que inútil, porque implica el completo error de que la Santísima Virgen no es la madre de la Segunda Persona de la Santísima Trinidad. Por lo tanto, es desafortunado que Loofs y otros que defienden a Nestorio apelen a la frecuencia con que repetía que aceptaría Theotokos sólo si se entendía apropiadamente. En la misma carta habla correctamente de “dos Naturalezas que son adoradas en la única Persona del Unigénito por una unión perfecta y clara”; pero esto no podía paliar su error de que la Virgen es madre de una naturaleza, no de la persona (un hijo es necesariamente una persona, no una naturaleza) ni la falacia: “Nadie puede dar a luz a un hijo mayor que uno mismo”.

El diácono León, quien como Papa definiría toda la doctrina veinte años después, dio esas cartas a Juan Casiano de Marsella, que inmediatamente escribió contra Nestorio sus siete libros, "De incarnatione Christi". Antes de completar su obra, había conseguido varios sermones de Nestorio, de los que cita en los libros. Él malinterpreta y exagera las enseñanzas de su oponente, pero su tratado es importante porque estereotipó para siempre la doctrina que Occidente aceptaría como nestorianismo. Después de explicar que la nueva herejía era una renovación del pelagianismo y del ebionismo. Casiano representa al patriarca de Constantinopla como enseñando que Cristo es meramente un hombre (homo solitarius) que mereció unirse a la Divinidad como premio a su Pasión. Casiano mismo expresa claramente tanto la unidad de persona y la distinción de las dos naturalezas, aunque la fórmula “dos naturalezas y una persona” no la enuncia él tan claramente como el mismo Nestorio y la discusión carece de distinciones y definiciones exactas.

Mientras tanto, Nestorio era atacado por su propio clero y simultáneamente por San Cirilo, patriarca de Alejandría, que fue el primero en denunciarle, aunque sin dar su nombre, en una epístola a todos los monjes de Egipto, entonces le reconvino personalmente por carta y, finalmente, apeló al Papa. Loofs opina que Nestorio nunca se hubiera alterado a no ser por San Cirilo, pero no hay razón para relacionar a San Cirilo con la oposición al heresiarca en Constantinopla y Roma. Sus rivales Felipe de Side, Proclo y el laico Eusebio (después obispo de Dorileo), así como el romano León, parecen haber actuado sin ningún impulso de Alejandría. Se podía esperar que el Papa Celestino especificara ciertas herejías de Nestorio y que las condenara o que emitiera una definición de la fe tradicional que estaba arriesgando. Desafortunadamente, no hizo nada de eso. San Cirilo había enviado a Roma las cartas entre él y Nestorio, una colección de los sermones del patriarca y una obra propia que había recién compuesto, en cinco libros "Contra Nestorium". El Papa las mandó a traducir al latín y entonces, tras reunir el acostumbrado concilio, se contentó con hacer una condena general de Nestorio y una aprobación general de la conducta de San Cirilo, mientras que entregaba la ejecución de este vago decreto a Cirilo, quien, como patriarca de Alejandría, era el enemigo hereditario de la enemistad de los teólogos antioquenos y del obispo de Constantinopla.

Se le requirió a Nestorio que se retractara dentro de diez días. La sentencia era tan rigurosa como se puede imaginar. El mismo San Cirilo se sintió obligado a redactar una fórmula de retractación. Con la ayuda de un concilio egipcio formuló un conjunto de doce anatemas que simplemente epitoman los errores que ya había señalado en sus cinco libros "Contra Nestorio", pues el Papa parecía haber concordado con la doctrina de su obra. Es muy importante hacer notar que hasta este momento San Cirilo no había basado su caso sobre documentos apolinaristas y no había adoptado la formula apolinarista mia physis sesarkomene del Pseudo-Anastasio. No enseña en tantas palabras “dos naturalezas después de la unión”, pero su obra contra Nestorio, con la profundidad y precisión de San León, es una admirable exposición de la doctrina católica, digna de un Doctor de la Iglesia, que sobrepasa ampliamente el tratado de Juan Casiano. Los doce anatemas no son tan afortunados, ya que San Cirilo era un escritor algo difuso y su solitario intento de brevedad hay que leerlo en conexión con la obra que resume. Andrés de Samosata y el gran Teodoreto de Ciro atacaron inmediatamente los anatemas, a nombre de Juan, patriarca de Antioquía y en defensa de la escuela antioquena. El primero escribió en Antioquía; sus objeciones fueron adoptadas por un sínodo que tuvo lugar allí y fueron enviadas a San Cirilo como la postura oficial de todos los obispos orientales. San Cirilo preparó contestaciones por separado a estos dos antagonistas, y trató a Andrés con más respeto que a Teodoreto, con quien se mostró desdeñoso y sarcástico. Teodoreto era sin duda el mejor de toda la escuela de Alejandría en talento y sabiduría, pero en este momento no era rival para él como teólogo. Tanto Andrés como Teodoreto se mostraron capciosos e injustos; en el mejor de los casos prueban a veces que las palabras de San Cirilo eran ambiguas e inapropiadas.

Ellos sostenían la objetable fraseología antioquena, respetaban la unión hipostática (enosis kath hypostasin) así como la physike enosis tan heterodoxa como sin base bíblica. Esta última expresión es ciertamente inadecuada y puede confundir. Cirilo tuvo que explicar que no estaba resumiendo o definiendo la fe sobre la Encarnación, sino simplemente juntando los principales errores de Nestorio usando las propias palabras del hereje. En sus libros contra Nestorio ocasionalmente lo había tergiversado, pero en los doce anatemas hizo un retrato fiel de la postura de Nestorio, pues de hecho Nestorio no negó como propias las proposiciones, ni Andrés de Samosata ni Teodoreto negaron favorecerlas. Los anatemas fueron ciertamente aprobados en general por el Concilio de Éfeso, aunque la Iglesia nunca los adoptó formalmente. Nestorio por su parte respondió con un conjunto de doce contra-anatemas. Algunos iban dirigidos contra los enseñanzas de San Cirilo, otros atacan errores que San Cirilo ni siquiera soñó enseñarlos, por ejemplo que a través de la unión la Naturaleza Humana de Cristo se convirtió en no-creada y sin principio, una conclusión bastante tonta que después se asignó a la secta del monofisismo llamada Actistetae. En conjunto el nuevo programa de Nestorio enfatizaba su antigua postura, como también hicieron los violentos sermones que predicó contra San Cirilo el sábado y domingo, 13 y 14 de diciembre de 430.

No tenemos dificultad en definir la doctrina de Nestorio hasta donde a palabras se refiere: María no dio a luz a Dios como tal (verdad) ni al Verbo de Dios (falso), sino al órgano, el templo del Dios Padre. El hombre Jesucristo es el templo “la púrpura animada del rey”, como dice en un elocuente pasaje. El Dios Encarnado ni sufrió ni murió, sino que levantó de entre los muertos a Aquel en quien se había encarnado. El Verbo y el Hombre han de ser adorados juntos, y añade: dia ton phorounta ton phoroumenon sebo (A través de Aquel que lleva adoro al que es llevado). Si San Pablo habla del Señor de la Gloria crucificado, quiere decir el hombre por “el Dios de la Gloria”. Hay dos naturalezas, dice, y una persona; pero de las dos naturalezas se habla regularmente como si fueran dos personas y las palabras de la Escritura sobre Cristo deben ser adjudicadas unas al hombre, otras al Verbo. Si se llama a María Madre de Dios, sería endiosarla y los gentiles se escandalizarían.

Esto es todo malo en lo que a palabras se refiere. Pero ¿no quiso Nestorio decir algo mejor que lo que expresaron sus palabras? No todos los obispos orientales eran no creyentes en la unidad de sujeto en el Cristo Encarnado y de hecho San Cirilo hizo las paces con ellos en 433. Uno puede señalar que Nestorio enfáticamente declaró que hay un Cristo y un Hijo, y San Cirilo mismo preservó para nosotros algunos pasajes de sus sermones que el santo admite como perfectamente ortodoxos y, por lo tanto, completamente inconsistentes con el resto. Por ejemplo: “¡Grande es el misterio de los dones! Pues este infante visible, que parece tan joven, que necesita pañales para su Cuerpo, que en la sustancia que vemos es recién nacido, es el Hijo Eterno, como está escrito, El Hijo que es el Hacedor de todo, el Hijo que junta en los ropajes de su poder toda la creación que de otra manera se disolvería en la nada”. Y en otra ocasión: “Hasta el Niño es el Dios Todopoderoso, y así, oh, Arrio, es Dios Verbo de ser sujeto de Dios”. Y: “Reconocemos la humanidad del Niño y su Divinidad; la unidad de su filiación la guardamos en la naturaleza de la humanidad y divinidad.”

Probablemente sólo hubiera sido justo para Nestorio admitir que intentó completamente salvaguardar la unidad de sujeto en Cristo; pero dio explicaciones equivocadas respecto a la unidad y sus enseñanzas llevaron lógicamente a dos Cristos, aunque él no admitiría este hecho. No sólo sus palabras son inductoras al error, sino también la doctrina subyacente en ellas, y tienden a destruir el significado completo de la Encarnación. Es imposible negar que tanto las doctrinas como las palabras que llevan a tales consecuencias constituyen herejía. Por lo tanto, fue condenado inevitablemente. Reiteró los mismos puntos de vista veinte años después en el "Bazar de Heráclides", lo que muestra que no hubo cambio de opinión, aunque declara su adhesión al Tomo de San León.


Bibliografía: Para bibliografía vea San Cirilo de Alejandría, Concilio de Éfeso, Dióscoro. Aquí se puede añadir, sobre Nestorio: GARNIER, Opera Marii Mercatoris, II (Paríis, 1673); P.L., XLVII, 669; TILLEMONT, Memoires, XIV; ASSEMANI, Bibliotheca Orient., III, pt 2 (Rome, 1728); LOOFS en Realencyklopadie, s.v. Nestorio; FENDT, Die Christologie des Nestorius (Munich, 1910); BATIFFOL en Revue Biblique, IX (1900), 329-53; MERCATI en Theolog. Revue VI (1907), 63; LUDTKE en Zeitschr. Fur Kirchengesch. XXIX (1909), 385.

Sobre la lucha temprana con el nestorianismo: ASSEMANI, Bibliotheca Orentalis, III, partes 1 y 2 (Roma, 1728); DOUCIN, Histoire du Nestorianisme (1689).

Sobre los nestorianos persas: los historiadores monofisitas MICHAEL SYRUS, ed. CHABOT (París, 1899) y BAR HEBREO, ed. ABBELOOS Y LAMY (París, 1872-77); el SAHRASTANI islámico, ed. CURETON (Londres, 1842); y especialmente la rica información en los textos nestorianos mismos; GISMONDI, Maris Amri et Slibae de patriarchis Nestoranis commentaria, e codd. Vat.; the Liber Turris (Arábigo y latín, 4 partes, Roma, (1896-99); BEDJAN, Histoire de Mar Jab-Alaha (1317), patriarche, et de Raban Saumo (2nd ed., Paris, 1895); Synodicon of Ebedjesu en MAI, Scriptorum vett. Nova. Coll., X (1838); BRAUN, Das Buch der Synhados (Stuttgart y Viena, 1900); CHABOT, Synodicon Orientale, ou recueil de Synodes Nestoriens in Notes of Extraits, Synhados (Stuttgart y Viena, 1900); Chabot Synodicon Orentale, ou recueil de Synodes Nestoriens in Notes et Extraits, XXXVII (París, 1902); GUIDI, Ostsyrische bischofe und Bischofsitze in Zeitschrift der Morgen landl. Gesellsch., (1889), XLII, 388; IDEM, Gli statuti della scuola di Nisibi (Syriac text) en Giornaale della Soc. Asiatica Ital., IV; ADDAI SCHER, Chronique de Seert, histoire Nestorienne (arábigo y francés), y Cause de la fondation des ecoles (Edesa and Nisibis) en Patrologia Orentalis, IV (Paris, 1908). Vea también PETERMANN Y KESSLER en Realencyklop., s.v. Nestorianer; FUNK en Kirchenlex., s.v. Nestorius und die Nestorianer; DUCHESNE, Hist. Ancienne de l'eglise, III (París, 1910). –Sobre el "Monumento Nestoriano", vea PARKER en Revista de Dublín, CXXXI (1902), 2, p. 3880; CARO Y HOLM, El Monumento Nestoriano (Londres, 1910).

Fuente: Chapman, John. "Nestorius and Nestorianism." The Catholic Encyclopedia. Vol. 10. New York: Robert Appleton Company, 1911. <http://www.newadvent.org/cathen/10755a.htm>.

Traducido por Pedro Royo. lhm