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Martes, 19 de marzo de 2024

Credo

De Enciclopedia Católica

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(Latín, credo, Yo creo).

Introducción

En general, una forma de creencia. Sin embargo, la palabra, tal como se aplica a la creencia religiosa, ha recibido varios significados, dos de los cuales son especialmente importantes. (1) Significa el conjunto de creencias de todos los adeptos a una religión determinada; y en este sentido, equivale a doctrina o fe, cuando esta última se utiliza en su significado objetivo. Éste es su significado en expresiones como “el conflicto entre credos”, “ obras caritativas independientemente del credo”, “la ética de conformidad de credo”, etc. (2) En un sentido más estricto, un credo es un resumen de los principales artículos de fe profesados por una iglesia o una comunidad de creyentes. Por tanto, se entienden como “credos de la cristiandad” aquellas formulaciones de la fe cristiana que en diferentes momentos han sido elaboradas y aceptadas por una u otra de las iglesias cristianas. En este sentido, los latinos designan al credo con el nombre de symbolum que significa una señal (symbolon) o una colección (synbole). Por tanto, un credo sería la marca distintiva de aquéllos que profesan una creencia dada, o una fórmula compuesta por los principales artículos de esa creencia. La Iglesia prescribe la “profesión de fe” para ocasiones especiales, como la consagración de un obispo; mientras que la frase “confesión de fe” normalmente se aplica a formularios protestantes, como la “Confesión de Augsburgo”, la “Confesión de Basilea”, etc. Sin embargo, debe destacarse que el papel de la fe no es idéntico al del credo, pero en su significado formal es la norma o estándar mediante el que uno determina qué doctrinas se han de creer.

Principales Credos

Los principales credos de la Iglesia Católica, el de los Apóstoles, el de San Atanasio y el Niceno, se tratan en artículos especiales que entran en los detalles históricos y el contenido de cada uno. El uso litúrgico del Credo también se explica en el artículo uso litúrgico de los Credos. Para el propósito actual es sumamente importante indicar la función del credo en la vida de la religión y especialmente en la obra de la Iglesia católica. En la comisión asignada a los Apóstoles ( Mt. 28,19-20) está evidentemente implícito que las enseñanzas del cristianismo se debían difundir en alguna forma determinada. Puesto que ellos debían enseñar a todas las naciones a observar lo que Cristo había ordenado, y como dicha enseñanza debía llevar el peso de la autoridad, no sólo de la opinión, fue necesario formular como mínimo unas doctrinas esenciales. Dicha formulación fue tanto más necesaria porque el cristianismo estaba destinado a todos los hombres de todas las edades. Para preservarla unidad de creencia, el primer requisito era establecer claramente la creencia misma. Por tanto, el credo es fundamentalmente una declaración autoritativa de las verdades que se han de creer.

La Iglesia, por otra parte, se organizó como una sociedad visible (vea la Iglesia). Sus miembros fueron llamados no sólo a aferrarse firmemente a las enseñanzas recibidas, sino también a expresar sus creencias. Como dice San Pablo: “Pues con el corazón se cree para conseguir la justicia, y con la boca se confiesa para conseguir la salvación”. ( Rom. 10,10). El apóstol tampoco se conforma con declaraciones vagas ni indefinidas; insiste en que sus seguidores deberán “ten por norma las palabras sanas que oíste de mí en la fe” (2 Tim. 1,13), "Que esté adherido a la palabra fiel, conforme a la enseñanza para que (el obispo) sea capaz de exhortar con la sana doctrina y refutar a los que contradicen” ( Tito 1,9). De ahí podemos entender que se requería una profesión de fe de los que iban a ser bautizados, como en el caso de los eunucos ( Hch. 8,37); de hecho, la formula bautismal prescrita por el propio Cristo es una expresión de fe en la Santísima Trinidad. Aparte de la cuestión referente a la composición del Credo de los Apóstoles, está claro que desde el principio, incluso antes de que se escribiera el Nuevo Testamento, alguna fórmula doctrinal, por muy concisa, se pudo haber usado tanto para asegurar la uniformidad en la enseñanza como para ubicar más allá de la duda la creencia de aquellas personas que eran admitidas en la Iglesia.

Versiones heréticas

Junto con la difusión del cristianismo surgieron a lo largo del tiempo varias opiniones heréticas sobre las doctrinas de la fe. Por tanto, se hizo necesario definir la verdad de la revelación con más claridad. En consecuencia, el credo sufrió modificaciones, no por la introducción de nuevas doctrinas, sino por la expresión de la creencia tradicional en términos que no dejaban lugar para el error o el malentendido. Así el “Filioque” se agregó al Niceno y la profesión tridentina estableció la fe católica en declaraciones completas y definidas especialmente sobre aquellos puntos atacados por los reformadores del siglo XVI. En otros momentos, las circunstancias requirieron que se redactasen fórmulas especiales a fin de que las enseñanzas de la iglesia fueran explícitamente establecidas y aceptadas; tal fue la profesión de fe que Gregorio XIII prescribió para los griegos y la que Urbano VIII y Benedicto XIV prescribieron para los orientales (cf. Denzinger, Enchiridion). Por tanto, el credo no debe ser visto como una formula sin vida, sino más bien como una manifestación de la vitalidad de la Iglesia. Puesto que estas fórmulas conservan intacta la fe dada una vez a los santos, también son un medio efectivo de protección contra los incesantes ataques del error.

Promulgación fidedigna de un credo

Por otra parte, debe destacarse que la promulgación fidedigna de un credo y su aceptación no implican la infracción de los derechos de la razón. La mente, por naturaleza, tiende a expresarse y especialmente a manifestar sus pensamientos en forma de lenguaje. Una vez más, dicha expresión da lugar a una mayor claridad y una posesión más firme del contenido mental. Entonces, cualquier persona que realmente crea en las verdades del cristianismo no puede objetar de forma consistente dicha manifestación de su creencia, tal y como implica el uso del credo. También es obviamente ilógico condenar este uso basándose en la opinión que convierte la religión en simplemente un asunto de repetición o aceptación de unas formulas vacías. La Iglesia insiste en que la creencia interna es el elemento básico, pero que éste debe encontrar su expresión externa. Si bien el deber de creer descansa en cada individuo, hay otras obligaciones resultantes de la organización social de la Iglesia. Cada miembro no sólo está obligado a abstenerse de aquello que pueda debilitar la fe de sus compañeros creyentes; sino que también está obligado, en la medida de su capacidad, a mantener y avivar su creencia. La profesión de su fe, según establecida en el credo, es una lección práctica de lealtad y un medio para fortalecer los vínculos que unen a los seguidores de Cristo en “un solo Señor, una sola fe, un solo bautismo”.

Tales motivos no son de ningún provecho cuando se deja al individuo la selección de sus creencias. Puede, por supuesto, adoptar una serie de artículos o proposiciones y denominarlo credo; pero sigue siendo de su posesión privada y cualquier intento por demostrar su corrección sólo puede resultar en desacuerdo. Pero el intento mismo sería inconsistente puesto que debe conceder a todos los demás el mismo derecho a elaborar un credo. Por tanto, la consecuencia final debe ser que la fe se reduce al nivel de los puntos de vista, las opiniones o teorías tales como las que se consideran en temas puramente científicos. De ahí que no sea fácil explicar, basándose en la consistencia, la acción de los reformadores protestantes. Si el principio del juicio privado se hubiera desarrollado total y estrictamente, la formulación de los credos hubiera sido innecesaria y, lógicamente, imposible. El curso posterior de los hechos ha demostrado cuan poco se podía lograr mediante la confesión de la fe, una vez rechazado el elemento esencial de autoridad. A partir de la inevitable multiplicación de los credos se ha desarrollado, en gran medida, esa demanda por un “ Evangelio sin credo”, que contrasta tan fuertemente con la pretensión de que la Biblia es la única regla y la única fuente de fe. (Vea dogma, [[fe], creencia, protestantismo).


Bibliografía: DENZINGER, Enchiridion (Friburgo, 1908); MOHLER, Symbolism (Nueva York, 1984); DUNLOP, Account of All the Ends and Uses of Creeds and Confessions of Faith, etc. (Londres, 1724); BUTLER, An Historical and Literary Account of the Formularies, etc., (Londres, 1816); SCHAFF, The History of the Creeds of Christendom (Londres, 1878); GRANDMAISON, L'Estasticite des formules de Foi in Etudes 1898; CALKINS, Creeds and Tests of Church Membership in Andover Review (1890), 13; STERRETT, the Ethics of Creed Conformity (1890), ibid.

Fuente: Lucas, George. "Creed." The Catholic Encyclopedia. Vol. 4. New York: Robert Appleton Company, 1908. 30 Nov. 2009 <http://www.newadvent.org/cathen/04478a.htm>.

Traducido por Jose Ignacio Sánchez García



Enlaces internos

Libro de Bertrand de Margerie: Los Padres de la Iglesia comentan el Credo

Bertrand de Margerie S.J. Biografía de Bertrand de Margerie S.J.

[1] Introducción.

[2] Preámbulo: la Fe.

[3] Creo en Dios Padre, Señor de todo, Creador del cielo y de la tierra.

[4] Creo En Jesucristo, su único hijo. Creo en Jesucristo, su único Hijo. El misterio de Cristo: Encarnación, Nacimiento, Pasión, Muerte, Resurrección, segunda venida como Juez.

[5] Apéndice al artículo II. María Virgen en el nacimiento de Jesús. El milagro de Navidad.

[6] Artículo III. El Espíritu, la Iglesia y la vida Eterna.

[7] Apéndice: el “filioque”.

[8] Conclusiones. Los dos símbolos ayer, hoy y mañana.

[9] Lista de abreviaturas.



Libro del Bertrand de Margerie: Introducción a la historia de la Exégesis Patrística

[10] Exégesis Patrística: Escuela de Antioquía.

[11] Exégesis Patrística: Introducción.

[12] Exégesis Patrística: San Justino.

[13] Exégesis Patrística: San Ireneo.

[14] Exégesis Patrística: Orígenes.

[15] Exégesis Patrística: San Atanasio.

[16] Exégesis Patrística: San Clemente de Alejandría.

[17] Exégesis Patrística: San Efrén.




Enlaces externos

[18] Credo. Catecismo de la Iglesia Católica.

[19] Credo. texto y Traducción.

[20] Credo. Gregoriano.

[21] Credo Niceno en griego y Latín.

[22] Patriarca Bartolomé y Bendicto XVI rezan juntos el Credo Niceno-Constantinopolitano.

[23] Aprenda el Credo en latín.