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Domingo, 24 de noviembre de 2024

Papa Honorio I

De Enciclopedia Católica

Revisión de 20:38 23 abr 2020 por Luz María Hernández Medina (Discusión | contribuciones) (La Respuesta de Honorio)

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Papa Honorio I (625 - 12 oct. 638), nació en la Campania; fue consagrado el 27 de octubre (Duchesne) o el 3 de noviembre (Jaffé, Mann) como sucesor del Papa Bonifacio V. Su notoriedad proviene principalmente del hecho de que el Sexto Concilio General (680) lo condenó como hereje.

El tema se considerará bajo las siguientes secciones:

La Carta de Sergio a Honorio

La cuestión monotelita surgió alrededor del 634 en una carta de Sergio, patriarca de Constantinopla (610-638), a este Papa. Relataba que el emperador Heraclio, cundo estaba en Armenia en 622, al refutar a un monofisita de la secta de Severo, había utilizado la expresión “una operación” (energía, energeia) del Verbo Encarnado. Ciro, obispo del Lazi, había considerado esta dudosamente ortodoxa, y le había pedido consejo a Sergio; este le contestó (dice) que no quería decidir sobre el asunto, pero que la expresión había sido usada por su predecesor Menas en una carta al Papa Vigilio.

En 630 Ciro se había convertido en patriarca de Alejandría. Encontró a Egipto casi completamente monofisita desde el Concilio de Calcedonia en 451. Ciro, al usar la expresión para la que Sergio había presentado tan buena autoridad, había formulado una serie de proposiciones que la mayor parte de los monofisitas estuvieron dispuestos a aceptar; de este modo volvieron en gran número a la Iglesia Católica “de manera que aquellos que antes no hablaban del divino León y del gran Concilio de Calcedonia ahora celebraban a ambos en voz alta en los santos misterios”.

En esta coyuntura llegó a Alejandría Sofronio, un monje palestino que tenía gran fama de santidad. Desaprobó el formulario de Ciro y evidentemente Sergio se sintió inquieto por ello. La vuelta de tantos herejes era algo glorioso, pero la facilidad con la que se había conseguido parecía sospechosa. Sofronio no tenía aún preparadas las citas de los Padres para mostrar que “dos operaciones” era la única expresión ortodoxa. Pero Sergio estaba dispuesto a olvidarse de la expresión “una operación” si Sofronio no hacía nada que pudiera destruir la unión lograda en Alejandría. Sofronio estuvo de acuerdo. Sin embargo, Sergio no quedó satisfecho con recomendar a Ciro que en el futuro se abstuviera de mencionar en absoluto una o dos operaciones, sino que pensó necesario colocar todo el asunto ante el Papa.

Sergio ha sido tratado en general como un hereje que hizo lo mejor que pudo para engañar al Papa. Parece más justo y más exacto decir que era más un político que un teólogo, pero que actuó de buena fe. Naturalmente, estaba deseoso de defender una expresión que había sido usada por el emperador, y no se dio cuenta de que la carta de Menas a Vigilio era una falsificación monofisita. Pero el amplio uso de esta fórmula por parte de Ciro y su denuncia por San Sofronio fueron la causa de que tomara precauciones. Su disposición a abandonar la fórmula indica modestia y su deseo de que fórmula de Sofronio tampoco se usara indica ignorancia. Nada podía ser más apropiado o más de acuerdo con las mejores tradiciones de su sede que referir todo el asunto a Roma, puesto que era una cuestión de fe.

Monotelismo

La herejía monotelita no fue realmente distinta de la monofisita. En los últimos tiempos el mejor conocimiento de los escritos de Timoteo Æluro, Severo de Antioquía y otros monofisitas ha hecho claro que los principales puntos en los que las varias secciones del monofisismo concurrieron contra el catolicismo fueron las afirmaciones de que sólo hay una voluntad en el Verbo Encarnado, y que las operaciones (actividades, energeiai) de Cristo no se han de distinguir en dos clases, la divina y la humana, sino que han de considerarse como las acciones “teándricas” (divino-humanas) del único Cristo (Vea EUTIQUIANISMO). Entonces, estas dos fórmulas “una voluntad” y “una operación teándrica” son características del monotelismo.

Los antiguos no percibieron que cuando apareció el monotelismo no era una herejía nueva, sino que expresaba la verdadera esencia del monofisismo; y esto se debió a que la lucha contra esta última herejía había sido una guerra de palabras. Los católicos, siguiendo a San León y al Concilio de Calcedonia, confesaban dos naturalezas (physeis) en Cristo, y usaban la palabra naturaleza para denotar una esencia sin sujeto, es decir, como distinta a hipóstasis; mientras que los monofisitas siguiendo a San Cirilo hablaban de “una naturaleza”, entendiendo la palabra como una naturaleza o sujeto subsistente y como equivalente de hipóstasis. En consecuencia, acusaban a los católicos de nestorianos y de enseñar que en Cristo hay dos personas; mientras que los católicos suponían que los monofisitas afirmaban que la naturaleza humana en Cristo estaba tan absorbida en la divina que era inexistente.

No parece que los líderes monofisitas llegaran tan lejos, pero sin duda disminuían la integridad de la naturaleza humana de Cristo al referir tanto la voluntad como la operación a una persona y no a dos naturalezas distintas. Resultaba entonces que a la naturaleza humana de Cristo le faltaba el libre albedrío humano y el poder de acción humano. Pero este error real de los herejes no era detectado claramente por muchos teólogos católicos porque gastaban su energía atacando al error imaginario de negar toda realidad a la naturaleza humana.

Nuestro nuevo conocimiento de la teología monofisita nos permite percibir por qué Cirilo pudo tan fácilmente unir los monofisitas a la Iglesia: fue debido a que su fórmula incorporaba su herejía, y debido que ellos nunca habían afirmado el error a que él suponía que estaban renunciando. Tanto él como Sergio debieron haberse conocido mejor; pero Sergio, al final de su carta, se acerca mucho a la precisión cuando dice que “de uno y el mismo Verbo Encarnado procede indivisiblemente cada operación divina y humana”, pues esto distingue las operaciones humanas de las divinas, aunque las remite directamente a un solo sujeto; y Sergio continua citando las famosas palabras de la carta dogmática de San León a Flaviano: “Agit utraque forma cum alterius communione quod proprium est”, lo que equivale a condenar “una energía”.

La Respuesta de Honorio

Ahora le tocaba al Papa pronunciar una decisión dogmática y salvar la situación; pero no hizo nada de eso. Su respuesta a Sergio no resolvió la cuestión, no declaró autoritativamente la fe de la Iglesia Romana; no pretendió hablar con la voz de Pedro; no condenó nada, no definió nada. Honorio estuvo completamente de acuerdo con la cautela que Sergio recomienda. Alaba a Sergio por eventualmente abandonar la nueva expresión "una operación", pero desafortunadamente también concurre con él en que sería bueno evitar también “dos operaciones”; pues si la primera sonaba eutiquiana, la última podía ser juzgada como nestoriana.

Otro pasaje aún es más difícil de explicar. Siguiendo la guía de Sergio, que había dicho que “dos operaciones” podían llevar a la gente a pensar que en Cristo se admitían dos voluntades contrarias, Honorio (después de explicar la communicatio idiomatum, por la que se puede decir que Dios fue crucificado y que el Hombre bajó de los cielos) añade: “Por lo cual reconocemos una voluntad de nuestro Señor Jesucristo, pues evidentemente fue nuestra naturaleza y no el pecado en ella la que fue asumida por la Divinidad, es decir, la naturaleza que fue creada antes del pecado, no la naturaleza que fue viciada por el pecado”.

Otros pasajes en la carta son ortodoxos. Pero es claro que el Papa simplemente siguió a Sergio sin profundizar en el asunto. La carta no puede llamarse privada, pues es una respuesta oficial a una consulta formal; sin embargo, tuvo menos publicidad que una encíclica moderna. Puesto que la carta no define o condena y no obliga a la Iglesia a aceptar su enseñanza, es imposible, por supuesto, considerarla una declaración ex cátedra. Pero antes, e incluso justo después, del Concilio Vaticano I tal postura fue planteada varias veces, aunque casi únicamente por los oponentes del dogma de la infalibilidad papal. Parte de una segunda carta de Honorio a Sergio fue leída en el Octavo Concilio, en la cual se desaprueba más fuertemente la mención de una operación o dos; pero tiene el mérito de referirse a las palabras de San León que Sergio había citado.

La Ectesis de Heraclio

Después de recibir la carta del papa que aprobaba sus cautelas, Sergio compuso una “Ecthesis”, o exposición que fue editada pro el emperador a finales del 638. En conformidad con las palabras de Honorio ordena a todos los súbditos de Heraclio que confiesen una Voluntad en el Señor y que eviten las expresiones “una operación” y “dos operaciones”.

Antes de morir, en diciembre, Sergio reunió un gran sínodo en Constantinopla que aceptó la Ecthesis como “verdaderamente de acuerdo con la predicación apostólica”. Evidentemente la seguridad venía de la careta de la Sede Apostólica. Honoria había muerto ya y no tuvo oportunidad de aprobar o desaprobar el documento imperial que se había basado en la carta. S. Sofronio que se había convertido en patriarca de Jerusalén, antes de que Sergio escribiera al papa, también murió antes de final de año, pero no antes de haber recogido un gran número de testimonios de los Padres a favor de las “dos operaciones”• y de enviar a todas los metropolitanos del mundo una notable disquisición que define admirablemente la doctrina católica. Además comisionó solemnemente a Esteban, obispo de Doza, el obispo decano del patriarcado, que fuera a Roma para obtener una condena final del error.

Los enviados romanos que llegaron a Constantinopla el 640 para obtener la confirmación imperial del nuevo papa Severino, rehusaron aceptar la Ecthesis sobre la base de que Roma estaba sobre todas las leyes de los sínodos. Severino solo permaneció dos meses, pero le dio tiempo a condenar la Ecthesis, cosa que también hizo su sucesor, Juan IV. Entonces, el emperador escribió al papa culpando a Sergio y renunciando a la Ecthesis. Poco después moría (febrero 641).Dirigía una carta a Juan IV conocida como “La Apología del papa Honorio”. Explica claramente que tanto Sergio como Honorio afirmaron “una voluntad” solamente porque no podían aceptar voluntades contrarias y muestra por su argumento que estaban equivocados al usar una expresión que confundía.

San Máximo de Constantinopla, un monje que había sido secretario de Honorio se convierte ahora en el protagonista de la ortodoxia y de sumisión a Roma. Basa su defensa de Honorio sobre la afirmación de cierto abad, Juan Symponus, el que escribió la carta de Honorio, de que el papa solo quería negar que Cristo tuviera dos voluntades contrarias, tal como se encuentran en nuestra naturaleza. Es verdad que las palabras de Honorio son inconclusiva, pero no necesariamente, heréticas. Desafortunadamente los monofisitas argüían habitualmente de la misma forma inconclusiva, por el hecho de que Cristo no podría tener una voluntad inferior rebelde, para probar que su Divina y humana voluntad no eran distintas facultades.

Sin duda, Honorio no intentaba negar que en Cristo hay una voluntad humana, las facultad más alta, pero usó palabras que podían ser interpretadas en el sentido de la herejía y no reconoció que la cuestión no iba de la unidad de la Persona Que Quiere, ni del total acuerdo de la Divina Voluntad con la facultad humana, sino de la existencia distinta como una parte integrante de la Humanidad de Cristo.

El "Tipo” de Constante

Pirro, el sucesor de Sergio fue condenado en Roma por no querer retirar la Ecthesis. El emperador Constante le depuso por razones políticas y colocó a un nuevo patriarca, Pablo. Pirro se retractó en Roma. Pablo, al ser nombrado, envió la acostumbrada confesión de fe al papa. Como no confesaba dos voluntades, fue condenada por el papa Teodoro.

Pablo se enfadó al principio pero después convenció a Constante de que retirara la Ecthesis, a la que sustituyó un Typos o Tipo en el que de nuevo se prohibía hablar de una o dos operaciones, pero ya no se ensañaba “una Voluntad” sino que se decía que no había de hablar ni de una ni de dos voluntades, pero no había que culpar a los que habían empleado cualquiera de las expresiones en el pasado.

Las penas por desobediencia debían ser: deposición para los obispos y clero, excomunión, pérdida de bienes y exilio perpetuo para los otros. Este edicto se basaba en la mala interpretación de la Apología de Juan IV que había mostrado que “una Voluntad” era una expresión impropia, pero había declarado que Honorio y Sergio la habían usado en un sentido ortodoxo. Sin embargo, Juan IV no había defendido ni acusado a Honorio y Sergio por querer que la expresión “dos operaciones” fuera evitada. Se asumía, en consecuencia, que Honorio tenía razón en esto y era bastante lógico asimilar la cuestión de una o dos voluntades a la de una o dos operaciones.

Las penas eran severas, pero tanto el patriarca como el emperador declararon que no forzaban la conciencia de nadie. El Tipo, al contrario que la Ecthesis, no era una exposición de fe, sino una mera prohibición del uso de ciertas palabras, para evitar las peleas.

El edicto se publicó hacia la primera mitad de 647. El papa Teodoro murió en mayo y le sucedió S. Martín, que en el Gran Concilio Laterano de 649 condenó solemnemente la Ecthesis y el Tipo como heréticos, junto con Ciro, Sergio, Pirro ( que se había retractado) y Pablo.

El emperador estaba furioso. Hizo que trajeran al papa a Constantinopla cargado de cadenas y lo desterró a Crimen, donde murió mártir por la fe en 655. S. Máximo también sufrió por su devoción a la ortodoxia y su lealtad ala Santa Sede. Los decretos del Concilio Laterano que S. Martín envió a todos los obispos como decisión doctrinal dogmática papal, marcan un nuevo escenario en la controversia sobre Honorio. Sergio y Honorio habían de permanecer o caer juntos. Juan IV defendió a ambos. S, condena a Sergio y a Ciro y no dice una palabra en favor de Honorio, porque se tenía la impresión de que era indefendible si se iba a condenar el Tipo como herético porque prohibía las expresiones ortodoxas “dos operaciones” y dos Voluntades”, ya que en esto simplemente seguía a Honorio. Pero anotó cuidadosamente que el Tipo de Constante no es monotelita. Su herejía consiste en prohibir el uso de expresiones ortodoxas junto con las heréticas contrarias.

Un estudio de las actas del Concilio de Letrán mostrará que la cuestión no era la tolerancia de las expresiones monotelitas, que estaban prohibidas por el Tipo, sin o la prohibición de las fórmulas ortodoxas. Sin duda en Roma se mantenían que Honorio no había querido enseñar “una Voluntad” y por ello no era un hereje positivo, Pero nadie negaría que recomendó el curso negativo que el Tipo impuso con penas salvajes y que objetivamente merecía la misma condena.

En Qué Sentido fue Condenado Honorio

Constante fue asesinado en 668. Su sucesor, Constantino Pogonato, probablemente no se preocupo de exigir la aplicación del Tipo, pero Oriente y Occidente permanecieron separados hasta que la guerra contra los sarracenos terminó en 678 y comenzó a pensar en la unión. El papa S. Agatón envió legados, por deseo del emperador, al concilio general que se iba a celebrar en Constantinopla el 7 de noviembre de 680. Traían consigo una alarga carta dogmática en la que el papa definía la fe con la autoridad de sucesor de Pedro. Declara enfáticamente, recordando a Honorio, que la Iglesia Apostólica de S. pedro nunca ha caído en error. Condena la Ecthesis y el Tipo, con Ciro, Sergio, Teodoro de Faran, Pirro, Pablo y su sucesor Pedro. No deja al concilio poder de deliberación. Los orientales disfrutarán del privilegio de la reunión aceptando la carta. Enviaba un libro de testimonios de los padres, que fueron cuidadosamente verificados. Al patriarca de Antioquía, Macario, monotelita, se le permitió presentar otros testimonios, que fueron examinados y se halló que eran incorrectos. El patriarca de Constantinopla, Jorge, y todo el concilio, aceptaron la carta papal y Macario fue condenado y depuesto por no aceptarla. Macario apeló tres veces a Honorio, pero nadie más le mencionó.

En la sesión duodécima, del doce de marzo de 681 se presentó un paquete que Macario había enviado al emperador, pero que éste no había abierto. Contenía la carta de Sergio a Ciro y a Honorio, la carta falsificada de Mennas a Virgilio y la carta de Honorio a Sergio.

En la sesión decimotercera, del 28 de marzo, las dos cartas de Sergio fueron condenadas y el concilio añadió: “Aquellos cuyos impíos dogmas execramos, juzgamos que sus nombres también será expulsados de la Iglesia de Dios” (es decir, Sergio, Cirro. Pirro, Pedro, Pablo Teodoro, nombres todos mencionados por el santo papa Agatón en su carta al pío y gran emperador)”y fueron expulsados por él por tener opiniones contrarias nuestra fe ortodoxa; y definimos que son objeto de anatema. Y además de ellos, decidimos que también Honorio, que fue papa de la vieja Roma, sea arrojado con ellos fuera de la Iglesia de Dios, sea anatematizado con ellos, porque hemos hallado en su carta a Sergio que seguía su opinión en todas las cosas y confirmó sus malvados dogmas”. Estas últimas palabras son verdaderas y si Sergio iba a ser condenado, Honorio no podía ser rescatado. Los legados no pusieron objeciones a esta condena. La cuestión se había planteado inesperadamente después de la lectura del paquete de Macario. Pero los legados debían tener instrucciones del papa sobre cómo actuar en aquellas circunstancias.

Se leyeron algunos escritos de los herejes condenados incluyendo parte de una segunda carta de Honorio y se condenó a que todos los documentos fueran quemados. El 9 de agosto, en la última sesión, Jorge de Constantinopla pidió que “las personas no fueran anatematizadas por su nombre”, es decir, Sergio, Pirro y Pablo y Pedro: Solo menciona a su propio antecesor, pero Teodoro de Faran, Ciro y Honorio se hubieran salvado si los delegados hubieran apoyado la sugerencia, pero no se hizo intento alguno de salvar la reputación de Honorio y la petición de Jorge fue rechazada por el sínodo. En las aclamaciones finales se gritó el anatema a Honorio entre los otros herejes. El solemne decreto dogmático, firmado por los delegados, todos los obispos y el emperador, condena a los herejes mencionados por S. Agatón” y también a Honorio que fue papa de la antigua Roma” mientras que acepta con entusiasmo la carta de S. Agatón. El concilio, según costumbre, presentó un documento de felicitación al emperador que iba formado por todos los obispos. En él alababan la carta de Agatón. Que hablando con la voz de Pedro había ganado a la herejía. Anatematizan a los herejes por nombre Teodoro, Sergio, Pablo, Pirro, Pedro, Ciro “y con ellos Honorio, que fue prelado de Roma, porque les seguía en todas las cosas” y Macario con sus seguidores.

La carta al papa, firmada también por todos, da la misma lista de herejes y felicita a Agatón en su carta “que reconocemos como pronunciada por la principal cabeza de los Apóstoles”. La noción moderna de que l concilio era antagonista del papa no se sostiene en las Acatas; por el contrario, todos los orientales, excepto el hereje Macario, estaban encantados con la posibilidad de que volviera a darse la unión. Nunca habían sido monotelitas y no tenían razón alguna para aprobar la política de silencio forzada bajo salvajes penas por el Tipo. Alaban con entusiasmo la carta de S. Agatón en la que la se pone de manifiesto la autoridad e inerrancia del papado. Ellos mismo no dicen nada menos: afirman que el papa ha hablado, como reclama, con la voz de Pedro.

La carta oficial del emperador al papa es particularmente explicita en estos puntos. Hay que notar que llama a Honorio”el confirmador de la herejía y contradictor de si mismo” mostrando de nuevo que Honorio no estaba condenado por el concilio como monotelita sino por aprobar la política contradictoria de colocar bajo la misma prohibición expresiones heréticas y ortodoxas. En este sentido fueron condenados Pablo y su Tipo. El concilio conocía bien la historia del Tipo, la Apología de Juan IV por Sergio y Honorio y las defensas por S. Máximo. Está claro que el concilio no pensó una estulticia afirmar que Honorio era un hereje (en el sentido expresado) y al mismo tiempo aceptar la carta de Agatón como lo que decía ser, es decir, una exposición autoritativa de la fe infalible de la Sede Romana. La falta de Honorio está precisamente en el hecho de que no había publicado autoritativamente la fe sin cambio de su iglesia, es decir, en palabras actuales, por no definirla “ex cátedra”.

S. Agatón murió antes de la conclusión del concilio. El nuevo papa León II no puso objeciones a confirmar formalmente los decretos del concilio que éste le pedía siguiendo la costumbre. Las palabras sobre Honorio en su carta de confirmación, por la que el concilio consigue su rango ecuménico, son necesariamente más importantes que el mismo decreto del concilio: ¡Anatematizamos a los inventores del nuevo error, es decir, Teodoro, Sergio…y también Honorio, que no intentó santificar su Sede Apostólica con la enseñanza de la tradición apostólica sino que por una traición profana permitió que su pureza fuera manchada!”.

Esto parece expresar exactamente lo que el concilio tenía en mente. Pero el concilio evitó sugerir que Honorio había significado una desgracia para la Iglesia romana. Las últimas palabras de la cita se dan arriba como en la el griego de la carta, porque se les ha dado gran importancia por parte de un gran número de apologistas católicos. Pennacchi, seguido por Grisar enseñó que con estas palabras león II explícitamente abrogaba la condena por herejía del concilio y la sustituía por condena por negligencia. Sin embargo nada hay menos explícito. Hefele, con muchos otros antes que él, sostenía que León II por las mismas palabras explicaba el sentido en que la sentencia contra Honorio debía ser entendida. Distinguir entre el punto de vista del papa y el del concilio no está justificada cuando se examinan los hechos con detenimiento. Este sistema de defensa era muy precario, por decir lo menos, ya que la lectura más suave del texto latino es como la del original: “pero por profana traición intentó manchar su pureza”. De esta forma Honorio no es exculpado, pero el papa declara que de hecho no logró manchar a la inmaculada iglesia romana. Sin embargo en su carta al rey hispano visigodo Ervigio, dice: “Y con ellos Honorio, que permitió que la ley sin mancha de la tradición apostólica que recibió de sus predecesores, fuera ensuciada”. Y a los obispos españoles les explica el significado:”Con Honorio, al convertirse en autoridad apostólica no extinguió la llama de la enseñanza herética cuando comenzaba sino que le dio pábulo con su negligencia”. Es decir, no insistió en las “dos operaciones” sino que estuvo de acuerdo con Sergio que todo el asunto debía ser silenciado.

Así pues, en adelante el papa Honorio fue incluido en la lista de herejes anatematizados por el Sínodo Trullano y por el séptimo y octavo concilios ecuménicos sin ningún comentario especial; además en el juramento que se tomaba todos los nuevos papas desde el siglo octavo al onceavo se empleaban las siguientes palabras: “Junto con Honorio, que dio pábulo a sus malvadas afirmaciones” (Liber diurnus, ii, 9).

Está claro que ningún católico debe defender al papa Honorio. Fue un hereje, no intencionadamente, pero si de hecho; y ha de considerársele como condenado en el sentido en el que fueron condenados Orígenes y Teodoro de Mopsuestia, que murieron en la comunión católica, sin haberse resistido nunca a la Iglesia. Pero no fue condenado como monotelita como tampoco lo fue Sergio. Además sería muy duro considerarlo como “hereje privado” porque es conocido que tenía excelentes intenciones.

Controversias Modernas sobre el Tema

La condena del papa Honorio fue conservada en las lecturas del Breviario, en el 28 de junio (S. León II) hasta el siglo dieciocho. Las dificultades comenzaron a sentirse cuando después del Gran Cisma de Occidente, la infalibilidad papal comenzó a ponerse en duda. El protestantismo y el galicanismo atacaron vigorosamente al infortunado papa. Y en tiempos del Vaticano I Honorio figuraba en todos los panfletos y discursos sobre temas eclesiásticos. La cuestión se ha debatido en numerosas monografías tratadas por los historiadores, teólogos y polemistas confesos. Solo necesitamos mencionar aquí unos pocos puntos de vista típicos.

Belarmino y Baronio siguieron a Pighius en negar que Honorio fuera condenado en absoluto. Baronio Argüía que las Actas del Concilio habían sudo falsificadas por Teodoro, un patriarca de Constantinopla que había sido depuesto por el emperador y restituido después a su sede. Debemos presumir que el concilio le condenó pero que él sustituyó “Honorius” por “Theodorus”, en las Actas. Se ha demostrado con frecuencia que esta teoría no se sostiene. .. Los Galicanos más famosos, tales como Bossuet, Dupin, Richer y otros posteriores como el cardenal de la Luzerne y (durante el tiempo del Vaticano I) Maret, Gratry y muchos otros, que en general mantenían, igual que los protestantes que Honorio había definido formalmente la herejía y fue condenado por hacerlo así. Añadían, naturalmente, que tal fallo por parte de un papa individual no comprometía la general y habitual ortodoxia de la Sede Romana Por otra parte los principales defensores de la infalibilidad papal, por ejemplo , tales como Melchor Cano en el siglo dieciséis y Tomasino en el diecisiete, Pietro Ballerini en el dieciocho el cardenal Perrone en el diecinueve, han sido cuidadosos al advertir que Honorio no definió ex cátedra. Pero no se contentaron con esta defensa general. Algunos siguieron a Baronio, pero la mayoría, si no todos, se mostraron dispuesto a probar que las cartas de Honorio eran completamente ortodoxas. No había dificultad en demostrar que Honorio no era un monotelita, pero habría que haber extendido la misma amable interpretación a las palabras de Sergio. El sabio jesuita Garnier vio claramente no fue por monotelita pro lo que fue condenado. Estaba unido a Sergio, Pirro, Pablo, la Ecthesis y el Tipo. No está claro que Sergio, Pirro y la Ecthesis hayan de contarse como monotelitas puesto que prohibían la mención de “una operación” y está claro que Pablo y el Tipo eran anti -monotelitas puesto qué prohibían también “una Voluntad”. Garnier apuntó que el concilio condenó a Honorio pro aprobar a Sergio y por fomentar los dogmas de Pirro y Pablo. Esta opinión fue seguida por muchos, incluido Pagi.

Pennachi presentó una teoría en el momento del Vaticano I que atrajo demasiada atención innecesaria. Estaba de acuerdo con los protestantes y galicanos en proclamar que la carta de Honorio era una definición ex cátedra; que el papa fue anatematizado por el concilio como hereje en el sentido estricto, pero el concilio, que no era infalible sin la confirmación papal cayó en este caso en el error respecto a un hecho dogmático ( en esto Pennacchi había sido precedido por Turrecremata, Bellarmino, Assemani y muchos otros), puesto que la carta de Honorio no merecía la censura. León II, al confirmar el concilio, expresamente abrogó la censura, según su punto de vista, y sustituyó una condena por negligencia solamente (así también Grisar - ver arriba). Evidentemente no hay base para ninguna de estas afirmaciones.

El Obispo Hefele, antes de 1870 opinó qiue la carta de Honorio no era estrictamente herética sino gravemente incorrecta y que su condena por un concilio ecuménico era una seria dificultad contra la infalibilidad “personal” de los papas. Después ce su dubitativa aceptación de los decretos vaticanos modificó su punto de vista, diciendo que la carta de Honorio era una definición ex cátedra, que había sido expresada con palabras incorrectas pero que el pensamiento del escritor era ortodoxo (ciertamente, pero en una definición de fe con toda seguridad las palabras son de la máxima importancia) y el concilio juzgó a Honorio por sus palabras y le condenó simplemente como monotelita. León II aceptó y confirmó la condena hecha por el concilio, pero al hacerlo definió cuidadosamente en qué sentido debía entenderse la condena. Estas opiniones de Hefele que presentó con una humildad y modestia muy edificantes como la mejores explicación que podía dar de lo que antes le había parecido una dificultad formidable, han tenido una sorprendentemente amplia influencia y han sido aceptadas por muchos escritores católicos, excepto su noción equivocada de que una carta como la de Honorio pueda cumplir las condiciones presentadas pro el concilio Vaticano I para una definición ex cátedra (así Jungmann y muchos polemistas).

Carácter y Obras de Honorio

El Papa Honorio era muy respetado y murió con una reputación intachable. Pocos Papas hicieron más para la restauración y embellecimiento de las iglesias de Roma, y nos dejó su retrato en el mosaico del ábside de Santa Inés Extramuros. También se ocupó por las necesidades temporales de los romanos al reparar el acueducto de Trajano. Las cartas que dejó le muestran ocupado en muchas cosas. Apoyó al rey lombardo Adalwaldo, que había sido dejado separado como loco por un rival arriano. Hasta cierto punto, con la ayuda del emperador, logró traer la sede metropolitana cismática de Aquilea a la unión con la Iglesia Romana. Escribió a los obispos de España para fomentar su celo y recibió respuesta de San Braulio de Zaragoza.

También es interesante su relación con las Islas Británicas. Envió a San Birino a convertir a los sajones occidentales. En 634 entregó el palio a San Paulino de York y a San Honorio de Canterbury. Escribió una carta al rey Edwin de Northumbria que ha conservado Beda. En el 630 urgió a los obispos irlandeses a que celebrasen la Pascua con el resto de la cristiandad, por lo que se celebró el Concilio de Magh Lene (antigua Leighlin). Los irlandeses dieron testimonio de su tradicional devoción a la Sede de Pedro y enviaron una embajada a Roma “como los hijos a su madre”. Al volver estos enviados toda Irlanda del sur adoptó los usos romanos (633)


Bibliografia: PIGHIUS, Diatriba de Actibus VI et VII Conc.; BARONIO, Ann. Eccl., ad ann. 626 et 681, con notas de PAGI sobre el 681; BELLARMINO De Rom. Pont., iv, II; THOMASSINO, Dissert. in Concilia, XX; GARNIER, Introd. a Liber Diurnus (P. L., CV); P. BALLERINI, De vi ac ratione primatus; DAMBERGER, Synchronistische Geschichte der Kirche, (15 vols., Ratisbona, 1850-63, II; BOTTEMANNE, De Honorii papæ epistolarum corruptione (La Haya, 1870); DÖLLINGER, Papstfabeln des Mittelalters (1863); SCHNEEMANN, Studien über die Honoriusfrage (Freiburg im Br., 1864); HEFELE, Causa Honorii papæ (Nápoles, 1870), un tratado presentado al Concilio Vaticano I; IDEM, Honorius und das sechste allgemeine Concil (Tübingen, 1870); IDEM, Conciliengeschichte, III y IV (escrito hacia 1860, alterado la 2ª ed., 1873; Edimburgo, 1896); LE PAGE RENOUF, The Condemnation of Pope Honorius (Londres, 1868), contra la definición; BOTALLA, Pope Honorius before the tribune of reason and history (Londres, 1868; IDEM en Dublin Review, XIX-XX (1872); PENNACCHI, De Honorii Romani Pontificis causâ (Ratisbona y Roma, 1870); GRATRY, Lettres (París, 1870); WILLIS, Pope Honorius and the Roman Dogma (London, 1879), el principal ataque protestante en inglés; JUNGMANN, Dissertationes selectæ in Historiam eccl., II (Ratisbona y New York, 1881); BARMBY e Dict. Christ. Biog., s. v.; GRISAR en Kirchenlex., s. v.; CHAPMAN, The Condemnation of Pope Honorius, reimpresión de Dublin Rev., CXXXIX-XL, 1906 (Londres, 1907); HERGENRÖTHER, Handbuch der allgem. Kirchengesch., I, da un buen resumen de las opiniones. Obras menores, en CHEVALIER, Bio-bibl., s. v. Honorius.— Sobre la historia general del Papa Honorio ver el Liber Pontificalis, ed. DUCHESNE; y MANN, The Lives of the Popes, I (1902), pt. I.

Fuente: Chapman, John. "Pope Honorius I." The Catholic Encyclopedia. Vol. 7, págs. 452-456. New York: Robert Appleton Company, 1910. 23 abril 2020 <http://www.newadvent.org/cathen/07452b.htm>.

Traducido por Pedro Royo. lmhm