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Viernes, 22 de noviembre de 2024

Clementinas

De Enciclopedia Católica

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Definición

(Klementia; Escritos Pseudo-Clementinos).

Clementinos es el nombre dado al curioso romance religioso que nos ha llegado en dos formas como compuesto por el Papa San Clemente I. La forma griega se conserva sólo en dos manuscritos y consiste de veinte libros de homilías. La forma latina es una traducción hecha a partir del griego por Rufino (m. 410), y la cual es llamada “Reconocimientos”. Existen también dos epítomes después de las homilías, y hay una traducción siríaca parcial, que abarca Reconocimientos I-III y Homilías X-XIV conservadas en dos manuscritos del Museo Británico, uno de los cuales fue escrito en el año 411. Algunos fragmentos son conocidos en arábigo y en lengua eslava. Los escritos son curiosos y no admirables, y su principal interés reside en las teorías extraordinarias que han hecho apoyar durante el siglo XIX.

El jesuita Turriano, quien era un diligente buscador de bibliotecas, dio a conocer por primera vez la existencia de las Homilías Clementinas en 1572 y 1578. Parece que él encontró un manuscrito de una versión bastante diferente de la que poseemos. La primera edición fue la de Cotelier, 1672, a partir del manuscrito de París, en el que faltan el libro vigésimo y parte del décimo nono, la cual fue re-editada en 1847 por Schwegler. Todo el manuscrito del Vaticano fue utilizado por primera vez en la edición de Dressel (1853) reimpreso en Migne, PG, II y otra edición de Lagarde (1865). Los “Reconocimientos" se encuentran en numerosos manuscritos, pues fueron muy populares en la Edad Media: de hecho, la extraña historia de Clemente y su padre Fausto, o Faustiniano, se dice que originó la leyenda de Fausto (cf. Richardson, "Papers of Amer. Soc. of Ch. Hist.”, VI, 1894). La primera edición, por Faber Stapulensis, apareció en 1504; Migne, PG, I, da una reimpresión de la edición de Gersdorf de 1838. Una nueva y muy necesaria edición se espera de C.E. Richardson. Las Homilías llevan prefijadas dos cartas y un relato de la recepción de uno de ellos. La de Clemente a Santiago fue traducida por Rufino en una fecha anterior a los “Reconocimientos” (mejor edición por Fritzsche, 1873).

Contenido

Grandes porciones de las Homilías (H.) y de los “Reconocimientos” (R.) son casi idénticas palabra por palabra; sin embargo, porciones más grandes corresponden en materia y más o menos en tratamiento. Otras partes que figuran sólo en una de las dos obras parecen ser citadas o presupuestas en la otra. Las dos obras son más o menos de la misma longitud, y contienen el mismo marco de romance. Neander, Baur, Schliemann, Schwegler y otros consideraron que H. era el original. Lehmann pensó que los tres primeros libros de R. son originales, y H. para el resto. Uhlhorn alegó que ambos eran recensiones de un libro anterior, "Predicaciones de Pedro"; que R. conservó mejor la narración, y H, la enseñanza dogmática. Cueva, Whiston, Rosenmüller, Ritschl, Hilgenfeld, y otros afirmaron que R. era el original. Ahora se acepta casi universalmente (siguiendo a Hort, Harnack, Waitz) que H. y R. son dos versiones de un romance clementino original, que era más largo que cualquiera, y contenía la mayor parte del contenido de ambos. A veces, H., a veces R., es el más fiel al arquetipo. Con el elaborado discurso filosófico y dogmático que constituye el grueso de ambas obras se entreteje una historia que, si tenemos en cuenta su fecha, se puede describir como positivamente emocionante y romántica, y difiere levemente en los dos libros.

El relato se dirige a Santiago, el obispo de Jerusalén, y está narrado en primera persona por Clemente mismo, el cual comienza detallando sus cuestionamientos religiosos, sus dudas acerca de la inmortalidad, etc. Oye en Roma la predicación de un hombre de Judea que relata los milagros de Cristo. Este hombre (R.) fue Bernabé; Clemente lo defiende de la turba, y le sigue a Palestina. (En H., que evidentemente es la forma original, no se da el nombre. Clemente sale para Palestina, pero las tormentas lo impulsan a Alejandría; ahí los filósofos lo dirigen a Bernabé, a quien defiende de la turba y sigue a Cesarea.) En Cesarea Clemente se entera de que Pedro está ahí y está a punto de tener una disputa con Simón el Mago. En el alojamiento de Pedro se encuentra a Bernabé, quien lo presenta. Pedro invita a Clemente a que lo acompañe de ciudad en ciudad, de camino a Roma, con el fin de escuchar sus discursos. Clemente (así R., o el mismo Pedro, H.) envía un informe de esto a Santiago, de quien Pedro tiene orden de trasmitirle los relatos de todas sus enseñanzas.

Hasta ahí H.I y R., 1-21; luego las dos recensiones varían. El orden original pudo haber sido el siguiente: Clemente se levanta al amanecer (H. II, 1) y se encuentra a Pedro, que continúa instruyéndolo (2-18, cf. R. II, 33 y III, 61). Pedro manda a buscar a dos de sus discípulos, Nicetas y Aquila, a quienes describe como hijos de crianza de Justa, la mujer siro-fenicia que fue sanada por Cristo. Ellos habían sido educados desde la infancia por Simón el Mago, pero se habían convertido por la predicación de Zaqueo, otro discípulo de Pedro (19-21). Aquila relata sobre el linaje de Simón y su origen samaritano, y declara que él reclama ser mayor que Dios que creó el mundo (H. II, 22, R. II, 7). Él había sido un discípulo de San Juan el Bautista, quien es representado en H como la cabeza de la secta de los “bautizadores diarios”; Dositeo sucedió a Juan como jefe de ella, y Simón suplantó a Dositeo (23-4). En R. se omite al Bautista, y la secta es la de Dositeo. Se describe a Helena, la mujer a quien Simón llevaba con él (en R. se le llama la luna ---R. II, 12, H. II, 26), y los falsos milagros que pretendía haber hecho (H II, 32, R. II, 10). Él podía hacerse visible o invisible a voluntad, podía pasar a través de las rocas como si fueran de arcilla, arrojarse desde una montaña y caer ileso, podía soltarse si lo ataban, podía animar estatuas, hacer que nacieran árboles, podía lanzarse al fuego sin daño, podía aparecer con dos caras: «Yo me transformaré en una oveja o una cabra. Puedo hacer que le crezca la barba aún a niños pequeños. Ascenderé al aire volando, exhibiré abundancia de oro, voy a hacer y deshacer reyes, seré adorado como Dios, tendré honores asignados a mí públicamente, de modo que se haga una imagen mía y seré adorado como Dios.” (R. II, 9.) Al mediodía del día siguiente Zaqueo anuncia que Simón ha cancelado la prometida disputa (H. II, 35-7, R. II, 20-1). Pedro instruye a Clemente hasta la tarde (H. II, 38-53).

[Probablemente antes de éste debería venir un largo pasaje de R. (I, 22-74) en el cual Pedro habla de la historia del Antiguo Testamento (27-41) y luego da un relato de la venida del verdadero Profeta, su rechazo Pasión y Resurrección, y describe la predicación a los gentiles. La Iglesia en Jerusalén había sido gobernada por Santiago durante una semana de años, los Apóstoles regresan de sus viajes y a petición de Santiago declaran lo que realizaron. Caifás manda a preguntar si Jesús era el Cristo. Aquí Pedro, en una digresión, explica por qué al verdadero profeta se le llama Cristo y describe las sectas judías. Luego se nos dice cómo los apóstoles debatieron ante Caifás, y refutaron sucesivamente a los saduceos, los samaritanos, los escribas, los fariseos, los discípulos de Juan, y a Caifás mismo. Cuando Pedro predice la destrucción del Templo, los sacerdotes se enfurecen, pero Gamaliel sofoca el tumulto, y al día siguiente pronuncia un discurso. Santiago predica durante siete días, y la gente está a punto de ser bautizada, cuando un enemigo (no nombrado, pero obviamente Simón) los excita contra Santiago, a quien lanzan por las escaleras del Templo y lo dejan por muerto. Él es llevado a Jericó con cinco mil discípulos. Al recuperarse envía a Pedro a Cesarea a refutar a Simón. Zaqueo lo recibe y le cuenta sobre los hechos de Simón. El autor de H. probablemente consideró toda esta historia incompatible con los Hechos, y omitió la misma.]

A la mañana siguiente antes del amanecer Pedro despierta a sus discípulos (H. III, 1, R. II, 1), a los que se enumera (H. II, 1 , R. II, 1). Pedro da un discurso preparatorio privado (H.) y luego sale a la discusión pública con Simón. Sólo se relata un día de la misma en H. (III, 38-57), pero todo el asunto de los tres días se da en R. (II, 24-70, III, 12-30, 33-48). Pero, lo que omite H, R. lo da en gran medida, aunque de una forma diferente, en el XVI, XVII, XVIII y parte en XIX, como otra discusión con Simón en Laodicea. Es evidente que R. tiene el orden original. Al ser derrotado, Simón huye por la noche a Tiro. Pedro decide continuar, y deja a Zaqueo como obispo de Cesarea (H. III, 58-72, R. III, 63-6). H. añade que Pedro permaneció siete días más y bautizó a 10,000 personas, y envío a Nicetas y Aquila a permanecer en Tiro con Berenice, hija de su madrastra, Justa (III, 73). Pero R. relata que siete otros discípulos fueron enviados, mientras que Clemente permaneció en Cesarea durante tres meses con Pedro, quien repitió en privado en la noche las instrucciones públicas que había dado durante el día. Clemente escribió todo esto y se lo envió a Santiago. En el cap. 74 se describe el contenido de los diez libros de estos sermones enviados a Jerusalén. H. ahora dice que Clemente, Nicetas y Aquila se fueron a Tiro. Berenice les dice como Simón ha estado promoviendo fantasmas, infectando a las personas con enfermedades, y trayendo demonios sobre ellos, y se ha ido a la ciudad de Sidón. Clemente tiene una discusión con Apión discípulo de Simón (H. V, 7 - VI, 25). Todo esto se omite en R., pero los mismos temas se discuten en R. X, 17-51. Pedro continúa hacia el norte hacia Tiro, Sidón, Berito y Biblos a Trípoli (H. VII, 5-12). (R. añade Dora y Ptolemais, y omite a Biblos, IV, 1). Luego se detallan los discursos de Pedro a la multitud de Trípolis, VIII, IX, X, XI, y en R. (sólo tres días) IV, V, VI, con considerables diferencias. Clemente es bautizado (H XI, 35, R. VI, 15). Después de una estancia de tres meses pasa por Ortosias a Antarado (H. XII, 1, R. VII, 1).

En este punto, Clemente le relata su historia al Apóstol. Él estaba estrechamente relacionado con el emperador. Poco después de su nacimiento, su madre tuvo una visión que a menos que saliese rápidamente de Roma con sus hijos gemelos mayores, los tres perecerían miserablemente. Por lo tanto, su padre los envió con muchos sirvientes a Atenas, pero desaparecieron, y nada se pudo saber de su destino. Por fin, cuando Clemente tenía doce años, su padre se dedicó a buscarlos, pero de él tampoco se supo nada luego (H. XII, 9-11, R. VII, 8-10). En la isla de Arado, frente a la ciudad, Pedro encuentra una mendiga miserable, que resulta ser la madre de Clemente. Pedro les reúne y sana a la mujer (H. XII, 12-23, R. VII, 11-23). H. añade un discurso de Pedro sobre la filantropía (25-33). El grupo ahora sale de Arado (Matidia, la madre de Clemente, viaja con la esposa de Pedro) y pasan por Balaneae, Paltos, y Gábala a Laodicea de Siria. Nicetas y Aquila los reciben y escuchan asombrados la historia de Clemente; ellos declaran que son Fausto y Faustiniano, los hijos gemelos de Matidia y hermanos de Clemente. Ellos habían sido salvados en un fragmento de naufragio, y algunos hombres en un bote los había recogido. Habían sido golpeados y muertos de hambre, y finalmente vendidos en Cesarea Stratonis a Justa, que los había educado como sus propios hijos. Más tarde, se habían adherido a Simón, pero Zaqueo los trajo donde Pedro. Matidia recibe el bautismo, y Pedro da un discurso sobre las recompensas que se conceden a la castidad (H. XII, R. VII, 24-38).

A la mañana siguiente Pedro es interrumpido en sus oraciones por un anciano, quien le asegura que la oración es un error, pues todas las cosas se rigen por la genesis o el destino. Pedro le contesta (H. XIV, 1-5 ---en R. Nicetas); Aquila y Clemente tratan también de refutarlo (VIII, 5 - IX, 33; cf. H. XV, 1-5), pero sin éxito, pues el viejo había trazado el horóscopo de él y su esposa, y se hizo realidad. Él cuenta su historia, y Clemente, Nicetas y Aquila suponen que éste es su padre. Pedro le pregunta su nombre y el de sus hijos. La madre se apresura, y todos se abrazan en un mar de lágrimas. Fausto se convierte entonces por una larga serie de discursos sobre el mal y sobre mitología (R. X, 1-51, a los que corresponden en H. XX, 1-10 y IV, 7 ---VI, 25--- la discusión entre Clemente y en Apión en Tiro. Las largas discusiones con Simón frente a Fausto en H. XVI, XVII, XVIII estaban en su lugar correcto en R. como parte del debate en Cesarea). Simón es expulsado por las amenazas de Cornelio, el centurión, pero primero le embadurna la cara a Fausto con un jugo mágico, el cual se la cambia a la imagen de Simón, con la esperanza de que Fausto sea asesinado en lugar de él. Pedro ahuyenta a los discípulos de Simón por lo que son simplemente mentiras, y envía a Fausto, con la apariencia de Simón, a Antioquía para que desdiga todos los abusos que Simón había estado diseminando allí sobre el Apóstol. El pueblo de Antioquía, en consecuencia de la larga espera por la venida de Pedro, casi matan al falso Simón. Pedro lo devuelve a su propia forma, y desde entonces todos viven felices.

Una carta de Clemente a Santiago forma un epílogo a H, en el cual Clemente relata cómo Pedro, antes de su muerte, dio sus últimas instrucciones y estableció a Clemente en su propia silla como su [sucesión apostólica | sucesor]] a la Sede de Roma. Se dirige a Santiago como "obispo de obispos, que gobierna a Jerusalén, la santa Iglesia de los hebreos, y de las iglesias en todas partes". Clemente le envía un libro, "Epítome de Clemente de las predicaciones de Pedro de un lugar a otro". Otra carta, la de Pedro a Santiago, formas una introducción. El Apóstol insiste en que el libro de sus enseñanzas no está destinado a nadie antes de la iniciación y noviciado. La carta es seguida por una nota, que narra que cuando Santiago recibió la carta llamó a los ancianos y se la leyó. El libro se dará sólo a uno que sea piadoso, y un maestro, y circuncidado, e incluso sólo una parte a la vez. Se prescribe para el lector una forma de promesa (no juramento, lo cual es ilegal), por el cielo, tierra, agua y aire, de que tendrá cuidado extraordinario de los escritos y que no se los comunicará a nadie; invoca para sí mismo terribles maldiciones en caso de que él sea infiel a esta alianza. El pasaje más curioso es: "Incluso si llego a reconocer a otro Dios, ahora juro por él, ya sea que exista o no." Después de la adjuración comerá pan y sal. Al enterarse de esta solemnidad, los ancianos se aterrorizan, pero Santiago les tranquiliza. El conjunto de esta mistificación elaborada está, evidentemente, destinado a explicar cómo los escritos Clementinos llegaron a ser desconocidos desde el tiempo de Clemente hasta la fecha de su autor desconocido. Muchos paralelismos se pueden encontrar en los tiempos modernos; los prefacios de Sir Walter Scott ---el imaginario señor Oiled y sus amigos--- se le ocurrirá a todos. Sin embargo, muchos críticos modernos aceptan la “adjuración” con la mayor gravedad, como el rito secreto de una oscura y muy antigua secta de los judaizantes.

Doctrina

La doctrina central y muy importante de los Clementinos es la Unidad de Dios. Aunque es trascendente e incognoscible, Él es el Creador del Mundo. Aunque infinito, Él tiene (según las Homilías) forma y cuerpo, porque Él es el arquetipo de toda belleza, y, en particular, el ejemplar a cuya semejanza se creó el hombre. Él, por lo tanto, incluso tiene miembros, de alguna manera eminentes. Él es el auto-engendrado o ingénito, del que procede su sabiduría como una mano. A su sabiduría le dijo: "Hagamos al hombre", y es Él el "padres" (es decir, el padre y la madre) de los hombres.

Las Homilías también explican que los elementos proceden de Dios como su hijo. De ellos procedió el maligno de una mezcla accidental. Por lo tanto, él no es el hijo, ni siquiera se llama hermano del Hijo. Dios es infinitamente variable, y puede asumir todas las formas a voluntad. El Hijo procede de la más perfecta de estas modificaciones de la naturaleza divina y es consustancial con esa modificación, pero no con la naturaleza divina misma. Por lo tanto, el Hijo no es Dios en el sentido pleno, ni tiene todo el poder de Dios. Él mismo no se puede cambiar, aunque puede ser cambiado a voluntad de Dios. Del Espíritu Santo no nos dice de nada definido. El conjunto de esta enseñanza extraordinaria se omite en R., excepto la generación accidental del diablo. En su lugar nos encontramos con un largo pasaje, R. III, 2-11, en latín corrupto e ininteligible, conservado también en los primeros manuscritos siriacos. Rufino en su prólogo nos dice que él lo omitió, y en su obra sobre la adulteración de los libros de Orígenes declara que es tan eunomiano en la doctrina que a uno le parece escuchar a Eunomio mismo hablando. Naturalmente no se encuentra en los mejores manuscritos de R., pero según se conserva en muchos manuscritos, es una interpolación por algún editor arriano, que parece haberlo traducido del original griego sin haber entendido siempre su significado. La doctrina es, como dice Rufino, el arrianismo de la segunda mitad del siglo IV. El Hijo es una criatura, el Espíritu Santo es la criatura del Hijo.

De los demonios se habla mucho. Ellos tienen mucho poder sobre los que satisfacen sus propios apetitos, y son tragados con los alimentos por los que comen demasiado. Se menciona constantemente la magia, y se reprueba su uso. Se argumenta por extenso contra la idolatría. Se ridiculiza la inmoralidad de las historias de los dioses griegos, y se confutan los intentos de explicación mística. Varias virtudes reciben alabanza: la templanza, la bondad o la filantropía, la castidad en el matrimonio; San Pedro practica un tipo de ascetismo más riguroso. Se denuncia violentamente la introducción después del Diluvio de la ingestión de carne, según el Libro del Génesis, por haber conducido naturalmente al canibalismo. Sin embargo, no prohíbe como pecado el consumo de carne, y es probablemente permitido como una costumbre mala, pero imposible de erradicar. No hay rastro de ninguna observancia judaica, pues aunque la carta de Pedro y el discurso de Santiago no permiten que los libros se le den a nadie que no sea "un creyente circuncidado", esto es sólo una parte de la mistificación, por la que se limita en la medida de lo posible número de adeptos.

Todos los críticos ahora comienzan a reconocer que los escritos originales no estaban destinados para el uso de cristianos bautizados de ninguna secta. La mayoría de los críticos recientes dicen que eran para catecúmenos, y de hecho se elogia altamente el oficio del maestro; pero sería más exacto decir que los argumentos se adaptan a las necesidades de paganos que preguntan. Se dice mucho sobre el bautismo, pero poco sobre el arrepentimiento. Se halla poca doctrina característicamente cristiana; la expiación y el sacrificio de la Cruz, el pecado y su pena, el perdón, la gracia, son difíciles de encontrar. Se menciona a la Eucaristía por su nombre sólo una vez: "Pedro partió la Eucaristía" (H. XI, 36, R. VI, 15). A Cristo siempre se le llama "el verdadero profeta”, como el que revela a los hombres a Dios, la verdad, las respuestas al enigma de la vida. El escritor conoce un sistema completo de organización eclesiástica. Pedro establece un obispo en cada ciudad, con sacerdote y diáconos bajo su mandato; el oficio de obispo está bien definido. Fue principalmente este hecho el que impidió que los críticos de la Escuela de Tubinga dataran H. y R. a antes de la mitad del siglo II. El escritor no fue un ebionita, ya que él cree en la preexistencia del Hijo, en su Encarnación y en la concepción milagrosa, mientras que no impone ninguna observancia judía.

Se suele afirmar que una de las características de los Clementinos es el antagonismo a San Pablo. Nunca se le menciona, pues la supuesta fecha de los diálogos es antes de su conversión, y el escritor es muy cuidadoso para evitar anacronismos; pero utiliza regularmente sus epístolas, y son muy débiles las bases para suponer que Simón siempre o algunas veces representa a San Pablo. Los críticos, que aún admiten que de vez en cuando se combate a San Pablo, no atribuyen esta actitud al escritor clementino, sino sólo a algunas de las supuestas fuentes. De hecho, en R. III, 61 hay una clara referencia profética a San Pablo como el maestro de las naciones; pero no es segura la admisión de cualquier polémica contra la persona de San Pablo en cualquier parte de los escritos, por la sencilla razón de que no existe ningún rastro de antagonismo hacia sus doctrinas.

Parece ser universalmente admitido que los Clementinos se basan en las doctrinas del Libro de Elchasai o Helxai, que fue muy utilizado por los ebionitas. Se decía que su contenido había sido revelado por un ángel de noventa y seis millas de alto al hombre santo Elchasai en el año 100, y ésta es seriamente aceptado por Hilgenfeld y Waitz como su fecha real. No obstante, no parece haber sido conocido hasta que fue llevado a Roma alrededor del año 220, por un cierto Alcibiades de Apamea. Conocemos sus doctrinas a partir de la “Philosophumena” y por San Epifanio. Enseñaban un segundo bautismo (en corrientes de agua con toda la ropa puesta) para la remisión de los pecados, y el cual debía ir acompañado de un conjuro de siete elementos; se recomendaba el mismo proceso como una cura contra la mordedura de perros rabiosos y males similares. Esto no es particularmente similar a la llamada de cuatro (no siete) elementos para atestiguar una promesa solemne a la orilla del agua (sin baño) en los Clementinos.

Por lo demás, Elchasai enseñó la magia y la astrología, hizo compulsorio el matrimonio, celebraba la Eucaristía con pan y agua, mandaba a circuncidar a todos los creyentes y a que vivieran conforme a la ley judía, y además afirmaba que Cristo nació de un padre humano. Todo esto se contradice con los Clementinos. El único punto de semejanza parece ser que las Homilías representan a Cristo habiendo estado en Adán y Moisés, mientras que Elchasai dijo que había estado con frecuencia encarnado en Adán y desde entonces, y lo estaría de nuevo. Al escritor clementino le gustaban los pares de antítesis, o auliyca, como Cristo y el tentador, Pedro y Simón. Pero éstas no tienen ninguna conexión con cualquier antítesis gnóstica o marcionita, ni hay ningún rastro de las genealogías gnósticas. Él está simplemente ventilando sus propias especulaciones pseudo-filosóficas. A menudo se ha señalado la polémica contra el marcionismo. Pero la negación de dos dioses, un Dios trascendente y un creador, va dirigido contra el neoplatonismo popular, y no contra Marción. Una vez más, se dan respuestas a las objeciones al cristianismo procedentes de la inmoralidad o antropomorfismo en el Antiguo Testamento; sin embargo, estas objeciones no son marcionitas. Al escritor le gusta citar palabras de Cristo que no se encuentran en las Escrituras. Hilgenfeld, Waltz y otros han analizado su texto de la Escritura. Nunca cita por su nombre un libro del Nuevo Testamento, lo que sería un anacronismo en la fecha que ha elegido.

Uso primitivo de los Clementinos

Teorías modernas de origen y fecha

Fecha probable de los Clementinos

Bibliografía: Las principales ediciones han sido mencionadas arriba. La literatura es tan enorma que una selección de ella será suficiente. Listas algo más completas se pueden hallar en HARNACK, Chronologie, II, en BARDENHEWER, Patrologie and Geschichte der kirchlichen Litteratur y en CHEVALIER, Répertoire. — SCHLIEMANN, Die Clementinen (1844); HILGENFELD, Die Clem. Recogn. und Hom. nach ihrem Ursprung und Inhalt (Jena, 1848); Kritische Untersuchungen über die Evangelien Justins, der Clem. Hom. und Marcions (Halle, 1850); UHLHORN, Die Hom. und Recogn. des Clemens Romanus (Göttingen, 1854); LEHMANN, Die clementinischen Schriften (Gotha, 1869) LIPSIUS, Quellen der römischen Petrussage (1872) y Apokr. Apostelgeschichte (1887), II; SALMON en Dict. Chr. Biog. (1877); LANGEN, Die Clemensromane (Gotha, 1890): FUNK en Kirchenlex. (1884); BIGG, The Clementine Homilies in Studia Biblica (Oxford, 1890), II; BUSSELL, The Purpose of the World-Process and the Problem of Evil in the Clementine and Lactantian Writings in Studia Biblica (1806), IV; W. C[HAWNER], Index of noteworthy words and phrases found in the Clementine writings en Lightfoot Fund Public. (Londres, 1893); HORT, Clementine Recognitions (conferencias dictadas en 1884; pub. Londres, 1901); MEYBOOM De Clemens Roman (1902); HEADLAM, The Clementine Literature in Journ. Theol. Stud. (1903), III, 41; CHAPMAN, Origer and Pseudo-Clement in Journ. Theol. Stud., III, 436; HILGENFELD, Origenes und Pseudo-Clemens in Zeitschr. für Wiss. Theol. (1903), XLVI, 342; PREUSCHEN In HARNACK, Gesch. der altchristl. Literatur (1893), I, 212; y II, Chronologie, 518; WAITZ, Die Pseudoclementinen in Texte und Unters., Nueva Series, X, 4; CHAPMAN, The Date of the Clementines in Zeitschr. für Neu-Test. Wiss. (1908). Una traducción al inglés de las Recognitions, por el REV. T. SMITH, D. D., se puede hallar en la Librería Ante-Nicena. III, y de las Homilías, ibid., XVII (Edimburgh, 1871-2).

Fuente: Chapman, John. "Clementines." The Catholic Encyclopedia. Vol. 4. New York: Robert Appleton Company, 1908. <http://www.newadvent.org/cathen/04039b.htm>.

Está siendo traducido por L H M.