Herramientas personales
En la EC encontrarás artículos autorizados
sobre la fe católica
Martes, 19 de marzo de 2024

Pasquier Quesnel

De Enciclopedia Católica

Saltar a: navegación, buscar

Su Vida y Obras

(Pascacio) Pasquier Quesnel nació en París el 14 de julio 1634 y murió en Amsterdam el 2 de diciembre de 1719. Descendiente de una antigua y noble familia, completó en la Sorbona un curso brillante en filosofía y teología. A la edad de veintitrés años ingresó en la Congregación del Oratorio en donde sus talentos fueron provechosamente empleados en la dirección de los jóvenes. Compuso para el uso de los estudiantes a su cargo, y publicó en 1671 un "Epítome de la Moral de los Evangelistas, o Pensamientos Cristianos sobre los Textos de los Cuatro Evangelistas". Por importantes desarrollos sucesivos, este trabajo se convirtió en "El Nuevo Testamento en Francés con Reflexiones Morales sobre cada verso" (París, 1687-92) y dio lugar a animadas polémicas hasta que por fin, en 1708, sus doctrinas fueron condenadas por el Papa Clemente XI (véase Jansenio y jansenismo). Pero la edición de 1671 ya contenía cinco de las 101 propuestas (12, 13, 30, 60 y 65), más tarde censuradas en la BulaUnigénito”. Quesnel, estaba profundamente imbuido de los errores de Michel Baius y los jansenistas y había difundido hábilmente esas opiniones en sus "Reflexiones Morales" sobre el Nuevo Testamento. Además, en relación al papado, había adoptado las enseñanzas de Marco Antonio de Dominis y de Richer. Publicó (París, 1675; Lyons, 1700) una edición completa de las obras del Papa San León I Magno. Las notas y disertaciones que añadió, aunque muy sabias, se echan a perder por sus ataques a la infalibilidad, e incluso a la primacía romana. En consecuencia, esta obra fue puesta bajo la prohibición del Índice y la única respuesta de Quesnel a la condena fue la recriminación irrespetuosa. A causa de sus opiniones jansenistas, las que enfatizaba cada vez más, fue relegado a Orléans. En 1684, al negarse a suscribirse a la fórmula que la Asamblea General del Oratorio se sintió obligado a elaborar contra los errores actuales, se vio obligado a abandonar la congregación. Luego se trasladó a Bélgica para unirse a Antoine Arnauld, a cuya muerte (1694) estuvo presente, y cuyo lugar tomó a la cabeza del partido.

Las dificultades de la estancia en un país extranjero no pudieron frenar su ardor para hacer proselitismo o reducir su actividad literaria. El diccionario de Moreri le atribuye unos sesenta discursos, ascéticos o polémicos, varios de los cuales fueron publicados bajo nombres ficticios o en forma anónima en Bruselas, donde se mantuvo escondido por algún tiempo. Sin embargo, en 1703, Felipe V, actuando en concierto con el arzobispo de Malinas, Humberto de Precipiano, lo hizo arrestar y encarcelar en el palacio arzobispal. Sin embargo, logró escapar y llegar a Holanda, donde halló asilo en Amsterdam, donde continuó escribiendo en apoyo a sus ideas, a pesar de todas las prohibiciones y censuras. Obstinado en la consecución de sus objetivos, no siempre fue delicado en la elección de sus medios. Cuando los comisionados reales lo descubrieron encubierto en ropa de seglar y agazapado detrás de un barril, y querían asegurarse de su identidad, declaró que su nombre era Rebecq, uno de sus muchos seudónimos. De parte de un hombre que como todos los de su partido despreciaba las restricciones mentales y las equivocaciones, el expediente, por decir lo menos, era singular.

Aún más desleal fue su intento de encubrir sus doctrinas con la autoridad de Bossuet, a quien se le había pedido que examinara el texto de las “Reflexiones Morales” y había consentido en hacerlo. Él incluso había redactado una advertencia como prefacio a una nueva edición, insistiendo, sin embargo, en la corrección de las ciento veinte proposiciones que había encontrado censurables. Como este condición no fue aceptada, se negó a cooperar y retuvo su propuesta "Avertissement". Pero más tarde Quesnel obtuvo de los herederos de Bossuet los materiales que éste había preparado, y los cuales publicó como una obra bajo el título "Justificación de las Reflexiones Morales por el difunto M. Bossuet". Hasta el momento de su muerte el ardiente jansenista fue inconsistente y poco sincero. Pidió y recibió los últimos Sacramentos y, en presencia de dos protonotarios apostólicos y otros testigos, hizo una profesión de fe con su propia firma, en la que declaró "que deseaba morir como había vivido siempre, en el seno de la Iglesia Católica, que creía todas las verdades enseñadas por ella, que condenaba todos los errores condenados por ella, que reconocía al Sumo Pontífice como el principal Vicario de Cristo y a la Sede Apostólica como el centro de la unidad". Que estas fórmulas ocultaban algunas restricciones inadmisibles es demostrado por su mismo tenor. No hay duda sobre este punto en vista del Artículo 7 que la completa, y en el que se dice que el escritor "persiste en su recurso de apelación a un futuro concilio general, respecto a la Constitución "Unigénito', y en relación con las quejas à propos de las cuales solicitaba la sentencia de la Iglesia”.

Entre las numerosas obras de Quesnel, además de las ya mencionadas podemos citar en especial: "Lettres contre les nudités addressées aux religieuses qui ont soin de l'éducation des filles"; "L'Idée du Sacerdoce et du Sacrifice de Jésus Christ"; "Les trois consécrations: la consécration baptismale, la sacerdotale et la consécration religieuse"; "Elévation à N. S.J. C. sur sa Passion et sa Mort"; "Jésus pénitent"; "Du bonheur de la mort chrétienne"; "Prières chrétiennes avec des pratiques de piété"; "Office de Jésus avec des réflexions"; "Recueil de lettres spirituelles sur divers sujets de la morale et de la piété"; bajo el pseudónimo de Géry, "Apologie historique de deux censures (contre Lessius) de l'Université de Douai"; bajo el pseudónimo de Germain, "Tradition de l'Église Romaine sur la prédestination des saints et sur la grâce efficace"; "La discipline de l'Église tirée du Nouveau Testament et de quelques anciens conciles"; "Causa Arnaldina", una obra producida bajo otra forma como "La justification de M. Arnauld"; "Entretiens sur le Décret de Rome contre le Nouveau Testament de Châlons accompagnées de reflexions morales"; finalmente siete "Mémoires" que servían como una historia de la constitución “Unigénito”. Esta lista, aunque incompleta, contiene en su primera parte sólo las obras más generalmente usadas y edificantes; como contrapeso las últimas siete nombradas están impregnadas con los principios jansenistas o dedicadas principalmente a su defensa.

Quesnelismo

Los errores teológicos de Quesnel encontraron su expresión más completa en sus "Reflexiones Morales". Aunque aparecen allí sólo en ocasiones, inconexas, de una manera fragmentaria, y además escondidas en la expresión de consideraciones piadosas, en realidad forman un todo sistemático. Demuestran que su autor había adoptado un sistema radicalmente falso pero coherente, que era básicamente sólo una síntesis de los sistemas de Michel Baius y Jansenio. Para aclarar esto, sólo hay que comparar las mil y una proposiciones condenadas en la BulaUnigénito” y extraídas fielmente de las “ Reflexiones Morales” con las teorías previamente defendidas por el obispo de Ypres y su predecesor en la Universidad de Lovaina. Pues Quesnel, como Baius, concebía la naturaleza hombre en sus tres estados sucesivos: la inocencia, la caída y la restauración. Todas sus tesis esenciales se basan en una confusión entre el orden natural y el sobrenatural, que necesariamente implica la afirmación de una diferencia intrínseca en lo que respecta a la gratuidad, así como a la eficacia, entre la gracia del Creador y la gracia del Redentor. "La gracia de Adán produjo sólo méritos humanos" (Prop. 34), pero "al ser una consecuencia de la creación, se debió a la naturaleza cuando completa e inalterada" (Prop. 35). Su pérdida a través de la caída original mutiló nuestra naturaleza, y al convertirse el hombre en "un pecador está sin la gracia del Libertador, libre sólo para hacer el mal" (Prop. 38). Además, esta gracia "nunca se da sino por la fe” (Prop. 26). La fe, que "es la primera gracia y la fuente de todas las demás "(Prop. 27), debe entenderse como "la fe operativa, y funciona sólo por la caridad" (Prop. 51). Por lo tanto, "fuera de la Iglesia no se da ninguna gracia" (Prop. 29), y "siendo la primera gracia dada el pecador la remisión de los pecados" (Prop. 28), todos sus actos, mientras él siga siendo un pecador, son pecados (prop. 44-8), de modo que "la oración del malvado es un nuevo pecado, y lo que Dios les concede es una nueva condenación" (Prop. 59).

Todo esto está resumido en la tesis del amor contrario doble: "Sólo hay dos amores, de los que salen todas nuestras voluntades y todas nuestras acciones: el amor de Dios (la caridad propiamente dicha) que lo refiere todo a Dios y el que Dios premia; y el amor a sí mismo y al mundo, que es el mal ya que no refiere a Dios lo que debería ser referido a Él" (prop. 44). De esto se deduce no sólo la inutilidad, sino la malicia y los malos efectos de la atrición, es decir, de todo el arrepentimiento que no surge de la caridad pura, pues, "el miedo sólo sujeta las manos, el corazón permanece unido al pecado siempre y cuando no esté liderado por el amor a la justicia” (prop. 61); y "el que se abstiene del mal sólo por miedo al castigo, ya ha pecado en su corazón" (prop. 62). Así, la concepción errónea del carácter realmente gratuito y sobrenatural de la gracia original dio sus frutos legítimos, rigorismo y desesperación; resultó, en lo que se refiere a la atrición, en una conclusión ya condenada por el Concilio de Trento.

En Quesnel se encuentra asimismo la doctrina del “Augustinus" (véase Jansenio y jansenismo). Al igual que ese famoso libro, "Reflexiones Morales" no admite ni la gracia puramente suficiente ni la libertad real de la indiferencia; por el contrario, las niega en muchas fórmulas. "La gracia es la operación de la mano omnipotente de Dios que nada puede impedir o retrasar" (prop. 10), "no es más que la omnipotente voluntad de Dios que manda y que ejecuta sus órdenes" (prop. 11). “Cuando Dios desea salvar un alma, no importa cuándo o dónde, la voluntad de Dios se lleva a cabo infaliblemente" (Prop. 12). “Cuando Dios desea salvar un alma y la toca con la mano interior de su gracia, ninguna voluntad humana puede resistirse a ella" (prop. 13); "no hay ninguna atracción que no ceda a la atracción de la gracia, porque nada se resiste al Omnipotente" (prop. 16). En una palabra, la acción de gracias puede y debe ser comparada con aquella por la cual Dios creó el mundo, realizó la Encarnación, resucitó a Jesucristo de entre los muertos y con la que obró todos los demás milagros (prop. 20-5).

Tras haber admitido todo esto, no es sorprendente que los preceptos divinos no puedan ser observados por hombres de buena voluntad que hacen el esfuerzo. Porque, por un lado, "la gracia de Jesucristo, el principio eficaz de todo bien, es necesaria para cualquier obra buena; sin ella no sólo no se hace nada, sino que nada se puede hacer" (prop. 2); "la voluntad sin la gracia previa no tiene luz excepto a hacer el mal, no celo excepto acelerar a la destrucción, no fuerza excepto para herirse a sí mismo: es capaz de todo mal e incapaz de cualquier bien" (prop. 39). Por otra parte, cuando la gracia está presente y actuante, uno nunca se le resiste. Por lo tanto, si alguien falla en su deber, sólo puede ser porque no ha recibido la gracia indispensable. Pues "la gracia es esa voz del Padre enseñando a los hombres interiormente y llevándolos a Jesucristo; quien, tras haber escuchado la voz exterior del Hijo, no venga Él, no ha sido enseñado por el Padre" (prop. 17). Y, sin embargo, de acuerdo a Quesnel, el hombre será declarado culpable y condenado por aquellas transgresiones que posiblemente no puede evitar (prop. 40). Pero, puesto que la observación de los Mandamientos y por lo tanto de las condiciones necesarias para la salvación no están al alcance de todos, es evidente que ni la intención de Dios a salvar ni la eficacia de los sufrimientos del Salvador se extienden a todas la humanidad. Así que "todos aquellos a quienes Dios quiere salvar por medio de Cristo, son infaliblemente salvados" (prop. 30), y si "Cristo mismo se entregó a la muerte", fue solamente "para arrebatar el primogénito, esto es a los elegidos, de la mano del ángel exterminador" (prop. 32).

Todas estas ideas extraordinarias de Quesnel respecto a gracia, y su obstinada defensa de ellas contra la autoridad legítima tuvieron como resultado práctico y lógico un segundo grupo de errores no menos graves sobre la Iglesia su composición, disciplina, y gobierno en general. Según Quesnel, la Iglesia es invisible, ya que incluye "como sus miembros sólo a los santos” o "a los elegidos y a los justos" (prop. 72-7), y "una persona se separa de ella cuando no vive de acuerdo al Evangelio tanto como por no creer en el Evangelio" (prop. 78). La Iglesia comete un abuso “al prohibir a los cristianos leer la Sagrada Escritura y especialmente los Evangelios "(prop. 85), pues esta lectura "es necesaria para todos, en todo lugar y en todos los tiempos" (props. 79-84). “Es la Iglesia quien tiene el poder de excomulgar, para ser utilizado por los principales pastores con el consentimiento, por lo menos presunto, de todo el cuerpo" (prop. 90). Esto, según el autor afirma explícitamente en su séptima "Memoria", supone que la multitud de los fieles, sin distinción de rango, sea propiamente hablando la único depositaria de todo el poder eclesiástico; pero, como no puede ejercer ese poder por sí misma, la comunidad se lo confía a los obispos y al Papa, que son sus agentes y sus mandatarios; y en este sentido, el Papa es solamente "la cabeza ministerial” del cuerpo episcopal. Además, "el miedo a una excomunión injusta no nos debe impedir que cumplamos nuestro deber" (prop. 91), "sufrir en paz una excomunión y anatema inmerecidos antes que traicionar la verdad es imitar a San Pablo" (prop. 92). El carácter directamente personal y el objeto de estas últimas declaraciones son evidentes. Lo mismo puede decirse de los artículos que protestan contra el abuso de la multiplicación de juramentos entre cristianos (prop. 101), o hablar del desprecio, la intolerancia y la persecución a la que la verdad está sometida (prop. 93-100), y que, coronando esta triste acusación con una afirmación más ofensiva que las demás, ver en los supuestos abusos haber descubierto "una de las pruebas más impactantes de la decadencia senil de la Iglesia” (prop. 95).


Bibliografía: Lafitau, Histoire de la Constitución Unigenitus (Lieja, 1738); Schill, Die Constitución Unigenitus (Friburgo, 1876).

Fuente: Forget, Jacques. "Pasquier Quesnel." The Catholic Encyclopedia. Vol. 12. Nueva York: Robert Appleton Company, 1911. <http://www.newadvent.org/cathen/12601c.htm>.

Traducido por Luz María Hernández Medina.