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Lunes, 30 de diciembre de 2024

Regeneración

De Enciclopedia Católica

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Regeneración (Latín regeneratio; griego anagennesis y paliggenesia) es un término bíblico-dogmático íntimamente relacionado con las ideas de justificación, filiación divina y la deificación del alma a través de la gracia.

Limitándonos primero al uso bíblico de este término, nos encontramos con la regeneración de Dios usada en relación indisoluble con el bautismo, que San Pablo llama expresamente "el baño de la regeneración" (Tito 3,5). En su discurso con Nicodemo (Juan 3,5), el Salvador declara: "…el que no nazca de agua y de Espíritu, no puede entrar en el Reino de Dios." Desde sus primeros días el cristianismo ha encontrado en este pasaje la prueba de que el bautismo no se puede repetir, ya que una regeneración repetida de Dios no es menos una contradicción que el repetido nacimiento físico. La idea de “nacer de Dios” disfruta de un favor especial en la teología de Juan. Fuera del Cuarto Evangelio (1,12 ss.; 3,5), el Apóstol usa el término en una variedad de maneras, al tratar el “nacer de Dios” ya como sinónimo de “hacer justicia ([|Epístolas de San Juan |1 Juan]] 2,29 ss.), ya como fe en Jesucristo, (1 Juan 5,1.4 ss.),y en otro lugar deduce de él una cierta “impecabilidad” del justo (1 Juan 3,9; 5,18), la cual, sin embargo, no excluye necesariamente la posibilidad de pecar del estado de justificación (cf. Belarmino, “De justificatione”, III, XV). Es cierto que en todos estos pasajes no se hace referencia al bautismo ni hay ninguna referencia a una "regeneración" real; Sin embargo, "la generación de Dios", como "regeneración" bautismal, se debe referir a la justificación como su causa. Ambos términos refutan eficazmente la noción protestante de que en la justificación no ocurre una verdadera aniquilación, sino simplemente un encubrimiento de los pecados que siguen ahí (teoría del encubrimiento), o que la santidad ganada es sólo la imputación de la santidad externa de Dios o Cristo (teoría de la imputación).

La idea misma de la palingenesia espiritual requiere que el hombre justificado reciba, a través de la generación divina, una naturaleza cuasi-divina como su "segunda naturaleza", que no puede ser concebida como un estado de pecado, sino sólo como un estado de justicia y santidad interior. Sólo así podemos explicar las declaraciones de que al hombre justo se le asegura “participación en la naturaleza divina" (cf. 2 Pedro 1,4: divinae consortes naturae), se convierte en "una nueva criatura» (Gál. 5,6; 6,15), efectos que dependen de la fe justificante que actúa por la caridad, no por la "sola fe" (sola fides). Cuando la Biblia en otro lugar refiere la regeneración a la Resurrección de Jesucristo (1 Ped. 1,3) o a "la palabra de Dios que vive y permanece para siempre" (1 Ped. 1,23), indica dos factores externos importantes para la justificación, que no tienen nada que ver con su causa formal. Este último texto muestra que la predicación de la Palabra de Dios es para el pecador el paso introductorio hacia la justificación, que es imposible sin la fe; mientras que el primer texto menciona la causa meritoria de la justificación, en la medida que, desde el punto de vista bíblico, la Resurrección fue el acto final en la obra de la redención (cf. Lc. 24,46 ss.; Rom. 4,25; 6,4; 2 Cor. 5,16). A las ideas antes mencionadas de la regeneración, generación de Dios, participación en la naturaleza divina y re-creación, se debe añadir una quinta: la de la filiación divina; esta representa el efecto formal de la justificación y es coronada por la inhabitación personal del Espíritu Santo en el alma justificada (cf. Rom. 5,5; 8,11; 1 Cor. 3,16 ss.; 6,19, etc.) Sin embargo, como esta filiación divina se describe expresamente como una simple filiación adoptiva (filiatio adoptiva, ouiothesis; cf. Rom. 8,15 ss.; Gál. 4,5), es evidente que "la regeneración de Dios" no implica un brote sustancial del alma de la naturaleza de Dios, como en el caso de la generación eterna del Hijo de Dios (Cristo), sino que debe considerarse como una generación [[analogía |analógica y accidental a partir de Dios.

En cuanto a la utilización del término en la teología católica, no se puede escribir ninguna historia relacionada a la regeneración, ya que ni la antigüedad cristiana, ni el escolasticismo medieval, trabajaron consistente y regularmente para desarrollar esta idea tan importante y fructífera. En cada período, sin embargo, se consideró el sacramento del bautismo como el sacramento de regeneración específico, un concepto que no se extendió al Sacramento de la Penitencia. Ireneo interpreta repetidamente el término paulino “re-creación” como la regeneración universal de la humanidad a través de la Encarnación del Hijo de Dios en el vientre de la Santísima Virgen. La idea de la regeneración en el sentido de la justificación individual es más notable en los escritos de San Agustín. Con una agudeza sin igual, desarrolló la distinción esencial entre el nacimiento del Hijo de Dios a partir de la substancia del Padre y la generación del alma desde Dios por medio de la gracia, y reunidas en una asociación regeneración orgánica, con sus ideas afines, y la justificación (cf. e.g. Enarration on Psalm 49, no. 2).

Al igual que la Iglesia San Agustín asocia la justificación con la fe que actúa a través de la caridad, y refiere su esencia a la renovación y santificación interior del alma. Así, San Agustín no es sólo el precursor, sino también el modelo de los escolásticos, que trabajaron principalmente en las ideas heredadas del gran doctor, y contribuyeron esencialmente al entendimiento especulativo del misterioso proceso de la justificación. Adhiriéndose estrictamente a la Biblia y a la tradición, el Concilio de Trento (Ses. VI, cap. III-IV, en Denzinger-Bannwart, "Enchiridion", 10ma. ed., 1908, núm. 795-6) consideró la regeneración como fundamentalmente nada más que otro nombre para la justificación adquirida a través del sacramento del bautismo. Una opinión característica fue la de los místicos alemanes (Eckhart, Tauler, Suso), denotando con ello la auto-aniquilación del alma que se sumerge en la divinidad, y la consiguiente unión mística con Dios a través del amor.

En la teología protestante, desde la época de la Reforma, nos encontramos con grandes diferencias de opinión, que, por supuesto, deben ser remitidas a las diversas concepciones de la naturaleza de la justificación. En pleno acuerdo con su doctrina de la justificación por la fe sola, Lutero identificó la regeneración con el "otorgamiento de fe" (donatio fidei) divino, y colocó al bebé bautizado en el mismo plano que el adulto, aunque no pudo dar ninguna explicación precisa en cuanto a la forma en que el niño en su regeneración en el bautismo podría ejercer una fe justificante (cf. H. Cremer, "Taufe, Wiedergeburt und Kindertaufe", 2da. ed., 1901). En contra de los esfuerzos superficiales y destructivos del racionalismo, que hicieron su aparición entre los socinianos cerca de fines del siglo XVI y más tarde recibieron un poderoso impulso del deísmo inglés, la “Ilustración” alemana, y el enciclopedismo francés, los pietistas produjeron una saludable reacción durante los siglos XVII y XVIII.

Dejando muy atrás el viejo punto de vista protestante, los pietistas (Spener, AH Francke, Zinzendorf) refirieron la regeneración a la experiencia personal de la justificación en unión con una sincera conversión a una nueva vida, que consiste principalmente en la actividad caritativa. El pietismo alemán, cultivado sistemáticamente por los llamados “Hernhuter”, ejerció un efecto beneficioso sobre el metodismo [[Inglaterra |inglés], que pasó asegurando y fortaleciendo la regeneración en "forma metódica", y, sin duda, realizó un buen servicio en el avivamiento de la piedad cristiana. Especialmente aquellas conversiones repentinas — tales como por las que se lucha hoy y muy apreciadas en los círculos metodistas, los avivamientos estadounidenses y reuniones de campo, el Ejército de Salvación y el Gemeinschaftsbewegung alemán, con todas sus excrecencias y excentricidades— se les da preferentemente el título de regeneración (cf. E. Wacker, "Wiedergeburt und Bekehrung", 1893). Desde Schleiermacher la variedad y confusión de los puntos de vista sobre el carácter de la regeneración en la literatura ilustrada han aumentado en lugar de disminuir; de hecho es casi un caso de cada uno a su gusto. El favor más grande en la teología positiva liberal y moderna es disfrutado por la teoría de Albert Ritschl, según la cual los dos momentos distintos de la justificación y la reconciliación mantienen la misma relación entre sí que el perdón y la regeneración. Tan pronto como se elimina la resistencia a Dios en la justificación, y la falta de confianza en Dios —o, en otras palabras, el pecado— es superada en el perdón de los pecados, la reconciliación con Dios y la regeneración entran en sus derechos, inaugurando así una nueva vida de actividad cristiana que se revela en el cumplimiento de todas las obligaciones del propio estado.

Volviendo finalmente a la utilización no cristiana del término, nos encontramos con "regeneración" en el uso común en muchas religiones paganas. En el persa, que se extendió ampliamente en Occidente como una religión de los soldados y oficiales bajo el Imperio Romano, las personas iniciadas en los misterios eran designadas "regenerado" (renatus). Mientras que aquí la palabra conserva su sentido ético-religioso, hubo un cambio completo de significado en las religiones que enseñan la metempsicosis o la transmigración de las almas (pitagóricos, druidas, los indios), en las cuales la reencarnación de las almas que han partido era llamada "regeneración". Este uso no ha desparecido por completo todavía, pues es corriente entre los teósofos (cf. E. R. Hull, "Theosophy and Christianity", Bombay, 1909; y en relación con eso "Stimmen aus Maria-Laach", 1910, 387 ss., 479 ss.). No se debe confundir esta opinión con el uso que se remonta a Cristo mismo, quien le llama regeneración (regeneration) (Mt. 19,18) a la resurrección de los muertos en el último día.


Fuente: Pohle, Joseph. "Regeneration." The Catholic Encyclopedia. Vol. 12, pp. 714-715. New York: Robert Appleton Company, 1911. 22 Oct. 2016 <http://www.newadvent.org/cathen/12714a.htm>.

Traducido por Luz María Hernández Medina