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Martes, 19 de marzo de 2024

Papa Inocencio III

De Enciclopedia Católica

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(Lotario de Conti)

Uno de los más grandes Papas de la Edad Media, hijo del Conde Trasimundo de Segni y sobrino de Papa Clemente III, nació en 1160 ó 1161 en Anagni; murió el 16 de junio de 1216 en Perugia.

Recibió su educación inicial en Roma, estudió teología en París, jurisprudencia en Boloña y se convirtió en un erudito teólogo y uno de los más grandes juristas de su tiempo. Poco después de la muerte del Papa Alejandro III (30 de agosto de 1181) Lotario regresó a Roma y ocupó varios puestos eclesiásticos durante los cortos pontificados de Lucio III, Urbano III, Gregorio VIII, y Clemente III. El Papa Gregorio VIII lo ordenó subdiácono y Clemente III lo nombró cardenal-diácono de San Jorge en Velabro y Santos Sergio y Baco en 1190. Más tarde llegó a ser cardenal-sacerdote de Santa Pudenciana. Durante el pontificado del Papa Celestino III (1191-1198) un miembro de la casa de los Orsini, enemigos de los Condes de Segni, vivió en retiro, probablemente en Anagni, donde se dedicó principalmente a la meditación y a actividades literarias.

Celestino III murió el 8 de enero de 1198, previo a cuyo evento, había apremiado al Colegio Cardenalicio a elegir a Giovanni di Colonna como su sucesor, pero Lotario de Conti fue electo Papa en Roma, el mismo día que murió Celestino III. Aceptó la tiara con reticencia y tomó el nombre de Inocencio III. Al momento de su accesión al papado tenía sólo treinta y siete años de edad. El trono imperial había quedado vacante a la muerte de Enrique VI en 1197, y todavía no se había elegido un sucesor. El prudente y enérgico Papa aprovechó la oportunidad ofrecida por esta vacante para restaurar el poder papal en Roma y los Estados Pontificios. El prefecto de Roma, que reinaba sobre la ciudad como representante del emperador, y el senador que representaba los derechos comunales y privilegios de Roma, juraron lealtad a Inocencio. Cuando él ya había reestablecido la autoridad papal en Roma, se aprovechó de cualquier oportunidad para poner en práctica su grandioso concepto del papado. Italia estaba cansada de ser gobernada por un gran número de aventureros alemanes, y el Papa tuvo poca dificultad en extender su poder político sobre la península. Primero envió dos legados cardenales a Markwuld a fin de demandar la restauración de la Romaña y la Marca de Ancona para la Iglesia. Ante su respuesta evasiva fue excomulgado por los legados y fue expulsado por las tropas papales. De forma similar fueron tratados el Ducado de Espoleto y los distritos de Asís y Sora fueron arrebatados al caballero alemán, Conrado von Uerslingen. La liga de ciudades que se había formado en Toscana fue ratificada por el Papa después que ésta lo reconoció como su soberano.

La muerte del emperador Enrique VI dejó a su hijo de cuatro años de edad, Federico II, como rey de Sicilia. La viuda del emperador, Constanza, quien gobernaba Sicilia en nombre de su hijo, no pudo arreglárselas sola contra los barones normandos del Reino Siciliano, quienes resentían el gobierno alemán y se negaban a reconocer al niño rey. Ella acudió a Inocencio III para preservar el trono siciliano para su hijo. El Papa aprovechó esta ocasión para reafirmar la soberanía papal sobre Sicilia y reconoció a Federico II como monarca, sólo después que Constanza entregó ciertos privilegios contenidos en el tal llamado Cuatro Capítulos, los cuales William I le había extorsionado previamente al Papa Adriano IV. El Papa solemnemente invistió a Federico II como Rey de Sicilia en una Bula emitida a mediados de noviembre de 1198. Antes de que la Bula llegara a Sicilia, Constanza había muerto, pero antes de fallecer había designado a Inocencio como tutor del rey huérfano. Con la mayor fidelidad, el Papa veló por el bienestar de su pupilo durante los nueve años de su minoría de edad. Aún los enemigos del papado admiten que Inocencio fue un tutor generoso del joven rey, y que nadie habría podido gobernar por él más hábil y concienzudamente. A fin de proteger al inexperto rey contra sus enemigos, el Papa le indujo a que se casara en 1209 con Constanza, la viuda del Rey Emérico de Hungría.

Las condiciones en Alemania eran extremadamente favorables para la aplicación de la idea de Inocencio en lo concerniente a la relación entre el papado y el imperio. Después de la muerte de Enrique VI sobrevino una doble elección. Los gibelinos habían elegido a Felipe de Suabia el 6 de marzo de 1198, mientras que los güelfos habían electo a Otón IV, hijo de Enrique el León y sobrino del rey Ricardo I de Inglaterra, en abril de ese mismo año. El primero fue coronado en Maguncia el 8 de septiembre de 1198 y el último en Aquisgrán el 12 de julio de 1198. Inmediatamente después de su advenimiento al trono papal, Inocencio había enviado al obispo de Sutri y al abad de San Anastasio como legados a Alemania, con instrucciones de liberar a Felipe de Suabia de la excomunión en que había incurrido bajo el mandato de Celestino III, con la condición de que lograra la liberación de la prisionera reina Sibila de Sicilia, y que devolviera el territorio que le había quitado a la Iglesia cuando era Duque de Toscana. Cuando los legados llegaron a Alemania, Felipe ya había sido electo rey. Cediendo a los deseos de Felipe, el Obispo de Sutri secretamente lo liberó de la excomunión con la promesa de que cumpliría con las condiciones establecidas.

Luego de la coronación Felipe envió a los legados de regreso a Roma con cartas solicitando al Papa que ratificara su elección; pero Inocencio estaba insatisfecho con la acción del Obispo de Sutri y se negó a ratificar la elección. Otón IV también envió delegados ante el Papa, luego de su coronación en Aquisgrán, pero antes de que el Papa tomara ninguna acción, los dos reclamantes al trono alemán comenzaron a hacer valer sus reclamos por la fuerza de las armas. Aunque el Papa no apoyó abiertamente a ninguno de los dos, era evidente que simpatizaba más con Otón IV. Ofendidos por lo que consideraban una interferencia injusta por parte del Papa, los seguidores de Felipe le enviaron una carta en la cual protestaban por su interferencia en los asuntos imperiales de Alemania. En su respuesta, Inocencio dejó claro que no tenía intención de meterse con los derechos de los príncipes, pero insistió sobre los derechos de la Iglesia en ese asunto. Enfatizó especialmente que el conferir la corona imperial pertenecía solamente al Papa. En 1201 el Papa defendió abiertamente el partido de Otón IV. El 3 de julio de 1201 el legado papal, cardenal-obispo Guido de Palestrina, anunció al pueblo en la catedral de Colonia, que Otón IV había sido aprobado por el Papa como rey romano, y amenazó con excomunión a todos aquellos que rechazaran reconocerle como tal. Inocencio III dejó claro a los príncipes alemanes por el decreto de Venerabilem, dirigido al Duque de Zahringen en mayo de 1202, en qué relación él consideraba que estaba el imperio respecto al papado. Este decretal, que se ha vuelto famoso, fue después incorporado al “Corpus Juris Canonici”. Se encuentra en Baluze, "Registrum Innocentii III super negotio Romani Imperii", no. LXII, y fue reimpreso en P. L., CCXVI, 1065-7. Los siguientes son los puntos fundamentales de tal decretal:

  • (1) Los príncipes alemanes tienen el derecho de elegir al rey, quien luego llegará a ser emperador.
  • (2) Este derecho les fue dado por la Sede Apostólica cuando transfirió a la dignidad imperial de los griegos a los alemanes en la persona de Carlomagno.
  • (3) El derecho de investigar y decidir si un rey así electo es merecedor de la dignidad imperial le pertenece al Papa, cuya función es ungirlo, consagrarlo y coronarlo; de lo contrario, podría suceder que el Papa estuviese obligado a ungir, consagrar y coronar a un rey que sea excomulgado, un hereje o un pagano.
  • (4) Si el Papa encuentra que el rey electo por los príncipes no es merecedor de la dignidad imperial, los príncipes deben elegir un nuevo rey o, si se rehúsan, el Papa le conferirá la dignidad imperial a otro rey; debido a que la Iglesia necesita de un patrono y defensor.
  • (5) En caso de doble elección, el Papa debe exhortar a los príncipes a que lleguen a un acuerdo. Si luego de un intervalo no se ponen de acuerdo, deben pedir al Papa que sea árbitro, si esto fracasa, él debe por su propio acuerdo y en virtud de su puesto decidir a favor de uno de los aspirantes. La decisión del pontífice no necesariamente estará basada en la mayor o menor legalidad de la elección, sino en las capacidades de los reclamantes.

La exposición de la teoría de Inocencio referente a las relaciones entre el papado y el imperio fue aceptada por muchos príncipes, como es evidente por el súbito aumento de los seguidores de Otón luego de la emisión del decretal. Si luego de 1203 la mayoría de los príncipes comenzaron a alinearse con Felipe, fue culpa del mismo Otón, quien era irritable y a menudo ofendía a sus mejores amigos. Inocencio, revocando su decisión, se declaró a favor de Felipe en 1207, y envió a los Cardenales Ugolino de Ostia y Leo de Santa Cruz, a Alemania con instrucciones de procurar que Otón renunciara a sus reclamos al trono y con poderes para liberar a Felipe de la excomunión. El asesinato del Rey Felipe por Otto de Wittelsbach el 21 de junio de 1208 cambió por completo las condiciones en Alemania. En la Dieta de Frankfort, el 11 de noviembre de 1208, Otón fue reconocido como rey por todos los príncipes, y el Papa le invitó a Roma, para recibir la corona imperial. Fue coronado emperador en la Basílica de San Pedro en Roma el 4 de octubre de 1209. Antes de su coronación, había prometido solemnemente dejar que la Iglesia poseyera pacíficamente a Espoleto, Ancona, y los regalos de la Condesa Matilde; ayudar al Papa en el ejercicio de su soberanía sobre Sicilia; conceder libertad a las elecciones eclesiásticas; derecho ilimitado de apelación al Papa, y la competencia exclusiva de la jerarquía en asuntos espirituales; además él renunció a la “regalia” y al “jus spoli”, es decir, el derecho a los ingresos de las sedes vacantes y la incautación de las propiedades eclesiásticas intestadas. También prometió ayudar a la jerarquía en la extirpación de la herejía. Pero apenas fue coronado emperador, se apoderó de Ancona, Espoleto los legados de Matilde y otra propiedad eclesiástica, dándolas en vasallaje a algunos de sus amigos. También se unió con los enemigos de Federico II e invadió el reino de Sicilia, con el propósito de arrebatárselo al pequeño monarca y de la soberanía al Papa. Cuando Otón no escuchó las reconvenciones de Inocencio, este último le excomulgó el 18 de noviembre de 1210 y solemnemente proclamó su excomunión en el sínodo romano efectuado el 21 de marzo de 1211. El Papa comenzó a tratar ahora con el Rey Felipe Augusto de Francia y con los príncipes alemanes, con el resultado de que muchos príncipes abandonaron al excomulgado emperador y eligieron en su lugar al joven Federico II de Sicilia, en la Dieta de Nuremberg en septiembre de 1211. La elección fue repetida en presencia de un representante del Papa y de Felipe Augusto de Francia en la Dieta de Frankfort, el 2 de diciembre de 1212. Luego de hacer al Papa prácticamente las mismas promesas que había hecho anteriormente Otón IV, jurando además solemnemente que nunca unificaría a Sicilia con el imperio; su elección fue ratificada por Inocencio y fue coronado en Aquisgrán el 12 de julio de 1215. El depuesto emperador Otón IV recurrió rápidamente a Alemania ante la elección de Federico II, pero obtuvo muy poco apoyo de los príncipes. En alianza con Juan de Inglaterra, le declaró la guerra a Felipe de Francia, pero fue derrotado en la batalla de Bouvines el 27 de julio de 1214. Entonces perdió toda su influencia en Alemania y murió el 19 de mayo de 1218, dejando a la criatura del Papa, Federico II, como emperador indiscutible.

Cuando Inocencio accedió al trono papal, una cruenta guerra se libraba entre Felipe Augusto de Francia y Ricardo de Inglaterra. El Papa consideró que era su deber, como supremo gobernante de la cristiandad, finalizar todas las hostilidades entre los príncipes cristianos. Muy poco después de su accesión, envió al Cardenal Pedro de Capua a Francia, con instrucciones de amenazar a ambos reyes con el interdicto si no hacían las paces dentro de dos meses, o por lo menos una tregua de cinco años. En enero de 1198 los dos reyes se reunieron entre Vernon y Andely y acordaron una tregua de cinco años. El mismo legado fue instruido por el Papa para amenazar a Felipe Augusto con interdictar toda Francia si dentro del plazo de un mes, el monarca no se reconciliaba con su esposa legal, Ingeburga de Dinamarca, a quien él había rechazado y había tomado en su lugar a Inés, hija del Duque de Meran. Al ver que Felipe no hizo caso de la advertencia del Papa, Inocencio llevó a cabo su amenaza y el 12 de diciembre de 1199 procedió a poner bajo interdicto a toda Francia. Durante nueve meses el rey permaneció obstinado, pero cuando los barones y el pueblo comenzaron a alzarse en rebelión contra él, finalmente despidió a su concubina y el interdicto fue levantado el 7 de septiembre de 1200. No fue, sin embargo, hasta 1213 que el Papa logró una reconciliación final entre el rey y su esposa legal, Ingeburga.

Inocencio también tuvo la oportunidad de reafirmar sus derechos papales en Inglaterra. Después de la muerte del Arzobispo Hubert de Canterbury, en 1205, cierto número de monjes jóvenes de la Iglesia de Cristo se reunieron secretamente de noche y eligieron a su sub-prior, Reginaldo, como arzobispo. Esta elección fue realizada sin la concurrencia del obispo ni la autoridad del rey. A Reginaldo se le pidió que no divulgara lo de su elección hasta que recibiera la aprobación papal. Pero en su camino a Roma, el vanidoso monje asumió el título de arzobispo electo, y así el cuerpo episcopal de la provincia de Canterbury fue puesto en conocimiento de la elección secreta. Los obispos enseguida enviaron a Pedro de Anglesham como su representante ante el Papa Inocencio para protestar contra los procedimientos no canónicos de los monjes de la Iglesia de Cristo. Los monjes también se encolerizaron contra Reginaldo quien, contrario a su promesa, había divulgado lo de la elección. Procedieron a una segunda elección y el 11 de diciembre de 1205, votaron por el favorito de la corona, Juan de Grey, a quien el rey había recomendado a sus sufragios. En la controversia entre los monjes de la Iglesia de Cristo y los obispos respecto al derecho a elegir el Arzobispo de Canterbury, Inocencio se inclinó a favor de los monjes, pero en este caso declaró que ambas elecciones eran inválidas: la de Reginaldo, porque se había realizado no canónicamente y clandestinamente, y la de Juan de Grey, porque había ocurrido antes que el Papa proclamara inválida la del anterior. Ni siquiera el Rey Juan, quien ofreció a Inocencio 3,000 marcos si se decidía a favor de Juan de Grey, pudo alterar la posición del Papa.

Inocencio convocó a los monjes de Canterbury que estuviesen en Roma para proceder a una nueva elección y recomendó para su elección a Esteban Langton, un inglés a quien el Papa había llamado a Roma desde el rectorado de la Universidad de París, para nombrarlo cardenal. El fue debidamente electo por los monjes y el Papa mismo le consagró como arzobispo en Viterbo el 17 de junio de 1207. Inocencio informó al Rey Juan de la elección de Langton y le pidió que lo aceptara como el nuevo arzobispo. El rey, sin embargo, había puesto su vista en Juan de Grey, y se negó rotundamente a permitir que Langton viniera a Inglaterra en calidad de Arzobispo de Canterbury. Además tomó venganza contra los monjes de la Iglesia de Cristo al expulsarlos de sus monasterios y tomar posesión de sus propiedades. Inocencio puso entonces a todo el reino bajo interdicto, lo cual fue proclamado el 24 de marzo de 1208. Cuando esto resultó inútil y el rey cometió actos de crueldad contra el clero, el Papa lo excomulgó en 1209, y lo destronó formalmente en 1212. El le confió al Rey Felipe de Francia la ejecución de la sentencia. Cuando Felipe amenazó con invadir Inglaterra y los señores feudales y el clero abandonaron al Rey Juan, éste hizo su sumisión ante Pandulfo, a quien Inocencio había enviado como legado a Inglaterra. Prometió reconocer a Langton como Arzobispo de Canterbury, permitir que los sacerdotes y obispos exiliados retornaran a Inglaterra y compensar al clero por las pérdidas sufridas. Fue aún más lejos y el 13 de mayo de 1213, probablemente por su propia iniciativa, entregó el reino inglés al Papa a través de Pandulfo, para que le fuera devuelto como un feudo. El documento de la entrega establece que desde ese momento los reyes de Inglaterra gobernarían como vasallos del Papa y pagarían un tributo anual de 1,000 marcos a la Sede de Roma. El 20 de julio de 1213 el rey fue solemnemente liberado de la excomunión en Winchester y luego que al clero se le habían reembolsado sus pérdidas, el interdicto fue levantado de Inglaterra el 29 de junio de 1214. Parece que muchos de los barones no estaban satisfechos con la rendición de Inglaterra a manos del Papa. Ellos también resentían las continuas transgresiones del rey sobre sus libertades y sus muchos actos de injusticia al gobernar el pueblo. Finalmente recurrieron a la violencia, y le obligaron a ceder ante sus demandas, estampando su sello en la Carta Magna. Como soberano de Inglaterra, Inocencio no podía permitir que se firmara sin su consentimiento un contrato que le imponía tan serias obligaciones a su vasallo. Su legado Pandulfo había alabado repetidamente al Rey Juan como un monarca sabio y un vasallo leal a la Santa Sede. El Papa, por lo tanto, declaró la Carta Magna nula e inválida, no porque daba muchas libertades a los barones y a la gente, sino porque había sido obtenida mediante la violencia.

Apenas hubo un país en Europa en el cual Inocencio III no hubiese reafirmado de una manera u otra la supremacía que reclamaba para el papado. Excomulgó a Alfonso IX de León, por casarse con una pariente cercana, Berengaria, hija de Alfonso VIII, lo que era contrario a las leyes de la Iglesia, y efectuó tal separación en 1204. Por razones similares anuló en 1208 el matrimonio del príncipe heredero Alfonso de Portugal con Urraca, hija de Alfonso de Castilla. De Pedro II de Aragón, recibió ese reino en vasallaje y lo coronó rey en Roma en 1204. Preparó una cruzada contra los moros y vivió para ver su poder quebrarse en España, en la batalla de Navas de Tolosa, en 1212. Protegió a la gente de Noruega contra su tiránico rey, Sverri, y luego de la muerte de éste fue árbitro entre los dos aspirantes al trono noruego. Inocencio fue mediador entre el Rey Emeric de Hungría y el rebelde de su hermano Andrés; le envió la corona real y el cetro al Rey Johannitius de Bulgaria e hizo que su legado lo coronara rey en Tirnovo en 1204; restableció la disciplina eclesiástica en Polonia; fue árbitro entre los dos aspirantes a la corona real de Suecia; hizo intentos parciales exitosos para reconciliar la iglesia latina con la griega y extendió su benéfica influencia a prácticamente toda la cristiandad.

Como muchos Papas anteriores, Inocencio tuvo en el corazón la recuperación de la Tierra Santa y fue por ello que emprendió la Cuarta Cruzada. Los venecianos se habían comprometido a transportar al ejército cristiano y a suministrarle provisiones a la flota por nueve meses, todo ello por 85,000 marcos. Cuando los cruzados no pudieron pagar tal suma, los venecianos propusieron sufragar los gastos ellos mismos con la condición de que los cruzados primero les ayudaran a conquistar la ciudad de Zara. Los cruzados cedieron a sus demandas y la flota zarpó hacia el Adriático el 8 de octubre de 1202. Zara había sido apenas sometida cuando Alexio Comneno llegó al campamento de los cruzados y abogó por su ayuda para reemplazar a su padre, Isaac Angelo, en el trono de Constantinopla, del cual había sido depuesto por su cruel hermano Alexio. A cambio le prometía una reunificación entre las iglesias griega y latina, agregar diez mil soldados a la tropa de los cruzados, y contribuir a la cruzada con dinero y provisiones. Los venecianos, quienes vieron su propia ventaja comercial en la toma de Constantinopla, indujeron a los cruzados a ceder ante las súplicas de Alexio, y tomaron a Constantinopla en 1204. Isaac Angelo fue repuesto a su trono, pero pronto fue reemplazado por un usurpador. Los cruzados tomaron a Constantinopla por segunda vez el 12 de abril de 1204, y luego de un horrible saqueo, Balduino, Conde de Flandes, fue proclamado como emperador, y la Iglesia Griega fue unificada con la latina. La reunión, así como el imperio latino de oriente, no duró más de dos generaciones. Cuando el Papa Inocencio supo que los venecianos habían desviado a los cruzados en su propósito de conquistar la Tierra Santa expresó su gran insatisfacción primero con la conquista de Zara, y cuando ellos prosiguieron hacia Constantinopla, solemnemente protestó y excomulgó a los venecianos, que habían causado que los cruzados se desviaran de su propósito original. Sin embargo, ya que no pudo deshacer los logros obtenidos, hizo todo lo posible por destruir el cisma griego y latinizar el Imperio Oriental.

Inocencio también fue un celoso protector de la verdadera fe y un oponente vigoroso frente a la herejía. Su principal actividad se volcó contra los albigenses, quienes se habían vuelto tan numerosos y agresivos que, no satisfechos con ser seguidores de doctrinas heréticas, sino que además trataban de extender sus creencias mediante la fuerza. Eran especialmente numerosos en unas pocas ciudades del norte y sur de Francia. Durante el primer año de su pontificado, Inocencio envió a dos monjes cistercienses, Rainero y Guido, para visitar a los albigenses en Francia, a fin de predicarles la verdadera fe y argumentar con ellos sobre temas controversiales religiosos. Los dos misioneros cistercienses fueron pronto seguidos por Diego, Obispo de Osma, luego por Santo Domingo y los dos legados papales, Pedro de Castelnau y Raúl. Sin embargo, cuando estos pacíficos misioneros fueron ridiculizados y despreciados por los albigenses, y el legado papal Castelnau fue asesinado en 1208, Inocencio recurrió a la fuerza. Ordenó a los obispos del sur de Francia que pusieran bajo interdicto a los participantes en el asesinato, y a todos los poblados que les dieran refugio. Estaba especialmente encolerizado contra el Conde Raymundo de Tolosa, quien había sido excomulgado previamente por el legado muerto y quien, por buenas razones, el Papa sospechaba que había sido el instigador del asesinato. El conde reafirmó su inocencia y se sometió al Papa, probablemente por cobardía, pero el Papa no volvió a confiar en él. Pidió la cooperación a Francia para que reuniera un ejército para suprimir a los albigenses. Bajo el liderazgo de Simón de Montforte sobrevino una cruel campaña contra los albigenses la cual, a pesar de las protestas de Inocencio, pronto se convirtió en una guerra de conquista. El punto culminante del glorioso reinado de Inocencio fue la convocatoria al Cuarto Concilio Lateranense, el cual inauguró solemnemente el 15 de noviembre de 1215. Fue por mucho el concilio más importante de la Edad Media. Además de decidir sobre una cruzada general hacia la Tierra Santa, emitió setenta decretos reformatorios, el primero de los cuales fue un credo (Firmiter credimus) contra los albigenses y valdenses; en el cual el término “transubstanciación” recibió su primera sanción eclesiástica.

Las obras de Inocencio en el gobierno interno de la Iglesia parecen ser de un carácter muy subordinado cuando son puestas al lado de los grandes logros político-eclesiásticos que trajeron al papado a la cúspide del poder. Aun así son dignos de recordarse y han contribuido su parte a la gloria de su pontificado. Durante su pontificado los dos grandes fundadores de las órdenes mendigantes, Santo Domingo y San Francisco, le presentaron sus proyectos para reformar el mundo. Inocencio no estaba ciego ante los vicios de lujuria e indolencia que habían infectado a muchos en el clero y parte de los laicos. En los dominicos y franciscanos reconoció dos poderosos adversarios contra esos vicios y sancionó sus proyectos con palabras de estímulo. Las órdenes religiosas menores que él aprobó fueron los Hospitalarios del Espíritu Santo el 23 de abril de 1198, los Trinitarios el 17 de diciembre de 1198 y los Humiliati en junio de 1201. En 1209 comisionó al monje cisterciense Christian, después obispo, con la conversión de los paganos prusianos. En Roma construyó el famoso hospital Santo Espíritu en Sassia, el que llegó a ser un modelo para los futuros hospitales de otras ciudades, y que como tal existe todavía (véase Walsh, “Los Papas y la Ciencia”, New York, 1908, p. 249-258; y el artículo Hospitales).

Los siguientes santos fueron canonizados por Inocencio: Homobono, un comerciante de Cremona, el 12 de enero de 1199; la Emperatriz Cunegunda, el 3 de marzo de 1200; Guillermo, Duque de Aquitania, en 1202; Wulstan, Obispo de York, el 14 de mayo de 1203; Procopio, abad de Praga, el 2 de junio de 1204; y Guiberto, el fundador del monasterio de Gembloux, en 1211. Inocencio murió en Perugia, mientras viajaba a través de Italia a favor de los intereses de la cruzada que se había acordado en el Concilio Lateranense. Fue sepultado en la catedral de Perugia, donde permaneció su cuerpo hasta que el Papa León XIII, un gran admirador de Inocencio, lo transfirió a Letrán en diciembre de 1891. Inocencio es también el autor de varios trabajos literarios, reimpresos en P. L., CCXIV-CCXVIII, donde también se puede hallar sus numerosos epístolas y decretos existentes, además del históricamente importante "Registrum Innocentii III super negotio imperii". Su primer trabajo "De contemptu mundi, sive de miseria conditionis humanæ libri III" (P. L., CCXVII, 701-746), fue escrito mientras vivía en retiro, durante el pontificado de Celestino III. Es un tratado sobre ascetismo y evidencia su profunda piedad y conocimiento del hombre. Al respecto, véase Reinlein "Papst Innocenz der dritte und seine Schrift 'De contemptu mundi" (Erlangen, 1871). Su tratado "De sacro altaris mysterio libri VI" (P. L., CCXVII, 773-916) tiene un gran valor litúrgico, porque representa la Misa romana tal y como fue en los tiempos de Inocencio. Véase Franz, "Die Messe im deutschen Mittelalter" (Friburgo, 1902), 453-457. Este trabajo fue impreso varias veces, y traducido al alemán por Hurter (Schaffhausen, 1845). También escribió "De quadripartita specie nuptiarum" (P. L., CCXVII, 923-968), una exposición de la cuádruple unión matrimonial, a saber: entre hombre y mujer; entre Jesucristo y la Iglesia; entre Dios y el alma justa; entre el Verbo y la naturaleza humana; y está completamente basado en las Sagradas Escrituras.

"Commentarius in septem psalmos pœnitentiales" (P. L., CCXVII, 967-1130) tiene una autoría dudosa. Entre sus setenta y nueve sermones (ibidem, 314-691) es famoso el que se refiere al texto "Desiderio desideravi" (Lc. 22,15), el cual fue dado a conocer en el Cuarto Concilio Lateranense.


Bibliografía: Gesta Innocentii, escrita por un contemporáneo desconocido, editado con notas críticas valiosas por Baluze (París, 1686). La Gesta fue también editada por Muratori en Rerum ltalicarum Scriptores ab anna 500 ad 1500, III (Milán, 1723-51), I, 480 sq., y reimpreso en P. L., CCXIV, CVIII-CCXXXVIII. Concerniene a su valor histórico vea Elkan, Die "Gesta Innocentii III." im Verhältniss zu den Regesten desselben Papstes (Heidelberg, 1876). Las principales fuentes modernas son: Hurter, Geschichte des Papstes Innocenz III. und seiner Zeitgenossen (4 vols., Hainburg, 1841-4); los siguientes seis estudios por Luchaire, todos publicados en París: Innocent III, Rome et l'Italie (1904); Innocent III, la croisade des Albigeois (1905); Innocent III, to papauté et l'empire (1906); Innocent III, la question d'Orient (1907): Innocent III, les royautés vassales du Saint-Siège (1908); Innocent III, le concile de Latran et la réforme de l'église (1908); Barry, La Monarquía Papal (New York, 1903), 282-332; Jorry, Histoire du Pape Innocent III (Paris, 1853); Delisle, Mémoire sur les actes d'Innocent III, suivi de l'itinéraire de ce pontife (París, 1857); DEUTSCH, Papst Innocenz III. und sein Einfluss auf die Kirche (Breslau, 1876); Gasparlin, Innocent III, le siège apostolique, Constantin (París, 1875); Schwemer, Innocenz III. und die deutsche Kirche während des Thronstreites von 1198-1208 (Strasburg, 1882); Lindemann, Kritische Darstellung der Verhandlungen Innocenz III. mit den deutschen Gegenkönigen (Magdeburg, 1885); Engelmann, Philipp von Schwaben und Innocenz III. während des deutschen Thronstreites (Berlin, 1896); Winkelmann, Philipp von Schwaben und Otto IV. (2 vols., Leipzig, 1873-8); Molitor, Die Decretale "Per venerabilem" von Innocenz III. und ihre Stellung im öffentlichen Rechte der Kirche (Münster, 1876) ; Gütschow, Innocenz III. und England (Munich, 1904); Norgate, John Lackland (New York, 1902); Gasquet, Enrique III y la Iglesia (Londres, 1905), 1-26; LINGARD, Historia de Inglaterra, II (Edinburgh, 1902), 312-376; Pirie-Gordon, Inocencio el Grande (Londres, 1907), algo fantástico; Norden, Papsttum und Byzanz (Berlin, 1903), 133-238; Hill, Historia de la Diplomacia Europea, I (New York, 1905), 313-331; Mullany, Innocent III in American Catholic Quarterly Review, XXXII (Philadelphia, 1907), 25-48; Feierfeil, Innocenz III. und seine Beziehungen zu Böhmen (Teplitz, 1905) ; Böhmer, Regesta imperii, V.; Die Regesten des Kaiserreiches unter Philipp, Otto IV., Friedrich II., Heinrich (VII.), Konrad IV., Heinrich Raspe, Wilhelm und Richard, 1198-1272, recientemente editado por Ficker y Winkelmann (Innsbruck, 1881-1901).

Fuente: Ott, Michael. "Pope Innocent III." The Catholic Encyclopedia. Vol. 8. New York: Robert Appleton Company, 1910. <http://www.newadvent.org/cathen/08013a.htm>.

Traducido por Giovanni E. Reyes. L H M.