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Sábado, 21 de diciembre de 2024

Feudalismo

De Enciclopedia Católica

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Etimología y Definición

El término feudalismo se deriva del ario antiguo pe'ku, de ahí el sánscrito pacu, "ganado"; así como también del latín pecus (cf. pecunia); del antiguo alto alemán fehu, fihu, "ganado", "propiedad", "dinero"; del antiguo frisón fia; antiguo sajón fehu; inglés antiguo feoh, fioh, feo, fee.

Es una palabra indefinible pues representa el desarrollo progresivo de la organización europea durante siete siglos. Sus raíces se remontan a las condiciones sociales de los pueblos primitivos, y sus ramificaciones se extienden a la evolución militar, política y judicial hasta nuestros días. Aun así, hasta ahora se puede incluir en el alcance medible de una definición si se tiene en cuenta su doble aspecto; pues el feudalismo (como cualquier otra organización sistemática de fuerzas civiles y religiosas en un Estado) comprende deberes y derechos, de acuerdo a si se mira desde un punto de vista local o central.

(1) En cuanto a los deberes que conlleva, el feudalismo puede ser definido como un sistema contractual en el que la nación, representada por el rey, entrega sus tierras a individuos que pagan una renta mediante un trabajo gubernamental no solo en forma de servicio militar, sino además según solicitado por la corte real. Originalmente, de hecho, comenzó como un sistema militar. El Imperio Carolingio adoptó ese mismo recurso en imitación del Imperio Romano tardío, el cual, debido a las incursiones germánicas, retribuía con concesiones de tierras a individuos con la condición de que prestasen servicio militar (Palgrave, "English Commonwealth", I, 350, 495, 505). De esta forma los ataques daneses del siglo IX fueron enfrentados por un ejército semiprofesional, mejor armado y más tácticamente eficiente que las antiguas levas germánicas. Este método de formar una fuerza nacional permanente mediante la concesión de tierras a individuos es perfectamente normal en la historia; lo atestiguan el feudo timar turco (Cambridge Modern History, I, III, 99, 1902), el fief de soudée de los reinos latinos orientales (Bréhier, "L'Eglise et l'Orient au moyen âge", París, 1907, IV, 94), y, en cierta medida, el uchelwyr galés (Rhys y Jones, "The Welsh People", Londres, 1900, VI, 205).

En general, el feudalismo significa el gobierno por aficionados pagados con tierras en lugar de profesionales pagados con dinero. De ahí que, como se puede ver, una de las causas de la decadencia del feudalismo fue la sustitución en cada rama de la vida civil del "vínculo por terrenos" por el "vínculo por dinero". Por lo tanto, el feudalismo, al asociar el dominio de la tierra con el trabajo gubernamental, contribuyó en gran medida a la solución de la dificultad siempre de la cuestión de la propiedad; de hecho, no mediante un verdadero sistema de nacionalización de la tierra, sino induciendo a los señores a trabajar por el país a cambio del derecho de posesión de tierras. Así, gradualmente, se aproximó y realizó el ideal político de Aristóteles, "dominio privado y uso común" (Política, II, V, 1263, a). Por lo tanto, en cierta medida el feudalismo aún existe, permaneciendo como la gran justificación de los terratenientes modernos dondequiera —como comisarios, jueces de paz, etc.— que realizan trabajo gubernamental no remunerado.

(2) Respecto a los derechos que crea, el feudalismo puede ser definido como "un sistema graduado basado en la tenencia de la tierra en el que cada señor juzga, grava y dirige a la clase social que está por debajo de él" (Stubbs, "Constitutional History", Oxford, 1897, I, IX, 278). Un resultado de esto fue que, cada vez que el barón obtenía del rey una Carta de Libertades, el rey siempre lograba que las concesiones a sus terratenientes fuesen paralelas a sus concesiones a sus vasallos inferiores (cf. Stubbs, " Select Charters ", Oxford, 1900, § 4, 101, 260, 304). Otro resultado más serio y menos benéfico fue que, si bien el feudalismo convertía centralmente al soberano en un terrateniente, localmente convertía al terrateniente en soberano.

Origen

Las fuentes del feudalismo surgen de la mezcla de los usos bárbaros y el derecho romano (Maine, "Ancient Law", Londres, 1906, IX). Para explicar esto se debe hacer referencia al cambio que ocurrió en el Imperio Romano a comienzos del siglo IV. Alrededor de esa fecha Diocleciano reorganizó el Imperio mediante el establecimiento de una enorme burocracia, y al mismo tiempo lo deshabilitó con su abrumadora tributación. El resultado obvio fue el descenso de las clases libre a no libres, y la barbarización del Imperio. Antes del año 300 d.C. el terrateniente ausente cultivaba las tierras por medio de una familia rustica o brigada de esclavos, que eran tan de su propiedad como su propiedad mueble, aunque otros podían labrar sus campos con trabajo asalariado.

Dos causas extendían e intensificaban este sistema esclavista organizado: (1) la legislación Imperial que ordenaba que dos terceras partes de la riqueza de un hombre debía ser en terrenos, para así liberar el efectivo acumulado y prevenir los intentos de ocultar la riqueza y así escapar de los impuestos. De ahí que la tierra se convirtió en el medio de intercambio en lugar del dinero, es decir, la tierra no era ocupada por una renta sino por un servicio. (2) La presión de los impuestos que recaían sobre la tierra (tributum soli) obligaba a los pequeños propietarios a someterse a sus vecinos ricos, que pagaban los impuestos por ellos, pero a quienes, por lo tanto, estaban obligados a prestar servicios (obsequium) en trabajo y en especie. Así quedaban atados al suelo (ascripti glebae), no dependientes transferibles. El señor tenía sobre ellos poderes de corrección, aparentemente no de jurisdicción.

Entretanto, los esclavos mismos se habían convertido en territoriales y no personales. Además, la tierra pública (ager publicus) fue convertida en haciendas rústicas mediante concesiones en parte a veteranos libres (como en Colchester, Inglaterra), en parte a los laeti, —una clase semi servil de pueblos conquistados (como los alemanes en Inglaterra bajo Marco Antonio) que pagaban, además del tributum soli, con servicio manual en especie (sordida munera). Incluso en las ciudades romanas, por el mismo proceso, los propietarios urbanos (curiales) fueron degradados a la población manufacturera (collegiati). En una palabra, la clase media desapareció; el Imperio se dividió en dos fuerzas opuestas: una burocracia aristocrática y una población trabajadora servil.

Sobre el Imperio Romano así organizado se derramó la invasión teutónica, y estos bárbaros también tenían su organización, por burda y cambiante que pudiese ser. De acuerdo a Tácito (Germania), los germanos estaban divididos en cerca de cuarenta civitates, o populi, o pueblos. Algunos de ellos, cercanos a las fronteras romanas, vivían bajo reyes; otros, más remotos, eran gobernados por asambleas populares o príncipes electivos. Varios de ellos podían combinarse para formar un "tronco", cuyo único lazo en común consistía en sus ritos religiosos compartidos. El populus o civitas, por otra parte, fue una unidad política. Se dividía en pagi, cada pagus era aparentemente un límite jurisdiccional, probablemente reunidos en un tribunal presidido por un princeps (príncipe), elegido por asamblea popular, pero en el que las causas eran decididas por un cuerpo de hombres libres usualmente en un número cercano al centenar.

Paralelamente con el pagus, de acuerdo a Tácito (Germania, XII), aunque en realidad probablemente una división de él, estaba el vicus, una unidad agrícola. El vicus estaba representado en dos tipos (aunque Seebohm pensaba que no, "English Historical Review", julio, 1892, 444-465): (1) la aldea dependiente, que consistía de la casa del señor y las cabañas de sus subordinados (tal vez los vestigios de pueblos indígenas conquistados) quieres pagaban una renta en especie, cereal o ganado; (2) la aldea libre con casas dispersas, cada una con su cercado propio. Alrededor de esta aldea se extendían grandes praderas en las que los aldeanos pastoreaban su ganado. Cada año se separaba un lote de tierra nueva para ser arada, de la cual cada aldeano tomaba una parte proporcional a su posición oficial en la comunidad. Fue la amalgama de estos dos sistemas lo que produjo el feudalismo.

Pero es aquí donde todavía continúa la discusión, precisamente en cuanto a la relativa preponderancia de los sistemas germánico y romano en el feudalismo señorial. La pregunta gira, hasta cierto punto, sobre la opinión adoptada sobre el carácter de las incursiones germánicas. Los defensores de la preponderancia romana describen estos movimientos como meras correrías, que de hecho producían mucho daño material, pero que en realidad no alteraron la raza o las instituciones de los pueblos romanizados. Sin embargo, sus oponentes hablan de dichas incursiones más bien como de pueblos nómadas —de guerreros, mujeres y niños, incluso ganado y esclavos— que sellaron indeleblemente y moldearon indeleblemente las instituciones de la raza con la que se encontraron.

La misma discusión se enfoca alrededor del señorío o feudo medieval, el cual se puede observar mejor en su variedad inglesa. La teoría antigua era que el feudo era lo mismo que la marca teutónica (N. del T.: marca: En la Inglaterra y Alemania medievales, un lote de terreno mantenido en común por una comunidad), más la intrusión de un señor (Stubbs, "Constitutional History", Oxford, 1897, I, 32-71). Esta fue atacada por Fustel de Coulanges (Histoire des institutions politiques et de l'ancienne France, París, 1901) y por Seebohm (The English Village Community, Londres, 1883, VIII, 252, 316) quien insistió en un ancestro latino a partir de la villa romana, luchando por un desarrollo de la libertad a la servidumbre, sino de la esclavitud, a través de la servidumbre, hasta la libertad. Los argumentos de la escuela latina se pueden resumir así:

  • (1) la marca es una invención del cerebro teutónico (cf. "Oxford English Dictionary" de Murray, s.v. 167, "markmoot" probablemente quiere decir "una cama de perejil").
  • (2) las antiguas leyes germánicas están basadas en el supuesto de la propiedad privada.
  • (3) Las analogías de Maine y otras de India y Rusia no van al punto.
  • (4) los bretones romanizados, por ejemplo, en el sureste de Bretaña tenían un sistema señorial completo antes que los sajones llegaran desde Alemania. —

La escuela teutónica les contesta del siguiente modo (Elton, Eng. Hist. Rev., julio 1886; Vinogradoff, "Growth of the Manor", Londres, 1905, 87; Maitland "Domesday Book and Beyond", Cambridge, 1897, 222, 232, 327, 337):

  • (1) el nombre “marca” no se puede aplicar en Inglaterra pero la cosa existió.
  • (2) no se niega que existen analogías entre la villa romana y el señorío posterior, pero las analogías no necesariamente prueban la derivación.
  • (3) el señorío o feudo no era sólo una unidad agrícola, sino también judicial. Si el señorío se originó en la villa romana, que estaba compuesta de una población servil, ¿cómo es posible que los demandantes en un tribunal fuesen también jueces? ¿O esos aldeanos tenían derechos comunes sobre las tierras baldías en oposición a su señor? ¿O que la comunidad era representada en los tribunales de centenas por cuatro hombres y su alguacil?
  • (4) la evidencia de Seebohm está casi completamente redactada a partir de las posiciones de las villas y los villanos en los dominios del rey, de grandes cuerpos eclesiásticos o clérigos. Tales aldeas era ciertamente dependientes.
  • (5) La mayoría de la evidencia proviene de fuentes contaminadas de abogados normandos y franceses que se inclinaban a ver la servidumbre incluso donde no existía. En general, los más recientes escritores sobre feudalismo, tomando un punto de vista legal, se inclinan hacia la escuela teutónica.

Causas

La misma causa que provocó en el Imperio Romano tardío la desaparición de la clase media y las líneas confrontadas de la burocracia y la población servil, impulsó a los latinos “teutonizados” y a los latinizados a desarrollar el sistema completo del feudalismo.

(1) Sistema tributario, ya sea por medio del feorm-fultum, danegelt o gabelle, obligó al hombre más pobre a encomendarse a un señor. El señor pagaba el impuesto pero exigía a cambio condiciones de servicio. Por lo tanto, se decía que el servidor dependiente había "entregado su tierra" a un señor en pago por un impuesto, cuya tierra el señor le devolvía para mantenerla en feudo, y esta (es decir, la tierra mantenida en feudo por el señor) es la semilla del feudalismo.

(2) Otra y más sobresaliente causa fue la concesión real de terrenos públicos (“folk-land”). Alrededor de esto, también, en una época los historiadores estuvieron en disputa. El punto de vista antiguo era que la tierra pública (“folk-land”) era simplemente tierra privada, cuya posición autorizada se basada en el testimonio del pueblo, en oposición a la bôk-land [N. del T.: “book-land”, tierra alodial, o sea, libre de cargas señoriales] que tenía sus títulos de propiedad o escrituras. Pero en 1830 John Allen (Rise and Growth of Royal Prerogative) trató de demostrar que las tierras públicas (“folk-land) eran en realidad propiedades públicas, nacionales, baldías o no apropiadas. Su teoría fue que todos los libros de propiedades (escrituras de traspaso de tierras) hechos por los reyes anglosajones eran simples robos al dominio público, hechos en beneficio del rey, sus favoritos o la Iglesia. El libro de la tierra fue un instrumento eclesiástico introducido por los misioneros romanos, primero usado por ese entusiasta converso, Etelberto de Kent, aunque no se popularizó hasta el siglo IX.

Allen basó sus teorías en dos fundamentos: (a) el rey ocasionalmente inscribía tierras para sí mismo, que por lo tanto no habían podido ser suyas anteriormente; (b) era necesario el consentimiento del Witan para la concesión de tierras públicas, las cuales, por lo tanto, eran consideradas una posesión nacional [N. del T.: Witan = Witenagemot: Un consejo anglosajón asesor del rey, compuesto por unos cien nobles, prelados y otros funcionarios, que se reunía a intervalos para discutir asuntos administrativos y judiciales]. A esto el profesor Vinogradoff (Eng. Hist. Rev., enero 1893, 1-17) contestó: (a) que incluso el pueblo no sabía nada sobre dominio común, y que a fortiori, la nación entera no habría tenido tal idea; (b) que el rey en sus células reales nunca habló de terram gentis sino de terram juris sui; (c) que las tierras así traspasadas siempre están expresamente descritas como habitadas, cultivadas, etc., y por lo tanto, no podían haber sido inapropiadas o baldías.

Finalmente, el profesor Maitland (Domesday Book and Beyond, Cambridge, 1897, 244) claramente explica lo que ocurría mediante la distinción entre dos tipos de dominio: económico y político. El dominio económico es el derecho a compartir los rendimientos agrícolas de la tierra, como lo hace el terrateniente moderno, etc. El dominio político es el derecho a los beneficios judiciales del terreno —dominio, por consiguiente, en el sentido de gobernarlo o ejercer control sobre él. Mediante el libro de tierras, por lo tanto, la tierra se entregaba para que la poseyeran no económica, sino políticamente; y los que demandaban en los tribunales de justicia, pagaban peajes, etc., dirigían sus multas, no a la hacienda pública, sino al amo recién impuesto, quien de esta manera poseía la soberanía y sus resultados fiscales. En consecuencia el señor local recibía el privilegios del feorm-fultum, o el derecho de ser hospedado por una o más noches durante un viaje oficial. Así también en Irlanda, hasta el siglo XVII, los jefes de tribus disfrutaban del "hospedaje y librea" (“coin and livery”) de parte de los miembros de su tribu; y en la Francia medieval este fue el droit de gête del señor. Este impuesto a la tierra en especie, naturalmente, ayudaba a avasallar al hombre libre. Además el rey entregaba al nuevo señor las ganancias de la justicia y los derechos de paso, haciendo, por lo tanto, que el hombre libre fuese más dependiente de su señor.

Sin embargo, se debe establecer que el rey casi siempre retenía en sus propias manos los casos civiles y criminales más importantes. Aun así, eran muy fáciles de prever los resultados de la transferencia por el rey de los derechos sobre las tierras públicas, esto es, la depresión de las aldeas libres. Los pasos de esta depresión se pueden establecer en resumen, como sigue: (a) la Iglesia o señor autorizado a beneficiarse de las rentas en alimentos nombraba un capataz para cobrar esta renta en especie. De un modo u otro este capataz se apropiaba de tierra como dominio, parcialmente en lugar de, en parte junto con, las rentas en alimentos; (b) la iglesia o el señor autorizado por el libro de propiedades para obtener beneficios jurisdiccionales hacía que la tenencia de las tierras por los aldeanos dependiera de un pleito en su tribunal; las transferencia de los aldeanos se hacían en ese tribunal, y finalmente se declaraba que tenían su validez debido a un de un regalo o donación de su presidente.

(3) Entretanto la acción del Estado extendió esta depresión (a) mediante su intento, en las capitulares del siglo X, por mantener la ley y el orden en esas rústicas sociedades criadoras de ganado; pues el sistema desarrollado era que los hombres debían agruparse de tal manera que un hombre sería responsable por el otro, especialmente el señor por sus siervos. Como un ejemplo de lo anterior se pueden tomar las capitulares de los reyes francos, tales como Childeberto y Clotario, y del rey inglés Edgar (Stubbs, Select Charters, 69-74); y de este último, la famosa ordenanza de Athelstan (Conc. Treatanlea, c. 930, II; Stubbs, Select Charters, Oxford, 1900, 66): "Y respecto a aquellos hombres sin señor de quienes no se puede obtener ninguna ley, hemos ordenado que los domicilien al derecho popular y le encuentren un señor en la asamblea popular "; (b) otra manera fue mediante la institución de una tributación central en el siglo XI —en Inglaterra por medio del "danegelt" (N. del T.: tributo en dinero para financiar la protección contra la invasión danesa), y en el extranjero por diversos gabelles (N. del T.; impuesto, principalmente a la sal). Estos eran impuestos en efectivo en una época en que otros pagos todavía se hacían en gran parte en especie. Por consiguiente, tal como bajo el Imperio Romano tardío, el más pobre se encomendaba a un señor, quien pagaba por él, pero demandaba a cambio un pago en servicio, un tributum soli. El dependiente se convertía en vasallo, tal como en los días de mantenimiento en Lancaster, y esperaba que su señor lo protegiese incluso en los tribunales de justicia reales, y le repagaba a su amo en servicio militar y económico, y por incidentes feudales de heriot, (N. del T.: un impuesto que los familiares debían pagar al señor tras la muerte del villano o vasallo, que a menudo consistía en su mejor bestia o ganado), tutela, etc. (para detalles de ayudas feudales, cf. Maitland, Constitutional History, 27-30)

(4) Tampoco se debe olvidar que un “ceorl” (N. del T.: el “ceorl” era el ciudadano de la clase más baja en la Inglaterra anglosajona.) o comerciante podía "prosperar" (Stubbs, Select Charters, 65; probablemente data del siglo XI), hasta acumular riqueza en perjuicio de sus vecinos, y gradualmente llegar a ser amo de aldeanos —poseedor de una iglesia, un horno donde los aldeanos pudiesen hornear su pan (jus furmi), un campanario semi-fortificado y un escaño en la puerta de la ciudad donde sentarse a juzgar.

(5) La última gran causa que desarrolló el feudalismo fue la guerra. Es un viejo dicho, de cerca de una docena de siglos de antigüedad, que "la guerra engendra al rey". No es menos cierto que la guerra, no civil, sino internacional, engendró el feudalismo. En primer lugar, forzó a los reyes a dejar de rodearse de una anticuada “fyrd” o milicia nacional, que, en sus actividades agrícolas, habían olvidado que la rapidez de movimiento era lo esencial en las acciones militares, y por golpear el arado con la espada había perdido el deseo de golpear el acero a su forma antigua. En consecuencia se organizó una nueva fuerza militar, un ejército profesional permanente, el cual debía ser alojado y alimentado en tiempos de paz. Como resultado, a sus miembros individuales se les concedió tierras y propiedades, o vivían junto al rey como su séquito personal. En cualquier caso, en vez de que todos los hombres aptos estuviesen individualmente obligados en persona a servir a su soberano en el campo, los señores o terratenientes estaban obligados en virtud de sus tenencias a proporcionar cierta cantidad de guerreros, equipados con armas fijas y definidas, de acuerdo al grado, rango y riqueza del combatiente.

En segundo lugar, esto dio otra razón para la encomienda, es decir, protección. Ahora se le requería al señor que no pagara un impuesto, sino que extendiese la esfera de su influencia como para mantener una granja solitaria para evitar los ataques de un enemigo, o por lo menos que tuviese un lugar de retiro y refugio en tiempo de guerra. El señor haría esto para una consideración, a saber, que el protegido se reconociese a sí mismo como judicial, política y económicamente dependiente de su gran protector. Finalmente, el propio rey era empujado hacia la cima de todo el sistema. Los diferentes señores se encomendaban a esta figura central, para que les ayudase en tiempos de crisis, pues veían la inutilidad de tratar de repeler a un enemigo individualmente. Eran derrotados continuamente porque "comarca no ayudaría a comarca" (Anglo-Saxon Chronicle, ann. 1010).

Así, la verdadera razón por la que los ingleses permitieron a Etelredo el Indeciso aceptar a Svend como rey único fue simplemente debido a que Etelredo no tenía idea de centralizar y unificar la nación; justo como en sentido contrario la exitosa resistencia de París a los escandinavos dio a sus duques, los señores de la Isla de Francia, los títulos reales que los carolingios de Laón fueron muy débiles para defender; y la carencia de una guerra defensiva nacional impidió cualquier unificación del inmanejable Sacro Imperio Romano. Esto se demuestra efectivamente por el verdadero estallido de un sentimiento nacional que se centró alrededor de uno de los más débiles emperadores, Federico III, en el asedio de Neuss, simplemente porque se creyo que Carlos el Temerario, al atacar a Colonia, amenazaba a Alemania. A partir de estas guerras, entonces, los reyes emergían, no tanto como simples líderes de sus pueblos sino como propietarios de la tierra en que su gente vivía, no tanto como Reges Francorum sino como Reges Franciae, no como Duces Normannorum sino como Duces Normanniae, no como reyes de los anglos sino como de Inglaterra. Este cambio de la soberanía tribal por la territorial señala la existencia completa del feudalismo como una organización de la sociedad en todas sus relaciones (económica, judicial, política), sobre la base de las encomiendas y la tenencia de tierras.

Esencia

Estamos ahora, por lo tanto, en posición de entender qué fue exactamente el feudalismo. Teniendo en mente la doble definición dada al comienzo y en aras de la claridad, podemos resumir el feudalismo en sus tres partes componentes: el elemento territorial, la idea de vasallaje y el privilegio de inmunidad.

1. Elemento Territorial:

El elemento territorial es cuando el señor concede la enfeudación a un hombre. Al principio esto era probablemente en provisiones y ganado tanto como en terrenos. De ahí su etimología: Littré coloca el feudum del bajo latín como de origen teutónico, y así cognado con el fihu del antiguo alto alemán, el gótico faihu, el anglosajón feoh (nuestro honorario) y el vieh del alemán moderno. Esto quiere decir que la palabra se remonta a los tiempos cuando el ganado era originalmente la única forma de riqueza; pero llegaba por un proceso perfectamente natural, cuando la humanidad hubo pasado de una vida nómada a la fijación de un domicilio necesario para las ocupaciones pastorales, a denotar la riqueza en general y finalmente riqueza en tierras. Por lo tanto, el señor entregaba a su vasallo el ganado, mercancías o tierras para que los mantuviesen no bajo dominio absoluto, sino en usufructo, bajo condiciones originalmente personales pero que luego se volvieron hereditarias. (Todo este proceso se puede rastrear fácilmente en "Studies in Anglo Saxon Institutions" de Hector Monroe Chadwick, Cambridge, 1905, IX, 308-354; X, 378-411, donde se da cuenta detallada de cómo el "thegn" (o thane) un sirviente personal del rey, progresaba hasta llegar a terrateniente, poseía un promedio de 30 acres de tierras y era responsable ante su soberano en asuntos de guerra y jurisdicción).

Asimismo, se ha admitido generalmente la influencia de la Iglesia en esta transferencia gradual de un vasallaje personal a uno territorial. Las casas monásticas serían las primeras en sentir molestia (Liber Eliensis, 275) al mantener un séquito de caballeros dentro de los muros de sus claustros. También los obispos, por muy suntuosos que fuesen sus palacios, no podían dejar de desear que los combatientes, que ellos estaban obligados a proveer al rey debido a su baronía, se hospedasen en otra parte que no fuera cerca de sus personas. En consecuencia, pronto desarrollaron el sistema de vasallaje territorial. De aquí la máxima legal medieval: nulle terre sans seigneur (N. del T.: no hay tierra sin señor) (Vinogradoff, English Society in the Eleven Century, Oxford, 1908. II, 39-89). Esta enfeudación del señor o terrateniente por el rey y del vasallo por el señor fue en parte como una especie de recompensa por servicios anteriores, en parte como prenda para el futuro.

Esta primitiva idea del señor que entrega tierras a sus partidarios es la responsable de los incidentes feudales que de otra manera parecen tan tiránicos. Por ejemplo, cuando el vasallo moría, sus armas, caballo y equipo militar pasaban como heriot a su amo (N. del T.: heriot: en la Inglaterra medieval era un impuesto que pagaban al señor los familiares tras la muerte de un villano o feudatario libre, que a menudo consistía de la mejor bestia o cabeza de ganado del difunto.) Así, también, cuando el vasallo moría sin herederos su propiedad pasaba a manos del señor. Sin embargo, si moría con herederos que todavía eran menores de edad, entonces estos quedaban bajo la tutela del superior feudal, quien podía incluso disponer de una mujer tutelada y darla en matrimonio a quien él quisiera, con el pretexto de que de otra manera podría unirse ella misma y sus tierras a un enemigo hereditario. Todo el tiempo está claro que la idea siempre presente que regulaba y sugería estos incidentes era precisamente el aspecto territorial. El origen de estos acontecimientos se remontaba a los primitivos días cuando el vasallo feudal había recibido todas sus posesiones —ya fuesen armas, mercancías o tierras— de su señor inmediato. La tierra se había convertido en el lazo que unificaba a toda la sociedad. La tierra era ahora el principio rector de la vida (Pollack y Maitland, History of English Law, Cambridge, 1898, I, III, 66-78). Un hombre seguía, no al señor que él eligiese o la causa que le pareciese más justa, sino al amo cuya tierra él poseía y cultivaba, la causa favorecida en los límites geográficos de sus dominios.

El rey era considerado como el verdadero propietario de los territorios de la nación. Él, como representante de la nación, distribuía las baronías, señoríos, honorarios a los caballeros y feudos a los vasallos primarios, y éstos, a su vez, dividían la tierra a ser mantenida en usufructo por sus vasallos inferiores (Vinogradoff, English Society in the Eleven Century, 42). El estatuto de Eduardo I, conocido por su cláusula inicial como Quia Emptores, muestra los extremos a los que era llevada esta sub enfeudación (Stubbs, Select Charters, 478). Sin embargo, esta Idea territorial estaba tan incorporada en las concepciones legales de la política medieval, y fue transmitida de edad en edad por los más hábiles juristas de cada generación, que, hasta en el último medio siglo, no faltaba quien enseñara que la verdadera nobleza de Inglaterra podía descender, no solo por medio de la sangre, ni siquiera por legado o herencia, sino por la mera posesión legal de ciertas tierras y viviendas. Testimonio es el caso de la Nobleza de Berkeley de 1861 (Anson, Law and Customs of the Constitution, Oxford, 1897, Part I, I, VI, 200-203).

2. Idea de Vasallaje:

El feudalismo además implicaba la idea de vasallaje, la cual es en parte concurrente con y en parte superpuesta a la concepción territorial. Ciertamente es anterior a y más primitiva que la noción de la enfeudación de tierras. Las primeras hordas que irrumpieron sobre Europa se mantuvieron unidas por la idea de lealtad a un jefe personal. Los heretogas eran líderes en la guerra. Tácito dice (Germania, VII): "Los jefes retienen el mando más por el ejemplo de su audacia y valor que por cualquier regla de disciplina o regla autocrática". Este fue el mejor, más evidente y más simple método, y siempre podía prevalecer en un estado de incesantes incursiones y guerras. Pero incluso cuando ese estado de desarrollo hubo pasado, el elemento personal, aunque considerablemente disminuido, no podía dejar de mantenerse. La enfeudación territorial no terminó con el vasallaje, sino que sólo cambio el medio por el cual esa servidumbre se hizo evidente. El subordinado era, como siempre, el seguidor personal de su señor inmediato. No era simplemente un vasallo en tierras de ese señor; la tierra que mantenía no era más que la expresión de su dependencia, el signo externo y visible de un vínculo interno e invisible. El feudo mostraba quién era el vasallo y a quien le debía su vasallaje.

En un tiempo hubo una tendencia entre los historiadores a hacer una distinción entre la teoría del feudalismo en el continente europeo y el introducido a Inglaterra por Guillermo I. Pero un estudio detallado de ambos ha probado su identidad (Tout, Eng. Hist. Rev., Jan., 1905, 141-143). El Juramento de Salisbury, incluso bajo la suposición de que realmente fue tomado por “todos los terratenientes de renombre que había por toda Inglaterra” (Anglo-Saxon Chronicle, ann. 1068), no fue más que lo que habían exigido los reyes anglosajones (Stubbs, Select Charters, Doom of Exeter, IV, 64; I, 67; pero compare con Vinogradoff, Growth of the Manor, Oxford, 1905, 294-306). También en Alemania muchos de los caballeros menores respondían directamente al emperador, y en general, ya estuviesen inmediatamente sujetos a él o no, el monarca tenía derechos soberanos, por lo menos en teoría. En Francia, donde el vasallaje feudal era muy fuerte, había un tribunal real al que podía apelar un subalterno, y también había casos reales que solamente el rey podría tratar. De hecho fue tal vez en Francia, antes que en cualquier otro lugar, que el espíritu centralizador de la intervención real comenzó a ocuparse de los intereses sociales, económicos y judiciales de los individuos.

Además, por otro lado, la anarquía del reinado de Esteban, que se diseminó por todo el territorio (Davis, Eng. Hist. Rev., Oct. 1903), mostró cuán débil era, incluso en Inglaterra, el dominio real sobre los nobles vasallos. Asimismo, si el feudalismo inglés difería en absoluto del vasallaje jerárquico que causó tanto daño en el extranjero, el resultado se debió mucho más a Enrique II y sus sucesores que a la línea de reyes normando. E incluso el trabajo de los angevinos fue deshecho en gran medida por la política de Eduardo III. Los Estatutos de Merton (1278), Manos Muertas (1297) y Quia Emptores (1290), todos pusieron los fundamentos —aunque estos, por supuesto, eran ajenos a su objeto— para las agregaciones de las grandes haciendas. Luego llegó el matrimonio de príncipes reales con grandes herederas; el Príncipe Negro obtuvo las tierras de Kent; Leonel, la dote de Ulster; Tomás de Woodstock los señoríos vinculados de Eleanor Bohun.

Antes de deponer a Ricardo II, Enrique IV era “Harry de Hereford, Lancaster y Derby”, así como Leicester y Lincoln. El resultado fue que Inglaterra, no menos que Francia, Alemania, Italia y España, tenía sus vasallos feudales que ganaban ascendencia sobre la corona, lo cual era impedido solamente por sus celos mutuos. En Inglaterra, además, la substitución de la antigua féodalite territoriale por una féodalité apanagée, o nobleza de la sangre real, provocó el mismo daño que en Francia; y la Guerra de las Rosas igualó las riñas fatales de borgoñones y armañanes, los horrores de la Praguería y la anarquía de la "Liga del Bienestar Público”. Por lo tanto, puede verse que en toda Europa prevaleció el mismo sistema feudal de una disposición jerárquica de clases, tal como una enorme pirámide cuyo vértice, mantenido en alto y separado de su base por capas intermedias, representaba al rey.

3. Privilegio de Inmunidad:

Por último, el feudalismo conllevaba la idea de una inmunidad o concesiones de las ganancias de la justicia sobre un feudo u otros predios de terreno (Vinogradoff, Eng. Soc. in the Eleventh Century, 177-207). Ya establecimos como, mediante los libros de propiedades, los reyes anglosajones (y lo mismo se había hecho y se repetiría por todo el Continente) les concedían a otros el dominio político sobre ciertos territorios que hasta ese momento se mantenían en la frase medieval "haciendo su propia ley". El resultado fue que, aparentemente, se crearon tribunales privados tipificados en Inglaterra por la rima aliterativa "sac and soc, toll and theam, and infangenthef" (N. del T.: “sac and soc”: derecho a establecer un tribunal; “tol”: pago de un peaje o impuesto por pasar; “theam”: tomar parte de las ganancias de una persona acusada de poseer bienes injustamente; “infangenthef”: permitía a sus portadores ejecutar justicia sumaria (incluida la pena capital) sobre ladrones dentro de los límites de sus propias haciendas o feudos.). A veces el señor quedaba satisfecho simplemente tomando las confiscaciones judiciales en los tribunales ordinarios, sin preocuparse en establecer otro para sí mismo. Pero, generalmente hablando, al parecer tenía y usaba el derecho de mantener su propio tribunal separado. Por lo tanto, el feudalismo incluía no solamente servicio (militar y económico) sino también demanda (judicial). Se insistía en esta demanda tan minuciosamente como en el servicio.

El rey exigía a sus feudatarios primarios que se reunieran en su curia regis . Así Guillermo I tenía su ceremonia de uso de la corona tres veces al año, a la que asistían "todos los hombres ricos de toda Inglaterra, arzobispos y obispos, abades y condes, funcionarios de confianza y caballeros" (Anglo-Saxon Chronicle, ad ann, 1087). Así mismo, en Francia existía la cour du roy que se remontaba a los antiguos tiempos de los capetos, el tribunal de los dominios o vasallos inmediatos del rey; a este tribunal real, tanto en Inglaterra como en Francia, estaban obligados a asistir todos los feudatarios en jefe, por lo menos en los días de plena fuerza del feudalismo. Ese mismo tribunal existía en el Sacro Imperio Romano y fue de gran importancia, al menos hasta la muerte de Enrique V (Bryce, Holy Roman Empire, London, 1904, VIII, 120-129).

Todos los que asistían a estos tribunales lo hacían en virtud de sus obligaciones como feudatarios. Ahora bien, estos consejos reales no eran cuerpos constitucionales, pues no hay evidencia de ninguna legislación hecha por ellos. Más bien, como el Parlamento en Francia, ellos simplemente registraban los edictos reales. Pero su trabajo era judicial, pues adjudicaban causas demasiado numerosas o muy complicadas que el rey no debía resolver solo. Así Felipe Augusto convocó a Juan como príncipe vasallo al cour du roy para responder por la acusación del asesinato de Arturo de Bretaña.

Tal como esos tribunales reales eran cuerpos judiciales para tratar sobre asuntos relativos a los feudatarios en primarios, así mismo esos feudatarios, y en una gradación descendiente cada señor y amo, tenían sus tribunales privados en los que trataban los casos de sus súbditos. Los tribunales penales privados no eran estrictamente feudales, sino que dependían de una concesión real; tales eran las franquicias, o libertades, o regalías, tal como en los condados palatinos a través de toda Europa. Sin embargo, además de estos, estaban los librœ curiœ, tribunales de baronía, tribunales señoriales, tribunales consuetudinarios y, en el caso de la Iglesia, tribunales cristianos (para detalles, Pollock y Maitland, History of English Law, I, 571-594). Nos sorprende la complejidad misma de estos tribunales; y no menos dejó de sorprender a sus contemporáneos, pues Langland, en “Piers Plowman” (Passus III, II,318-39) espera con agrado al día dorado cuando "tribunal del rey y tribunal común, consistorio y capítulo, todos serán un tribunal y un barón juez."

Iglesia y Feudalismo

También la Iglesia tuvo su lugar en el sistema feudal. Ella también recibió feudos territoriales, se convirtió en vasallo y poseía inmunidades. Esto fue el resultado de la amplia y calmada simpatía con la que se dirigió a las nuevas naciones, lejos del Imperio Romano, al que muchos cristianos pensaban que estaba irrevocablemente ligada. Mediante el bautismo de Clodoveo ella demostró que el bautismo de Constantino no la había atado al sistema político. Así ella creó un mundo nuevo a partir del caos, creó la paradoja de la civilización bárbara. Como muestra de gratitud hacia ella reyes y emperadores la dotaron con propiedades; y la propiedad eclesiástica muchas veces trajo males consigo. Los resultados fueron elecciones disputadas; los hijos más jóvenes de los nobles se intrusaron a los obispados, y a veces incluso al papado. Los príncipes seculares reclamaban la investidura laica de los oficios espirituales. La causa de esto fue el feudalismo, pues un sistema que tenía su fundamento en la tenencia de tierras estaba confinado al final a esclavizar una Iglesia que tenía grandes posesiones territoriales.

Por ejemplo, en Alemania tres de los siete electores del imperio, místicamente numerados, eran eclesiásticos. Además había varios príncipes-obispos y abades mitrados, cuyo gobierno estaba más extendido y era más poderoso que el de muchos barones seculares. Así como en Alemania, también fue en Francia, Inglaterra, Escocia, España, etc. Naturalmente los reyes y príncipes sentían un creciente deseo de obligar a la Iglesia a tomar su parte en las cargas y deberes nacionales. Además, dado que por costumbre los gobernantes seculares habían obtenido el derecho de presentación a diferentes beneficios o el derecho de veto, con el título en el Continente de defensores o vogt, los numerosos reclamantes de esos beneficios estaban demasiados preparados para aceptar toda demanda posible de su señor, si solo él les permitía poseer el obispados, la abadía o lo que fuese. En resumen, la Iglesia estaba en peligro de convertirse en un anexo del Estado; el Papa, en capellán del emperador.

La simonía y el concubinato abundaban. Entonces llegaron las reformas de Cluny y el remedio de la separación de Iglesia y Estado en el sentido que la Iglesia conferiría la dignidad u oficio y el Estado, la baronía. Pero incluso cuando este concordato se había logrado (en Inglaterra entre Enrique I y San Anselmo en 1107; el acuerdo en Europa no tuvo lugar hasta 1122 en Worms), la Iglesia seguía enredada en el feudalismo. Tenía que cumplir sus deberes feudales; le debía séquito y servicio a un señor. Ciertamente, vasallos inferiores le debían séquito y servicio a ella. Así se introdujo a la estructura secular de la sociedad. Se inventó para ella una nueva tenencia: frankalmoin (N. del T.: Mediante él, un cuerpo eclesiástico mantenía la tierra libre del servicio militar, como el servicio de caballeros u otro servicio secular o religioso, pero a veces a cambio del servicio religioso de rezar oraciones por el alma del otorgante). Pero a menudo tuvo que proveer sus caballeros y guerreros y hacer justicia a sus vasallos.

El antiguo ideal de una monarquía mundial y una religión mundial, el Papa como emperador espiritual, el emperador como Papa temporal, según expuesto con habilidad incomparable en el fresco de la iglesia dominica en Florencia (Santa María Novella) había dejado de influir en la opinión pública mucho antes de que Dante escribiera su "De Monarchia". El feudalismo había destrozado ese ideal (Barry, en Dublin Review, octubre de 1907, 221-243). No había tanto una Iglesia universal como varias Iglesias nacionales bajo sus príncipes territoriales, de modo que el feudalismo en la esfera eclesiástica preparó el camino para el principio del Renacimiento, Cujus regio, ejus religio (N. del T.: es una frase latina que significa que la confesión religiosa del príncipe se aplica a todos los ciudadanos del territorio). Pues mientras al principio la Iglesia santificó al Estado y ungía con crisma sagrado al rey vestido con apariencia sacerdotal, al final el Estado secularizó a la Iglesia bajo el cautiverio dorado de Aviñón. El despotismo real siguió las indignidades de Anagni; la iglesia se hundió bajo el peso de sus deberes feudales.

Resultados

1. Resultados Negativos:

(a) En lugar de entrar en relación directa con los individuos, el Estado entraba en relación con los líderes de grupos, y así perdía contacto con los miembros de esos grupos. Con un rey débil o una sucesión en disputa, esos mismos líderes se nombraban a sí mismos soberanos, y al considerarse soberanos peleaban entre sí como soberanos, en lugar de recurrir al estado como el verdadero soberano para que adjudicara sus respectivas demandas. El resultado fue lo que los cronistas llamaron guerra o guerra privada (Coxe, House of Austria, I, Londres, 1807, 306-307). Esta quedó prohibida en Inglaterra incluso bajo su forma simulada de torneo. Aun así, estaba demasiado enlazada con el feudalismo como para ser suprimida totalmente, e irrumpía fieramente de tiempo en tiempo como ocurría en otros lugares.

(b) Los líderes tentaban a sus vasallos a seguirlo contra sus señores superiores. Así Roberto de Bellesme obtuvo la ayuda de sus feudatarios contra Enrique I; así Alberto de Austria encabezó a los electores contra el emperador Adolfo de Nassau; así Carlos de Navarra guió a sus vasallos contra el rey Juan de Francia; así Jaime de Urgel formó su Unión Privilegiada de Zaragoza.

(c) Esos líderes reclamaban el derecho de acuñación privada, castillos privados, autoridad judicial total, plenos poderes para imponer tributos. Había siempre una lucha entre ellos y sus soberanos, y entre ellos y sus vasallos inferiores según el grado de su independencia. Cada grupo señorial, o de honor, o feudo debía esforzarse por ser autosuficiente y por mantenerse aparte de su superior inmediato. Cada señor se esforzaba más y más para consolidar sus dominios y forzar a sus vasallos a apelar a él antes que a su superior directo. Esta lucha continua, cuyo éxito y fracaso dependían del carácter personal del señor y su superior inmediato, fue la causa principal para la inestabilidad de la vida en los tiempos medievales.

(d) Tal vez se puede agregar un último mal en el poder entregado a la Iglesia. En momentos de sucesión disputada la Iglesia reclamó el derecho a defenderse, a mantener el orden y eventualmente a nominar el gobernante. Esto, por más justificable en sí mismo y por más beneficioso a veces, a menudo llevó el orden eclesiástico a los brazos de uno u otro partido político; y la causa de la Iglesia a menudo se veía identificada con un reclamante en particular por razones que no eran eclesiásticas; y los castigos de la Iglesia, como la excomunión a veces se impusieron para defender intereses mundanos. Como regla general, sin embargo, la influencia de la Iglesia iba dirigida a controlar y suavizar los injustos y crueles elementos del sistema.

2. Resultados Positivos:

(a) El feudalismo suministró una nueva fuerza cohesiva a las naciones. En la ruptura por igual del Imperio Romano y la lealtad tribal germánica al jefe tribal, se sintió una clara necesidad de alguna organización territorial. Hasta ese momento no existía la idea de nacionalidad, y, de hecho, tenía poca oportunidad de expresión. ¿Cómo se podía hacer para que los pueblos sintiesen sus individualidades distintivas? El feudalismo vino con su pronta respuesta, unió los sistemas políticos germánico y romano, levantó una pirámide interconectada que descansaba sobre la ancha base de la posesión popular y culminaba en el vértice del rey.

(b) Además el feudalismo introdujo en la vida política el vínculo de la legalitas. Cada guerra en épocas medievales, o más bien feudales, estaba basada en algún reclamo legal, dado que no había ningún otro casus belli (N. del T.: casus belli: motivo de guerra). El oportunismo político o la expansión nacional eran doctrinas desconocidas. Sin duda esta legalitas como en la pretensión inglesa al trono francés, a menudo se convertía en pura hipocresía. Aunque en el conjunto le dio una restricción moral a la opinión pública en medio de una edad apasionada, y la inscripción en la tumba simple de Eduardo I: PACTUM SERVA, aunque a veces fue ignorada por el propio rey, todavía resume el gran baluarte levantado en la época medieval contra la violencia y opresión. Romper el vínculo feudal era un delito grave; es más, era un deshonor. Del lado del rey o señor estaba la investidura por bandera, lanza u otro símbolo; del lado del hombre o feudatario, homenaje a la tierra, jurado con una rodilla doblada y las manos colocadas entre las manos del señor, el feudatario se mantenía erguido mientras tomaba la lealtad como el signo de una obligación personal.

(c) El feudalismo le proveyó una fuerza armada a Europa cuando se encontraba indefensa a los pies de las antiguas montañas sobre las cuales tantos pueblos merodeaban para conquistar el mundo occidental. La arremetida de turcos, sarracenos y moros fue controlada por el impuesto feudal que sustituía a una fuerza profesional disciplinada por la milicia nacional o fyrd (Oman, Art of War, IV, II, 357-377, London, 1898).

(d) Desde un punto de vista moderno su ventaja más interesante fue el hecho de haber sido una solución real, aunque solo temporal, al problema de la tierra. Impuso una distribución justa de los dominios territoriales incluidos dentro de los límites geográficos de la nación, al permitir que los individuos se hiciesen de terrenos para sí mismos con la condición de que cada terrateniente, ya fuese barón secular, eclesiástico, incluso abadesa, prestase séquito y servicio a su superior y a su vez los exigiese de cada uno de sus vasallos. Esto eficazmente enseñó el principio de que los propietarios de tierra, precisamente como tal, debían realizar a cambio trabajo gubernamental. No era exactamente una nacionalización de la tierra (aunque muchas expresiones legales y teológicas de literatura medieval parecen implicar la existencia de ésta), sino que se le pagaba a la nación por sus tierras mediante servicio en la guerra y mediante deberes administrativos, judiciales, y más tarde, legislativos.

Decadencia del Feudalismo

La decadencia del feudalismo se debió a una multiplicidad de causas que actuaron entre sí. Dado que el feudalismo se basaba en la idea de la tenencia de la tierra pagada con trabajo gubernamental, cada proceso que tendió a alterar este ajuste también tendió a desplazar el feudalismo.

(1) El nuevo sistema de reclutar tropas para la guerra ayudó a sustituir la tierra por dinero. El antiguo sistema de reclutamiento feudal se hizo obsoleto. Se hizo impracticable para los señores retener una hueste de caballeros a su servicio, esperando ociosamente el llamado a la guerra. En lugar de ello, los barones, encabezados por la Iglesia, enfeudaban a esos caballeros en tierras que habrían de poseer bajo condiciones de servicio. Gradualmente esos caballeros, además, consideraron el servicio militar sumamente inoportuno y los sustituyeron por una suma de dinero, pagado al principio a su señor inmediato, y eventualmente requerido directamente por el rey. La tierra dejó de tener el mismo valor a los ojos del monarca. El dinero tomó su lugar como símbolo de poder.

Pero esto aumentó aún más por un nuevo desarrollo en la organización militar: el sistema por el que comisarios, en virtud de escritos reales, convocaban la leva del condado había tomado el lugar de los antiguos acuerdos. Estas comisiones de formación de tropas, enviadas a los feudatarios primarios, o proclamadas a los vasallos inferiores en todas las plazas, ferias y mercados, ahora se cambiaba por contratos, con los cuales el rey pactaba con condes, barones, caballeros individuales, etc. para que proveyesen un número fijo de hombres por un salario fijo ("Ahora venden los pastos para comprar el caballo." —"Enrique V", Prólogo al Acto II). La antigua concepción de la fuerza feudal había desaparecido completamente. Además, por medio de la artillería la fuerza atacante dominaba por completo la defensiva, declinó el valor de los castillos fortificados, aumento la importancia de los arqueros y la infantería, los caballeros fuertemente blindados se volvieron inútiles en batalla y en el Continente se aseguró la supremacía de los arcabuces y las picas. Además, como parte de este desplazamiento militar se debe señalar la reacción contra librea y mantenimiento (cf. Lingard, History of England, IV, v, 139-140, Londres, 1854). Los intensos males ocasionados sobre toda Europa]] por este feudalismo bastardo, o caricatura de feudalismo, provocó una feroz reacción. En Inglaterra y en el Continente la nueva monarquía que surgía de los "Tres Magos" de Bacon estimuló el resentimiento popular contra las grandes familias de hacedores de reyes y quebró su poder.

(2) Una segunda causa de esta sustitución fue la Muerte Negra. Por algunos años, por razones de conveniencia, la emancipación de la villanía se había extendido gradualmente. El sistema había crecido al cambiar la tenencia por renta por la tenencia por servicio, es decir, el servicio era pagado con dinero, y los campos del señor eran labrados por trabajadores asalariados. Debido a la Gran Pestilencia el trabajo escaseó y la agricultura se desorganizó. Ya no existía el antiguo excedente de población que antes se desplazaba de señorío en señorío (Vinogradoff en Eng. Hist. Rev., Oct. 1900, 775-781; abril, 1906, 356). Los señores perseguían a sus feudatarios; el capital mendigaba por trabajo. Todas las promulgación legales para encadenar el trabajo al suelo resultaron inútiles. Los villanos escapaban en grupos a los señoríos, no de sus propios señores, y entraban a trabajar como trabajadores asalariados. Es decir, el señor se convertía en propietario, el villano se convertía en arrendatario a voluntad o en obrero sin tierra. Entonces llegó la Revuelta de Campesinos en toda Europa, el complemento económico de la Peste Negra, con lo que se deshizo la antigua economía y de la cual surgió la economía social moderna. En el Continente el resultado fue el sistema "métayer" (aparcería) o división de la riqueza nacional entre los propietarios de fincas pequeñas. En Inglaterra, bajo ganado y arrendamiento de tierras, el mismo sistema prevaleció por cerca de una centuria, luego desapareció, y emergió eventualmente después de épocas sucesivas nuestra moderna agricultura "cerrada".

(3) Como en las cosas económicas y militares, así también en las cosas judiciales, la idea de administración de la tierra se hundió en el horizonte. Por toda Europa los reyes legalistas, Alfonso el Sabio, Felipe IV (el Hermoso), Carlos de Bohemia, Eduardo I de Inglaterra, estaban reorganizando las constituciones de sus países. La antigua curia regis o cour du roi dejó de ser una junta feudal de feudatarios primarios y se convirtió, primero parcial y luego totalmente, en un cuerpo de asesores legales. Los capellanes y clérigos del rey, con sus conocimientos de derecho civil y canónico, capaces de descifrar las viejas costumbres, tomaron el lugar de los formidables guerreros. La Placita Regis o cas royaux se extendió y simplificó. Se alentó las apelaciones. Los litigios tanto civiles como criminales llegaron a los tribunales reales. Las finanzas, la auditoría real de las cuentas de comisarios, alguaciles o senescales, incrementó el control real sobre el país, destruyó el poder de las clases terratenientes y llevó al rey y al pueblo a formar alianzas contra de los grandes nobles.

La forma de la sociedad ya no es una pirámide sino dos líneas paralelas. Ya no se puede representar como ensanchándose hacia abajo desde el rey a los nobles, y de los nobles al pueblo; puesto que el ápice y la base se han retirado, el primero de completar y el segundo de soportar al bloque central. El ascenso al poder de las asambleas populares, ya sea como estados generales, cortes, dietas o parlamentos, demuestra la creciente importancia de la clase media (es decir, los adinerados, no terratenientes) es el derrumbamiento del feudalismo.

El ascenso al poder de las asambleas populares, ya sea como Estados Generales, Cortes, Dietas o Parlamentos, demuestra la creciente importancia de la clase media; y el triunfo de la clase media (es decir, de los propietarios adinerados, no terratenientes) es el derrocamiento del feudalismo. Toda la literatura del siglo XIV en adelante da testimonio de este triunfo. De ahí en adelante, hasta el Renacimiento, será eminentemente burguesa. El cantar ya no será más un monopolio aristocrático; pasará a toda la nación. El trovador ya no existe; su lugar lo ocupa el escritor de baladas que compone en lengua vulgar un dolce stil nuovo. Este nuevo tono es especialmente evidente en "Renard le Contrefait" y "Branche des Royaux Lignage". Estos muestran que la antigua reverencia por todo lo que era caballeroso y caballeresco estaba desapareciendo. La teoría medieval de la vida, el pensamiento y el gobierno se había desmoronado.


Bibliografía: Stubbs, Constitutional history (Oxford, 1897); Seebohm, English Village Community (Londres, 1883); Pollock and Maitland, History of English Law (Cambridge, 1898); Maitland, Constitutional History, (Cambridge, 1908), 141-164; Vinogradoff, English Society in the Eleventh Century, (Oxford, 1908); Round, Feudal England, (Londres, 1895), 225-314; Baldwin, Scutage and Knight Service (Chicago, 1897); Roth, Geschichte des Beneficialwesens (Erlangen, 1850); Waitz, Deutsche Verfassungsgeschichte (Berlín, 1880); Lippert, Die deutchen Lehnbuecher (Leipzig, 1903); Rhamen, Die Grosshufen der Nordgermanen (Brunswick, 1905); Luchaire, Histoire des Institutions (París, 1883-85); Petit-Deutaillis, Histoire Constitutionelle (1907) tr. Rhodes, (1908); Seignobos in Lavisse and Rambaud, Histoire General, II, (París, 1893), I, 1-64; Guilmeroz, Essai sur d'origine de la noblesse en France, (París, 1902); Flach, Les origines de l'Ancienne France, III (París, 1904).

Fuente: Jarrett, Bede. "Feudalism." The Catholic Encyclopedia. Vol. 6, págs. 58-64. New York: Robert Appleton Company, 1909. 30 julio 2020 <http://www.newadvent.org/cathen/06058c.htm>.

Traducido por Miguel A. Casas. lmhm