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Jueves, 21 de noviembre de 2024

Vestimentas

De Enciclopedia Católica

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En Europa Occidental

El término vestimentas litúrgicas denota las vestiduras que, de acuerdo a las reglas de la Iglesia o uso eclesiástico, debe usar el clero al realizar las ceremonias de los servicios de la Iglesia, en consecuencia y sobre todo, en la celebración de la Misa, la administración de los sacramentos, bendiciones, recitación solemne de las horas canónicas, servicios públicos de oración, procesiones, etc. Las vestiduras litúrgicas del rito latino son: amito, alba, cíngulo, manípulo, estola, tunicela, dalmática, casulla, sobrepelliz, capa, sandalias, cáligas (o medias), quirotecas (guantes), mitra, palio, succinctorium y fanón.

El Papa tiene la vestimenta litúrgica más elaborada y la mayor cantidad, pues todas las vestimentas mencionadas le pertenecen. Las vestimentas del sacerdote son el amito, alba, cíngulo, manípulo, estola, casulla, —vestiduras que lleva el sacerdote en la celebración de la Misa— y luego, además, la sobrepelliz y la capa. Además de las vestiduras que lleva el sacerdote, la vestimenta litúrgica del obispo incluye también la túnica, la dalmática, las sandalias, las cáligas, las quirotecas y la mitra; las del arzobispo incluyen además el palio. Las vestiduras del subdiácono consisten en amito, alba, cíngulo, manípulo y dalmática; las del diácono, amito, alba, cíngulo, manípulo, estola y dalmática. Finalmente, el bajo clero lleva la sobrepelliz como vestidura litúrgica, la cual pertenece a todos los grados de ordenación.

En Oriente

También hay vestimentas litúrgicas en los ritos orientales. Son menos que las vestimentas sacerdotales de Europa occidental y también varían de ellas en cuanto a forma, naturaleza y uso; sin embargo, las vestimentas sacerdotales de Oriente y Occidente coinciden en lo esencial. Las vestiduras litúrgicas que se usan en todos los ritos orientales, así como en Europa occidental, son: la túnica inferior (alba), el cíngulo, la estola, la casulla y el omophorion (palio). En Oriente la casulla todavía tiene forma de campana, pero, según el uso actual (a 1912), en algunos ritos es cortada al frente.

Es costumbre solo en algunos de los ritos orientales usar el velo humeral y la mitra como en el Rito Romano |rito latino]], sin embargo, algunos, en lugar de una mitra, tienen un sombrero parecido a la tiara, un tocado como un turbante o, por último , una capucha o un velo. Las vestimentas propias de los ritos orientales son: el sakkos, la vestidura exterior del obispo griego, que es como una dalmática; la epigonation de los griegos y armenios, un adorno en forma de rombo de obispos y prelados que cuelga en el lado derecho hasta debajo de la rodilla, de ahí el nombre; finalmente la epimanikia, puños o guantes con la parte de la mano cortada, habitual en todos los ritos orientales. Las vestimentas pontificales son el tocado litúrgico, excepto en el rito armenio, donde el sacerdote también usa tal cubierta para la cabeza, el sakkos, el omophorion, la epigonación y la epimanikia.

Vestimentas Litúrgicas en un Sentido más General

Además de las vestimentas usadas por el clero, hay varias otras prendas de vestir usadas por los eclesiásticos que de hecho no están designadas como vestes sacrae, pero que, sin embargo, en un sentido general pueden incluirse entre las vestimentas litúrgicas. Así, en el rito latino, están la capa magna, la capucha, la muceta, el roquete, la birreta; en el rito griego las mandyas (manto) de los obispos, y la cubierta similar a una birreta para la cabeza llamada kamelaukion, que, cuando la usan los monjes u obispos tiene un velo llamado exokamelaukion.

Origen

Las vestimentas litúrgicas no han permanecido en absoluto iguales desde la fundación de la Iglesia hasta nuestros días. Hay una gran diferencia entre las vestimentas usadas en el Santo Sacrificio en el período pre-constantiniano, e incluso en los siglos siguientes, y las que ahora se usan en los servicios de la Iglesia, así como también entre el rito de la Iglesia primitiva y el de tiempos modernos. Así como las ceremonias que hoy rodean la celebración de los Sagrados Misterios son producto de un largo desarrollo, también lo son las vestimentas litúrgicas actuales.

Desde una época remota se trató de derivar las vestimentas sacerdotales cristianas de las vestimentas de la religión judía. Sin embargo, incluso una comparación superficial de las vestimentas litúrgicas del Nuevo Pacto con las del Antiguo debería haber bastado para mostrar el error de tal opinión. Las vestimentas cristianas no se originaron en la vestimenta sacerdotal del Antiguo Testamento; más bien, se han desarrollado a partir del atuendo secular del mundo grecorromano. La influencia de la vestimenta del culto mosaico sobre la forma de la vestimenta sacerdotal cristiana sólo puede aceptarse en el sentido de que su recuerdo debe haber hecho que el uso de vestimentas litúrgicas especialmente reservadas para los servicios de la Iglesia parezca no sólo enteramente en consonancia con la dignidad de los misterios de la religión, sino incluso necesario. Sin embargo, esta influencia era claramente de carácter general, no como para hacer de la vestimenta sacerdotal judía el prototipo de la cristiana.

Desarrollo

Se pueden distinguir cuatro períodos principales en el desarrollo de las vestimentas sacerdotales cristianas.

(1) El primero abarca la época anterior a Constantino. En ese período, la vestimenta sacerdotal aún no se diferenciaba del traje secular en forma y adorno. La vestimenta de la vida diaria se usaba en los oficios de la Iglesia. En tiempos de paz y en condiciones normales probablemente se usaban mejores vestimentas, especialmente reservadas para la celebración de los Sagrados Misterios. Sin duda, los fieles se habrían escandalizado si hubiesen visto las prendas polvorientas, sucias o gastadas. La opinión que expresa San Jerónimo —"La religión divina tiene un vestido para el servicio de las cosas sagradas y otro para las relaciones y la vida ordinarias"— es verdadera también para el período pre-constantiniano, que difícilmente se puede considerar como un período de barbarie litúrgica. Incluso es posible, aunque no está demostrado, que ya para el final del período pre-constantiniano, se comenzaron a usar las insignias litúrgicas entre los obispos y diáconos, como el orarion, o estola, y el omophorion o palio.

(2) El segundo período comprende la época desde cerca del siglo IV hasta el IX. Es la época más importante en la historia de las vestimentas litúrgicas, época en la que no se creó simplemente una vestimenta sacerdotal en un sentido especial, sino que al mismo tiempo determinó las principales piezas de la vestimenta litúrgica actual. El proceso de desarrollo que se completó en este período incluye cinco elementos esenciales: (a) separación definitiva de las vestimentas usadas en los oficios litúrgicos de todas las vestimentas no litúrgicas, y especialmente de las usadas en la vida secular; (b) separación y establecimiento definitivo de determinadas prendas de vestir; (c) introducción de las sacrales distinctiva; (d) empleo de las vestiduras definitivamente asignadas para uso en los oficios divinos con retención de la vestimenta ordinaria debajo de esas vestimentas; (e) por último, la introducción de una bendición especial para las vestiduras destinadas a uso litúrgico.

No se puede decidir positivamente hasta qué punto este desarrollo fue consumado por medio de la mera costumbre y hasta dónde por la [|Derecho Canónico |legislación eclesiástica]] positiva. Sin embargo, puede tomarse como cierto que el crecimiento de la vestimenta sacerdotal no se desarrolló en todas partes al mismo ritmo, y es muy probable que este desarrollo se haya completado antes y más rápidamente en Oriente que en Europa Occidental, y que el Oriente fue el prototipo para Europa Occidental, al menos en lo que respecta a determinadas prendas (estola y palio). Fue de gran importancia para la formación de un traje sacerdotal especial diferente de las prendas usadas habitualmente, que la poenula (capa o manto) y la túnica larga, que entraron en uso universal en el siglo III y también se usaban en los oficios de la Iglesia, fueron reemplazados gradualmente en la vida diaria, aproximadamente desde el siglo VI, por la túnica más corta y el manto abierto más conveniente.

La Iglesia no se unió a este retorno a la moda anterior, pero conservó la vestimenta existente, más adecuada a la dignidad de los oficios divinos; este hecho en sí mismo fue el comienzo de una vestimenta sacerdotal definida de acuerdo a las rúbricas. En lo que respecta a la influencia de Roma sobre el desarrollo de las vestiduras litúrgicas en otras partes de Europa Occidental, tal influencia no puede haber sido de mucha importancia fuera de Italia antes del siglo VIII. El caso, sin embargo, fue diferente en el siglo VIII, y ya en el siglo IX la costumbre romana era autoritativa en casi todas partes de Occidente. Llama la atención la gran sencillez de la vestimenta litúrgica en la época precarlovingia. La forma digna y con muchos pliegues que se encuentra constantemente en la escultura y pintura de esa época, de hecho, no requería decoración, que en ese momento se limitaba casi exclusivamente al clavi, la orla roja ornamental de la dalmática.

(3) El tercer período, que se extendió desde el siglo IX al XIII, completó el desarrollo de las vestimentas sacerdotales en Europa Occidental. Dejó de ser costumbre que los acólitos llevaran casulla, estola y manípulo. La tunicela se convirtió en la vestimenta habitual de los subdiáconos; la casulla era la vestidura que se usaba exclusivamente en la celebración de la Misa, como la capas pluviales, las capas litúrgicas, ocuparon su lugar en las demás funciones. Otra y nueva vestidura fue la sobrepelliz, que apareció en el transcurso del siglo XI y comenzó en una medida cada vez mayor a reemplazar al alba. En el tercer período, sobre todo, los pontificales recibieron su forma definitiva. Este fue el resultado natural del enorme avance en la importancia secular de los obispos y de su posición en la vida pública, que se produjo en la era carolingia. Vestimentas como las sandalias y las cáligas se convirtieron en ornamentos exclusivamente episcopales. Las nuevas vestiduras pontificales eran las quirotecas, el succinctorium y la mitra, a los que se añadía entre los obispos alemanes el racional, una imitación del palio.

Cuando Amalario escribió su tratado, "De officiis ecclesiasticis" a principios del siglo IX, se incluyeron once prendas entre las vestiduras litúrgicas: amito, alba, [[cíngulo], manípulo, estola, túnica, dalmática, casulla, sandalias, cáligas pontificias y el palio. En la época de Inocencio III las vestimentas litúrgicas eran diecisiete, y el fanón, que equivale al amito papal, no estaba entre ellas. Los [[[protestantismo |protestantes]] han afirmado que el desarrollo de la vestimenta sacerdotal en el tercer período se debió a la formulación del dogma de la Transubstanciación, lo cual, sin embargo, es totalmente incorrecto. Ya para el año 800, por lo tanto, antes de la discusión respecto a la Eucaristía, la vestimenta litúrgica estaba completa en todas sus partes esenciales. La introducción de la capa pluvial y la sobrepelliz surgió del deseo de estar más cómodo; pero el desarrollo de los pontificales se basó, como se ha dicho, en la importante posición secular que los obispos disfrutaban desde la era carolingia, lo que naturalmente trajo consigo un correspondiente enriquecimiento de los pontificales. La doctrina de la Transubstanciación no ejerció influencia alguna sobre el desarrollo de las vestimentas litúrgicas.

En el rito griego —en este período no se puede rastrear el desarrollo de la vestimenta litúrgica en los otros ritos orientales — solo se enriquecieron los pontificales. Los nuevos pontificales fueron: el sakkos, todavía una vestimenta patriarcal; el epimanikien; el epigonation, en la medida en que esta vestimenta no se hubo introducido ya antes del siglo IX; el epigonation tenía originalmente la forma de un pañuelo y era llamado el enchirion (paño de mano o pañuelo); no fue llamado epigonation hasta el siglo XII.

(4) En el cuarto período, desde el siglo XIII hasta el XIX, la historia de las vestimentas litúrgicas es casi totalmente la historia de la evolución en las rúbricas su adorno con bordados y encajes ornamentales y la naturaleza del material con el que están hechas. Para los diversos detalles, se remite al lector a lo que se dice en los artículos dedicados a las diversas piezas de vestimentas. En general la tendencia en el cuarto período ha sido hacia una mayor riqueza de material y ornamentación, pero, al mismo tiempo, hacia una mayor comodidad, por lo tanto, un acortamiento y ajuste constante a la figura, deteriorando naturalmente la forma y y el efecto estético de las vestimentas. Solo se le ha permitido a la mitra crecer hasta convertirse en una torre de forma desproporcionada. En conjunto, el desarrollo que han experimentado las vestimentas litúrgicas desde el siglo XIII, y más especialmente desde el XVI, difícilmente parece ser motivo de satisfacción, a pesar de toda la riqueza y el costo de la ornamentación, sino más bien una desfiguración lamentable provocada por el gusto de la época.

En Oriente ha habido poco o ningún desarrollo en el cuarto período. La única vestimenta que se ha añadido al atuendo litúrgico del rito griego es la mitra episcopal.

Vestimentas Litúrgicas y Protestantismo

Como se sabe, todas las denominaciones del protestantismo rechazaron la doctrina del Sacrificio de la Misa y del sacerdocio. Por lo tanto, habría sido lógico que todas las denominaciones hubiesen eliminado las vestimentas litúrgicas, pues aunque no son en sí mismas esenciales para el Sacrificio de la Misa, al ser solo elementos externos, sin embargo, debido a toda su historia están relacionadas muy íntimamente con ella. De todas las sectas protestantes, solo las Iglesias Reformadas ((calvinista y zwingliana) eliminaron por completo la Misa y las vestimentas de la Misa, y las sustituyeron por un vestido tomado de la vida secular.

Por otro lado, los luteranos no se mostraron tan lógicos. Es cierto que, de acuerdo con su rechazo al celibato y a los grados de las órdenes sagradas, rechazaron el cíngulo, símbolo de la castidad, así como el manípulo y la estola, insignia de las órdenes superiores, pero conservaron el alba o sobrepelliz y casulla para la celebración de la comunión; y este fue el caso en Alemania hasta el siglo XVIII; en casos aislados, la sobrepelliz se lleva allí incluso ahora; también se usa en Escandinavia, donde los obispos retuvieron la capa, y en Dinamarca hasta la actualidad (a 1912).

En Inglaterra, la primera edición del Libro de Oración Común en 1549 todavía permitía la sobrepelliz, alba, casulla, capa y túnica; sin embargo, tres años más tarde, debido al enorme aumento de la fuerza del calvinismo, la segunda edición de dicho libro solo permitía el roquete y la sobrepelliz. Es cierto que la tercera edición (1559), emitida durante el reinado de Isabel, restauró la vigencia de las regulaciones de la primera edición, pero solo en teoría; en la práctica prevalecieron las de la segunda edición. Además, el intento de los obispos en la Convocación de Canterbury de salvar al menos la capa y la sobrepelliz no tuvo un éxito permanente debido al dominio de las opiniones puritanas. No permaneció como uso universal ni siquiera la sobrepelliz, el mínimo de vestimenta litúrgica. Un movimiento para el renacimiento de las antiguas vestimentas litúrgicas comenzó en Inglaterra con la aparición del ritualismo. Aunque las autoridades eclesiásticas combatieron el avivamiento con determinación, sin embargo, ha avanzado continuamente hasta ahora (1912), que hay al menos 2,000 iglesias anglicanas donde se han reintroducido las antiguas vestimentas litúrgicas.

Bendición de las Vestimentas Litúrgicas

No todas las vestes sacrae requieren necesariamente una bendición, la cual se ordena estrictamente solo para el amito, alba, manípulo, estola, casulla y quizás también el cíngulo. La bendición de las vestimentas litúrgicas es prerrogativa del obispo; otros pueden bendecirlas sólo cuando están especialmente facultados para hacerlo. Las vestimentas que han sido bendecidas pierden la bendición cuando la forma se altera esencialmente, cuando están muy gastadas y, por lo tanto, no son dignas del servicio divino, finalmente, cuando han sufrido demasiadas reparaciones.

Debido a la falta de información positiva, ni siquiera se puede establecer de manera aproximada el momento en que se introdujo la bendición de las vestimentas litúrgicas. Las primeras declaraciones certeras sobre la bendición de las vestimentas litúrgicas las hicieron el pseudo-Isidoro y Benito Levita, ambos pertenecientes a mediados del siglo IX; pero la fórmula de bendición más antigua conocida, que se encuentra en el Pontifical de Reims, pertenece a la finales del siglo IX, pues las oraciones de bendición del Pontifical de Egberto de York son una interpolación del siglo X. A partir del siglo XII y especialmente durante la Edad Media las formas de bendición fueron muy numerosas. La bendición de las vestimentas fue siempre probablemente la prerrogativa del obispo, aunque esto no se menciona expresamente antes de Gilberto de Limerick en la primera parte del siglo XII.

En los ritos orientales también es habitual la bendición de las vestimentas litúrgicas; la da el obispo, pero en caso de necesidad el sacerdote puede realizar la ceremonia. Las oraciones de bendición en el rito griego son muy similares a las del rito latino. Quizás sea aún más difícil determinar el momento en que comenzó la bendición de las vestimentas en los ritos orientales que fijar su fecha en Europa occidental.

Simbolismo

En ocasiones se ha dicho que las consideraciones místicas fueron la causa de la introducción de las vestimentas litúrgicas y, en consecuencia, de su existencia, pero esto es absolutamente incorrecto. Estas consideraciones místicas no crearon el atuendo sacerdotal; es, más bien, el resultado de la aparición de estas vestimentas y de la definición de las piezas individuales. El omophorion y el orarion fueron los primeros en recibir una interpretación simbólica, que fue dada por Isidoro de Pelusio (murió alrededor del 440); el simbolismo más antiguo de toda la vestimenta sacerdotal del rito griego se encuentra en la Historia ekklneiastike, probablemente del siglo VIII. Esta obra fue la base de la interpretación simbólica de las vestimentas sagradas entre los liturgistas griegos hasta finales de la Edad Media.

En Europa Occidental, el primer intento de dar un significado simbólico a las vestimentas de la Misa se encuentra en lo que se llama la explicación galicana de la Misa. Sin embargo, no fue hasta el siglo IX que se intentó un simbolismo más completo de la vestimenta sacerdotal en la Galia. La interpretación mística se convirtió a partir de este momento en un tema permanente para los escritores sobre la liturgia, tanto en la Edad Media como en los tiempos modernos. En la interpretación simbólica de las vestimentas sagradas Amalario de Metz se volvió especialmente importante. Incluso durante su vida, Amalario suscitó mucha oposición debido a su simbolismo, el cual, se debe reconocer, era a menudo peculiar, complicado y arbitrario. Al final, sin embargo, sus interpretaciones místicas, que en realidad contenían muchos pensamientos hermosos y edificantes, fueron muy admiradas y fueron un modelo para los liturgistas hasta bien entrado el siglo XIII. Varios vestigios de la influencia de las interpretaciones de Amalario fueron evidentes incluso en la Baja Edad Media.

Sin embargo, ya para el siglo IX apareció un simbolismo en ciertas oraciones litúrgicas, en las oraciones que se pronuncian al ponerse las vestimentas sagradas y las palabras pronunciadas por el obispo en una ordenación, cuando entrega las vestimentas a los recién ordenados. Sin embargo, debe decirse que hasta el siglo XII estas oraciones aparecen sólo ocasionalmente en los Rituales, Misales y Pontificales, pero después de esto, pronto aparecieron con mayor frecuencia en esos libros. Es un hecho sorprendente que el simbolismo de estas oraciones a menudo sigue su propio curso sin tener en cuenta las interpretaciones de los liturgistas. No fue hasta finales de la Edad Media cuando surgió un mayor acuerdo entre el simbolismo de los liturgistas y lo que podría llamarse el simbolismo oficial de la Iglesia expresado en las oraciones en cuestión; este simbolismo oficial, además, difirió mucho en diferentes períodos y en diferentes lugares.

Caracterización del Simbolismo

Este no es el lugar para entrar en los detalles de las muchas interpretaciones que han recibido las diversas vestimentas litúrgicas y que, a pesar de la paja, contienen mucho trigo puro. (Para tal presentación detallada, cf. Braun, "Geschichte der liturg. Gewandung", págs. 701 ss.) Debe bastar aquí con darles una caracterización general.

El simbolismo habitual entre los liturgistas del siglo IX al XI es un simbolismo moral, es decir, las vestimentas litúrgicas se hicieron para simbolizar las virtudes oficiales y sacerdotales de sus portadores. En el siglo XII se añadió a esto el simbolismo typico-dogmatic, en el que se exponían las vestimentas en referencia a Cristo cuyo representante es el sacerdote, y pronto simbolizaron la Encarnación de Cristo, las dos naturalezas de Cristo, la unidad y relación de cada una de estas naturalezas, en poco tiempo, las virtudes de Cristo, su enseñanza, y pronto, últimamente, sus relaciones con la Iglesia.

Es curioso decir que no se les dio a las vestimentas el simbolismo de la Pasión y Muerte de Cristo. Este último simbolismo, que puede llamarse típico-representativo, apareció por primera vez en el transcurso del siglo XIII y rápidamente se hizo muy popular, porque era el más fácil de expresar y, en consecuencia, el más fácil de entender por la gente. La gente interpretó las vestimentas como símbolo de los instrumentos de la Pasión de Cristo, como el paño con el que se cubrió la cabeza de Cristo (amito), el manto que se le puso como burla (alba), los grilletes (cíngulo, manípulo), etc. y se consideraba que el sacerdote investido con ellas representaba al Salvador sufriente.

Un cuarto método de interpretación puede llamarse alegórico. Este método de interpretación considera al sacerdote en el altar como el guerrero de Dios, que lucha contra el enemigo de Dios del pueblo, y considera sus vestimentas como sus armas en esta lucha espiritual. Los primeros vestigios de este simbolismo se encuentran en los siglos IX y X, pero no se ven en forma desarrollada hasta el siglo XII. Sin embargo, este último método de simbolismo nunca estuvo muy extendido. Ya en la Edad Media el simbolismo moral era el habitual al ponerse las vestimentas y en las oraciones del servicio de la ordenación. La referencia típica a Cristo siempre les fue ajena.

Hasta el siglo XV era costumbre entre los liturgistas griegos hacer uso, casi exclusivamente, del simbolismo típico. No fue hasta más tarde que utilizaron el simbolismo moral; este simbolismo aparentemente surgió al ponerse las vestimentas, una costumbre de oración que entre tanto se había puesto en uso. En estas oraciones, las vestimentas litúrgicas simbolizan las virtudes de quienes las llevan.


Bibliografía: MARRIOTT, Vesiarium christianum (Londres, 1868); Realencyklopadie der christ. Altertumer, II (Freiburg, 1886); THALHOFER, Handbuch der kath. Liturgik (Friburgo, 1883); BRAUN, Die liturgische Gewandung im Occident und Orient (Friburgo 1907).

Fuente: Braun, Joseph. "Vestments." The Catholic Encyclopedia. Vol. 15, págs. 388-392. New York: Robert Appleton Company, 1912. 15 Sept. 2020 <http://www.newadvent.org/cathen/15388a.htm>.

Traducido por Luz María Hernández Medina