Juicio Final
De Enciclopedia Católica
Vea también los artículos Juicio Divino y Juicio Particular.
(judicium universale) o Juicio General
Contenido
Existencia del Juicio General
(1) Pocas verdades son tan a menudo o tan claramente proclamadas en la Escritura como la del juicio general. A él se refieren los profetas del Antiguo Testamento cuando hablan de “el Día del Señor” (Joel 2,31; Ezequiel 13,5; Isaías 2,12), en el que las naciones serán llamadas a juicio. En el Nuevo Testamento la segunda parusía, o venida de Cristo como juez del mundo, es una doctrina muy repetida. El Salvador mismo no sólo predice el evento, sino que presenta gráficamente sus circunstancias (Mateo 24,27 ss.; 25,31 ss.). Los apóstoles le dieron un lugar muy prominente a esta doctrina en su predicación (Hch. 10,42; 17,31) y escritos (Rom. 2,5-16; 14,10; 1 Cor. 4,5; 2 Cor. 5,10; Tim. 4,1; 2 Tes. 1,5; Stgo. 5,7). Además del nombre parusía (parousia), o adviento (1 Cor. 15,23; 2 Tes. 2,19), la segunda venida es también llamada epifanía, epiphaneia, o manifestación (2 Tes. 2,8; 1 Tim. 6,14; 2 Tim. 4,1; Tito 2,13) y Apocalipsis (apokalypsis), o revelación (2 Tes. 1,7; 1 Pedro 4,13). Al tiempo de la segunda venida se le llama “ese día” (2 Tim. 4,8), “el día del Señor” (1 Tes. 5,2), “el día de Cristo” (Flp. 1,6 y 2,16), “el día del Hijo del hombre (Lucas 17,30, “el último día (Juan 6,39-40).
(2) La creencia en el juicio general ha prevalecido en todas las épocas y en todos los lugares dentro de la Iglesia. Aparece como un artículo de fe en todos los credos antiguos: "[Ascensión |Ascendió]] al cielo desde allí ha de venir a juzgar a los vivos y los muertos" (Credo de los Apóstoles). “De nuevo vendrá con gloria para juzgar a los vivos y los muertos" (Credo de Nicea). "Desde allí ha de venir a juzgar a los vivos y los muertos, en cuya venida todos los hombres deben resucitar con sus cuerpos y han de rendir cuenta de sus obras" (Credo de Atanasio). Basándose en la autoridad de Papías, varios Padres de los cuatro primeros siglos presentaron la teoría de que un reinado terrenal de mil años de Cristo con los santos precedería el fin del mundo (Vea el artículo MILENARISMO). Aunque esta idea se entreteje con las enseñanzas escatológicas de los escritores, de ninguna manera menoscabó su creencia en un juicio mundial universal. El testimonio patrístico sobre este dogma es claro y unánime.
(3) El Catecismo Romano explica así por qué, además del juicio particular de cada individuo, se debe realizar uno general sobre el mundo reunido: “La primera razón se basa en las circunstancias que aumentan las recompensas o castigos de los muertos. Los que salen de esta vida a veces dejan hijos que imitan la conducta de sus padres, descendientes, seguidores; y otros que se adhieren y defienden el ejemplo, el lenguaje, la conducta de aquellos de quienes dependen, y cuyo ejemplo siguen; y como la buena o mala influencia o ejemplo, que afecta como lo hace la conducta de muchos, ha de terminar sólo con este mundo; la justicia exige que, con el fin de formar una estimación adecuada de las buenas o malas acciones de todos, se debe realizar un juicio general... Finalmente, era importante probar que en la prosperidad y en la adversidad, que son a veces la suerte promiscua de los buenos y de los malos, todo está ordenado por una Providencia totalmente sabia, justa y que todo lo gobierna: por lo tanto, era necesario no sólo que en la otra vida nos esperasen recompensas y castigos, sino que fuesen concedidos en un juicio público y general.”
Señales que Precederán el Juicio General
La Escritura menciona ciertos eventos que sucederán antes del juicio final. Estas predicciones no estaban destinadas a servir como indicadores de la fecha exacta del juicio, pues ese día y hora sólo los conoce el Padre, y vendrá cuando menos se espera. Ellas pretendían prefigurar el juicio final y mantener el fin del mundo presente en las mentes de los cristianos, sin, no obstante, curiosidad inútil y emocionante y vanos temores. Por lo general, los teólogos enumeran los siguientes nueve eventos como señales del juicio final:
(1) Predicación general de la religión cristiana: Respecto a esta señal el Salvador dice. “Se proclamará esta Buena Nueva del Reino en el mundo entero, para dar testimonio a todas las naciones. Y entonces vendrá el fin.” (Mt. 24,14). Crisóstomo y Teófilo entendieron que esta señal se refería a la destrucción de Jerusalén, pero, según la mayoría de los intérpretes, Cristo habla aquí del fin del mundo.
(2) Conversión de los judíos: Según la interpretación de los Padres, la conversión de los judíos hacia el fin del mundo es predicha por San Pablo en la Epístola a los Romanos (11,25-26): “Pues no quiero que ignoréis, hermanos, este misterio… el endurecimiento parcial que sobrevino a Israel, durará hasta que entre la totalidad de los gentiles, y así, todo Israel será salvo, como dice la Escritura: Vendrá de Sión el Libertador; alejará de Jacob las impiedades”.
(3) Regreso de Henoc y Elías: La creencia de que estos dos hombres, que nunca probaron la muerte, están reservados para que en los últimos tiempos sean los precursores de la Segunda Venida era prácticamente unánime entre los Padres, cuya creencia basan en varios textos dela Escritura. Respecto a Elías vea Malaquías 3,23; Eclo. 48,1-10; Mt. 17,11; respecto a Henoc vea Eclo. 44,16.
(4) Una gran apostasía: En cuanto a este acontecimiento San Pablo advierte a los tesalonicenses (2 Tes. 2,3) que no se aterroricen, como si el día del Señor estuviese a la mano, pues primero debe venir una revuelta (he apostasia). Los Padres e intérpretes entienden por esta revuelta una gran reducción en el número de los fieles a través del abandono de la religión cristiana por muchas naciones. Algunos comentaristas citan como confirmatorias de esta creencia las palabras de Cristo: “Pero, cuando el Hijo del hombre venga, ¿encontrará fe sobre la tierra?” (Lucas 18,8).
(5) El reinado del anticristo: En el pasaje antes mencionado (2 Tes. 2,3 ss.) San Pablo indica como otra señal del día del Señor, la revelación del hombre del pecado, el hijo de perdición. Al “hombre del pecado” aquí descrito se le identifica generalmente con el anticristo, quien, dice San Juan (1 Juan 2,18) ha de venir en los últimos días. Aunque prevalece mucha oscuridad y diferencia de opinión respecto a este asunto, generalmente se admite a partir de los anteriores y otros textos que antes de la segunda venida surgirá un poderoso adversario de Cristo, quien seducirá a las naciones con sus maravillas y perseguirá a la Iglesia. (Vea ANTICRISTO).
(6) Perturbaciones extraordinarias de la naturaleza: Las Escrituras indican claramente qué el juicio estará precedido por alteraciones insólitas y terroríficas del universo físico (Mt. 24,29; Lc. 21,25-26). Algunos autores entienden que las guerras, las epidemias, hambre y terremotos predichos en Mateo 24,6 están entre las calamidades de los últimos tiempos.
(7) Conflagración universal: En los escritos apostólicos se nos dice que el fin del mundo vendrá a través de una conflagración general, la cual, sin embargo, no aniquilará la presente creación, pero cambiará su forma y apariencia (2 Ped. 3,10-13; cf. 1 Tes. 5,2; Apoc. 3,3 y 16,15). La ciencia natural muestra la posibilidad de que tal catástrofe se produzca en el curso ordinario de los acontecimientos, pero los teólogos generalmente tienden a creer que su origen será del todo milagroso.
(8) La trompeta de la resurrección: Varios textos en el Nuevo Testamento mencionan una voz o trompeta que despertará a los muertos a la resurrección (1 Cor. 15,52; 1 Tes. 4,15; Juan 5,28). Según Santo Tomás (Supl. Q. 76, a.2) estos pasajes se refieren ya sea a la voz o la aparición de Cristo, que causará la resurrección de los muertos.
(9) “La señal del Hijo del Hombre apareciendo en los cielos”: En Mateo 24,30 esto se indica como la señal inmediatamente precedente a la aparición de Cristo como juez del mundo. Mediante esta señal los Padres de la Iglesia generalmente entendían la aparición en el cielo de la Cruz sobre la que murió el Salvador o bien de una maravillosa cruz de luz.
Circunstancias que Acompañarán el Juicio General
(1) Tiempo: Como se señaló anteriormente, las señales que precederán al juicio no dan indicación de la fecha en que ocurrirá (Mc. 13,32). Cuando los discípulos le preguntaron al Salvador: “Señor, ¿es en este momento cuando vas a restablecer el Reino de Israel?” Él les contestó: “A vosotros no os toca conocer el tiempo y el momento que ha fijado el Padre con su autoridad” (Hch. 1,6-7). Cristo y los apóstoles continuamente insistían sobre la incertidumbre del día del juicio como un incentivo para la vigilancia. El día del Señor vendrá “como un ladrón” (Mt. 24,42-43), como un relámpago que aparece de pronto (ibid. v. 27), como un lazo (Lc. 21,34), como el Diluvio (Mt. 24,37).
(2) Lugar del juicio: Todos los textos en los que se mencionan la parusía o segunda venida parecen dar a entender con suficiente claridad que el juicio general se llevará a cabo en la tierra. Algunos comentaristas deducen a partir de 1 Tes. 4,16, que el juicio se llevará a cabo en el aire, y que los recién resucitados serán levantados a las nubes para encontrarse con Cristo; según otros la profecía de Joel (4,1 ss.) coloca el juicio final en el Valle de Josafat.
(3) La venida del juicio: La Escritura declara expresamente que este juicio se atribuye a Cristo, no sólo como Dios, sino como hombre; pues aunque el poder de juzgar es común a todas las personas de la Trinidad, sin embargo, se atribuye especialmente al Hijo, porque a Él de una manera especial se le atribuye la sabiduría. Cristo mismo confirma que como hombre juzgará al mundo (Juan 5,26-27). En su segunda venia Cristo aparecerá en los cielos, sentado sobre una nube y rodeado por las huestes angélicas (Mt. 16,27, 24,30; 25,31). Los ángeles asistirán al juez llevando a todos ante Él (Mt. 24,31). Los elegidos ayudarán a Cristo en su capacidad judicial (1 Cor. 6,2). Las vidas de los justos en sí mismas serán una condenación de los malvados (Mt. 21,41), cuyo castigo aprobarán públicamente. Pero los apóstoles serán jueces del mundo en un sentido más exacto, pues la promesa de que se sentarán sobre doce tronos para juzgar a las doce tribus de Israel (Mt. 19,28) parece implicar una participación real en la autoridad judicial. Según una opinión muy probable, esta prerrogativa se extiende a todos los que han cumplido fielmente los consejos del Evangelio (Mt. 19,27-28). No se sabe nada certero sobre el modo en que se ejercerá esta autoridad delegada. Santo Tomás conjetura que los santos mayores darán a conocer la sentencia de Cristo a los otros (Sup. 88:2).
(4) Aquellos a ser juzgados: Todos los hombres, buenos y malos, según el Credo de Atanasio, aparecerán en el juicio para dar cuenta de sus hechos. En cuanto a los niños que personalmente no han hecho ni bien ni mal, se distinguirá a los bautizados de los no bautizados. Los primeros aparecerán en el juicio no para ser juzgados, sino sólo para sostener la gloria de Cristo (Sup. 80:5), mientras que los segundos, clasificados con los malvados, aunque no juzgados, se habilitarán para realizar la justicia de su pérdida eterna (Suárez). Los ángeles y los demonios no serán juzgados directamente, ya que su destino eterno ya ha sido fijado; sin embargo, debido a que han ejercido cierta influencia sobre el destino de los hombres, la sentencia pronunciada sobre los segundos tendrá un efecto correspondiente en ellos también (Sup. 89:8).
(5) Objeto del juicio: El juicio abarcará todas las obras, buenas o malas, los pecados perdonados así como los no perdonados, toda palabra ociosa (Mt. 12,36), cada pensamiento secreto (1 Cor. 4,5). Con la excepción de Pedro Lombardo, los teólogos enseñan que incluso los pecados secretos del justo serán hechos manifiestos, con el fin de que el juicio sea completo y que se glorifiquen la justicia y la misericordia de Dios. Esto no dolerá o avergonzará a los santos, sino que añadirá a su gloria, justo como el arrepentimiento de San Pedro y de Santa María Magdalena es para estos santos una fuente de alegría y honor.
(6) Forma del juicio: El procedimiento del juicio se describe en Mt. 25,31-46 y en el Apocalipsis 20,12. Los comentaristas ven en estos pasajes descripciones alegóricas destinadas a transmitir de una manera vívida el hecho de que en el juicio final la conducta y méritos de cada individuo serán puestos a la luz no solo ante su propia conciencia, sino para el conocimiento del mundo reunido. Es probable que en el juicio no se pronuncie ninguna palabra, sino que en un instante, a través de una iluminación divina, cada criatura va a entender a fondo su propia condición moral y la de cada criatura (Rom. 2,15). Muchos creen, sin embargo, que las palabras de la sentencia "Venid, benditos", etc., y "Apartaos de mí", etc. serán realmente dirigidas por Cristo a la multitud de los salvados y los perdidos.
Resultados del Juicio General
Con el cumplimiento de la sentencia dictada en el juicio final las relaciones y los tratos del Creador con la criatura encuentran su culminación, se explican y justifican. El propósito divino se lleva a cabo, la raza humana, como consecuencia, alcanzará su destino final. El reinado de Cristo sobre la humanidad será la secuela del juicio general.
Fuente: McHugh, John. "General Judgment." The Catholic Encyclopedia. Vol. 8, pp. 552-553. New York: Robert Appleton Company, 1910. 16 Oct. 2016 <http://www.newadvent.org/cathen/08552a.htm>.
Traducido por Luz María Hernández Medina