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Viernes, 22 de noviembre de 2024

Deidad

De Enciclopedia Católica

Revisión de 15:06 27 feb 2010 por Luz María Hernández Medina (Discusión | contribuciones) (Primeras nociones monoteístas de la deidad)

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Introducción

(Francés déité; latín tardío deitas; latín deue, divus, "la naturaleza divina", "divinidad", "dios").

El significado original de la palabra se muestra en el sánscrito dyaus, gen. divas, raíz div, cuya raíz aparece en una formación de adjetivo como deva, “brillante”, “celestial”---naturaleza y atributos de Dios---de ahí devas, “los seres brillantes”, o, como un substantivo, dyaus. En su forma substantiva dyaus es masculino, por ejemplo, “cielo”---o femenino, como Cielo (personificado). De ahí, en el Avesta daeva, “espíritu del mal” Lith deva, “un dios”; Gael. e irlandés dia, “dios”; O. Teut. tiu; A.S. Tiw (e.g. jueves, es decir Tiwesday); griego Zeus (gen. Dios Lat. Jupiter (i.e. Jov-pater). De las mismas raíces tenemos los nombres latinos de las deidades: Diana, Janus, Juno, Dis, el genitivo Jovis (Diovis), y la palabra dies.

El presente artículo se limita a la noción no cristiana de la divinidad. La idea cristiana se expone en otro artículo bajo el título de Dios. Por lo tanto, los datos se han extraído de la nueva ciencia de la historia de las religiones. Ellos comprenden registros escritos, costumbres, leyes, vida y el lenguaje. Los documentos más antiguos de la historia demuestran que, al momento de su composición, ya la religión existía desde hacía mucho tiempo. Durante mucho tiempo, alguna deidad había sido adorada, había recibido sacrificios y nadie podía recordar el comienzo de estos ritos antiguos. Muchas historias de religión publicadas en los últimos años se componen de puras y simples hipótesis, a menudo muy alejadas de los hechos en los que se basan---a menudo absolutamente arbitrarias. El espíritu científico requiere declaraciones de hechos comprobados más allá de controversias o inducciones de acuerdo con los hechos. Así vista, la historia de las religiones muestra sobre el tema de la deidad:

  • (a) como un hecho real, la mezcla de elementos politeístas y monoteístas;
  • (b) que cuanto más nos remontamos en la historia del pensamiento religioso, más pura se vuelve la noción, de modo que los rastros de un monoteísmo primitivo nos son impuestos;
  • (c) que la teoría fantasma, propuesta por Spencer y otros autores, para explicar el origen de la divinidad es estrecha, parcial y poco científica.

La religión, en su sentido más general, es un fenómeno universal de la humanidad. Tylor y Roskoff refutan la afirmación de que existen tribus que no tienen idea de la divinidad. A veces, este concepto parece noble y puro, de nuevo es relativamente crudo y envuelto en una masa de fantasía supersticiosa. Sin embargo, por imperfecta e infantil que pueda parecer la expresión, representa la más alta idea de la divinidad que la mente comprendió, para el tiempo y bajo las circunstancias.

La deidad concebida como una mezcla de elementos politeístas y monoteístas

La vida religiosa entre los pueblos salvajes de hoy---como entre las naciones paganas antes del cristianismo---se asemeja a la enmarañada confusión de un bosque donde los árboles, zarzas y enredaderas, de todas las edades y tamaños, se ven entrelazadas, apoyándose y aplastándose entre sí con sus crecimientos a tierra, mientras que por encima de las ramas más altas se alcanza a ver el azul del cielo.

La religión del paganismo en general es politeísmo, que ha sido explicado por teorías de animismo, fetichismo, naturismo, y las formas concretas de antropomorfismo e idolatría. Los defensores de estas diversas teorías deben ser clasificados como teóricos en lugar de historiadores. Tomando la teoría de la evolución como un punto de partida común, sostienen que el hombre surgió de la bestia y que es un bruto que se transforma poco a poco. Se diferencian únicamente en la causa y la naturaleza del desarrollo religioso que desembocó en la noción de la Divinidad. Aquí rechazamos todos los presupuestos y tratamos sólo con el aspecto histórico del problema. En las palabras de Waitz, el hombre primitivo de la antropología moderna es "una pura ficción, sin importar cuan conveniente ficción pueda ser él”.

El paganismo no presenta una doctrina, sino una agrupación de costumbres y enseñanzas diferentes y a veces opuestas, de una masa incoherente de creencias con orígenes variados. Un análisis más pormenorizado le permite al estudiante separar las corrientes doctrinales y remontarlas a sus propias fuentes. La verdad luminosa que presenta este estudio es la corrupción de las ideas religiosas sobre la naturaleza de la divinidad por la confusión enmarañada del crecimiento humano. Sir A. C. Lyall (Asiatic Studies, Ser. II, p. 234), al tiempo que rechaza la teoría de una revelación primitiva, admite que "sin lugar a dudas nos encontramos con muchas creencias y tradiciones que corren hacia abajo, y se extienden a un nivel muy por debajo de su fuente". Algunas de las causas que han contribuido a producir esta profusión enredada en la concepción pagana de la divinidad son:

Deificación de la naturaleza y sus poderes y de los objetos sensibles

Por necesidad, el resultado fue una inagotable variedad de deidades. Conforme pasó el tiempo, lo divino asumió miles de imágenes y formas fantásticas y fortuitas. La deificación de los poderes de la naturaleza llevó primero al culto a los elementos. Una divinidad del cielo contrastaba con una de la tierra. El fuego, como el poder calentador, nutritivo, consumidor y destructor fue tempranamente venerado como una deidad separada; de ahí, las vírgenes vestales de Roma, el Agni védico, los adoradores del fuego del mazdeísmo, y el fuego sagrado del sintoísmo. Así también, la humedad o el agua, no sólo en general, sino en sus formas concretas, por ejemplo, mar, lago, río, fuente, nube, y así fue que tuvieron una cuarta deidad elemental. En el Oriente la astrolatría o sabeísmo---es decir, el culto a las estrellas que iluminan la tierra---desarrolló sobre todo el culto al sol. Donde el suelo y la vegetación eran ricos, la tierra era considerada como una madre que amamanta, y surgió la geolatría en muchas formas. En los himnos védicos podemos rastrear la transición de los fenómenos naturales a las deidades naturales---por ejemplo, Agni, o sea, fuego; Varuna, o sea, el cielo; Indra, o sea, las nubes de lluvia---pero incluso entonces surgen dudas, y los escritores poéticos se preguntan si, después de todo, hay cosas tales como los devas. En Homero y Hesíodo las fuerzas de la naturaleza se conciben como personas---por ejemplo, Urano (el cielo); Nyx (noche); Hipnos (sueño); Oneiros (sueño); Oceanos (océano)---la respuesta de Aquiles al río Escamandro "en forma humana, confesó ante sus ojos” (Ilíada, XXI), y su oración a los vientos Bóreas y Céfiro, que avivaran las llamas de la pira funeraria de Patroclo (Ilíada, XXIII). La observación del hecho de que en la naturaleza se combinas dos energías---una activo y generativo, la otra pasiva y femenina---, llevó al hombre a asociar cielo y tierra, sol y luna, día y noche, como deidades primigenias y maternales que cooperan en la producción del ser. De ahí la distinción de divinidades masculinas---por ejemplo, el cielo, el éter, el sol---y las divinidades femeninas---por ejemplo, la tierra, el aire, la luna. De esto hay sólo un paso a la deificación del principio generador y el culto al phallus.

Antropomorfismo

Al principio se rindió culto a los poderes de la naturaleza sin forma o nombre, luego humanizados y considerados como personas. Así Gaia, del antiguo culto pelásgico, aparece como Rhea en las tradiciones cretenses, como la Cibeles de Asia Anterior, como Hera en Arcadia y Samos, como la diosa de la naturaleza Afrodita, como Deméter. En Roma la Bona Dea del rito místico, cuyo nombre propio no podía ser pronunciado, fue luego similar a, o identificada con, un número de deidades griegas o italianas. De la Saussaye escribe sobre la antigua religión babilónica-asiria: "Entre las palabras influyentes que podrían evitar o expulsar el mal, las más destacadas eran los nombres de los grandes dioses; pero estos nombres se consideraban secretos, y por lo tanto la gente apelaba al dios mismo para que lo pronunciara." En Samotracia en principio se adoraba a los cabiros---es decir, deidades grandes y poderosas, los poderes supremos de la naturaleza--- sin nombres específicos. En el antiguo Lacio los pontífices ocultaban los nombres de los dioses. Herodoto dice que los dioses pelásgicos no tenían nombre. En los himnos védicos se dirigían así al árbol sacrificial, al cual se adherían los sacrificios: “"Como tú sabes, oh árbol, los nombres sagrados de los dioses, haz que las ofrendas vayan a ese lugar". Según de la Saussaye, las divinidades del Rig-Veda son individualizadas sólo levemente.

A los dioses sin forma de la naturaleza sucedieron las deidades de la imaginación homérica, en forma humana y con sentimientos humanos. A juicio de Herodoto, fueron Homero y Hesíodo quienes establecieron la teogonía de los griegos---de hecho pusieron las bases de la religión helénica posterior. Los griegos despilfarraron los ricos tesoros de su vida intelectual con sus deidades, humanizadas y disociadas de los fenómenos naturales. Por lo tanto el conjunto de la naturaleza fue invadido por una familia de deidades descendientes de los elementos como dioses primigenios, los miembros individuales de cuya familia eran parientes entre sí y en relaciones mutuas de mayor y menor, más viejo y más joven, hombre y mujer, más fuerte y más débil; de modo que el hombre, sintiéndose rodeado de deidades por todas partes, descubrió sus acciones, historias y manifestaciones de su voluntad en el curso de la naturaleza y en sus varios fenómenos. La concepción de estas deidades era antropopática; en sus motivos y pasiones eran hombres más poderosos y más perfectos; tenían un cuerpo humano y un rostro humano, pensamientos y sentimientos humanos, residían en las nubes o en un monte alto; vivían en un palacio celestial. Tal idea es incoherente y contradictoria. En realidad, la deidad era la naturaleza. Si sus formas inanimadas fueron personificados y adoradas, ¿por qué no los animales y las plantas---por ejemplo, el culto a los árboles?

Apoteosis Humana

La apoteosis humana es otra causa e igualmente prolífica en los tiempos paganos posteriores. Plutarco (en su "Romulus") entra en detalle en la cuestión de cómo el alma, separada del cuerpo, avanza al estado de heroísmo, y de un héroe se convierte en un demonio y de un demonio se convierte en un dios. Para Cicerón, la doctrina de la evemerismo es el núcleo y principio fundamental de los misterios (de Nat. Deor., III XXI). Para los griegos había sido una costumbre honrar como a héroes después de su muerte a los hombres meritorios o renombrados, por ejemplo, Heracles, Teseo; pero el rendir honores divinos a los vivos nunca entró en sus mentes en los primeros tiempos. Los hombres santos o héroes eran considerados:

  • como hijos de los dioses, por ejemplo, en Hesíodo;
  • como encarnaciones de los grandes dioses. El crecimiento del politeísmo popular en la India moderna se debe al hecho de que los brahmanes, por su doctrina de la encarnación divina (avatara), crean hombres santos en deidades realmente adoradas. Así, los dioses mayores de la India, es decir, personificaciones de la naturaleza, son a su vez oscurecidos por la nube de deificaciones nacidas en la tierra. Colebrooke dice que el culto a los héroes divinizados es una fase posterior que no se encuentra en los Vedas, aunque allí se menciona de vez en cuando a los héroes mismos aún no deificados;
  • El héroe era identificado con uno de los grandes dioses. Así el culto a los héroes era extraño a los primeros romanos. Rómulo, según Plutarco, no era adorado como un héroe propiamente hablando, sino como un dios, y después de haber sido identificado con el dios sabino Quirino;
  • el culto a los héroes propiamente hablando, por ejemplo, en la Odisea;
  • Apoteosis. Plutarco nos dice que Lisandro (m. 394 a.C.) fue el primer hombre a quien los griegos le erigieron altares y le ofrecieron sacrificios como a un dios. Farnell establece que una de las ramas más fructíferas del antiguo sistema helénico era el culto a los héroes. Y Plinio escribe: "De todas las formas de dar las debidas gracias a los hombres del gran desierto, la más consagrada es el inscribirlos como dioses". El jainismo, una rama del budismo, no es más que el culto a los hombres divinizados. En [Egipto]] se le rendía honores a los reyes incluso durante su vida. Cicerón hace una profesión formal de euhemerismo: "¿Sabes que eres un dios?" él representa al glorificado Escipión, dirigiéndose a sí mismo en un sueño (de Rep. VI, XXIV). Los hombres y mujeres después de su muerte habían sido elevados al rango de dioses; por lo tanto él mando a que se exaltara a su hija Tulia al mismo honor, como si lo hubiese merecido, y le dedicó un templo a ella (ep. Ad. Att., XII). Los apologistas cristianos, que se enfrentaron cara a cara con el mundo pagano, declararon positivamente que todos los dioses del paganismo eran hombres divinizados. Entre los romanos, el culto al genius era para los hombres la deificación de la virilidad, como el de Juno era para la mujer la deificación de la feminidad. Plinio vio en esta creencia un auto deificación formal, procediendo sobre la teoría de que el genio, o Juno, no era otra cosa que el elemento espiritual del hombre, o mujer. No sólo el individuo, sino cada lugar y, sobre todo, el pueblo romano y la propia Roma tenía su genio. El consagrado culto a esta última fue naturalmente asociado con, y pasó a, un culto al emperador. Así, el paganismo pre-cristiano culminó en el culto a Augusto. En el Libro de la Sabiduría se describen claramente las diferentes etapas en el proceso de divinización humana (Sab. 14).

Observaciones de San Agustín

San Agustín (Civ. Dei, IV, II) analiza la opinión de los escritores romanos de que todos los múltiples dioses y diosas de los romanos estaban en el análisis final excepto Júpiter, pues estas deidades se disolvían entre sí al inspeccionarlos más cercanamente. Así pues, tenemos un solo Dios por la disección de su naturaleza en los diversos aspectos de sus poderes, y por la personificación de sus poderes individuales, se ha resuelto en una multiplicidad de dioses. Así los romanos rompieron la idea de deidad al hipostatisar poderes particulares, modos de operación, funciones físicas y propiedades. Mediante este proceso no sólo los acontecimientos en la naturaleza y en la vida humana, sino sus varias fases, cualidades y circunstancias se consideraban aparte como dotadas con personalidades propias, y eran adoradas como deidades. Así en la vida de un niño: Vaticano le abría su boca, Cunina lo guardaba en la cuna, Educa y Potina lo enseñaban a comer y a beber, Fabulino a hablar, Statalino lo ayudaba a ponerse de pie, Adeona y Abeona vigilaban sus primeros pasos. Puesto que toda acción requería un dios, apenas había un límite para la obra inventiva de la imaginación. Y San Agustín nos dice (Civ. Dei, IV, VIII) que el agricultor romano estaba en manos de un ejército de dioses que lo ayudaban en cada etapa de labranza, escarda, siembra y cosecha. Bajo tales condiciones podemos entender cuán fácilmente el romano cultivado podría abrazar el panteísmo de la filosofía estoica, que enseñaba sobre un poder gobernante creativo de la naturaleza---en sí mismo una personificación---y al mismo tiempo permitía a los ignorantes personificar y dar culto como deidades distintas, a los diversos actos y fases por las que dicho poder se manifestaba.

Elemento político

Un elemento político entra en la multiplicación de las deidades en el mundo pagano. Para hacer una nación se deben unir varias tribus. Cada una tiene su dios, y la nación es apta para recibirlos a todos igualmente en su Panteón. O en tiempos de guerra la nación vencedora no se contentaba con imponer leyes y tributos a los vencidos, sino que debía desplazar a las deidades conquistadas por su cuenta. Una vez más, donde las naciones antiguas, cada una con su propia religión y mitología, fueron traídas a estrecho contacto debido al comercio, las deidades que mostraron cierta similitud fueron identificadas, e incluso sus nombres fueron adoptados de una lengua a otra. De acuerdo a Max Müller, Durga y de Siva no son desarrollos naturales, ni meras corrupciones de los dioses védicos, sino importaciones o adaptaciones de afuera. La historia de Roma provee un ejemplo sorprendente. En los primeros tiempos, las deidades principales eran poderes naturales generales o meras abstracciones del Estado o de la familia; no tenían una personalidad real. Así, el Lares vino de Etruria, siendo su jefe el Lar Familiaris, la cabeza divina de la familia, la personificación del poder creativo que aseguraba la duración de la familia; Vesta, el fuego del hogar doméstico, la protectora de la familia, fue identificada luego con la griega Hestia. Más tarde, cuando Roma se expandió a un poder mundial, recibió en su Panteón las deidades de las naciones conquistadas por sus ejércitos. De nuevo, el elemento político se convierte en un factor más potente cuando las deidades son creadas por actos humanos. Así, en la antigua Roma los pontífices tenían el derecho y el cuidado de hacer nuevas deidades. Y en China el gobierno ordena honores póstumos y títulos y deificaciones de los hombres, da títulos y premios a las deidades por supuesto servicio público, y ejerce un control sobre reencarnaciones budistas. El emperador de China utilizaba el monopolio de la deificación como una prerrogativa constitucional, como el derecho a crear pares.

Lenguaje

Una explicación final se puede encontrar en el lenguaje. Los términos empleados por la mente para designar hechos espirituales están sacadas de la experiencia individual consciente. En el principio el hombre expresaba naturalmente el poder y los atributos de la deidad en diferentes palabras extraídas de la naturaleza y de la vida. Según de la Saussaye la opinión es incluso expresada en el Rig-Veda que los muchos nombres de los dioses son sólo diferentes formas de denotar un solo ser. Ahora, la tendencia de la lengua es llegar a ser cristalizado. Las palabras perdían gradualmente su fuerza etimológica, y se olvidaba su significado original. Se destacan como hechos distintos e independientes en nuestra vida mental. Lo que era al principio un signo se convierte en un objeto. Así, en la religión védica el Sol tiene muchos nombres-Surya, Savitri, Mitra, Pushan, Aditya. Cada uno de estos nombres creció por sí mismo en una especie de personalidad activa después que su significado original había sido olvidado. Al principio, todos estaban destinadas a expresar el mismo objeto visto desde diferentes puntos; por ejemplo, Surya significaba el sol como resultado del cielo; Savitri el sol como vivificador o avivador, Mitra el sol brillante de la mañana; Pushan el sol de los pastores; Varuna era el cielo que todo lo abarca; Aditya el cielo sin fronteras. En este sentido los dioses hindúes no tienen más derecho a una existencia substantiva que Eos o Nyx; ellos son nomina, no numina, es decir, palabras, no deidades.. Así también en Egipto es sol se llama Horus en la mañana, Ra a mediodía, Tum al atardecer y Osiris durante la noche. En otra forma de lenguaje podría llevar al error, como cuando Bancroft señala que en muchos de los lenguajes americanos se usa la misma palabra para tormenta y dios. Brinton escribe: “El descenso que lleva a la personificación de viento como dios es casi imperceptible.” Goldzeher afirma que el Baghirami en África Central usa el mismo término para tormenta y para deidad. El pueblo Akra en la Costa Dorada de África dice “¿Vendrá Dios”, por decir “¿Lloverá?” Aquí tenemos la misma palabra con dos significados. Así el Odjis, o Ashantis, llama a la deidad con la misma palabra que al cielo, pero denota a un dios personal que creó todas las cosas y es el dador de todas las cosas buenas.

Todas las religiones paganas tienen ídolos zoomorfos, o parcialmente zoomórficos, deidades en forma de animales inferiores. Esto es especialmente cierto de los dioses egipcios. Pero es la esfera de totem-tradición o de la mitología explicar estas metamorfosis extrañas, que escandalizaron a los filósofos, y que Ovidio puso en verso para los cultos de su tiempo.

Primeras nociones monoteístas de la deidad

La raza humana ha tratado de expresar en todo momento y de varios modos el concepto de la divinidad. La historia de las religiones, sin embargo, pone al descubierto otra verdad, a saber: que cuanto más nos remontamos en la historia del pensamiento religioso, más pura se vuelve la noción de la deidad. En el Rig-Veda, el más antiguo de los libros sagrados hindúes, se muestran claramente los rastros de un monoteísmo primitivo. Se le llama a la Deidad "el único ser que existe", que respira, con calma en sí misma, en el principio antes de que existiera el cielo o la atmósfera, de día o de noche, la luz o la oscuridad. Este ser no es la entidad filosófica estéril que se halla en los Upanishads más tarde, pues a él se le llama "Padre nuestro", "nuestro Creador", omnisciente, que escucha las oraciones. Padre de Calmette sostiene que los Vedas enseñan sobre el verdadero Dios. Una vez más, "Aquél que es y es uno, los poetas lo llaman de diferentes maneras", y se declara que existe "en la forma del ser no nacido". En los Vedas se hallan vestigios de una religión natural. Sin embargo, se debe adscribir a una fecha posterior la mitología de los himnos védicos en los que los "brillantes" (los cielos y la tierra, el sol y la luna, con varios poderes elementales de tormenta y viento) son las únicas deidades claramente reconocidas. D’Harlez, F.C., Cook y Phillips sostienen que la base moral y espiritual es más antigua. Pictet, A.B. Smith, Banergia, Ellingwood Wilson, Muir no vacilan en declarar que los conceptos más elevados de los Vedas son indudablemente más antiguos, y que muestran huellas claras de un monoteísmo primitivo. El uso de diferentes nombres divinos en los Vedas no nos justifica a concluir sin otra evidencia que se designan diferentes deidades.

Sobre esta base podemos concluir, con Tiele, que los judíos en diferentes épocas adoraron a tres diferentes dioses, por ejemplo, Elohim, Yahveh, Adonai. El uso de diferentes nombres puede deberse a la personificación de las fuerzas de la naturaleza o a la cristalización del lenguaje, pero tal uso señala una etapa posterior en el pensamiento religioso. ¿Por qué originalmente no se emplearon estos nombres para expresar las muchas perfecciones y atributos del gran Dios? Así, el poeta védico escribe: "Agni, muchos son tus nombres, el Inmortal", y "El padre adorador te da muchos nombres a Ti, oh Agni, si encuentras el placer en ello". De la deidad egipcia Ra está escrito: "Sus nombres son múltiples y desconocidos, incluso los dioses no los conocen". Farnell afirma que a "muchas deidades, algunas de las cuales eran apenas conocidas fuera de un área estrecha, se les invocaba como polyonyme, con el que todos los títulos de poder se resumían en una sola palabra”. Por lo tanto, cuanto más nos remontamos en la historia de los pueblos indios, más pura se vuelve la forma de creencia religiosa.

Se ha demostrado que la idolatría es una degeneración. "Es cierto", dice Sir A. C. Lyall, "que en la India, como en otros lugares, la idea de un Ser Supremo, vagamente imaginado, está detrás de toda la fantasmagoría de personajes sobrenaturales". Una prueba luminosa de esta inferencia es proporcionada por un análisis de la palabra Júpiter. Júpiter en latín es pater Zeus en griego y es Dyaus pitar en sánscrito. La forma teutónica es Tiu. El significado es "Cielo-Padre". La designación de la Divinidad en todas la familia aria, señala a un tiempo, hace 5,000 años o antes, cuando los arios, antes de su dispersión, antes de que hablaran sánscrito, griego, latín o alemán, se unieron para llamar a la deidad como el Cielo-Padre. En los Vedas se halla Dyauss-pitar, pero incluso en estos documentos Dyaus es ya una estrella decolorada; él es desplazado por Indra rudra, Agni, y otras deidades puramente indias. En los Vedas Dyaus tiene dos formas---una masculina y otra femenina. Pero el védico Dyu o Dyaus-pitar es primero que todo masculino, mientras que en el sánscrito posterior se convierte en exclusivamente femenino. Por tanto, no es correcto decir que el nombre original fue originalmente un femenino para designar a los cielos, y que la nación después lo transformó en un nombre propio para expresar la Deidad.

Los “gathas”, los himnos más antiguos del Avesta, forman el núcleo sobre el que la literatura sagrada de los iraníes se agrupó en un desarrollo posterior. Ellos inculcan la creencia en Ahura Mazda, el ser omnipotente auto existente. Él es el Señor todopoderoso que hizo el cielo y la tierra, y todo lo que contiene, y quien gobierna todo con sabiduría. Tiele dice que el único ser personal real es Ahura, y que los dos espíritus en antagonismo están por debajo de él (Elem. Of the Science of Rel., Ser. I, p. 47). La oposición de Ahrimán es de una fecha posterior. Pfleiderer sostiene que originalmente Ahrimán era un espíritu bueno creado por Ahura (Phil. of Rel., III, p. 84). El “Amesha-Spentos” de los “gathas” tienen la naturaleza de ideas o cualidades abstractas, es decir, los atributos de Ahura; después ellos formaron una especie de consejo celestial. L. H. Mills (Nuevo Mundo, marzo de 1895) sostiene que la naturaleza única y espiritual de Ahura está atestiguada fuera de toda duda, y se une a D'Harlez, Darmesteter, y Tiele en la enseñanza de que la forma primitiva de la creencia iraní fue monoteísta. El paganismo de Grecia y Roma, con su familia de deidades en formas humanas y con pasiones humanas lleva sobre su cara las marcas evidentes de la degradación y corrupción. Así, un estudio crítico de las creencias arias convence a los estudiantes que en ellos no encontramos ningún ejemplo de una evolución de una primitiva, inferior, a una forma posterior y superior. "La religión de la raza indo-europeo", escribe Darmesteter (Contemp. Rev., oct. 1879), "cuando aún estaba unida, reconoció a un Dios supremo, a un Dios organizador, omnipotente, omnisciente, moral. La concepción fue una herencia del pasado".

La misma verdad se desprende de un estudio de las religiones de Egipto y de China. En los más antiguos monumentos de Egipto se expresa la concepción más simple y más precisa de un Dios. Él es uno y único; con Él no hay otros seres; Él es único ser vivo de verdad; Él es el auto existente que hizo todas las cosas, y Él es el único que no ha sido creado. Brugsch acepta este punto de vista, pero lo llama panteísmo. El elemento ético en la Deidad, sin embargo, es contrario a esto. Renouf encuentra un panteísmo similar, pero prefiere la palabra henoteísmo. De la Saussaye admite que "uno puede afirmar que ningún investigador serio ha negado nunca el monoteísmo y panteísmo egipcios, aunque la mayoría no los ve como generales y originales.” Las partes sublimes de la religión egipcia no son el resultado relativamente tardío de un proceso de purificación de las formas anteriores y groseras. En los bosquejos de Historia de la Religión Tiele enseñó eso, pero en un trabajo posterior, “Egyptian Religion”, expresa la opinión contraria. Lieblein, Ed Meyer y Renouf admiten la degeneración en la religión egipcia. Así, De Rouge, Tiele, Pierret, Ellingwood, Rawlinson y Wilkinson sostienen que la creencia en una Deidad Suprema, el Creador y Legislador de los hombres, es una verdad claramente expresada en esa antigua civilización, y el politeísmo es un desarrollo posterior y corrupción.

La religión popular de China se basa en la adoración de fuerzas naturales y de los espíritus ancestrales. Sin embargo, por debajo está la convicción de la existencia de un poder creativo superior, que, según Edkins (Religions in China, p. 95), es una tradición transmitida de los primeros períodos de su historia. D'Harlez (New World, dic. 1893) y F. M. James (New World, junio 1899) enseñan que los chinos primitivos adoraban a Shang-Ti, el Señor Supremo, uno, invisible, espiritual, el único Dios verdadero. Dr. Legge (Religion of China, p. 18) afirma que "Ti” fue el objeto supremo de homenaje tan lejos como podemos ir, y se une con D’Harlez, Faber y Happel al declarar que hace 5,000 años los chinos eran monoteístas. Lenormant basa la religión babilónico-asiria en un monoteísmo original. Reclama haber descubierto una pista confiable de ello en la palabra Ilu (el en Babel), que se dice que originalmente significa "el único Dios". De la Saussaye expone como objeción que "esta palabra no es más que el nombre para la concepción de Dios, al igual que el indio “Deva” y otros epítetos de la misma clase"; sin embargo, sostiene que "las diosas de la religión asirio-babilónicas son realmente sólo una y la misma cosa con diferentes nombres, y éstos a su vez deben ser considerada en parte como títulos".

Se hallan ilustraciones de esa misma verdad incluso entre las tribus más bajas y bárbaras. "Nada en la religión salvaje", escribe A. Lang, "da mejor testimonio que la creencia en un Ser que toda especie de narradores llaman un Creador, que todo lo mantiene en su poder, y que tiende a la justicia." Los aborígenes de Canadá lo llaman Andouagne, según el padre Le Jeune. A este ser rara vez o nunca se le invoca en la oración. El hecho de un Ser Supremo ocioso o no adorado es fatal para algunas teorías modernas sobre el origen y la evolución de la deidad. Tylor admite que los nativos africanos conocen un Ser Supremo, pero le adscribe eso al Islam o a la influencia del cristianismo. Si esto fuera así, deberíamos esperar encontrar la oración y el sacrificio. Fraser sostiene que la deidad se inventó en la desesperación de la magia como un poder del que se puede conseguir algo. Pero, ¿cómo podría el salvaje esperar nada de una deidad a la que no se dirigió en la oración? Spencer enseña que la deidad fue un desarrollo a partir de de los espíritus ancestrales. Pero el Hacedor de las cosas, no invocado en la oración como una regla general, se dice que existe donde no se informa que se rinde culto a los espíritus ancestrales. William Strachey, escribiendo desde Virginia en 1611, dice que Okeus sólo era "un diputado magisterial del gran Dios que gobierna todo el mundo y hace que el sol brille… al cual ellos llaman Ahone. El bueno y pacífico dios no requiere tales deberes [como los que se rinden a Okeus], ni necesita sacrificios, porque él quiere el bien para todos ellos, Él no tiene imagen". Winslow escribe desde Nueva Inglaterra en 1622 que el dios Kiehtan Dios es un ser de antigua autoridad entre los nativos. Hizo a todos los otros dioses. Los nativos canadienses, los algonquinos, los de Virginia, y los de Massachusetts tenían un Gran Espíritu antes de la llegada de los misioneros cristianos.

Los ritos misteriosos de Australia revelan un ser creativo moral cuyo hogar se encuentra en o por encima de los cielos, y su nombre es Hacedor (“Maker” Baiame), Amo (Biamban), y el Padre (Papang). Los monjes benedictinos de Australia dicen que los indígenas creen en un ser omnipotente, el creador del cielo y la tierra, a quien llaman Motogon. El australiano dirá, "No, no lo veo [es decir, Baiamel], pero lo he sentido". Waitz nos dice que las ideas religiosas de las tribus africanas son tan altas que si no nos gusta llamarles monoteístas, se puede decir al menos que han llegado muy cerca de los límites del verdadero monoteísmo. "Por muy degradados que estos pueblos sean,” escribe Livingstone (Missionary Travels, p. 158), "no hay necesidad de comunicarles la existencia de Dios o de una vida futura. Estas dos verdades son universalmente aceptadas en África. Si le hablamos de algún difunto, ellos dicen: “Se ha ido con Dios.” Entre las tribus salvajes, donde el Ser supremo es considerado como algo remoto e impasible, naturalmente es sustituido por un diputado. Así, por ejemplo, Ahone tiene a Okeus, Kiehtan tiene a Hobancok, Boyma tiene a Grogoragally, Baiame tiene a Tundun, o en lugares de África Occidental, Daramulun, Nypukupon tienen a Bobowissi. A veces, como en Australia, estos diputados activos son hijos del Ser Supremo. En otros casos---por ejemplo, Finnish, Num, Zulu Unkulunkulu y Atahocan algonquino---a este Ser se le descuida bastante en favor de los espíritus que reciben los sacrificios de carne y grasa. En el noroeste central Queensland Roth describe a Mulkari como "un ser sobrenatural, benevolente y omnipresente, cuya casa está en los cielos". En Australia, el Ser Supremo no puede haber evolucionado a partir de la adoración de fantasmas, pues los indígenas no adoran a los espíritus ancestrales. Sir A. B. Ellis ha repudiado su teoría de tomar prestado un dios en el caso de las razas que hablan Tshi. Waitz también niega que las altas creencias religiosas de los australianos se tomaron prestadas del cristianismo. Su posición es sostenida por Howitt, Palmer, Dawson, Ridley, Gunther y Greenway, quienes estudiaron a los nativos en el lugar. El carácter esotérico y oculto de las creencias, la usual aunque no universal ausencia de la oración, muestran su fuente indígena y antiguo.

En "The Golden Bough" (2da. ed.), Fraser ha planteado la cuestión de si la magia no ha precedido a la religión en todas partes. Sin embargo, entre los negros de Australia, la raza más atrasada conocida, nos encontramos con abundantes testimonios de una creencia especulativa, moral, emocional, pero no práctica. Estas deidades no son propiciadas por el sacrificio y muy rara vez por la oración, sin embargo, son los hacedores, los amigos y los jueces; en la concepción de ellos predomina el elemento ético. El Ser que todo lo sabe observa y premia la conducta de los hombres, si se le nombra, se le nombra con reverencia; su morada está en los cielos; Él es Creador y Señor de todas las cosas, sus lecciones ablandan el corazón. Mariner dice acerca de la divinidad de Tonga Ta-li-y-Tooboo: "Ellos no tenían idea sobre su origen, incluso suponiéndolo eterno.” En Guinea los nativos rinden culto al “Antiguo”, “El Antiguo en los Cielos”, “Nuestro Creador”, “Nuestro Padre”, “Nuestro Gran Padre”. Wilson escribe que su creencia en un Ser supremo que hizo y sostiene todas las cosas es universal.

En América la misma verdad. Para los indios Dios es “Un Gran Espíritu”. Para algunos la idea de la deidad es muy elevada; de nuevo es hallada en su expresión más baja y cruda. Giacomo Bove refuta la descripción de Darwin de que los patagones tienen creencias religiosas muy bajas. Los pawnees adoran a A-ti-us- ta-kau-a, es decir, nuestro Padre en todo lugar, o Ti-ra-wa, es decir, el Espíritu Padre, con quien esperan vivir después de la muerte. Los zunis hablan de la deidad como Awonawilona, es decir, el Todo-Padre. Los indios de Missouri adoran a “el Anciano Inmortal”, el “Gran Espíritu”, “el Gran Misterio”. Los tinne de América Británica tienen el término Nayeweri, es decir, “El que crea con el pensamiento”. Los algonquinos hablan de Kitche-Maneto quien creó el mundo “por un acto de su voluntad”. Si el Ser supremo en las tribus bárbaras es considerado como ocioso e inactivo, de modo que se convierte en un mero nombre y en un mote, se debe al hecho de que se le ha puesto en segundo plano por la competencia de los espíritus ancestrales---por ejemplo Unkulunkulu de los zulus---o de espíritus serviciales y amistosos---como por ejemplo el Baiame y Mungau-ngaur australianos.

Así en África Occidental los nativos creen en Motogon quien cree con un suspiro, él murió hace tiempo y no le rinden ningún culto. A partir de un estudio de tribus salvajes Mr. Lang sostiene que primer en orden de evolución vino la creencia en un Ser supremo que de algún modo sólo para ser adivinado (para él la explicación de San Pablo es la más probable); que esta creencia fue luego obscurecida y cubierta por la creencia en fantasmas y en un panteón de deidades menores; que en muchos casos el Ser creativo salvaje tiene un suplente, a menudo un demiurgo, quien ejerce la autoridad; que cuando ese es el caso, donde el culto al ancestro es la religión activa, el suplente fácilmente llega a ser concebido como el primer hombre. Si a esto añadimos la tradición universal, tanto entre naciones civilizadas---por ejemplo hindúes, griegos, romanos---y salvajes, de que antes el cielo estaba más cercano al hombre de lo que está ahora, que el Creador mismo dio lecciones de sabiduría al ser humano, pero luego se retiró de ellos hacia el cielo, donde ahora Él mora, la línea de razonamiento será aún más convincente.

Por lo tanto, podemos considerar como conclusiones bien establecidas:

  • Que mientras más nos remontamos en la historia de cualquier religión, más pura se vuelve la concepción de la deidad, de ahí el hecho de la pureza primitiva;
  • Que donde quiera que se hallan rastros de corrupción de la creencia primitiva, de ahí el factor de la degeneración;
  • Que todas las naciones apuntan en la tradición al tiempo cuando la deidad estaba más cercana al hombre, de ahí los rastros de la revelación primitiva;

Tylor admite que “la teoría de la degeneración, sin duda en algunos casos justamente, puede considerar estas creencias como restos mutilados y pervertidos de una religión más elevada” (Primitive Culture, ed. 1871, p. 305).

Nociones antropomórficas modernas de la deidad

Fuente: Driscoll, John T. "Deity." The Catholic Encyclopedia. Vol. 4. New York: Robert Appleton Company, 1908. <http://www.newadvent.org/cathen/04683a.htm>.

Está siendo traducido por Luz María Hernández Medina.