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Los dos [[concilio]]s del siglo XVI finalmente allanarían el camino para la tan deseada [[Reforma del Calendario|reforma]]. Los esfuerzos realizados en el [[Quinto Concilio de Letrán|Concilio de Letrán]] son descritos por Marzi. De los doce o más autores enumerados por él, será suficiente mencionar a dos que ejercieron una influencia decisiva:  [[Pablo de Middleburg]], quien inició el procedimiento, y [[Nicolás Copérnico|Copérnico]], que los llevó a una conclusión provisional. 
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La vida del primero es descrita por [[Bernardino Baldi|Baldi]] en el Apéndice I a Marzi. [[Pablo de Middleburg|Pablo]] nació en 1445, murió como [[obispo]] de [[Fossombrone]] en 1534.  La República de [[Venecia]] lo llamó de [[Lovaina]] a [[Italia]], y se convirtió en profesor de matemáticas en [[Padua]], y [[historia de la medicina|médico]] y [[astrología|astrólogo]] del duque de [[Arquidiócesis de Urbino|Urbino]].  Antes de la apertura del concilio en 1512 le pidió preguntó a [[Papa Julio II|Julio II]] que ese ocupara del calendario.  [[Papa León X|León X]] le envió escritos a Maximiliano I, a los príncipes, obispos, y a las [[universidad]]es, para obtener su opinión sobre el calendario, y nombró al obispo de [[Fossombrone]] como presidente de la comisión para la reforma. 
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El tratado que Pablo de Middelburg presentó al concilio se titula: "Paulina sive de recta Paschae cerebración etc." (Fossombrone, 1513).  Estaba en contra de colocar de nuevo el equinoccio el 21 de marzo, y se opuso a la [[idea]] de abandonar el ciclo lunar o poner la [[Pascua]] en un [[domingo]] fijo del año.  Sin embargo, propuso un cambio en el ciclo mediante la reducción de los siete meses embolismales a cinco.  El emperador Maximiliano encargó a las Universidades de [[Universidad de Viena|Viena]], [[Universidad de Tubinga|Tubinga]] y [[Universidad de Lovaina|Lovaina]] que expresaran una opinión. [[Viena]] apoyó las proposiciones primera y tercera del [[cardenal]] [[Pierre d'Ailly|d'Ailly]] en el [[Concilio de Constanza]], a saber, corregir la intercalación juliana omitiendo un día bisiesto cada 134 años, y abandonar el ciclo lunar. Tubinga fue de la misma opinión, y estuvo de acuerdo con el obispo Pablo en dejar el equinoccio donde estaba.
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En 1514 la comisión [[Papa|papal]] había invitado a Copérnico a exponer sus puntos de vista, y su decisión fue que los movimientos del sol y de la luna aún no eran lo suficientemente conocidos para intentar una reforma del calendario.  La comisión debía hacer propuestas concretas en la décima reunión del concilio.  Aunque este fue pospuesto de 1514 para el 1515, no se llegó a ninguna conclusión. Después del Concilio de Letrán hubo un considerable progreso. Copérnico había prometido continuar con las observaciones del Sol y la Luna y así lo hizo durante más de diez años más.  Los resultados previstos en su inmortal obra "De Revolutionibus Orbium Coelestium" (1543) permitieron a Erasmo Reinhold para calcular las Tablas Pruténicas ([[Wittenberg]], 1554), que se hicieron después la base de la [[Reforma del Calendario|reforma]] [[Papa Gregorio XIII|gregoriana]]. 
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Los principales escritores de la época son los siguientes: [[Alberto Pighio]], maestro en la Universidad de Lovaina, que dedicó a León X, en 1520, un tratado en el que apoyaba la intercalación del cardenal d'Ailly, la omisión de un día bisiesto cada 134 años, pero, por otro lado, recomendaba la retención del ciclo lunar.  Cometió un [[error]] sobre el equinoccio, al contarlo desde la constelación de Aries y al recomendar la omisión de 16 días. Se puede mencionar de pasada a los dos [[monje]]s [[Florencia|florentinos]], Joannes Lúcido y Joannes María de Tholosanis.  Este último abogó por un conteo cíclico pero se opuso al cambio de la [[fechas y datación|fecha]] del equinoccio. Durante el [[Concilio de Trento]] se escribieron y propusieron varios planes al Concilio y al [[Papa]].  El cardenal [[Papa Marcelo II|Marcelo Cervino]], presidente del [[concilio]], convocó a [[Trento]] al [[Verona|veronés]] Girolamo Fracastoro, médico y [[astronomía|astrónomo]] de renombre, y tuvo varias conferencias con él sobre el tema del calendario.  En 1548 Bartolomeo Caligario, un [[sacerdote]] de [[Padua]], ofreció un memorando al [[obispo]] de [[Ruvo y Bitonto|Bitonto]], en el que basó sus planes sobre [[Pablo de Middelburg]], Stoeffler y Joannes Lucido. El [[Orden Franciscana|franciscano]] [[España|español]] Joannes Salon dirigió una propuesta al cardenal [[Ercole Gonzaga|Gonzaga]], primer presidente del concilio bajo [[Papa Pío IV|Pío IV]].  En 1564, inmediatamente después del concilio, le ofreció un resumen de él a Pío IV, y, siguiendo el consejo de [[Gugliemo Sirleto|Sirleto]] o, también a [[Papa Gregorio XIII|Gregorio XIII]], en 1577. Su memorándum es notable por las razones que expone contra una [[Pascua]] inmoble, y por el consejo de que el Papa omita un día bisiesto con motivo de jubileos generales.
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Otros memorandos fueron los de Begnino, un [[canónigo]] de [[Reims]], el cual fue entregado al [[cardenal]] de [[Alsacia y Lorena|Lorena]] en su camino hacia el concilio; el de Lucas Gaurico, que firmaba como ''Episcopus Civitatensis'', y basaba su "Calendarium Ecclesiasticum" de 1548 sobre Pablo de Middelburg; el del sacerdote español Don Miguel de Valencia, que fue presentado a Pío IV en 1564.  Más importante que todos estos fue un plan propuesto por el matemático veronés Petro Pitato.  Basando sus [[idea]]s también sobre Pablo de Middelburg quería se retuviese el ciclo lunar y se restaurara el equinoccio a la fecha de César, por la omisión de catorce días, que durante dos años se deberían tomar de los siete meses que tienen 31 días cada uno.  Su idea original, que se llevó a efecto final en la [[Reforma del Calendario|reforma]] gregoriana, era corregir la intercalación juliana del año solar, no cada 134 años, sino por siglos completos.  Ningún escritor anterior parece haber llamado la atención sobre el hecho de que la aplicación de la regla de 134 años tres veces llega, dentro de un pequeño [[error]], a lo mismo que omitir tres días bisiestos cada 400 años.  Su "Compendio" fue publicado y ofrecido a Pío IV en 1564.  El [[Concilio de Trento]] fue el primero, desde el de [[Primer Concilio de Nicea|Nicea]], que dio un paso positivo hacia una [[Reforma del Calendario|reforma del calendario]]. En la última sesión, 4 de diciembre de 1563, le encargó al [[Papa]] reformar tanto el [[breviario]] como el [[misal]], que incluía el calendario perpetuo.
  
 
===Después del Concilio de Trento===
 
===Después del Concilio de Trento===

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Su vida

Luis Lilio, principal autor del calendario gregoriano, era natural de Ciro o Ziró en Calabria. Su nombre era originalmente Aloigi Giglio, del cual se deriva la forma latinizada ahora utilizada. Montucla (Histoire des Mathématiques, I, 678) lo llama erróneamente Veronese, y Delambre (Histoire de l'Astronomie moderne, 1812, I, 5 y 57) lo llama Luigi Lilio Giraldi, mezclando Aloigi con Lilio Gregorio Giraldi, el autor de una obra "De Aunis et Mensibus".

No se conoce nada de la vida de Lilio más allá del hecho de que ya para 1552 era profesor de medicina en la Universidad de Perugia. En ese año el cardenal Marcello Cervini (más tarde Papa Marcelo II) lo recomendó para un aumento de sueldo como profesor eminente y un hombre muy estimado por toda la universidad. Esta fecha puede explicar por qué Lilio no vivió para ver su calendario presentado treinta años después. La declaración en la "Handwörterbuch" de POggendorff, de que Lilio fue médico en Roma y que murió en 1576, aparentemente no es apoyada por investigaciones recientes. En ese año (1576) su hermano Antonio, también doctor en artes y medicina, presentó su manuscrito sobre la reforma del calendario a la Curia Romana. Antonio era probablemente muchos años más joven, ya que sobrevivió a la reforma y mantuvo la propiedad de los derechos de autor del nuevo calendario, hasta que, al retrasar su introducción, perdió ese privilegio, y se liberó su impresión. Se hace mención de un Mons. Tomás Giglio, obispo de Sora, como primer prefecto de las comisiones papales para la reforma. Si él era pariente de los dos hermanos, no fue culpable de favoritismo familiar, puesto que demostró ser un obstáculo para los planes de Aloigi. La obra de Lilio no puede entenderse sin un conocimiento de lo que se hizo antes de él y en qué forma se introdujo la reforma.

Reforma gregoriana del calendario

Desde el Primer Concilio de Nicea hasta el de Constanza

La reforma del calendario estuvo relacionada desde el principio con los concilios generales, a saber, los de Nicea (325), de Constanza (1414-1418), de Basilea (1431), el Quinto de Letrán (1512-1517) y el de Trento (1545-1563). La doble regla, adscrita al primer concilio, de que el equinoccio vernal se mantendría el 21 de marzo, donde estaba entonces, y que la Pascua caería el domingo después de la primera luna llena de primavera, no fue respetada por todos aquellos que planearon reformas, pero la misma se respetó estrictamente en el calendario gregoriano. En la época del Primer Concilio de Nicea era bien sabido que tanto el año juliano como el ciclo lunar de Metón eran demasiado largos; y sin embargo no se podía adoptar el recurso hasta que se determinasen más exactamente los errores. Este estado de conocimiento se prolongó a lo largo de los primeros doce siglos de nuestra era, como lo atestiguan los pocos representantes de la época: Gregorio de Tours (544-595), Beda el Venerable (c. 673-735) y Alcuino (735-804).

Se realizó algún progreso durante el siglo XIII. En el "Computus" del Maestro Conrado (1200) se señaló de nuevo el error del calendario. Una primera aproximación de su alcance fue dado casi simultáneamente por Roberto Grosseteste (Greathead, 1175-1253), canciller de Oxford y obispo de Lincoln, y por el monje escocés Joannes de Sacrobosco (Holywood o Halifax). De acuerdo con el primero se debía omitir un día bisiesto cada 300 años; de acuerdo al último 288 años julianos eran muy largos por sólo un día, y 19 años julianos eran una y un tercio de horas más corto que el ciclo lunar. Mientras que el último error se calcula correctamente, los otros dos números 300 y 288 deben ser sustituidos por 128. El fraile franciscano Roger Bacon de Ilchester (1214-1294), basando sus puntos de vista sobre Grosseteste, recomendó al Papa una serie de reformas, sobre cuyos méritos no decidió. Campano (entre 1261 y 1264) le hizo a Urbano IV la propuesta específica de reemplazar el ciclo lunar de 19 años por otros dos de 30 y 304 años. El paso más importante en el siglo XIII fue hecho por la aparición, en 1252, de las tablas astronómicas de Alfonso X el rey de Castilla.

El siglo XIV es notable por una conferencia astronómica celebrada en la corte papal de Aviñón. En 1344 Clemente VI envió invitaciones a Joannes de Muris, un canónigo de Mazieres (Cantón Bourges), que era considerado un excelente astrónomo, y a Firmino de Bellavalle (Beauval), natural de Amiens, y otros. El resultado de la conferencia fue un tratado escrito por los dos autores antes mencionados: "Epistola Súper reformatione antiqui Calendarii". Tenía cuatro partes: el año solar, el año lunar, el número de oro, Pascua. Un tercer autor fue el monje Joannes de Thermis. Si él era o no un miembro de la misma conferencia, lo cierto es que el Papa Clemente VI le encomendó que escribiese su "Tractatus de tempore celebrationis Paschalis", el cual apareció nueve años después de la Conferencia (1354) y fue dedicado a Inocencio VI, sucesor de Clemente VI. En el mismo siglo se registran otros tratados sobre los errores y la reforma del calendario: uno de Maestro Gordiano (entre 1300 y 1320) y uno de un monje griego, Isaac Argyros (1.372-3).

Los Concilios de Constanza y Basilea

El siglo XV marca una época en la reforma del calendario por dos autoridades científicas, Pierre d'Ailly y Nicolás de Cusa, ambos cardenales. Pierre d'Ailly (1350-1425), obispo de Cambrai y canciller de la Sorbona, siguió las opiniones de Roger Bacon. Después de asesorar al antipapa Juan XXIII en 1412, le señaló al Concilio de Constanza, en 1417, los grandes errores del calendario. Sugirió diferentes remedios: en primer lugar, omitir un día bisiesto cada 134 años, a fines de corregir así el año solar; en segundo lugar, omitir un día del ciclo lunar cada 304 años; o tercero, abandonar todo cálculo cíclico y seguir la observación astronómica. Debe tenerse en cuenta que la primera y tercera proposición del cardenal d'Ailly se reiteran en nuestros propios días (sustituyendo por 134 el número correcto 128). El cardenal De Cusa (1401-1446) elaboró y propuso de nuevo la primera y segunda propuestas de D'Ailly al Concilio de Basilea. El error debía ser corregido mediante la omisión de 7 días en el ciclo solar (que pasa, en 1439, del 24 de mayo al 1 de junio) y 3 días en el ciclo lunar. Su "Reparatio Calendarii" proveyó gran cantidad de información a los reformadores posteriores. Él fue el primero en tomar en cuenta las diferencias de longitud de varios meridianos. Los dos concilios sabiamente pospusieron la reforma del calendario para un tiempo futuro.

Sin embargo, el siglo XV no habría de cerrar sin un progreso considerable relacionado con los nombres de Zoestius, Juan de Gmund, George von Peuerbach y Johann de Koenigsberg (Regiomontano). Después de 1437 apareció un tratado sobre la reforma del calendario por Zoestio. Los primeros almanaques impresos fueron emitidos por Juan de Gmund (m. 1442), decano y rector de la Universidad de Viena. Su discípulo fue Peuerbach, luego profesor de matemáticas en la misma universidad y maestro de Johann Müller, llamado Regiomontano por su lugar nativo en Franken. Este último (1435-1476) continuó la labor del canciller al publicar los calendarios que sirvieron de modelo para un siglo por venir. Se retuvieron los Números de Oro del ciclo lunar, pero se tomaron las lunaciones para la observación. Esta combinación hizo más y más manifiestos los errores de la Pascua. Sixto IV llamó a Regiomontano a Roma, con el fin de reformar el calendario, pero murió poco después de su llegada a la edad de cuarenta y un años.

Los Concilios de Letrán y Trento

Los dos concilios del siglo XVI finalmente allanarían el camino para la tan deseada reforma. Los esfuerzos realizados en el Concilio de Letrán son descritos por Marzi. De los doce o más autores enumerados por él, será suficiente mencionar a dos que ejercieron una influencia decisiva: Pablo de Middleburg, quien inició el procedimiento, y Copérnico, que los llevó a una conclusión provisional.

La vida del primero es descrita por Baldi en el Apéndice I a Marzi. Pablo nació en 1445, murió como obispo de Fossombrone en 1534. La República de Venecia lo llamó de Lovaina a Italia, y se convirtió en profesor de matemáticas en Padua, y médico y astrólogo del duque de Urbino. Antes de la apertura del concilio en 1512 le pidió preguntó a Julio II que ese ocupara del calendario. León X le envió escritos a Maximiliano I, a los príncipes, obispos, y a las universidades, para obtener su opinión sobre el calendario, y nombró al obispo de Fossombrone como presidente de la comisión para la reforma.

El tratado que Pablo de Middelburg presentó al concilio se titula: "Paulina sive de recta Paschae cerebración etc." (Fossombrone, 1513). Estaba en contra de colocar de nuevo el equinoccio el 21 de marzo, y se opuso a la idea de abandonar el ciclo lunar o poner la Pascua en un domingo fijo del año. Sin embargo, propuso un cambio en el ciclo mediante la reducción de los siete meses embolismales a cinco. El emperador Maximiliano encargó a las Universidades de Viena, Tubinga y Lovaina que expresaran una opinión. Viena apoyó las proposiciones primera y tercera del cardenal d'Ailly en el Concilio de Constanza, a saber, corregir la intercalación juliana omitiendo un día bisiesto cada 134 años, y abandonar el ciclo lunar. Tubinga fue de la misma opinión, y estuvo de acuerdo con el obispo Pablo en dejar el equinoccio donde estaba.

En 1514 la comisión papal había invitado a Copérnico a exponer sus puntos de vista, y su decisión fue que los movimientos del sol y de la luna aún no eran lo suficientemente conocidos para intentar una reforma del calendario. La comisión debía hacer propuestas concretas en la décima reunión del concilio. Aunque este fue pospuesto de 1514 para el 1515, no se llegó a ninguna conclusión. Después del Concilio de Letrán hubo un considerable progreso. Copérnico había prometido continuar con las observaciones del Sol y la Luna y así lo hizo durante más de diez años más. Los resultados previstos en su inmortal obra "De Revolutionibus Orbium Coelestium" (1543) permitieron a Erasmo Reinhold para calcular las Tablas Pruténicas (Wittenberg, 1554), que se hicieron después la base de la reforma gregoriana.

Los principales escritores de la época son los siguientes: Alberto Pighio, maestro en la Universidad de Lovaina, que dedicó a León X, en 1520, un tratado en el que apoyaba la intercalación del cardenal d'Ailly, la omisión de un día bisiesto cada 134 años, pero, por otro lado, recomendaba la retención del ciclo lunar. Cometió un error sobre el equinoccio, al contarlo desde la constelación de Aries y al recomendar la omisión de 16 días. Se puede mencionar de pasada a los dos monjes florentinos, Joannes Lúcido y Joannes María de Tholosanis. Este último abogó por un conteo cíclico pero se opuso al cambio de la fecha del equinoccio. Durante el Concilio de Trento se escribieron y propusieron varios planes al Concilio y al Papa. El cardenal Marcelo Cervino, presidente del concilio, convocó a Trento al veronés Girolamo Fracastoro, médico y astrónomo de renombre, y tuvo varias conferencias con él sobre el tema del calendario. En 1548 Bartolomeo Caligario, un sacerdote de Padua, ofreció un memorando al obispo de Bitonto, en el que basó sus planes sobre Pablo de Middelburg, Stoeffler y Joannes Lucido. El franciscano español Joannes Salon dirigió una propuesta al cardenal Gonzaga, primer presidente del concilio bajo Pío IV. En 1564, inmediatamente después del concilio, le ofreció un resumen de él a Pío IV, y, siguiendo el consejo de Sirleto o, también a Gregorio XIII, en 1577. Su memorándum es notable por las razones que expone contra una Pascua inmoble, y por el consejo de que el Papa omita un día bisiesto con motivo de jubileos generales.

Otros memorandos fueron los de Begnino, un canónigo de Reims, el cual fue entregado al cardenal de Lorena en su camino hacia el concilio; el de Lucas Gaurico, que firmaba como Episcopus Civitatensis, y basaba su "Calendarium Ecclesiasticum" de 1548 sobre Pablo de Middelburg; el del sacerdote español Don Miguel de Valencia, que fue presentado a Pío IV en 1564. Más importante que todos estos fue un plan propuesto por el matemático veronés Petro Pitato. Basando sus ideas también sobre Pablo de Middelburg quería se retuviese el ciclo lunar y se restaurara el equinoccio a la fecha de César, por la omisión de catorce días, que durante dos años se deberían tomar de los siete meses que tienen 31 días cada uno. Su idea original, que se llevó a efecto final en la reforma gregoriana, era corregir la intercalación juliana del año solar, no cada 134 años, sino por siglos completos. Ningún escritor anterior parece haber llamado la atención sobre el hecho de que la aplicación de la regla de 134 años tres veces llega, dentro de un pequeño error, a lo mismo que omitir tres días bisiestos cada 400 años. Su "Compendio" fue publicado y ofrecido a Pío IV en 1564. El Concilio de Trento fue el primero, desde el de Nicea, que dio un paso positivo hacia una reforma del calendario. En la última sesión, 4 de diciembre de 1563, le encargó al Papa reformar tanto el breviario como el misal, que incluía el calendario perpetuo.

Después del Concilio de Trento

La Bula "Inter Gravissimas"

Bibliografía: CLAVIUS, Novi Calendarii Romani Apologia (Roma, 1588); IDEM, Romani Calendarii a Gregorio XIII P. M. restituti Explicatio (Roma, 1603); LIBRI, Histoire des Sciences Mathématiques en Italie, IV (Halle, 1865); KALTENBRUNNER, Die Vorgeschichte der Gregorianischen Kalenderreform en Sitzungsberichte der Akademie philos. histor. Klasse, LXXXII (Viena, 1876), 289; KALTENBRUNNER, Die Polemik über die Gregorianische Kalenderreform, ibidem, LXXXVII (1877), 485; KALTENBRUNNER, Beitrage zur Geschicte der Gregorianische Kalenderreform, ibidem, XCVII (1880) I, 7; SCHMID, Zur Geschichte der Gregorianischen Kalenderreform in Görresgesellschaft, Historisches Jahrbuch 1882 und 1884; MARZI, La questione della Riforma del Calendario nel Quinto Concilio Lateranense 1512-1517 (Florencia, 1896); DÉPREZ, Ecole Francaise de Rome; Mélanges d'Archéologie et d'Histoire XIX (1899) 131.

Fuente: Hagen, John. "Aloisius Lilius." The Catholic Encyclopedia. Vol. 9. New York: Robert Appleton Company, 1910. 1 Jan. 2013 <http://www.newadvent.org/cathen/09247c.htm>.

Está siendo traducido por Luz María Hernández Medina.