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Jueves, 21 de noviembre de 2024

Atributos Divinos

De Enciclopedia Católica

Revisión de 01:09 8 ago 2016 por Luz María Hernández Medina (Discusión | contribuciones) (Desarrollo Histórico)

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Vea además el artículo Naturaleza y Atributos de Dios.

Con el fin de formar una idea más sistemática de Dios, y en la medida de lo posible, desplegar las implicaciones de la verdad, Dios es Todo-Perfecto, esta infinita perfección es vista, sucesivamente, bajo diversos aspectos, cada uno de los cuales es tratado como una perfección separada y característica inherente a la substancia divina, o esencia. A un cierto grupo de estas, de suma importancia, se llama los Atributos Divinos.

Conocimiento Mediático y Sintético de Dios

Nuestro conocimiento natural de Dios se adquiere mediante el razonamiento discursivo sobre la información de los sentidos por introspección, “Porque lo invisible de Dios, desde la creación del mundo, se deja ver a la inteligencia a través de sus obras, su poder eterno y su divinidad…” (San Pablo, Rom. 1,20). Las cosas creadas, por las propiedades y actividades de sus naturalezas, manifiestan, como en un espejo, oscuramente, los poderes y perfecciones del creador. Pero estas imágenes refractadas de Él en las cosas finitas no pueden proporcionar bases para una idea adecuada del Ser Infinito. Por lo tanto, en la construcción de una idea sintética de Dios, antes de poder aplicarle a la Divinidad cualquier concepto o término que exprese una perfección que se encuentra en ser creado, el mismo deberá someterse a una corrección rigurosa.

La profunda disparidad entre la perfección divina y los indicios de ella que se presentan en los modelos del mundo puede ser ampliamente recogida bajo dos encabezados:

  • Número: Las perfecciones de las criaturas son innumerables, la perfección divina es una.
  • Diversidad: Las perfecciones creadas difieren infinitamente en clase y grado; la perfección divina es uniforme, sencilla. No es una totalidad de diversas perfecciones; absolutamente simple, la perfección divina responde a toda idea de la perfección real o concebible, sin ser determinada al modo particular de ninguna. Por lo tanto, cuando se le aplica a Dios cualquier atributo que expresa los modos característicos del mundo del ser que se encuentra dentro del rango de nuestra experiencia, su significación deja de ser idéntica a la que tiene en todos los demás casos. Sin embargo, conserva un significado real en virtud de la relación que existe entre el ser finito y su análogo infinito. En la frase filosófica, el uso de términos se llama predicación analógica, en contraposición con unívoca, en la que una palabra se predica de dos o más materias precisamente en el mismo sentido. (Vea ANALOGÍA).

Fuente de Nuestro Conocimiento Natural de Dios

Para corregir, en la medida de lo posible, el carácter inadecuado de los conceptos a través de los que debemos formular nuestra idea de Dios, el primer paso es distinguir perfección creada en dos tipos, a saber, perfecciones mixtas y perfecciones puras. Una perfección pura es aquella cuyo concepto exacto no incluye ninguna nota formal expresiva de defecto o limitación; el contenido de la idea es totalmente positivo. La idea de una perfección mixta, por el contrario, formal o directamente connota, junto con lo que es positivo en la perfección, alguna privación o deficiencia. Ejemplos de la primera son la facultad, la veracidad, la voluntad; como un ejemplo de la segunda se puede ofrecer la materialidad. Pues, aunque la realidad que pertenece a la materia es, por supuesto, una participación de la existencia y de la actividad, sin embargo, su concepto connota las imperfecciones de ese tipo particular de existencia, que es compuesto y sujeto a la desintegración. De nuevo, la personalidad es una perfección pura; pues, como enseña la filosofía católica, aunque el carácter finito de la personalidad humana entra en juego en el despertar de la auto-conciencia, sin embargo la limitación no es un constituyente esencial de la personalidad. Todos los términos que representan las perfecciones se afirman analógicamente de Dios, y se les designa atributos en el sentido amplio de la palabra. Cuando los términos que significan las perfecciones mixtas se afirman de Dios, la analogía se vuelve tan débil que la locución es una mera metáfora.

Desarrollo Inductivo de los Atributos

La elaboración de la idea de Dios se lleva a cabo a lo largo de tres líneas convergentes.

(1) La Forma Positiva De Causalidad

En virtud del principio de que cualquiera que sea la excelencia contenida en un efecto está representada en la eficiencia de la causa, la razón afirma que toda perfección positiva del ser creado tiene su análogo trascendental en la causa primera. Por lo tanto, de la existencia de un ser inteligente, el hombre, en el cosmos, inferimos correctamente que Dios es inteligente, es decir, su perfección infinita es superabundantemente adecuada para todas las operaciones del intelecto.

(2) La Forma Negativa

Si fijamos nuestra atención precisamente en la infinitud de Dios, entonces, enfocando la negación no sobre el contenido positivo de cualquier perfección creada sino en el hecho de que, debido a que es finita es determinada en clase y limitada en grado, podemos afirmar que no se encuentra en Dios. Podemos decir, por ejemplo, que Él no es inteligente. El significado de la afirmación no es que Dios carece de inteligencia, sino que en Él no hay inteligencia tal y como la conocemos. Una vez más, ya que no hay imperfección en Dios, cada concepto de defecto, privación y limitación debe ser negado de Dios. Muchos nombres negativos, es cierto, se aplican a Dios; como cuando, por ejemplo, se dice que es inmutable, no causado, infinito. Sin embargo, se debe observar cuidadosamente que algunos atributos, que, desde el punto de vista etimológico son negativos, transmiten, sin embargo, un significado positivo. La incapacidad para percibir esta verdad evidente ha sido responsable de mucho dogmatismo vacío sobre la imposibilidad de formar algún concepto del Infinito. La nota básica en la idea del Infinito es existencia, realidad, perfección; la nota negativa es subordinado. Por otra parte, dado que la fuerza de la última nota es negar cualquiera y todas las limitaciones de la realidad representada por la primera, su importancia real es positiva, al igual que la cancelación de un signo de menos en una fórmula algebraica; o, descarga la función de un exponente y eleva la realidad a la enésima potencia.

(3) Forma de eminencia:

El concepto de una perfección derivada de las cosas creadas y liberada de todos los defectos, es, en su aplicación a Dios, ampliada sin límite. Dios no sólo posee todas las excelencias detectables en la creación, sino que también la posee infinitamente. Para enfatizar la trascendencia de la perfección divina, en algunos casos, un nombre abstracto es sustituido por el adjetivo correspondiente; como, Dios es Inteligencia; o, de nuevo, una palabra de fuerza intensiva o exclusiva, se une al atributo; como, sólo Dios es bueno, Dios es la bondad misma, Dios es omnipotente, o supremamente poderoso.

Desarrollo Deductivo

Después de haber establecido la existencia de Dios a partir de argumentos metafísicos, físicos y morales, el teólogo selecciona alguno de los atributos que estas pruebas le autorizan a predicar de la Divinidad y, desplegando sus implicaciones, llega a un número de otros atributos. Por ejemplo, si Dios es acto puro, es decir, libre de toda potencia estática, se deduce que, dado que el cambio implica una transición de una condición potencial antecedente a una condición posterior en la que se realiza la potencialidad, Dios es inmutable. Aquí llegamos al punto en el que se emplea el término atributo en su sentido estricto.

Esencia y Atributos

Al estar trascendentalmente, absolutamente libre de la composición, el Ser Divino no es, y no puede ser concebido como un sustrato fundamental al que son inherentes las cualidades o cualesquiera otras indeterminaciones modales. La realidad a la que se le adscriben diversos atributos es una e indivisible ---"Quae justitia," dice San Agustín, "ipsa bonitas; quae bonitas, ipsa beatitudo."

A este respecto, la relación de los atributos a la naturaleza divina podría ser ilustrada por las diversas reflexiones de uno y el mismo objeto desde un espejo plano, cóncavo y convexo. Sin embargo, para sistematizar la idea de Dios, y para extraer el rico contenido de los conocimientos derivados de las pruebas de la existencia de Dios, se puede escoger algún atributo primario como el representante de un aspecto de la perfección divina del cual se pueden deducir rigorosamente los demás. Entonces surge un esquema lógico en el que los atributos derivados, o perfecciones, se hallan uno hacia el otro en una relación algo similar a la de la esencia y las diversas propiedades y cualidades en una substancia material. En este arreglo, la perfección primaria se denomina la esencia metafísica, los otros se llaman atributos. La esencia, también, puede ser considerada como la característica que, por encima de todas las demás, distingue a la Deidad de todo lo demás.

Las opiniones difieren en cuanto a la pregunta de qué atributo debe ser considerado como primario. Muchos teólogos eminentes favorecen la concepción de acto puro (Actus Purus), de la que se deducen directamente la sencillez y la infinitud. La mayoría de los autores modernos escogen la aseidad ( Aseitas; a = "de", se = "sí mismo"), o la propia existencia; por la razón de que, mientras que todas las demás existencias se derivan de y dependen de Dios, Él posee en sí mismo, de forma absoluta e independiente, la única razón de su Ser infinito no causado. Todas las demás distinciones se expresan de forma implícita en ésta, la más profunda y comprehensiva distinción entre la Divinidad y todo lo demás. Un tema que dividió a los nominalistas y realistas, tomistas y escotistas en la época del escolasticismo (cf . Vacant, Dict. de Theol. Cathol., I, 2230-34) fue si, y en qué forma, las diferencias entre los atributos y la esencia metafísica, y entre los atributos mismos, tienen una base ontológica en la naturaleza divina misma.

División de los Atributos

Tomando como base de clasificación las maneras en que se desarrollan los atributos, estos se dividen en positivos y negativos. Entre los atributos negativos están la simplicidad, la infinitud, la inmutabilidad. Los principales atributos positivos son unidad, veracidad, bondad, belleza, omnipotencia, omnipresencia, intelecto y voluntad, personalidad. Algunos autores los dividen en incomunicables y comunicables. La primera clase comprende aquellos que pertenecen sólo a Dios (por ejemplo, su omnisciencia, su auto-existencia, omnipotencia); a la segunda clase pertenecen los que son predicables, analógicamente, de Dios y de las criaturas como bueno, justo, inteligente. Una vez más, la naturaleza divina puede ser considerada ya sea como estática o como la actividad de origen; de ahí la otra división de en reposo y activa. Por último, algunas perfecciones incluyen una relación con cosas distintas de Dios, mientras que otras no lo hacen; y desde este punto de vista los teólogos dividen los atributos en absolutos y relativos.

Las diversas clasificaciones adoptadas por los teólogos protestantes modernos se deben en parte a los resultados de la especulación filosófica y en parte a nuevas concepciones de la naturaleza de la religión. Schleiermacher, por ejemplo, deriva de los atributos de Dios de nuestra triple conciencia de absoluta dependencia, del pecado y de la gracia. Otros, con Lipsio, distinguen los atributos metafísicos de los psicológicos y los éticos. Una división más simple agrupa la omnipotencia, la omnipresencia, la eternidad, la omnisciencia, y la unidad como los predicados metafísicos, la justicia y la bondad como los atributos morales. Según Ritschl el atributo principal es el amor; según el profesor Royce, lo es la omnisciencia. La principal dificultad de estos escritores se centra alrededor de la idea de Dios como un ser personaI.

Revelación

El conocimiento sobrenatural de Dios dado en la revelación es aprehendido por medio de concepciones que pertenecen al conocimiento natural. Por lo tanto, los mismos principios de atribución que son válidos para uno, también lo son para el otro.

Desarrollo Histórico

En el siglo IV Aecio y Eunomio afirmaban que, debido a que la naturaleza divina es simple, con exclusión de toda composición o multiplicidad, los diversos términos y nombres aplicados a Dios han de ser considerados sinónimos. De lo contrario, implicarían erróneamente, composición en Dios. Esta opinión fue combatida por San Cirilo de Alejandría, San Basilio y San Gregorio de Nisa (In Eunom., PG, XLV). El principio de atribución recibió una declaración más precisa a manos de San Agustín, en su investigación de las condiciones del conocimiento intelectual (De Genesi ad Litt, IV, 32). En el siglo IX, Juan Escoto Eriúgena, que fue en gran medida influenciado por el neoplatonismo, transmitido a través de las obras del Pseudo-Dionisio, contribuyó a poner en relieve más claro el carácter analógico de la predicación (De Divina Natura, Lib. I). Los nominalistas revivieron los puntos de vista de Eunomio, y la oposición de los realistas fue llevada al otro extremo por Gilberto de la Porrée, que mantenía una distinción real y ontológica entre la esencia divina y los atributos. Su opinión fue condenada por el Concilio de Reims (1148).

Santo Tomás expresa definitivamente la doctrina que, después de algunas controversias entre escotistas y tomistas sobre puntos de menor importancia y sutilezas, y con cierta divergencia de opinión sobre detalles sin importancia, es ahora la enseñanza común de los teólogos y filósofos católicos. Puede resumirse de la siguiente manera: La idea de Dios se deriva de nuestro conocimiento de los seres finitos. Cuando un término se predica de lo finito y de lo infinito, se utiliza, no en un unívoco, sino en un sentido analógico. La perfección divina, una e invisible, es, en su infinitud, el análogo transcendental de todas las perfecciones finitas reales y posibles. Por medio de una acumulación de predicados análogos metódicamente coordinados, nos esforzamos por formar una concepción aproximada de la Deidad que, porque Él es infinito, no puede ser comprendida por la inteligencia finita.

La filosofía moderna presenta una gradación notable, desde el panteísmo, que encuentra a Dios en todo, al agnosticismo, que declara que Él está más allá del alcance del conocimiento. Espinosa concibe a Dios como "una substancia que consiste de atributos infinitos cada uno de los cuales expresa esencia eterna e infinita". Los dos atributos que se nos manifiestan el pensamiento y la y extensión. En el otro extremo encontramos agnósticos de la escuela de Herbert Spencer (vea AGNOSTICISMO) y algunos seguidores de Hegel, que sostienen que la naturaleza de Dios, o, para usar su término favorito, "el Absoluto" es absolutamente incognoscible, y su existencia no determinada de ningún modo; por lo tanto, es inútil y engañoso predicar sobre ella varios atributos, expresivos de determinaciones. Entre lo finito y lo infinito no existe una base común de predicación; de ahí que las palabras que denotas las perfecciones finitas pueden no tener ningún significado real cuando se predican sobre Dios; se convierten en meros símbolos vacíos. Todos los intentos teológicos por elaborar una idea de Dios son vanos, y resultan en un completo absurdo cuando conciben a Dios a imagen y semejanza del hombre (ver ANTROPOMORFISMO), y circunscriben el infinito en términos tomados de la psicología humana.

La crítica de este tipo indica que sus autores nunca se han tomado la molestia de entender la naturaleza de la predicación analógica, o considerar justamente el proceso lógico riguroso de refinación a la que son sometidos los términos antes de ser predicados de Dios. A menudo sucede también, que los escritores, después que se abandonan libremente en la denuncia elocuente del antropomorfismo teológica proceden, en la página siguiente, a aplicarle al Infinito, presumiblemente en un sentido estrictamente unívoco, términos tales como "energía", "fuerza", y "ley", que no son menos antropomórficos, en un último análisis, que la voluntad" e "inteligencia". La posición de la Iglesia Católica declarada en el [[Cuarto Concilio de Letrán] (1215), es de establecida claramente en el siguiente pronunciamiento del Concilio Vaticano I:

“La Santa Iglesia Católica Apostólica y Romana cree y profesa que hay un Dios verdadero y viviente y Señor de cielo y tierra, omnipotente, eterno, inmenso, incomprensible, infinito en intelecto, voluntad y en toda perfección el cual, siendo Uno, singular, absolutamente simple y substancia espiritual inmutable, ha de ser considerado como distinto realmente y en esencia del más bendito del mundo y de sí mismo, e indeciblemente elevado por encima de todas las cosas que existen, o puedan ser concebidas, excepto Él mismo.”


Fuente: Fox, James. "Divine Attributes." The Catholic Encyclopedia. Vol. 2. New York: Robert Appleton Company, 1907. 6 Aug. 2016 <http://www.newadvent.org/cathen/02062e.htm>.

Traducido por Luz María Hernández Medina