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Jueves, 21 de noviembre de 2024

Paganismo

De Enciclopedia Católica

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Paganismo, en el sentido más amplio, incluye a todas las otras religiones que no sean la verdadera revelada por Dios, y en un sentido más estrecho, todas excepto el cristianismo, judaísmo, mahometismo. El término se usa como equivalente de politeísmo.

Se deriva del latín pagus, de ahí pagani (es decir, los que viven en el campo), un nombre dado a los campesinos que se quedaron siendo paganos cuando las ciudades se convirtieron al cristianismo. Varias formas de paganismo se describen en artículos especiales (por ejemplo, brahmanismo, budismo, mitraísmo); este artículo trata sólo sobre ciertos aspectos del paganismo en general, los cuales nos ayudarán a estudiar sus detalles y a juzgar su valor.

Pretensión del paganismo al nombre de religión: Influencia en la vida pública y privada

Los historiadores de las religiones usualmente asumen que las religiones emergieron de un germen común al cual ellos llaman totemismo, animismo, mito solar o astral, culto a la naturaleza en general o a la agricultura en particular, o algún otro nombre que implique una interpretación sistemática de los hechos. No nos proponemos discutir teológica, filosófica ni históricamente la unidad subyacente o causa originaria universal de todas las religiones, si hubiese alguna. De hecho, la historia nos presenta en cada caso una religión ya existente y en una forma más o menos complicada. En algún lugar u otro, por supuesto, se puede hallar algunos de los elementos humanos ofrecidos como universales, necesarios y germen suficiente para la religión desarrollada. Pero debemos señalar que, a la larga, este elemento no fue raramente una causa de degeneración, no progreso; de formas más bajas de culto y credo, no monoteísmo puro. Así es casi cierto que el totemismo favoreció mucho la formación de la religión egipcia. Los pedestales en forma de animales de las tribus, gradual y parcialmente antropomorfizados, crearon los dioses con cabeza de chacal, ibis, y halcón familiares a nosotros. Pero no hay rastro real de la evolución de la zoolatría al politeísmo y de ahí al monoteísmo. Los registros monoteístas son más sublimes, más definidos en las dinastías tempranas. Atum, el objeto de un culto espléndido, no tiene equivalente animal. Aun la represión de la insensatez popular por parte de una casta oficial instruida fracasó en contener la tendencia hacia una zoolatría tosca y sin paralelo, la cual fue comidilla para la burla de los romanos y para el desconcierto griego, y suscitó la indignación del autor del libro de la Sabiduría (11,16) (Loret, "L'Egypte au temps du totemisme", Paris, 1906; Cappart in "Rev. d'hist. relig.", LI, 1905, p. 192; Clement Alex., "Pæd.", III, II, 4; Diodorus Siculus, I, LXXXIV; Juvenal, "Satires", XV).

El animismo también entró extensamente a la religión de los semitas. De aquí, se nos enseñó, vino el monismo, el politeísmo, el monoteísmo, lo cual no es correcto. El monismo es indudablemente un sistema surgido de la creencia en los espíritus, ya fueran éstos las almas de los muertos o de las fuerzas ocultas de la naturaleza. “Nunca existe solo y no es para nada un sentimiento ‘religioso’” en absoluto: no es una forma degenerada de politeísmo más que su rudimentario antecedente. El animismo, el cual realmente es una filosofía ingenua, jugó un papel inmenso en la formación de las mitologías, y combinado con una creencia monoteísta ya consciente, indudablemente dio inicio a las formas complejas de monismo y politeísmo. Y éstas, en cada nación semita excepto entre los hebreos, derrotó todos los esfuerzos hechos (por ejemplo, en Babilonia y Asiria) para reconstituir o lograr ese monoteísmo del cual el animismo se ofrece como embrión. Estos hechos aparecen resumidos claramente en la obra de Lagrange "Etudes sur les Religions e mitiques" (2da ed., París, 1904).

El culto a la naturaleza en general, y a la agraria en particular, no pudo cumplir la promesa que pareció haber hecho. La última fue hasta cierto grado responsable por el culto a Tamus en Babilonia, con el cual el culto a Adonis y Attis y aun a Dionisio, están tan inconfundiblemente aliados. Mucho se debe haber esperado de estas religiones con su festival anual del dios moribundo y naciente y su afligida hermana o esposa: aun así fue precisamente en estos cultos donde existieron las peores perversiones. Ishtar, Astarté y Cibeles tenían sus consagrados a la prostitución femeninos y masculinos, su Galli: Josías tuvo que limpiar el templo de Yahveh de sus chozas (cf. The Qedishim y Kelabim, Deut. 23,18; 2 Rey. 23,7; cf 1 Rey. 14,24; 15,12) y aun en el mundo griego cuya prostitución no era considerada religiosa, Erix y Corinto al menos fueron contaminados por la influencia semita, la cual Grecia no pudo corregir. “Aunque que la historia de amor de Afrodita”, dice Dr. Farnell, “es de tono humano y muy triunfante, no hay ideas morales o espirituales en ella, ni concepción de una resurrección que pueda avivar las esperanzas humanas. Adonis personifica meramente la vida de los campos y jardines que mueren y florecen nuevamente. Todo lo que el helenismo pudo hacer por este dios oriental fue investirlo con la gracia de la poesía idílica. (“Cultos de los estados griegos" II 649, 1896-1909 cf Lagrange, op. Cit, 220, 444 35c)

El mitraísmo es usualmente considerado como rival del naciente cristianismo, pero el culto a la naturaleza destruyó sus esperanzas de perpetuidad. "Mitra permaneció" dice S. Dill, "inextricablemente unida con el culto a la naturaleza del pasado." Esta conexión abrió entre ella y la fe más pura "un abismo intransitable" que significó su "inevitable derrota" ("Roman Soc. del Nero to Aurel", Londres, 1904, pp. 622 ss), y "en lugar de un instinto de vida divina con compasión humana, sólo tenía para ofrecer el frío simbolismo de una leyenda cósmica" (ibid). “Su misma adaptabilidad”, nos recuerda M. Cumont, "le impidió deshacerse de las supersticiones graves y ridículas que complicaron su ritual y teología; estuvo envuelto, a pesar de su austeridad, en una alianza cuestionable con el culto orgiástico de la manceba de Atis, y se vio obligado a arrastrar tras de sí todo un pasado odioso o quimérico. El triunfo del mazdeísmo romano pudo no sólo haber asegurado la perpetuidad de todas las aberraciones del misticismo pagano, sino también de todas las ciencias físicas erróneas en las que su dogma descansaba." Tenemos aquí una indicación de por qué las religiones, en las cuales el elemento astral entró grandemente, estaban intrínsecamente sentenciadas. Las estrellas divinas que regían la vida estaban ellas mismas sujetas a la ley absoluta. De ahí el fatalismo implacable o escepticismo final para aquellos suficientemente educados para ver los resultados lógicos de su interpretación mecánica del universo; de ahí la deshonra del mito, el abandono del culto como mendaz e inútil; de ahí el silenciamiento del oráculo, éxtasis y plegarias; pero para el vulgo, un tumulto de [[[superstición]], la puerta recién abierta a la magia que podría coaccionar a las estrellas, el culto al infierno y honor a sus ministros---cosas todas que descendieron al satanismo y brujería, de no recientes días.

Aun el culto supremo y solar no alcanzó el monoteísmo, sino un esplendido panteísmo. Una sublime filosofía, un maravilloso ritual, el apoyo de la monocracia terrestre que reflejaba la del cielo, una liturgia de solemnidad incomparable y misticismo apasionado, un simbolismo tan puro y alto como para causar confusión infinita en las mentes perturbadas del moribundo imperio romano entre el culto al sol y los adoradores del sol de justicia---y todo esto fracasó en contrarrestar la mentira aborigen que dejó a Dios aún unido esencialmente a la creación. (Vea. F. Cumont, "Las religiones orientales en el paganismo romano", 2da. Ed. París, 1909, especialmente CC. V, VII-VIII, "El misticismo astral" Bruselas 1909, inestimable para referencias y bibliografía "Textos y monumentos... relativos a los misterios de Mitra" I, 1899, II, 1896, "Teología solar del paganismo romano," Paris, 1909) No insinuamos que estos elementos que han sido señalados como el origen de una revolución ascendente han sido siempre, o solamente, una causa de degeneración; es importante notar, sin embargo, que ellos han sido a veces tanto un germen de muerte como de vida.

Aspecto Social

El cristianismo es la primera y única de las religiones que ha predicado, como una de sus doctrinas centrales, el valor del alma individual. Lo que las religiones naturales infructuosamente implicaron, el cristianismo lo afirmó, lo reforzó y lo transmutó. La misma naturaleza humana es responsable a la vez por las admirables bondades del pagano y por las crueldades deplorables de los cristianos, o grupos, o épocas; las religiones paganas hicieron poco o nada para conservar o desarrollar lo primero, el cristianismo sostuvo una batalla incesante contra lo último. En lo que respecta a la mujer, la promiscuidad, que es el signo más seguro de su degradación, nunca existió como una característica estable o general del pueblo primitivo. En China y Japón, el budismo y confucionismo debilitados no la socorren. En el antiguo Egipto su posición fue mucho más alta que en el tardío; fue alta también entre los teutones. Aun en las Grecia y Roma históricas, el divorcio fue difícil y vergonzoso y el matrimonio fue defendido con una elaborada legislación y sanciones religiosas. Los vistazos que hemos dado a los matriarcados antiguos hablan mucho sobre la vieja y honorable posición de las mujeres; sus festivales peculiares, (como el de la Tesmoforia y Arreforia en Grecia, y el de Bona Dea en Roma) y ciertos cultos como el Korai local o el de Isis, mantenían su género dentro de la esfera de la religión. Puesto que, sin embargo, no se percibió su valor intrínseco ante Dios, la fuerza bruta del varón se hizo valer contra su debilidad; aun Platón y Aristóteles las consideraban más como instrumentos vivientes que como almas humanas; en la alta tragedia (Alcestis, Antígona) o historia (Cloelia, Camila) no hay figura que se pueda comparar, por su influencia moral y religiosa, con Sara, Raquel, Ester o Débora. Es el amor por la madre, en vez de por la esposa, lo que reconoce el paganismo (ver J. Donaldson, "La Mujer en las antiguas Grecia y Roma, etc... entre los cristianos primitivos" Londres 1907, Devas, "Estudios de la vida de Familia" Londres 1886 Daremberg y Saglio, "Gimnasio", etc)

El destino de los niños estaba esencialmente conectado con el de la mujer. Su encanto, patetismo y posibilidades tocaron al pagano (Homero, Eurípides, Virgilio, Horacio, Estacio), incluso la reclamación del respeto a su inocencia (Juvenal). Aun así, muy a menudo fueron considerados simplemente como juguetes o apoyo del destino de sus padres, o como la esperanza del Estado. Con el cristianismo, cada uno se convierte en un alma infinitamente preciosa para Dios y para sí mismo. Cada uno tiene un guardián celestial y para cada uno es mejor la muerte antes que perder la inocencia. La educación, en su sentido más amplio, fue creada por el cristianismo. Los esquemas elaborados de Aristóteles y Platón están subordinados al interés del estado. Aunque basada en “libros sagrados”, la educación en los tiempos antiguos, cuando organizada, encontró a estos libros altamente mitológicos, como en Grecia y Roma, o racionalizados, como en las esferas de influencia de Confucio. Tanto griegos como romanos le dieron gran importancia a una educación completa, mantenida con el patrocinio del estado (los Ptolomeos), dirección e iniciativa del estado (los antoninos) y concibieron para ella altos ideales (“la vuelta de los ojos del alma hacia la luz” Platón, "República" 515 b); sin embargo, al fracasar en apreciar el valor del alma individual, hicieron de la educación meramente un acto utilitario, siendo la formación del ciudadano apenas más completa que bajo el rígido y estricto sistema de Esparta y Creta. La restricción de la educación entre mujeres a las “hetairai” en la Grecia clásica es un hecho expresivo de un falso ideal y desastroso en sus resultados. (J. B. Mahaffy, "La educación en la antigua Grecia", Londres, 1881; S. S. Laurie, "Estudio Histórico de la Educación Pre-Cristiana", Londres, 1900; L. Grasberger, "Erziehung u. Unterricht im klass. Alterum", Würzburgo, 1864-81; G. Boissier, "L'instruct. publique dans l'empire romain." en "Rev. de Deux Mondes", marzo 1884; 3. P. Rossignol, "De l'educ. des hommes et des femmes chez les anciens", Paris, 1888).

Vemos que el error en la educación estuvo condicionado por el error en el ideal político. Sin duda, todas las formas de gobierno antiguas estuvieron sancionadas directamente por la religión. El dios local y el gobernante local eran, para los semitas, cada uno un melek (rey), un baal (propietario), y sus atributos y cualificaciones casi fundidos; o la dinastía gobernante descendía remotamente, o inmediatamente, de un dios o héroe, divinizando al rey; esto mismo sucedía con los jefes supremos micado, jonio y dórico. Especialmente el oriente fue por este camino, más notablemente Egipto. Sólo el emperador chino podía orar al gobernante supremo, cuyo hijo era él. Roma se deifica a sí misma y a sus gobernantes, y el culto al emperador domina al ejército y a la provincia, uniendo íntimamente a la aristocracia y a las masas (J. G. Frazer, "Historia Temprana de la Realeza", Londres, 1905; Maspero, "Comment Alex. devint Dieu en Egypte"; Cumont, "Testes et Monuments de Mithra", I, p. II, c. III; J. Toutain, "Cultes paiens dans l'emp. rom.", I, Paris, 1907). Es difícil juzgar los efectos prácticos; obviamente la autocracia se benefició, siendo indudable el desarrollo de la obediencia, la lealtad, y la fortaleza en los gobernados (Roma, Japón). Aun así el sistema descansaba sobre una mentira. Los escándalos de la corte, las familiaridades de la gente, los inevitables accidentes de la vida humana, apagaron el halo del rey-dios.

Mucho más estables fueron las organizaciones resultantes de la sutil forma de gobierno ideada por el experimento y la especulación griegos, y encarnados en la ley romana. La filosofía política de Aristóteles, casi diseñada para la ciudad estado---como lo era francamente la de Platón---, era ejecutada a través de la visión estoica de la ciudad de Zeus, del imperio mundial, hacia la majestad concreta de Roma, que ella misma pasaría cuando confrontara en el cristianismo con esa conciencia individual que no reconocería, en la Civitas Dei de San Agustín. Aristóteles y Platón sobrevivieron en Aquino, la visión estoica en Dante Alighieri; el Papa Gregorio VII reprodujo, en su época y a su modo, el trabajo efectivo de un Augusto. Y el Reino era el alma de toda ello, nacido hebreo, el cual, espiritualizado por Cristo y predicado por San Pablo, ha sido una fuerza mucho más poderosa para la civilización que lo que nunca fue la polis de los griegos. Mientras la última fuente de autoridad, los inalienables derechos de conciencia y la igualdad de todos en una filiación divina estuvieran sin realizarse, no era posible ninguna solución verdadera a la antinomia de estado e individuo, tal como ofrecía Pablo (Rom. 13, etc.). (Cf. E. Barker, "Pensamiento político de Platón y Aristóteles", Londres, 1906, esp. pp. 237-50, 281-91, 119-61, 497-515; G. Murray, "Ascensión de la épica griega", Cambridge, 1907; P. Allard, "Diez conferencias sobre los mártires", tr. (London, 1907); Idem, "Les Persécutions" (Paris, 1885-90); Los libros de Sir. W. Ramsay sobre San Pablo, esp. "Estudios Paulinos" (Londres, 1906); "Pablo el Viajero" (1897); "Antiguo culto al rey", C.C. Lattey, S.J., English C.T.S.] ´

En estos sistemas, los más débiles necesariamente se vieron obligados a rendirse. Incluso la buena legislación griega a favor de los huérfanos, asilos, ancianos, padres, y otros, aun el admirable instinto de aidos que protegía a los indefensos, los suplicantes, los extraños, los “heridos por Dios y afligidos”, no pudo parar (por ejemplo) el abandono de niños enfermos o deformes (defendidos incluso por Platón), o hacer que la pobreza no fuera ridícula, que el sufrimiento no fuera meramente feo, que la muerte no fuera corruptora. Aun la sobria religión de Avesta predicaba la caridad y la hospitalidad, y éstas, especialmente la última, fueron reconocidas como virtudes griegas. A medida que los viajes ensancharon las mentes y los ideales se volvieron cosmopolitas, el bárbaro se convirtió en hermano; bajo los Antoninos la caridad se volvió oficial y organizada. En el mundo griego los templos de Esculapio siempre fueron hospicios para los enfermos. Aun así todo esto es tan diferente en motivo, y por lo tanto en efectos prácticos, del “ministerio de amor mutuo” obligatorio dentro de la gran familia de los hijos de Dios, como es el complemento del sacrificio propio cristiano, el altruismo budista. (Cf. L. de la V. Poussin, "Budismo", Paris, 1909, especialmente págs. 7-8, donde él cita a Oldenberg, "Buddhismus u. christliche Liebe" in "Deutsche Rundschau", 1908, and "Orientalischen Relig.", pp. 58, 266 ss., 275 ss.)

En la esclavitud, por supuesto, se abre un abismo entre el paganismo y el cristianismo. Al proclamar los derechos de conciencia y la hermandad de los hombres, el cristianismo hizo por los esclavos lo que nunca se podría haber realizado demandando la abolición de la esclavitud instantánea y universal, arriesgando así la dislocación de la sociedad. En Cristo, brota una nueva relación entre amo y hombre (1 Cor. 7,21-22; 1 Tim. 6,2); se hace posible la Epístola a Filemón. Aunque es verdad que de muchas maneras la suerte del esclavo podía ser miserable (el ergastulum) e inhumana (el esclavo romano técnicamente no se podía casar) e inmoral (Petronio: "nil turpe quod dominus jubet"), aun aquí también, la naturaleza humana se ha levantado sobre sus propias filosofías, leyes y convenciones. La bondad aumentaba constantemente; incluso Catón era amable; los motivos sociales (Horacio), las consideraciones filosóficas (Séneca), la legislación pura (ya bajo Augusto), la devoción (en Delfos los esclavos eran manumitidos a Apolo: contrasta con la bella emancipación cristiana en Enodio, P.L., LXIII 257; el sentimiento e incluso la ley protegían las tumbas de los esclavos o loculus) contestaban los anhelos de los corazones mansos. El contubernio existió paralelo al matrimonio; la nacionalidad por sí misma nunca significó esclavitud; la educación podía hacer amigos al maestro y al hombre ("loco filii habitus", dice una inscripción); Séneca generaliza: "homo res sacra homini; servi, humiles amici." Pero no todo el sentido de la “dignidad del hombre” enseñada por los comediantes y filósofos romanos podía suministrar siquiera los principios de emancipación, mucho menos la fuerza, de la igualdad cristiana al servicio de Dios y la hermandad de Cristo (Wallon, "Historia de la Esclavitud en la Antigüedad", París, 1847; Boeckh, "Staatshaushaltung d. Athener.", I, 13; C.S. Devas, "Key en." (1906), 143-150 and c. v; P. Allard, "Les Esclaves chrét.", París, 1876; O. Boissier, "Relig. romaine", II, París, 1892).

Arte y Ritual

Omnia plena deo: Mientras más cercano se perciba a Dios, más rica será la eflorescencia del arte y ritual religioso; y mientras más puro el concepto de su naturaleza, más noble el culto de los sentidos que lo saluda. Por lo tanto el arte más grandioso del mundo ha florecido alrededor de la presencia real de Cristo, aunque Cristo no dijo una sola palabra sobre arte. Así, la herejía ha sido siempre iconoclasta; el Dios distante del puritanismo, al Alá desencarnado del Islam se le debe rendir culto, pero no en belleza. Para los hindúes, los dioses estaban cerca, pero perversos, y su arte se volvió loco. Para los griegos, excepto una pequeña banda de místicos, cuyo entusiasmo aniquiló la belleza externa en el esfuerzo por la amabilidad espiritual, toda hermosura fue corporal; de ahí las espléndidas y desalmadas estatuas de dioses, (aunque por unas pocas percepciones escogidas---Pausanio, Plutarco---el Zeus olímpico tenía “expresión” y expresaba significado divino); de ahí que su tratamiento de la belleza inanimada de la naturaleza fue bastante menos exitoso y profundo que lo que fue el de los austeros hebreos, quienes en su lucha en contra del culto a la naturaleza y la idolatría, prohibieron las artes plásticas, pero cuyos salmos a la naturaleza se elevaron más alto que nada en la literatura griega. El espíritu puro y nuevo que se respiraba en el arte de las catacumbas encubre para nosotros, al principio, que sus categorías son todas paganas---aunque en los modelos humanos se tomó prestado poco directamente, los tipos Orfeo, Hércules, Aristea, se le aplican a Cristo, extraños símbolos (la cruz enmascarada, el delfín atravesado en un tridente) ocurren esporádicamente; los sarcófagos "paganos" fueron sin duda comprados directamente en almacenes paganos; más sorprendente es la diferencia que se sintió en el tratamiento espiritual que le dio el primer arte cristiano al desnudo ( E. Müntz, "Estudios sobre la historia de la pintura y la iconografía cristiana" París 1886, A. Pératé, "la arqueología cristiana" París, 1892, Wilpert, "Roma Sotteranca, le pitture etc" Roma 1903).

Los ritos cristianos se desarrollaron cuando la Iglesia dejó las catacumbas en el siglo III. Muchas formas de expresión propia pueden ser idénticas en variados tiempos, lugares, cultos, mientras que la naturaleza humana es siempre la misma. El agua, aceite, luz, incienso, cánticos, procesión, postración, decoraciones de altares, vestimentas de sacerdotes, están naturalmente al servicio del instinto religioso universal. Sin embargo, la Iglesia tomó prestado muy poco directamente---nada sin ser [[bautizado”, como lo fue el Panteón. En todas estas cosas lo esencial es el espíritu; la Iglesia asimila para ella misma lo que toma, y si no lo puede adaptar, lo rechaza (cf. Agustín , Epp, XLVII, 3, en P.L. XXXIII, 185, "Respuesta a Fausto" XX.23; San Jerónimo "Epp" CIX, ibid, XXII, 907. Incluso las fiestas paganas pueden ser “bautizadas”, ciertamente nuestras procesiones del 25 de abril son la Robigalia, los días de rogaciones pueden remplazar la Ambarualia, la fecha de Navidad, puede deberse al mismo instinto que colocó en el 25 de diciembre el “natalis invicti” del culto solar. Pero hay poco de esto, nuestra maravilla es que no hay nada más [vea Kellner, Heortologie" (Friburgo 1906). Vea los artículos Navidad, Epifanía. También Thurston "Influencia del paganismo en el calendario cristiano" en "Mes" 1907, págs. 225 ss.; Duchense "Origen del culto cristiano" tr. Londres 1910) passim, Braun, "Die Priestlichen Gewänder" (Friburgo 1897); Idem, Die pontificalen Gewänder" (Friburgo, 1898) Rouse, "Ofrendas Votivas Griegas" (Cambridge, 1902) esp. c. V.]

El culto a los santos y las reliquias se basa en el instinto natural y sancionado por las vidas, muertes y tumbas (en primera instancia) de los mártires y por el dogma de la comunión de los santos, el cual, como regla general, no se desarrolló en casos definidos del culto a los héroes, aunque a menudo se instituía a propósito el culto a un mártir local para derrotar (por ejemplo) un oráculo tenaz de la vida pagana ( P. G. L. 51, P. L LXXII 831, Newman "Ensayo del desarrollo, etc" II, cc. IX, XII, etc, Anrich "Anfang des Heiligenkults etc" Tübingen, 1904, especialmente Delehaye "Leyendas hagiográficas" Bruselas 1906, Agustín y Jerónimo ( Ep. CII, 8, en P.L. XXXIII, 377, "C. Vigil" VII, ibid XXXIII, 361) marcan una sabia tolerancia. Duchense ["Hist. ancienne de l'église", I (Roma, 1308), 640; cf. Sozomeno, Hist. Igl. VII.20] nos recuerda la represión necesaria ocasional. El Papa San Gregorio I, escribiendo para San Agustín de Canterbury, fija el principio y práctica de la Iglesia (Beda, “Hist. eccl.”, I, XXX, XXXII, en P.L XCV, 70, 72). Pudo haber habido influencia recíproca hasta cierto punto, pero debe haber sido leve y es muy posible que se sintiera no menos en el lado pagano. Todos conocen como [[Juliano el apóstata|Juliano trató de remodelar una jerarquía pagana basándose en la cristiana (P. Allard " Julián el apóstata " París 1900)

Moralidad, Ascesis, Misticismo

Filosofía Religiosa

Relación entre Paganismo y Revelación

Fuente: Martindale, Cyril Charles. "Paganism." The Catholic Encyclopedia. Vol. 11. New York: Robert Appleton Company, 1911.<http://www.newadvent.org/cathen/11388a.htm>.

Traducido por Luz María Hernández Medina.