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Martes, 19 de marzo de 2024

Tomismo

De Enciclopedia Católica

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En sentido amplio, Tomismo es el nombre que se da al sistema que sigue las enseñanzas de Santo Tomás de Aquino en las cuestiones filosóficas y teológicas. En un sentido restringido el término se aplica a un grupo de opiniones mantenidas por una escuela llamada Tomismo, compuesto principal pero no exclusivamente por miembros de la Orden de Santo Domingo, opiniones que son atacadas por otros filósofos y teólogos, muchos de los cuales afirman ser seguidores de Santo Tomás

• Al Tomismo en el primer sentido se oponen, e.g., los Escotistas que niegan que satisfacción sea una parte de la materia próxima (materia próxima) del sacramento de la Penitencia. Los Anti-Tomista, en este sentido de la palabra, rechazan las opiniones defendidas por Santo Tomás.

• Al Tomismo en el segundo sentido se oponen, e.g. los Molinistas así como todos los que defienden la causalidad moral instrumental de los sacramentos para producir la gracia contra el sistema de causalidad física instrumental, que es la doctrina de la escuela Tomista.

Anti -Tomismo en tal sentido no implica necesariamente oposición a Santo Tomás: implica oposición a las posturas de la escuela Tomista. El cardenal Billot, por ejemplo , no admitiría que se oponía Santo Tomás al rechazar la teoría tomista de la causalidad de los sacramentos. Y en la escuela tomista no siempre encontramos absoluta unanimidad. Baflez y Billuart no siempre coinciden con Cayetano aunque todos pertenezcan a la escuela tomista. Este artículo no trata de determinar quién tiene el mejor derecho a ser considerado como verdadero exponente de S.Tomás.

El tema puede ser tratado bajo los siguientes títulos:

I. Tomismo en general, desde el siglo trece al diecinueve;

II. La Escuela Tomista;

III. Neotomismo y el renacimiento de la Escolástica.

IV. Tomistas eminentes.


I. LA DOCTRINA EN GENERAL

A. Temprana oposición vencida.

Aunque Santo Tomás (m.1274) era muy estimado por todas las clases, sus opiniones no tuvieron desde el principio la ascendencia e influencia que adquirieron durante la primera mitad del siglo catorce y que desde entonces han mantenido. Aunque parezca extraño, la primera oposición vino de París, a la que tanto prestigio dio, y de algunos de sus propios hermanos monjes. En el año 1227, Esteban Tempier, obispo de París, censuró ciertas proposiciones filosóficas, incluyendo doctrinas enseñadas por Santo Tomás, especialmente las que se referían al principio de individuación y a la posibilidad de crear varios ángeles de la misma especie.

Ese mismo año Roberto Kilwardby un dominico arzobispo de Canterbury, junto con otros doctores de Oxford condenaron las mismas proposiciones y atacaron su doctrina de la unidad de la forma sustancial en el hombre. Kilwardby y sus asociados pretendían ver en las proposiciones condenadas algo del Averroísmo aristotélico, mientras que los doctores de Paris no le habían perdonado del todo por haber triunfado sobre ellos en la controversia sobre los derechos de los frailes mendicantes. La tormenta levantada por esas condenas duró poco. Alberto Magno, ya anciano, se apresuró a ir a París a defender su amado discípulo. La orden dominicana reunida en un capítulo general en Milán en 1278 y en París en 1279 adoptaron severas medidas contra los miembros que habían hablado injuriosamente de venerable hermano Tomás. Cuando Guillermo de la Mare, O.S.F., escribió "Correptorium fratris Thomae", un dominico inglés, Ricardo Clapwell (o Clapole), replica con un tratado "Contra corruptorium fratris Thomae".

Por entonces apareció un tratado, después impreso en Venencia (1516) con el título "Correctorium corruptorii S. Thomae", atribuido por algunos a Egidio Romano, por otros a Clapwell y por otros al P. Juan de París. Santo Tomás fue solemnemente reivindicado cundo el concilio de Vienne (1311-12) definió, contra Pedro Juan Olivi, que el alma racional es la forma sustancial del cuerpo humano (sobre esta definición ver Zigliara, "De mente Conc. Vicnn.", Roma, 1878). La canonización de Santo Tomás por Juan XXII en 1323, fue un golpe mortal para sus detractores. En 1324 Esteban de Bourret, Obispo de París revocó la censura pronunciada por su predecesor, declarando que “el bendito confesor y excelente doctor, Tomás de Aquino, nuca creyó, enseñó o escribió nada contrario a la fe o buenas costumbres”. Es dudoso que Tempier y sus asociados obraran en nombre de la universidad de París, que siempre fue leal a Santo Tomás. Cuando este universidad escribió en 1378 una carta condenando los errores de Juan de Montesino, se declaró explícitamente que la condena no iba dirigida a Santo Tomás:” Hemos dicho mil veces y sin embargo no parece suficiente que nosotros de ninguna manera incluimos la doctrina de Sto. Tomás en nuestra condena”.

Una relación de los ataques y defensas se puede encontrar en las siguientes obras: Echara, "Script. ord. prad.", I, 279 (Paris, 1719); De Rubeis, "Diss. crit.", Diss. xxv, xxvi, I, p. cclxviii; Edición Leonina de las obres de Santo Tomás ; Denifle, "Chart. univ. Paris" (Paris, 1890-91), I, 543, 558, 566; II, 6, 280; Duplessis d'Argentré, "Collectio judiciorum de novis erroribus" (3 vols., Paris, 1733-36), 1, 175 ss.; Du Boulay, "Hist. univ. Par.", IV, 205, 436, 618, 622, 627; Jourdain, "La phil. de S. Thomas d'Aquin" (Paris, 1858), II, i; Douais, "Essai sur l'organization des études dans l'ordre des ff. prêcheurs" (Paris y Toulouse, 1884), 87 ss.; Mortier, "Hist. des maîtres gén. de l'ordre des ff. prêch.", II, 115142, 571; "Acta cap. gen. ord. praed.", ed. Reichert (9 vols., Roma, 1893-1904, II; Turner, "Hist. of Phil." (Boston, 1903), xxxix.


B. Progreso del Tomismo.


El capítulo general de la orden dominicana, celebrado en Carcasona en 1342, declaró que la doctrina de Sto. Tomás había sido recibida como sólida y sana en todo el mundo (Douais, op. cit., 106).

Sus obras eran consultadas desde el momento en que eran conocidas y a mediados del siglo catorce, su "Suma Teológica" había suplantado a "Libra quatuor sententiarum", de Pedro Lombardo como texto de teología en las escuelas dominicanas.

Con e crecimiento de la orden y el crecimiento de su influénciale tomismo se extendió por el mundo. El Aquinate se convirtió en el gran maestro de las universidades y estudios de las órdenes religiosas (ver la encíclica "Aeterni Patris" de León XIII). Los siglos quince y dieciséis vieron la marcha triunfal que llevó a la coronación del Aquinate como Príncipe de los Teólogos, cuando su “Summa” fue colocada junto a les Sagradas escrituras en el Concilio de Trento y S-Pio V, en 1567 le proclamó Doctor de la Iglesia Universal.

La publicación de la edición “Piana” de sus obras en 1570, ordenada por el papa y la multiplicación de las ediciones de “Opera omnia" y de la “Summa” durante el siglo diecisiete y parte del dieciocho muestran que Tomás floreció durante ese período De hecho fue durante este tiempo que algunos de sus grandes comentadores ( por ejemplo Francisco Suárez, Silvia y Billuart) adaptaron sus obras a las necesidades e los tiempos.


Declinar de la Escolástica y del Tomismo.


Gradualmente, sin embargo, durante los siglos diecisiete y dieciocho, llegó el abandono del estudio de las obras de los grandes escolásticos. Los Universitarios creían que había necesidad de un nuevo sistema de estudios en vez construir sobre y alrededor de la Escolástica y se alejaron de ella. Las principales causas que trajeron el cambio fueron el Protestantismo, el Humanismo el estudio de la naturaleza y la Revolución Francesa.

Se consideró más necesaria en las discusiones con los Protestantes la teología positiva que las definiciones y divisiones escolásticas. Los Humanistas buscaban la elegancia de la dicción en los clásicos griegos y latinos más que en las obras de los escolásticos, muchos de los cueles estaban muy lejos de ser maestros del estilo.

Los descubrimientos de Copérnico (m. 1543), Kepler (m. 1631), Galileo (m. 1642)y Newton (m. 1727) no fueron recibidos por los escolásticos de forma favorable. Las ciencias experimentales se revalorizaron y se dejó de lado a los escolásticos, incluido Santo Tomás (cf. Turner, op cit., 433). Finalmente, la Revolución Francesa desorganizó todos los estudios eclesiásticos, dando al Tomismo un golpe fatal del que no se recuperó hasta finales del siglo diecinueve.

Cuando Billuart (m. 1757) publicó su "Summa Sancti Thoma hodiernis academiarum moribus accomodata" el tomismo aún tenía un lugar importante en todas las discusiones teológicas. La tremenda conmoción que ocurrió en Europa desde 1798 a 1815 afectó al Estado pero también a la Iglesia.

La universidad a de Lovaina que había sido principalmente tomista fue obligada a cerrar sus puertas y otras importantes instituciones de enseñanza fueron o cerradas o seriamente obstaculizadas en su labor. La orden de los dominicos, que ,naturalmente había proporcionados los tomistas más ardientes fue destruida en Francia, Alemania, Suiza y Bélgica. La provincia de Holanda casi destruida, mientras que las provincias de Austria e Italia fueron abandonadas a su suerte. La Universidad de Manila (1645) continuó enseñando las doctrinas de Sto. Tomás y con el tiempo dio al mundo al cardenal Ceferino González O.P. que contribuyó en gran manera al renacimiento del tomismo bajo León XIII.

D. Doctrinas propias del Tomismo en General.


(1) En Filosofía.


• Los ángeles y las almas humanas son inmateriales, pero cada ser compuesto material (compositum) tiene dos partes, materia prima y forma sustancial. En un ser compuesto que tiene unidad sustancial y no es un mero agregado de distintas unidades no puede haber sino una forma sustancial. La forma sustancial del hombre es su (anima rationalis) con exclusión de cualquier otra alma y de cualquier otra forma sustancial. El principio de individuación para los compuestos materiales es la materia con sus dimensiones: sin ella no puede haber multiplicaciones numéricas: la distinción en la forma hace distinción específica: por lo que no puede haber dos ángeles de la misma especie

• Las esencias de las cosas no dependen de la libre voluntad de Dios, sino de su Intelecto y en último lugar de su esencia, que es inmutable. La ley natural, derivada de la ley eterna, depende de la mente de Dios y en último lugar de la esencia de Dios; de ahí que s intrínsecamente inmutable. Algunas acciones están prohibidas por Dios, porque son males: no son malas simplemente porque El las prohíbe [ver Zigliara, "Sum. phil." (3 vols., Paris, 1889), ccx, xi, II, M. 23, 24, 25].

• La voluntad mueva al intelecto quoad exercitium, i.e. presentando en su operación actual: el intelecto mueve a la voluntad quoad specificationem, i.e. presentándole objetos: nil volitum nisi praecognitum. El principio de todos nuestros actos es la aprehensión y deseo del bien en general (bonum in communi). Deseamos la felicidad (bonum in communi) naturalmente y necesariamente, no por un acto libre deliberado. Los bienes particulares (bona particularia) los elegimos libremente; la voluntad es una facultad ciega, siempre siguiendo el último juicio particular del intelecto (Zigliara, 51).

• Los sentidos y el intelecto son pasivos i.e. facultades recipientes; no crean sino que reciben ( i.e. perciben) sus objetos (S. Tomás, I, Q. lxxviii, a. 3; Q. lxxix, a. 2; Zigliara, 26, 27). Si se tiene este principio en la mente no hay razón para la “Crítica de la Razón Pura de Kant”. Por otra parte esas facultades no son como la cera o las placas sensibles usadas por los fotógrafos, en el sentido de que son inertes y reciben impresiones inconscientemente. La voluntad controla el ejercicio de las facultades y el proceso de adquisición de conocimiento es un proceso vital : la causa que mueve está siempre dentro el agente vivo.

• De admite el axioma peripatético: "Mil EST in intellectu quod non prius in sensu" (Nada hay en el intelecto que antes no estuviera en los sentidos). Pero Santo Tomás lo modifica diciendo, primero, que una vez que los objetos sensibles han sido percibidos, el intelecto asciende al conocimiento de cosas más elevadas, hasta Dios, y , en segundo lugar, que el alma conoce su propia existencia por si misma ( i.e., por su propio acto) aunque conozca su propia naturaleza solo por reflexión sobre sus actos. El conocimiento comienza por la percepción sensible peo el alcance del intelecto está más allá del de los sentidos. En el alma, en cuando comienza a actuar se hallan los primeros principios (prima principia) de todo conocimiento, no en forma de una iluminación efectiva sino en la forma de una inclinación sujetiva a admitirlos por su evidencia. En cuanto son propuestos vemos que son verdaderos; no hay más razón para dudar de ellos que hay para negar la existencia del sol cunado lo vemos brillando (ver Zigliara, op. cit., pp. 32-42).

• El objeto primario del intelecto es lo universal, que es preparado y presentando al intelecto pasivo (intellectus possibilis) por el intelecto activo (intellectus agens) que ilumina los “fantásmata”, o imágenes mentales, recibidas a través de los sentidos y los por los sentidos los desnuda de todas sus condiciones individuales. Esto es la abstracción de la idea universal de los “fantásmata”, pero el término no debe ser tomado en un sentido materialístico. La Abstracción no es la transferencia de algo de un lado a otro, la iluminación hace que toas las condiciones individuales y materiales desaparezcan, y solo entonces brilla solo el universal y es percibido pro la acción vital del intelecto (Q. lxxxiv, a. 4; Q. lxxxv, a. 1, ad lum, 3um, 4um). Al proceso todo es tan vital y tan elevado sobre las condiciones materiales y modos de acción , que la naturaleza de los actos y de los objetos aprehendidos prueba que el alma es inmaterial y espiritual.

• El alma por su propia naturaleza es inmortal. No solo es verdad que Dios no aniquilará el alma, sino que pro su propias naturaleza continuará siempre existiendo, pues no hay en ella principio de desintegración (Zigliara, p. 9). De ahí que la razón humana puede probar la incorruptibilidad ( i.e. inmortalidad) del alma.

• La existencia de Dios no es conocida por ninguna idea innata, no puede ser probada por argumentos a priori o a simultáneo; pero puede ser demostrado por argumentos a posteriori. Santo Tomás o los tomistas nunca enseñaron el ontologismo (ver Lepidi, "Exam. phil. theol. de ontologismo", Lovaina, 1874, c. 19; Zigliara, Theses I, VIII).

• No hay actos humanos (es decir, deliberados)indiferentes in individuo.

(2) En Teología.


• Fe y ciencia i.e. conocimiento por demostración no pueden coexistir con respecto al mismo objeto (Zigliara, O, 32, VII); y lo mismo es verdad del conocimiento y la opinión.

• La esencia metafísica de Dios consiste, según algunos tomistas, en intelligere actualissimum, i.e. totalidad de la pura intelección y según otros en la perfección de la aseitas, i.e. existencia independiente (Zigliara, Th. VIII, IX).

• La felicidad del cielo, formalmente y en último análisis, consiste en la visión, no la fruición de Dios.

• Los atributos divinos se distinguen de la naturaleza divina y unos de otros por distinción virtual i.e., por una distinctio rationis cum fundamento a parte rei. La distinctio actualis formalis de Escoto es rechazado.

• Al intentar explicar el misterio de la Trinidad – hasta donde el hombre puede concebirlo – las relaciones deben ser consideradas como perfectiones simpliciter simplices, i.e. excluyentes de toda imperfección. El Espíritu Santo no sería diferente del Hijo si El no procediera del Hijo así como del Padre .

• Los ángeles, siendo espíritus puros, no están, hablando con propiedad, en ningún lugar. Se dice que están en un lugar o lugares donde ejercen su actividad (Summa, I, Q. lii, a. 1). Estrictamente n hay tal cosa como un ángel pasando de lugar a lugar, pero si el ángel quiere ejercer su actividad primero en Japón y después en América, lo puede hacer así en dos instantes ( de tiempo angélico) sin necesidad de pasar por el espacio intermedio. (Q. liii). Santo Tomás no discute la cuestión ¿Cuántos ángeles pueden danzar en la punta de una aguja? Nos recuerda que no debemos pensar de los ángeles como si fueran corpóreos y que para un ángel no hay diferencia si la esfera de su actividad es la punta de un aguja o un continente (Q. lii, a. 2). No se puede decir que muchos ángeles estén en el mismo lugar al mismo tiempo, porque eso querría decir que mientras un ángel está produciendo un efecto, otros podrían producir el mismo efecto al mismo tiempo. No puede haber sino un ángel en el mismo lugar al mismo tiempo (Q. lii, a. 3). El conocimiento de los ángeles viene a través de las ideas (species) infundidas por Dios (QQ. lv, a.2, lvii, a.2, lviii, a.7). Ellos no conocen por naturaleza futuros contingentes, los secretos de las almas o los misterios de la gracia (Q. lvii, aa. 3, 45). Los ángeles eligen el bien o el mal instantáneamente y con conocimiento completo, de ahí que su juicio sea final e irrevocable (Q. lxiv, a. 2).

• El hombre fue creado en estado de gracia santificante. La gracia no le era debida por naturaleza, pero Dios se la concedió desde el principio (I, Q. xcv, a. 1). La perfección del hombre era tan grande en el estado original de justicia y tan perfecta la sujeción de sus facultades inferiores a las superiores, que el primer pecado no pudo ser venial (I-II, Q. lxxxix, a. 3).

• Es más probable que la Encarnación no hubiera tendido lugar si el hombre no hubiera pecado. (III, Q. i, a. 3). En Cristo se daban tres clases de conocimiento: la scientia beata, i.e. el conocimiento de las cosas en la esencia Divina; la scientia infusa, i.e. el conocimiento de las cosas a través de ideas infusas (species), y la scientia acquisita, i.e. el conocimiento adquirido o experimental, que no era otra cosa que la experiencia actual de las cosas que ya sabía. Sobre este último punto Sto. Tomás en la "Summa" (Q. ix, a. 4), se retracta explícitamente de una opinión que había tenido (III Sent., d. 14, Q. iii, a. 3).

• Todos los sacramentos de la Nueva Ley, incluyendo la confirmación y la extremaunción fueron instituidos inmediatamente por Cristo. La circuncisión era un sacramento de la Antigua Ley y confería gracia que quitaba la mancha del pecado origina. Los niños judíos y otros creyentes no pueden ser bautizados sin el consentimiento de sus padres (III, Q. lxviii, a. 10; 11-Il, Q. x, a. 12; Denzinger-Bannwart, n. 1481). La contrición, confesión y satisfacción son la material próxima (materia próxima) del sacramento de la penitencia. Los tomistas mantienen, contra los escotistas, que cuando ocurre la transubstanciación en la misa, el cuerpo de Cristo no se hace presente per modum adduclionis, i.e. no es traído al altar, peor no están de acuerdo en la elección del término utilizado para expresar esta acción (cf. Billuart, "De Euchar.", Diss. i, a. 7). El cardenal Billot mantiene que ("Dc cccl. sacr.", Rome, 1900, Th. XI, "Dc euchar.", p. 379) la mejor y única posible explicación es la dada por Sto. Tomás; Cristo se hace presente por transubstanciación, i.e. por la conversión de la sustancia del pan en la sustancia de Su cuerpo (III, Q. Lib., a. 4; Sent., d. XI, Q. i, a. 1, q. 1). Después de la consagración los accidentes (accidenta) del pan y del vino son preservados por el Dios todopoderoso sin sujeto (Q. lobby, a. 1). En esta cuestión los doctores de París pidieron ilustración al Aquinate (ver Valgan, "Libe ana Labours of St. Thomas", Londres, 1872, II, p. 544). Los primeros tomistas, siguiendo a Sto. Tomás (Suppl., Q. xxxvii, a. 2), enseñaron que el subdiaconado y las cuatro ordenes menores eran sacramentos parciales. Algunos tomistas posteriores -- e.g., Billot (op. cit., p. 282) y Tanquerey (De ordine, n. 16) – defienden esta opinión como más probable y más en conformidad con las definiciones de los concilios. Los Tomistas en general mantenían que la entrega del cáliz con vino y de la patena con pan era una parte esencial de la ordenación al sacerdocio. Otros, sin embargo, enseñaron que la imposición de manos era, al menos, necesaria. Sobre el divorcio bajo la ley mosaica los discípulos de Sto. Tomás, cómo él mismo (Suppl., Q. lxvii, a. 3), había diferentes opiniones: unos pensaban que se concedía una dispensa, otros enseñaban que era meramente tolerado para evitar males mayores.


II. LA ESCUELA TOMISTA

Las doctrinas que distinguen a esta escuela, compuesta principalmente pro dominicos, son las siguientes:


A. En Filosofía.

La unidad de la forma sustancial en seres compuestos, aplicada al hombre, requiere que el alma sea la forma sustancial del hombre, hasta excluir la forma corporeitatis, admitida pro Enrique de Gante, Escoto y otros, (cf. Zigliara, P. 13; Denzinger-Bannwart, en nota a n. 1655). essentia y la subsistentia; entre la relación real y su fundamento; entre el alma y sus facultades. No puede haber medio entre una distinctio realis y una distinctio rationis, o distinción conceptual; de ahí que la disputa de distinctio formalis a parte rei de Escoto no puede ser admitida

Respecto a las doctrinas tomísticas sobre al voluntad libre , El conocimiento de Dios etc. , ver abajo.


B. En Teología.

En la visión beatífica de la esencia de Dios se da no solo la species impresa, sino también la species expresa. Todas las virtudes morales, adquiridas e infusas, en su estado perfecto están interconectadas

Según Billuart (De pecc., diss. vii, a. 6), ha sido una cuestión controvertida entre los tomistas si la malicia de un pecado mortal es absolutamente infinita. Al elelgir un camino medio entre Rigorismo y Laxismo, la escuela tomista ha sido “antiprobabilística” y generalmente ha adoptado el “probabiliorismo”. Algunos defienden el “equiporobabilismo” o “probabilismo” cum compensatione. Medina y S. Antonino son “probabilistas”.

Los teólogos tomistas, en general, aunque defienden la infalibilidad pontificia, niegan que el papa pueda disolver un matrimonium ratum o que pueda dispensar de un voto solemne hecho a Dios, Cuando se replicaba que algunos papas habían concedido esos favores, citaban otros papas que decían que no podían concederlos (cf. Billuart, "De matrim.", Diss. v, a. 2), y decían con Domingo de Soto"Factum pontificium non facit articulum fidei" (La acción del papa no constituye un articulo de fe, en 4 dist., 27, Q. i, a. 4). Los Tomistas de hoy son de otra mentalidad debido a la práctica de la Iglesia.

La Unión hipostática, sin una gracia adicional, hizo a Cristo impecable. El verbo se unió hipostáticamente la sangre de Cristo y permaneció unido a ella, también en el intervalo entre su muerte y su resurrección (Denzinger-Bannwart, n. 718). Durante ese intervalo el cuerpo de Cristo tuvo una forma transitoria llamada forma cadavérica (Zigliara, P. 16, 17, IV).

Los sacramentos de la Nueva Ley producen la gracia no solo como causas instrumentales sino con una causalidad moral que debiera ser llamada instrumental y física.

En la contrición que requiere el sacramento de la penitencia debiera haber, al menos, un comienzo de amor a Dios; la tristeza por el pecado que surge solamente del miedo al infierno de será suficiente. Muchos teólogos de la escuela tomista, especialmente antes del Concilio de Trento, se oponían a la doctrina de la inmaculada concepción de María, diciendo que en eso seguían a Santo Tomás. Pero esto no ha sido la doctrina de toda la escuela o de la orden dominicana en cuanto tal. El P Rouard de Card en su libro "L'ordre des freres precheurs et l'Immaculée Conception "(Brussels, 1864), llamó la atención al hecho de que diez mil profesores de la orden defendían el gran privilegio de María. En el Concilio de Trento, 25 obispos dominicos firmaron una petición para que se definiera ese dogma. Miles de dominicos, al tomar el grado en la universidad de París, se comprometían a defender la Inmaculada Concepción.

La escuela tomista se distingue de otras escuelas de teología principalmente por sus doctrinas sobra la difícil relación de la acción de Dios, la acción de la voluntad libre, el conocimiento divina, la gracia y la predestinación. En los artículos sobre estos temas se hallará la exposición de las diferentes teorías de las distintas escuelas, en su esfuerzo para explicar estos misterios, pero eso es lo que son en realidad. Respecto al valor de estas teorías has y que tener en cuenta los siguientes puntos:

• Ninguna teoría se ha propuesto aún que solucione todas las dudas. Sobres estos difíciles asuntos, los que a veces son llamado Molinistas -- sobre todo Bellarmino, Francisco Suárez, Francisco de Lugo, y después el cardenal Billot ("De deo uno et trino", Roma, 1902, Th. XXXII) – están de acuerdo con los tomistas en defender la predestinación ante praevisa merita. Bossuet, tras un largo estudio de la cuestión de la premoción física, adoptó la opinión tomista. ("Du libre arbitre", c. viii).

• Los tomistas no dicen que son capaces de explicar, excepto por una referencia general a la omnipotencia de Dios, cómo permanece el hombre libre bajo la acción de Dios, que ellos consideran necesaria para preservar y explicar la universalidad de la causalidad divina y la independiente certeza de Su conocimiento previo. Nadie puede explicar, excepto por referencia al poder infinito de Dios, cómo fue creado el mundo de la nada, pero en esto no negamos la creación, porque sabemos que debe ser admitida. De igual manera, la principal pregunta que se debe hacer a los tomistas en esta controversia no debería ser ¿cómo explicáis la libertad del hombre?, sino “¿Cuáles son las razones para reclamar tanto de la acción de Dios? Si las razones que dan son insuficientes, entonces desaparece una gran dificultad, pero aun queda por solucionar el problema del conocimiento previo de Dios de los actos libres humanos. Si sin válidas, entonces debemos aceptarlas con sus necesarias consecuencias y humildemente confesar nuestra incapacidad para explicar totalmente cómo la sabiduría “laga de FOIN a fin y ordena todas las cosas suavemente” (Sabiduría 8:1).

• Y lo más importante de todo, debe entenderse claramente y recordarse que el sistema tomista sobre la predistinción ni salva a pocas almas ni envía a la perdición a más almas que ningún otro sistema de teología católico. Respecto al número de los elegidos no hay unanimidad: esto no es lo que se disputa entre Molinistas y Tomistas. La discusión, frecuentemente animada con un tono innecesariamente duro, era: ¿Cómo sucede que aunque Dios sinceramente desea las salvación de todos los hombres, algunos se salvarán , y deben dar gracias a Dios por los méritos que hayan podido acumular, mientras que otros se perderán y sabrán que ellos mismos y no Dios han de ser culpados por ello?. ---Los hechos, en este caso son admitidos por todos los teólogos católicos. Los Tomistas, apelando a la autoridad de S. Agustín y de Sto. Tomás defienden un sistema que sigue los hechos admitidos en sus conclusiones lógicas. Los elegidos se salvan por la gracia de Dios, que opera en su voluntad eficaz e infaliblemente sin detrimento de su libertad; y puesto que Dios desea sinceramente la salvación de todos los hombres El está preparado para conceder la misma gracia a otros, si ellos no se vuelven indignos por un acto libre. La facultad de poner obstáculos a la gracia divina es la infeliz facultad de pecar y la existencia del mal moral en el mundo es un problema que se debe resolver entre todos, no solo por los tomistas. Las dificultades fundamentales en esta misteriosa cuestión son la existencia del mal y la no-salvación de algunos, sean pocos o muchos, bajo el gobierno de un Dios omnipotente y misericordioso y los que suponen que estas dificultades existen solo para los tomistas pierden el punto crucial de la controversia. Se sabe que la verdad está en algún punto entre el Calvinismo y el Jansenismo por una parte y entre el Semipelagianismo por la otra. Los esfuerzos de los teólogos y las varias explicaciones ofrecidas por los agustinianos, tomistas, molinistas y congruistas muestra qué difíciles de solucionas son estas cuestiones. Quizá nunca lleguemos a saber, en este mundo, cómo provee el Dios justo y misericordioso para los elegidos y al mismo tiempo ama a todos los hombres. La conocida Congregatio de Auxiliis nunca puso fina las controversias y la cuestión aún no está cerrada.


III. NEO-TOMISMO Y EL RENACIMIENTO DE LA ESCOLASTICA

Cuando el mundo comenzó a disfrutar de un período de paz y descanso en la primera parte del siglo diecinueve, después de las alteraciones de la Revolución Francesa y las guerras napoleónicas, se puso más atención a los estudios eclesiástico y revivió la escolástica. Este movimiento causó también un renacimiento del tomismo, porque el gran modelo propuesto por León XIII en la encíclica "Aeterni Patris" (4 agosto., 1879) fue Santo Tomás de Aquino. La doctrina tomista había recibido el apoyo de las más antiguas universidades, entre las que la encíclica cita a París, Salamanca, Alcalá, Douai, Toulouse, Lovaina, Padua, Bolonia, Nápoles y Coimbra como “centros de la sabiduría humana donde Tomás había reinado sobre todos, y las mentes de todos, maestros y discípulos, permanecían en maravillosa armonía bajo el escudo y autoridad del “Doctor Angélico”. En las universidades establecidas por los dominicos en Lima (1551) y Manila (1645) Santo Tomás fue siempre la principal influencia. Lo mismo es verdad de la Escuela Minerva de Roma (1225) que tenia el nivel universitario desde 1580 y es ahora el colegio Angelicum internacional.

Como resultado de la encíclica se dio un nuevo ímpetu a los estudios de la obra de Sto. Tomás, sobre todo en Roma y Lovaina, Friburgo (Suiza) y Washington. En Lovaina la cátedra de filosofía tomista, establecida en 1880, se convirtió en 1889-90 en el "Institut supérieur de philosophie" o "Ecole St. Thomas d'Aquin," donde el profesor Mercier, cardenal arzobispo de Mechlin, dirigió con habilidad el nuevo movimiento tomístico (ver De Wulf, "Scholasticism Old and New", tr. Coffey, New York, 1907, append., p. 261; "Irish Ecel. Record", Jan. 1906).

El departamento teológico de la Universidad de Friburgo, Suiza, establecido en 1889, se confió a los dominicos. Los profesores de esa universidad han contribuido grandemente al nuevo conocimiento y apreciación e Santo Tomás con la revista "Revue thomiste". En esta misma línea estaban la Universidad Católica de América en Washington , la Escuela de Ciencias Sagradas. En Canadá los centros del tomismo eran Universidad de Ottawa y la Universidad Laval. Respecto a la estima de Santo Tomás a principios del siglo XX ver el excelente libro de Perrier "Revivan of Scholastic Philosophy in the Nineteenth Century" (New York, 1909).


IV. TOMISTAS EMINENTES

Después de mediados del siglo catorce, la gran mayoría de los escritores de filosofía y teología escribía o comentarios sobre la obra del Aquinate o basaban sus enseñanzas en sus escrito, por lo que es imposible dar aquí un alista completa de los tomistas. Solo se mencionan los más importantes. Si no se dice otra cosa, la mayor parte son dominicos. Los que llevan un (*) se dedicaban al tomismo en general pero no pertenecían a la Escuela Tomística. Se pueden encontrar listas más completas en los libros que se citan. Al final de artículo.


Siglo trece.

Tomas de Cantimpré (1270); Hugo de St. Cher (1263); Vincente de Bauvais (1264); S. Raimundo de Peñafort (1275); Pedro de Tarentaise (Papa Inocencio V -- 1276); Gil de Lassines (1278); Reinaldo de Piperno (1279); Guillermo de Moerbeka (1286); Raimundo Marti (1286); Bernardo de Trilia (1292); Bernardo de Hotun, obispo de Dublin (1298); Teodorioc de Apoldia (1299); Tomás Sutton (1300).

Siglo catorce.

Pedro de Auvernia (1301); Nicolás Boccasini, Benedicto XI (1304); Godfredo de Fontaines (1304); Walter of Winterburn (1305); Egidio Romanus, O.S.A (1243-1316); Guillermo de París (1314); Gerardo de Bolonia; los cuatro biógrafos Pedro Calo (1310); Guillermo de Tocco (1324); Bartolomé de Lucca (1327); Bernardo Guidonis* (1331); Dante (1321); Natalis Hervieus (1323); Pedro de Palude (Paludanusi -- 1342); Tomás Bradwardin, arzobispo de Canterbury (1349); Robert Holkott (1349); Juan Tauler (1361); Beato. Enrique Suso (1365); Tomás of Strasburgo, O.S.A. (1357); Jacobo Passavante (1357); Nicolás Roselli (1362); Durando de Aurillac (1382), a veces llamado Durandulus, porque escribió contra Durando de S. Porciano*, un tomista que se volvió independiente y después atacó muchas de las doctrinas del Aquinate; Juan Bromyard (1390); Nicolás Eymeric (1399).

Siglo quince.

Manuel Calecas (1410); S. Vincente Ferrer (1415); Beato Juan Dominici (1419); Juan Gerson*, canciller de la Universidad de París (1429); Luis of Valladolid (1436); Raimundo Abunde (1437); Juan Nieder (1437); Capreolus (1444), llamado el "Príncipe de los tomistas"; Juan de Montenegro (1445); Fray Angélico (1455); S. Antonino (1459); Nicolás of Cusa*, of the Hermanos de la Vida Común (1464); Juan de Torquemada (de Turrecremata, 1468); Bessarion, Basilian (1472); Alano de Rupe (1475); Juan Faber (1477); Pedro Niger (1471); Pedro de Bérgamo (1482); Jerónimo Savonarola (1498).

Siglo dieciséis.

Félix Faber (1502); Vincent Bandelli (1506); Juan Tetzel (1519); Diego de Deza (1523); Silvestre Mazzolini (1523); Francesco Silvestro di Ferrara (1528); Tomas de Vio Cayetano (1534) (en la edición leonina de de las obras de Santo Tomás hay comentarios de estos dos); Conrad Koellin (1536); Crisóstomo Javelli (1538); Santes Pagnino (1541); Francisco de Vitoria (1546); Franc. Romseus (1552); Ambroso Catherinus* (Lancelot Politi, 1553); S. Ignacio de Loyola (1556) tenía además devoción a Sto. Thomas; Mateo Ory (1557); Domingo Soto (1560); Melchor Cano (1560); Ambrosio Pelargus (1561); Pedro Soto (1563); Sixto of Siena (1569); Juan Faber (1570); S. Pio V (1572); Bartolomé Medina (1581); Vincent Justiniani (1582); Maldonatus* (Juan Maldonado, 1583); S. Carlos Borromeo* (1584); Salmerón* (1585); Ven. Luis de Granada (1588); Bartolomé de Braga (1590); Toletus* (1596); Pedro Canisio* (1597); Thomas Stapleton*, Doctor de Lovaina (1598); Fonseca (1599); Molina* (1600).

Siglo diecisiete.

Valencia* (1603); Domingo Baflez (1604); Vázquez* (1604); Bart. Ledesma (1604); Sánchez* (1610); Baronio * (1607); Capponi a Porrecta (1614); Aur. Menochio * (1615); Pedro Ledesma (1616); Francisco Suárez* (1617); Du Perron, cardenal, a convertido del Calvinismo,(1618); Belarmino* (1621); S. Francisco de Sales* (1622); Jerónimo Medices (1622); Lessius* (1623); Becanus* (1624); Malvenda (1628); Tomás de Lemos (1629); Álvarez; Lamían* (1635); Joan. Wiggers*, doctor de Lovaina (1639); Gravina (1643); Juan de Santo Tomás (1644); Serra (1647); Ripalda*, S.J. (1648); Sylvius (Du Bois), doctor of Douai (1649); Petavius* (1652); Goar (1625); S. Menochio, S.J.* (1655); Francisco Pignatelli* (1656); De Lugo* (1660); Bollandus* (1665); Jammy (1665); Vallgornera (1665); Labbe* (1667); Pallavicini* (1667); Busenbaum* (1668); Nicolni* (1673); (1674); Jac. Pignatelli* (1675); Passerini* (1677); Gonet (1681); Bancel (1685); Tomassino* (1695); Goudin (1695); Sfrondati* (1696); Quetif (1698); Rocaberti (1699); Casanate (1700). A este período pertenecen los Carmelitas Salmanticenses, autores del "Cursus theologicus" (1631-72).

Siglo dieciocho

Guerinois (1703); Bossuet, obispo of Meaux; Norisins, O.S.A. (1704); Diana (1705); Tirso González* (1705); Massoulié (1706); Du Hamel* (1706); Wigandt (1708); Piny (1709); Lacroix* (1714); Carrières* (1717); Natalis Alexander (1724); Echard (1724); Tourney*, doctor de la Sorbona (1729); Livarius de Meyer* (1730); Benedict XIII* (1730); Graveson (1733); Th. du Jardin (1733); Jacinta Serry (1738); Duplessis d'Argentré* (1740); Gotti (1742); Drouin* (1742); Antoine* (1743); Lallemant* (1748); Milante* (1749); Preingue (1752); Concina (1759); Billuart (1757); Benedict XIV* (1758); Cuiliati (1759); Orsi (1761); Charlevoix* (1761); Reuter* (1762); Baumgartner* (1764); Berti* (1766); Patuzzi (1769); De Rubeis (1775); Touron (1775); Thomas de Burgo (1776); Gener* (1781); Roselli (1783); St. Aiphonsus Liguori (1787); Mamachi (1792); Richard (1794).


Siglo diecinueve.


En este siglo hay pocos nombres que comentar fuera de los que estaban relacionados con el renacimiento tomístico o como pioneros, promotores o escolásticos del período neoescolástico.

(N.del T.): La Enciclopedia Católica se imprimió a principios del siglo XX razón por la que no trae listas del siglo XX. Por añadir unos pocos nombres que deberán se completados: Garrigou-Lagrange, Agustín Gemelli, J, Geyser, J. Marechal, D.Mercier, Millán Puelles, A.Przywara, M.F Schiacca, Sertillanges, Wolf y sobre todo Maritain.


D.J. Kennedy.


Transcrito por Kevin Cawley.


Traducido por Pedro Royo