Herramientas personales
En la EC encontrarás artículos autorizados
sobre la fe católica
Martes, 19 de marzo de 2024

Pitágoras y Pitagorismo

De Enciclopedia Católica

Saltar a: navegación, buscar

Pitágoras y Pitagorismo: Pitágoras, el filósofo griego y matemático fundador de la escuela pitagórica, floreció alrededor de 530 a.C. Se conoce muy poco sobre su vida y su personalidad. Existe una abundancia de material biográfico que data de los primeros siglos de la era cristiana, de la época del neopitagorismo, pero, cuando nos remontamos a los siglos más cercanos a la época de Pitágoras, nuestro material se vuelve muy escaso. Parece seguro que Pitágoras nació en Samos alrededor del año 550 o 560 a.C., que viajó a Magna Græcia en el sur de Italia alrededor del año 530, que fundó allí una escuela de filosofía y que murió en Metaponto, Sicilia.

Los relatos detallados de cómo inventó la escala musical, realizó milagros, pronunció profecías e hizo muchas otras cosas maravillosas, pertenecen a la leyenda y parecen no tener ningún fundamento histórico. De manera similar, la historia de su viaje a Egipto, Asia Menor e incluso a Babilonia no está atestiguada por historiadores confiables. A la región de la fábula pertenece también la descripción de las obras eruditas que escribió y que durante mucho tiempo se mantuvieron en secreto en su escuela. Es cierto, sin embargo, que fundó una escuela o, más bien, una sociedad filosófica religiosa, para la que elaboró una regla de vida. Se dice que en esta regla hubo regulaciones que imponían el secreto, un período prolongado de silencio, el celibato y varios tipos de abstinencia.

La antigua tradición de que Pitágoras prohibía a sus discípulos comer frijoles, para la que varios escritores antiguos y medievales atribuyeron diversas razones, más o menos ingeniosas, ha sido alterada por algunos escritores recientes, que entienden que la frase "abstenerse de frijoles" (kyamon apechete) se refiere a una medida de prudencia práctica y no a un principio gastronómico. Los frijoles, en blanco y negro, eran, según esta interpretación, el medio de votación en Magna Græcia, y "abstenerse de frijoles" significaría, por lo tanto, simplemente "evitar la política", una advertencia que, sabemos, era justificada por los problemas en que estaba involucrada la escuela debido a la participación activa que tuvo durante la vida del fundador en las luchas del partido popular con el aristocrático en el sur de Italia.

La escuela recibió instrucciones de su fundador para que se dedicara al cultivo de la filosofía, las matemáticas, la música y la gimnasia, al ser el objetivo de la organización primordialmente ético. Las doctrinas teóricas enseñadas por el maestro se cumplieron tan estrictamente, que los pitagóricos eran conocidos por su frecuente citación del ipse dixit del fundador. Naturalmente, tan pronto como las leyendas comenzaron a crecer en torno al nombre de Pitágoras, se le atribuyeron muchos principios que de hecho fueron introducidos por pitagóricos posteriores, como Filolao y Arquitas de Tarento. Parece seguro que, además de prescribir las reglas que iban a regir la sociedad, Pitágoras enseñó:

  • (1) una doctrina de la transmigración de las almas que probablemente tomó prestado de los misterios báquicos y órficos, al ser todo el espíritu de la doctrina religioso y ético, destinado a mostrar, mediante sucesivas encarnaciones del alma en los cuerpos de diferentes animales, un sistema mediante el cual ciertos vicios y virtudes debían ser castigados y recompensadas después de la muerte;
  • (2) de manera general, la doctrina de que las matemáticas contienen la clave de todo conocimiento filosófico, un germen, por así decirlo, que posteriormente sus seguidores desarrollaron en una elaborada teoría de números; y
  • (3) la noción de que la virtud es una armonía, y puede ser cultivada no solo mediante la contemplación y la meditación, sino también por la práctica de la gimnasia y la música.

La posterior elaboración de estas tres doctrinas centrales en un sistema complicado es obra de los seguidores de Pitágoras. La filosofía pitagórica en su elaboración posterior está dominada por la teoría de los números. Al ser los primeros, aparentemente, en observar que los fenómenos naturales, especialmente los fenómenos del mundo astronómico, pueden expresarse en fórmulas matemáticas, los pitagóricos continuaron con el entusiasmo característico de los descubridores para sostener que los números no son solo los símbolos de la realidad, sino la sustancia misma de las cosas reales. Sostuvieron, por ejemplo, que uno es el punto, dos la línea, tres la superficie y cuatro el sólido. Consideraron que el siete era el destino que domina la vida humana, porque la infancia cesa a los siete, la madurez comienza a los catorce, el matrimonio tiene lugar en el vigésimo primer año, y setenta años es el lapso de vida que generalmente se asigna al hombre. El diez es el número perfecto, porque es la suma de uno, dos, tres y cuatro: el punto, la línea, la superficie y el sólido. Habiendo observado, naturalmente, que todos los números pueden ordenarse en columnas paralelas bajo "pares" e "impares", se vieron inducidos a intentar una disposición similar de las cualidades de las cosas. Bajo los impares colocaron la luz, lo recto, lo bueno, lo correcto, lo masculino; bajo los pares, lo oscuro, lo torcido, lo malvado, lo izquierdo, lo femenino. Afirmaban que estos opuestos se encuentran en todas partes en la naturaleza, y la unión de ellos constituye la armonía del mundo real.

El relato de los pitagóricos sobre la "armonía de las esferas" es la mejor ilustración de su método. Dijeron que hay diez cuerpos celestes, a saber, el cielo de las estrellas fijas, los cinco planetas, el sol, la luna, la tierra y la contra-tierra. La contra-tierra se agrega porque es necesario formar el número diez, el número perfecto. Es un cuerpo debajo de la tierra, que se mueve paralelo a ella y, dado que se mueve a la misma velocidad, es invisible para nosotros. Los cinco planetas, el sol, la luna y la tierra con su contra-tierra, moviéndose de oeste a este a velocidades proporcionales a la distancia de cada uno del fuego central, producen ocho tonos que dan una octava y, por lo tanto, una armonía. No somos conscientes de la armonía, ya sea porque es demasiado grande para ser perceptible por el oído humano, o porque, como el herrero que se ha acostumbrado al ruido de su martillo sobre el yunque, hemos vivido desde nuestros primeros momentos conscientes en el sonido de la música celestial y ya no podemos percibirla.

En su psicología y su ética, los pitagóricos utilizaron la idea de armonía y la noción de número como explicación de la mente y sus estados, y también de la virtud y sus diversas clases. Lo que influyó en el curso subsiguiente de especulación entre los griegos no fueron tanto estas doctrinas particulares de la escuela, sino la noción general que prevaleció entre los pitagóricos del alcance y el objetivo de la filosofía. A diferencia de los jonios, que eran científicos y relacionaban la filosofía con el conocimiento meramente, los pitagóricos tenían inclinaciones religiosas y éticas, y se esforzaron por relacionar la filosofía con la vida y con el conocimiento. El aristotelismo, que redujo la filosofía al conocimiento, nunca pudo competir, en la estimación de sus defensores, con el cristianismo, como lo hizo el neopitagorismo, al establecer la afirmación de que en las enseñanzas de su fundador tenía una "forma de vida" preferible a la enseñada por el fundador del cristianismo.


Bibliografía: IAMBLICHUS, Legendary Life of Pythagoras, in Latin (Leipzig, 1815), tr. TAYLOR (Londres, 1818); GROTE, Hist. of Greece, IV (Londres, 1885), 525 sqq.; ZELLER, Pre-Socratic Philos., tr. ALLEYNE, I (Londres, 1881), 306 ss.; UEBERWEG, Hist. of Philos., tr. MORRIS, I (Nueva York, 1892), 42 ss.; TANNERY, Pour l'hist. de la science hellène (París, 1887), 201 ss.; TURNER, Hist. of Phil. (Boston, 1903), 38 ss.

Fuente: Turner, William. "Pythagoras and Pythagoreanism." The Catholic Encyclopedia. Vol. 12, págs. 587-588. New York: Robert Appleton Company, 1911. 12 nov. 2021 <http://www.newadvent.org/cathen/12587b.htm>.

Traducido por Luz María Hernández Medina