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Domingo, 24 de noviembre de 2024

Legado

De Enciclopedia Católica

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Definición

Legado (latín legare, enviar), en su acepción amplia, significa esa persona que es enviada por otra para algún cargo representativo. En el sentido eclesiástico significa alguien a quien el Papa envía a soberanos o gobiernos o solo a los miembros del episcopado y fieles de un país, como su representante, para tratar asuntos de la Iglesia o incluso en una misión de honor. De ahí que el legado se diferencia del delegado, tomando este término en un sentido estrictamente jurídico, ya que el delegado es alguien a quien el Papa confía uno o muchos asuntos a ser tratados a través de jurisdicción delegada y a menudo en cuestiones de litigio, mientras que el legado va con jurisdicción ordinaria sobre todo un país o nación.

El derecho canónico trata sobre los delegados de la Santa Sede delegati Sedis Apostolicæ (Decret., lib. I, tit. XXIX), y en este sentido incluso los obispos, en ciertos casos determinados por el Concilio de Trento (Ses. V, cap. I, De Ref., etc.) pueden actuar como delegados de la Santa Sede. Sin embargo, como se verá más adelante, según la disciplina actual (a 1910) de la Iglesia, un delegado, en la medida en que es enviado para representar a la Santa Sede en algún país en particular, realmente ocupa el cargo de legado. Dado que la jurisdicción de un legado es ordinaria, no deja de ser legado incluso a la muerte del Papa que lo nombró, e incluso si llegó a su cargo después de la muerte de ese Papa.

En virtud de su primacía de jurisdicción, el Papa tiene el derecho de enviar legados para asegurar la unidad de la fe y la disciplina eclesiástica, y puede elegirlos a voluntad. Aunque evidente en sí misma, esta autoridad del Papa ha sido disputada desde una época muy temprana. Gregorio VII (1073-85) reprobó las pretensiones de quienes deseaban tener sólo romanos como legados y no representantes de otros países. Pascual II, en una carta a Enrique I de Inglaterra, lamenta profundamente las vejaciones infligidas al legado pontificio, y mantuvo el derecho del Papa a enviar tales representantes. Juan XXII declara irrazonable y contrario a la autoridad del Papa la negativa de aceptar a un legado pontificio sin la aprobación del soberano.

Y no faltan escritores que nieguen, algunos parcial, otros totalmente, tal derecho de parte del Papa, por ejemplo, Marc 'Antonio de Dominis, Richer, Febronio, Eybel y otros. Esta afirmación errónea fue sostenida en el siglo XVIII por cuatro arzobispos de Alemania, los de Maguncia, Tréveris, Colonia y Salzburgo, a quienes Pío VI dio la famosa respuesta del 14 de noviembre de 1789, en la que leemos que uno de los derechos de la primacía de San Pedro es que "en virtud de su prerrogativa apostólica, mientras se ocupa del cuidado de todos los corderos y las ovejas que se le confían, el Romano Pontífice también cumple su deber apostólico al delegar a eclesiásticos por un tiempo o permanentemente según pueda parecerle mejor, a ir a lugares distantes donde él no puede ir y ocupar su lugar y ejercer la jurisdicción que él mismo ejercería si estuviese presente".

También es digna de atención la nota diplomática del cardenal Consalvi al gobierno español (9 enero 1802), que trata sobre el carácter del nuncio apostólico, y la carta del cardenal Jacobii (15 abril 1885) al mismo gobierno. El Concilio Vaticano I, al establecer la verdadera doctrina respecto a la primacía del Papa (Ses. IV, cap. III) condenó implícitamente dichos errores. La constitución ”Apostolicæ Sedis”,además, contiene (núm. 5) una excomunión reservada speciali modo al Papa contra aquellos que dañen, expulsen o detengan ilegalmente a legados o nuncios.

Desarrollo Histórico y División

Los Papas han ejercido este derecho desde los primeros tiempos de la Iglesia. El primer caso fue cuando Silvestre I envió legados al Concilio de Nicea (325); luego los enviados al Concilio de Sárdica (345); y los enviados por Zósimo a África (418) para resolver ciertos asuntos eclesiásticos. En el siglo IV encontramos el primer ejemplo de un representante papal enviado con carácter oficial, es decir, el apocrisiarius, o responsalis. Según Hincmar de Reims, el cargo de apocrisiario se remonta a la época de Constantino, pero según De Marca (De Ord. Palatii, cap. XIII) el oficio data del Concilio de Colchis (451).

A partir de las cartas de Gregorio I, él mismo un apocrisiario, y por una carta de León I a Juliano de Cos, a quien nombró apocrisiario, se pueden deducir los poderes de este oficial y sus deberes, es decir, velar por la observancia de la disciplina eclesiástica, resistir la propagación de la herejía y defender los derechos del Papa. Durante tres siglos existió tal intermediario papal en la corte bizantina. Durante los disturbios iconoclastas del siglo VIII, este cargo desapareció, pero fue temporalmente revivido en Occidente cuando León III (795-816) restauró el Imperio. Finalmente, sin embargo, la necesidad y frecuencia de legaciones extraordinarias, el debilitamiento y posterior división del imperio entre los sucesores de Carlomagno, hicieron inútil y casi imposible la presencia de legados apostólicos en la corte franca.

LEGATI NATI

Casi al mismo tiempo que el apocrisiario, en el siglo IV los Papas establecieron otra clase de legados, de carácter puramente eclesiástico, conocidos eventualmente como legati nati o legados perpetuos. Se puede considerar que proceden de los "vicarios apostólicos" establecidos por los papas Dámaso I (366-84) y Siricio (384-99). Para estipular más rápidamente la disciplina eclesiástica y facilitar la solución de los asuntos eclesiásticos, los Papas antes mencionados consideraron oportuno asignar a ciertas sedes (y primero a Tesalónica) el título y los deberes de vicario apostólico. Más tarde, otros Papas confirieron el mismo título y deberes a otras sedes. Los prelados que ocuparon sucesivamente dichas sedes llegaron a conocerse como legati nati, en la medida en que por su elección a dichas sedes se convertían ipso facto en legados apostólicos, cargo que estaba adscrito a la sede misma.

En el transcurso del tiempo los legati nati llegaron a ser muy numerosos; en Francia los de Arlés (545), Sens (876), Lyon (1097; en España los de Tarragona (517), Sevilla (520), Toledo (1088; en Alemania los de Tréveris (969), Salzburgo (973); en Italia el de Pisa; en Inglaterra el de Canterbury, etc. Al principio las facultades de legati nati eran muy amplias, a saber, el derecho de visitar las diócesis de la provincia, de examinar el estado de los candidatos a obispados, de consagrar al metropolitano, etc.; sin embargo, eventualmente estas facultades se redujeron mucho y en el siglo XI el legati nati prácticamente dejó de existir. En nuestros días (a 1910) las diócesis a las que se adscribía dicho privilegio ya no tenían ninguna jurisdicción, aunque algunas disfrutan de una distinción honoraria; el arzobispo de Salzburgo, por ejemplo, puede usar la púrpura cardenalicia, incluso en Roma.

LEGATI MISSI

Las condiciones eclesiásticas de los siglos X y XI fueron responsables por el cese del cargo de legati nati. La vida eclesiástica estaba entonces mal regulada en muchos sentidos y lugares, y la disciplina eclesiástica muy laxa; los legati nati demostraron ser incapaces de remediar estos males, bien porque en ocasiones su propia conducta no era ejemplar o porque eran negligentes en el cumplimiento de sus deberes. La Santa Sede se vio obligada a combatir estos abusos eligiendo y enviando a varios países a personas en las que podía confiar para obtener los resultados deseados (Luxardo, "Das päpstliche Vordekretalen-Gesandschaftsrecht", 1878). Así surgieron los legati missi, o enviados especiales. Más tarde, todos aquellos a quienes la Santa Sede envió en misión especial fueron llamados legati missi, incluso aquellos que iban a presidir alguna ceremonia solemne, por ejemplo, un bautismo o matrimonio reales, los designados para reunirse con un emperador o un soberano que visitaba Roma, etc. Este título también se les daba a los que eran elegidos para gobernar algunas provincias de los Estados Pontificios, p. ej. el legado de Bolonia, de Urbino, etc.

LEGATI A LATERE

Casi al mismo tiempo se estableció otra forma de legación, que se convirtió y es la más alta, es decir, la legati a latere. El legado a latere es siempre cardenal, y este nombre surge del hecho de que un cardenal, al ser miembro del senado del Papa, es considerado como un íntimo, uno adscrito al lado mismo del Romano Pontífice. Otras autoridades derivan este título de la costumbre de recibir la insignia y el oficio en presencia o al lado del Papa. Dichos legados se envían en misiones de la mayor importancia, por ejemplo, el legado a latere enviado a Francia por Pío VII, en la persona del cardenal Giovanni Battista Caprara, para ejecutar el célebre Concordato de 1801. El último legado a latere también fue enviado a Francia en 1856, en la persona del cardenal Patrizi, para bautizar al príncipe Imperial. El "Diario di Roma" de ese año da todos los detalles de la proclamación del nombramiento en un consistorio del 27 de agosto y de las ceremonias que acompañaron a la partida del legado. El mismo cardenal Patrizi en esta ocasión fue el encargado de presentar la Rosa Dorada a la emperatriz Eugenia.

Los poderes del legado a latere son de carácter muy amplio, tanto en materia de litigios como de favores. Viaja con un séquito imponente; inmediatamente después de salir de Roma, se lleva la cruz delante de él, y en su presencia ni siquiera los patriarcas tienen derecho a que su cruz los preceda; los obispos no pueden otorgar bendiciones episcopales sin su consentimiento. Según el uso actual (1909), sin embargo, un cardenal enviado a una misión no siempre lleva el título de legati a latere, como es el caso de un cardenal enviado por el Papa a representarlo en alguna reunión religiosa, como el Congreso Eucarístico de Westminster, Colonia y Montreal. Las Decretales y el Concilio de Trento definen claramente los poderes de los legados missi y a latere. Dado que estos últimos eran enviados solo para asuntos muy importantes, la costumbre de enviar legati missi se hizo más frecuente.

NUNCIOS

En el siglo XIII los legati missi pasaron a ser conocidos como nuncios, nombre con el que todavía se les llama. Después del Concilio de Trento se establecieron nuncios de forma permanente en varios países. Además de misión eclesiástica, también tienen carácter diplomático, al haber estado desde su origen asignados a tribunales o gobiernos. Su jurisdicción es ordinaria, pero es costumbre en la actualidad (a 1909) otorgarles facultades especiales según las necesidades del país al que son enviados; tales facultades se conceden en un breve especial. También se les entregan cartas credenciales para que las presenten al gobernante del país e instrucciones particulares por escrito.

Los nuncios suelen ser arzobispos titulares; ocasionalmente, sin embargo, se nombra para el cargo a obispos o arzobispos de sedes residenciales. Algunos nuncios son de primera clase y otros de segunda, siendo la única diferencia que, al final de su misión, los de primera clase suelen ser promovidos al cardenalato. Viena, Madrid y Lisboa tienen nuncios de primera clase. París fue también de esta clase, pero debido a la ruptura de relaciones diplomáticas entre Francia y el Vaticano que ocurrió en 1907, al presente (a 1909) no tiene representante de la Santa Sede. Baviera, Bélgica y Brazil tienen nuncios de segunda clase. No hay un período específico para la duración del mandato de un nuncio; depende de las circunstancias y de la voluntad del Papa. (Vea el artículo NUNCIO.)

INTERNUNCIOS

Según la disciplina actual (a 1909), también hay internuncios, que en el orden de la diplomacia pontificia siguen inmediatamente a los nuncios. Estos también son a menudo arzobispos titulares, siempre tienen un carácter diplomático y son enviados a gobiernos de menor importancia. Son equivalentes a los ministros de segunda clase, tienen las mismas facultades que los nuncios y están dotados de credenciales e instrucciones similares. Para 1909 había internuncios en Holanda, Argentina y Chile. Sin embargo, en Holanda, debido a la exclusión de la Santa Sede de la Conferencia de Paz de 1899, el internuncio, monseñor Tarnassi fue retirado, y ahora solo hay un chargé d'affaires papal. El internuncio de Holanda está también asignado al Gran Ducado de Luxemburgo. (Vea el artículo INTERNUNCIO.)

Derechos de Precedencia

En el Congreso de Viena de 1815 se trató la cuestión de la precedencia entre los diversos representantes diplomáticos ante países extranjeros, y se decidió que siempre corresponde a los representantes de la Santa Sede. De ahí que los nuncios sean por derecho y de hecho decanos del cuerpo diplomático. Posteriormente se hicieron algunas objeciones, especialmente por Inglaterra y Suecia, en cuanto a la precedencia de los delegados apostólicos e internuncios, que no habían sido mencionados en el Congreso de Viena; sin embargo, terminó en su reconocimiento práctico tal como se incluyó en la decisión de dicho congreso.

Bibliografía

—Decret. Grat., dist. XXI, c. XI, XXXVI, C. II, q. VI; Compl. I. 1. I, t. XXII, dc off. legati.; II, I, t. XIII; vea también Decret. Gregor., IX; and Liber Sextus, I. t. XV; Conc. Trid. Sess. XXII, cap. VII, De Ref.; and Sess. XXIV, cap. XX, De Ref.; Pius VI, Responsio ad Metropolitanos Mogunt., Trev., Colon., et Salisburg.(14 nov., 1789); Pío IX, Const. Apost. Sed., no. 5; Acta SS., XVII, 861.

Autores.—Comentadores sobre el Corpus Juris en su título; ZECH, Hier. Eccles., XXV, De Leg. et Nunt.; PHILLIPS, Kirchenrecht, I, n. 30; DE LA TORRE, De auctoritate . . . legatorum a latere; FERRARIS, s.v. Legatus; BOUIX, De Curia Romana, 579 ss.; vea también THOMASSIN, VeTus et Nova Eecles. discipline, I, 1.II, CVII ss.; y DE LUISE, De jure pabl. seu diplom. Ecci.Cath.: AUDISIO, Idea stor. e rag. della Diplom. Eccles.; WERNZ, Jus Decr., II; GIOBBIO, Lezioni di Diplom. Eccles., I: PINCHETTISANMARCHI, Guida Diplom. Eecles., II (Roma, 1908); TAUNTON, The Law of the Church (San Luis, 1906), s.v.

Fuente: Cerretti, Bonaventure. "Legate." The Catholic Encyclopedia. Vol. 9, págs. 118-120. New York: Robert Appleton Company, 1910. 7 sept. 2020 <http://www.newadvent.org/cathen/09118a.htm>.

Está siendo traducido por Luz María Hernández Medina