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Domingo, 22 de diciembre de 2024

Clodoveo

De Enciclopedia Católica

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Clodoveo, hijo de Childerico, rey de los francos salios; nació en el año 466; murió en París el 27 de noviembre de 511. Sucedió a su padre como rey de los francos de Tournai en 481. Su reino fue probablemente uno de los Estados que surgieron de la división de la monarquía de Clodión, como los de Cambrai, Tongres y Colonia. Aunque era pagano, Childerico había mantenido relaciones amistosas con los obispos de la Galia, y cuando Clodoveo ascendió al trono recibió una carta de felicitación muy cordial de San Remigio, arzobispo de Reims. El joven rey comenzó temprano su curso de conquista al atacar a Siagrio, hijo de Egidio, el conde romano. Siagrio se estableció en Soissons y adquirió autoridad soberana sobre tan gran parte de la Galia septentrional que sus contemporáneos lo conocían como el rey de Soissons. Al ser derrotado, Siagrio huyó a buscar protección de Alarico II, rey de los visigodos, pero este, alarmado por un emplazamiento de Clodoveo, devolvió a Siagrio a su conquistador, el cual lo mandó a decapitar en 486. Clodoveo permaneció entonces como amo de los dominios de Siagrio y se instaló en Soissons.

Parecería que el episodio del famoso vaso de Soissons fue un incidente de la campaña contra Siagrio, y demuestra que, aunque era pagano, Clodoveo continuó la política de su padre al permanecer en términos amistosos con el episcopado galo. El vaso, tomado por los soldados francos cuando saqueaban una iglesia, formaba parte del botín que sería dividido entre el ejército. Fue reclamado por el obispo (¿San Remigio?), y el rey trató de que se lo asignaran a él para poder devolverlo intacto al obispo, pero un soldado insatisfecho dividió el vaso con su hacha y le dijo al rey: “Recibirás solo la parte que te asigne el destino”. Clodoveo no se ofendió abiertamente por el insulto, pero al año siguiente, al revisar a su ejército, se encontró con este mismo soldado y, reprendiéndolo por la condición defectuosa de sus brazos, le partió el cráneo con un hacha y dijo: "Fue así que trataste el vaso de Soissons". Este incidente a menudo se ha citado para mostrar que aunque en tiempo de guerra un rey tiene autoridad ilimitada sobre su ejército, después de la guerra su poder está restringido y que en la división del botín se deben respetar los derechos de los soldados.

Después de la derrota de Siagrio, Clodoveo extendió su dominio hasta el Loira. Fue gracias a la ayuda que le brindó el episcopado galo que ganó la posesión del país. Es bastante seguro que los obispos trazaron el régimen que prevaleció luego. A diferencia de lo adoptado en otros reinos bárbaros fundados sobre las ruinas del Imperio Romano, este régimen estableció la igualdad absoluta entre los nativos galo-romanos y sus conquistadores germánicos, donde todos compartían los mismos privilegios. Procopio, un escritor bizantino, nos ha dado una idea de este acuerdo, pero lo conocemos mejor por sus resultados. No había distribución del territorio galo por parte de los vencedores; establecidos en las provincias belgas, tenían tierras allí a las que regresaban después de cada campaña. Todos los hombres libres en el reino de Clodoveo, ya fuesen de origen romano o germánico, se llamaban francos, y debemos cuidarnos del antiguo error de mirar a los francos después de Clodoveo como no más que bárbaros germánicos.

Amo de la mitad de la Galia, Clodoveo regresó a Bélgica y conquistó los dos reinos salios de Cambrai y Tongres (?), donde reinaban sus primos Ragnacairo y Cararico. Estos eventos se nos han dado a conocer solo a través de la tradición poética de los francos que los ha distorsionado singularmente. De acuerdo con esta tradición, Clodoveo llamó a Cararico para que lo ayudara en su guerra contra Siagrio, pero la actitud de Cararico durante toda la batalla fue muy sospechosa, ya que se abstuvo de tomar partido hasta que vio cuál de los rivales saldría victorioso. Clodoveo anhelaba vengarse. Mediante una artimaña se apoderó de de Cararico y su hijo y los arrojó a prisión; luego les afeitaron la cabeza, y ambos fueron ordenados, el padre al sacerdocio y el hijo al diaconado. Cuando Cararico se lamentó y lloró por esta humillación, su hijo exclamó: "Las hojas de un árbol verde han sido cortadas pero volverán a brotar rápidamente; ¡que así de rápido perezca el que hizo esto!" Se le informó a Clodoveo sobre este comentario, y este mandó a decapitar a padre e hijo.

La tradición continúa diciendo que Ragnacairo, rey de Cambrai, era un hombre de moral tan laxa que apenas respetaba a su propia familia, y Farrón, su favorito, era igualmente licencioso. Tan grande era el enamoramiento del rey por este hombre que, si se le daba un regalo, lo aceptaba para sí mismo y para su Farrón. Esto llenaba de indignación a sus súbditos y Clodoveo, para ganarlos para su lado antes de entrar en campaña, distribuyó entre ellos dinero, brazaletes y tahalíes, todo en cobre dorado en imitación fraudulenta de oro genuino. En diferentes ocasiones, Ragnacairo envió espías para determinar la fuerza del ejército de Clodoveo, y al regresar le dijeron: "Es un gran refuerzo para usted y su Farrón". Mientras tanto Clodoveo avanzó y comenzó la batalla. Al ser derrotado Ragnacairo huyó, pero fue atrapado, hecho prisionero y traído ante Clodoveo con sus manos atadas atrás. “¿Por qué”, le preguntó su conquistador, “has permitido que nuestra sangre sea humillada al dejarte encadenar? Hubiese sido mejor que hubieras muerto.” Y diciendo esto, Clodoveo le asestó el golpe mortal. Luego, volviéndose hacia Ricairo, el hermano de Ragnacairo, que había sido hecho prisionero con el rey, dijo: "Si hubieras ayudado a tu hermano, no lo habrían atado", y decapitó también a Ricairo. Después de estas muertes, los traidores descubrieron que se les había dado oro falsificado y se quejaron ante Clodoveo, pero este solo se rió de ellos. Rignomiro, uno de los hermanos de Ragnacairo, fue ejecutado en Le Mans por orden de Clodoveo, quien tomó posesión del reino y del tesoro de sus víctimas.

Tal es la leyenda de Clodoveo, la cual abunda en toda clase de improbabilidades que no pueden considerarse como verdadera historia. Los únicos hechos que pueden aceptarse son que Clodoveo hizo la guerra a los reyes Ragnacairo y Cararico, los mandó a matar y se apoderó de sus territorios. Además, el autor de este artículo opina que estos eventos ocurrieron poco después de la conquista del territorio de Siagrio, y no después de la guerra contra los visigodos, como afirmó Gregorio de Tours, cuya única autoridad fue la tradición oral, y cuya cronología a este respecto está decididamente errónea. Además, Gregorio no nos da el nombre del reino de Cararico; durante mucho tiempo se creyó que se había establecido en Therouanne, pero es más probable que su capital fuese Tongres, ya que fue ese el lugar de Bélgica donde los francos decidieron establecerse.

En 492 o 493 Clodoveo, que era amo de la Galia desde el Loira hasta las fronteras del reino renano de Colonia, se casó con Clotilde, la sobrina de Gundebaldo, rey de los borgoñones. La épica popular de los francos ha transformado la historia de este matrimonio en un verdadero poema nupcial, cuyo análisis se encuentra en el artículo sobre Clotilde. Ella, que era católica y muy piadosa, obtuvo el consentimiento de Clodoveo para el bautismo de su hijo, y luego insistió en que él mismo abrazara la fe católica. Él lo consideró durante algún tiempo. Finalmente, durante una batalla contra los alamanes —que sin razón aparente ha sido llamada la batalla de Tolbiac (Zulpich)—, al ver sus tropas a punto de ceder, invocó la ayuda del Dios de Clotilde y prometió volverse cristiano si se le concedía la victoria. Logró vencer, y fiel a su palabra fue bautizado en Reims por San Remigio, obispo de esa ciudad; en ese mismo momento su hermana Albofledis y tres mil de sus guerreros abrazaron el cristianismo. Gregorio de Tours, en su historia eclesiástica de los francos, describió este evento, que tuvo lugar en medio de una gran pompa en la Navidad de 496. "Inclina tu cabeza, oh Sicambrio", dijo San Remigio al converso real, "adora lo que has quemado y quema lo que has adorado". Según una leyenda del siglo IX encontrada en la vida de San Remigio, escrita por el célebre arzobispo Hincmar de Reims, faltaba el crisma para la ceremonia bautismal y fue traído del cielo en un vaso (ampulla) llevada por una paloma. Esto es lo que se conoce como la Santa Ampolla de Reims, conservada en el tesoro de la catedral de esa ciudad y utilizada para la coronación de los reyes de Francia desde Felipe Augusto hasta Carlos X.

La conversión de Clodoveo a la religión de la mayoría de sus súbditos pronto provocó la unión de los galo-romanos con sus conquistadores bárbaros. Mientras que en los demás reinos germánicos fundados sobre las ruinas del Imperio Romano, la diferencia de religión entre los nativos católicos y los conquistadores arrianos fue una causa muy activa de destrucción, en el reino franco, por el contrario, la identidad fundamental de creencias religiosas y la igualdad de derechos políticos hizo que los sentimientos nacionales y patrióticos fuesen universales y produjo la armonía más perfecta entre las dos razas. El Reino Franco fue desde entonces el representante y defensor de los intereses católicos a través de Occidente, mientras que Clodoveo le debió a su conversión una posición excepcionalmente brillante. Los historiadores que no entienden los problemas de la psicología religiosa han concluido que Clodoveo abrazó el cristianismo únicamente por motivos políticos, pero nada es más erróneo. Por el contrario, todo demuestra que su conversión fue sincera, y lo contrario no se puede mantener sin negar la credibilidad a la evidencia más confiable.

En el año 500 Clodoveo fue llamado para mediar en una disputa entre los dos tíos de su esposa, los reyes Gundeblado de Vienne y Godegisilo de Geneva. Él se alineó con este último, a quien ayudó a derrotar a Gundebaldo en Dijon y luego consideró prudente no interferir más en esta lucha fraticida, por lo cual regresó a casa, pero le dejó a Godegisilo un cuerpo auxiliar de cinco mil guerreros francos. Luego de la partida de Clodoveo, Gundebaldo reconquistó Vienne, su capital en la que se había establecido Godegisilo. Esta reconquista se realizó por una estratagema secundada por traición, y el propio Godegisilo pereció en esa misma ocasión. La poesía popular de los francos ha tergiversado singularmente esta intervención de Clodoveo, pretendiendo que, por instigación de su esposa Clotilde, intentó vengar sus ofensas contra su tío Gundebaldo (vea CLOTILDE) y que este rey, asediado en Aviñón por Clodoveo, se deshizo de su oponente a través de la agencia de Aredio, un fiel seguidor. Pero en estos poemas hay tantas ficciones que hacen indistinguible la su historicidad.

En el año 506 Clodoveo emprendió una expedición, por lo demás importante y rentable, contra Alarico II, rey de los visigodos de Aquitania. Los católicos de ese reino, que estaban siendo cruelmente perseguidos por los fanáticos arrianos, lo esperaban como a su libertador, y era alentado en su empresa por el emperador Anastasio, quien deseaba aniquilar a este aliado de Teodorico, rey de los ostrogodos. A pesar de los esfuerzos diplomáticos realizados por este último para evitar la guerra, Clodoveo cruzó el Loira y se dirigió a Vouille, cerca de Poitiers, donde derrotó y mató a Alarico, cuyas tropas desmoralizadas huyeron en desorden. Los francos tomaron posesión del reino visigodo hasta los Pirineos y el Ródano, pero la parte situada en la orilla izquierda de este río fue fuertemente defendida por los ejércitos de Teodorico, y por lo tanto, se impidió que los francos tomaran Arles y Provenza. A pesar de este último fracaso, con la conquista de Aquitania Clodoveo agregó a la corona franca la más bella de sus joyas. El emperador Anastasio se alegró tanto por el éxito alcanzado por Clodoveo que, para testificar su satisfacción, envió al conquistador franco la insignia de la dignidad consular, un honor siempre muy apreciado por los bárbaros.

La anexión del reino renano de Colonia coronó la adquisición de la Galia por Clodoveo. Pero la historia de esta conquista, también, ha sido desfigurada por una leyenda de que Clodoveo instigó a Cloderico, hijo de Sigeberto de Colonia, a asesinar a su padre, luego, después de la perpetración de este hecho, mandó a matar al propio Cloderico, y finalmente se ofreció a los francos renanos como rey, protestando por su inocencia de los crímenes que se habían cometido. El único elemento histórico en esta vieja historia, preservada por Gregorio de Tours, es que los dos reyes de Colonia se encontraron con muertes violentas, y que Clodoveo, su pariente, los sucedió en parte por derecho de nacimiento, en parte por elección popular. Los medios criminales por los cuales se dice que llegó a este trono son pura creación de la imaginación bárbara. Amo ahora de un vasto reino, Clodoveo mostró el mismo talento para gobernar que había demostrado al conquistarlo. Desde París, que finalmente había hecho su capital, administró las distintas provincias a través de la agencia de condes (comites) establecidos en cada ciudad y seleccionados por él de la aristocracia de ambas razas, conforme al principio de igualdad absoluta entre romanos y bárbaros, un principio que dominó toda su política. Hizo que la Ley Sálica (Lex Salica) se redujera a la forma escrita, revisada y adaptada a las nuevas condiciones sociales bajo las cuales sus compañeros bárbaros vivirían posteriormente.

Al reconocer a la Iglesia como la principal fuerza civilizadora, la protegió de todas las formas posibles, especialmente al tomas las medidas necesarias para el Concilio Nacional de Orleans (511), en el que los obispos de la Galia resolvieron muchos asuntos respecto a las relaciones entre la Iglesia y el estado. Las leyendas hagiográficas le atribuyen a Clodoveo la fundación de muchas iglesias y monasterios a través de Francia, y aunque no puede establecerse positivamente la exactitud de esta afirmación, sin embargo, es cierto que la influencia del concilio a este respecto debió haber sido considerable. Sin embargo, la historia ha conservado el recuerdo de una fundación que sin duda se debió a Clodoveo: la iglesia de los Apóstoles, más tarde de Santa Genoveva, en lo que entonces era Mons Lucotetius, al sur de París. El rey lo destinó como un mausoleo para él y su reina Clotilde, y antes de que se completara, sus restos mortales se enterraron allí. Clodoveo murió a la edad de cuarenta y cinco. Su sarcófago permaneció en la cripta de Santa Genoveva hasta la época de la Revolución Francesa, cuando los revolucionarios lo abrieron, dispersaron sus cenizas a los vientos y destruyeron el santuario de la hermosa iglesia.

La historia de este monarca ha sido tan irremediablemente distorsionada por la poesía popular y tan gravemente desfigurada por los caprichos de la imaginación bárbara que se hace casi imposible la representación de su carácter. Sin embargo, a partir de relatos auténticos de él se puede concluir que su vida privada no carecía de virtudes. Como estadista, logró lo que ni el genio de Teodorico el Grande ni el de ningún rey bárbaro contemporáneo pudieron lograr: sobre las ruinas del Imperio Romano construyó un poderoso sistema, cuya influencia dominó la civilización europea durante muchos siglos, y del cual surgieron Francia, Alemania, Bélgica, Holanda y Suiza, sin tomar en consideración que el norte de España el norte de Italia estuvieron también, durante un tiempo, bajo el régimen civilizador del Imperio Franco.

Clodoveo dejó cuatro hijos, Teodorico, el mayor, fue el fruto de su unión anterior a la contraída con Clotilde, quien fue la madre de los otros tres: Clodomiro, Childeberto y Clotario. Dividieron el reino de su padre entre ellos, siguiendo el principio bárbaro que buscaba la promoción de intereses personales más que nacionales, y consideraban a la realeza como una prerrogativa personal de los hijos de reyes. Después de la muerte de Clodoveo, su hija Clotilde, que lleva el nombre de su madre, se casó con Amalrico, rey de los visigodos. Ella murió joven, pues era cruelmente maltratada por este príncipe arriano, que parecía ansioso por vengar en la hija de Clodoveo la trágica muerte de Alarico II.


Bibliografía: ARNDT (ed.), GREGORIO DE TOURS, Historia ecclesiastica Francorum in Mon. Germ. Hist:. Script. RR. Merovingicarum; JUNGHANS, Die Gesdichte der frankischen Konige Childerich und Chlodovich (Gottingen, 1857), tr. POR MONOD como Histore critique de rois Childeric et Clovis (París, 1879); RAJNA, Le origini dell' epopea francese (Florencia, 1884); KURTH, Histoire poetique des Merovingiens (París 1893): IDEM, Clovis (Tours, 1896, and París, 1901).

Fuente: Kurth, Godefroid. "Clovis." The Catholic Encyclopedia. Vol. 4, págs. 70.72. New York: Robert Appleton Company, 1908. 20 Dec. 2019 <http://www.newadvent.org/cathen/04070a.htm>.

Traducido por Luz María Hernández Medina