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Jueves, 21 de noviembre de 2024

Papisa Juana

De Enciclopedia Católica

Revisión de 16:50 4 sep 2021 por Luz María Hernández Medina (Discusión | contribuciones) (Variaciones de la Fábula)

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Papisa Juana: A mediados del siglo XIII apareció por primera vez la fábula sobre una papisa, que luego llevó el nombre de Juana.

Variaciones de la Fábula

Primera Versión: Jean de Mailly

El primero que parece haber tenido conocimiento de ello fue el cronista dominico Jean de Mailly (Archiv der Gesellschaft fur altere deutsche Geschichte, XII, 17 sS., 469 ss.), de quien otro dominico, Etienne de Bourbon (m. 1261), adoptó el cuento en su obra sobre los "Siete dones del Espíritu Santo". En este relato se coloca a la supuesta papisa alrededor del año 1100, y aún no se le asigna ningún nombre. Cuenta la historia que una mujer muy talentosa, vestida de hombre, se convirtió en notaria de la Curia, luego cardenal y finalmente Papa; que un día esta persona salió a caballo y en esta ocasión dio a luz un hijo; que luego fue atada a la cola de un caballo, arrastrada por la ciudad, apedreada hasta la muerte por la turba y enterrada en el lugar donde murió; y que se colocó allí una inscripción como sigue: "Petre pater patrum papissae prodito partum". En su reinado, agrega la historia, se introdujeron las cuatro témporas, llamadas por lo tanto los "ayunos de la papisa".

Segunda Versión: Martín de Troppau

Una versión diferente aparece en la tercera recensión de la crónica de Martín de Troppau (Martino Polono) posiblemente insertada por el propio autor y no por un transcriptor posterior. A través de esta popular obra el cuento se hizo más conocido en la siguiente forma: Después de León IV (847-55), el inglés Juan de Mainz (Johannes Anglicus, natione Moguntinus) ocupó la silla papal durante dos años, siete meses y cuatro días. Se alega que era una mujer. Cuando era niña su amante la llevó a Atenas vestida de hombre y allí progresó tanto en el aprendizaje que nadie la igualaba. Llegó a Roma, donde enseñó ciencias y, por lo tanto, atrajo la atención de los eruditos. Gozó del mayor respeto por su conducta y erudición, y finalmente fue elegida Papa, pero al quedar embarazada de uno de sus asistentes de confianza, dio a luz a un niño durante una procesión desde San Pedro a Letrán, en algún lugar entre el Coliseo y San Clemente. Allí murió casi de inmediato, y se dice que fue enterrada en el mismo lugar. En sus procesiones los Papas siempre evitan este camino; muchos creen que lo hacen por aborrecimiento de esa calamidad.

Aquí aparece por primera vez el nombre de Juana como el de la supuesta papisa. Martín de Troppau había vivido en la Curia como capellán papal y penitenciario (m. 1278), por lo que su historia papal fue ampliamente leída y, a través de él el relato obtuvo una aceptación generalizada. Un manuscrito de su crónica relata de otra manera el destino de la presunta papisa: es decir, después de su alumbramiento, Juana fue inmediatamente depuesta y estuvo en penitencia durante muchos años. Se agrega que su hijo se convirtió en obispo de Ostia y la enterró allí después de su muerte.

Versiones Posteriores

Los cronistas posteriores incluso dan el nombre que llevaba de niña; algunos la llaman Inés, otros Gilberta. Aún más variaciones se encuentran en las obras de diferentes cronistas, por ejemplo, en la "Crónica Universal de Metz", escrita hacia 1250, y en ediciones posteriores del siglo XII (?) "Mirabilia Urbis Romae". Según este último, en una visión a la papisa se le dio las opciones, de la deshonra temporal o el castigo eterno; ella eligió lo primero y murió en su parto en plena calle.

Primeras Evaluaciones de la Leyenda

Aceptación Crédula

En los siglos XIV y XV ya se contaba a esta papisa como personaje histórico, de cuya existencia nadie dudaba. Ella tenía su lugar entre los bustos tallados que se encontraban en la catedral de Siena. Bajo Clemente VIII, y a petición suya, se transformó su busto en el del Papa Zacarías. El hereje Hus, en defensa de su falsa doctrina ante el Concilio de Constanza, se refirió a la papisa y nadie intentó cuestionar el hecho de su existencia. Ella no se encuentra en el "Liber Pontificalis" ni entre los retratos papales en San Pablo Extramuros en Roma.

Evaluación Crítica

Esta supuesta papisa es pura invención de la imaginación. En el siglo XV, tras el despertar de la crítica histórica, algunos eruditos como Eneas Silvio (Epist., I, 30) y Platina (Vitae Pontificum, No. 106) vieron la insostenibilidad de la historia. Desde el siglo XVI, los historiadores católicos comenzaron a negar la existencia de la papisa, por ejemplo, Onofrio Panvinio (Vitae Pontificum, Venecia, 1557), Aventino (Annales Boiorum, lib. IV), [[Venerable César Baronio |Baronio (Annales ad a. 879, n. 5) y otros.

Evaluación Protestante

Algunos protestantes también, por ejemplo, Blondel (Joanna Papissa, 1657) y Leibniz ("Flores sparsae in tumulum papissae" en "Bibliotheca Historica", Gotinga, 1758, 267 sq.), admitieron que la papisa nunca existió. Sin embargo, numerosos protestantes utilizaron la fábula para atacar al papado. Incluso en el siglo XIX, cuando todos los historiadores serios reconocían la insostenibilidad de la leyenda, unos cuantos protestantes (por ejemplo, Kist, 1843; Suden, 1831; y Andrea, 1866) intentaron, en un espíritu anti-romano, probar la existencia histórica de la papisa. Incluso Hase ("Kirchengesch.", II, 2da ed., Leipzig, 1895, 81) no pudo evitar una nota rencorosa y absolutamente no histórica sobre este tema.

Pruebas de su Carácter Mítico

Las principales pruebas del carácter totalmente mítico de la papisa son:

(1) Ninguna fuente histórica contemporánea entre las historias papales sabe nada sobre ella; además, no se hace mención de ella hasta mediados del siglo XIII. Ahora bien, es increíble que la aparición de una "papisa", si fuera un hecho histórico, no fuera notada por ninguno de los numerosos historiadores desde el siglo X al XIII.

(2) En la historia de los Papas, no hay ningún espacio donde encaje esta figura legendaria. No se la puede insertar entre León IV y Benedicto III, donde Martino Polono la coloca, porque León IV murió el 17 de julio de 855 e inmediatamente después de su muerte el clero y el pueblo de Roma eligieron a Benedicto III; pero no fue consagrado hasta el 29 de septiembre debido al establecimiento de un antipapa, en la persona del depuesto cardenal Anastasio. Existen monedas que llevan tanto la imagen de Benedicto III como del emperador Lotario, quien murió el 28 de septiembre de 855 (Garampi, “De nummo argenteo Benedicti III”, Roma, 1749); por lo tanto, Benedicto debe haber sido reconocido como Papa antes de esa fecha. El 7 de octubre de 855, Benedicto III emitió un estatuto para la Abadía de Corvey (Jaffé, “Regesta Pont. Rom.”, 2da ed., n. 2663). Hincmaro, arzobispo de Reims, informó a Nicolás I que un mensajero que había enviado a León IV se enteró en su camino de la muerte de este Papa y, por lo tanto, entregó su petición a Benedicto III, quien la decidió (Hincmar, ep. Xl en PL , CXXXVI, 85).

Todos estos testigos prueban la veracidad de las fechas dadas en la vida de León IV y Benedicto III, y no hubo interregno entre estos dos Papas, por lo que en esta época no hay lugar para la supuesta papisa. Además, es aún menos probable que una papisa pueda ser insertada en la lista de Papas alrededor de 1100, entre Víctor III (1087) y Urbano II (1088-99) o Pascual II (1099-1110), como sugiere la crónica de Jean de Mailly.

Origen de la Leyenda

Esta fábula de una papisa romana parece haber tenido una equivalente anterior en Constantinopla. De hecho, en su carta a Miguel Cerulario (1053), León IX dice que no creería lo que había oído, es decir, que la Iglesia de Constantinopla ya había visto eunucos, incluso una mujer, en su silla episcopal (Mansi "Concil. ", XIX, 635 ss.).

Respecto al origen de toda la leyenda de la papisa Juana se han presentado diferentes hipótesis. Belarmino (De Romano Pontifice, III, 24) cree que el cuento fue traído de Constantinopla a Roma. Baronio (Annales ad a., 879, n. 5) conjetura que las muy censuradas debilidades afeminadas del Papa Juan VIII (872-82) al tratar con los griegos pueden haber dado lugar a la historia. Mai ha demostrado (Nova Collectio Patr., I, Proleg., XLVII) que Focio de Constantinopla (De Spir. Sanct. Myst., LXXXIX) se refiere enfáticamente tres veces a este Papa como "el Varón", como si quisiera eliminar de él el estigma del afeminamiento. Otros historiadores señalan la degradación del papado en el siglo X, cuando tantos Papas llevaban el nombre de Juan; por lo tanto, parecía un nombre apropiado para la legendaria papisa. Así, Aventino ve en la historia una sátira sobre Juan IX; Blondel, una sátira sobre Juan XI; Panvinio (notae ad Platinam, De vitis Rom. Pont.) lo aplica a Juan XII, mientras que Leander (Kirkengesch., II, 200) lo entiende como aplicable en general a la nefasta influencia femenina sobre el papado durante el siglo x.

Otros investigadores se esfuerzan por encontrar en varios casos e informes una base más definida para el origen de esta leyenda. Leo Alacio (Diss. Fab. de Joanna Papissa) la relaciona con la falsa profetisa Teota, condenada en el sínodo de Maguncia (847); Leibniz recuerda la historia de que un supuesto obispo Juan Anglico vino a Roma y allí lo reconocieron como mujer. La leyenda también ha sido relacionada con las decretales pseudo-isidorianas, por ejemplo, por Karl Blascus ("Diatribe de Joanna Papissa", Nápoles, 1779), y Gfrörer (Kirchengesch., III, 978).

La explicación de Döllinger ha hallado más aprobación general ("Papstfabeln", Munich, 1863, 7-45). Reconoce la fábula de la papisa Juana como una supervivencia de algún cuento popular romano local originalmente relacionado con ciertos monumentos antiguos y costumbres peculiares. Una antigua estatua de una figura con un niño, descubierta durante el reinado de Sixto V en una calle cercana al Coliseo, se consideraba popularmente que representaba a la papisa. En la misma calle se descubrió un monumento con una inscripción al final de la cual aparecía la conocida fórmula P.P.P. (proprie pecuniâ posuit) junto con un nombre prefijado que decía: Pap. (? Papirius) pater patrum. Esto fácilmente podría haber dado origen a la inscripción mencionada por Jean de Mailly (vea arriba).

También se observó que el Papa no pasaba por esta calle en procesión solemne (quizás debido a su estrechez). Además se notó que, con motivo de su inauguración formal frente a la Basílica de Letrán, el Papa recién elegido siempre se sentaba en una silla de mármol. Este asiento era un antiguo taburete de baño, de los cuales había muchos en Roma; el Papa simplemente lo utilizaba para descansar. Pero la imaginación del vulgo pensó que el propósito de ello era para probar el sexo del Papa, a fin de evitar cualquier otro caso de que una mujer llegase a la Cátedra de San Pedro.

Explicaciones erróneas —como las que se excogitaban a menudo en la Edad Media en relación con monumentos antiguos— y la imaginación popular son originariamente responsables de la fábula de la "Papisa Juana" que cronistas acríticos, desde mediados del siglo XIII, dignificaron al consignarla a sus páginas.


Bibliografía: ONOFRIO PANVINIO, Vitæ Pontificum (Venecia, 1557); Idem, Notæ ad Platinam,De vitis romanorum Pontificum (Lovaina, 1571); BARONIO, Annales, ad. An. 879; LEO ALACIO, Dissertatio de Joanna Papissa (Roma, 1630); BLONDEL, Joanna Papissa (1657); LEIBNIZ, Flores sparsæ in tumulum Papissæ in Bibliotheca histórica (Göttingen, 1758), 267 ss.; HEUMANN, Dissertatio de origine tradit. Falsæ de Joanna Papissa (Göttingen, 1733), DÖLLINGER, Papstfabeln (Munich, 1863), 7-45; HERGENRÖTHER, Kirchengeschichte, 4ta ed. Por KIRSCH, II, 109-111, nota.

Fuente: Kirsch, Johann Peter. "Popess Joan." The Catholic Encyclopedia. Vol. 8, págs. 407-409. New York: Robert Appleton Company, 1910. 4 Sept. 2021 <http://www.newadvent.org/cathen/08407a.htm>.

Traducido por Luz María Hernández Medina