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Sábado, 23 de noviembre de 2024

Eusebio de Cesarea

De Enciclopedia Católica

Revisión de 02:05 9 dic 2008 por Luz María Hernández Medina (Discusión | contribuciones)

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Eusebio Panfili, obispo de Cesarea en Palestina, el "Padre de la historia eclesiástica"; nació alrededor de 260 d.C.; murió antes de 341.

VIDA

Nos ahorrará extensa digresión si comenzamos de inmediato hablando de un documento al que habrá que referirse a menudo debido a su importancia biográfica, es decir, la carta que escribió Eusebio a su diócesis para explicar su subscripción al Credo propuesto por el Primer Concilio de Nicea. Después de unas cuantas notas preliminares, el escritor procede: “Primero le transmitimos a ustedes el escrito concerniente a la fe que se trajo ante nuestra consideración, y luego el segundo, el que ellos han publicado después de añadir nuestras expresiones. Ahora el escrito presentado a nosotros, que cuando fue leído en presencia de nuestro muy religioso emperador fue declarado como uno de carácter recto y aprobado, lee como sigue: [La Fe propuesta por nosotros]. Como la hemos recibido de los obispos ante nosotros, en nuestra primera instrucción catequética y cuando fuimos bautizados, y como la hemos aprendido de las Sagradas Escrituras, y como la hemos creído y enseñado en el presbiterado y en el oficio mismo de obispo, creyendo de esa misma forma, le ofrecemos a ustedes nuestra fe y es así:” Luego sigue un credo formal [Teodoreto, Hist., I, 11; Sócrates, Hist., I, 8; San Atanasio, de Dec. Syn. Nic. (apéndice) y en otros lugares. Traducido por Newman con notas en la Biblioteca de los Padres de Oxford (Tratados Selectos de San Atanasio, p. 59) y San Atanasio, vol. I. La traducción dada es la del Dr. Hort. Las palabras entre corchetes probablemente son genuinas aunque no dadas por Sócrates y San Atanasio].

Dr. Hort en 1876 ("Dos Disertaciones", etc., pp. 56 ss.) señaló que este credo era presumiblemente el de la Iglesia de Cesarea, de la cual Eusebio era obispo. Esta opinión es ampliamente aceptada. (cf. Lightfoot, art. "Euseb." en "Dict. of Christ. Biog." — Todas las referencias a Lightfoot, a menos que se especifique lo contrario, son de este artículo. — Sanday, "Revista de Estudios Teológicos", vol. I, p. 15; Gwatkin, "Estudios sobre el Arrianismo", p. 42, 2nd edición; McGiffert, "Prólogo a C. H. de Eusebio" en "Biblioteca Selecta de los Padres Nicenos y Ante Nicenos"; Duchesne, "Hist. de l'Eglise", vol. II, p. 149). Según esta opinión es natural considerar la introducción, “Como la hemos recibido”, etc., como autobiográfica, e inferir que Eusebio había ejercido el oficio de sacerdote en la ciudad de Cesarea antes de ser obispo, y había recibido también allí su bautismo y su primera instrucción religiosa. Pero también hay otras interpretaciones de este documento, una que destruye mientras que otra disminuye su valor biográfico: (a) Según algunos, el credo propuesto por Eusebio fue redactado como una fórmula a ser suscrita por todos los obispos. Fueron ellos los que dijeron que éste contenía lo que ellos habían aprendido como catecúmenos y lo que habían enseñado como sacerdotes y obispos. Esta parece haber sido la opinión generalmente aceptada antes de Hort, y era la opinión de Kattenbusch en 1804 (Das apostolische Symbol, vol. I, p. 231). Se debe señalar una objeción a esta opinión. Esto es equivalente a decir que todos los obispos antes de haber recibido el episcopado habían ejercido por algún tiempo los deberes del sacerdocio. (b) Otros sostienen que este credo no era el credo local de Cesarea, pero sí redactado por Eusebio mismo y que contenía lo que él siempre había creído y enseñado. Según esta interpretación la declaración preliminar todavía permanece autobiográfica; pero sólo nos informa que el escritor ejerció el oficio de sacerdote antes de ser obispo. Esta interpretación ha sido adoptada por Kattenbusch en su segundo volumen (p. 239) publicada en 1900. Una de las razones que él da para este cambio de opinión es que cuando estaba preparando su primer volumen se basó en Sócrates, el cual no da el sobrescrito que hemos impreso entre corchetes. Es un asunto vital para los escritores de la escuela de Kattenbusch el no aceptar la que parece la interpretación natural de las palabras de Eusebio, es decir, que el credo que él leyó ante el concilio era realmente el que él había usado siempre. Si se admite esto, “entonces”, para citar al Dr. Sanday, “no puedo sino pensar que se destruye del todo la teoría de Kattenbusch y Harnack [es decir, que los credos orientales eran hijos del credo romano primitivo, y que este último no llegó a Oriente hasta cerca de 272 d.C.]. El Obispo Lightfoot… sitúa la fecha de nacimiento de Eusebio alrededor de 260 d.C., de modo que él tendría como 12 años de edad cuando Aureliano intervino en los asuntos de Antioquía. En otras palabras con toda probabilidad ya él estaba bautizado y había sido catequizado en el credo de Cesarea en el tiempo cuando, en la hipótesis de Kattenbusch-Harnack, el padre de ese credo todavía no había llegado a Antioquía---mucho menos a Cesarea o a Jerusalén (Revista de Estudios Teológicos, I, 15).

El pasaje antes citado muestra que la fecha de nacimiento de Euebio es más que sólo una pregunta curiosa. Según Lightfoot, no puede haber sido “mucho después de 260 d.C.” (p. 309); según Harnack, “difícilmente puede ser puesta más tarde de 260-265” (Cronología, I, p. 106). La información en que se basan son las personas y eventos que Eusebio describe como pertenecientes a “nuestros propios tiempos”. Así, al final de su descripción de las epístolas de Dionisio de Alejandría, dice que va a relatar los eventos de “nuestros propios tiempos” (kath’ ‘emâs. — Historia de la Iglesia VII.26). Luego refiere cómo, en Roma, el Papa San Dionisio (259-268) sucedió a Sixto, y por ese mismo tiempo Pablo de Samosata se convirtió en obispo de Antioquía. En otra parte (Historia de la Iglesia V.28) él habla del mismo Pablo como reavivando “en nuestro propio tiempo” (kath’ ‘emâs) la herejía de Artemón. Él también habla igualmente del alejandrino Dionisio (murió 265) (Historia de la Iglesia III.28). Él llama a Manes, a quien sitúa (Historia de la Iglesia VII.31) durante el episcopado de Félix (270-274), “el maniático de ayer y de nuestros propios tiempos” (Teofanía, IV, 30). Por supuesto, un historiador se puede referir a eventos recientes, pero antes de su propio nacimiento, como pertenecientes a “nuestro propio tiempo; por ejemplo, un hombre de treinta años puede hablar así en 1905 de la guerra franco-prusiana de 1870. Pero al referirse a Manes como “el maníaco de ayer” ciertamente sugiere un escritor que está aludiendo a lo que sucedió dentro de su propio recuerdo personal.

No se conoce absolutamente nada en cuanto al origen de Eusebio; pero el hecho de que escapó tras un corto tiempo en prisión durante la terrible persecución de Diocleciano, cuando su maestro San Pánfilo y otros de sus compañeros sufrieron el martirio, sugiere que pertenecía a una familia de alguna influencia e importancia. Sus relaciones posteriores con el emperador Constantino señalan hacia la misma conclusión. En alguna ocasión durante los últimos veinte años del siglo III él visitó Antioquía, donde se relacionó con el sacerdote Doroteo y lo oyó exponer las Escrituras (Hist. Ecl. VII.32). Por un desliz de la pluma o de la memoria, Lightfoot (p. 309) coloca a Doroteo como sacerdote de la Iglesia de Cesarea. En 296 él vio por primera vez al futuro emperador Constantino, cuando atravesaba Palestina en la compañía de Diocleciano (Vit. Const. I, 19).

En una fecha que no puede precisarse Eusebio conoció a San Pánfilo, el fundador de la magnífica biblioteca que fue por varios siglos la gran gloria de la Iglesia de Cesarea. Pánfilo vino de Fenicia, pero en el tiempo que conideramos residía en Cesarea, donde presidía un colegio o escuela. Un hombre de noble cuna y riqueza, vendió su patrimonio y entregó las ganancias a los pobres. Era gran amigo de los estudiantes indigentes, les suplía lo necesario para vivir con lo mejor de sus habilidades, y les regalaba copias de las Sagradas Escrituras. Demasiado humilde para escribir algo sobre sí mismo, pasaba su tiempo preparando copias exactas de las Escrituras y otros libros, especialmente los de Orígenes.

En manuscritos bíblicos que han reproducido sus colofones se encuentran elocuentes testimonios del cuidado concedido por Pánfilo y Eusebio a los textos sagrados. Aquí le damos tres ejemplos:

(1) lo siguiente es antepuesto a Ezequiel en el códice Marcaliano. Un facsimil del original puede ser hallado en "Bib. nov. Pat.", IV, p. 218, de Mai, y en Migne. Está impreso en tipo ordinario en el Antiguo Testamento en griego de Swete (vol. III, p. VIII). Se debe recordar que la propia copia de la Hexapla de Orígenes estaba en la biblioteca de Pánfilo. Probablemente fue depositada allí por Orígenes mismo:


“Lo siguiente fue transcrito de una copia del Padre Apolinario el Cenobiarca, al cual se le añaden estas palabras: “Fue transcrito de las ediciones de la Hexapla y fue corregido de la Tetrapla de Orígenes mismo que también había sido corregida y suplida con escolio de su propia mano, de donde yo, Eusebio, añadí el escolio, corregido por Pánfilo y Eusebio.”

(2) Al final del libro de Esdras, en el códice sinaítico, aparece la siguiente nota: “Fue comparado con una copia muy antigua de la mano del bendito mártir Pánfilo, a la cual se le añade esta suscripción de su propia mano: “Fue transcrito y corregido según la Hexapla de Orígenes, comparado por Antonino, I, corregido por Pánfilo”. (Swete, vol. II, p. 212.)

(3) El mismo códice y también el Vaticano y el Alejandrino citan un colofón como el anterior, con la diferencia de que Antonino se había convertido en confesor y Pánfilo estaba en prisión: “Comparado por Antonino el confesor, corregido por Pánfilo”. El volumen al cual estaba añadido este colofón comenzaba con 1 Samuel y terminaba con Ester. Ciertamente Pánfilo no estaba ocioso en la prisión. A muchos de los libros en el siro-hexaplar se le ha añadido una nota al efecto de que ellos fueron traducidos de la Hexapla en la biblioteca de Cesarea u comparados con una copia suscrita: “Yo, Eusebio, corregí (lo anterior) tan cuidadosamente como pude” (Harnack, "Altchrist. Lit.", pp. 544, 545).

¿No podría el confesor Antonino ser la misma persona que el sacerdote de ese nombre que luego con dos compañeros interrumpió al gobernador cuando estaba a punto de sacrificar, y fue decapitado? (Mart. Pal., 9.) Un miembro del hogar de Pánfilo, Apfiano, había hecho lo mismo años antes; y otro, Edesio, después de ser torturado y enviado a las minas, al obtener su libertad provocó el martirio en Alejandría al ir ante el gobernador y regañarlo. Hacia fines de 307 Pánfilo fue arrestado, torturado horriblemente y llevado a la prisión. Además de continuar su trabajo de editar la Septuaginta, escribió, en colaboración con Eusebio, una Defensa de Orígenes que fue enviada a los confesores en las minas---un maravilloso regalo de un hombre cuyos costados habían sido zurrados con rastrillos de hierro, a hombres con sus ojos derechos quemados y los tendones de sus piernas izquierdas cauterizados. A principio de 309 Pánfilo y muchos de sus discípulos fueron decapitados. Por devoción a su memoria Eusebio se llamó a sí mismo Panfili, significando, probablemente, que él deseaba ser considerado como el fiador de aquel cuyo nombre “no es apropiado que lo mencione… sin llamarlo mi señor” (Mart. Pal., ed. Cureton, p.37). Mr Gifford, en la introducción a su traducción del “Præp. Evang.”, ha sugerido otra explicación sobre la autoridad de un escolio antiguo proveniente de Cesarea que llama a Eusebio el “hijo de Pánfilo”. Él arguye que Pánfilo, para poder hacer a Eusebio su heredero, tomó los pasos necesarios y lo adoptó.

Durante la persecución Eusebio visitó Tiro y Egipto y fue testigo de numerosos martirios (Hist. Ecl. VII.7-9). Ciertamente él no rehuyó el peligro y una vez fue encarcelado. No sabemos cuándo, dónde o cómo escapó a la muerte o a cualquier clase de mutilación. Un obispo indignado, que había sido su compañero en la prisión y “perdió un ojo por la verdad” preguntó en el Concilio de Tiro cómo Eusebio “había salido ileso”. A este reproche---difícilmente era una pregunta---hecho bajo circunstancias de gran provocación, Eusebio no se dignó a dar ninguna respuesta (Epifanio, Hær., LXVIII, 8; cf. St. Atanasio, "Apol. c. Arian.", VIII, 1). Él tenía muchos enemigos, pero nunca se le había hecho seriamente el cargo de cobarde---la mejor prueba de que no podía ser sostenido. Podemos asumir que, tan pronto como la persecución amainó, Eusebio sucedió a Pánfilo en el cargo del colegio y biblioteca. Quizás fue ordenado sacerdote por ese mismo tiempo. Para el 315 ya era obispo, pues estaba presente en dicha capacidad en la dedicación de una nueva basílica en Tiro, en cuya ocasión pronunció un discurso que aparece completo en el último libro de la Historia de la Iglesia.

El obispo Alejandro excomulgó a Arrio alrededor del año 320. Los arrianos encontraron que para todos los efectos prácticos Eusebio estaba de su lado. Él le escribió a Alejandro acusándolo de desfigurar las enseñanzas de los arrianos y de darles motivo para “atacar y tergiversar lo que ellos quieran” (vea más abajo). Una porción de esta carta ha sido conservada en las actas del Segundo Concilio de Nicea, donde fue citada para probar que Eusebio era un hereje. Él también formó parte de un sínodo de obispos sirios que decidieron que Arrio debía ser reinstalado a su antigua posición, pero por su parte tendría que obedecer a su obispo y continuamente buscar la paz y la comunión con él (Sozomeno, Historia de la Iglesia I.15). Según Duchesne (Hist. de l'Eglise, II, 132), Arrio, como Orígenes antes que él, encontró un asilo en Cesarea.

Al inaugurarse el Primer Concilio de Nicea Eusebio ocupó el primer asiento a la derecha del emperador, y pronunció el discurso inaugural que fue “expresado en un grado intenso de dar gracias al Dios Todopoderoso en nombre del emperador” (Vit. Const., III, 11; Sozomeno, Historia de la Iglesia, I.19). Evidentemente él gozaba de gran prestigio y razonablemente podía esperar poder conducir al concilio a través de una vía media entre la Scila y Caribdis de “sí” y “no”. Pero si alentaba dichas esperanzas pronto fueron frustradas. Ya hemos hablado de la profesión de fe que presentó para reivindicar su propia ortodoxia, o quizás con la esperanza de que el concilio pudiera adoptarla. En vista de la actual controversia, era descolorida, o lo que se podría llamar hoy día una fórmula amplia. Después de alguna demora Eusebio se suscribió al credo no comprometedor redactado por el concilio, sin ser un secreto, en la carta que escribió a su propia Iglesia, del sentido no natural en el cual él lo aceptó.

Entre 325 y 330 surgió una controversia acalorada entre Eusebio y Eustacio, obispo de Antioquía. Eustacio acusaba a Eusebio de enredar la fe de Nicea; Eusebio redargüía con el cargo de sabelianismo. En 331 Eusebio estaba entre los obispos que, en un sínodo celebrado en Antioquía, depuso a Eustacio. A él se le ofreció y rechazó la sede vacante. En 334 y 335 tomó parte en la campaña contra San Atanasio en los sínodos celebrados en Cesarea y Tiro respectivamente. Constantino llamó a la asamblea de obispos de Tiro a Jerusalén, para ayudar en la dedicación de la basílica que fue erigida en el lugar del Calvario. Después de la dedicación ellos reinstalaron a Arrio y sus seguidores a la comunión. De Jerusalén fueron llamados a Constantinopla (336) donde se condenó a Marcelo. Al próximo año Constantino murió. Eusebio le sobrevivió tiempo suficiente para escribir su Vida y dos tratados contra Marcelo, pero en el verano de 341 ya estaba muerto, pues fue su sucesor, Acacio, quien ayudó como obispo de Cesarea en un sínodo llevado a cabo en el verano de dicho año.

OBRAS

Daremos las obras de Eusebio en el orden que aparecen en Harnack "Altchrist. Lit.", pág. 554 ss.

Históricas

(1) La Vida de Pánfilo, a la cual Eusebio se refiere a menudo, de la cual sólo sobrevive un pequeño fragmento, que describe la liberalidad de Pánfilo hacia los estudiantes pobres, citada por San Jerónimo (c. Ruffin., I, IX).

(2) Una colección de Martirios Antiguos, usados por el compilador del Martirologio Siríaco de Wright, también perdido.

(3) Sobre los Mártires de Palestina. Hay dos formas distintas de esta obra, ambas redactadas por Eusebio. La más larga sólo existe en una versión siríaca que fue editada y traducida por primera vez por Cureton en 1861. La forma más corta se encuentra en la mayoría de los manuscritos (sin embargo, no en el mejor) de la Historia de la Iglesia, algunas veces al final del último libro, generalmente entre los libros VIII y IX, también en medio del libro VIII. La existencia de la misma obra en dos diferentes formas hace surgir un número de problemas literarios curiosos. Por supuesto, está la pregunta de prioridad. Aquí, con dos excepciones notables, los eruditos parecen concordar a favor de la forma más larga. Luego viene la pregunta de por qué Eusebio la resumió y, finalmente, cómo el compendió llegó a la “Historia de la Iglesia”. La forma corta carece de algunas notas introductorias, a las que se refiere en c. XIII, que define el alcance del libro. También se interrumpe cuando el autor está por “registrar la palinodia” de los perseguidores. Parece probable que parte de la conclusión que falta existe en forma de un apéndice al libro VIII de la Historia de la Iglesia encontrado en varios manuscritos. Este apéndice contrasta la miserable suerte de los perseguidores con la buena fortuna de Constantino y su padre. A partir de esta información, Lightfoot concluye que poseemos formada “parte de una obra más grande en la cual los sufrimientos de los mártires fueron contrapuestos a las muertes de los perseguidores”. Sin embargo, se debe recordar que las partes faltantes no añadirán mucho al libro. En lo que a los mártires se refiere, evidentemente está completo, y el destino de los perseguidores no aporta mucho al relato. Aun así, la conclusión faltante puede explicar por qué Eusebio acortó su relato sobre los mártires. El libro, en ambas formas, iba dirigido al público en general. Era por lo tanto deseable bajar el precio de las copias. Si se iba a hacer así, y se le añadía nuevo material (es decir, el destino de los perseguidores), había que acortar el asunto de los mártires. En 1894, en el Theologische Literaturzeitung (p. 464) Preuschen descartó la idea de que la forma corta era sólo un borrador no hecho para publicarse. Bruno Violet, en su "Die Palästinischen Martyrer" (Texte u. Untersuch., XIV, 4, 1896) siguió esta idea y señaló que, mientras que la forma larga era usada constantemente por los compiladores de Martirologios, Menologios y otros, la forma corta nunca fue usada. En una revisión de Violet (Theolog. Litz, 1897, p. 300), regresó a su idea original, y luego sugiere que la forma corta debió haber sido añadida a la “Historia de la Iglesia” por algún copista que tuvo acceso a los manuscritos de Eusebio. Harnack (Chronologie, 11, 115) apoya la prioridad de la forma larga, pero piensa que la corta fue compuesta casi al mismo tiempo para lectores de la Historia de la Iglesia.

(4) La “Crónica” (vea artículo separado Crónica de Eusebio. (5) La “Historia de la Iglesia”: Sería difícil sobreestimar el favor que le debe la posteridad a Eusebio por esta monumental obra. Viviendo durante el período de transición, cuando el antiguo orden estaba cambiando y todo lo conectado con él estaba pasando al olvido, se adelantó con sus inmensos acopios de conocimiento y sus conservados inapreciables tesoros de antigüedad cristiana. Éste es el gran mérito de la “Historia de la Iglesia”. No es una obra literaria que se puede leer con placer debido a su estilo. La “dicción” de Eusebio, decía Focio, “nunca es agradable ni clara.” Ni tampoco es el trabajo de un gran pensador.” Pero es un almacén de información coleccionada por un estudiante infatigable. A pesar la amplitud de los conocimientos de Eusebio, la obra tiene sus limitaciones. Él estaba irritantemente desinformado de lo que pasaba en Occidente. El que él supiera muy poco sobre Tertuliano o San Cipriano se debió sin duda a su escaso conocimiento del latín; pero en el caso de un escritor griego, como San Hipólito, sólo podemos suponer que sus obras de algún modo fallaron en abrirse camino hacia Oriente. La buena fe y sinceridad de Eusebio fueron ampliamente vindicadas por Lightfoot. La famosa burla de Gibbon sobre un escritor “que indirectamente confiesa que él ha narrado lo que pueda redundar para la gloria, y que ha suprimido todo lo que pueda tender a la desgracia, de la religión”, puede ser suficientemente hallado al referirse al pasaje (Historia de la Iglesia VIII.2); Mart. Pal. c. 12) en el que se basa. Eusebio no “confiesa indirectamente”, sino que abiertamente reconoce que omitió ciertos escándalos, y los enumera y los denuncia. Citando a Lightfoot “Los cargos especiales contra su honor pueden ser sostenidos de nuevo. No hay fundamento de ninguna clase para el cargo de que Eusebio falsificó o interpoló el pasaje de Josefo relativo a Nuestro Señor citado en Historia de la Iglesia I.11, aunque Heinchen está dispuesto a considerar el cargo. Puesto que este pasaje está en todos nuestros manuscritos, y hay suficiente evidencia que otras interpolaciones (aunque no ésta) fueron introducidas al texto de Josefo mucho antes de su época (vea Orígenes, c. Cels., I, 47, la nota de Delarue) ninguna sospecha se la puede atribuir a Eusebio mismo. Ciertamente Orígenes (1,c) conocía otra interpolación en el historiador judío, a quien cita en otra parte (11,23). Sin duda también la omisión del búho en el relato de la muerte de Herodes Agripa (Hist. Ecl. II.10) ya estaba en algún texto de Josefo (Ant., XIX, 8, 2). La forma en que Eusebio se ocupa de sus numerosas citas en otros lugares, de donde podemos probar su honestidad, es una suficiente vindicación contra este cargo injusto”. (L., p. 325).

Las notas en la Historia de la Iglesia que se refieren al canon del Nuevo Testamento son tan importantes que se debe decir una palabra sobre la regla que siguió Eusebio en lo que registró y lo que no registró. Generalmente hablando, su principio parece haber sido citar testimonios en pro y en contra de aquellos libros cuyo lugar en el canon había sido discutido. En el caso de libros no discutidos él dio alguna información interesante respecto a su composición que había encontrado en su lectura. El asunto fue muy investigado por Lightfoot en un artículo en “El Contemporáneo” (enero de 1875, reimpreso en “Ensayos sobre Religión Sobrenatural”), titulado “El Silencio de Eusebio”. Respecto al Evangelio según San Juan, Lightfoot concluye: “El silencio de Eusebio respecto a testigos primitivos del Cuarto Evangelio es una evidencia en su favor.” Para las listas episcopales en la Historia de la Iglesia, vea el artículo sobre la Crónica de Eusebio. El décimo libro de la Historia de la Iglesia registra la der5rota de Licinio en 323, y debe haber sido completada antes de la muerte y desgracia de Crispo en 326, pues se refiere a él como el “más piadoso hijo” de Constantino. El libro noveno fue completado entre la derrota de Maxentio en 312, y la primera ruptura de Constantino con Licinio en 314.

(6) La Vida de Constantino, en cuatro libros. Esta obra ha sido muy censurada desde el tiempo de Sócrates en adelante, debido a que es más un panegírico que una historia. Si hubo alguna vez un hombre con la obligación de respetar la máxima De mortuis nil nisi bonum, ese hombre fue Eusebio, al escribir la vida de Constantino tres años después de la muerte de éste (337). Esta Vida es especialmente valiosa debido a la descripción que da del Primer Concilio de Nicea y las primeras etapas de la controversia arriana. Se debe recordar que una de nuestras principales fuentes de información sobre ese concilio es el libro escrito para ensalzar a Constantino.

Apologéticas

(7) Contra Hierocles. Hierocles, quien era gobernador de Bitinia y en Egipto, era cruel enemigo de los cristianos durante la persecución, antes de la persecución los había atacado en sus escritos. No hubo nada original en su trabajo excepto el uso que hizo de la Vida de Apolonio de Tiana de Filostrato para instituir una comparación entre el Señor y Apolonio a favor de este último. En su respuesta Eusebio se circunscribió a este solo punto.

(8) "Contra Porfirio", obra en veinticinco libros del cual no sobrevive ni un solo fragmento.

(9) La "Præparatio Evangelica", en quince libros.

(10) La "Demonstratio Evangelica", en veinte libros, del cual se han perdido los últimos diez, con la excepción de un fragmento del décimo quinto. El objetivo de estos dos tratados, que deben ser considerados como dos partes de un trabajo comprehensivo, era justificar la actitud de los cristianos de rechazar la la religión y la filosofía griega a favor de la de los hebreos, y entonces justificarlos por no observar el modo de vida de los judíos. La “Præparatio" está dedicada al primero de dichos objetivos. El siguiente resumen sobre su contenido está tomado la la introducción del señor Gifford a su traducción de la “Præparatio": “Los primeros tres libros discuten el triple sistema de teología pagana, mítica, alegórica y política. Los próximos tres, del IV – VI, dan una descripción de los oráculos principales, del culto a los demonios y de las variadas opiniones de los filósofos griegos sobre las doctrinas de Platón y el libre albedrío. Los libros VII-IX dan las razones para preferir la religión de los hebreos fundada principalmente en el testimonio de varios autores sobre la excelencia de sus Escrituras y la verdad de su historia. En los libros X-XII Eusebio argumenta que los griegos han tomado prestado de la vieja teología y filosofía de los hebreos, especialmente sobre la supuesta dependencia de Platón sobre Moisés. En los últimos tres libros se continúa la comparación de Moisés con Platón, y las mutuas contradicciones de los filósofos griegos, se expone y critica especialmente a los peripatéticos y estoicos.

La "Præparatio" es una hazaña gigante de erudición, y según Harnack (Chronologie, II, p. 120), fue, como muchos de los otros trabajos de Eusebio, realmente compuesta durante la presión de la persecución. Junto con la Crónica, está segunda en importancia después de la Historia de la Iglesia, debido a sus copiosos extractos de autores antiguos cuyas obras habían desaparecido. El primer libro de la Demostratio trata principalmente con el carácter temporero de la Legislación Mosaica. En el segundo se discuten las profecías concernientes a la vocación de los gentiles y el rechazo de los judíos. Los ocho restantes tratan sobre los testimonios de los profetas concernientes a Cristo.

Ahora pasaremos a tres libros, de los cuales no se conoce nada excepto que fueron leídos por Focio, es decir (11), La "Præparatio Ecclesiastica", (12), la "Demonstratio Ecclesiastica", y (13) Dos Libros de Objeción y Defensa, de los cuales, según el relato de Focio, parece haber habido dos ediciones separadas.

(14) la “Theophania” o “Manifestación Divina”. Excepto por unos pocos fragmentos del original, esta obra sólo existe en una versión en siríaco descubierta por Tattam, editada por Lee en 1842 y traducida por él mismo en 1843. Trata de la función cósmica de la Palabra, de la naturaleza del hombre, la necesidad de la revelación, etc. Los libros cuarto y quinto son particularmente notables como una especie de anticipación de los libros modernos sobre evidencias cristianas. Surge un problema literario curioso de las relaciones entre la “Theophania” y la obra “De Laudibus Constantini”. Hay pasajes completos que están casi verbatim en ambos trabajos. Lightfoot se decide a favor de la prioridad de la obra nombrada primero. Gressel, quien ha editado la “Theophania” para la edición de Berlín de los Padres Griegos tiene una opinión opuesta. Él compara los pasajes paralelos y argumenta que ellos están mejorados en el “De Laudibus Constantini”.

(15) “Sobre la Numerosa Progenie de los Antiguos”. Eusebio se refiere a esta obra dos veces, en la "Præp. Ev.", VII, 8, y en la "Dem. Ev.", VII, 8; y también (Lightfoot y Harnack think) por San Basilo (Sobre el Espíritu Santo 29) donde él dice, “Quiero llamar la atención a sus palabras (las de Eusebio) al discutir las dificultades comenzadas en relación con la poligamia primitiva.” Argumentando sobre las palabras de San Basilio, Lightfoot piensa que en este tratado Eusebio trata con la dificultad presentada por los patriarcas que poseían más de una esposa. Pero él pasó por alto la referencia en “Dem. Ev.”, de donde parecería que la dificultad con la que trataba era, quizás, una muy general, es decir, el contrate presentado por el deseo de los patriarcas de una descendencia numerosa y el honor en que los cristianos tenían la continencia.

Exegéticas

(16) Eusebio narra, en su Vida de Constantino (IV, 36, 37), cómo fue comisionado por el emperador a preparar cincuenta copias suntuosas de la Biblia para usarlas en las Iglesias de Constantinopla. Algunos eruditos piensan que el Códice Sinaítico fue una de estas copias. Lightfoot rechaza esta opinión basado principalmente en que “el Texto del códice difiere ampliamente en muchos aspectos de los escritos de Eusebio.”

(17) Secciones y Cánones. Eusebio redactó diez cánones, el primero contenía una lista de pasajes comunes a los cuatro Evangelios, el segundo, aquéllos comunes a los primeros tres y así por el estilo. También dividió los Evangelios en secciones numeradas continuamente. Un número, contra una sección, refería al lector al canon particular donde podría encontrar las secciones paralelas o pasajes.

(18) Ya se ha hablado de los trabajos de Pánfilo y Eusebio en editar la Septuaginta. Ellos “creían (como hizo San Jerónimo cerca de un siglo después) que Orígenes había tenido éxito al restaurar la vieja versión griega a su pureza primitiva”. El resultado fue “una mezcla dañina de la versión alejandrina con las versiones de Aquila y Teodoción” (Swete, “Introd. A O.T. en griego”, pp. 77, 78). Para los trabajos de los dos amigos sobre el texto del Nuevo Testamento el lector puede referirse a Rousset "Textcritische Studien zum N. T.", c. II. No se sabe si, como en el caso del Antiguo Testamento, ellos trabajaron sobre algunos principios críticos definidos.

(19) (a) Interpretación de los términos etnológicos en las Escrituras Hebreas; (b) Cronografía de la Judea Antigua con los patrimonios de las Diez Tribus; (c) Un plano de Jerusalén y el Templo; (d) sobre los nombres de Lugares en las Sagradas Escrituras. Estas cuatro obras fueron escritas a pedido de Paulino, un amigo de Eusebio. Sólo existe la cuarta, la cual se conoce como los “Tópicos” o el “Onomasticón”.

(20) Sobre la nomenclatura del Libro de los Profetas. Esta obra da una corta biografía de cada profeta y una descripción de sus profecías.

(21) Comentario sobre los Salmos. Hay muchas lagunas en los manuscritos de esta obra, y termina con el salmo 118. Las porciones faltantes son suplidas en parte por extractos del Catenæ. Una alusión al descubrimiento del Santo Sepulcro fija la fecha en cerca de 330. Lightfoot habla muy favorablemente sobre este comentario.

(22) Comentario sobre Isaías, escrito después de la persecución.

(23 a 28) Comentarios sobre los libros de las Sagradas Escrituras de los cuales se preservan algunos extractos.

(29) Comentario sobre San Lucas, del cual se conserva lo que parecen ser extractos.

(30) Comentario sobre la Primera Epístola a los Corintios, cuya existencia parece haber sido dada a entender por San Jerónimo (Ep. XLIX).

(31) Comentario sobre los Hebreos. Angelo Mai descubrió y publicó un fragmento que parece pertenecer a tal comentario

(32) Sobre las Discrepancias de los Evangelios, en dos partes. Angelo Mai descubrió y publicó en 1825 un epítome de esta obra, muy probablemente de la mano de Eusebio. Sólo se conservan extractos del original. De las dos partes, la primera, dedicada a cierto Esteban, discute asuntos respecto a las genealogías de Cristo; el segundo, dedicado a un tal Marino, asuntos concernientes a la Resurrección. Las Discrepancias fueron ampliamente tomadas prestadas por San Jerónimo y San Ambrosio, y así han ejercido indirectamente una considerable influencia sobre los estudios bíblicos.

(33) Introducción Elemental General, consiste de diez libros, de los cuales del VI-IX existen bajo el título de “Extractos Proféticos”. Éstos fueron escritos durante la persecución. También hay unos cuantos fragmentos de los restantes libros. “Esta obra parece haber sido una introducción general a la teología, y su contenido era muy misceláneo, como lo muestra el resto existente”. (L., p. 339).

Dogmáticas

(34) La Apología para Orígenes. Este trabajo ya fue mencionado en conexión con Pánfilo. Consistía de seis libros, el último de los cuales fue añadido por Eusebio. Sólo existe el primer libro en una traducción de Rufino.

(35) "Contra Marcelo, obispo de Ancira", y (36) "Sobre la Teología de la Iglesia", una refutación a Marcelo. En dos artículos en el "Zeitschrift für die Neutest. Wissenschaft" (vol. IV, pág. 330 ss. y vol. VI, pp. 250 ss.), escrito en inglés, Prof. Conybeare ha sostenido que nuestro Eusebio no pudo haber sido el autor de los dos tratados contra Marcelo. Sus argumentos son rechazados por el Prof. Klostermann, en su introducción a estas dos obras publicadas en 1905 para la edición de Berlín de los Padres Griegos. El "Contra Marcelo" fue escrito después de 336 para justificar la acción del sínodo efectuado en Constantinopla en el cual Marcelo fue depuesto; la “Teología”, uno o dos años después.

(37) "Sobre el Festival Pascual" (una interpretación mística). Esta obra estaba dedicada a Constantino (Vit. Const., IV, 35, 316). Un gran fragmento de ella fue descubierto por Angelo Mai.

(38) Un tratado contra los maniqueos está quizás contenido virtualmente en Epifanio (Hær., LXVI, 21).

Discursos y Sermones

(39) En la Dedicación de la Iglesia de Tiro (vea arriba).

(40) En el vicenal de Constantino. Este parece haber sido el discurso inaugural pronunciado en el Concilio de Nicea. No existe en la actualidad.

(41) Sobre el Sepulcro del Salvador 325 d.C. (Vit. Const., IV, 33) no existente.

(42) En el tricenal de Constantino. Esta obra es generalmente conocida como el "De Laudibus Constantini". La segunda parte (11-18) parece haber sido un discurso separado unido al tricenal.

(43) "En alabanza de los Mártires". Este discurso se conserva en el mismo manuscrito que la "Theofanía" y "Mártires de Palestina". Fue publicado y traducido en la “Revista de Literatura Sacra” por el Sr. H. B. Cowper (Nueva Serie, V, pp. 403 ss., e ibid. VI, pp. 129 ss.).

(44) Sobre el fracaso de Rain, no existente.

Cartas

Es bastante curiosa la historia de la preservación de las tres cartas, (45) a Alejandro de Alejandría, (46) a Eufrasión o Eufratión, (47) a la emperatriz Constancia. Constancia le pidió a Eusebio que le enviara cierta imagen de Cristo de la que ella había oído hablar; la negativa de él fue expresada en términos a los que siglos después apelaron los iconoclastas. En el Segundo Concilio de Nicea se leyó un fragmento de esta carta y contra ella fueron puestas partes de las cartas a Alejandro y Eufrasión para probar que Eusebio “se entregó a un sentido reprobado, y a una mente y opinión con aquellos que seguían el arrianismo”. (Labbe, "Conc.", VIII, 1143-1147; Mansi, "Conc.", XIII, 313-317). Todavía existen otras partes de la carta escrita a Constancia, además del fragmento citado en el concilio.

(48) A la Iglesia de Cesarea después del Primer Concilio de Nicea. Esta carta ya ha sido descrita.


Fuente: Bacchus, Francis Joseph. "Eusebius of Cæsarea." The Catholic Encyclopedia. Vol. 5. New York: Robert Appleton Company, 1909. <http://www.newadvent.org/cathen/05617b.htm>.

Traducido por Luz María Hernández Medina.