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Martes, 19 de marzo de 2024

Genealogía (en la Biblia)

De Enciclopedia Católica

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Introducción

La palabra genealogía aparece sólo dos veces en el Nuevo Testamento: 1 Tim, 1,4, y Tito 3,9. En estos pasajes los comentaristas explican que la palabra se refiere a las teogonías gentiles, o a la generación esenia de los ángeles, o a la emanación de espíritus y eones según concebida por los gnósticos, o a la genealogía de Jesucristo, o, finalmente, a las genealogías del Antiguo Testamento interpretadas como fuente de una doctrina oculta. Algunos incluso apelan a Filón con el fin de referir las expresiones de San Pablo a las distintas historias y fábulas contadas acerca de Moisés y los patriarcas. En el Antiguo Testamento el término genealogia se produce sólo en unos pocos manuscritos de los Setenta, en 1 Crón. 4,33; 5,7.17; 9,22; Esd. 8,1, donde el texto comúnmente aceptado lee katalogismos o katalochismos. En el presente artículo, por lo tanto, no vamos a insistir sobre el término genealogía, sino que se considerarán las partes, por lo general listas genealógicas, introducidas por la frase "estas son las generaciones" o "este es el libro de la generación"; vamos a investigar el significado de la frase introductoria, enumerar las principales listas genealógicas, indicar sus fuentes, llamar la atención sobre su importancia y señalar sus deficiencias. Listas genealógicas especiales, por ejemplo las de Cristo, que se encuentran en los evangelios de San Mateo y San Lucas, deben estudiarse por separado.

Frase Introductoria

La fórmula introductoria, "estas son las generaciones" o "este es el libro de la generación", es el título de las diez partes del libro del Génesis. Ocurre también en Núm. 3,1; Rut 4,18; 1 Crón. 1,29. Expresiones similares se encuentran con frecuencia sobre todo en los Libros de las Crónicas. ¿Cuál es su significado? Ellas no denotan ninguna genealogía o tabla genealógica en nuestro sentido de estas palabras. No puede haber asuntos de posteridad en Gén. 2,4: “estas son las generaciones del cielo y la tierra”, como parece implicar toledhoth, el equivalente hebreo de “generaciones”. En Gén. 6,9 la fórmula introductoria es seguida por la historia del Diluvio; por lo tanto, no puede apuntar hacia una tabla genealógica. Si tenemos en cuenta, por otra parte, que la historia primitiva fue sólo la genealogía adornada con diversas anécdotas e historias de incidentes, nos damos cuenta que las porciones genealógicas del libro del Génesis son biografías abreviadas y rudimentarias. El significado correcto de nuestra fórmula de introducción es, por lo tanto, simplemente, "esta es la historia".

Listas Genealógicas

El carácter peculiar de los relatos de la historia primitiva explica las numerosas listas genealógicas que se encuentran en los libros del Antiguo Testamento. Vamos a enumerar sólo las principales:

  • Gén. 5,1-31 da los patriarcas desde Adán a Noé;
  • Gén. 10,1-32, la etnografía de los hijos de Noé;
  • Gén. 11,10-26, los patriarcas desde Sem hasta Abraham;
  • Gén. 11,27-32, la posteridad de Téraj;
  • Gén. 22,20-24, la posteridad de Najor;
  • Gén. 25,1-4, los descendientes de Abraham por Queturá;
  • Gén. 25,12-18, la posteridad de Ismael;
  • Gén. 25,23-29, los hijos de Jacob;
  • Gén. 36,1-42, la posteridad de Esaú y los príncipes de Edom;
  • Gén. 46,8-27, la familia de Jacob que entró a Egipto;
  • Núm. 3,14-39, la lista de los levitas;
  • Núm. 26,1-51, los jefes de las tribus;
  • Rut 4,18-22, la genealogía de David;
  • Esd. 7,1-5, la genealogía de Esdras;
  • Nehemías caps. 11 y 12, la genealogía del número de personas.

El Primer Libro de las Crónicas 1-9 está repleto de listas genealógicas que ya sea repiten, abrevian o desarrollan de nuevo las genealogías anteriores, añadiendo a veces otros documentos de origen desconocido. Por ejemplo, hay una breve genealogía de Benjamín, en 1 Crón. 7,6-12, una más larga en 1 Crón. 8,1-40; del mismo modo una breve genealogía de Judá en 1 Crón. 4,1-23, una más completa en 1 Crón. 2,3 y 3,24. El historiador inspirado no hace ningún esfuerzo para armonizar estas diferencias llamativas, pero parece ser cuidadoso sólo en reproducir sus fuentes.

Con el fin de apreciar adecuadamente las listas anteriores, hay que tener en mente cuatro de sus peculiaridades:

(1) En las lenguas primitivas cada palabra tenía un cierto significado. Los nombres extranjeros tenían que ser traducidos o sustituidos por otros nombres. A medida que la lengua semítica se desarrolló a partir de la primitiva, los nombres propios también experimentaron un cambio similar, con el fin de asumir una apariencia semita, y a veces incluso hebrea. Esto no destruye el carácter histórico de los hombres conocidos bajo estos cambios de apelativos; el mártir San Adaucto no se convierte en mera ficción simplemente porque su nombre real sea desconocido. Lenormant nos ha dejado una comparación entre los patriarcas antediluvianos de la Biblia y los héroes antediluvianos de tradición caldea (Origines de l'histoire, I, París, 1880, págs.. 214- 90), y Vigouroux nos ha dado un estudio sobre el origen mitológico de los patriarcas antediluvianos (Livres saints et critique ration., 1891, IV, LIV. I, C. VII, págs. 191-217). Todo esto viene a demostrar que en realidad los nombres que se encuentran en las genealogías bíblicas denotan al mismo sujeto, pero no presentan la misma forma que los nombres originales.

(2) Los nombres que se encuentran en las genealogías bíblicas no siempre nombran a personas, sino que pueden denotar una familia, una tribu o nación, o incluso el país en el que los portadores de los respectivos nombres habitaban. Por ejemplo, Josué 7,1 habla de “Akán, hijo de Karmí, hijo de Zabdí, hijo de Zéraj, de la tribu de Judá”, mientras el contexto (cf. 16 ss.) muestra que Zabdí significa la "casa de Zabdi" y Zéraj para la "familia de Zéraj". Una vez más, a lo largo de Génesis 10, la genealogía sirve como propósito etnográfico, por lo que sus nombres representan naciones o países. El nombre del país se puede identificar con el de sus habitantes, porque el país representa a su gente por medio de una metáfora que casi ha dejado de serlo debido a su uso frecuente. El mismo nombre propio designa un individuo, una familia, una casa, una tribu o una nación, debido a la idea de la solidaridad de toda la comunidad en los méritos y deméritos del miembro individual. Esta anchura de significado de los nombres genealógicos no resta valor a su historicidad, ya que la oscuridad del abuelo del bisabuelo de uno no impide a uno ser una verdadera descendencia de su tribu o nación.

(3) Cuando los nombres en las genealogías bíblicas denotan personas en particular, su conexión puede ser sólo una legal. Una mujer cuyo marido murió sin descendencia estaba obligada por ley a casarse con el hermano de su marido y el primogénito nacido de tal matrimonio, llamado levirato, era contado y registrado como el hijo del hermano fallecido (Deut. 25,5 ss.). La pregunta propuesta a Cristo por los saduceos (Mt. 22,24; Mc. 12,19; Lc. 20,28) demuestra que se observó esta ley hasta el tiempo de Cristo. Tal sustitución de la filiación física a la legal en las genealogías bíblicas no elimina la descendencia de su propia familia o tribu.

(4) Finalmente, los extranjeros incorporados a una tribu o familia se cuentan entre los descendientes de los respectivos epónimos. Esta costumbre explica las palabras de Jacob pronunciadas en su lecho de muerte (Gén. 48,5-6), donde él ordena que los hijos de José, con excepción de Efraín y Manasés, "tuyos serán y con el apellido de sus demás hermanos se les citará en orden a la herencia".

Fuentes de las Genealogías

En términos generales, las genealogías posteriores se derivaron de fuentes escritas, ya sean inspiradas o profanas. Por ejemplo, la genealogía de Benjamín en 1 Crón. 7,6-12, se basa en los datos que figuran en los libros de Génesis y Números; una genealogía más extensa del mismo patriarca encontrada en 1 Crón. 8,1-40, se basa, sin duda, en fuentes escritas también, que son, sin embargo, desconocidas para nosotros. En cuanto a las primeras genealogías, su veracidad no puede ser directamente probada independientemente de la inspiración. Los documentos escritos se utilizaron mucho antes de lo que los arqueólogos de la primera mitad del siglo XVIII creían. Por otra parte, se requería muy poca escritura para preservar las primeras listas genealógicas, que son a la vez raras y breves. Podemos conceder libremente que el arte de la escritura no se conocía desde Adán hasta el Diluvio, y durante siglos después de Noé. Pero teniendo en cuenta los siguientes hechos, no encontramos ninguna dificultad en admitir la tradición oral y la memoria como fuentes suficientes para estos períodos.

  • Se ha encontrado que el poder de la memoria es mayor entre pueblos que no han aprendido al arte de la escritura.
  • Cada una de las listas genealógicas pertenecientes a los dos períodos en cuestión contiene sólo diez generaciones, de modo que sólo se requerían veinte nombres para ser trasmitidos por tradición.
  • Antes de la introducción de la escritura, se usaban dos dispositivos para ayudar a la memoria; ya sea que se versificaba la historia, o que se reducían los hechos a ciertos números estándares. Esta segunda forma estaba en uso entre las naciones de las Escrituras. Había diez patriarcas antediluvianos, diez postdiluvianos; se nombran setenta descendientes de Jacob con motivo de la entrada de Israel a Egipto, aunque algunos de ellos habían muerto en ese momento, otros aún no habían nacido; la lista etnográfica de Génesis enumera setenta naciones, aunque da algunos nombres de poca importancia y omite otros de gran importancia; 1 Crón. 2,3-55 da setenta descendientes de Judá; 1 Crón. 8,1-28, setenta descendientes de Benjamín. Este método los guardaba contra inserciones u omisiones arbitrarias de cualquier nombre, aunque no excluía completamente la sustitución de un nombre por otro. Una posible excepción contra dicha disposición será considerada en la última sección.

Importancia de las Genealogías

Los hebreos comparten la predilección por las genealogías que prevalecía entre todas las razas semitas. Entre los árabes, por ejemplo, ninguna biografía está completa sin una larga lista de los antepasados del héroe. Registran incluso el linaje de sus caballos, estimando su nobleza de acuerdo a su extracción (Cf. "Revue des deux mondes", 15 mayo 1855, págs. 1775-1777; Caussin de Perceval, "Essai sur l'histoire des Árabes avant l'islamisme", París, 1844-1848). Entre los hebreos dichas listas genealógicas eran de todavía mayor importancia por las siguientes razones:

  • El parentesco más cercano confería entre los hebreos los derechos del llamado Goel. Levítico 25,25, y Rut 4,1-6 muestran algunas de las ventajas implícitas en este derecho. En la Vulgata Latina el término Goel se traduce como propinquus o proximus; en la versión en inglés se traduce como "pariente".
  • Una vez más, los sacerdotes y los levitas tenían que demostrar su ascendencia legal con el fin de cumplir con las honorables y remunerativas funciones de sus respectivos cargos. Al volver del cautiverio de Babilonia varios fueron excluidos de la clase sacerdotal porque no pudieron demostrar su linaje levítico (Esd. 2,62; Neh. 7,64). Josefo (Vit., I) recurre a los registros sacerdotales y se enorgullece de la ascendencia real de su madre; muestra que incluso los sacerdotes residentes en Egipto tenían sus hijos registrados auténticamente en Jerusalén, a fin de salvaguardar sus prerrogativas sacerdotales (C. Apión., I, VII).

Eusebio (Hist. Ecl., III,XIX,XX) relata con la autoridad de San Hegesipo que Domiciano (81-96 d.C.) dio muerte a todos los descendientes de David, excepto los familiares de [[Jesucristo{Cristo]] debido a su condición humilde.

Deficiencias de las Genealogías

No se puede negar que en las listas bíblicas se omiten algunos de los eslabones genealógicos; incluso San Mateo tuvo que emplear este método con el fin de organizar los antepasados de Cristo en tres series de catorce cada una. A primera vista, tales omisiones pueden parecer estar en desacuerdo con la inerrancia de la Biblia, porque los miembros individuales de las listas genealógicas están conectados por el sustantivo “hijo” o el verbo “engendrar”. Pero ninguno de estos enlaces crea una dificultad real:

  • En Mateo 1,1 se muestra el amplio significado del nombre “hijo” en las genealogías: “Jesucristo, el hijo de David, el hijo de Abraham”. Esta frase prepara al lector para la opinión de que el nombre “hijo” puede conectar a una persona con cualquiera de sus antepasados, no importa cuan remoto.
  • En cuanto al verbo “engendrar”, algunos autores sostienen que la forma Hiphil de su equivalente en hebreo se refiere a la descendencia inmediata, mientras que su forma Qal puede denotar una generación más remota. Sin embargo, este argumento no se basa en ninguna base sólida. Es cierto que la forma Hiphil aparece en los capítulos 5 y 11 del Génesis; también es cierto que los eslabones sucesivos de las genealogías en estos dos capítulos parecen excluir cualquier generación intermedia. Pero esto es sólo aparente. A menos que sea cierto a partir de otras fuentes que la palabra hebrea en cuestión signifique la procreación de un hijo inmediato, Gén. 5,15, por ejemplo, puede muy bien querer decir que Mahalael a la edad de sesenta y cinco años engendró al abuelo de Yéred como que engendró a Yéred inmediatamente. Lo mismo es cierto de los otros patriarcas mencionados en los dos capítulos anteriores. Tampoco se puede insistir en que tak interpretación destruiría la cronología de los patriarcas; pues el escritor inspirado no tenía la intención de transmitir una cronología.


Bibliografía: PRAT en Dict. de la Bible; KNABENBAUER en HAGEN, Lexicon Biblicum (París, 1905); PANNIER, Genealogiae biblicae cum monumentis Æegyptiorum et Chaldaeorum collatae (Lille, 1886); BRUCKER, La Chronologie des premiers ages de l'humanite in La Controverse, 15 marzo, 15 mayo, 1886, págs. 375-93, 5-27; VON HUMMELAUER, Comment. en Gen. (Friburgo, 1895), 572; IDEM, Das vormosaische Priesterthum en Israel (Friburgo, 1899).

Fuente: Maas, Anthony. "Genealogy (in the Bible)." The Catholic Encyclopedia. Vol. 6. New York: Robert Appleton Company, 1909. 28 Jun. 2016 <http://www.newadvent.org/cathen/06408a.htm>.

Traducido por Luz María Hernández Medina