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Jueves, 21 de noviembre de 2024

Diferencia entre revisiones de «Pregón Pascual»

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'''EXULTET'''
 
'''EXULTET'''
  

Revisión de 03:01 27 mar 2016

1c8ed1b9dc2840f126a2437d9fc00153.jpg
Grabado de Schelte Adamsz Bolswert
Archivo:Ejemplo.jpg
«En ese rostro podemos reconocer la pasión de una forma estremecedora. Y vemos, además, una gran dignidad interna. Ese rostro desprende sosiego y resignación, paz y bondad. En este sentido nos ayuda de verdad a imaginarnos a Cristo» Jospeh Ratzinger
Reconstrucción artística del Rostro de Cristo muerto, sepultado y resucitado
Fotografía de Vazgen Alekyan
Fotografías de Vazgen Alekyan
Fotografías de Vazgen Alekyan
Fotografías de Vazgen Alekyan
Fotografía de Vazgen Alekyan
Piedra de la Unción. Fotografía de Vazgen Alekyan

EXULTET

El texto del himno

Alégrense por fin los coros de los ángeles,
Alégrense las jerarquías del cielo,
y por la victoria de rey tan poderoso
que las trompetas anuncien la salvación.
Goce también la tierra, inundada de tanta claridad,
y que, radiante con el fulgor del rey eterno,
se sienta libre de la tiniebla,
que cubría el orbe entero.
Alégrese también nuestra madre la Iglesia,
revestida de luz tan brillante;
resuene este templo
con las aclamaciones del pueblo.
Por eso, queridos hermanos,
que asistís a la admirable claridad de esta luz santa,
invocad conmigo la misericordia de Dios omnipotente,
para que aquel que, sin mérito mío,
me agregó al número de los diáconos:,
completen mi alabanza a este cirio,
infundiendo el resplandor de su luz.
El Señor esté con ustedes.
Y con tu espíritu.
Levantemos el corazón.
Lo tenemos levantado hacia el Señor.
Demos gracias al Señor, nuestro Dios.
Es justo y necesario.
En verdad es justo y necesario
aclamar con nuestras voces
y con todo el afecto del corazón
a Dios invisible, el Padre todopoderoso,
y a su único Hijo, nuestro Señor Jesucristo.
Porque él ha pagado por nosotros al eterno Padre
la deuda de Adán
y, ha borrado con su sangre inmaculada,
la condena del antiguo pecado.
Porque éstas son las fiestas de Pascua
en las que se inmola el verdadero Cordero,
cuya sangre consagra las puertas de los fieles.
Esta es la noche en que sacaste de Egipto,
a los israelitas, nuestros padres,
y los hiciste pasar a pie el Mar Rojo.
Esta es la noche en que la columna de fuego
esclareció las tinieblas del pecado.
Esta es la noche
que a todos los que creen en Cristo, por toda la tierra
los arranca de los vicios del mundo
y de la oscuridad del pecado,
los restituye a la gracia
y los agrega a los santos.
Esta es la noche en que,
rotas las cadenas de la muerte,
Cristo asciende victorioso del abismo.
¿De qué nos serviría haber nacido
si no hubiéramos sido rescatados?
¡Qué asombroso beneficio de tu amor por nosotros!
¡Qué incomparable ternura y caridad!
Para rescatar al esclavo, entregaste al Hijo!
Necesario fue el pecado de Adán,
que ha sido borrado por la muerte de Cristo.
¡Feliz la culpa que mereció tal Redentor!
¡Qué noche tan dichosa!
Sólo ella conoció el momento
en que Cristo resucitó del abismo.
Esta es la noche de que estaba escrito:
«Será la noche clara como el día,
la noche iluminada por mi gozo.»
Y así, esta noche santa
ahuyenta los pecados,
lava las culpas,
devuelve la inocencia a los caídos,
la alegría a los tristes,
expulsa el odio,
trae la concordia,
doblega a los potentes.
En esta noche de gracia,
acepta, Padre Santo,
el sacrificio vespertino de esta llama,
que la santa Iglesia te ofrece
en la solemne ofrenda de este cirio,
obra de las abejas.
Sabemos ya lo que anuncia esta columna de fuego,
ardiendo en llama viva para gloria de Dios.
Y aunque distribuye su luz,
no mengua al repartirla,
porque se alimenta de cera fundida,
que elaboró la abeja fecunda
para hacer esta lámpara preciosa.
¡Qué noche tan dichosa
en que se une el cielo con la tierra,
lo humano con lo divino!
Te rogamos, Señor, que este cirio,
consagrado a tu nombre,
para destruir la oscuridad de esta noche,
arda sin apagarse
y, aceptado como perfume,
se asocie a las lumbreras del cielo.
Que el lucero matinal lo encuentre ardiendo,
ese lucero que no conoce ocaso
Jesucristo, tu Hijo,
que, volviendo del abismo,
brilla sereno para el linaje humano,
y vive y reina por los siglos de los siglos.
Amén.

Su historia

El himno en alabanza del cirio pascual cantado por el diácono, en la liturgia del Sábado Santo. En el misal el título del himno es Praeconium, según se desprende de la fórmula utilizada en la bendición del diácono: ut digne competenter et suum annunties Paschale praeconium. Fuera de Roma, el uso del cirio pascual parece haber sido muy antiguo en Italia, Galia, España, y tal vez, a partir de la referencia por San Agustín (De civ. Dei, XV, XXII), en África. El "Liber Pontificalis" atribuye su introducción en la Iglesia Romana local al Papa San Zósimo.

La fórmula utilizada para el Praeconium no siempre fue el "Exultet", aunque tal vez sea cierto que esta fórmula ha sobrevivido, donde otras fórmulas contemporáneas han desaparecido. Por ejemplo, en el "Liber Ordinum" la fórmula es de la naturaleza de una bendición, y el Sacramentario Gelasiano tiene la oración "Deus Conditor mundi", que no se encuentran en otros lugares, pero que contiene la notable "alabanza de la abeja" ---posiblemente un recuerdo virgiliano--- que se encuentra con más o menos modificación en todos los textos del Praeconium hasta el día de hoy. La regularidad del cursus métrico del "Exultet" nos llevaría a colocar la fecha de su composición quizás tan temprano como el siglo V, y a más tardar el VII. El primer manuscrito en el que aparece son los de los tres sacramentarios galicanos: el Misal de Bobio (siglo VII), el misal gótico y el misal galicano vetus (ambos del siglo VIII). Los primeros manuscritos del Sacramentario Gregoriano (Vat. Reg. 337) no contienen el "Exultet", pero se añadió en el suplemento sobre a lo que ha sido vagamente llamado Sacramentario de Adrián, y, probablemente, elaborado bajo la dirección de Alcuino.

En su forma actual en la liturgia, puede ser comparado con otras dos formas, la bendición de las palmas, y la bendición de la fuente bautismal. El orden es, en pocas palabras:

  • (1) Una invitación a los presentes a unirse con el diácono en la invocación de la bendición de Dios, que las alabanzas de la vela puedan ser celebradas dignamente. Esta invitación, que falta en las dos bendiciones antedichas, se puede comparar a un "Orate Fratres" ampliado, y su antigüedad está atestiguada por su presencia en la forma ambrosiana, que de otro modo se diferencia de la romana. Esta sección se cierra con el "Per omnia saecula saeculorum", que conduce a…

(2) "Dominus Vobiscum", etc, "Sursum corda", etc, "Gratias agamus", etc. Esta sección sirve de introducción al cuerpo del "Praeconium", puesto en la forma eucarística para enfatizar en su solemnidad.

(3) El "Praeconium" propiamente dicho, que es de la naturaleza de un prefacio, o, como se le llama en el Missale Gallicanum Vetus, una contestatio. En primer lugar, hay un paralelo entre la Pascua judía del Antiguo Testamento y la Pascua del Nuevo Testamento, siendo aquí la vela como un tipo de la columna de fuego. Y aquí el lenguaje de la liturgia se eleva a alturas para las que es difícil encontrar un paralelo en la literatura cristiana. Somos sacados de la fría declaración dogmática al calor del más profundo misticismo, a la región donde, a la luz del paraíso, incluso el pecado de Adán puede ser considerado como "realmente necesario" y "feliz culpa". En segundo lugar, la propia vela se ofrece como sacrificio de holocausto, un tipo de Cristo, marcado por los granos de incienso como con las cinco llagas gloriosas de su Pasión. Y, por último, el "Praeconium" termina con una intercesión general por los presentes, por el clero, por el Papa, y por los gobernantes cristianos. Para estos últimos el texto tal y como está ahora no puede ser utilizado. En esta fórmula se podría rezar por la cabeza del Sacro Imperio Romano por sí sola, y la renuncia (1804) de las prerrogativas de tan augusta posición, por el emperador Francisco II de Austria, que dejó dicha posición vacante hasta el día de hoy.

Queda por señalar tres accesorios del "Exultet": el ceremonial realizado durante su actuación; la música con la que ha sido cantado, y los llamados “rollos del Exultet” en los que fue escrito a veces. El diácono se viste con una dalmática blanca, el resto de los ministros sagrados se visten de púrpura. La colocación de los cinco granos de incienso con las palabras incensi hujus sacrificium probablemente ha surgido a partir de una concepción errónea del significado del texto. El encendido del cirio es seguido por la iluminación de todas las lámparas y velas de la iglesia, apagadas desde el cierre de maitines. El canto es usualmente una forma elaborada del muy conocido recitado del prefacio. En algunos usos se introdujo una “bravura” larga sobre la palabra accendit, para llenar la pausa, que de otro modo ocurriría durante el encendido de la vela. Un análisis detallado de los cantos, que se encuentra en manuscritos antiguos, ha sido publicado en "Paléographie Musicale", IV, VIII, 171. Dom Latil ha publicado el texto, y parte del canto muy adornado, de un "Exultet" en Salerno. El texto es casi idéntico a uno publicado previamente por Duchesne a partir de un rollo en Bari. En Italia, el "Praeconium" fue cantado de largas tiras de pergamino, que se desenrollaban poco a poco según el diácono procedía. Estos “rollos de Exultet” estaban decorados con ilustraciones y con retratos de soberanos contemporáneos reinantes, cuyos nombres eran mencionados en el curso del "Praeconium". El uso de estos rollos, por lo que se conoce en la actualidad, se limitó a Italia. Los mejores ejemplos datan de los siglos X y XI.


Fuente: Walker, Charlton. "Exultet." The Catholic Encyclopedia. Vol. 5. New York: Robert Appleton Company, 1909. <http://www.newadvent.org/cathen/05730b.htm>.

Traducido por Luz María Hernández Medina. rc